Testimonios para la Iglesia, Vol. 8, p. 46-56, día 418

Estemos llenos de esperanza y valor. El desánimo en el servicio del Señor es irracional y pecaminoso. Dios conoce cada una de nuestras necesidades. Él posee la omnipotencia. Puede conceder a sus siervos la medida de eficiencia que necesitan según su situación. Su amor infinito y su compasión no se cansan nunca. A la majestad de la omnipotencia, él une la bondad y la compasión de un tierno pastor. No tenemos por qué temer que él no cumpla sus promesas. Él es la verdad eterna. Jamás cambiará la alianza que ha concertado con aquellos a quienes ama. Las promesas que ha hecho a la iglesia son inquebrantables. Hará de ella un ornamento para siempre, un motivo de gozo de generación en generación. 

Estudiad el capítulo 41 de Isaías y procurad comprender todo su significado. “En las alturas abriré los ríos, y fuentes en medio de los valles; abriré en el desierto estanques de aguas, manantiales de aguas en la tierra seca. Daré en el desierto cedros, acacias, arrayanes y olivos; pondré en la soledad cipreses, pinos y bojes juntamente, para que vean y conozcan, y adviertan y entiendan todos, que la mano de Jehová hace esto, y que el Santo de Israel lo creó”. Isaías 41:18-20.

El que ha escogido a Cristo se ha unido a un poder que ninguna sabiduría ni fuerza humana alguna puede quebrantar. “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia… Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha…”. Isaías 41:10, 13. 

“¿A qué, pues me haréis semejante o me compararéis? dice el Santo. Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quién creó estas cosas; él saca y cuenta su ejército; a todas llama por sus nombres; ninguna faltará; tal es la grandeza de su fuerza, y el poder de su dominio. ¿Por qué me dices, oh Jacob, y hablas tú, Israel: Mi camino está escondido de Jehová, y de mi Dios pasó mi juicio? ¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra? No desfallece, ni se fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien lo alcance. Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán”. Isaías 40:25-31. 

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La luz de la verdad ha de resplandecer hasta los confines de la tierra. Una luz cada vez mayor resplandece con brillo celestial del rostro del Redentor sobre sus representantes, para ser difundida en las tinieblas de un mundo sumido en la noche. Como colaboradores suyos, oremos por la santificación de su Espíritu, para que podamos resplandecer con brillo cada vez mayor. 

La luz de la verdad para este tiempo está brillando ahora sobre los gabinetes de los reyes. Se está llamando la atención de los estadistas a la Biblia “el libro de los estatutos de las naciones” y ellos están comparando sus leyes nacionales con esos estatutos. Como representantes de Cristo, no tenemos tiempo que perder. Nuestros esfuerzos no deben limitarse a unos pocos lugares donde la luz ha llegado a ser tan abundante que ya no se aprecia. El mensaje evangélico debe ser proclamado a todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos. 

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Una visión del conflicto

Vi en visión dos ejércitos empeñados en terrible conflicto. Una hueste iba guiada por banderas que llevaban la insignia del mundo; la otra, por el estandarte teñido en sangre del Príncipe Emanuel. Estandarte tras estandarte quedaban arrastrados en el polvo, mientras que una compañía tras otra del ejército del Señor se unía al enemigo, y tribu tras tribu de las filas del enemigo se unía con el pueblo de Dios observador de los mandamientos. Un ángel que volaba por el medio del cielo puso el estandarte de Emanuel en muchas manos, mientras que un poderoso general clamaba con voz fuerte: “Acudid a las filas. Ocupen sus posiciones ahora los que son leales a los mandamientos de Dios y al testimonio de Cristo. Salid de entre ellos y separaos, y no toquéis lo inmundo, que yo os recibiré, y os seré por Padre y me seréis por hijos e hijas. Acudan todos los que quieran en auxilio de Jehová, en auxilio de Jehová contra los poderosos”. 

La batalla seguía rugiendo. La victoria alternaba de un lado al otro. A veces cedían los soldados de la cruz, “como abanderado en derrota”. Isaías 10:18. Pero su retirada aparente era tan sólo para ganar una posición más ventajosa. Se oían gritos de gozo. Se elevó un canto de alabanza a Dios, y las voces de los ángeles se les unieron mientras los soldados de Cristo plantaban su estandarte en las murallas de las fortalezas hasta entonces sostenidas por el enemigo. El Capitán de nuestra salvación ordenaba la batalla y mandaba refuerzos a sus soldados. Su fuerza se manifestaba poderosamente y los alentaba a llevar la batalla hasta las puertas. Les enseñó cosas terribles en justicia, mientras que, venciendo y determinado a vencer, los conducía paso a paso. 

