Testimonios para la Iglesia, Vol. 3, p. 275-286, día 166

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Usted se ha interpuesto directamente en el camino de la salvación de sus hijos. Usted atribuye la indiferencia de ellos hacia las cosas religiosas a causas que no son las verdaderas. Su ejemplo es una piedra de tropiezo para ellos. Ellos saben por sus frutos, por sus palabras y obras, que usted no cree en la pronta venida de Cristo. Algunos de ellos no vacilan en burlarse de la idea de la pronta venida de Cristo y de la brevedad del tiempo. Se alegran mucho cuando usted hace un trato astuto. Piensan que el padre es sagaz en los negocios y que nadie puede aventajarlo, y ellos están siguiendo sus pasos. La fe sin obras, estando sola, es muerta. El dinero le ha dado poder, y usted ha usado ese poder para aprovecharse de las necesidades de otros. Sus especulaciones en la vida comercial no han sido honestas, usted no ha sido justo con sus semejantes. Por sus negocios usted ha sacrificado su reputación de cristiano y de hombre honesto. Mediante negocios justos, los medios no han llegado a su poder suficientemente rápido para satisfacer su sed de ganancia, y usted frecuentemente ha hecho más pesadas las cargas del pobre aprovechándose de su necesidad para incrementar su propiedad. Piense bien, hermano S. Usted está teniendo terribles pérdidas con tal de conseguir ganancias terrenales. Está perdiendo la noble integridad y la virtud celestial, en la hora de la tentación. ¿Es esto ganancia o pérdida? ¿Es usted más rico o más pobre con todo ese aumento? Para usted es una terrible pérdida, porque toma demasiado del tesoro que podría haber estado acumulando en el cielo. 

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Cada oportunidad de ayudar a un hermano en necesidad, o para ayudar a la causa de Dios a esparcir la verdad, es una perla que usted puede enviar de antemano y depositar en el banco del cielo para que sea guardada. Dios lo está examinando y probando. Él le ha estado dando sus bendiciones con una mano generosa y está observando ahora para ver qué uso hace de ellas, para ver si ayudará a los que necesitan ayuda y si sentirá el valor de las almas y hará todo lo que pueda con los medios que él le ha confiado. Cada oportunidad de ésas que es aprovechada aumenta su tesoro celestial. Pero el amor al yo lo ha inducido a preferir las posesiones terrenales aun a costa de las celestiales. Usted elige los tesoros que la polilla y el orín corrompen antes que escoger los que son tan perdurables como la eternidad. Es su privilegio ejercer tierna compasión y bendecir a otros; pero sus ojos están tan cegados por el dios de este mundo que no puede discernir esta preciosa gema: la bendición que se recibe al hacer bien, al ser rico en buenas obras, listo para distribuir, dispuesto a comunicar, colocando para usted un buen fundamento contra el tiempo venidero, para que pueda echar mano de la vida eterna. Usted está poniendo en peligro su alma al no valerse de oportunidades preciosas para asegurarse el tesoro celestial. ¿Es usted realmente más rico con su tacañería, con su administración mezquina? Dios lo está probando, y usted debe determinar si saldrá como oro o como escoria sin valor. Si esta noche se cerrara su tiempo de prueba, ¿cómo estaría el registro de su vida? No podría llevar consigo ni un centavo de lo que haya ganado. Lo acompañaría la maldición de cada acto injusto. Su perspicacia en los negocios, cuando sea vista en el espejo que Dios le presentará, no hará que se alabe a sí mismo. La codicia es idolatría. 

