Testimonios para la Iglesia, Vol. 4, p. 111-120, día 209

Se sujetó a las privaciones y la soledad del desierto; allí pudo conservar el sagrado sentido de la majestad de Dios estudiando el gran libro de la naturaleza y se familiarizó con su carácter tal como se revela en sus maravillosas obras. Era un ambiente calculado para perfeccionar la cultura moral y mantener constantemente el temor del Señor ante él. Juan, el precursor de Cristo, no se expuso a las malas conversaciones y a las corruptoras influencias del mundo. Temía el efecto que pudieran tener sobre su conciencia y que el pecado no le pareciera poco pecaminoso. Prefirió tener su morada en el desierto, donde los sentidos no estarían pervertidos por el entorno. Deberíamos aprender del ejemplo de aquel a quien Cristo honró y de quien dijo: “Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista”. Mateo 11:11. 

Los primeros treinta años de la vida de Cristo se sucedieron en el recogimiento. Los ángeles ministradores velaron por el Señor de la vida mientras éste andaba codo con codo con los campesinos y labradores entre las colinas de Nazaret, sin ser reconocido y sin recibir honores. Estos nobles ejemplos deberían ser nuestro modelo para evitar las influencias malignas y alejar de nosotros a aquellos que no viven correctamente. No nos engañemos diciéndonos que somos demasiado fuertes para que tales influencias nos afecten, sino guardémonos humildemente del peligro.

El antiguo Israel tenía la dirección especial de Dios para ser su pueblo y permanecer separado de todas las naciones. No tenían que estar sujetos a dar testimonio de la idolatría de aquellos que los rodeaban; de otro modo su corazón se corrompería y la confianza que mostraban con las prácticas impías los haría parecer menos malvados a sus ojos. Pocos se dan cuenta de su debilidad y de que la pecaminosidad natural del corazón humano paraliza demasiado a menudo sus más nobles propósitos.

La amenazadora influencia del pecado envenena la vida del alma. Nuestro único refugio está en la separación de aquellos que viven en sus tinieblas. El Señor nos ha ordenado que salgamos de entre ellos y nos mantengamos aparte, y que no toquemos nada impuro. Así nos recibirá y será nuestro Padre, y nosotros seremos sus hijos e hijas. Si queremos ser adoptados por la familia de Dios, ser hijos del Rey del cielo, tenemos que cumplir sus condiciones; tenemos que salir del mundo y mostrarnos ante el Señor como un pueblo peculiar, que lo sirve y obedece sus preceptos. 

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Lot escogió vivir en Sodoma porque vio que era ventajoso desde un punto de vista mundano. Pero después de haberse establecido y haberse enriquecido con tesoros terrenales se convenció de que había cometido un error al no haber considerado la situación moral de la comunidad en la que había establecido su casa. 

Los sodomitas eran corruptos, a diario los oídos de Lot escuchaban conversaciones viles y su alma justa era vejada por una violencia y una criminalidad que no podía impedir. Sus hijas se volvieron como esas gentes malvadas, porque frecuentarlas había pervertido su moral. Al considerar todas estas cosas, las riquezas mundanas que había amasado parecían empequeñecer y no valer el precio pagado por ellas. Las relaciones de su familia eran extensas porque sus hijas se habían casado con sodomitas.

Finalmente, la ira del Señor se volvió contra los malvados habitantes de la ciudad y los ángeles de Dios visitaron Sodoma para sacar a Lot con el fin de que no pereciera en la destrucción de la ciudad. Invitaron a Lot que sacara a su familia, su esposa y los hijos e hijas que se casaron en la malvada Sodoma y le dijeron que huyera del lugar. “Porque”, dijeron los ángeles, “vamos a destruir este lugar, por cuanto el clamor contra ellos ha subido delante de Jehová; por tanto, Jehová nos ha enviado para destruirlo”. Génesis 19:13.

Lot salió y rogó a sus yernos. Repitió las palabras del ángel: “Levantaos, salid de este lugar; porque Jehová va a destruir esta ciudad”. Génesis 19:14. Pero a sus yernos sus palabras les parecieron una burla, porque habían vivido tanto tiempo en Sodoma que se habían convertido en partícipes de los pecados del pueblo. Sus esposos influyeron en las hijas de Lot para que creyeran que su padre estaba loco. Ya estaban bien donde estaban. Eran ricos y tenían muchas posesiones; no podían creer que la bella Sodoma, una tierra rica y fértil, fuera destruida por la furia de un Dios vengador del pecado. 

