En vez de abrir el alma para que reciba los rayos de la luz del cielo, algunos han estado obrando en la dirección opuesta. Tanto en la prensa como desde el púlpito se han presentado acerca de la inspiración de la Biblia opiniones que no tienen la sanción del Espíritu de la Palabra de Dios. Es cierto que ningún hombre o grupo de hombres debe adelantar teorías acerca de un tema de tan grande importancia sin que las sostenga un claro “Así dice Jehová”. Y cuando los hombres, rodeados de flaquezas humanas, afectados en menor o mayor grado por las influencias que los rodean, y teniendo tendencias heredadas y adquiridas que distan mucho de hacerlos sabios o de darles las miras del cielo, se ponen a atacar la Palabra de Dios y a juzgar lo que es divino y lo que es humano, obran sin consejo de Dios. El Señor no prosperará una obra tal. El efecto será desastroso, tanto para el que se empeña en ella como para quienes la aceptan como obra de Dios. Se ha despertado escepticismo en muchas mentes por efecto de las teorías presentadas acerca de la naturaleza de la inspiración. Los seres finitos, con sus opiniones estrechas y de corto alcance, se creen competentes para criticar las Escrituras diciendo: “Este pasaje es necesario, y este otro no lo es, y no está inspirado”.
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Cristo no dio ninguna instrucción semejante acerca de las escrituras del Antiguo Testamento, la única parte de la Biblia que poseía la gente de su tiempo. Sus enseñanzas están destinadas a dirigir los intelectos al Antiguo Testamento, y a exponer con mayor claridad los grandes temas allí presentados. Durante siglos, el pueblo de Israel se había estado separando de Dios, y había perdido de vista las verdades preciosas que le habían sido confiadas. Estas verdades estaban cubiertas por formas supersticiosas y ceremonias que ocultaban su verdadero significado.
Cristo vino para sacar los escombros que habían oscurecido su brillo. Las puso, como joyas preciosas, en un nuevo engaste. Demostró que muy lejos de desdeñar la repetición de las verdades antiguas y familiares, había venido para exponerlas en su verdadera fuerza y belleza, cuya gloria nunca había sido discernida por los hombres de su tiempo. Siendo él mismo el Autor de estas verdades reveladas, podía dar a conocer a la gente su verdadero significado, librándolas de las falsas interpretaciones y teorías adoptadas por los dirigentes con el fin de adaptarlas a su propia condición profana, destituida de espiritualidad y del amor de Dios. Hizo a un lado lo que había privado a estas verdades de vida y poder vital, y las devolvió al mundo dotadas de toda su frescura y fuerza originales.
Si tenemos el Espíritu de Cristo y trabajamos con él, nos incumbe llevar a cabo la obra que él vino a hacer. Las verdades de la Biblia han vuelto a ser oscurecidas por la costumbre, la tradición y las falsas doctrinas. Las enseñanzas erróneas de la teología popular han hecho miles y miles de escépticos e incrédulos. Hay errores e inconsecuencias que muchos denuncian como enseñanza de la Biblia, que son realmente interpretaciones falsas de la Escritura, adoptadas durante los tiempos de las tinieblas papales. Multitudes han sido inducidas a aceptar un concepto erróneo de Dios, así como los judíos, extraviados por los errores y las tradiciones de su tiempo, tenían un falso concepto de Cristo. Si le “hubieran conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de gloria”. 1 Corintios 2:8. Nos incumbe revelar al mundo el verdadero carácter de Dios. En vez de criticar la Biblia, tratemos, por nuestros preceptos y ejemplo, de presentar al mundo sus verdades sagradas y vivificadoras, a fin de que podamos anunciar “las virtudes de aquel que os ha llamado de las tinieblas a su luz admirable”. 1 Pedro 2:9.
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Los males que han ido penetrando gradualmente entre nosotros han apartado imperceptiblemente a las personas y las iglesias de la reverencia a Dios, y las han privado del poder que él desea darles.
Hermanos míos, dejemos que la Palabra de Dios se destaque tal cual es. No se atreva la sabiduría humana a disminuir la fuerza de una sola declaración de las Escrituras. La solemne denuncia que hay en el Apocalipsis debe ser una advertencia contra una actitud tal. En nombre de mi Maestro, os ruego: “Quita tus zapatos de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es”. Éxodo 35.
