Testimonios para la Iglesia, Vol. 4, p. 92-100, día 207

Tal vez algunos digan que esperar el favor de Dios por nuestras buenas obras es exaltar nuestros propios méritos. A la verdad, no podemos comprar una sola victoria con nuestras buenas obras; sin embargo, no podemos ser vencedores sin ellas. La compra que Cristo nos recomienda consiste tan sólo en cumplir con las condiciones que él nos ha dado. La verdadera gracia, que es de valor inestimable, y que soportará la prueba y la adversidad, se obtiene únicamente por la fe y por una obediencia humilde acompañada de oración. Las gracias que soportan las pruebas de la aflicción y la persecución, y la evidencia de su pureza y sinceridad, son el oro que es probado en el fuego y hallado puro. Cristo ofrece vender al hombre este precioso tesoro: “Yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego”. Apocalipsis 3:18. El cumplimiento muerto y frío del deber no nos hace cristianos. Debemos salir de la condición de tibieza y experimentar una verdadera conversión, o no llegaremos al cielo. 

Se me llamó la atención a la providencia de Dios entre su pueblo, y se me mostró que cada prueba del proceso de refinamiento y purificación impuesto a los que profesaban ser cristianos demostraba si algunos eran escoria. El oro fino no aparece siempre. En toda crisis religiosa, algunos caen bajo la tentación. El zarandeo de Dios avienta multitudes como hojas secas. La prosperidad contribuye a que ingresen en la iglesia multitudes que meramente profesan la religión. La adversidad las elimina de la iglesia. El espíritu de esta clase de personas no es firme en Dios. Se separan de nosotros porque no son de los nuestros; porque cuando la tribulación o la persecución surgen por causa de la Palabra, muchos se escandalizan. 

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Recuerden los tales cuando, hace sólo unos meses, estaban juzgando los casos de otros que se hallaban en condición similar a la que ahora tienen ellos. Recuerden cuidadosamente de qué se preocuparon con respecto a los tentados. Si alguno les hubiese dicho que a pesar de su celo y trabajo para corregir a los otros se habían de encontrar, a la larga, en una situación semejante de tinieblas, habrían dicho, como le dijo Hazael al profeta: “¿Es tu siervo perro, que hará esta gran cosa?” 2 Reyes 8:13. 

Se engañan a sí mismos. Durante la calma, ¡qué firmeza manifiestan! ¡Cuán buenos marinos parecen ser! Pero cuando se presentan las furiosas tempestades de las pruebas y las tentaciones, sus almas naufragan. Puede que haya hombres que tengan excelentes dones, mucha capacidad, espléndidas cualidades; pero un defecto, un sólo pecado albergado, ocasionará al carácter lo que al barco una tabla carcomida: un completo desastre y una ruina absoluta. 

Apreciado hermano, Dios, en su Providencia, le trajo de su granja a _____ para que pasara por pruebas que, de otro modo, no habría podido pasar. Le ha dado algunos testimonios de reprobación que usted ha aceptado, en apariencia; pero su espíritu se endurecía constantemente cuando se le reprendía. Es como aquellos que dejaron de andar con Jesús después que les revelara verdades ocultas y prácticas. Hermano, no se ha aferrado a la fe para corregir los defectos de su carácter. No ha humillado su espíritu orgulloso ante Dios. Se ha obstinado en luchar contra el Espíritu de Dios que se revelaba en la reprobación. Su corazón carnal e indómito no está sujeto a control alguno. No se ha disciplinado. Una y otra vez, sus humores descontrolados, su espíritu de insubordinación, han ganado el dominio sobre toda su persona. ¿Cómo puede un alma impulsiva e insubordinada vivir entre los ángeles? El cielo no puede admitirla, lo sabe bien. Si es así, empiece inmediatamente a corregir el mal que hay en su naturaleza. Conviértase y sea como un niño. 