Al fin se ganó la victoria. El ejército que seguía la bandera que tenía la inscripción: “Los mandamientos de Dios y la fe de Jesús”, triunfó gloriosamente. Los soldados de Cristo estaban cerca de las puertas de la ciudad, y con gozo la ciudad recibió a su Rey. Se estableció el reino de paz, gozo y justicia eterna. 

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La iglesia es ahora militante. Ahora nos vemos frente a un mundo sumido en las tinieblas de medianoche, casi completamente entregado a la idolatría. Pero llega el día en que la batalla habrá sido peleada, la victoria ganada. La voluntad de Dios ha de ser hecha en la tierra, como es hecha en el cielo. Entonces las naciones no reconocerán otra ley que la del cielo. Todos formarán una familia feliz y unida, revestidos con las vestiduras de alabanza y agradecimiento: el manto de la justicia de Cristo. Toda la naturaleza, con belleza insuperable, ofrecerá a Dios un constante tributo de alabanza y adoración. El mundo quedará inundado por la luz del cielo. Los años transcurrirán en alegría. La luz de la luna será como la del sol, y la del sol será siete veces mayor que ahora. Sobre la escena cantarán juntas las estrellas de la mañana y los hijos de Dios clamarán de gozo, mientras que Dios y Cristo unirán su voz para proclamar: “No habrá más pecado, ni habrá más muerte”. 

Tal es la escena que me fue presentada. Pero la iglesia debe pelear contra enemigos visibles e invisibles, y peleará. Agentes de Satanás en forma humana están en el terreno. Los hombres se han confederado para oponerse al Señor de los ejércitos. Estas confederaciones continuarán hasta que Cristo deje su lugar de intercesión ante el propiciatorio, y se vista las vestiduras de venganza. Los agentes satánicos están en toda ciudad organizando febrilmente en partidos a los que se oponen a la ley de Dios. Los que profesan ser santos y los que son francamente incrédulos se deciden por dichos partidos. Para los hijos de Dios, no es el momento de ser débiles. Ni por un instante podemos dejar de estar en guardia. 

“Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios…”. Efesios 6:10-17. 

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“Y esto pido en oración, que vuestro amor abunde aún más y más en ciencia y en todo conocimiento, para que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e irreprensibles para el día de Cristo, llenos de frutos de justicia que son por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios”. Filipenses 1:9-11. 

“Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo,… firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio, y en nada intimidados por los que se oponen, que para ellos ciertamente es indicio de perdición, más para vosotros de salvación; y esto de Dios. Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él”. vers. 27-29. 

Están siendo reveladas en estos postreros días visiones de una gloria futura, escenas trazadas por la mano de Dios, y ellas deberían ser estimadas por su iglesia. ¿Qué fue lo que sostuvo al Hijo de Dios durante su traición y juicio? Vio el fruto de la aflicción de su alma y quedó satisfecho. Captó una visión de la expansión de la eternidad y vio la dicha de aquellos quienes a través de su humillación recibirían perdón y vida eterna. Él fue herido por sus rebeliones, molido por sus pecados. El castigo de su paz fue sobre él, y por su llaga fueron curados. Su oído escuchó el grito triunfante de los redimidos. Escuchó a los redimidos cantando el cántico de Moisés y del Cordero. 

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Debemos tener una visión del futuro y de la dicha celestial. Deteneos sobre el umbral de la eternidad y escuchad la grata bienvenida dada a los que en esta vida han colaborado con Cristo, considerando como un privilegio y honor el haber sufrido en su nombre. Al unirse a los ángeles, depositan sus coronas a los pies del Redentor, mientras exclaman: “El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza… Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos”. Apocalipsis 5:12, 13. 

