Testimonios para la Iglesia, Vol. 3, p. 254-264, día 164

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No es la obra de un ministro del evangelio señorear sobre la herencia de Dios, sino con humildad de mente, con bondad y paciencia, exhortar, reprobar, reprender, con longanimidad y doctrina. ¿Cómo se comparan los pasajes previos con su vida pasada? Usted ha estado cultivando una disposición egoísta casi toda su vida. Se casó con una mujer de una voluntad fuerte, obstinada. Su disposición natural era supremamente egoísta. Ustedes eran ambos amantes del yo, y al unir sus intereses no ayudaron al caso de ninguno de los dos, sino que aumentaron el peligro de ambos. Ninguno de los dos era concienzudo, y ninguno tenía en alta estima el temor de Dios. El amor al yo, la gratificación propia, ha sido el principio dominante. Ambos han tenido tan poca consagración a Dios que no podían beneficiarse mutuamente. Cada uno deseaba hacer lo que quería; cada uno quería ser mimado y alabado y servido.

El Señor vio sus peligros y vez tras vez le envió advertencias a través de los Testimonios diciendo que sus intereses eternos estaban en peligro a menos que usted venciera su amor al yo, y conformase su voluntad a la voluntad de Dios. Si hubiese prestado atención a las admoniciones y advertencias del Señor, si hubiera hecho un giro radical, un cambio completo en su vida, su esposa no estaría ahora en la trampa del enemigo, abandonada por Dios para creer los fuertes engaños de Satanás. Si hubiera seguido la luz que Dios le ha dado, usted ahora sería un obrero fuerte y eficiente en la causa de Dios, idóneo para cumplir diez veces más de lo que ahora es capaz de hacer. Usted se ha vuelto débil porque ha fallado en apreciar la luz. Sólo una pequeña parte del tiempo ha podido discernir entre la voz del verdadero Pastor y la de un extraño. Su descuido para caminar en la luz le ha traído tinieblas, y su conciencia, al ser violada a menudo, se ha entorpecido.

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Su esposa no creyó ni siguió la luz que el Señor en su misericordia le envió. Despreció la reprensión, y cerró la puerta a través de la cual se oía la voz del Señor que la aconsejaba y la amonestaba. Satanás estaba satisfecho, y no había nada que le impidiera infiltrarse en su confianza y, mediante engaños agradables y halagadores, llevarla cautiva a su voluntad.

El Señor le dio un testimonio acerca de que su esposa era un obstáculo para usted en sus labores y que no debería acompañarlo a menos que usted tuviera la evidencia más positiva de que ella era una mujer convertida, transformada por la renovación de su mente. Usted sintió entonces que tenía una excusa para abogar por una casa; usted convirtió este testimonio en su excusa y trabajó de acuerdo con ello, aunque no tenía necesidad de una casa propia. Su esposa tenía deberes que cumplir para con sus padres a quienes había descuidado toda su vida. Si ella hubiera asumido con un espíritu alegre esta obligación por largo tiempo descuidada, no habría quedado ahora cautiva en manos de Satanás para hacer su voluntad y corromper su corazón y alma en su servicio.

Su necesidad de una casa era imaginaria, como muchas de sus supuestas necesidades. Usted obtuvo la casa que deseaba su egoísmo, y pudo dejar a su esposa instalada confortablemente. Pero Dios estaba preparando una prueba final para ella. La aflicción de la madre de ella era de tal naturaleza que habría despertado la compasión en su corazón si no hubiera estado completamente cauterizado, endurecido por el egoísmo. Pero esta providencia de Dios no alcanzó a despertar el amor filial de la hija por su madre sufriente. No tenía los cuidados de la casa que le impidieran hacerlo, ni hijos con quienes compartir su amor y cuidados, y su atención estaba dedicada a su pobre yo.

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La carga de preocupaciones que el padre de ella tuvo que llevar fue demasiado para su edad y fuerza, y quedó postrado con agudos sufrimientos. Seguramente entonces, si la hija hubiera tenido un lugar sensible en su corazón, no podría menos que haber albergado un sentimiento de su deber de compartir las cargas de su hermana y del esposo de ella. Pero por su indiferencia y por rehuir todos los cuidados y la carga que bien podría haber llevado, reveló que su corazón era casi tan insensible como una piedra.