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Lot volvió apenado a los ángeles y repitió la historia de su fracaso. Entonces los ángeles le ordenaron que se levantara, que tomara a su esposa y las dos hijas que todavía vivían en su casa y que abandonara la ciudad. Pero Lot estaba triste; la idea de dejar a sus hijas y a su esposa, porque rehusó irse sin ellas, casi le partió el corazón. Todos habrían perecido en la terrible ruina de Sodoma, de no ser que el Señor, en su gran misericordia, hubiera enviado a sus ángeles para rescatarlos. 

Lot estaba paralizado por la gran calamidad que estaba a punto de ocurrir. Estaba estupefacto y entristecido por la idea de abandonar todo lo que amaba en la tierra. Como dudaba, los ángeles de Dios agarraron su mano, y las de su esposa y sus dos hijas, y los llevaron fuera de la ciudad, ordenándoles que huyeran para salvar sus vidas, sin mirar atrás ni quedarse en el valle, escapando hacia las montañas.

¡Cuán rebelde fue Lot para obedecer al ángel e ir tan lejos como fuera posible de la corrupta Sodoma que estaba sentenciada a ser destruida! Desconfió de Dios y suplicó poder permanecer en ella. La vida en esa ciudad malvada había debilitado su fe y su confianza en la justicia del Señor. Pidió que se le permitiera obrar según sus deseos, y no como se le pedía para que no lo venciera el mal y debiera morir. Los ángeles llegaron en una misión especial para salvar las vidas de Lot y su familia; pero Lot había vivido tanto tiempo rodeado de influencias corruptoras que su sensibilidad estaba embotada y no podía discernir las obras de Dios y sus propósitos; no podía abandonarse a sus manos para que él hiciera su oferta. Continuamente suplicaba por él mismo y esa falta de fe costó la vida de su esposa. Miró atrás, hacia Sodoma y, murmurando contra Dios, fue transformada en una estatua de sal para que permaneciera como una advertencia a todos aquellos que desprecian las gracias especiales y las providencias del cielo. Después de esta terrible retribución, Lot ya no se atrevió a reducir el paso, sino que huyó a las montañas, siguiendo las instrucciones de los ángeles. La conducta pecaminosa de sus hijas después de haber dejado Sodoma fue el resultado de las malignas confraternizaciones que se produjeron mientras estuvieron en la ciudad. Sus mentes confundían el sentido de lo correcto y lo incorrecto, y el pecado no les parecía tal. 

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El ejemplo de Lot debería ser una advertencia para todos aquellos que desean vivir vidas piadosas; para que se separen de todas las influencias calculadas para inducirlos a apartarse de Dios. Lot permaneció tanto tiempo entre los malvados que solamente fue capaz de salvarse a sí mismo y a sus dos hijas, que también tenían la moral corrompida por su permanencia en Sodoma. 

Las palabras de Dios son siempre claras y nunca deben ser tomadas con frivolidad. ¡Oh, cuántos mortales pecadores y cortos de vista regatean con Dios, con la esperanza de que se doblegue a sus intenciones, mientras que si se abandonaran sin reservas en sus manos él les daría la salvación y preciosas victorias! 

Hermana K, corre el peligro de tomar decisiones que serían muy perjudiciales para usted, Dios le tiene destinada una tarea que nadie más puede hacer y si no la hace, su alma no se puede salvar. Dios la ama y no desea que se pierda en la ruina general. La invita a abandonar esas cosas que impiden su progreso espiritual y a encontrar en él la fuerza y el consuelo que necesita. Usted tiene cargas que soportar y cuidados que dispensar a su familia que a menudo la apesadumbran. Pero si se ocupa únicamente de las cosas imprescindibles para su comodidad y felicidad temporales, encontrará tiempo para leer la Biblia en oración y con interés, y perfeccionará un carácter cristiano. 

Hermano K, se ha enfrentado a muchos obstáculos, pero tiene que ser honesto y firme, y estar decidido a cumplir con su deber en la familia. Lléveselos de ahí si es posible. No debería escatimar esfuerzos para conseguir que le acompañen en su viaje al cielo. Pero si la madre y los hijos no escogen acompañarlo, sino que intentan alejarlo de sus deberes y privilegios religiosos, es su obligación seguir avanzando, aunque sea a solas. Tiene que vivir en el temor de Dios. Aumente las oportunidades de asistir a las reuniones y ganar toda la fuerza espiritual que pueda, porque la necesitará en los días que se avecinan. Las propiedades de Lot se consumieron. Si se tiene que enfrentar a una pérdida, no se desanime; si es posible, salve una parte de su familia, es mucho mejor que perderla toda. 

