Vino palabra de Jehová a Elías; él no buscó ser el mensajero del Señor, sino que la palabra le llegó a él. Dios siempre tiene hombres a quienes encomienda su mensaje. Su Espíritu obra en sus corazones y los constriñe a hablar. Motivados por un celo santo y sobrecogidos por el fuerte impulso divino que recae sobre ellos, se dedican al cumplimiento de su deber sin calcular fríamente las consecuencias que sobrevienen al comunicar al pueblo las palabras que el Señor les ha dado. Sin embargo, el siervo de Dios pronto cae en cuenta de que ha arriesgado algo. Descubre que él y su mensaje son objeto de crítica. Sus gestos, su vida, su propiedad, todo se revisa y sobre todo se comenta alguna cosa. Su mensaje es desmenuzado y se rechaza con espíritu de lo más estrecho y profano, como les place a los hombres en su criterio limitado. ¿Ha hecho el mensaje la obra que Dios dispuso que hiciera? No; manifiestamente ha fracasado porque los corazones de sus oyentes no estaban santificados.
Si el rostro del ministro no es de piedra, si no tiene una fe y un valor indomables, si su corazón no es fortalecido por medio de una constante comunión con Dios, comenzará a acomodar su testimonio para complacer los oídos y corazones no santificados de aquellos a quienes se dirige. Procurando evitar la crítica a que está expuesto, se separa de Dios y pierde el sentido del favor divino, y su testimonio se vuelve insípido y sin vigor. Encuentra que su valor y fe han desaparecido y que su obra carece de poder. El mundo está lleno de aduladores y fingidores que han cedido al deseo de complacer; pero los hombres fieles, que no se inclinan por el interés personal, sino que aman a sus hermanos de tal manera que no pueden tolerar el pecado en ellos, son de veras muy contados.
Satanás se propone definitivamente interrumpir toda comunicación entre Dios y su pueblo para poder llevar a cabo sus artificios engañosos sin que haya una voz que denuncie su peligro. Si logra inducir a los hombres a desconfiar del mensajero o a no atribuirle santidad a su mensaje, él sabe que no sentirán que están bajo la obligación de prestar atención a la Palabra de Dios dirigida a ellos. Y cuando la luz es puesta a un lado como oscuridad, Satanás ha logrado sus fines.
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Nuestro Dios es celoso; no se le ha de tomar livianamente. Aquel que hace todas las cosas conforme al consejo de su propia voluntad, se ha complacido en colocar hombres bajo diversas circunstancias y en asignarles deberes y prácticas adaptados a los tiempos en que viven y al ambiente en el cual son colocados. Si apreciaran la luz que les da, sus facultades se ensancharían y se ennoblecerían en gran manera, y se abriría ante ellos un panorama más amplio de la verdad. Los misterios de las cosas eternas, y especialmente la maravillosa gracia de Dios como ha sido manifestada en el plan de la redención, serían revelados en sus mentes; porque las cosas espirituales se disciernen espiritualmente.
Nunca hemos de olvidar que Cristo nos instruye a través de sus siervos. Puede haber conversiones sin la intervención de un sermón. Cuando las personas viven aisladas y no tienen acceso a los medios usados por Dios para impartir su gracia, el Espíritu Santo obra en ellas y se convencen de la verdad por medio de la lectura de la Palabra; pero el medio designado por Dios para la salvación de las almas es “la locura de la predicación”. Aunque humanos, y rodeados de las debilidades humanas, los hombres son mensajeros de Dios; y nuestro querido Salvador se entristece cuando sus esfuerzos logran tan poco. Todo ministro que sale al gran campo de la cosecha debiera honrar su ministerio. Debiera no sólo procurar llevar a los hombres al conocimiento de la verdad, sino trabajar, al igual que Pablo, “amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre”. Colosenses 1:28.
Al hombre debiera mostrársele consideración y honra sólo como embajador de Dios. Dios no se complace en que el hombre sea honrado. El mensaje que trae debe someterse a la prueba de la Biblia. “¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido”. Isaías 8:20. Pero, la Palabra de Dios no ha de juzgarse por norma humana. Debe comprenderse que las personas cuyas mentes están formadas conforme a un molde terreno, las que tienen una experiencia cristiana limitada y no saben sino poco de las cosas de Dios, son las que tienen el menor respeto por los siervos de Dios y la menor reverencia por el mensaje que él les pide que proclamen. Escuchan un mensaje escrutador y se van a sus hogares listos para ponerlo en tela de juicio, y la impresión dejada desaparece de sus mentes como el rocío matutino ante el sol. Si la predicación es de carácter emocional, apelará a los sentimientos, pero no al corazón ni a la conciencia. Esta manera de predicar no produce ningún bien duradero, pero a menudo conquista el afecto de las personas y suscita sus emociones en favor del hombre que las complace. Se olvidan de que Dios dijo: “Desentendeos del hombre, cuyo aliento está en su nariz”. Isaías 2:22.
