Testimonios para la Iglesia, Vol. 2, p. 590-598, día 138

Muchos en Vermont han fracasado decididamente en cumplir con los requisitos de Dios. Algunos han caído en un estado espiritual frío y sin vida, porque son siervos infieles. El amor al mundo ha llenado de tal modo su corazón que han perdido su gusto por las cosas celestiales y se han transformado en enanos espirituales. El estado quedó privado de la correcta clase de labor. Bordoville ha sido el centro de atracción. Todas las reuniones grandes se han efectuado en una localidad, lo que ha sido como poner una luz debajo de un almud; sus rayos no han beneficiado a la gente del estado en general. Muchos que podrían ahora estar regocijándose en el conocimiento de la verdad están todavía en tinieblas. Los talentos y esfuerzos especiales han sido atraídos a una localidad. Esto no es lo que el Señor quiere. Su propósito es que la advertencia, el mensaje probador, sea dado al mundo, y que su pueblo, que es la luz del mundo, se constituya en una esperanza, como testigos en medio de las tinieblas morales de la tierra; para que sus vidas, su testimonio, y su ejemplo puedan tener sabor de vida para vida o de muerte para muerte.

Los hermanos D necesitan ser guardados para que no desbaraten los proyectos de Dios con planes propios. Corren el peligro de restringir la obra de Dios, que es profunda y extensa. 

El hermano D estará en peligro de adoptar una visión de masiado restringida de la obra. Dios le ha dado una experiencia que será de valor si la usa correctamente. Pero hay peligro de que su carácter peculiar dé forma a esa experiencia y que otras mentes sean afectadas. La utilidad del hermano D como obrero no es la que, de otro modo podría ser, si no tendiera tanto a concentrar el poder de su mente en una idea. Se espacia en incidentes y en pensamientos que ha tenido, y los repite en detalle, cuando no tienen importancia para otros. 

El tema de su salud captó el interés de su mente. Concentró el poder de su mente en este asunto. El y sus síntomas eran el tema principal de su conversación. Seguía detalladamente el curso que se había propuesto, y al buscar su propia comodidad no consideraba la molestia que causaba a los demás. Ha restringido su atención, en gran medida, a su propio caso. Eso ocupaba sus pensamientos y era el tema de su conversación. Al seguir esa conducta estricta y sistemática se ha privado de recibir el beneficio para su salud que podría haber obtenido, si se hubiera olvidado más de sí mismo, y si día tras día hubiese practicado ejercicio físico, hubiera desviado su atención de sí mismo.

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Las mismas deficiencias han caracterizado su trabajo en el campo del Evangelio. Al hablar a la gente presenta muchas disculpas y repite muchos preliminares, y la congregación se cansa antes que llegue al tema principal. En lo posible, los ministros debieran evitar las disculpas y los preliminares. 

El hermano D es demasiado detallista. Se detiene en minucias. Dedica tiempo a explicar puntos realmente sin importancia que se darían por sentado sin necesidad de pruebas, pues son evidentes. Pero los puntos reales y vitales debieran presentarse con tanta fuerza como el lenguaje y las evidencias lo permitan. Debieran resaltar como prominentes señaladores. Debieran evitar muchas palabras para hablar de pequeños detalles, lo que cansa al oyente antes que se traten los puntos importantes. 

El hermano D tiene mucha capacidad de concentración. Cuando su mente toma cierto rumbo, le resulta difícil dirigirla a otro asunto; se detiene tediosamente en un punto. Al conversar corre el riesgo de cansar al oyente. Sus escritos carecen de un estilo libre y sencillo. El hábito de concentrar la mente en una cosa, a exclusión de otras, es una desgracia. El debiera entender esto, y debiera esforzarse por dominar y controlar ese rasgo de la mente, que es demasiado activa. Cuando un órgano mental trabaja demasiado, esa actividad lo fortalece, pero debilita los otros órganos. Si el hermano D desea ser un obrero de éxito en el campo del Evangelio, debiera educar su mente. El gran desarrollo de este órgano perjudica su salud y su utilidad. Hay una falta de armonía en la constitución de su mente, y como consecuencia su cuerpo sufre. 

Sería muy positivo para el hermano D cultivar un estilo sencillo y fácil en sus escritos. Debe evitar detenerse a detallar un punto que no es de vital importancia; y aun las verdades más esenciales y manifiestas, las que por sí mismas son claras y llanas, pueden cubrirse con palabras hasta quedar nubladas e imprecisas. 

