Testimonios para la Iglesia, Vol. 5, p. 299-307, día 295

A veces los padres esperan que el Señor haga precisamente el mismo trabajo que les asignó a ellos. En vez de restringir y controlar a sus hijos como debieran, los engríen y consienten, y satisfacen sus caprichos y deseos. Cuando estos niños salen de sus hogares, lo hacen con caracteres deformados por el egoísmo, apetitos descontrolados y obstinación. Carecen de cortesía o respeto hacia sus padres, y no aman las verdades de la religión ni la alabanza a Dios. Han crecido con rasgos que son una maldición para ellos mismos y los demás por toda la vida. El hogar no es nada feliz si se dejan florecer las malas hierbas de la disensión, el egoísmo, la envidia, la pasión y una malhumorada testarudez en el abandonado huerto del alma.

Los padres no deben mostrar ninguna parcialidad, sino que han de tratar a todos sus hijos con ternura, no olvidando que han sido comprados con la sangre de Cristo. Los niños imitan a los padres; por lo tanto, estos debieran procurar con gran esmero darles buenos ejemplos. Los padres que son bondadosos y corteses en el hogar, mientras que a la vez son firmes y decididos, verán que los mismos rasgos se manifestarán en sus hijos. Si son rectos, honrados y honorables, lo más probable es que sus hijos se asemejen a ellos en este particular. Si reverencian y adoran a Dios, sus hijos, al educarse de la misma manera, no olvidarán servirle a él también.

A menudo sucede que los padres no toman la precaución de rodear a sus hijos con influencias correctas. Al escoger un lugar donde vivir, piensan más en sus intereses mundanos que en el ambiente moral y social, y los niños se hacen de amistades que no favorecen el desarrollo de la devoción y la formación de caracteres apropiados. Los padres luego permiten que el mundo absorba su tiempo, su fuerza y su pensamiento; y cuando llega el día sábado, se encuentran tan completamente agotados que no tienen nada que ofrecerle a Dios en su día santo, ninguna dulce devoción para agraciar el hogar y hacer que el sábado sea una delicia para sus hijos. Casi nunca los visita un ministro debido a que se han colocado fuera del alcance de las instituciones religiosas. La apatía entra solapadamente en el alma. Las malas compañías corrompen a los niños, y la ternura de alma que una vez sintieron se desvanece y cae en el olvido.

-300-

Vosotros padres que denunciáis a los cananeos por ofrecer sus hijos en sacrificio a Moloc, ¿qué estáis haciendo? Presentáis una ofrenda costosísima a vuestro dios de las riquezas; y después, cuando vuestros hijos crecen sin ser ni amados ni amables de carácter, cuando manifiestan una decidida impiedad y tendencia hacia la infidelidad, le echáis la culpa a la fe que profesáis, porque fue incapaz de salvarlos. Cosecháis lo que sembrasteis, el resultado de vuestro amor egoísta por el mundo y el descuido de los instrumentos de la gracia. Mudasteis a vuestras familias a lugares de tentación, y el arca de Dios, vuestra gloria y defensa, no la considerasteis como algo esencial; y el Señor no ha obrado un milagro para rescatar a vuestros hijos de la tentación.

Vosotros que profesáis amar a Dios, llevad a Jesús con vosotros dondequiera que vayáis; y, como los patriarcas de antaño, construid un altar al Señor dondequiera que levantéis vuestras tiendas. Es menester que haya una reforma en este sentido, una reforma que sea profunda y amplia. Los padres necesitan reformarse; los ministros necesitan reformarse. Necesitan a Dios en sus hogares. Es preciso que reconstruyan los lugares desolados de Sión, que erijan sus puertas y fortifiquen sus murallas para protección del pueblo.