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Con profundo anhelo Jesús espera manifestar ante su pueblo la gloria que acompañará su segundo advenimiento y hacerle contemplar panoramas arrobadores. Hay cosas maravillosas que han de ser reveladas. Una larga vida de oración e investigación dejará mucho sin explorar y sin explicar; pero, lo que no sabemos ahora se nos revelará en el más allá. La labor de enseñanza iniciada aquí se llevará a cabo por toda la eternidad. Al conducir las huestes de los redimidos a la Fuente de aguas vivas, el Cordero impartirá ricos tesoros de conocimiento; descifrará misterios en las obras de la providencia divina que nunca antes habían sido entendidos.
Nunca podremos descubrir a Dios por medio de la investigación. El no plantea sus designios ante la mente cuidadosa e inquisitoria. No intentemos con mano insolente descorrer la cortina tras la cual él vela su majestad. El apóstol exclamó: “¡Cuán inescrutables son sus juicios, e insondables sus caminos!” Romanos 11:33. La ocultación de su poder, el hecho de que está envuelto en pavorosas nubes de misterio y oscuridad, es evidencia de su misericordia, porque levantar el velo que oculta su divina presencia significaría la muerte. Ninguna mente mortal puede penetrar el encubrimiento dentro del cual el Omnipotente mora y obra. No podemos comprender más acerca de su trato con nosotros y de los motivos que lo impulsan, que lo que él se digna revelar. El ordena todo con justicia, y nosotros no hemos de estar insatisfechos o desconfiar, sino más bien debiéramos postrarnos en sumisión reverente. El nos revelará tantos de sus propósitos como sea conveniente que conozcamos; y más allá de eso hemos de confiar en su mano omnipotente y en su corazón lleno de amor.
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Es necesario ser fieles y perseverar
La iglesia de _____ se encuentra en un estado que dista mucho de lo que debiera ser. A menos que haya un cambio decidido, se marchitará y morirá. Hay mucha crítica; muchos están cediendo a la duda y a la incredulidad. Los que hablan de fe y cultivan la fe, tendrán fe, pero los que albergan y expresan dudas, dudas tendrán.
Ha habido descuido de parte de los ministros. No han inculcado en el corazón de sus oyentes la necesidad de ser fieles. No han educado a la iglesia sobre todos los puntos de la verdad y el deber ni han obrado con celo para alistar a los miembros en el trabajo e interesarlos en todos los ramos de la causa de Dios. Se me ha mostrado que de haber sido debidamente educada la iglesia, ellos hubieran avanzado mucho más allá de lo que están ahora. El descuido de parte de los ministros ha hecho que el pueblo se vuelva indiferente y desleal. No han sentido que son individualmente responsables, sino que se han excusado por causa de que los ministros no cumplieron su deber pastoral; pero Dios no los da por excusados. Si no hubieran tenido la Biblia, o las amonestaciones, reprensiones y ruegos del cielo para recordarles sus deberes, habría menos condenación. Pero el Señor ha dado consejos e instrucciones; el deber de cada individuo se ha hecho tan claro que no hay necesidad de que nadie yerre.
Dios otorga luz para guiar a los que honestamente anhelan la luz y la verdad; pero no es su intención eliminar toda causa de incertidumbre y duda. El da la evidencia necesaria para establecer la fe, y luego requiere que los hombres acepten la evidencia y ejerciten la fe.
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La persona que estudie la Biblia con espíritu humilde y dócil, encontrará en ella una guía que señala el camino de la vida con una exactitud que no falla. Pero, mis hermanos y hermanas, ¿de qué sirve el estudio de la Biblia a menos que practiquéis las verdades que ella enseña? Ese santo libro no contiene nada que no sea esencial; no se revela nada que no se aplique a nuestras vidas actuales. Mientras más profundo sea nuestro amor por Jesús, más alta será nuestra estima de la Palabra como la voz de Dios que nos habla directamente.
