Testimonios para la Iglesia, Vol. 1, p. 258-266, día 028

1 Juan 4:4-5: “Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo. Ellos son del mundo; por eso hablan del mundo, y el mundo los oye”.

1 Juan 2:5-6: “Pero el que guarda tu palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo”.

1 Pedro 2:9: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”.

Cuando leemos la Palabra de Dios, con cuánta claridad aparece que su pueblo ha de ser peculiar y distinto del mundo incrédulo que los rodea. Nuestra posición es interesante y solemne; viviendo en los últimos días, cuán importante es que imitemos el ejemplo de Cristo y andemos en la forma como él anduvo. “Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”. Mateo 16:24. Las opiniones y la sabiduría de los hombres no deben guiarnos ni gobernarnos. Siempre alejan de la cruz. Los siervos de Cristo no tienen aquí su hogar ni su tesoro. Ojalá que todos ellos pudieran comprender que solamente porque el Señor reina nos permite morar en paz y seguridad entre nuestros enemigos. No es nuestro privilegio reclamar favores especiales del mundo. Debemos consentir en ser pobres y despreciados entre los hombres, hasta que se termine la guerra y se gane la victoria. Los miembros de Cristo son llamados a salir y a separarse de la amistad y el espíritu del mundo; su fortaleza y poder consiste en ser elegidos y aceptados por Dios.

El hijo de Dios era el heredero de todas la cosas, y se le prometieron el dominio y la gloria de los reinos de este mundo. Sin embargo, cuando él apareció en este mundo, lo hizo sin riqueza ni esplendor. El mundo no comprendió su unión con el Padre; la excelencia y la gloria de su carácter divino les fueron ocultadas. Por lo tanto fue “despreciado y rechazado por los hombres”, y “nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido”. Isaías 53:4. Esta misma experiencia de Cristo cuando estuvo en el mundo debe ser la de sus seguidores. Estos son los hijos de Dios y coherederos con Cristo; y el reino y el dominio les pertenecen. El mundo no comprende su carácter ni su sagrada vocación; no percibe su adopción en la familia de Dios. Su unión y compañerismo con el Padre y el Hijo no son manifiestos, y mientras el mundo contempla su humillación y reproche, no resulta evidente lo que ellos son o lo que llegarán a ser. Son extraños, son extranjeros. El mundo no los conoce y no aprecia los motivos que los impulsan a obrar.

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El mundo se está preparando para su destrucción. Dios no soportará mucho más a los pecadores. Deben beber de la copa de su ira sin mezcla de misericordia. Los que serán herederos de Dios, y coparticipantes con Cristo de la herencia inmortal, serán peculiares, y serán tan peculiares que Dios colocará una marca sobre ellos para indicar que le pertenecen completamente. Pensáis vosotros que Dios será honrado y reconocerá a un pueblo que esté tan mezclado con el mundo que solamente se diferencie de ellos de nombre? Leed nuevamente Tito 2:13-15. Pronto se sabrá quiénes están de parte del Señor, y quiénes no se avergüenzan de Jesús. Los que carecen de valor moral para tomar conscientemente su posición frente a los incrédulos, para dejar las modas del mundo e imitar la vida abnegada de Cristo, se avergüenzan de él y no aman su ejemplo.

Consagración

El pueblo de Dios será probado. Entre los observadores del sábado debe llevarse a cabo una obra profunda y escrutadora. Lo mismo que los israelitas de la antigüedad, ¡cuán pronto olvidamos a Dios y sus obras admirables, y nos rebelamos contra él! Algunos contemplan el mundo y desean seguir sus modas y participar en sus placeres, tal como los hijos de Israel volvían su mirada hacia Egipto y deseaban ardientemente las buenas cosas de las que habían disfrutado en ese país, y que Dios eligió retener de ellos para probarlos en su fidelidad hacia él. Deseaba ver si su pueblo apreciaba el servicio que él le pedía y la libertad que tan milagrosamente les había concedido, más altamente que las complacencias de que habían disfrutado en Egipto mientras se encontraban en servidumbre a un pueblo tirano e idólatra.

