Testimonios para la Iglesia, Vol. 1, p. 362-369, día 040

Los que vacilan en cuanto a dedicarse sin reserva a Dios no siguen fielmente a Cristo. Le siguen a una distancia tan grande que la mitad del tiempo no saben realmente si están siguiendo en sus pisadas o en las del gran enemigo. ¿Por qué tardamos tanto en renunciar a nuestro interés en las cosas de este mundo, y admitir a Cristo como nuestro único interés? ¿Por qué habríamos de desear conservar la amistad de los enemigos de nuestro Señor, seguir sus costumbres y ser guiados por sus opiniones? Debemos entregarnos completamente y sin reserva a Dios, apartarnos del amor al mundo y a las cosas terrenales, o no podremos ser discípulos de Cristo.

La vida y el espíritu de Cristo son la única norma de excelencia y perfección; y la única conducta segura que podamos seguir es la que él ejemplificó. Si así lo hacemos él nos guiará con sus consejos, y más tarde nos recibirá en la gloria. Debemos contender con diligencia, y estar dispuestos a sufrir mucho a fin de andar en las pisadas de nuestro Redentor. Dios está dispuesto a trabajar por nosotros, a darnos su Espíritu sin restricciones, si luchamos, vivimos y creemos para obtenerlo; entonces podremos andar en la luz, como él está en luz. Podremos regocijarnos en su amor y beber de su rica plenitud.

La causa en el este

El fanatismo que proliferó en años pasados ha dejado sus efectos desoladores en el Este del país. Me fue revelado que en 1844 [año cuando se esperaba la segunda venida de Cristo] Dios probó a su pueblo en lo que concierne al tiempo, pero ninguna fecha que se ha establecido desde entonces ha llevado el sello especial de su mano. No ha vuelto a probar a su pueblo en relación con ninguna fecha especial desde 1844. Hemos estado, y todavía lo estamos, en un tiempo de espera que requiere paciencia. El establecimiento de la fecha de 1854 [que algunos fijaron como posible tiempo de la segunda venida] creó interés y fervor considerables, y muchos supusieron que ese movimiento había estado dirigido por Dios, porque había sido bastante extenso y al parecer algunos se convirtieron como resultado. Pero esa conclusión no es necesaria. Mucho de lo que se predicó en relación con la fecha de 1854 era razonable y correcto. Algunas personas sinceras aceptaron la verdad juntamente con el error, y debido a eso sacrificaron gran parte de lo que poseían para promover el error, y después del chasco que sufrieron abandonaron tanto la verdad como el error, y actualmente se encuentran en una posición en la que es muy difícil alcanzarlos con la verdad. Algunos de los que soportaron el chasco, han visto las evidencias de la verdad presente, han aceptado el mensaje del tercer ángel y han comenzado a ponerlo en práctica en su vida. Pero por cada persona que creyó en la fecha de 1854, hay diez que fueron perjudicadas; y muchas de éstas se encuentran en una posición en la que no podrán ser convencidas de la verdad, aunque les sea presentada con toda claridad.

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La proclamación de la fecha de 1854 contó con la ayuda de un espíritu que no era de Dios. Fue un espíritu ruidoso, áspero, descuidado y exaltado. Muchos consideraban el ruido como un ingrediente esencial de la religión verdadera, y existía la tendencia a hacer descender todo a un nivel inferior. Muchos consideraban eso como humildad; pero cuando alguien se oponía a sus puntos de vista peculiares, se exaltaban instantáneamente, manifestaban un espíritu altivo, y acusaban a los que no concordaban con ellos de ser orgullosos y de resistir la verdad y el poder de Dios.

A los santos ángeles les ha desagradado y repugnado la forma irreverente como muchos han empleado el nombre de Dios, el gran Jehová. Los ángeles pronuncian ese nombre sagrado con mucha reverencia, y siempre velan su rostro cuando lo hacen; y el nombre de Cristo es tan sagrado para ellos que lo pronuncian con la mayor reverencia. Pero no sucede así con el espíritu y la influencia que acompañan al movimiento que estableció la fecha de 1854; son totalmente opuestos. Algunos que todavía se encuentran bajo la misma influencia hablan de Dios como si fuera un caballo o cualquier otra cosa común. En sus oraciones emplean las palabras Dios Todopoderoso en forma vulgar e irreverente. Quienes hacen esto no tienen noción del exaltado carácter de Dios, de Cristo o de las cosas celestiales.