La iglesia de _____ yace en el terreno encantado de Satanás, y necesita una conversión cabal. Hace falta el esfuerzo individual. Las ricas promesas de la Biblia son para los que toman su cruz y se niegan a sí mismos diariamente. Todo aquel que tiene un deseo sincero de aprender en la escuela de Cristo, cultivará una disposición a la espiritualidad mental y aprovechará todos los medios de la gracia, pero en esta iglesia se han pasado por alto las oportunidades y los privilegios. Tal vez alguien no sea capaz de decir más que unas pocas palabras en público y de no hacer más que un poco en la viña del Señor, pero está bajo el deber de decir algo y de mostrar interés en la obra. Cada miembro debiera ayudar y sostener la iglesia; pero en muchos casos hay uno o dos que tienen el espíritu de lealtad que caracterizaba a Caleb de antaño, y a éstos se les permite llevar las cargas y asumir las responsabilidades, mientras que los demás esquivan todo deber.
Caleb era fiel y constante. No era jactancioso, no hacía alarde de sus méritos y buenas obras; pero su influencia siempre estaba del lado del bien. ¿Y cuál fue su recompensa? Cuando el Señor pronunció sus juicios contra los hombres que habían rehusado escuchar su voz, dijo: “Pero a mi siervo Caleb, por cuanto hubo en él otro espíritu, y decidió ir en pos de mí, yo le meteré en la tierra donde entró, y su descendencia la tendrá en posesión”. Números 14:24. Mientras que los cobardes y murmuradores perecieron en el desierto, el fiel Caleb tenía un hogar asegurado en la Canaán prometida. “Yo honraré a los que me honran”, dice el Señor. 1 Samuel 2:30.
Ana oró y confió; y en su hijo Samuel le dio al Israel de Dios un tesoro preciosísimo, hombre útil, de un carácter bien formado, uno que en cuanto a principios se refiera era firme como una roca.
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En Jope había una Dorcas, cuyos hábiles dedos permanecían más activos que su lengua. Ella sabía quién necesitaba ropa cómoda y quién necesitaba simpatía, y generosamente atendía las necesidades de ambos grupos. Y cuando Dorcas falleció, la iglesia en Jope se dio cuenta de su pérdida. Con razón se pusieron de luto y se lamentaron y derramaron cálidas lágrimas sobre el cuerpo inerte. Ella era de tan alto valor que por medio del poder de Dios fue regresada del país del enemigo, con el fin de que su destreza y energía pudieran todavía ser una bendición para los demás.
Una fidelidad paciente, piadosa y perseverante como la que poseían estos santos de Dios es poco frecuente; no obstante, la iglesia no puede prosperar sin ella. Se necesita en la iglesia, en la escuela sabática, y en la sociedad. Muchos se agrupan y se relacionan entre sí en calidad de iglesia sin haber subyugado sus rasgos naturales de carácter; y cuando surge una crisis, que es cuando se necesita un espíritu fuerte y lleno de esperanza, caen en el desánimo y agobian con sus preocupaciones a la iglesia; y no se dan cuenta de que esto es malo. La causa no necesita a tales personas, porque no se puede depender de ellas; pero siempre se necesitan obreros constantes, temerosos de Dios, que no desmayen en el día de la adversidad.
Hay algunos en la iglesia de _____ que causarán problemas, porque su voluntad nunca ha sido puesta en armonía con la voluntad de Cristo. El hermano E será un gran estorbo para esta iglesia. Está satisfecho cuando a él se le permite tener la supremacía, pero cuando no puede ocupar el primer lugar, se pone siempre del lado equivocado. Actúa impulsivamente y no es equilibrado, sino que duda y asume puntos de vista contrarios, porque por naturaleza es criticón y un acusador de los hermanos. Mientras afirma ser celoso por la verdad, se aparta del conjunto de los miembros; carece de fuerza moral, no está arraigado y cimentado en la fe. Los principios santos de la verdad no forman parte de su naturaleza. No se puede confiar en él; Dios no está satisfecho con él.
El hermano y la hermana E no han tomado en cuenta las instrucciones de la Palabra de Dios con respecto a la crianza de sus hijos. A estos niños se les ha permitido ejercer control en el hogar en gran medida y han ido y venido a gusto. A menos que se les coloque bajo influencias completamente distintas, se encontrarán en las filas del enemigo, batallando contra el orden, la disciplina y la subordinación. Los niños a quienes se les deja seguir su propio camino no son felices; y donde se tiene en menos la autoridad de los padres tampoco se respetará la autoridad de Dios.