Hay trabajo serio que hacer en este tiempo, y los padres deben educar a sus hijos para que tomen parte en él. Las palabras de Mardoqueo pudieran aplicarse a los hombres y jóvenes de hoy: “¿Y quién sabe si para una ocasión como ésta has llegado a ser reina?” Ester 4:14. Los jóvenes deben estar adquiriendo solidez de carácter para que estén capacitados para ser útiles. Daniel y José eran jóvenes de principios firmes a quienes Dios podía usar para llevar a cabo sus propósitos. Fijaos bien en su historia y ved cómo obró Dios en su favor. José hizo frente a diversas experiencias, las cuales pusieron a prueba su valor y rectitud hasta lo máximo. Después de ser vendido en Egipto, fue al principio favorecido y se le confiaron grandes responsabilidades; pero repentinamente, sin ser culpable, fue injustamente acusado y echado en prisión. Pero no se desanimó. Confió en Dios; y salieron a relucir el propósito de su corazón y la pureza de sus motivos. El ojo de Dios estaba sobre él, una mano divina lo guiaba y pronto lo vemos salir de la prisión para compartir el trono de Egipto.

-301-

La vida de altibajos de José no fue accidental; fue ordenada por la divina Providencia. Pero, ¿cómo le fue posible dejar constancia de firmeza de carácter, rectitud y sabiduría? Fue el resultado de una preparación cuidadosa en sus años tempranos. Se dejó guiar por el deber en vez de la inclinación; y la pureza y confianza sencilla del niño llevó fruto en las obras del hombre. Los talentos más brillantes no son de ningún valor a menos que sean mejorados; los hábitos de diligencia y fuerza de carácter moral y finas cualidades mentales no se logran al azar. Dios proporciona las oportunidades; el éxito depende del uso que hagamos de ellas. Las oportunidades providenciales han de discernirse prontamente y aprovecharse con esmero.

Jóvenes, si queréis ser fuertes, si queréis tener la integridad y sabiduría de un José o un Daniel, estudiad las Escrituras. Padres, si queréis educar a vuestros hijos para que sirvan a Dios y hagan el bien en el mundo, haced de la Biblia vuestro libro de texto. Ella descubre las tretas de Satanás. Es el gran medio para la elevación de la humanidad, la reprobadora y correctora de males morales, la detectora que nos capacita para distinguir entre lo verdadero y lo falso. No importa qué otra cosa se enseñe en el hogar o la escuela, la Biblia, como la gran educadora debe ocupar el primer lugar. Si se le da su lugar, se honra a Dios y él obrará en vuestro favor convirtiendo a vuestros hijos. Hay una rica mina de verdad y belleza en este Santo Libro, y los padres no tendrán a nadie sino a sí mismos que culpar si no la hacen intensamente interesante para sus hijos.

Para muchos, educación significa tener un conocimiento de libros; pero, “el temor de Dios es el principio de la sabiduría. El verdadero objetivo de la educación es restaurar la imagen de Dios en el alma. El primero y más precioso conocimiento, es conocer a Cristo; y los padres sabios mantendrán siempre este hecho frente a la mente de sus hijos. Si una extremidad se quebrase o fracturase, los padres harían uso de todos los medios que la sabiduría les trajese a la mente para restaurar el miembro afectado a su condición original. Esta es su prerrogativa, es su deber. Pero el Señor exige que un mayor tacto, una mayor paciencia y un mayor esfuerzo perseverante se empleen para sanar las manchas del alma. No merece el nombre de padre quien no sea para con sus hijos un maestro, dirigente y amigo cristiano, atándolos a su corazón con los fuertes lazos del amor santificado, un amor que tiene su fundamento en el deber fielmente cumplido.

-302-

Los padres tienen una labor grande y responsable que hacer, y muy bien pudieran inquirir: “Y para estas cosas, ¿quién está capacitado?” 2 Corintios 2:16. Pero el Señor ha prometido dar sabiduría a quienes la pidan con fe, y él hará precisamente lo que dijo que haría. Se complace con la fe que se fía en su palabra. La madre de Agustín (obispo de Hipona) oró por la conversión de su hijo. No veía evidencia de que Dios estuviera impresionando su corazón, pero no se desanimaba. Colocaba sus dedos sobre los textos bíblicos y presentaba ante Dios las palabras que él mismo había pronunciado, rogando como sólo una madre puede hacerlo. Su profunda humillación, su ferviente perseverancia, su fe incansable, prevalecieron y el Señor le concedió el deseo de su corazón. Hoy está igualmente dispuesto a escuchar las peticiones de su pueblo. Su mano “no se ha acortado para salvar, ni se ha endurecido su oído para oír” (Isaías 59:1); y si los padres cristianos lo buscan con esmero, él abastecerá sus labios de argumentos y por amor de su nombre obrará poderosamente en su favor convirtiendo a sus hijos.