Se me mostró que cuando Dios enviaba a sus ángeles en tiempos pasados a ministrar o a comunicarse con ciertas personas, y éstas comprendían que habían visto a un ángel y hablado con él, experimentaban una gran reverencia y pensaban que morirían. Poseían un concepto tan exaltado de la terrible majestad y poder de Dios, que pensaban que serían destruidos al ponerse en estrecho contacto con un ser que procedía directamente de la presencia divina. Se me refirió a Jueces 13:21-22: “Entonces conoció Manoa que era el ángel de Jehová. Y dijo Manoa a su mujer: Ciertamente moriremos, porque a Dios hemos visto”. Jueces 6:22-23: “Viendo entonces Gedeón que era el ángel de Jehová, dijo: Ah, Señor Jehová, que he visto al ángel de Jehová cara a cara. Pero Jehová le dijo: Paz a ti; no tengas temor, no morirás”. (Josué 5:13-15): “Estando Josué cerca de Jericó, alzó sus ojos y vio un varón que estaba delante de él, el cual tenía una espada desenvainada en su mano. Y Josué yendo hacia él le dijo: ¿Eres de los nuestros o de nuestros enemigos? El respondió: No; mas como Príncipe del ejército de Jehová he venido ahora. Entonces Josué, postrándose sobre su rostro, en tierra, le adoró; y le dijo: ¿Qué dice mi Señor a su siervo? Y el Príncipe del ejército de Jehová respondió a Josué: Quita el calzado de tus pies, porque el lugar donde estás es santo. Y Josué así lo hizo”. Si los ángeles eran temidos y reverenciados de ese modo porque venían de la presencia de Dios, con cuánto más respeto y reverencia habría que tratar a Dios.

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Muchas de las personas que se convirtieron por influencia del movimiento de 1854 necesitan volver a convertirse; y esto requiere diez veces más trabajo para corregir los conceptos erróneos y perturbadores recibidos de sus maestros y para conducirlos a la aceptación de la verdad sin mezcla con error, que el que se hubiera requerido al comienzo para fundamentarlos en el mensaje del tercer ángel. Esta clase de personas debe desaprender antes de poder aprender correctamente, porque si no fuera así, las malezas ponzoñosas del error crecerían en abundancia y ahogarían las preciosas plantas de la verdad. El error debe ser desarraigado en primer lugar a fin de que el suelo esté preparado para que la semilla brote y produzca fruto para gloria de Dios.

El único remedio para la situación que impera en el este es disciplina y organización. Un espíritu de fanatismo ha regido a cierta clase de observadores del sábado [del este de los Estados Unidos]; han bebido tan sólo pocos sorbos de la fuente de verdad, y no conocen el espíritu del mensaje del tercer ángel. Nada puede hacerse por esta clase hasta que corrija sus opiniones fanáticas. Algunos de los que militaron en el movimiento de 1854 han traído consigo conceptos erróneos, como la idea de que los réprobos no resucitarán, y la era del futuro; y procuran unir estos puntos de vista y su experiencia pasada con el mensaje del tercer ángel. No pueden hacerlo porque no existe ningún lugar común entre Cristo y Belial. La idea de que los malos no resucitarán y sus conceptos peculiares de la era del futuro, son burdos errores que Satanás ha introducido entre las herejías de los últimos días para utilizarlos a fin de arruinar a las almas. Estos errores no pueden armonizar con el mensaje del tercer ángel.