Queridos hermano y hermana, como padres, en gran medida son responsables de las almas de sus hijos. Los trajeron a la existencia y, por precepto y ejemplo, están obligados a conducirlos al Señor y a los atrios celestiales. Deben grabar en sus mentes la idea de que sus intereses temporales carecen de importancia cuando se comparan con su bienestar eterno. 

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Sus hijos viven entre gentes mundanas y se están imbuyendo del amor por las vanidades de la vida. Su hijo L es un muchacho de naturaleza amable y espiritual; pero necesita el atento cuidado de una madre cuya experiencia diaria en la vida cristiana la acredite para aconsejarlo e instruirlo. Está en esa edad precisa en la que una madre tierna y juiciosa puede moldearlo con su influencia; pero temo, hermana K, que usted prefiere moldear a sus hijos según las modas del mundo y descuida enseñarles que la obra importante de la vida es formar caracteres que aseguren la inmortalidad. 

Si L no desea familiarizarse con los temas religiosos y el cristianismo práctico, su vida será un error. Tendría que ver que necesita que lo eduquen en los asuntos espirituales, que puede poner todas sus habilidades al servicio de Dios. El Señor necesita jóvenes que trabajen en su viña. Los jóvenes no deben descuidar las materias fundamentales para su formación. Pero si dedican toda su atención al estudio secular, y no desean ser expertos en el gran tema de la religión, si no adquieren una experiencia cristiana, se descalifican para la obra de Dios. Aunque las ventajas de la educación puedan ser favorables, se necesita algo más que el conocimiento de los libros para salvar el alma y mover a otros al arrepentimiento. Dedicar un período de años exclusivamente a la adquisición de conocimiento científico no prepara para ser un obrero eficiente al servicio de Dios.

Los jóvenes tienen que dedicar mucho de su tiempo al estudio. Sin embargo, también deberían añadir el trabajo físico a sus esfuerzos mentales y poner en práctica el conocimiento que han obtenido para que, mediante el ejercicio útil, todas las facultades de la mente y la fuerza del cuerpo puedan desarrollarse por igual. No deberían descuidar los asuntos necesarios para su salvación ni considerarlos como algo secundario en la vida. 

Queridos hermano y hermana, Dios ama a su familia y desea derramar sus bendiciones especiales sobre ustedes para que puedan ser instrumentos de justicia que dirijan a otros hacia el cielo. Si se consagrara por completo a Dios, el hermano K podría hacer un gran bien en la comunidad que estuviera dispuesta a recibir y apreciar su consejo e influencia. Tenemos grandes esperanzas de que ambos corregirán aquellos aspectos de su vida que no están bien y renovarán la fe y la obediencia a Dios. Él les dará esa misma fuerza que prometió para ayudar a aquellos que invocan su nombre.

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Joven hermano L, cometió un error en su vida. Al concentrarse en sus estudios descuidó el desarrollo de todas sus facultades. El crecimiento moral nunca debe ser ahogado por el esfuerzo de adquirir una formación, sino que debe ser cultivado en grado mucho mayor de lo que se suele considerar necesario. Apreciado joven, fue ambicioso para obtener los conocimientos. Esa ambición es digna de alabanza; pero para complacerla descuidó sus intereses eternos y los consideró secundarios. Dios y el cielo han ocupado una posición subordinada en sus afectos. No observó las exigencias de la sagrada ley de Dios en su vida diaria. Mancilló la santidad del sábado e invadió ese tiempo sagrado, que no le pertenece, con las tareas de estudio y lo ocupó con sus propios propósitos. Dios dijo: “No hagas en él obra alguna”. Éxodo 20:10.

“Si retrajeres del día de reposo tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y lo llamares delicia, santo, glorioso de Jehová; y lo venerares, no andando en tus propios caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus propias palabras, entonces te deleitarás en Jehová; y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer la heredad de Jacob tu padre; porque la boca de Jehová lo ha hablado”. Isaías 58:13, 14. Ha cedido a la inclinación y no ha atendido su deber permitiendo que sus estudios ocuparan el lugar supremo que corresponde a los mandamientos del Altísimo. 