Hermano, tiene un espíritu orgulloso que se cree superior a los demás. Abandone todo esto. Sus familiares tienen miedo de sus explosiones de ira. Su madre, temerosa de Dios, ha hecho todo lo posible para calmarlo y tranquilizarlo, ha intentado borrar cada causa que pudiera alterar o irritar a su hijo. Pero la persuasión, las súplicas y los intentos de pacificación lo han hecho considerar que ese carácter impulsivo no tiene remedio y que sus amigos tienen el deber de soportarlo. Las excusas y la humillación, antes que solucionar el mal, lo han favorecido. 

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No ha combatido ese espíritu desdichado para conquistarlo. Cada vez que un obstáculo se ha interpuesto en su camino, ha considerado que la provocación era suficientemente fuerte para olvidarse de su humanidad y de que fue creado a imagen y semejanza de Dios. Ha desfigurado y distorsionado esa imagen. Ha perdido el autocontrol y ha dejado de tener poder sobre su voluntad. Se ha vuelto obstinado, y ha cedido al poder de Satanás cada vez que se ha abandonado a la pasión y al autogobierno, cada vez que ha permitido que sus sentimientos dominaran su juicio, su voluntad obstinada y descontrolada. El Señor vio que usted no se conoce a sí mismo y que, a menos que se viera a sí mismo y la pecaminosidad de su vida bajo la luz de la verdad, a menos que viera cuán gravosas son a los ojos de Dios esas explosiones de ira que se volvían más fuertes a cada aparición, con toda certeza fracasaría en su intento de ganar un trono junto al sufriente Hombre del Calvario. 

Hermano G, Dios lo llama para que se arrepienta y se convierta, y se vuelva como un niño. A menos que la verdad tenga una influencia santificadora sobre su vida y amolde su carácter, no tendrá herencia en el reino de Dios. La Providencia del Señor lo escogió para que estuviera conectado más directamente con su causa y obra. Lo aceptó como a un soldado indisciplinado, recién entrado en el ejército, y lo sometió a normas, reglas y responsabilidades para que se puliera. Al principio usted obraba con nobleza e intentaba mantenerse fiel en su puesto. Soportaba las pruebas mejor que nunca. Pero Satanás vino con tentaciones engañosas y cayó presa de ellas. El Señor se apiadó de usted y puso su mano sobre usted para salvarlo. Le dio una experiencia rica que ha desaprovechado. Como los hijos de Israel, pronto se olvidó de los cuidados de Dios y su gran misericordia. Hermano G, fue sanado en respuesta a las oraciones y Dios le dio una nueva vida. Pero ha permitido que los celos y la envidia entraran en su alma y lo ha decepcionado. Su designio era que fuera llevado allí donde pudiera desarrollar su carácter, allí donde pudiera ver y corregir sus defectos. 

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En su infancia y su juventud, su educación no fue la correcta. Ahora debe aprender las lecciones de autocontrol que debería haber aprendido en sus primeros años. Dios le trajo a un entorno nuevo para que su Santo Espíritu lo disciplinara, para que usted pudiera adquirir la fuerza moral y el autocontrol que hicieran de usted un conquistador. Será necesario el mayor esfuerzo, la determinación más perseverante y resuelta y la máxima energía para controlar su yo. Su espíritu se ha endurecido demasiado tiempo ante la reprensión y su carácter se ha airado como un león enjaulado cuando su voluntad ha sido contrariada. Usted mismo deberá darse la educación que debieron darle sus padres. Cuando era joven, el retoño podía haber sido dominado fácilmente. Pero ahora, después que ha crecido, retorcido y atormentado, será tarea difícil. Sus padres permitieron que se deformara y ahora, sólo por la gracia de Dios unida a sus esfuerzos persistentes, podrá conquistar su voluntad. Por los méritos de Cristo puede abandonar lo que desfigura y deforma el alma y desarrolla un carácter deforme. Debe apartar el viejo hombre con sus errores y tomar el hombre nuevo, a Cristo Jesús. Adopte su vida como su guía y sus talentos e intelecto serán dedicados al servicio de Dios. 