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La obra de los padres es solemne y sagrada; pero muchos no se dan cuenta de esto, porque sus ojos están cegados por el enemigo de toda justicia. Permiten que sus hijos crezcan indisciplinados, descorteses, atrevidos, presumidos, mal agradecidos e impíos; en cambio, si siguiesen un método firme, decidido y parejo, que mezcle la justicia y la misericordia con la paciencia y el dominio propio, obtendrían resultados admirables.
El hermano E necesita la gracia transformadora. No hay seguridad para él mientras retenga sus defectos naturales de carácter, y es preciso que luche contra ellos continuamente. A menos que viva una vida de vigilancia y oración, no estará bien equilibrado, y hay peligro de que la verdad sea impedida, mal representada y desacreditada mediante su influencia. Si no se cuida despertará en los incrédulos prejuicios que jamás podrán ser eliminados.
En la naturaleza humana existe la tendencia a irse a los extremos, y de un extremo a otro, totalmente opuesto. Muchos son fanáticos. Los consume un celo equivocado por la religión, pero el carácter es la verdadera prueba del discipulado. ¿Poseen ellos la mansedumbre de Cristo, poseen su humildad y su dulce benevolencia? ¿Está el templo del alma vacío de orgullo, arrogancia, egoísmo y censura? Si no lo está, entonces no saben ellos a qué clase de espíritu pertenecen. No se dan cuenta de que el verdadero cristianismo consiste en llevar mucho fruto para la gloria de Dios.
Otros se van al extremo en su conformidad con el mundo. No existe una línea de separación clara y precisa entre ellos y los mundanos. Si en un caso se ahuyenta a la gente de la verdad debido a la manifestación de un espíritu brusco, censurador y condenatorio, en este otro caso los demás se ven inducidos a pensar que el cristiano profeso carece de principios y no sabe nada de la transformación del corazón o del carácter. “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, de tal modo que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16) son las palabras de Cristo.
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Hay muchos que no tienen un conocimiento correcto de lo que constituye un carácter cristiano y sus vidas son un descrédito para la causa de la verdad. Si estuvieran enteramente convertidos, no producirían espinas y abrojos, sino abundantes racimos del precioso fruto del Espíritu: “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, dominio propio” Gálatas 5:22, 23. El mayor peligro consiste en olvidarse de la obra que debe realizarse en el corazón. Muchos se sienten bien satisfechos consigo mismos. Piensan que basta una observancia somera de la ley divina, mientras que no conocen la gracia de Cristo y él no habita en el corazón por medio de una fe viviente.
Dice Cristo: “Separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5); pero, si su divina gracia obra a través de nuestros esfuerzos humanos, todo lo podemos. Su paciencia y mansedumbre compenetrarán el carácter, difundiendo un resplandor que alumbra y esclarece el camino hacia el cielo. Contemplando e imitando su vida, somos renovados a su imagen. La gloria del cielo brillará en nuestras vidas y se reflejará sobre otros. En el trono de la gracia podemos encontrar la ayuda que nos capacitará para vivir así. Esta es la santificación genuina; y ¿qué posición más elevada podrán los mortales anhelar que la de estar vinculados con Cristo como los pámpanos lo están con la vid?
He visto un cuadro en el que se representa a un buey parado entre un arado y un altar, con la siguiente inscripción: “Listo para cualquiera de los dos”: dispuesto a sofocarse en el surco agobiador o sangrar en el altar del sacrificio. Esta es la posición en la que han de hallarse siempre los hijos de Dios: dispuestos a ir a donde los llame el deber, a negarse a sí mismos y a hacer sacrificios por la causa de la verdad. La iglesia cristiana fue fundada sobre el principio del sacrificio. “Si alguno quiere venir en pos de mi”, declara Jesús, “niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame” Mateo 16:24. El exige el corazón entero, todos los afectos. Las demostraciones de celo, fervor y trabajo desinteresado que sus seguidores devotos han dado ante el mundo, debieran despertar nuestro ardor y llevarnos a imitar su ejemplo. La religión genuina imparte una seriedad y firmeza de propósito que amoldan el carácter conforme a la imagen divina y nos permiten considerar todas las cosas como pérdida para ganar la excelencia de Cristo. Esta singularidad de propósito resultará ser un elemento de enorme poder.
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Nunca antes se había encomendado a los mortales una verdad mayor y más solemne que la que nosotros tenemos, y somos responsables por la manera en que la manejamos. Cada uno de nosotros debiera estar atento a la ganancia de almas. Debiéramos manifestar el poder de la verdad sobre nuestros propios corazones y caracteres, a la vez que hacemos todo lo que esté a nuestro alcance para que otros también lleguen a amarla. Conducir un pecador a Cristo significa elevar, dignificar y ennoblecer todo su carácter y hacerlo una bendición en su hogar, en la sociedad, y en la iglesia. ¿No merece esta obra nuestros más nobles esfuerzos?