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Todos los verdaderos seguidores de Cristo tendrán que hacer sacrificios. Dios los probará para comprobar si su fe es genuina. Se me ha mostrado que los verdaderos seguidores de Jesús descartarán los picnics,* las reuniones festivas destinadas a obtener donaciones, las representaciones teatrales y otras reuniones para obtener placer. No pueden encontrar a Jesús en ellas y tampoco una influencia que dirigirá su mente hacia el cielo y aumentará su crecimiento en la gracia. La obediencia a la Palabra de Dios nos conduce a abandonar todas esas cosas y apartarnos de ellas. Las cosas del mundo son buscadas y consideradas dignas de admirarse y disfrutarse por los que no aman decididamente la cruz y los que no son adoradores de Jesús crucificado.

Hay paja entre nosotros y por eso somos tan débiles. Hay personas triviales que constantemente se inclinan hacia el mundo. Sus conceptos y sentimientos armonizan mucho mejor con el espíritu del mundo que con la disposición abnegada de los seguidores de Cristo. Para ellos es perfectamente natural preferir la compañía de las personas cuyo espíritu concuerda con el suyo propio. Y los tales tienen demasiada influencia entre el pueblo de Dios. Participan con ellos y tienen juntamente con ellos el nombre de cristianos, y son imitados por los incrédulos, los débiles y los no consagrados de la iglesia. Estas personas vacilantes siempre tendrán objeciones contra el testimonio claro y definido que reprueba la conducta individual censurable. En este tiempo de refinamiento estas personas se convertirán plenamente y serán santificadas mediante la obediencia de la verdad, o bien serán dejadas con el mundo, donde pertenecen, para que reciban su recompensa con los mundanos.

“Por sus frutos los conoceréis”. Mateo 7:16. Todos los seguidores de Cristo llevan fruto para gloria suya. Sus vidas testifican que el Espíritu de Dios ha efectuado una buena obra dentro de ellos, y sus frutos son para santidad. Sus vidas son elevadas y puras. Los que no llevan fruto carecen de experiencia en las cosas de Dios. No están unidos a la Vid. Leed Juan 15:4-5: “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”. Si queremos ser adoradores espirituales de Jesucristo, debemos sacrificar todo y obedecer plenamente los primeros cuatro mandamientos. (Mateo 22:37-38): “Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento”. Los primeros cuatro mandamientos no permiten que exista una separación entre nuestros afectos y Dios. Tampoco permiten que nada divida, o comparta, nuestro supremo deleite en él. Cualquier cosa que divide los afectos, y desarraiga del alma el amor supremo a Dios, adopta la forma de un ídolo. Nuestros corazones carnales se aferrarán a nuestros ídolos y procurarán llevarlos con ellos; pero no podremos avanzar hasta que los desechemos, porque éstos nos separan de Dios. La gran Cabeza de la iglesia ha elegido a su pueblo separándolo del mundo, y requiere que ellos se mantengan alejados del mundo. Ha establecido que el espíritu de sus mandamientos los acerque a él y los separe de los elementos del mundo. Amar a Dios y guardar sus mandamientos dista mucho de amar los placeres y las amistades del mundo. No hay concordia entre Cristo y Belial. El pueblo de Dios puede confiar completa y únicamente en él y avanzar sin temor por el camino de la obediencia.

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Filosofías vanas y engañosas

Se me ha mostrado que debemos cuidarnos por todos lados y resistir con perseverancia las insinuaciones y artificios de Satanás. El se ha transformado en un ángel de luz y está engañando a miles y llevándolos cautivos. Saca una tremenda ventaja de la ciencia de la mente humana. En esto, lo mismo que una serpiente, se introduce arrastrándose imperceptiblemente para corromper la obra de Dios. Los milagros y las obras de Cristo procura hacerlos aparecer como el resultado de la habilidad y el poder humanos. Si efectuara un ataque atrevido y directo contra el cristianismo, haría que los cristianos se arrojaran a los pies de su Redentor con aflicción y agonía, y su poderoso Libertador haría huir al atrevido adversario. Por lo tanto se transforma en un ángel de luz y trabaja en la mente para apartarla engañosamente del único camino seguro y recto. Las ciencias de la frenología, la psicología y el mesmerismo son el canal por el que llega más directamente a esta generación y obra con aquel poder que ha de caracterizar sus esfuerzos cerca del final del tiempo de prueba.