Estar cerca de sus padres y sin embargo ser tan indiferente habla en contra de ella. Ella comunicó el estado de cosas a su esposo. El hermano R era tan egoísta como su esposa, y le envió un urgente pedido para que fuera a donde él estaba. ¿Cómo los ángeles de Dios, los tiernos, compasivos y amantes ángeles ministradores contemplan este acto? La hija dejó que personas extrañas hicieran esas tiernas tareas que ella tendría que haber compartido alegremente con su agobiada hermana. Los ángeles contemplaban la escena con asombro y tristeza y se apartaron de esta mujer egoísta. Los ángeles malos tomaron el lugar de éstos, y ella fue llevada cautiva por Satanás a su voluntad. Fue un instrumento de Satanás y demostró ser un gran obstáculo para su esposo, cuyas labores fueron de poca utilidad.

La causa de Dios se habría establecido más firmemente en si no se hubiera realizado ese último esfuerzo, porque el trabajo no se había completado. Se suscitó un interés, pero se dejó que se hundiera donde jamás podría levantarse nuevamente. Le ruego, hermano R, que compare las Escrituras previamente citadas, relativas al trabajo y al ministerio de Cristo, con su curso de conducta a través de sus labores como ministro del evangelio, pero más especialmente en el caso que he mencionado, donde el deber era demasiado claro para equivocarse si la conciencia y los afectos no hubieran llegado a paralizarse por una larga trayectoria de continua idolatría del yo.

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Debido a que ustedes abandonaron a sus padres en sus sufrimientos cuando ellos necesitaban ayuda, la iglesia se vio obligada a asumir esta carga y a velar por los miembros sufrientes del cuerpo de Cristo. En este descuido desalmado ustedes atrajeron la desaprobación de Dios sobre sus personas. Dios no pasa por alto ligeramente esas cosas. Son registradas por los ángeles. Dios no puede prosperar a aquellos que van directamente en contra del deber tan claramente especificado en su Palabra, a saber, la obligación de los hijos hacia sus padres. Los hijos que no sienten más obligación hacia sus padres terrenales que la que ustedes han sentido, sino que tan fácilmente pueden apartarse de las responsabilidades que pesan sobre ellos, no tendrán el debido respeto hacia su Padre celestial; no reverenciarán ni respetarán las demandas que Dios les hace. Si les faltan el respeto y deshonran a sus padres terrenales no respetarán ni amarán a su Creador. Al descuidar a sus padres, su esposa transgredió el quinto precepto del Decálogo: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da”. Éxodo 20:12. Éste es el primer mandamiento con promesa. Aquellos que faltan al respeto o deshonran a sus padres no pueden esperar que los acompañará la bendición de Dios. Nuestros padres tienen derechos sobre nosotros que no podemos desechar o considerar livianamente. Pero los hijos que no han sido educados ni controlados en la infancia, a quienes se les ha permitido hacer de ellos mismos el objeto de su atención y buscar egoístamente su propia comodidad evitando cargas, se vuelven desalmados y no respetan las demandas de sus padres, que velaron por ellos durante su infancia.

Hermano R, usted mismo ha sido egoísta en estas cosas y grandemente deficiente en su deber. Ha requerido atención y cuidado, pero no ha retribuido de la misma manera. Ha sido egoísta y exigente, y frecuentemente ha sido irrazonable y le ha dado a su esposa ocasión para sufrir mortificaciones. Ambos han sido desconsiderados y sorprendentemente egoístas. Se han sacrificado poco por causa de la verdad. Usted, como también su esposa, han evitado cargas, y han ocupado una posición de que se los sirva en vez de tratar de ser la menor carga posible.

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Los ministros de Cristo debieran sentir que tienen la obligación, si reciben la hospitalidad de sus hermanos o amigos, de dejar una bendición con la familia tratando de animar y fortalecer a sus miembros. No debieran descuidar los deberes de un pastor cuando visitan de casa en casa. Debieran familiarizarse con cada miembro de la familia, para poder comprender la condición espiritual de todos, y variar su manera de trabajar a fin de considerar el caso de cada uno. Cuando un ministro que lleva el solemne mensaje de amonestación al mundo recibe la cortesía hospitalaria de amigos y hermanos, y descuida los deberes de un pastor del rebaño por causa de su ejemplo y comportamiento negativos, ocupándose con los jóvenes en conversaciones frívolas, y en chancear y bromear, y en relatar anécdotas humorísticas para provocar risa, es indigno de ser un ministro del evangelio y necesita ser convertido antes que se le confíe el cuidado de las ovejas y los corderos. Los ministros que descuidan los deberes que le incumben a un pastor fiel dan evidencias de que no están santificados por las verdades que presentan a otros y no debieran ser sostenidos como obreros en la viña del Señor hasta que tengan un alto sentido del carácter sagrado de la obra de un ministro de Cristo.