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El conflicto inminente
Una gran crisis aguarda al pueblo de Dios. Una crisis aguarda al mundo. La lucha más portentosa de todas las edades está por producirse. Acontecimientos que durante más de cuarenta años nosotros, basados en la autoridad de la palabra profética, hemos declarado inminentes, se están cumpliendo ante nuestros ojos. Ya se ha instado a los legisladores de la nación* a estudiar la cuestión de una enmienda de la constitución para restringir la libertad de conciencia. Ha llegado a ser de interés e importancia nacional la cuestión de imponer la observancia del domingo. Bien sabemos cuál será el resultado de este movimiento. ¿Estamos listos para la crisis? ¿Hemos cumplido fielmente el deber que Dios nos ha confiado, de advertir al pueblo acerca del peligro que le espera?
Son muchos los que, aun entre los empeñados en este movimiento para imponer el domingo, están ciegos en cuanto a los resultados que seguirán a esta acción. No ven que están atentando directamente contra la libertad religiosa. Son muchos los que nunca han comprendido las obligaciones que impone el día de reposo bíblico ni el fundamento falso sobre el cual descansa la institución del domingo. Cualquier movimiento en favor de la legislación religiosa, es realmente una concesión al papado, que durante tantos siglos ha guerreado constantemente contra la libertad de conciencia. La observancia del domingo debe su existencia como supuesta institución cristiana al “misterio de iniquidad; y su imposición será un reconocimiento virtual de los principios que constituyen la misma piedra angular del romanismo. Cuando nuestra nación abjure de tal manera los principios de su gobierno que promulgue una ley dominical, en este acto el protestantismo dará la mano al papismo; y con ello recobrará vida la tiranía que durante largo tiempo ha estado aguardando ávidamente su oportunidad de resurgir en activo despotismo.
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Al ejercer el poder de la legislación religiosa, el movimiento llamado Reforma Nacional manifestará, cuando esté plenamente desarrollado, la misma intolerancia y opresión que prevalecieron en siglos pasados. Los concilios humanos asumieron entonces las prerrogativas de la Divinidad y aplastaron bajo su poder despótico la libertad de conciencia; a ellos siguieron el encarcelamiento, el destierro y la muerte de los que se oponían a sus dictados. Si por la legislación el papismo y sus principios vuelven a tener poder, se volverán a encender los fuegos de la persecución contra aquellos que no sacrifiquen su conciencia y la verdad en deferencia a los errores populares. Este mal está a punto de producirse.
Cuando Dios nos ha dado una luz que revela los peligros que nos esperan, ¿cómo podemos ser inocentes a sus ojos si no hacemos todo esfuerzo posible para presentarla a la gente? ¿Podemos permitir que arrostre sin advertencia esta tremenda crisis?
Tenemos delante de nosotros la perspectiva de una lucha larga, con riesgo de encarcelamiento, pérdida de bienes y aun de la vida misma, para defender la ley de Dios, que es anulada por las leyes de los hombres. En esta situación, los métodos políticos del mundo recomendarían que se cumplan exteriormente las leyes del país, por amor a la paz y la armonía. Y hasta habrá quienes recomienden una conducta tal basados en este pasaje: “Toda alma se someta a las potestades superiores;… y las que son, de Dios son ordenadas”. Romanos 13:1.
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Pero ¿cuál fue la conducta de los siervos de Dios en siglos pasados? Cuando los discípulos predicaron a Cristo y Cristo crucificado, después de su resurrección, las autoridades les ordenaron que no hablasen ni enseñasen en el nombre de Jesús. “Entonces Pedro y Juan, respondiendo, les dijeron: Juzgad si es justo delante de Dios obedecer antes a vosotros que a Dios; porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído”. Hechos 4:19, 20. Continuaron predicando las buenas nuevas de la salvación por Cristo; y el poder de Dios dio testimonio del mensaje. Los enfermos eran sanados, y miles eran añadidos a la iglesia. “Entonces levantándose el príncipe de los sacerdotes, y todos los que estaban con él, que es la secta de los Saduceos, se llenaron de celo; y echaron mano a los apóstoles, y pusiéronlos en la cárcel pública”. Hechos 5:17, 18.