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Leed 2 Tesalonicenses 2:8-12: “Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida; inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por eso Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia”.

Satanás se ha introducido inadvertidamente mediante estas ciencias y ha envenenado las mentes de miles de personas, conduciéndolas a la infidelidad. Le complace mucho que el conocimiento de estas ciencias se extienda. Se trata de un plan que él mismo ha establecido para obtener acceso a las mentes e influir en ellas como le plazca. Mientras se cree que una mente afecta en forma tan admirable a otra mente, Satanás está preparado, se insinúa y trabaja en todas partes. Y mientras los que se dedican a estas ciencias las alaban decididamente debido a las grandes y buenas obras que afirman haber llevado a cabo mediante ellas, en realidad están halagando y glorificando a Satanás mismo, quien se introduce y trabaja con todo poder, señales y maravillas mentirosas y con todo engaño de injusticia. El ángel dijo: “Notad su influencia. El conflicto entre Cristo y Satanás no ha concluido todavía”. Esta entrada de Satanás mediante las ciencias ha sido bien planeada por su majestad satánica, y en las mentes de miles de personas terminará por destruir la verdadera fe en que Cristo es el Mesías, el Hijo de Dios.

Mi atención fue dirigida al poder que Dios manifestó a través de Moisés cuando lo envió a entrevistarse con Faraón. Satanás comprendió lo que debía hacer y estaba preparado. Sabía perfectamente que Moisés había sido elegido por Dios para romper el yugo de la cautividad que afligía a los hijos de Israel, y que en su obra simbolizaba la primera venida de Cristo para romper el poder de Satanás sobre la familia humana y libertar a los que habían sido hechos cautivos de su poder. Satanás sabía que cuando Cristo apareciera realizaría obras y milagros admirables para que el mundo supiera que el Padre lo había enviado. Tembló al pensar en el poder de Jesús. Consultó con sus ángeles la forma de llevar a cabo una obra que cumpliera un doble propósito: (1) destruir la influencia de la obra que Dios realizaría mediante su siervo Moisés, para lo cual obraría mediante sus agentes satánicos, y en esa forma representaría falsamente la verdadera obra de Dios; (2) ejercer influencia mediante su obra por medio de los magos que existirían en todas las épocas para destruir en las mentes de muchos la verdadera fe en los poderosos milagros y obra que Cristo llevaría a cabo cuando viniera a este mundo. Satanás sabía que su reino sufriría, porque el poder que ejercería sobre la humanidad estaría sujeto a Cristo. No era la influencia humana o el poder que Moisés poseía lo que produjo los milagros realizados ante Faraón. Era el poder de Dios. Esas señales y maravillas fueron realizadas mediante Moisés para convencer a Faraón de que el gran “Yo Soy” lo había enviado para ordenarle a Faraón a que dejara en libertad a Israel a fin de que éste sirviera a Dios.

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Faraón llamó a los hechiceros para que obraran con sus encantamientos. También ellos realizaron señales y maravillas, porque Satanás vino en su ayuda para trabajar por medio de ellos. Sin embargo aun en esto la obra de Dios resultó superior al poder de Satanás, porque los hechiceros no pudieron llevar a cabo todos los milagros que Dios había realizado mediante Moisés. Pudieron duplicar solamente algunos de ellos. Las varas de los hechiceros se convirtieron en serpientes,* pero la vara de Aarón se comió a todas las demás. Después que los hechiceros procuraron producir piojos pero fracasaron, fueron compelidos por el poder de Dios a reconocer lo siguiente: “Dedo de Dios es éste”. Éxodo 8:19. Satanás obró mediante los hechiceros en una forma calculada para endurecer el corazón del tirano Faraón contra las milagrosas manifestaciones del poder de Dios. Satanás pensó hacer vacilar la fe de Moisés y Aarón en el origen divino de su misión, después de lo cual sus propios instrumentos, los hechiceros, fracasaron en sus esfuerzos por reproducir el milagro de los piojos, y de ahí en adelante fueron incapaces de imitar a Moisés y Aarón. Dios no quiso que Satanás continuara interfiriendo, y los hechiceros fueron incapaces de librarse de las plagas. “Y los hechiceros no podían estar delante de Moisés a causa del sarpullido, porque hubo sarpullido en los hechiceros y en todos los egipcios”. Éxodo 9:11.