La organización de las reuniones campestres es muy costosa. En esas grandes reuniones, los ministros que propagan las verdades impopulares se esfuerzan en exceso por presentar el mensaje de misericordia del Redentor crucificado a los pobres pecadores caídos. Menospreciar o tratar con indiferencia esos mensajes es cercenar la misericordia de Dios y su sincero llamado de alerta. Su ausencia en esas reuniones ha sido muy dañina para su bienestar espiritual. No ha recibido la fuerza que podría haber obtenido al escuchar la predicación de la palabra de Dios y mezclarse con los que creen en la verdad. Su mente se ha adormecido en una apatía fatal al respecto del bienestar de su alma. Ha puesto su educación secular por encima del conocimiento que se obtiene en la escuela de Cristo. La experiencia en la verdadera vida religiosa es necesaria para formar un carácter aceptable para Dios y conseguir virtudes tan puras que puedan presentar la luz del cielo. 

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¡Cuánta prontitud mostró para disciplinar su mente con el estudio y conocer bien sus libros de texto para poder aprobar un examen ante sus instructores, sus amigos y otros espectadores interesados! ¡Cuán ambicioso fue para demostrar que había sido un estudiante diligente y había empleado fielmente su tiempo en almacenar conocimientos útiles en su mente! Se esforzó en progresar en sus estudios con la misma sinceridad que mostró para obtener las alabanzas de sus amigos y sus profesores. Se ganó con justicia los honores que recibió en la universidad. ¿Pero cómo disciplinó la mente en la religión? Sin pensarlo, ¿no ha puesto el reino de Dios y su justicia por debajo de su progreso en la ciencia? Cierto, algunas facultades humanas fueron dadas con el propósito de ocuparlas principalmente en asuntos temporales, pero las capacidades superiores de la mente deberían estar consagradas completamente a Dios. Controlan al hombre y forman su vida y su carácter. Además de que usted no debería descuidar sus estudios seculares, tampoco tiene el derecho de otorgarles toda su atención, sino que debe dedicarse especialmente a las exigencias morales y espirituales de nuestro Padre celestial.

¡Cuán poco se preocupó por aumentar las ventajas religiosas que estaban a su alcance para obtener un conocimiento más profundo de las leyes de Dios! ¡Cuán poca determinación mostró por permanecer en ellas! Apenas se esforzó por ser un cristiano leal e inteligente. ¿Cómo puede usted estar preparado para superar la gran prueba, en la que todos los hechos y todas las palabras, así como los pensamientos más íntimos del corazón, serán abiertos ante el gran Juez y la congregación de los santos ángeles? Ambicionó poco obtener la preparación espiritual adecuada para resistir el examen minucioso de tan alta asamblea. ¿Cuál cree que será la decisión final según sus logros morales y religiosos? Esa decisión es inapelable. ¿Qué honores se le reconocerán por su fidelidad en conservar la necesaria armonía entre la religión y las ciencias? ¿Se alzará como quien posee un coraje moral inquebrantable, que muestra excelencia en el conocimiento humano unido a un santo celo por Dios y la obediencia a su ley? 

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Hermano, considere la sabiduría de Dios como el todo de todo. La religión tiene que ir de la mano de la ciencia para que su educación sea un medio santificado para hacer el bien y convertir a otros a la verdad. Cuanto más aprendemos en la escuela de Cristo, tanto más ansiosos estamos de avanzar en ese conocimiento. Toda nuestra ciencia, todo nuestro saber, son de escaso valor a menos que la religión ennoblezca el carácter. Dios nos ha asignado deberes especiales a cada uno para que cumplamos con ellos y la decisión sobre nuestro caso se tomará según la medida en que seamos fieles en su cumplimiento. 

A menudo el Señor nos pone en situaciones difíciles para estimular más nuestros esfuerzos. A veces, su providencia prueba nuestra paciencia y nuestra fe con molestias especiales. Dios nos da lecciones de confianza. Nos enseña dónde debemos buscar fuerza y ayuda en tiempos de necesidad. Así obtenemos un conocimiento práctico de su divina voluntad, tan necesario para nuestra experiencia vital. La fe crece con fuerza en conflicto honesto contra la duda y el temor. Hermano, puede ser un conquistador si pone gran atención en sus caminos. Dedique su joven vida a la causa de Dios y ore porque tenga éxito. No cierre los ojos al peligro, sino prepárese con resolución para todas las dificultades que encontrará en su progreso cristiano. Reserve tiempo para la reflexión y la oración humilde y sincera. Sus talentos son numerosos y está esperanzado en sus éxitos futuros; pero, a menos que comprenda la debilidad de su corazón natural, sufrirá una decepción.