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El hermano D puede ser muy correcto en todos los puntos de la verdad presente, y sin embargo no estar completamente capacitado para dar razón de nuestra esperanza al pueblo francés, por escrito. El puede ayudar en esta obra. Pero más de una o dos mentes debieran preparar el tema, para que no lleve el sello peculiar de una persona. La verdad que fue captada y preparada por varias mentes, y que en el tiempo indicado por Dios, fue descubierta eslabón tras eslabón, en una armoniosa cadena por los fervientes investigadores de la verdad, debiera darse al pueblo, y adaptarse para satisfacer las necesidades de muchos. Debiera escribirse con brevedad con el fin de interesar al lector. Los artículos largos y enrevesados son perjudiciales para la verdad que el escritor se propone presentar. 

El hermano D debiera pensar menos en sí mismo y hablar menos de sí mismo. Debiera mantenerse fuera de vista, y en la conversación, evitar referirse a sí mismo y poner su modo de vida como modelo digno de ser imitado. Debiera fomentar una genuina humildad. Está en peligro de considerar su vida y su experiencia superior a las de los demás. 

El hermano D puede ser de valor para la causa de Dios si hay armonía en el carácter de sus esfuerzos. Si puede ver y corregir las imperfecciones de su peculiar carácter, que tienden a perjudicar su utilidad, Dios puede utilizarlo en forma aceptable. Debiera evitar las predicaciones extensas y las largas oraciones. No son de beneficio ni para él ni para los demás. El uso largo y violento de los órganos vocales ha irritado su garganta y sus pulmones, y perjudicando su salud general, más de lo que su preciso conjunto de reglas para comer y descansar lo han beneficiado. La recuperación del excesivo esfuerzo de los órganos vocales puede ser lenta y puede costar la vida del predicador. Un modo de hablar calmo, sin apuro, pero ferviente, ejercerá mejor influencia en la congregación que permitir que los sentimientos se exciten y controlen la voz y los modales. En lo posible el predicador debiera mantener el tono natural de la voz. Es la verdad que se presenta la que afecta el corazón. Si el que habla da realidad a estas verdades, con la ayuda del Espíritu de Dios podrá dar la impresión a sus oyentes de que es sincero, sin esforzar los delicados órganos de la garganta y los pulmones.

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El hermano D está profundamente interesado en su vida doméstica; sin embargo hay peligro de que, en su conversación, cultive el hábito de concentrar toda su mente en las cosas que le interesan especialmente a él, pero que no interesan ni benefician a otros. Tienden a mantener un sistema que, en sí mismo es correcto; pero aquí nuevamente se verá que las cosas que son útiles en sí mismas pueden llegar a ser cansadoras y gravosas al detenerse demasiado en ellas, y al intentar cumplirlas en toda circunstancia. Hay peligro de descuidar los asuntos de mayor peso. 

Los hermanos D debieran evitar ser tediosos en su trabajo. En general su influencia ha sido buena. El hermano D, por naturaleza es un buen administrador de las cosas temporales. Su instrucción y ejemplo en esto han ayudado a los que fueron suficientemente humildes para recibir consejo. Pero los celos, la desconfianza, la rebeldía, las quejas y la murmuración que existen en la iglesia han sido desalentadores. Estos hermanos debieran cuidarse de no ser demasiado exigentes. 

Con el fin de perfeccionar el carácter cristiano, no debiéramos cultivar sólo una vida de silencioso éxtasis en oración, ni una vida de completo celo exterior y activa agitación, con descuido de la piedad personal. Pero el tiempo presente demanda que esperemos la venida del Señor y trabajemos vigilantemente por la salvación de nuestros semejantes. “En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor”. Romanos 12:11. Dios no aceptará los servicios más exaltados a menos que primero estén consagrados por una entrega del alma a él y a su amor. Con cierta clase de gente existe el peligro de alejar sistemáticamente al Espíritu de Dios y la vitalidad de la religión de Cristo, y preservar una estricta rutina de tediosas obligaciones y ceremonias. 

Vivimos en medio de una generación malvada y perversa, y nuestros planes buenos y exactos, no siempre pueden llevarse a cabo para beneficio de todos. Si nos mantenemos en nuestra dignidad, no lograremos ayudar a los que necesitan más ayuda. Los siervos de Cristo debieran adaptarse a las distintas situaciones de la gente. No pueden poner en práctica reglas exactas si han de atender los casos de todos. El trabajo tendrá que ser variado para ir al encuentro de la gente donde estén. “A otros salvad, arrebatándolos del fuego; y de otros tened misericordia con temor, aborreciendo aun la ropa contaminada por su carne”. Judas 23. 