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El poder controlador de Dios interrumpió aquí el canal mediante el cual Satanás trabajaba, e hizo que aun las personas por las que Satanás había obrado sus maravillas también experimentaran la ira divina. A Faraón se le dio evidencia suficiente para que creyera si así lo deseaba. Moisés obró mediante el poder de Dios. Los hechiceros no obraron utilizando únicamente sus propios conocimientos, sino mediante el poder de su dios, el diablo, quien ingeniosamente llevó a cabo la obra engañosa de representar falsamente la obra de Dios.

Al aproximarnos al final del tiempo, la mente humana es más fácilmente afectada por las artimañas de Satanás. El induce a los mortales a explicar las obras y los milagros de Cristo por medio de principios generales. Satanás aun ha tenido la ambición de falsificar la obra de Cristo para afirmar su propio poder y sus pretensiones. En general no hace esto en forma abierta y definida. Lo lleva a cabo arteramente porque sabe que la forma más efectiva de realizar su obra es aproximarse a los pobres seres humanos caídos bajo la forma de un ángel de luz. Satanás se acercó a Cristo en el desierto asumiendo la forma de un apuesto hombre joven —más parecido a un monarca que a un ángel caído—, con palabras de las Escrituras en su boca. Dijo: “Escrito está”. Nuestro Salvador sufriente también le hizo frente con las Escrituras, diciendo: “Escrito está”. Satanás quiso sacar ventaja de la condición debilitada y doliente de Cristo, quien había asumido nuestra naturaleza humana.

Léase Mateo 4:8-11: “Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares. Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás. El diablo entonces le dejó; y he aquí vinieron ángeles y le servían”.

Aquí Satanás le mostró el mundo a Cristo bajo la luz más atrayente y le hizo ver que no necesitaba someterse a tanto sufrimiento para obtener los reinos del mundo; Satanás le entregaría todo eso si Cristo tan sólo lo adoraba. El descontento de Satanás comenzó primero en el cielo porque no pudo ocupar el primer lugar de mando: igual con Dios, y exaltado por encima de Cristo. Se rebeló y perdió su privilegio y como resultado, fue arrojado del cielo con los ángeles que simpatizaban con él. En el desierto esperó sacar ventaja de la condición débil y doliente de Cristo, y obtener de él el homenaje que no había podido lograr en el cielo. Pero Jesús, aun en su extremo estado de agotamiento, ni por un momento cedió a la tentación de Satanás, sino que le demostró su superioridad y ejerció su autoridad ordenándole: “Vete, Satanás”. Satanás quedó desconcertado. A continuación se puso a estudiar la forma como podía cumplir su propósito y recibir honor de la humanidad, el que le había sido rehusado en el cielo y en la tierra por Jesús. Si hubiera podido tener éxito en tentar a Cristo, entonces el plan de salvación habría fracasado, y él habría logrado acarrear sobre la humanidad miseria sin esperanza. Pero lo que Satanás no pudo lograr al aproximarse a Cristo con sus tentaciones lo ha realizado con los seres humanos.

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Si Satanás puede anublar y engañar la mente humana a tal punto que los mortales lleguen a pensar que existe en ellos un poder inherente para llevar a cabo grandes y buenas obras, éstos dejan de confiar en Dios para que él haga lo que ellos piensan que tienen el poder de llevar a cabo por sí mismos. No reconocen un poder superior. No le dan a Dios la gloria que merece y que se le debe tributar a su excelsa y excelente Majestad. En esta forma Satanás cumple su propósito, y se complace porque los seres humanos caídos presuntuosamente se exaltan a sí mismos tal como Satanás se exaltó personalmente en el cielo y fue echado fuera. El sabe que si los seres humanos se exaltan a sí mismos se acarrearán su propia ruina, lo mismo que él.

