¿No tiene fuerza en nuestro tiempo, acaso, el precepto del apóstol: “No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles” Hebreos 13:2?
Cada día sufro por la exhibición de egoísmo que se nota entre nuestro pueblo. Hay una alarmante ausencia de amor y atención por los que la merecen. Nuestro Padre celestial pone bendiciones disfrazadas en nuestra senda, pero algunos ni siquiera las tocan por temor de que éstas los aparten de sus placeres. Los ángeles están esperando para ver si vamos a aprovechar las oportunidades que están a nuestro alcance a fin de hacer el bien; están esperando para ver si vamos a bendecir a los demás con el fin de bendecirnos a nosotros a su vez. Dios mismo nos ha hecho diferentes: a algunos pobres, a algunos ricos, a algunos afligidos, para que todos tengamos la oportunidad de desarrollar el carácter. Dios ha permitido a propósito que haya pobres, para probarnos, y para que demostremos lo que hay en nuestros corazones.
He oído a muchos excusarse por no recibir a los santos de Dios en sus hogares y en sus corazones. “¡Pero, no tengo nada preparado; no he cocinado nada; deberían ir a otro lugar!” Y en ese otro lugar puede ser que se haya inventado otra excusa para no recibir a los que necesitan hospitalidad, de modo que los visitantes se sienten profundamente heridos en sus sentimientos, y reciben una impresión desagradable con respecto a la hospitalidad de estos profesos hermanos y hermanas. Si no tiene pan, hermana, imite el caso que se nos presenta en la Biblia. Vaya a su vecino y dígale: “Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante” Lucas 11:6. No tenemos ejemplo alguno de que esta falta de pan se haya usado como excusa para rehusar la entrada a alguien que la solicitaba. Cuando Elías llegó a la casa de la viuda de Sarepta, ella compartió su pan con el profeta de Dios, y él hizo un milagro; de modo que el acto de brindarle hogar a su siervo, y de compartir su pan con él, dio como resultado que ella misma recibió sostén, y tanto su vida como la de su hijo fueron preservadas. Lo mismo sucederá en el caso de muchos, si lo hacen alegremente para la gloria de Dios.
Algunos invocan su mala salud: si tuvieran fuerzas lo harían con gusto. Los tales se han encerrado tanto en sí mismos, han pensado tanto en sus propios pobres sentimientos, y han hablado tanto de sus sufrimientos, pruebas y aflicciones, que todo esto ha llegado a ser su verdad presente. Sólo pueden pensar en sí mismos, no importa cuántos haya que necesitan de simpatía y asistencia. A vosotros que sufrís de mala salud, os digo que hay remedio. Si vestís al desnudo, y al pobre errante introducís en vuestra casa, y compartís vuestro pan con el hambriento, “entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación (salud, en hebreo) se dejará ver pronto”. Isaías 58:8. El hacer el bien es un excelente remedio contra la enfermedad. A los que se dedican a esta obra se les extiende la invitación de invocar a Dios, y él se ha comprometido a responderles. Sus almas serán satisfechas en medio de la sequía, y serán como huerto en tierra regada, cuyas aguas nunca faltan.
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Despertaos, hermanos y hermanas. No os asustéis de las buenas obras. “No nos cansemos, pues, de hacer el bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos”. Gálatas 6:9. No esperéis a que se os indique cuál es vuestro deber. Abrid vuestros ojos, y observad a los que os rodean; relacionaos con los desamparados, afligidos y necesitados. No os ocultéis de ellos, ni tratéis de ignorar sus necesidades. ¿Quién presenta las características mencionadas por Santiago, y posee una religión pura, sin mancha de egoísmo o corrupción? ¿Quiénes están ansiosos de hacer todo lo posible para colaborar con el gran plan de salvación?