Cuando sólo hay que asistir a reuniones vespertinas, hay mucho tiempo que puede usarse con gran provecho visitando de casa en casa, encontrando a la gente donde ellos están. Y si los ministros de Cristo tienen las gracias del Espíritu, si imitan al gran Ejemplo, encontrarán acceso a los corazones y ganarán almas para Cristo. Algunos ministros que llevan el último mensaje de misericordia son demasiado reservados y fríos. No aprovechan las oportunidades que tienen de ganar la confianza de los incrédulos mediante su conducta ejemplar, su interés abnegado por el bien de otros, su bondad, paciencia, humildad de mente, y su cortesía respetuosa. Estos frutos del Espíritu ejercerán unainfluencia mucho mayor que la predicación en el púlpito sin un esfuerzo individual en las familias. Pero la predicación de verdades directas, probatorias, a la gente, y esfuerzos individuales correspondientes de casa en casa para respaldar el esfuerzo del púlpito, extenderá grandemente la influencia para el bien, y se convertirán almas a la verdad.

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Algunos de nuestros ministros llevan responsabilidades demasiado livianas y esquivan los cuidados y las cargas individuales; por esta razón no sienten la necesidad de la ayuda de Dios que sentirían si levantaran las cargas que la obra de Dios y nuestra fe les requiere que levanten. Cuando tienen que llevarse cargas en esta causa, y cuando aquellos que las llevan son colocados en lugares difíciles, sentirán la necesidad de vivir cerca de Dios, para que puedan tener la confianza de encomendarle a él sus caminos y reclamar en fe esa ayuda que sólo él puede dar. Ellos entonces estarán obteniendo diariamente una experiencia en la fe y la confianza, que es de supremo valor para los ministros del evangelio. Su trabajo es más solemne y sagrado que lo que los ministros generalmente comprenden. Debieran llevar consigo una influencia santificada. Dios requiere que aquellos que ministran en cosas sagradas sean hombres que sientan celo por su causa. La carga de su trabajo debiera ser la salvación de las almas. Hermano R, usted no ha sentido como el profeta Joel describe: “Entre la entrada y el altar lloren los sacerdotes ministros de Jehová, y digan: Perdona, oh Jehová, a tu pueblo, y no entregues al oprobio tu heredad”. Joel 2:17. “Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán. Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas”. Salmos 126:5, 6.

Hermano R, se me mostró en qué marcado contraste ha estado su trayectoria de trabajo en comparación con los requerimientos de la Palabra de Dios. Usted ha sido descuidado en sus palabras y en su conducta. Las ovejas han llevado la carga de cuidar al pastor, de amonestar, reprobar, exhortar y llorar por el curso de acción temerario de su pastor, quien, al aceptar su cargo, reconoce que es el portavoz de Dios. Sin embargo, él se interesa mucho más por sí mismo que por las pobres ovejas. Usted no ha sentido una carga por las almas. No ha salido a sus labores llorando y orando por las almas para que los pecadores pudieran convertirse. Si usted hubiera hecho esto habría estado sembrando la semilla que brotaría después de muchos días y daría fruto para la gloria de Dios. Cuando no hay trabajo que usted pueda hacer al amor de la lumbre, en conversación y oración con las familias, debiera entonces mostrar laboriosidad y economía de tiempo, y educarse para llevar responsabilidades mediante un empleo útil.

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Usted y su esposa podrían haberse ahorrado muchos momentos desafortunados y habrían gozado de más alegría y felicidad si hubieran buscado menos su comodidad y combinado el trabajo físico con sus estudios. Sus músculos fueron hechos para ser usados, no para estar inactivos. Dios les dio a Adán y Eva todo lo que requerían sus necesidades; sin embargo su Padre celestial sabía que necesitaban ocupación a fin de retener su felicidad. Si usted, hermano R, hubiera ejercitado sus músculos trabajando con sus manos cierta porción de cada día, combinando el trabajo con el estudio, su mente estaría mejor equilibrada, sus pensamientos serían de un carácter más puro y elevado, y su sueño sería más natural y saludable. Su cabeza estaría menos confusa y sin ideas estúpidas causadas por un cerebro congestionado. Sus pensamientos sobre la verdad sagrada serían más claros, y sus facultades morales más vigorosas. A usted no le agrada trabajar; pero si hiciera más ejercicio físico diariamente sería para su bien; éste estimularía la sangre que fluye lentamente, de modo que tuviera una actividad saludable que lo elevaría por encima del descontento y los achaques.