La educación de los niños

Estimados hermano y hermana G: Estoy preocupada por vuestro caso. Veo peligros de los cuales parece que vosotros nunca os disteis cuenta. ¿Habéis considerado con detenimiento y oración cuál sea vuestro deber hacia los hijos que por responsabilidad propia trajisteis al mundo? ¿Habéis pensado si estos niños están recibiendo de vosotros una educación y una disciplina que los conduzca a honrar a su Creador en los días de su juventud? ¿Habéis considerado que si dejáis de enseñarles a respetaros, como su padre y su madre, y a que se sometan a vuestra autoridad, los estáis educando para que deshonren a Dios? Cada vez que les permitís pisotear vuestra autoridad y que su voluntad controle la vuestra, estáis fomentando un defecto que, si se inclinasen por la religiosidad, lo incorporarían en toda su experiencia y los enseñaría a descuidar y pisotear la autoridad divina.

-303-

El asunto que debéis decidir es éste: “¿Estoy criando una familia de niños para fortalecer la influencia y engrosar las filas de los poderes de las tinieblas, o estoy criando hijos para Cristo?” Si no gobernáis a vuestros hijos y amoldáis sus caracteres para que cumplan los requisitos de Dios, entonces mientras menos niños haya para sufrir por causa de vuestra educación defectuosa, mucho mejor será para vosotros, sus padres, y mucho mejor para la sociedad. Es un pecado aumentar vuestra familia, a menos que vuestros hijos puedan ser educados desde su infancia por una madre sabia y juiciosa, que sea concienzuda e inteligente, y que gobierne a su familia en el temor del Señor, amoldando y formando sus caracteres para que alcancen la norma de la justicia.

Debéis sentir que estáis bajo la obligación, por medio del esfuerzo paciente y concienzudo y la oración intensa y ferviente, de formar los caracteres de vuestros hijos de tal manera que sean una bendición en el hogar, en la iglesia y en la sociedad. No recibiréis crédito por vuestra labor si permitís que vuestros hijos sean controlados por el enemigo de toda justicia; la recompensa se promete por la formación concienzuda de caracteres conforme al Modelo divino. Si descuidáis esta obra, cuyos resultados se extienden tanto, sólo porque en el momento es más agradable proceder así, y vuestros hijos crecen deformados moralmente, encaminando sus pies por el sendero amplio que conduce a la muerte, ¿podrá Dios dar su aprobación a vuestra obra? Los que no pueden informarse y trabajar diligentemente con todas sus fuerzas para traer sus hijos a Jesús, debieran decidir no asumir la responsabilidad de hacerse padres.

-304-

Las madres han de estar dispuestas, y aun ansiosas, de capacitarse para la importante obra de desarrollar los caracteres de sus hijos, guiándolos, instruyéndolos y refrenando a sus tiernos alumnos. El padre y la madre deben estar unidos en esta obra. La falta de firmeza en requerir la obediencia, y el amor y la simpatía falsos, es decir, la idea equivocada de que consentir y no restringir es lo que más conviene, constituye un sistema de educación que contrista a los ángeles; pero a Satanás le encanta, porque en esa forma centenares y miles de niños se unen a sus filas. Por eso es que enceguece los ojos de los padres, adormece sus sensibilidades y confunde sus mentes. Ven que sus hijos e hijas no son simpáticos, amantes, obedientes ni cuidadosos; no obstante, siguen acumulando hijos en sus hogares para envenenar sus vidas, llenar sus corazones de dolor, y añadir al número de aquellos a quienes Satanás está usando para atraer almas hacia la destrucción.