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Algunas de estas personas tienen manifestaciones de lo que llaman dones, y dicen que el Señor las ha colocado en la iglesia. Hablan en una jerigonza incomprensible que llaman la lengua desconocida, y que lo es no sólo para el hombre, sino para el Señor y todo el cielo. Estos dones son fabricados por hombres y mujeres ayudados por el gran engañador. El fanatismo, la falsa agitación, el falso hablar en lenguas y los servicios ruidosos han sido considerados dones que Dios ha colocado en la iglesia. Algunos han sido engañados. El fruto de todo esto no ha sido bueno. “Por sus frutos los conoceréis” Mateo 7:16. El fanatismo y el ruido se han considerado como evidencias especiales de la fe.

Algunos no quedan satisfechos al asistir a una reunión a menos que pasen un momento intenso y feliz. Trabajan para esto y despiertan sentimientos de excitación. Pero la influencia de tales reuniones no es benéfica. Una vez desaparecida la sensación fugaz de felicidad, descienden más bajo que antes de la reunión, porque su felicidad no proviene de la debida fuente. Las reuniones más provechosas para el progreso espiritual, son aquellas que se caracterizan por la solemnidad y el escudriñamiento profundo del corazón, en las cuales cada uno procura conocerse a sí mismo y con fervor y profunda humildad se esfuerza por aprender de Cristo.

El Hno. Lunt, de Portland, Maine, ha sufrido mucho en sus sentimientos. Ha tenido la convicción de que el espíritu que frecuentemente ha imperado en sus reuniones no armonizaba con el mensaje del tercer ángel. Ha experimentado el fanatismo que ha desolado la iglesia en el Este, y esto lo lleva a mirar con sospecha cualquier cosa que tenga visos de fanatismo. Recuerda el pasado como una advertencia y siente la necesidad de no mezclarse con los que manifiestan cualquier grado de fanatismo, y de hablar claramente con ellos, porque considera que tanto ellos como la causa de Dios corren peligro. El ha apreciado la situación en forma correcta.

Son muchos los espíritus inquietos que no quieren someterse a la disciplina, el sistema y el orden. Piensan que sus libertades quedarían cercenadas si pusiesen a un lado su propio juicio y se sometiesen al de personas de experiencia. La obra de Dios no progresará a menos que los hermanos decidan someterse al orden y expulsar de las reuniones el espíritu temerario y desordenado del fanatismo. Las impresiones y los sentimientos no son evidencia segura de que una persona es conducida por el Señor. Satanás creará sentimientos e impresiones, si no se sospecha de él. Estas cosas no son una guía segura.

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Todos deben familiarizarse cabalmente con las evidencias de nuestra fe, y el gran objeto de su estudio debe ser cómo adornar la profesión de fe con frutos dignos de la gloria de Dios. Nadie debiera proceder en forma que repela a los incrédulos. Debemos ser castos, modestos y elevados en nuestra conversación e inmaculados en la vida. Debe refrenarse un espíritu trivial, temerario y bromista. No es evidencia de los efectos de la gracia de Dios sobre el corazón que las personas hablen y oren con talento en la reunión, y luego, cuando han salido de ella, se entreguen a una conversación y conducta grosera y descuidada. Las tales personas son muy malos representantes de nuestra fe; son oprobio para la causa de Dios.

Hay una extraña mezcla de opiniones entre los profesos observadores del sábado de _____. Algunos no están en armonía con el resto de la iglesia, y mientras continúen asumiendo esa actitud, estarán sujetos a las tentaciones de Satanás, y quedarán afectados por el fanatismo y el espíritu de error. Algunos tienen opiniones fantásticas que los ciegan con respecto a muchos puntos vitales e importantes de la verdad, y los inducen a colocar sus propias deducciones caprichosas al mismo nivel que la verdad vital. La apariencia de los tales y el espíritu que los acompaña hacen que el incrédulo sensato presente objeciones contra el sábado por el cual aquéllos abogan. Sería mucho mejor para el progreso y el éxito del mensaje del tercer ángel que las tales personas dejasen la verdad.

Según la luz que Dios me ha dado, surgirá en el Este un grupo numeroso de personas que obedecerán firmemente la verdad. Los que insistan en continuar por el camino desviado que han elegido quedarán abandonados para que acepten errores que finalmente causarán su caída definitiva; pero por un tiempo serán piedras de tropiezo para quienes aceptan la verdad.