Pero el Dios del cielo, el poderoso Gobernante del universo, tomó el asunto en sus manos; porque los hombres guerreaban contra su obra. Les mostró claramente que hay quien impera sobre los hombres, alguien cuya autoridad debe ser respetada. El Señor envió a su ángel de noche a abrir las puertas de la cárcel; y sacó a esos hombres a quienes él había ordenado que hiciesen su obra. Los príncipes dijeron: No habléis ni enseñéis “en el nombre de Jesús”; pero el mensajero celestial enviado por Dios dijo: “Id, y estando en el templo, hablad al pueblo todas las palabras de esta vida”. Hechos 4:18; 5:20.
Los que procuran obligar a los hombres a observar una institución del papado y pisotear la autoridad de Dios, están haciendo una obra similar a la de los príncipes judíos en los días de los apóstoles. Cuando las leyes de los gobernantes terrenales se opongan a las leyes del Gobernante supremo del universo, entonces le serán fieles los que son leales súbditos de Dios.
Como pueblo no hemos hecho la obra que Dios nos ha confiado. No estamos listos para la crisis que nos impondrá la promulgación de la ley dominical. Es deber nuestro, mientras vemos las señales de que se acerca el peligro, levantarnos y obrar. Nadie se quede sentado en serena expectación del mal, consolándose con la creencia de que esta obra debe ir adelante porque la profecía lo ha predicho, y que el Señor protegerá a su pueblo. No estamos haciendo la voluntad de Dios si permanecemos quietos sin hacer nada para preservar la libertad de conciencia. Deben ascender a Dios oraciones fervientes y eficaces para que esa calamidad sea diferida hasta que podamos realizar la obra que durante tanto tiempo ha sido descuidada. Elévense oraciones muy fervientes; y luego trabajemos en armonía con nuestras oraciones puede parecer que Satanás triunfa y que la verdad está abrumada por la mentira y el error; puede verse en peligro el pueblo sobre el cual Dios extendió su escudo y el país que fue asilo de los siervos de Dios oprimidos por razones de conciencia y por defender la verdad. Pero Dios quiere que recordemos cómo en lo pasado él salvó a su pueblo de sus enemigos. Siempre eligió para manifestar su poder los momentos de extrema necesidad, cuando no parecían tener posibilidad de verse librados de la acción de Satanás. La necesidad del hombre es la oportunidad de Dios.
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Puede ser que un momento de respiro sea concedido todavía al pueblo de Dios para que se despierte y deje brillar su luz. Si la presencia de diez justos habría salvado a las ciudades impías de la llanura, ¿no será posible que Dios, en respuesta a las oraciones de su pueblo, refrene las obras de los que están anulando su ley? ¿No humillaremos nuestro corazón en gran manera delante de Dios e intercederemos con él para que revele su gran poder?
Si nuestro pueblo conserva la actitud indiferente que ha asumido, Dios no podrá derramar su Espíritu sobre él. Sus miembros no estarán preparados para cooperar con él. No se percatan de la situación ni comprenden el peligro que los amenaza. Como nunca antes debieran sentir su necesidad de velar y actuar en concierto.
No se ha comprendido la importancia que tiene la obra peculiar del tercer ángel. Dios quería que sus hijos adelantasen mucho más de lo que han adelantado hasta hoy. Pero ahora, cuando ha llegado el momento de actuar, tienen que hacer preparativos. Cuando los Reformadores Nacionales empezaron a insistir en que se adoptasen medidas para restringir la libertad religiosa, nuestros dirigentes debieran haber comprendido la situación y haber trabajado seriamente para contrarrestar estos esfuerzos. No concuerda con la orden de Dios que nuestro pueblo haya sido privado de la luz, la verdad presente que necesita para este tiempo. No todos nuestros ministros que están dando el mensaje del tercer ángel comprenden realmente lo que constituye este mensaje. El movimiento de Reforma Nacional ha sido considerado por algunos como de tan poca importancia que no merece mucha atención, y, hasta les ha parecido que si se la dedicasen, estarían ocupando su tiempo en cuestiones distintas del mensaje del tercer ángel. El Señor perdone a nuestros hermanos por haber interpretado así el mensaje destinado a este tiempo.