¡Oh!, ¿cuándo se harán sabios los padres? ¿Cuándo verán y se darán cuenta del carácter de la obra que hacen cuando descuidan exigir la obediencia y el respeto conforme a las instrucciones de la Palabra de Dios? Los resultados de esta educación débil se ven en los niños cuando salen al mundo y toman su lugar al frente de sus propias familias. Perpetúan los errores de sus padres. Sus rasgos defectuosos tienen campo libre; y transmiten a otros los malos gustos, hábitos y mal genio que se les permitió desarrollar en sus propios caracteres. De esta manera se convierten en una maldición en vez de una bendición para la sociedad.

Debido a que hombres y mujeres no obedecen a Dios, sino que escogen su propio camino y siguen su propia imaginación pervertida, se permite que Satanás levante su bandera infernal en sus hogares y haga sentir su poder a través de bebés, niños y jóvenes. Su voz y su voluntad se expresan en la voluntad indómita y caracteres torcidos de los niños y por medio de ellos ejerce un poder controlador y lleva a cabo sus planes. Se deshonra a Dios mediante la exhibición de temperamentos perversos que excluyen la reverencia hacia él e inculcan la obediencia a las sugerencias de Satanás. El pecado cometido por los padres al así permitir que Satanás ejerza el control, es inconcebible. Están sembrando semilla que producirá cardos y espinas y que ahogará toda planta a que el cielo da crecimiento; y sólo el juicio revelará la cosecha que se ha de juntar.

-305-

Pero, ¡cuán triste es pensar que cuando la vida y sus errores se examinen a la luz de la eternidad, será demasiado tarde para que esta percepción tardía sea de alguna ayuda!

El grave descuido de la educación de los niños para Dios ha perpetuado el mal y arrojado a las filas del enemigo a muchos que, con un cuidado juicioso, hubieran podido ser colaboradores de Cristo. Las falsas ideas y un afecto insensato y desviado han alimentado rasgos que han hecho a los niños desagradables e infelices, han agriado las vidas de los padres y han extendido su influencia malsana de generación en generación. Cualquier niño a quien se le permita obrar a su propio gusto deshonrará a Dios y le causará agravio a su padre y a su madre. La luz ha resplandecido de la Palabra de Dios y de los testimonios de su Espíritu, de manera que nadie tiene necesidad de errar con respecto a su deber. Dios exige que los padres críen a sus hijos para que le conozcan y respeten sus pedidos; deberán educar a los pequeñuelos, como miembros menores de la familia del Señor, a que tengan hermosos caracteres y temperamentos para que sean aptos para dejar brillar su luz en los atrios celestiales. Por medio del descuido de su deber y el consentimiento de los niños en lo malo, los padres les están cerrando las puertas de la ciudad de Dios.

Estos hechos hay que inculcarlos bien en las mentes de los padres; que despierten y reanuden la obra que por tanto tiempo han descuidado. Los padres que profesan amar a Dios no están haciendo su voluntad. Porque no refrenan ni conducen bien a sus hijos, miles crecen con caracteres deformados, moral relajada y poca educación en los deberes prácticos de la vida. Se les permite que hagan como les plazca con sus impulsos, su tiempo y sus facultades mentales. La pérdida ocasionada a la causa de Dios por estos talentos descuidados está a la puerta de padres y madres; y ¿qué excusa darán a Dios que les encomendó el sagrado deber de preparar las almas bajo su cuidado para que mejorasen sus facultades para la gloria de su Creador?

Mis queridos hermano y hermana, que el Señor abra vuestros ojos y despierte vuestras mentes para que veáis vuestros fracasos y los redimáis. Ninguno de los dos está viviendo con la vista puesta sólo en la gloria de Dios. Mostráis muy poca fuerza para poneros al lado de Jesús y defender la fe dada una vez a los santos. Habéis descuidado vuestro deber en la familia y habéis comprobado que no se puede confiar en la juventud puesta bajo vuestro cuidado. Así mira Dios vuestra obra en el hogar; así aparece registrado en los libros del cielo. Pudisteis haber conducido a muchos a Jesús; pero vuestra falta de valor moral os ha hecho infieles en todo aspecto.