Conozco una viuda que tiene que sostener dos hijos pequeños, y que para ello depende únicamente de su aguja. Se ve pálida y abrumada por las preocupaciones. A lo largo del duro invierno ha luchado para sostenerse con sus hijos. Ha recibido algo de ayuda, pero, ¿quién podría creer que le llegaría a faltar algo si manifestara más interés en este caso? Allí están sus dos hijos, de nueve y once años, que necesitan hogares. ¿Quiénes están dispuestos a proporcionarles hogares por amor a Cristo? La madre debería recibir alivio de esta preocupación y del confinamiento que implica trabajar en la costura. Estos niños viven en una aldea, y la única que los cuida es su madre, abrumada de cansancio. Necesitan que alguien les enseñe a trabajar, en la medida de sus posibilidades. Necesitan que alguien los instruya con paciencia, amabilidad y amor. Alguien podría decir: “¡Ah, sí! Yo los voy a recibir y les voy a enseñar a trabajar”. Pero los tales no deben perder de vista el hecho de que estos chicos necesitan otras cosas además de eso. Necesitan recibir instrucción para que puedan desarrollar buenos caracteres cristianos. Necesitan amor y afecto; necesitan que se los prepare para ser útiles aquí, y finalmente para que puedan llegar al Cielo. Despojaos del egoísmo, y ved si no hay muchos a quienes podéis ayudar y bendecir con vuestros hogares, simpatía y amor, conduciéndolos al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. ¿Queréis hacer algún sacrificio para salvar almas? Jesús, el amado Salvador, está preparando un hogar para vosotros; y ¿por qué vosotros, a vuestra vez, no preparáis un hogar para los que lo necesitan, y al hacerlo imitáis el ejemplo del Maestro? Si no estáis dispuestos a hacerlo, cuando necesitéis una habitación en los cielos, no tendréis ninguna. Porque Cristo dice: “Cuando no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis”. Mateo 25:45. A vosotros que habéis sido egoístas, que habéis procurado toda la vida vuestra propia comodidad y vuestra ventaja, os digo que las horas de vuestra prueba están llegando rápidamente a su fin. ¿Qué estáis haciendo para redimir vuestra vida del egoísmo y la inutilidad? ¡Despertaos! ¡Despertaos!
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Al considerar vuestro interés eterno, poneos de pie, y comenzad a sembrar buena semilla. Cosecharéis lo que sembréis. La cosecha se aproxima, la gran cosecha cuando segaremos lo que hemos sembrado. No habrá falla; la cosecha es segura. Ahora es el momento de sembrar. Haced ahora esfuerzos para ser ricos en buenas obras, “dadivosos, generosos; atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna”. 1 Timoteo 6:18, 19. Os imploro, mis queridos hermanos de todo lugar, que os despojéis del hielo de vuestra frialdad. Animaos mutuamente a amar la hospitalidad, a querer auxiliar a los que necesitan ayuda.
Podéis decir que habéis sido sorprendidos en vuestra buena fe y que habéis compartido vuestros medios con personas indignas de vuestra caridad, y que por lo tanto no os sentís animados a tratar de ayudar a los necesitados. Os presento a Jesús. Vino a salvar al hombre caído, a traer salvación a su propia nación; pero ellos no quisieron aceptarlo. Respondieron a su misericordia con insultos y desprecio, y finalmente enviaron a la muerte al que había venido para darles vida. ¿Se apartó Dios de la raza caída por causa de esto? Aunque vuestros esfuerzos por hacer el bien hayan fracasado noventa y nueve veces, y hayáis recibido solamente insultos, reproches y odio, si a la centésima vez obtenéis éxito, y un alma se salva, ¡qué victoria habréis conseguido! Un alma arrancada de las garras de Satanás; un alma beneficiada, un alma animada. Esto compensará mil veces todos vuestros esfuerzos. A vosotros Jesús os dirá: “En cuanto lo hicisteis a uno de éstos mis hermanos más pequeños, a mi lo hicisteis”. Mateo 25:40. ¿No deberíamos hacer con alegría todo lo posible para imitar la vida de nuestro divino Señor? Muchos retroceden ante la idea de hacer algún sacrificio en favor de los demás. No están dispuestos a sufrir para ayudar a otros. Se arrullan con la idea de que no se les pide que se perjudiquen en beneficio de los demás. A los tales digo: Jesús es nuestro ejemplo.
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Cuando se hizo el pedido de que los hijos de Zebedeo se sentaran uno a la derecha y el otro a la izquierda de Jesús en su reino, el Señor contestó: “No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo he de beber, y ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Y ellos le dijeron: Podemos. El les dijo: A la verdad, de mi vaso beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados; pero el sentaros a mi derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado por mi Padre”. Mateo 20:22-23. ¿Cuántos pueden responder: Podemos beber del vaso; podemos ser bautizados con el bautismo; y responder inteligentemente? ¿Cuántos imitan al gran Ejemplo? Todos los que profesáis ser seguidores de Cristo, al dar este paso, os habéis comprometido a andar como él anduvo. No obstante, la conducta de muchos pone de manifiesto que en su elevada profesión de la verdad se refieren muy poco al Modelo en lo que respecta a conformar sus vidas a él. Adaptan su conducta para que alcance sus propias normas imperfectas. No imitan la abnegación de Cristo ni su vida de sacrificio en favor de los demás.