Los ministros que predican la doctrina deben ser obreros cabales, deben presentar la verdad en su pureza, aunque con sencillez. Deben apacentar la grey con forraje limpio, cuidadosamente aventado.

Hay estrellas fugaces que profesan ser ministros enviados por Dios y van predicando el sábado de lugar en lugar; pero han mezclado la verdad con el error y le ofrecen al pueblo el conjunto de sus opiniones dispares. Satanás los ha introducido para disgustar a los incrédulos inteligentes y sensatos. Algunos tienen mucho que decir acerca de los dones, y tienen a menudo manifestaciones especiales. Se entregan a sentimientos desenfrenados y excitantes, y hacen ruidos ininteligibles que llaman don de lenguas. Cierta clase de personas parece encantada con estas extrañas manifestaciones. Un espíritu extraño domina a estas gentes, que están dispuestas a atropellar a cualquiera que se proponga reprenderlas. El Espíritu de Dios no está en esta obra y no acompaña a tales obreros. Ellos tienen otro espíritu. Sin embargo, estos predicadores tienen éxito entre cierta clase. Pero esto multiplicará el trabajo de aquellos siervos a quienes Dios envíe, que estén preparados para presentar a la gente el sábado y los dones en su debido marco, y cuya influencia y ejemplo sean dignos de imitación.

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La verdad debe ser presentada de una manera que la haga atractiva para el espíritu inteligente. No se nos comprende como pueblo, sino que se nos considera como personas degradadas, de intelecto débil y humilde condición [ésta era la situación en 1864]. Por lo tanto, cuán importante es que todos los que enseñan la verdad y todos los que la creen estén de tal manera afectados por su influencia santificadora que su vida consecuente y elevada demuestre a los incrédulos que han estado equivocados con respecto a este pueblo. Cuán importante es que la causa de la verdad quede despojada de todo lo que se parezca a una excitación falsa y fanática, a fin de que la verdad se destaque por sus propios méritos, revelando su pureza original y su carácter excelso.

Vi que es sumamente importante que aquellos que prediquen la verdad posean modales refinados, y rehuyan las rarezas y excentricidades, y presenten la verdad en su pureza y claridad. Se me refirió a Tito 1:9: “Retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen”. En el versículo 16, Pablo habla de una clase que profesa conocer a Dios, pero lo niega por sus obras, siendo “reprobados en cuanto a toda buena obra”. Exhorta así a Tito: “Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina. Que los ancianos sean sobrios, serios, prudentes, sanos en la fe, en el amor, en la paciencia… Exhorta asimismo a los jóvenes a que sean prudentes; presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras; en la enseñanza mostrando integridad, seriedad, palabra sana e irreprochable, de modo que el adversario se avergüence, y no tenga nada malo que decir de vosotros”. Tito 2:1-8. Esta instrucción fue escrita para beneficio de todos aquellos a quienes Dios ha llamado a predicar la Palabra y también para beneficio de sus hijos que lo oyen.

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La verdad de Dios no degradará nunca al que la reciba, sino que lo elevará, refinará su gusto, santificará su juicio y lo perfeccionará para que pueda estar en compañía de los ángeles puros y santos en el reino de Dios. A algunos la verdad los encuentra toscos, rudos, singulares, jactanciosos; son personas que se aprovechan de sus vecinos si pueden, para beneficiarse a sí mismas y que yerran de muchas maneras; sin embargo, cuando creen en la verdad de todo corazón, ésta realiza un cambio completo en su vida. Comienza inmediatamente una obra de reforma.

La influencia pura de la verdad elevará a todo el ser. En su trato comercial con sus semejantes, tendrá presente el temor de Dios; amará a su prójimo como a sí mismo y lo tratará como quisiera ser tratado. Su conversación será veraz, casta y de un carácter tan elevado que los incrédulos no podrán valerse de ella ni decir mal de él con justicia, ni quedarán disgustados por sus modales descorteses y conversación inconveniente. Introducirá la influencia santificadora de la verdad en su familia, y delante de ella dejará brillar su luz de tal manera que, viendo sus buenas obras, pueda glorificar a Dios. En todas las ocupaciones de la vida, ejemplificará la vida de Cristo.