Usted no debería descuidar el estudio diligente, pero tendría que orar pidiendo luz de Dios para que él abra su entendimiento a los tesoros de su Palabra, de modo que pueda estar cabalmente equipado para toda buena obra. Nunca estará en una posición en la que no le sea necesario velar y orar fervientemente para vencer las tentaciones que lo acosan. Necesitará estar protegido continuamente para mantener al yo fuera de la vista. Usted ha fomentado el hábito de hacer muy prominente su persona, explayándose en las dificultades de su familia y en su pobre salud. En síntesis, usted ha sido el tema de su conversación y se ha interpuesto entre usted y su Salvador. Debería olvidarse del yo y ocultarse detrás de Jesús. Permita que el querido Salvador sea magnificado, pero pierda de vista al yo. Cuando vea y sienta su debilidad, no verá que hay algo en usted digno de ser notado ni destacado. La gente no sólo se ha cansado, sino que se ha disgustado con los comentarios preliminares que usted hace antes de presentar su tema. Cada vez que habla a la gente y menciona las pruebas de su familia, rebaja su estima personal y sugiere sospechas de que no está enteramente bien.

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Usted tiene el ejemplo de ministros que se exaltaron ellos mismos y que ambicionaron la alabanza de la gente. Fueron mimados y adulados por los indiscretos hasta que se exaltaron y se volvieron autosuficientes y, confiando en su propia sabiduría, hicieron naufragio de la fe. Pensaron que eran tan populares que podían seguir cualquier línea de conducta sin perder su popularidad. Aquí ha estado su presunción. Cuando la conducta de un ministro de Cristo da a las lenguas chismosas motivos para discutir y cuestionar seriamente su moralidad, no debiera llamar a esto celos o calumnias. Usted debiera ser cuidadoso con la manera en que fomenta un curso habitual de pensamiento de lo cual se forman los hábitos que resultarán en su ruina. Identifique aquellos cuyo curso usted debiera aborrecer, y luego absténgase de dar el primer paso en la dirección que han recorrido.

Usted ha sido autosuficiente y Satanás lo ha cegado y engañado de tal manera que no pudo discernir sus debilidades y muchos errores. “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros”. Gálatas 5:22-26.

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Se me mostraron campos de labor. Pueblos, ciudades y villas por todas partes debieran oír el mensaje de amonestación; porque todos serán examinados y probados por el mensaje de la verdad presente. Ha de hacerse una gran obra, pero los obreros que entran en estos campos debieran ser hombres de juicio sólido que sepan cómo tratar con las mentes humanas. Debieran ser hombres de paciencia, bondad y cortesía que tengan ante ellos el temor de Dios.

Usted frecuentemente gana la confianza de la gente; pero si por alguna conducta descuidada o algún acto indiscreto, por severidad o por un espíritu arrogante, usted pierde luego su confianza, resultará más daño para la causa de Dios que si no se hubiera hecho ningún esfuerzo. Los ministros que actúan por impulso han hecho gran daño a la causa de Dios. Algunos se excitan fácilmente y frecuentemente se irritan; y si se abusan de ellos, se vengan. Esto es justamente lo que Satanás se regocija en conseguir que hagan. Los enemigos de la verdad triunfan sobre esta debilidad en un ministro de Cristo, porque esto es un oprobio para la causa de la verdad presente. Aquellos que muestran esta debilidad de carácter no representan correctamente la verdad ni a los ministros de nuestra fe. La indiscreción de un ministro arroja una nube de sospechas sobre todos y hace las labores de los que lo siguen excesivamente difíciles.