Los pobres, los desamparados y las viudas están entre nosotros. Oí a un rico granjero describir la condición de una pobre viuda que vivía entre ellos. Lamentó sus apremiantes circunstancias y después dijo: “No sé cómo va a poder pasar este frío invierno. Está pasando ahora por momentos muy difíciles”. Los tales se han olvidado del Modelo, y por medio de sus actos dicen: “No, Señor, no podemos beber del vaso de abnegación y humillación que tú bebiste, ni ser bautizados con el sufrimiento con que tú fuiste bautizado. No podemos vivir para beneficiar a los demás. Nuestra ocupación consiste en cuidar de nosotros mismos”. ¿Quién puede saber cómo lo va a pasar la viuda si no son los que tienen sus graneros bien colmados? Los medios para que ella pueda sobrevivir están al alcance de la mano. ¿Cómo se atreven aquellos a quienes Dios ha hecho sus mayordomos, a quienes ha confiado medios económicos, a sustraérselos a los necesitados discípulos de Cristo? Si así lo hacen, se los sustraen a Jesús. ¿Esperáis vosotros que Dios haga caer alimento del cielo para atender al necesitado? ¿No los ha puesto acaso entre vosotros, para ayudarles y bendecirlos por medio de vosotros? ¿No os ha hecho acaso sus instrumentos para realizar esta buena obra, a fin de probaros, y daros el privilegio de depositar tesoros en el Cielo?
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Los niños que carecen de padres y madres son depositados en los brazos de la iglesia, y Cristo dice a sus seguidores: “Tomad estos niños destituidos; criadlos en mi lugar, y recibiréis vuestro salario”. He visto mucho egoísmo manifestado en estos casos. A menos que haya alguna evidencia especial de que ellos mismos se van a beneficiar si adoptan en el seno de sus familias a los que necesitan hogares, algunos se apartan y responden: No. Parece que no saben si los tales se salvarán o se perderán, ni les preocupa tampoco. Eso, según creen, no es asunto de ellos. Con Caín dicen: “¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?” Génesis 4:9. No están dispuestos a incomodarse ni a hacer ningún sacrificio en favor de los huérfanos, y con indiferencia los arrojan en los brazos del mundo que a veces está más dispuesto a recibirlos que los profesos cristianos. En el día de Dios, aquellos a quienes el Cielo dio la oportunidad de salvar tendrán que rendir cuenta. Pero prefirieron excusarse y no estuvieron dispuestos a dedicarse a esta buena obra a menos que les reportara algún beneficio. Se me ha mostrado que los que rehusan estas oportunidades de hacer el bien, escucharán estas palabras de labios de Jesús: “Cuando no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis”. Mateo 25:45. Os ruego que leáis el capítulo 58 de Isaías:
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“¿Es tal el ayuno que yo escogí, que de día aflija el hombre su alma, que incline su cabeza como junco, y haga cama de cilicio y de ceniza? ¿Llamaréis a esto ayuno, y día agradable a Jehová? ¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo? ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano? Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación se dejará ver pronto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloria de Jehová será tu retaguardia. Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él: Heme aquí. Si quitares de en medio de ti el yugo, el dedo amenazador, y el hablar vanidad; y si dieres tu pan al hambriento, y saciares el alma afligida, en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como el mediodía. Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías saciará tu alma, y dará vigor a tus huesos; y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan”. vers. 5-11.
Esta es la obra especial que tenemos ahora delante de nosotros. Todas nuestras oraciones y todos nuestros ayunos no lograrán nada, a menos que emprendamos resueltamente esta tarea. Sagradas obligaciones descansan sobre nosotros. Nuestro deber está claramente señalado. El Señor nos ha hablado por medio de su profeta. Los pensamientos del Señor y sus caminos no son los que los mortales, ciegos y egoístas, creen que son, o quisieran que fueran. El Señor mira el corazón. Si el egoísmo mora allí, él lo sabe. Podemos tratar de ocultar nuestro verdadero carácter frente a nuestros hermanos y hermanas, pero Dios lo conoce. No le podemos ocultar nada.
Aquí se describe el ayuno que Dios puede aceptar. Consiste en compartir tu pan con el hambriento, y llevar a tu casa al pobre que anda errante. No esperes a que acudan a ti. No es tarea de ellos buscarte y rogarte que les des un lugar. Tú tienes que buscarlos y llevarlos a tu casa. Tú debes derramar tu alma en procura de ellos. Debes levantar una mano para aferrarte por la fe de la poderosa Mano que brinda salvación, mientras con tu otra mano de amor alcanzas al oprimido con el fin de darle alivio. Es imposible que te aferres de la mano de Dios con una mano, mientras empleas la otra para servir a tus propios placeres.