Se encuentra al comienzo mismo de la vida. Ha llegado a una edad en la que debe empezar a asumir sus propias responsabilidades. Éste es un período crítico de la vida. Ahora, en la juventud, está sembrando el campo de la vida. Aquello que siembre, eso recogerá. Según la semilla, así será la cosecha. Si es descuidado e indiferente al respecto de los asuntos eternos, será la causa de una gran pérdida para usted mismo y con su influencia impedirá que otros cumplan con sus obligaciones ante Dios.

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Ambos mundos se encuentran ante usted. ¿Cuál de ellos escogerá? Sea prudente y aférrese a la vida eterna. No se desvíe de la integridad, por más desagradables que puedan parecer sus deberes en la urgencia presente. Quizá le parezca que tendrá que hacer grandes sacrificios para conservar la pureza de su alma; pero no dude y siga avanzando en el temor de Dios y él bendecirá sus esfuerzos y los recompensará por millares. No rinda sus principios y privilegios religiosos a la gratificación de los deseos de sus amigos y parientes no consagrados. Está llamado a tomar partido por la verdad, aun cuando esté en oposición directa con aquellos que están estrechamente relacionados con usted. Que Dios impida que este último escollo llegue a poner a prueba su integridad en favor de la justicia.

Afiance los cimientos de su carácter cristiano en la Roca eterna de salvación. Sólo así la estructura será firme y sólida.

Esperamos que su madre los ayude, a usted y a sus hermanos y hermanas, en sus esfuerzos por perfeccionar verdaderos caracteres que sigan el modelo de Cristo. Tengan una preparación moral adecuada para la sociedad de los santos ángeles del reino de gloria.

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Conflicto de intereses

Apreciados hermanos M: En la visión que se me dio el pasado enero, se me mostraron algunas cosas en referencia a ustedes dos. Se me mostró que no crecen en espiritualidad según es su deber y privilegio crecer. La grandeza de la obra y la amplitud de las providencias de Dios deberían conmover sus corazones. Cristo determinó que sus fieles hijos tendrían que ser la luz del mundo y la sal de la tierra. La vida santa, el ejemplo cristiano, de un buen hombre esparce una luz en la comunidad que se refleja en otros. Cuán grande sería entonces la influencia de una compañía de creyentes marchando todos en los mandamientos del Señor.

Dios ordenó la predicación de la palabra para levantar y convencer a los pecadores. Y cuando el predicador viviente ejemplifica con su propia vida la negación de sí mismo y los sacrificios de Cristo, cuando sus conversaciones y actos están en armonía con el Modelo divino, su influencia sobre los que escuchan su voz será poderosa. Pero todos no pueden ser maestros del mundo desde el púlpito. Las personas tienen distintos deberes, y todas tienen trabajo por hacer. Todos pueden ayudar a la causa haciendo aportes con generosidad para que las distintas ramas de la obra puedan avanzar, proporcionando recursos para la publicación de folletos y periódicos que puedan ser esparcidos entre las personas para diseminar la verdad. Aquellos que dan dinero para promover la causa soportan una parte de la carga del trabajo. Son colaboradores con Cristo, porque Dios ha proporcionado hombres con posibilidades económicas para que las usen con propósitos sabios y santos. Son los instrumentos que el cielo ha ordenado para hacer el bien y los hombres deben poner esos talentos al abrigo de los cambistas. 

Queridos hermanos, tengan siempre presente en sus mentes que son los mayordomos de Dios y que él los ha hecho responsables de los talentos temporales que les ha prestado para que los usen sabiamente para su honra y gloria. Busquen cuidadosamente en sus corazones e investiguen los motivos que les empujan a actuar. Se me mostró que el peligro está en su amor por las posesiones. Sus oídos no están prontos a escuchar el llamado del Maestro en la persona de sus santos y en las necesidades de su causa. No son felices invirtiendo su tesoro en la empresa del cristianismo. Si desean un tesoro en el cielo asegúrenlo mientras tengan oportunidad. Si piensan que dedicar sus medios a la mayor acumulación de riquezas terrenales e invertir con escasez en la causa de Dios es más seguro, se sentirán satisfechos de recibir los tesoros celestiales de acuerdo con sus inversiones celestiales.

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