Hermano R, cuando usted sale para ocuparse del trabajo en un nuevo campo le encanta explayarse en el enfoque argumentativo, porque usted ha educado su mente para esta clase de labor. Pero sus labores no han tenido ni la décima parte del valor que habrían tenido si se hubiera capacitado mediante la experiencia práctica para dar a la gente discursos sobre temas prácticos. Usted necesita volverse un aprendiz en la escuela de Cristo, para que pueda experimentar la piedad práctica. Cuando tenga el poder salvador de la verdad en su propia alma no podrá dejar de alimentar al rebaño de Dios con las mismas verdades prácticas que han hecho que su propio corazón esté gozoso en Dios. Debieran combinarse los temas prácticos y doctrinales a fin de impresionar a los corazones con la importancia de ceder a las demandas de la verdad, después que el entendimiento ha sido convencido por el peso de la evidencia. Los siervos de Cristo debieran imitar el ejemplo del Maestro en la manera de hacer su labor. Constantemente debieran mantener ante la gente, del modo más claro posible para ser comprendidos, la necesidad de la piedad práctica, y, como hizo nuestro Salvador en sus enseñanzas, debieran conseguir que vean la necesidad del principio religioso y de la justicia en la vida de todos los días. La gente no es alimentada por los ministros de las iglesias populares, y las almas están hambrientas de alimento que las nutra y les dé vida espiritual.

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Su vida no se ha caracterizado por la humildad de su mente ni la mansedumbre de su conducta. Usted ama a Dios de palabra, pero no en hecho y en verdad. Su dignidad es lastimada fácilmente. Los ministros debieran sentir primero la influencia santificadora de la verdad en sus propios corazones y en sus propias vidas, y luego sus esfuerzos en el púlpito serán reforzados por su ejemplo fuera de él. Los ministros necesitan ser suavizados y santificados antes que Dios pueda actuar en sus esfuerzos de un modo especial.

Usted ha permitido que se deslice una oportunidad de oro para recoger una cosecha de almas debido a que era imposible que Dios trabajara con sus esfuerzos, porque su corazón no era recto para con él. Su espíritu no era puro ante él, quien es la encarnación de la pureza y la santidad. Si usted contempla la iniquidad en su corazón, el Señor no oirá su oración. Nuestro Dios es un Dios celoso. Él conoce los pensamientos y las imaginaciones y planes del corazón. Usted ha seguido su propio juicio y ha fracasado penosamente cuando podría haber tenido éxito. Hay demasiado en juego en estos esfuerzos para hacer el trabajo en forma negligente o imprudente. Las almas están siendo probadas en base a una verdad importante, eterna, y lo que usted pueda decir o hacer influirá para que se decidan en favor o en contra de la verdad. Cuando tendría que haberse conducido humildemente delante de Dios, implorándole que bendijera sus esfuerzos, sintiendo el peso de la causa y el valor de las almas, usted ha escogido la sociedad de damas jóvenes, haciendo caso omiso de la obra sagrada de Dios y de su cargo como ministro del evangelio de Cristo. Usted estaba situado entre los vivos y los muertos; sin embargo participó en conversaciones livianas y frívolas, en chancear y bromear.

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¿Cómo pueden los ángeles ministradores estar a su alrededor, esparciendo luz sobre usted e impartiéndole fuerza? Cuando debiera estar tratando de encontrar maneras y medios para iluminar las mentes de los que están en el error y las tinieblas, usted se está agradando a sí mismo y es demasiado egoísta como para ocuparse en un trabajo para el cual no siente inclinación ni amor. Si nuestra posición es criticada por aquellos que están investigando, usted tiene poca paciencia con ellos. Frecuentemente les da una respuesta breve, severa, como si a ellos no les incumbiera investigar cuidadosamente, sino que tuvieran que aceptar como verdad todo lo que se les presenta, sin investigar por ellos mismos. En sus labores ministeriales usted ha alejado a muchas almas de la verdad por su manera de tratarlas. No siempre es impaciente e inaccesible; cuando se siente dispuesto a hacerlo, se toma el tiempo para contestar las preguntas cándidamente, pero frecuentemente usted es descortés y exigente, y quisquilloso e irritable como un niño.

Un lingote de oro y un manto babilónico ocultos turbaron a todo el campamento de Israel. La desaprobación de Dios recayó sobre el pueblo a causa del pecado de un hombre. Miles fueron muertos en el campo de batalla porque Dios no bendeciría ni prosperaría a un pueblo entre cuyos miembros hubiera un pecador, alguien que había transgredido su palabra. Este pecador no ocupaba una posición sagrada, sin embargo un Dios celoso no podía salir a la batalla con los ejércitos de Israel mientras estos pecados ocultos estuvieran en el campamento.

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