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Su única esperanza es humillar su corazón ante Dios. “Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” Mateo 16:26. Le ruego, no cierre sus ojos a su peligro. No sea ciego a los intereses superiores del alma, a las benditas y gloriosas perspectivas de la vida mejor. Los ansiosos y agobiados buscadores de ganancia mundanal son ciegos y dementes. Se apartan del tesoro inmortal, imperecedero, por preferir a este mundo. El brillo y el oropel de este mundo cautivan sus sentidos, y las cosas eternas no son valoradas. Trabajan por lo que no satisface y gastan su dinero en lo que no es pan, cuando Jesús les ofrece paz y esperanza y bendiciones infinitas, por una vida de obediencia. Todos los tesoros de la tierra no serían suficientemente valiosos para comprar estos dones preciosos. Sin embargo muchos son dementes y se apartan del atractivo celestial. Cristo conservará los nombres de todos aquellos que consideran que no hay sacrificio demasiado costoso para serle ofrecido sobre el altar de la fe y el amor. Él sacrificó todo por la humanidad caída. Los nombres del obediente, el abnegado y el fiel serán grabados sobre las palmas de sus manos; no serán arrojados de su boca, sino que serán tomados en sus labios, y él rogará en forma especial en su favor ante el Padre. Cuando el egoísta y el orgulloso sean olvidados, ellos serán recordados; sus nombres serán inmortalizados. A fin de que nosotros seamos felices, debemos vivir para hacer felices a otros. Será para nuestro beneficio ceder nuestras posesiones, nuestros talentos y nuestros afectos en devoción agradecida a Cristo, y encontrar así felicidad aquí y en la gloria inmortal del más allá. 

La larga noche de vigilia, de trabajo y privaciones, casi ha pasado. Cristo viene pronto. Alístese. Los ángeles de Dios están tratando de atraerlo, apartándolo de usted mismo y de las cosas terrenales. No permita que trabajen en vano. Fe, fe viviente, es lo que usted necesita; fe que obra por el amor y purifica el alma. Recuerde el Calvario y el sacrificio atroz, infinito, hecho allí por el hombre. Jesús ahora lo invita a ir a él tal como está y hacer de él su fortaleza y su Amigo eterno.

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Número 23—Testimonio para la iglesia

La iglesia de Laodicea

El mensaje a la iglesia de Laodicea es una denuncia sorprendente y se aplica al actual pueblo de Dios. 

“Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto: Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo”. Apocalipsis 3:14-17. 

El Señor nos muestra aquí que el mensaje que deben dar a su pueblo los ministros que él ha llamado para que amonesten a la gente no es un mensaje de paz y seguridad. No es meramente teórico, sino práctico en todo detalle. En el mensaje a los laodicenses, los hijos de Dios son presentados en una posición de seguridad carnal. Están tranquilos, creyéndose en una exaltada condición de progreso espiritual. “Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo”. 

¡Qué mayor engaño puede penetrar en las mentes humanas que la confianza de que en ellos todo está bien cuando todo anda mal! El mensaje del Testigo Fiel encuentra al pueblo de Dios sumido en un triste engaño, aunque crea sinceramente dicho engaño. No sabe que su condición es deplorable a la vista de Dios. Aunque aquellos a quienes se dirige el mensaje del Testigo Fiel se lisonjean de que se encuentran en una exaltada condición espiritual, dicho mensaje quebranta su seguridad con la sorprendente denuncia de su verdadera condición de ceguera, pobreza y miseria espirituales. Este testimonio tan penetrante y severo no puede ser un error, porque es el Testigo Fiel el que habla y su testimonio debe ser correcto. 

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A los que se sienten seguros por causa de sus progresos y se creen ricos en conocimiento espiritual, les cuesta recibir el mensaje que declara que están engañados y necesitan toda gracia espiritual. El corazón que no ha sido santificado es engañoso “más que todas las cosas, y perverso”. Jeremías 17:9. Se me mostró que muchos se ilusionan creyéndose buenos cristianos, aunque no tienen un solo rayo de la luz de Jesús. No tienen una viva experiencia personal en la vida divina. Necesitan humillarse profunda y cabalmente delante de Dios antes de sentir su verdadera necesidad de realizar esfuerzos fervientes y perseverantes para obtener los preciosos dones del Espíritu. 