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El apóstol aconseja a los corintios: “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios. No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios; Como también yo en todas las cosas agrado a todos, no procurando mi propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos”. 1 Corintios 10:31-33. “Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar a mayor número”. 1 Corintios 9:19. “Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos”. ver. 22. “Así que los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos. Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación. Porque ni aun Cristo se agradó a sí mismo; antes bien, como está escrito: los vituperios de los que te vituperaban, cayeron sobre mí”. Romanos 15:1-3. 

El hermano y la hermana L, de Canadá, han estado gradualmente perdiendo su retención de Dios y su amor por las cosas celestiales y divinas, a medida que han estado acaparando más firmemente tesoros mundanales. Han estado relajando sus lazos con el cielo y los han aumentado firmemente a este mundo. Hace pocos años les complacía interesarse en el avance de la verdad y de la obra de Dios. Más recientemente su amor por las ganancias ha aumentado, y no han sentido interés en hacer su parte para salvar a sus semejantes. La negación propia y la benevolencia por amor a Cristo no han caracterizado su vida. Han hecho muy poco por la causa de Dios. ¿Qué han estado haciendo con sus talentos? Los han estado enterrando, invirtiendo en tierras. No los han entregado a los cambistas, para que cuando el Maestro venga, él pueda recibir lo propio con interés. 

Tienen que trabajar para poner su corazón y su casa en orden, “Haceos tesoros en el cielo”. Han centrado su corazón en las cosas de esta vida, y los intereses eternos han quedado en segundo lugar. Debieran trabajar con fervor para quitar de su corazón el amor al mundo y colocar sus afectos en las cosas de arriba, no en las cosas terrenales. Si los siervos de Dios tuvieran en mente que su obra es hacer todo lo que pueden con su influencia y sus recursos, por salvar a las almas por las que Cristo murió, harían más esfuerzos desprendidos, y los incrédulos se conmoverían, se convencerían de que hay una realidad en la verdad así presentada y así sustentada por el ejemplo. 

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El hermano y la hermana L debieran confiar en la obra para estos últimos días y debieran estar perfeccionando un carácter cristiano, para que puedan recibir la recompensa eterna cuando Jesús venga. El hermano L está perdiendo vigor físico y mental. Se está volviendo incapaz de llevar mucha responsabilidad. Debiera buscar el consejo de los hermanos discretos y fieles. 

El hermano L es un mayordomo de Dios. Se le han confiado bienes y debiera ser consciente de su deber de entregar a Dios las cosas que son de Dios. Debiera comprender los derechos que Dios tiene sobre él. Mientras viva, y esté en su sano juicio, debiera aprovechar la oportunidad de apropiarse de los recursos que Dios le ha confiado, en lugar de dejar que otros los usen y se apropien de ellos después del fin de su vida. 

Satanás está siempre listo para aprovechar las debilidades y flaquezas de los hombres para cumplir sus propósitos. Es un adversario artero, y ha vencido a muchos cuyos propósitos eran buenos y deseaban beneficiar la causa de Dios con sus bienes. Algunos han descuidado la obra que Dios les ha encomendado en destinar sus bienes. Y mientras que son negligentes en dedicar a la causa de Dios los bienes que él les ha prestado, Satanás se introduce y utiliza esos recursos para su propia causa. 

El hermano L debiera ser más cauteloso. Hombres que no son de nuestra fe obtienen recursos de él con varios pretextos. El confía en ellos, creyendo que son honestos. Le será imposible recuperar todos los bienes que ha permitido que se le escapen de sus manos y penetren en las filas del enemigo. Podría invertir de un modo seguro sus recursos ayudando a la causa de Dios y hacerse así tesoros en el cielo. Con frecuencia no puede ayudar cuando quisiera porque es lisiado y no puede disponer de los bienes para hacerlo. Cuando el Señor requiere sus recursos, éstos a menudo están en manos de las personas a quienes los ha prestado, algunos de los cuales no tienen intención de pagarle jamás, y otros no sienten apuro por pagarle. Satanás cumplirá su propósito tan cabalmente por medio de acreedores deshonestos como de cualquier otro modo. Todo lo que el adversario de la verdad está tratando es impedir el progreso del reino de nuestro Redentor. Obra por medio de agentes para llevar a cabo sus propósitos. Si puede evitar que entren recursos en la tesorería de Dios, ha logrado éxito en una rama de su obra. Los bienes que debieran haber sido usados para ayudar en el gran plan de salvar almas los ha retenido en sus filas para apoyar su obra. 