¡Ojalá las madres trabajaran sabiamente, con calma y determinación, para formar y dominar los caracteres carnales de sus hijos! ¡Cuánto pecado sería cortado de raíz y cuántas pruebas ahorraría la iglesia! ¡Cuántas familias serían felices cuando ahora son desdichadas! Muchas almas se habrán perdido eternamente porque sus padres fueron negligentes con la disciplina de sus hijos y no les enseñaron disciplina y sumisión en su juventud. Domar las faltas y suavizar los arrebatos no es cortar el mal de raíz. Es la prueba de la ruina de miles de almas. Los padres deberán responder ante Dios por su negligencia y falta de valor en el deber. 

Hermano G, le falta tiempo para ponerse al mando y empezar a dictar órdenes a los demás; pero no está dispuesto a darse órdenes a sí mismo. Su orgullo se enciende al menor intento. El egoísmo y un espíritu arrogante son dos elementos rebeldes de su carácter. Quienes tienen un carácter como el suyo deben morir al yo y trabajar con celo si no quieren perder el cielo. A diferencia de los padres aficionados al error, Dios no entra en componendas con este elemento. 

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En mi última visión se me mostró que si rechaza la reprensión y la corrección, si escoge su propia vía y no se disciplina, ya no será de utilidad para Dios y su santa obra. Si se hubiera dedicado a poner su propia alma a bien con el Señor, habría visto que tiene tanto trabajo por hacer con usted mismo que no habría tenido tiempo para malgastar con las supuestas ofensas del hermano H y no habría murmurado a sus espaldas. La obra de los últimos treinta años debería inspirar confianza en la integridad del hermano H. “Pagad a todos lo que debéis: […] al que honra, honra”. Romanos 13:7. 

Los hombres que ocupan puestos de responsabilidad deben progresar continuamente. No deben aferrarse a los métodos antiguos y creer que no es necesario convertirse en obreros que empleen métodos científicos. Aunque cuando viene al mundo el hombre es el más impotente de los seres que ha creado Dios, y es el más perverso por naturaleza, es capaz, sin embargo, de progresar constantemente. Puede ser ilustrado por la ciencia, ennoblecido por la virtud, y puede progresar en dignidad mental y moral, hasta alcanzar una perfección de la inteligencia y una pureza de carácter tan sólo un poco inferiores a la perfección y la pureza de los ángeles. Con la luz de la verdad que resplandece sobre los intelectos humanos y el amor de Dios que se derrama en su corazón, no podemos concebir lo que pueden llegar a ser ni cuán grande obra pueden hacer. 

Sé que el corazón humano está ciego con respecto a su verdadera condición; pero no puedo dejar sin hacer un esfuerzo por ayudarlo. Lo amamos, y queremos verlo progresar hacia la victoria. Jesús lo ama. El murió por usted y quiere que se salve. No deseamos obligarlo a quedar en _____; pero queremos que haga una obra cabal en beneficio de su propia alma, que corrija todos los males que haya allí y que haga todo esfuerzo posible para dominar el yo, no sea que pierda el cielo. Esto es algo que no debe permitir. Por amor a Cristo, resista al diablo y él huirá de usted. 

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El trabajo es beneficioso para la salud

Apreciados hermano y hermana I: Se me ha mostrado que se han equivocado con el trato que dispensan a sus hijos. El Dr. J les dio en _____ unas ideas de las que han hablado a los pacientes y a sus hijos. Tales ideas no deben ser puestas en práctica. Desde el punto de vista del Dr. J no serán objetables, pero desde el punto de vista cristiano son positivamente peligrosas. Las instrucciones que les ha dado el Dr. J para que eviten constantemente el trabajo físico han demostrado ser un perjuicio para muchos. El sistema de “no hacer nada” es peligroso. La necesidad de diversiones que él enseña y pone en práctica en sus pacientes es una falacia. Son un sustituto del ejercicio físico útil y saludable y el trabajo físico destinado a pasar el tiempo y mantener ocupada la mente. Las diversiones que recomienda el Dr. J excitan el cerebro y no son un empleo útil. 

El ejercicio físico y el trabajo, combinados, ejercen una feliz influencia en la mente, fortalecen los músculos, mejoran la circulación y dan al inválido la satisfacción de conocer su resistencia; por lo tanto, si se le restringen el ejercicio físico útil y el trabajo, su atención se volverá hacia sí mismo. Corre el peligro constante de creer que se encuentra en un estado peor de lo que es en realidad y de abrigar ideas enfermizas que le hagan temer continuamente que está superando el límite de su resistencia. Por lo general, si se incorporara a una tarea bien dirigida, usando su fuerza sin abusar de ella, descubriría que el ejercicio físico se revela como un agente más poderoso y efectivo para su recuperación que el tratamiento por agua que está recibiendo ahora. 