Dios conduce a su pueblo paso a paso. La vida cristiana es una constante batalla y una marcha. No hay descanso de la lucha. Es mediante esfuerzos constantes e incesantes como nos mantenemos victoriosos sobre las tentaciones de Satanás. Como pueblo, estamos triunfando en la claridad y fuerza de la verdad. Somos plenamente sostenidos en nuestra posición por una abrumadora cantidad de claros testimonios bíblicos. Pero somos muy deficientes en humildad, paciencia, fe, amor, abnegación, vigilancia y espíritu de sacrificio según la Biblia. Necesitamos cultivar la santidad bíblica. El pecado prevalece entre el pueblo de Dios. El claro mensaje de reprensión enviado a los laodicenses no es recibido. Muchos se aferran a sus dudas y pecados predilectos, a la par que están tan engañados que hablan y sienten como si nada necesitaran. Piensan que es innecesario el testimonio de reproche del Espíritu de Dios, o que no se refiere a ellos. Los tales se hallan en la mayor necesidad de la gracia de Dios y de discernimiento espiritual para poder descubrir su falta de conocimiento espiritual. Les falta casi toda cualidad necesaria para perfeccionar un carácter cristiano. No tienen el conocimiento práctico de la verdad bíblica que induce a la humildad en la vida y a conformar la voluntad a la de Cristo. No viven obedeciendo a todos los requerimientos de Dios. 

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No es suficiente el simple hecho de profesar creer la verdad. Todos los soldados de la cruz de Cristo se obligan virtualmente a entrar en la cruzada contra el adversario de las almas, a condenar lo malo y sostener la justicia. Pero el mensaje del Testigo Fiel revela el hecho de que nuestro pueblo está sumido en un terrible engaño, que impone la necesidad de amonestarlo para que interrumpa su sueño espiritual y se levante a cumplir una acción decidida. 

En mi última visión se me mostró que este mensaje decidido del Testigo Fiel no ha cumplido aún el designio de Dios. La gente duerme en sus pecados. Continúa declarándose rica, y sin necesidad de nada. Muchos preguntan: ¿Por qué se dan todos estos reproches? ¿Por qué los Testimonios nos acusan continuamente de apostasía y graves pecados? Amamos la verdad; estamos prosperando; no necesitamos esos testimonios de amonestación y reproche. Pero miren sus corazones murmuradores y comparen su vida con las enseñanzas prácticas de la Biblia; humillen sus almas delante de Dios; ilumine la gracia de Dios las tinieblas; y caerán las escamas de sus ojos y se percatarán de su verdadera pobreza y miseria espirituales. Sentirán la necesidad de comprar oro, que es la fe y el amor puro; ropa blanca, que es el carácter inmaculado, purificado en la sangre de su amado Redentor; y colirio, que es la gracia de Dios, y que les dará un claro discernimiento de las cosas espirituales para descubrir el pecado. Estas cosas son más preciosas que el oro de Ofir. 

Se me ha mostrado que la mayor razón por la cual los hijos de Dios se encuentran ahora en este estado de ceguera espiritual, es que no quieren recibir la corrección. Muchos han despreciado los reproches y amonestaciones que se les dirigieron. El Testigo Fiel condena la tibieza de los hijos de Dios, que confiere a Satanás gran poder sobre ellos en este tiempo de espera y vigilancia. Los egoístas, los orgullosos y los amantes del pecado se ven siempre asaltados por dudas. Satanás sabe sugerir dudas e idear objeciones contra el testimonio directo que Dios envía, y muchos piensan que es una virtud, un indicio de inteligencia ser incrédulos, dudar y argüir. Los que desean dudar tendrán bastante oportunidad de hacerlo. Dios no se propone suprimir todo motivo de incredulidad. Él da evidencias que deben ser investigadas cuidadosamente con mente humilde y espíritu dispuesto a recibir enseñanza; y todos deben decidir por el peso de las evidencias. 

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La vida eterna es de valor infinito y nos costará todo lo que poseemos. Se me mostró que no estimamos debidamente las cosas eternas. Todo lo que es digno de posesión, aun en este mundo, debe obtenerse mediante esfuerzo y a veces por el sacrificio más penoso. Y ello es tan sólo para obtener un tesoro perecedero. ¿Estaremos menos dispuestos a soportar conflictos y trabajos y a hacer esfuerzos fervientes y grandes sacrificios, para obtener un tesoro que es de valor incalculable y una vida que se mide con la del Infinito? ¿Puede el cielo costarnos demasiado? 