Las personas de poco talento, si son fieles en mantener sus corazones en el amor de Dios, pueden ganar muchas almas para Cristo. Harlan Page, era un mecánico pobre, de habilidad ordinaria y educación limitada; pero hizo que su primera preocupación fuera el procurar el avance de la causa de Dios, y sus esfuerzos fueron premiados con gran éxito. Trabajó por la salvación de sus compañeros en conversaciones privadas y en ferviente oración. Inauguró reuniones de oración, organizó escuelas dominicales, y distribuyó folletos y otros materiales de lectura religiosos. En el lecho de muerte, mientras se posaba sobre su rostro la sombra de la eternidad, pudo decir: “Yo sé que todo ha provenido de la gracia de Dios y no por mérito de cosa alguna que yo haya podido hacer; pero creo tener evidencia de que más de cien almas se han convertido a Dios por medio de mis esfuerzos personales”.
Se debiera instruir a cada miembro de la iglesia en un sistema regular de trabajo. Se requiere que todos hagan algo por el Señor. Pueden interesar a otras personas en la lectura; pueden conversar y orar con ellas. El ministro que eduque, discipline y dirija un ejército de obreros eficientes logrará grandes conquistas, y le espera una gran recompensa cuando, en torno al gran trono blanco, se encuentre con aquellos que se salvaron por medio de su influencia.
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Haz algo, hazlo pronto, con todas tus fuerzas;
Si largo tiempo descansaran, las alas de los
ángeles decaerían; y Dios, si ocioso estuviera,
bendeciros no podría.
Si la iglesia de _____, después de conocer la verdad, hubiera manifestado seriedad, celo y amor, habría producido buenas obras y habría ejercido una influencia que la hubiera convertido en una fortaleza en favor del bien. Pero han sido indiferentes y se han estado volviendo fríos y moribundos. Algunos han asistido a reuniones sociales a donde han llevado la atmósfera terrenal y no la del cielo. La iglesia no ha estado preparada para responder a los esfuerzos que se han hecho en favor de ella. En su estado actual no son capaces de ver o darse cuenta de la necesidad que tienen de cooperar; y su falta de seriedad y consagración ha desanimado a los ministros. En lugar de este descuido, debiera haber un sentido de responsabilidad individual. Esta iglesia nunca prosperará hasta que los miembros comiencen la obra de reforma en sus propios corazones. Muchos de los que profesan la fe se conforman con poco; si progresan aunque sea modestamente en la abnegación y la reforma, ya no ven la necesidad de ir más allá. ¿Por qué la tendencia de dormirse en los laureles? A este lado del cielo no hay para nosotros un lugar donde podamos detenernos. Ninguno de nosotros debiera estar conforme con los logros espirituales del presente. Nadie que no pueda demostrar que en su vida hay un continuo progreso, puede decir que está aprovechando al máximo sus oportunidades. Ha de estar siempre ascendiendo, siempre ascendiendo. Es el privilegio de todo cristiano crecer hasta haber alcanzado la estatura perfecta de un varón en Cristo Jesús.
¡Cuánto necesitan los miembros de _____ la instrucción en la devoción personal; cuánto necesitan la labor pastoral! Pero no obran conforme al conocimiento que han adquirido. Hermanos, Dios os ha de probar, y algunos resultarán ser tamo y otros granos preciosos de trigo. No cedáis al poder del tentador. El vendrá como un fuerte hombre de guerra armado, pero no le permitáis ninguna ventaja. Fortaleceos para el cumplimiento del deber, y disputadle cada pulgada de terreno. En lugar de retroceder, avanzad; en lugar de debilitaros y perder el valor, preparaos para el conflicto. Dios os pide que luchéis con todas vuestras fuerzas contra el pecado en todas sus formas. Vestíos de toda la armadura de Dios, y fijad la vista en el Capitán de vuestra salvación; porque hay peligro por delante. No sigáis tras falsas banderas, sino mantened la vista en el estandarte de nuestra santa fe, encontrándoos siempre donde flamea, aunque sea en el lugar de la batalla más furiosa. Pronto terminará la lucha y se ganará la victoria, y si sois fieles saldréis más que vencedores por medio de Aquel que os amó. El premio glorioso, el eterno peso de gloria, será entonces vuestro.