La inactividad de las fuerzas físicas y mentales, en la medida que se involucra el trabajo útil, mantiene a muchos inválidos en una condición de debilidad en la que se sienten impotentes para levantarse. También les da oportunidad para ser indulgentes con una imaginación impura y tal indulgencia los ha llevado a su presente condición de debilidad. Se les ha dicho que han invertido demasiados esfuerzos en el trabajo duro mientras que en nueve de cada diez casos el trabajo que desempeñaban era la única actividad redentora de sus vidas y era un medio de salvación de la ruina total. Mientras sus mentes estuvieran ocupadas no tendrían oportunidad de degradar sus cuerpos y de completar la labor de autodestrucción. Hacer que todas esas personas abandonen el trabajo mental y físico es darles amplias oportunidades para que caigan cautivos de las tentaciones de Satanás. 

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El Dr. J ha recomendado que ambos sexos se mezclen; ha enseñado que la salud mental y física requiere que se asocien estrechamente. Esas enseñanzas son causa de gran daño para los jóvenes y los niños inexpertos y una gran satisfacción para los hombres y las mujeres de carácter cuestionable, cuyas pasiones nunca han sido sujetas a control alguno, quienes, por tal causa, sufren ahora de desórdenes debilitadores. A estas personas se les ha indicado que, desde el punto de vista de la salud, deben esforzarse en buscar la compañía del sexo opuesto. Así, ante ellos se abre una puerta a la tentación, en sus corazones la pasión ruge como un león, toda consideración es desoída y todo lo noble y elevado se sacrifica a la concupiscencia. Éste es un tiempo en el que el mundo rebosa de corrupción. Si los cuerpos y las mentes de los hombres y las mujeres se encontraran en una condición saludable, si las pasiones animales se sujetaran al poder superior de la mente, sería seguro enseñar que los niños, y los jóvenes de más edad, se beneficiarían más de mezclarse en sociedad. 

Si las mentes de los jóvenes de nuestro tiempo fueran puras y estuvieran libres de corrupción, las muchachas tendrían una influencia suavizadora sobre las mentes y los modales de los muchachos, y los muchachos, con su naturaleza más fuerte y firme, tenderían a fortalecer y ennoblecer el carácter de las jovencitas. Pero es un hecho doloroso que no hay ni aun una muchacha entre cien que tenga una mente pura y que no hay ni un muchacho entre cien de moral irreprochable. Muchos de edad más avanzada han llegado tan lejos en la disipación que se han contaminado en cuerpo y mente. La corrupción se ha apoderado de muchas personas que son consideradas como caballeros refinados y bellas damas. No es tiempo de recomendar que la mezcla de los sexos es beneficiosa para la salud tal como se práctica en la sociedad. La maldición de esta era corrupta es la ausencia de verdadera virtud y modestia. 

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Dr. J, ha expresado estas ideas en público. Los jóvenes las han oído y sus indicaciones han tenido tanta influencia sobre sus propios hijos como sobre los otros. Habría sido mejor que hubiera dejado esas ideas en _____. El trabajo excesivo es perjudicial para el crecimiento de los jóvenes; pero mientras centenares han roto su constitución a causa del sobreesfuerzo que provoca la dedicación exclusiva al trabajo duro, la inactividad, el exceso de comida y la delicada ociosidad han demostrado ser la semilla de la enfermedad en miles que se dirigen apresuradamente hacia la rápida decadencia. 

La razón por la cual los jóvenes tienen la mente y los músculos tan débiles es que apenas participan de alguna tarea útil. “He aquí que ésta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas; y no fortalecieron la mano del afligido y del menesteroso. Y se llenaron de soberbia, e hicieron abominación delante de mí, y cuando lo vi las quité”. 