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Es necesario despertar al pueblo acerca de los peligros del tiempo actual. Los centinelas están durmiendo. Sufrimos años de atraso. Sientan los principales centinelas la urgente necesidad de prestar atención a sus propios casos, no sea que pierdan las oportunidades que tienen de ver los peligros.
Si los dirigentes de nuestras asociaciones no aceptan ahora el mensaje que Dios les envía, ni entran en acción, las iglesias sufrirán una gran pérdida. Si, al ver venir la espada, el atalaya toca la trompeta con sonido certero, las filas del pueblo harán repercutir la advertencia, y todos tendrán oportunidad de prepararse para el conflicto. Pero, con demasiada frecuencia, el caudillo ha estado vacilando y pareciendo decir: “No nos apresuremos demasiado. Puede haber un error. Debemos tener cuidado de no provocar una falsa alarma”. La misma .vacilación e incertidumbre de su parte clama: “‘Paz y seguridad’. 1 Tesalonicenses 5:3. No os excitéis. No os alarméis. Se le da a esta cuestión de la Enmienda Religiosa más importancia de la que tiene. Esta agitación se apagará”. En esta forma se niega virtualmente el mensaje enviado por Dios; y la amonestación que estaba destinada a despertar la iglesia no realiza su obra. La trompeta del atalaya no emite un toque certero, y el pueblo no se prepara para la batalla. Tenga el centinela cuidado, no sea que por su vacilación y demora, deje que las almas perezcan, y se le haga responsable de la sangre de ellas.
Durante muchos años hemos sabido que se promulgaría una ley dominical en nuestro país; y ahora que el movimiento se ha producido preguntamos: ¿Cumplirá nuestro pueblo con su deber al respecto? ¿No podemos ayudar a enarbolar el estandarte y llamar al frente a los que tienen consideración por sus derechos y privilegios religiosos? Se está acercando rápidamente el momento en que los que prefieran obedecer a Dios antes que a los hombres sentirán la mano de la opresión. ¿Deshonraremos entonces a Dios guardando silencio mientras que se pisotean sus santos mandamientos?
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Mientras que por su actitud el mundo protestante hace concesiones a Roma, despertémonos y comprendamos la situación, y consideremos la verdadera orientación de la contienda que nos espera. Alcen la voz los centinelas ahora, y den el mensaje que es verdad presente para este tiempo. Mostremos a la gente dónde estamos en la historia profética, y procuremos despertar el espíritu del verdadero protestantismo, haciendo sentir al mundo el valor de los privilegios de la libertad religiosa que se han disfrutado durante tanto tiempo.
Dios nos invita a despertamos, porque el fin se acerca. Cada hora que transcurre es hora de actividad en los atrios celestiales, para preparar en la tierra un pueblo que desempeñe un papel en las grandes escenas que están por sobrecogernmos. Estos momentos que pasan, que nos parecen de tan poco valor, están cargados de intereses eternos. Están amoldando el destino de las almas para la vida eterna o la muerte eterna. Las palabras que pronunciemos hoy a oídos de la gente, las obras que hagamos, el espíritu del mensaje que proclamemos, serán un sabor de vida para vida, o de muerte para muerte.
Hermanos míos, ¿comprendéis que vuestra propia salvación, como también el destino de otras almas, depende de los preparativos que hagáis para la prueba que nos espera? ¿Tenéis el celo intenso, la piedad y devoción que os capacitarán para subsistir cuando hayáis de hacer frente a la oposición? Si alguna vez Dios habló por mí, llegará el momento cuando seréis llevados ante concilios, y se criticará severamente todo punto de la verdad que sostenéis. El tiempo que tan pródigamente se desperdicia ahora, debiera dedicarse al encargo que Dios nos ha hecho de prepararnos para la crisis inminente.
Como nunca antes, la ley de Dios debiera ser amada y honrada por su pueblo fiel. Existe la más imperativa necesidad de inculcar en la mente y los corazones de todos los creyentes, hombres y mujeres, jóvenes y niños, la recomendación de Cristo: “Escudriñad las Escrituras”. Juan 5:39. Estudiad vuestra Biblia como nunca la habéis estudiado antes. A menos que subáis a un nivel más elevado y santo en vuestra vida religiosa, no estaréis listos para la aparición de nuestro Señor. Dios espera de su pueblo un celo, una fidelidad y una devoción correspondientes a la gran luz que le ha dado. Debe haber más espiritualidad, una consagración más profunda a Dios y un celo en su obra que nunca se ha alcanzado todavía. Debe dedicarse mucho tiempo a la oración, para que las vestiduras de nuestro carácter sean lavadas y emblanquecidas en la sangre del Cordero.