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Si os dedicáis a esta obra de misericordia y amor, ¿será posible que esta tarea sea demasiado pesada para vosotros? ¿Fracasaréis y seréis aplastados bajo su peso, y vuestra familia quedará privada de vuestro auxilio y vuestra influencia? ¡Oh, no! Dios ha eliminado cuidadosamente toda duda con respecto a este asunto al hacer un compromiso con vosotros condicionado a vuestra obediencia. Esta promesa abarca todo lo que el más exigente y más vacilante podría anhelar. “Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación (salud) se dejará ver pronto”. Solamente creed que el que prometió es fiel. Dios puede renovar la fortaleza física. Más aún: dice que lo va a hacer. Y la promesa no termina aquí. “Irá tu justicia delante de ti, y la gloria de Jehová será tu retaguardia”. Dios edificará una fortaleza a vuestro alrededor. Pero la promesa tampoco se detiene aquí. “Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él: Heme aquí”. Si elimináis la opresión y dejáis de hablar vanidad, si derramáis vuestra alma al hambriento, “en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como el mediodía. Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías (hambrunas) saciará tu alma, y dará vigor a tus huesos; y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan”.
Leed Isaías 58 vosotros que pretendéis ser hijos de la luz. Leedlo especialmente una y otra vez vosotros que os habéis sentido tan poco inclinados a molestaros para favorecer a los necesitados. Vosotros, cuyos corazones y hogares son demasiado estrechos para dar cabida a los que no tienen casa, leedlo; leedlo vosotros, que podéis ver a los huérfanos y a las viudas oprimidos por la mano de hierro de la pobreza, y humillados por los mundanos de duro corazón. Leedlo si teméis que vais a introducir en vuestras familias una influencia que os va a dar más trabajo. Vuestros temores pueden ser infundados, y os puede alcanzar una bendición que conoceréis y experimentaréis cada día. Pero si así no fuera, si efectivamente se requiriera trabajo extra, podéis invocar al que prometió: “Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación (salud) se dejará ver pronto”. La razón por la cual el pueblo de Dios no tiene una actitud más espiritual, y no dispone de más fe, según se me ha mostrado, consiste en que el egoísmo lo ha vuelto estrecho. El profeta se dirige a observadores del sábado, no a incrédulos, sino a quienes hacen gran alarde de piedad. No es la abundancia de nuestras reuniones lo que Dios acepta. No es la cantidad de nuestras oraciones, sino el hacer el bien, el hacer lo correcto en el momento acertado. Es preocuparnos menos de nosotros y ser más generosos. Nuestras almas deben ensancharse. Entonces Dios las hará semejantes a huertas de riego cuyas aguas nunca faltan vers. 8.
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Leed Isaías 1: “Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré; llenas están de sangre vuestras manos. Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda. Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra; si no quisiereis y fuereis rebeldes, seréis consumidos a espada; porque la boca de Jehová lo ha dicho” vers. 15-20.
El oro mencionado por Cristo, el Testigo verdadero, que todos debemos poseer, se me ha mostrado que está constituido por la fe y el amor combinados, pero con el amor llevándole la delantera a la fe. Satanás está trabajando continuamente para eliminar estos preciosos dones de los corazones del pueblo de Dios. Todos estamos participando del juego de la vida. Satanás es bien consciente de que si puede eliminar el amor y la fe, y ocupar ese lugar con egoísmo e incredulidad, todos los preciosos rasgos que queden pronto serán eficazmente eliminados por su mano artera, y el juego se habrá perdido.
Mis queridos hermanos: ¿Permitiréis que Satanás cumpla sus propósitos? ¿Os resignaréis a perder el juego mediante el cual deseáis ganar la vida eterna? Si alguna vez Dios ha hablado por mi intermedio, os digo que ciertamente seréis vencidos por Satanás, en vez de ser vencedores, tan ciertamente como que el trono de Dios permanece firme en los cielos, a menos que experimentéis una total transformación. El amor y la fe deben volver a manifestarse. ¿Queréis entrar de nuevo en este conflicto y obtener otra vez los preciosos dones de los cuales carecéis casi por completo? Tendréis que realizar, como nunca antes, esfuerzos más fervientes, más perseverantes e incansables. No se trata solamente de orar y ayunar, sino de ser obedientes, de despojaros de todo egoísmo, y practicar el ayuno que Dios ha escogido y que va a aceptar. Es posible que muchos se sientan contristados porque he hablado con tanta claridad, pero lo seguiré haciendo si Dios deposita sobre mí esta carga.
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Dios requiere que los que ocupan cargos de responsabilidad estén consagrados a la obra; porque si dan pasos equivocados, la gente se siente libre de seguir sus pisadas. Si la gente está mal, y los dirigentes no levantan su voz contra esos males, los condenan; y en ese caso el pecado se carga tanto a la cuenta de ellos como a la de los ofensores. Los que ocupan cargos de responsabilidad deben ser hombres piadosos, conscientes de que el peso de la obra reposa continuamente sobre ellos.