Hay algunos jóvenes en esta era de depravación que ni siquiera pueden seguir los estudios necesarios para obtener una educación común. ¿Por qué? ¿Por qué los niños se quejan de vértigo, dolor de cabeza, de nariz sangrante, de palpitaciones y sensación de laxitud y debilidad general? ¿Lo deberíamos atribuir al estudio atento? Los padres indulgentes y protectores en exceso se compadecerán de sus hijos porque se imaginan que sus lecciones son una ardua tarea y que su aplicación a los estudios arruina su salud. Cierto, no es aconsejable sobrecargar la mente de los jóvenes con demasiados estudios de excesiva dificultad. Pero, padres, ¿acaso sólo han adoptado la idea que sus hijos han sugerido y no han profundizado al respecto? ¿Acaso no han dado crédito demasiado fácilmente a la aparente razón de su indisposición? Los padres y los cuidadores están obligados a buscar las causas de este mal más allá de la superficie. 

En noventa y nueve de cada cien casos, si se investigara, se revelaría que, además de la imposición del estudio, hay otras causas que perjudican a los niños, sus propios malos hábitos privan al cerebro y al cuerpo de su energía vital. El sistema nervioso ha sido dañado por la frecuente excitación, y se han puesto los cimientos para una decadencia prematura y cierta. El vicio solitario está matando a miles, y aun a decenas de miles. 

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Los niños deberían tener ocupado su tiempo. El trabajo mental adecuado y el ejercicio físico al aire libre no dañarán la constitución de sus muchachos. El trabajo útil y la familiaridad con los misterios del trabajo doméstico serán beneficiosos para sus muchachas, así como también es útil para su constitución y su salud que desempeñen alguna actividad al aire libre. Es necesario enseñar a trabajar a los niños. La industria es la mayor bendición que los hombres, las mujeres y los niños pueden recibir. 

Se ha equivocado en la educación de sus hijos, ha sido demasiado indulgente. Los ha cubierto de favores y los ha excusado del trabajo hasta tal punto que para algunos de ellos puede llegar a ser desagradable. La inactividad, la falta de un empleo bien regulado, los ha perjudicado en gran manera. Las tentaciones están por todas partes, listas para arruinar la juventud de este y el próximo mundo. El único camino seguro es el de la obediencia. 

Ha sido ciego ante el poder que el enemigo tenía sobre sus hijos. El trabajo doméstico, aun hasta la extenuación, no los habría perjudicado ni la mitad que los hábitos indolentes. Habrían escapado a muchos peligros si hubiesen sido instruidos en un período temprano para que ocuparan su tiempo con el trabajo útil. Su actitud no sería tan desasosegada ni estarían tan ansiosos por cambiar y entrar en la sociedad. Habrían escapado a muchas tentaciones vanas de embarcarse en diversiones inútiles, lecturas frívolas, conversaciones ociosas y otras actividades sin sentido. Su tiempo habría pasado más satisfactoriamente y sin tantas tentaciones al buscar la asociación con el sexo opuesto y exponerse a un mal camino. La vanidad y la afectación, la inutilidad y el pecado cierto, son el resultado de esta indolencia. Los padres, y en especial usted más concretamente, han adulado a sus hijos y han sido indulgentes con ellos para gran perjuicio suyo. 

Orgullo y autocomplacencia

Apreciado hermano, ha cometido un grave error al presentarse a sus pacientes en el consultorio como suele hacer, exaltándose a sí mismo y a su esposa. Sus propios hijos han sacado lecciones de esto que han dado forma a sus caracteres. Ahora no le será fácil corregir las impresiones que han sido dejadas. Son orgullosos y complacidos de sí mismos. Piensan que por ser sus hijos son superiores a los demás. Se ha sentido ansioso porque temía que las personas no expresaran el debido respeto a su cargo de médico del Instituto de Salud. Esto ha mostrado una vena de debilidad que ha impedido su avance espiritual. También le ha provocado celos de los demás, por temor de que puedan suplantarlo o no valorar correctamente su cargo y valía. También ha ensalzado a su esposa, presentándola a los pacientes como una criatura superior. Ha sido un poco ciego; le ha otorgado un crédito por unas calificaciones que ella no posee. 

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