-306-

Los errores en vuestro sistema débil de gobierno familiar se revelan en los caracteres de vuestros hijos. No os habéis educado para seguir las instrucciones dadas en la Palabra de Dios. Los males resultantes de vuestros fracasos en el cumplimiento del deber se están tornando serios y profundos. La hermana G no ejerce una influencia correcta. Se ha rendido ante las voluntades fuertes de sus hijos obstinados, y los ha consentido para su propio daño. Ambos debisteis haber enseñado a vuestros hijos desde la misma infancia que no podían controlaros a vosotros, sino que vuestra voluntad debía ser obedecida. Si la hermana G hubiera recibido una educación apropiada en su niñez, si hubiera sido disciplinada y educada conforme a la Palabra de Dios, poseería ella misma un molde de carácter distinto y comprendería mejor los deberes que le corresponden. Sabría cómo educar a sus hijos para hacer que sus caminos sean agradables a Dios. Pero, los defectos que han resultado de su propia educación errada se reproducen en sus hijos y ¿qué clase de obra llevarán a cabo cuando les toque encabezar sus propias familias? La mayor puede que tenga algún conocimiento de deberes domésticos; pero, más allá de esto, es nada más que una principiante.

Con un gobierno sabio y firme, estos muchachos hubieran podido ser miembros útiles de la sociedad; así como están, son una maldición, un reproche para nuestra fe. Son vanos, frívolos, voluntariosos y extravagantes. Tienen apenas reverencia por sus padres, hasta el punto que es casi imposible despertar sus sensibilidades morales. Las inclinaciones naturales de los padres, particularmente las que son desagradables, están marcadamente desarrolladas en sus hijos. La familia entera, padres e hijos, están bajo la censura divina; y ninguno de ellos puede esperar entrar en las mansiones eternas a menos que reanuden sus deberes por tanto tiempo descuidados y, en el Espíritu de Cristo, construyan caracteres que Dios pueda aprobar.

-307-

Los padres son responsables de la obra que sale de sus manos. Han de tener sabiduría y firmeza para hacer su obra fielmente y con un espíritu correcto. Han de educar a sus hijos para que sean útiles, desarrollando en ellos los talentos que Dios les dio. El descuido de esto no se debe tener en menos, antes se debe hacer un asunto para disciplina de la iglesia, porque traerá la maldición de Dios sobre los padres y el reproche y graves pruebas y dificultades sobre la iglesia. Una lepra moral contagiosa que contamina los cuerpos y las almas de la juventud a menudo resulta del descuido de la disciplina y el refrenamiento de los jóvenes; y ya es tiempo que se haga algo para contener sus estragos.

La Biblia da instrucciones explícitas referentes a la importancia de la educación de los hijos: “Oye, Israel: Jehová es nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como un recordatorio ante tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas” Deuteronomio 6:4-9.

El Señor ordenó a los israelitas que no contrajesen matrimonio con los pobladores de las naciones idólatras que los rodeaban. “Y no emparentarás con ellas; no darás tu hija a su hijo, ni tomarás a su hija para tu hijo. Porque desviará a tu hijo de en pos de mí, para servir a dioses ajenos; y el furor de Jehová se encenderá sobre vosotros, y os destruirá pronto”. Deuteronomio 7:3, 4. “Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, entre todos los pueblos que están sobre la tierra. No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido Jehová y os ha escogido, pues vosotros érais el más insignificante de todos los pueblos; sino por el amor que Jehová os tiene, y porque quiso guardar el juramento que hizo a vuestros padres…” Deuteronomio 7:6-8.

He aquí instrucciones positivas que alcanzan hasta nuestro propio tiempo. Dios nos habla en estos últimos días, y hemos de entenderle y obedecerle. Dios habló a Israel a través de sus siervos: “Que no se aparte de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche has de meditar en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien”. Josué 1:8. “La ley de Jehová es perfecta, que reconforta el alma; el testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo”. Salmos 19:7. “Al abrirse, iluminan tus palabras; hacen entender a los sencillos”. Salmos 119:130. “Lámpara es a mis pies tu Palabra, y lumbrera a mi camino”. Salmos 119:105.

Posted in

admin