La fe y el amor son tesoros áureos, elementos que faltan en gran manera entre el pueblo de Dios. Se me ha mostrado que la incredulidad en los testimonios de amonestación, estímulo y reproche está apartando la luz del pueblo de Dios. La incredulidad les cierra los ojos para que ignoren su verdadera condición. El Testigo Fiel describe así su ceguera: “Y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo”. Apocalipsis 3:17.

La fe en la pronta venida de Cristo se está desvaneciendo. “Mi señor tarda en venir” (Mateo 24:48), es no sólo lo que se dice en el corazón, sino que se expresa en palabras y muy definidamente en las obras. En este tiempo de vigilia, el estupor anubla los sentidos del pueblo de Dios con respecto a las señales de los tiempos. La terrible iniquidad que tanto abunda requiere la mayor diligencia y el testimonio vivo para impedir que el pecado penetre en la iglesia. La fe ha estado disminuyendo en grado temible, y únicamente el ejercicio puede hacerla aumentar.

Cuando nació el mensaje del tercer ángel, los que se dedicaban a la obra de Dios tenían algo que arriesgar, tenían que hacer sacrificios. Empezaron esta obra en la pobreza y sufrieron las mayores privaciones y oprobios. Arrostraban una oposición resuelta que los impulsaba hacia Dios en su necesidad y mantenía viva su fe. Nuestro actual plan de la benevolencia sistemática sostiene ampliamente a nuestros predicadores y no hay necesidad de que ellos ejerzan fe en que serán sostenidos. Los que ahora emprenden la predicación de la verdad no tienen nada que arriesgar. No corren peligros, ni tienen que hacer sacrificios especiales. El sistema de la verdad está listo y a mano, y se provee a los obreros de publicaciones que defienden las verdades que ellos promulgan. 

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Algunos jóvenes se inician en la obra sin tener un sentimiento real de su exaltado carácter. No tienen que soportar privaciones, penurias ni severos conflictos que requerirían el ejercicio de la fe. No cultivan la abnegación práctica ni albergan un espíritu de sacrificio. Algunos se están poniendo orgullosos y engreídos, y no tienen verdadera preocupación por la obra. El Testigo Fiel dice a estos ministros: “Sé, pues, celoso, y arrepiéntete” Apocalipsis 3:19. Algunos de ellos se ensoberbecen tanto que son realmente un estorbo y una maldición para la preciosa causa de Dios. No ejercen una influencia salvadora sobre los demás. Estos hombres necesitan convertirse cabalmente a Dios y ser santificados por las verdades que presentan a otros. 

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Testimonios directos en la iglesia

Muchos se sienten impacientes e irritados porque son frecuentemente molestados por amonestaciones y reproches que les hacen acordar de sus pecados. Dice el Testigo Fiel: “Yo conozco tus obras”. Apocalipsis 3:15. Los motivos, los propósitos, la incredulidad, las sospechas y los celos, pueden ocultarse de los hombres, pero no de Cristo. El Testigo Fiel viene como consejero: “Yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete. He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono”. Apocalipsis 3:18-21. 

Los que son reprendidos por el Espíritu de Dios no deben levantarse contra el humilde instrumento. Es Dios, y no un mortal sujeto a error, quien ha hablado para salvarlos de la ruina. Los que desprecian la amonestación serán dejados en las tinieblas y se engañarán ellos mismos. Pero los que la escuchen y se dediquen celosamente a la obra de apartar sus pecados de sí a fin de tener las gracias necesarias, estarán abriendo la puerta de su corazón para que el amado Salvador pueda entrar y morar con ellos. Esta clase de personas se encontrará siempre en perfecta armonía con el testimonio del Espíritu de Dios. 

Los ministros que predican la verdad presente no deben descuidar el solemne mensaje dirigido a los laodicenses. El testimonio del Testigo Fiel no es un mensaje suave. El Señor no nos dice: “Estáis más o menos bien; habéis soportado castigos y reproches que nunca merecisteis; habéis sido innecesariamente desalentados por la severidad; no sois culpables de los males y pecados por los cuales se os reprendió”. 