Satanás fracasó en su empeño de tentar a Jesús en el desierto. El plan de salvación pudo llevarse a cabo. Se pagó el exaltado precio por la redención de la humanidad. Y ahora Satanás procura destruir el fundamento de la esperanza cristiana y convertir las mentes humanas en canales adulterados para que no se beneficien ni se salven mediante el gran sacrificio que se ofreció. Induce a los seres humanos caídos, “con todo engaño de iniquidad”, a creer que pueden prescindir de una expiación, que no necesitan depender de un Salvador crucificado y resucitado, que los propios méritos del ser humano le conseguirán el favor de Dios. Y luego destruye la confianza de los seres humanos en la Biblia, sabiendo muy bien que cuando tiene éxito en eso y destruye la fe en el detector de engaños que coloca una marca sobre su persona, entonces él está seguro. Afirma en las mentes el engaño de que no existe un diablo personal, y los que creen en esto no llevan a cabo ningún esfuerzo para resistir y luchar contra lo que piensan que no existe. En esta forma los pobres y ciegos mortales adoptan la máxima: “cualquier cosa que sea está bien”. No reconocen ninguna regla para medir su conducta.

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Satanás induce a muchos a creer que orar a Dios es inútil y únicamente un acto formal. Sabe muy bien cuán útiles son la meditación y la oración para mantener a los seguidores de Cristo despiertos para resistir su astucia y engaño. Mediante sus artimañas desea apartar la mente de este importante ejercicio espiritual, para que el alma no busque ayuda apoyándose en el Dios poderoso ni obtenga fortaleza de él para resistir los ataques del enemigo. Se me llamó la atención a las oraciones fervientes y eficaces del pueblo de Dios en la antigüedad. “Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente” Santiago 5:17. Daniel oraba a Dios tres veces por día. El sonido de la oración ferviente pone furioso a Satanás porque sabe que experimentará pérdida. Daniel fue preferido sobre los presidentes y los príncipes porque había en él un espíritu de excelencia. Los ángeles caídos temían que su influencia debilitara su control sobre los dirigentes del reino, porque Daniel ocupaba una elevada posición de mando. La hueste acusadora de ángeles malignos estimuló a los presidentes y príncipes para que sintieran envidia y celos, de modo que observaron estrechamente a Daniel para encontrar alguna ocasión contra él que pudieran denunciar al rey; pero fracasaron. Entonces estos agentes de Satanás procuraron convertir su fidelidad a Dios en la causa de su destrucción. Los ángeles malignos trazaron un plan para ellos y esos agentes lo pusieron en práctica sin tardanza.

El rey ignoraba la sutil perversidad que se había puesto por obra contra Daniel. El profeta, conociendo plenamente el decreto del rey, siguió postrándose delante de Dios “abiertas las ventanas de su cámara”. Consideraba la súplica a Dios de tan grande importancia que prefería sacrificar su vida antes que abandonarla. Debido a su insistencia en orar a Dios fue arrojado al foso de los leones. Los ángeles malignos habían cumplido su propósito. Pero Daniel continuó orando aun en el foso de los leones. ¿Sería destruido? ¿Lo olvidaría Dios allí? Oh, no; Jesús, el poderoso Comandante de las huestes celestiales, envió a su ángel para cerrar las bocas de los hambrientos leones a fin de que no dañaran al suplicante hombre de Dios; y como resultado, todo se mantuvo en paz en ese terrible foso. El rey fue testigo de la forma como había sido preservada su vida y lo sacó de allí con honores. Satanás y sus ángeles fueron derrotados y se llenaron de ira. Los agentes que había empleado fueron condenados a perecer en la misma terrible manera que habían tramado para destruir a Daniel.

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Tatiana Patrasco