Allá los redimidos saludan a los que los condujeron al Salvador levantado. Se unen en adoración de Aquel que murió para que los seres humanos tuviesen la vida en la misma medida que la de Dios. El conflicto ha pasado. Toda tribulación y lucha ha llegado a su fin. Cantos de victoria embargan el cielo mientras los redimidos se reúnen en torno al trono de Dios. Al unísono cantan alegres el refrán: “Digno, digno es el Cordero que fue inmolado, y ha revivido como conquistador triunfante”. 

“Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos; y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero”. Apocalipsis 7:9, 10. 

“Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos. Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos”. “…y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”. Apocalipsis 7:14-17; 21:4. 

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¿Captaréis la inspiración de la visión? ¿Dejaréis que vuestra mente contemple la escena? ¿Os convertiréis de verdad para luego salir a trabajar con un espíritu completamente diferente a aquel con que habéis trabajado en el pasado, desplazando al enemigo, derribando toda barrera al avance del evangelio, llenando corazones de la luz, la paz y el gozo del Señor? ¿No quedará enterrado el malvado espíritu de crítica y murmuración, para nunca más resucitar? ¿No ascenderá el incienso de alabanza y gratitud de corazones purificados y santificados por la presencia de Cristo? ¿No nos asiremos por fe de los pecadores para traerlos al pie de la cruz? 

¿Quiénes se consagrarán ahora al servicio del Señor? ¿Quiénes prometerán ahora no afiliarse al mundo, sino más bien salir de él y apartarse, rehusando contaminar su alma con los esquemas y prácticas mundanales que han estado manteniendo a la iglesia bajo la influencia del enemigo? 

Estamos en este mundo para levantar en alto la cruz de la abnegación. Al exaltar esta cruz, descubriremos que ella nos levanta a nosotros. Que todo cristiano ocupe su lugar, captando la inspiración de la obra que Cristo llevó a cabo en favor de las almas mientras estuvo en este mundo. Necesitamos la pasión del héroe cristiano que puede soportar ver al Invisible. Nuestra fe debe experimentar una resurrección. Los soldados de la cruz han de ejercer una influencia positiva en favor del bien. Cristo dice: “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama”. Mateo 12:30. La indiferencia en la vida cristiana es una clara negación del Salvador.

¿Acaso no deberían verse en el mundo hoy cristianos que en todos los aspectos de su obra sean dignos del nombre que llevan, que aspiran hacer las obras dignas de valientes soldados de la cruz? Estamos viviendo cerca del final del gran conflicto, cuando muchas almas serán rescatadas de la esclavitud del pecado. Estamos viviendo en un tiempo cuando de una manera especial pertenece a los seguidores de Cristo la promesa: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Mateo 28:20. Aquel que mandó que la luz brillase en la oscuridad, que nos ha llamado de las tinieblas a su luz admirable, nos pide que dejemos alumbrar nuestra luz delante de los hombres, para que vean nuestras buenas obras y glorifiquen a nuestro Padre que está en los cielos. La luz le ha sido dada al pueblo de Dios en tal abundancia que Cristo tiene razón en exigirles que sean la luz del mundo. 

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A nuestros médicos y ministros envío este mensaje: Emprended la obra del Señor como si de veras creyeseis la verdad para este tiempo. Los obreros médico misioneros y los obreros en el ministerio evangélico deberán estar unidos con vínculos indisolubles. Deben hacer su obra con nuevo aliento y poder. En nuestras iglesias debe haber una nueva conversión y una reconsagración al servicio. En nuestra obra futura y en las reuniones que llevemos a cabo, ¿no podríamos estar en común acuerdo? ¿No lucharemos con Dios en oración, pidiendo que el Espíritu Santo entre en cada corazón? La presencia de Cristo, manifestada en nuestro medio, curaría la lepra de la incredulidad que ha hecho que nuestro servicio sea débil e ineficiente. Necesitamos el soplo de vida divina. Debemos ser conductos por medio de los cuales el Señor pueda enviar su luz y su gracia al mundo. Debemos descartar nuestros pecados y por medio de la confesión y el arrepentimiento humillar nuestros corazones orgullosos ante Dios. Un caudal de poder espiritual fluirá sobre aquellos que estén preparados para recibirlo. 