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Debemos, en forma especial, y con fe inquebrantable, pedir a Dios que dé ahora a su pueblo gracia y poder. No creemos que haya llegado plenamente el tiempo en que han de restringirse nuestras libertades. El profeta vio “cuatro ángeles que estaban sobre los cuatro ángulos de la tierra, deteniendo los cuatro vientos de la tierra, para que no soplase viento sobre la tierra, ni sobre la mar, ni sobre ningún árbol”. Otro ángel, que ascendía desde el oriente, clamó a ellos diciendo: “No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que señalemos a los siervos de nuestro Dios en sus frentes”. Apocalipsis 7:1, 3. Esto señala la obra que tenemos que hacer ahora. Una gran responsabilidad incumbe a los hombres y mujeres que oran en todo el país, para que pidan a Dios que rechace la nube del mal, y nos conceda algunos años más de gracia en que trabajar para el Maestro. Clamemos a Dios para que sus ángeles retengan los cuatro vientos hasta que los misioneros sean enviados a todas partes del mundo y proclamen la amonestación contra los que desobedecen la Ley de Jehová.
El centinela americano y su misión
Dios emplea diversos instrumentos en la preparación de su pueblo para que esté firme en la crisis, que tenemos por delante. Habla mediante su palabra y sus ministros. Despierta a los guardas y los envía hacia el frente con mensajes de amonestación, de reprensión y de instrucción, para que su pueblo haga caso de todo lo que él mande. Cuando se le da luz, es su deber no sólo recibirla, sino también compartirla, añadiendo su influencia en favor de ella para que su impacto completo se sienta en la iglesia y en el mundo. El Centinela Americano es como una trompeta que da un sonido claro; y nuestro pueblo entero debiera leerlo con detenimiento y luego enviárselo a algún familiar o amigo, dando así el mejor uso a la luz que Dios le ha impartido.
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Por espacio de tres años han proclamado amonestaciones ante el mundo por medio de las columnas de El Centinela Americano; pero aquellos que profesan creer la verdad presente no han sido afectados debidamente por las señales de peligro. Si nuestros hermanos hubieran usado El Centinela Americano como tuvieron el privilegio de hacerlo, y todos hubieran estado unidos en recomendarlo a cada asociación y a toda iglesia, como Dios quería que lo hiciesen; si se hubiera llamado la atención de nuestro pueblo a esta obra, que era tan esencial llevar a cabo en este tiempo; si hubieran apreciado la luz que Dios permitió que brillara sobre ellos mediante las amonestaciones, los consejos y la delineación de los sucesos actuales, no estaríamos ahora, como pueblo, tan atrasados en prepararnos para hacer la obra. Ha habido una sorprendente indiferencia y ocio en este tiempo aciago. La verdad, la verdad presente, es lo que el pueblo necesita; y si los hermanos en todas las iglesias se diesen cuenta del asombroso significado de los movimientos que se están llevando a cabo ahora en lo referente a las enmiendas religiosas; si hubieran discernido en estos movimientos el pleno y directo cumplimiento de la profecía que los llama a despertar y responder a las exigencias de la crisis, no estarían ahora en tan grande estupor y en un sueño semejante al de la muerte.
La Palabra de Dios no permanece en silencio con respecto a estos tiempos trascendentales, y esto será comprendido por todos los que no resistan el Espíritu por haber decidido no oír, no recibir y no obedecer. Por años hemos tenido presentes los mensajes del Señor; pero ha habido influencias que han obrado directamente para anular las amonestaciones procedentes de El Centinela Americano y de los Testimonios, y a través de otros instrumentos que el Señor envía a su pueblo. Se hubiera podido hacer mucho más con El Centinela Americano si estas influencias contrarias no hubiesen estado obrando para impedirlo. Aunque no se diga nada contra esta publicación, los hechos manifiestan la indiferencia que se siente. Y mientras que los guardas no den a la trompeta un sonido claro el pueblo no se alarmará y no estará alerta al peligro.