La ley de Dios no se conformará con nada que no sea la perfección, una obediencia perfecta y completa a todos sus requerimientos. De nada valdrá cumplirlos a medias, y no prestar una obediencia perfecta y cabal. El mundano y el incrédulo admiran a los que son consecuentes, y siempre han sido poderosamente convencidos de que Dios estaba en verdad con su pueblo cuando las obras de éste han correspondido a su fe. “Por sus frutos los conoceréis”. Mateo 7:16. Cada árbol se conoce por sus frutos. Nuestras palabras y nuestras acciones son el fruto que llevamos.

Son muchos los que oyen los dichos de Cristo, pero no los cumplen. Hacen profesión de fe, pero sus frutos son tales que disgustan a los no creyentes. Son jactanciosos, y oran y hablan de una manera que refleja justicia propia; se ensalzan, relatan sus buenas acciones, y, como el fariseo, agradecen virtualmente a Dios porque no son como los demás. Sin embargo, estas mismas personas son astutas, y cometen extorsiones en los negocios. Sus frutos no son buenos. Sus palabras y actos son malos, y sin embargo, parece que no advierten su condición indigente y miserable.

Me fue mostrado que el siguiente pasaje se aplica a los que están en engaño: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”. Mateo 7:21-23.

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Este es el mayor engaño que pueda afectar a la mente humana; estas personas creen que obran bien cuando están obrando mal. Piensan que están haciendo una gran obra en su vida religiosa, pero Jesús les arranca finalmente su manto de justicia propia, y les presenta vívidamente el cuadro fiel de lo que son, con todos sus yerros y la deformidad de su carácter religioso. Son hallados faltos cuando es demasiado tarde para que sus necesidades queden suplidas. Dios ha provisto medios para corregir a los que yerran; pero si éstos prefieren seguir su propio juicio y desprecian los medios que él ha ordenado para corregirlos y unirlos en la verdad, quedarán en la situación descrita por las palabras de nuestro Señor citadas más arriba.

Dios está sacando a un pueblo y preparándolo para que se destaque por su unidad, hable las mismas cosas y cumpla así la oración de Cristo en favor de sus discípulos: “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste”. Juan 17:20-21.

Continuamente surgen grupitos de personas que creen que Dios está únicamente con los muy pocos y muy dispersos. La influencia de los tales tiende a derribar y dispersar lo que han edificado los siervos de Dios. Los espíritus inquietos que desean constantemente ver y creer algo nuevo surgen de continuo, algunos en un lugar y otros en otro, haciendo todos una obra especial por el enemigo y, sin embargo, pretendiendo tener la verdad. Se destacan como separados del pueblo a quien Dios está conduciendo y prosperando, y por medio de quien él va a hacer su gran obra. Expresan constantemente sus temores de que el cuerpo de los observadores del sábado se está volviendo como el mundo; pero apenas habrá dos de estas personas que concuerdan en sus opiniones. Están dispersas y confusas, y sin embargo, se engañan hasta el punto de creer que Dios las acompaña en forma especial. Algunas de ellas profesan tener entre sí los dones; pero por la influencia y enseñanza de estos dones son inducidas a dudar de aquellos a quienes Dios ha impuesto la carga especial de su obra, y a desviar del cuerpo a una clase de personas. Los que, de acuerdo con la Palabra de Dios están haciendo todo esfuerzo para unirse, que están establecidos en el mensaje del tercer ángel, son considerados sospechosos, por la razón de que están extendiendo sus labores y ganando almas para la verdad. Se los considera mundanos porque ejercen influencia sobre el mundo y porque sus actos atestiguan que esperan que Dios haga todavía una obra grande y especial en la tierra para sacar un pueblo y prepararlo para la aparición de Cristo.

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Tatiana Patrasco