Si tan sólo nos diésemos cuenta con cuánto ahínco trabajó Jesús para sembrar la semilla del evangelio, nosotros, que estamos viviendo tan cerca del cierre de la gracia, trabajaríamos infatigablemente para proporcionarles el pan de vida a las almas que perecen. ¿Por qué somos tan fríos e indiferentes? ¿Por qué será que nuestro corazón es tan insensible? ¿Por qué somos tan reacios a entregarnos a la obra a la cual Cristo dedicó su vida? Algo tiene que hacerse para curar esta terrible indiferencia que se ha apoderado de nosotros. Inclinemos nuestro rostro con humildad al ver cuánto menos hemos hecho de lo que pudiéramos haber hecho para sembrar la semilla de la verdad. 

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Mis queridos hermanos y hermanas, os hablo con palabras de amor y ternura. Despertad y consagraos sin reservas a la obra de comunicar la luz de la verdad para este tiempo a aquellos que están en oscuridad. Captad el espíritu del gran Obrero Maestro. Aprended del Amigo de los pecadores cómo ministrar a las almas enfermas de pecado. Recordad que en la vida de sus seguidores ha de verse la misma devoción, la misma sujeción a la obra de Dios de toda exigencia social, de todo afecto terrenal, que se vio en su propia vida. A los requerimientos de Dios hay que darles siempre la máxima importancia. El ejemplo de Cristo es para inspiramos a que nos esforcemos incansablemente para hacer el bien a los demás.

A cada miembro de iglesia Dios pide que entre en su servicio. La verdad que no se vive, que no se imparte a los demás, pierde su poder vivificador, su virtud sanadora. Todos deben aprender a trabajar y ocupar su lugar como portadores de cargas. Todo aquel que es añadido a la iglesia debe ser un medio más para el cumplimiento del gran plan de redención. La iglesia entera, actuando como un solo cuerpo, combinándose en perfecta unión, deberá ser una agencia misionera y viviente, movida y controlada por el Espíritu Santo. 

No es sólo por medio de hombres en puestos elevados de responsabilidad, ni sólo por hombres que ocupan puestos en juntas o comités, o sólo por gerentes de nuestros sanatorios y casas publicadoras, que será hecha la obra que llenará la tierra del conocimiento del Señor, como el agua llena la mar. Esta obra será realizada únicamente por la iglesia entera, haciendo todos su parte bajo la dirección y el poder de Cristo. 

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Sección 2—Consejos repetidos con frecuencia

“Y Jehová el Dios de sus padres
envió constantemente palabra a
ellos por medio de sus mensajeros,
porque él tenía misericordia de
su pueblo y de su habitación”.
2 Crónicas 36:15.

Advertencias y consejos dados a la iglesia de Battle Creek

Granville, Australia,

20 de julio de 1894.

Deseo recordarles a mis hermanos las amonestaciones y advertencias que me han sido dadas concernientes a la inversión constante de recursos en Battle Creek para proveer un poco más de espacio, o para tener mayores comodidades. Hay que entrar en nuevos campos; la verdad ha de ser proclamada como testimonio a todas las naciones. En estos nuevos campos la obra se ve impedida a tal punto que el estandarte de la verdad no puede ser levantado en alto como debiera. Mientras que nuestros hermanos de Estados Unidos se sienten libres para invertir recursos en edificios que el tiempo revelará que no eran necesarios y que hubiera sido mejor no tenerlos, se absorben miles de dólares que el Señor pedía que fueran gastados en “regiones de ultramar”. Yo he presentado las advertencias y la amonestación como palabra del Señor; pero mi corazón se ha entristecido al ver que, a pesar de todas ellas, se han absorbido recursos para satisfacer estas supuestas necesidades; se ha añadido edificio tras edificio de manera que el dinero no se ha podido emplear en lugares donde no hay comodidades, ningún edificio para la adoración pública de Dios o para brindarle carácter a la obra, ningún lugar donde el estandarte de la verdad pudiera ser levantado. Estas cosas yo las he presentado ante vosotros; y, sin embargo, habéis seguido adelante de la misma manera, absorbiendo recursos, los recursos de Dios, en una localidad, cuando el Señor ha declarado que ya se había invertido demasiado en un solo lugar, indicando que no había nada en otros lugares, donde debía haber edificios e instalaciones, para lograr aunque sea un comienzo. 

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¿Qué llamado fue el que oísteis para invertir miles de dólares en planteles de escuela adicionales? Os imaginasteis que este gasto era necesario, pero ¿no escuchasteis las súplicas que os llegaron de no invertir el dinero de esta manera? 

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