El Testigo Fiel declara que cuando uno supone que está en buenas condiciones de prosperidad, realmente lo necesita todo. No es suficiente que los ministros presenten temas teóricos; deben también presentar los temas prácticos. Deben estudiar las lecciones prácticas que Cristo dio a sus discípulos, y hacer una detenida aplicación de las mismas a sus propias almas y a las de la gente. Porque Cristo da este testimonio de reprensión, ¿supondremos que le faltan sentimientos de tierno amor hacia su pueblo? ¡Oh, no! El que murió para redimir al hombre de la muerte, ama con amor divino, y a aquellos a quienes ama los reprende. “Yo reprendo y castigo a todos los que amo”. Pero muchos no quieren recibir el mensaje que el cielo les manda gracias a su misericordia. No pueden soportar que se les hable de su negligencia en el cumplimiento del deber, ni de sus malas acciones, de su egoísmo, orgullo y amor al mundo. 

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Se me mostró que Dios ha colocado sobre mi esposo y sobre mí la obra especial la de dar un testimonio claro a su pueblo, y alzar la voz en alto y no detenernos, para mostrar al pueblo sus transgresiones y a la casa de Israel sus pecados. Pero hay algunos que no aceptarán el mensaje de reprensión, y levantarán las manos para escudar a aquellos a quienes Dios reprobaría y corregiría. Siempre se los encuentra simpatizando con las personas a quienes Dios quisiera hacerles sentir su verdadera pobreza.

La palabra del Señor, hablada mediante sus siervos, es recibida por muchos con objeciones y temores. Y muchos diferirán su obediencia a las advertencias y reprensiones dadas, esperando hasta que toda sombra de incertidumbre sea quitada de sus mentes. La incredulidad que demanda conocimiento perfecto [antes de obedecer] nunca cederá a la evidencia que Dios se complace en dar. Él requiere de su pueblo una fe que descansa sobre el peso de la evidencia, no sobre un conocimiento perfecto. Los seguidores de Cristo que aceptan la luz que Dios les envía, deben obedecer la voz de Dios que les habla, cuando hay muchas otras voces que protestan contra ella. Distinguir la voz de Dios requiere discernimiento. 

Aquellos que no actúan cuando el Señor los llama, sino que esperan tener evidencias más seguras y oportunidades más favorables, caminarán en tinieblas, porque la luz será retirada. La evidencia dada un día, si es rechazada, puede ser que nunca se repita.

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Muchos son tentados respecto a nuestra obra y la ponen en duda. Algunos, en su condición tentada, le echan la culpa de las dificultades y perplejidades del pueblo de Dios a los testimonios de reproche que les hemos dado. Piensan que el problema está con los que comunican el mensaje de advertencia, que señalan los pecados del pueblo y corrigen sus errores. Muchos son engañados por el adversario de las almas. Piensan que las labores de los esposos White serían aceptables si no estuvieran continuamente condenando el error y reprendiendo el pecado. Se me mostró que Dios nos ha impuesto este trabajo, y cuando se nos impide reunirnos con su pueblo y dar nuestro testimonio y contrarrestar las conjeturas y celos de los no consagrados, entonces Satanás presiona muy fuertemente con sus tentaciones. Las personas que siempre toman el lado de las objeciones y las dudas, se sienten libres para sugerir sus dudas e insinuar su incredulidad. Algunos tienen dudas santurronas y aparentemente muy concienzudas y piadosas, que dejan caer cautelosamente, pero que tienen diez veces más poder para fortalecer a los que están equivocados, y reducir nuestra influencia y debilitar la confianza del pueblo de Dios en nuestra obra, que si las presentaran más francamente. Vi que estas pobres almas están engañadas por Satanás. Se hacen la ilusión de que están en lo correcto, que disfrutan del favor de Dios y que son ricos en discernimiento espiritual, cuando son pobres, ciegos y miserables. Están haciendo la obra de Satanás, pero piensan que tienen un celo por Dios. 

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