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El hermano L debiera llevar sus negocios correctamente y no dejarlos sueltos. Es su privilegio ser rico en buenas obras, y colocar un buen fundamento para el futuro, para poder afirmarse en la vida eterna. No es seguro que él siga su débil juicio. Debiera consultar con hermanos experimentados, y buscar la sabiduría de Dios, para poder completar su trabajo bien. Debiera ahora estar ardorosamente proveyéndose de “bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos que no se agote”. Lucas 12:33. 

El hermano M ha cometido un error en su vida doméstica. No ha expresado en palabras el afecto que debía expresar por su esposa. No ha cultivado la verdadera cortesía y la amabilidad cristiana. No ha sido siempre tan bondadoso y considerado con sus deseos y su comodidad como era su deber. El no haberse ella unido con él en la fe ha traído mucha infelicidad a los dos. El hermano M no ha respetado como debiera el criterio y el consejo de su esposa. En muchos aspectos el criterio y el discernimiento de ella son mejores que los de él. Si la consultara, con su percepción más clara y más agudo discernimiento, ella podría ayudarlo especialmente en sus negocios, en su trato con sus vecinos. El no debiera apoyarse en su dignidad, pensando que entiende todo. Si él se aconsejara con su esposa, y con sus bondadosas acciones le demostrara aprecio y el deseo de agradarla, estaría nada más que cumpliendo su deber. Si su consejo está en conflicto con su deber hacia Dios y sus demandas, entonces puede diverger con ella, y del modo más calmo posible dar como razón que no puede sacrificar su fe o sus principios. El hermano M se beneficiaría en sus asuntos temporales si consultara el criterio y el consejo de su esposa. 

Mientras que sea tosco, rudo y no complaciente, no puede influir para ganar a su esposa a la verdad. Debiera reformarse. Necesita llegar a ser suave, tierno, gentil y amante. Debiera permitir que el sol de la alegría y una feliz satisfacción entren en su corazón, y luego resplandezcan en su familia. Ha traído a su familia a personas cuya influencia resultaría una maldición para su esposa más bien que una bendición. Al hacer esto, le trajo cargas que podrían haber sido evitadas. El debiera consultarla, y considerar sus deseos en lo posible, sin comprometer su fe. 

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El hermano M ha elegido seguir su propio camino, y ha tenido una voluntad firme, con rasgos de obstinación. Con frecuencia ha sido obcecado. No debiera ser así. Profesa creer una verdad que tiene una influencia santificadora, suavizante y refinadora. Su esposa no tiene esta fe. El debiera mostrar que la verdad ejerce poder sobre su naturaleza perversa, que lo hace paciente, bondadoso, tolerante, tierno, cariñoso, perdonador. El mejor modo en que el hermano M puede ser un misionero vivo en su familia es ejemplificando en su vida la vida de nuestro amado Redentor. 

La transferencia de tesoros terrenales

Estimado Hno. N,

Me he sentido muy preocupada por su caso desde que lo conocimos en el congreso de Tipton. Apenas pude contenerme de dirigirme a usted personalmente cuando estaba hablando a la congregación sobre las palabras de Cristo: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”. Mateo 6:19-21. 

Recordé que su rostro me había sido mostrado en visión hace algún tiempo. Usted pensaba que tenía el deber de predicar la Palabra a otros; pero su ejemplo, su vida actual, estorbaría más la aceptación de la verdad, de lo que podría hacer su predicación para convertir a la gente. Usted profesa creer un mensaje muy solemne y probatorio; sin embargo, su fe no ha sido sustentada por sus obras. Tiene la teoría de la verdad, pero no ha sido convertido por ella. La verdad no se ha posesionado de su corazón ni ha sido practicada en su vida diaria. 

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Usted necesita convertirse, transformarse por la renovación de su mente. Cuando la verdad se posesione de su corazón, obrará una reforma en su vida. El mundo incrédulo entonces se convencerá de que hay un poder en la verdad que ha efectuado un cambio tan grande en un hombre amante del mundo como era usted. Usted ama este mundo. Sus tesoros están aquí, y su corazón está en sus tesoros. Y a menos que el poder de la verdad separe sus afectos de su dios, el cual es este mundo, perecerá con sus tesoros. 

Usted tiene muy poco sentido del carácter exaltado de la obra para estos últimos días. No ha hecho sacrificios por la verdad. Tiene un espíritu mezquino y tacaño, y ha cerrado los ojos a las necesidades de los angustiados y menesterosos. No ha sentido compasión por aliviar las necesidades de los oprimidos, tampoco ha estado dispuesto a ayudar a la causa de Dios con sus bienes o a proveer para las necesidades de los que sufren. Su corazón está en sus tesoros terrenales. A menos que se sobreponga a su amor por las cosas del mundo, no tendrá lugar en el reino de los cielos. 

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