Testimonios para la Iglesia, Vol. 6, p. 27-37, día 340

El Dios del cielo no enviará al mundo sus juicios motivados por la desobediencia y la transgresión antes de haber enviado a sus atalayas para que den su amonestación. No se cerrará el tiempo de gracia hasta que el mensaje haya sido proclamado con toda claridad. La ley de Dios será magnificada. Sus requerimientos se presentarán en su verdadero carácter sagrado, para que la gente se vea obligada a decidir en pro o en contra de la verdad. Sin embargo, la obra será abreviada en justicia. El mensaje de la justicia de Cristo resonará de un extremo de la tierra hasta el otro para preparar el camino del Señor. La gloria de Dios es la que termina la obra del tercer ángel. 

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No hay en nuestro mundo otra obra tan grande, sagrada y gloriosa, ninguna que Dios honre tanto, como la obra de la predicación evangélica. El mensaje presentado en este tiempo es el último mensaje de misericordia para un mundo caído. Los que tienen el privilegio de oír y persisten en negarse a escuchar la amonestación, desechan su última esperanza de salvación. No habrá un segundo tiempo de gracia. 

La palabra de verdad: “Escrito está”, es el Evangelio que hemos de predicar. No hay espada flamígera puesta delante de este árbol de vida. Todos los que quieran pueden participar de él. No hay poder capaz de impedir a alguna alma tomar de sus frutos. Todos pueden comer y vivir para siempre. 

En los mensajes de Dios al mundo, la iglesia remanente acopiará misterios que los ángeles desearían escudriñar, que los profetas, reyes y justos desearon comprender. Los profetas predijeron estas cosas y anhelaron comprender lo que predecían; pero no se les concedió este privilegio. Anhelaban ver lo que vemos, y oír lo que oímos; pero no les fue concedido. Lo sabrán todo cuando Cristo venga por segunda vez; cuando, rodeado por una multitud que nadie puede contar, explique acerca de la liberación realizada por su gran sacrificio. 

Algunos han presentado las verdades del mensaje del tercer ángel como teorías áridas; pero el Cristo viviente es el tema que debe presentarse en este mensaje. Debe revelarse como el primero y el último, como el Yo Soy, raíz y vástago de David y estrella resplandeciente de la mañana. El carácter de Dios en Cristo debe manifestarse al mundo mediante este mensaje. Debe proclamarse la invitación: “Súbete sobre un monte alto, anunciadora de Sión; levanta fuertemente tu voz, anunciadora de Jerusalén; levántala, no temas; di a las ciudades de Judá: ¡Ved aquí al Dios vuestro! He aquí que Jehová el Señor vendrá con poder, y su brazo señoreará; he aquí que su recompensa viene con él, y su paga delante de su rostro. Como pastor apacentará su rebaño; en su brazo llevará los corderos, y en su seno los llevará; pastoreará suavemente a las recién paridas” Isaías 40:9-11. 

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Con Juan el Bautista debemos ahora guiar a las gentes hacia Jesús, diciendo: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Juan 1:29. Ahora, como nunca antes, debe anunciarse la invitación: “Si alguno tiene sed, venga a mi y beba” y “el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” Juan 7:37; Apocalipsis 22:17. 

Hay una gran obra que realizar y debe hacerse todo esfuerzo posible para revelar a Cristo como el Salvador que perdona; a Cristo como expiación por el pecado; a Cristo como la estrella de la mañana; y el Señor nos dará gracia ante el mundo hasta que se haya terminado la obra. 

Mientras los ángeles retienen los cuatro vientos, debemos trabajar con toda nuestra capacidad. Debemos entregar nuestro mensaje sin demora. Debemos dar al universo celestial y a los hombres y mujeres de esta época degenerada, evidencia de que nuestra religión es una fe y un poder de los cuales Cristo es el autor; y que su Palabra es el oráculo divino. Hay personas que están en la balanza. Serán súbditos del reino de Dios o esclavos del despotismo de Satanás. Todos deben tener el privilegio de aceptar la esperanza que el Evangelio les ofrece; pero ¿cómo podrán oír sin que haya quien les predique? La familia humana necesita una renovación moral, una transformación del carácter, a fin de poder subsistir en la presencia de Dios. Hay almas a punto de perecer a causa de los errores de las teorías prevalecientes que han surgido contrarrestar el mensaje del Evangelio. ¿Quiénes querrán consagrarse ahora plenamente a la obra de ser colaboradores de Dios? 

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Mientras veis los peligros y la miseria del mundo por obra de Satanás, no agotéis en ociosas lamentaciones las energías que Dios os ha dado, sino antes trabajad para beneficio de vosotros mismos y de los demás. Despertad y preocupaos por los que perecen. Si no son ganados para Cristo, perderán una eternidad de bienaventuranza. Pensad en lo que les es posible ganar. El alma que Dios creó y que Cristo redimió es de gran valor en virtud de las posibilidades que tiene, de las ventajas espirituales que le han sido concedidas, de las capacidades que puede poseer si la Palabra de Dios la vivifica, y de la inmortalidad que puede obtener mediante el Dador de la vida, si es obediente. Un alma es de más valor para el cielo que todo un mundo de propiedades, casas, tierras y dinero. Debiéramos emplear nuestros recursos hasta lo sumo para la conversión de un alma. Un alma ganada para Cristo reflejará en derredor suyo la luz del cielo, la cual, al penetrar en las tinieblas morales y disiparlas, salvará a otras personas. 

Si Cristo dejó las noventa y nueve para buscar y salvar a la oveja perdida, ¿podremos nosotros considerarnos exentos de responsabilidad haciendo menos? ¿Dejar de trabajar como Cristo trabajó, de sacrificarse como él se sacrificó, no es traicionar de hecho nuestro sagrado deber, y una afrenta a Dios?

Haced resonar la alarma a lo largo y ancho de toda la tierra. Decid a la gente que el día del Señor está cerca, y que se apresura grandemente. Que no quede nadie sin ser amonestado. Podríamos estar en el lugar de las pobres almas que yerran. Podríamos haber sido colocados entre los bárbaros. De acuerdo con la verdad que hemos recibido en mayor medida que los demás, tenemos una deuda para compartirla con ellos. 

No hay tiempo que perder. El fin está cerca. Los viajes de un lugar a otro para difundir la verdad pronto se verán rodeados de peligros a diestra y siniestra. Aparecerán toda clase de obstáculos en el camino de los mensajeros del Señor, para que no puedan llevar a cabo lo que les es posible hacer ahora. Debemos mirar bien de frente nuestra obra y avanzar tan rápidamente como sea posible en una guerra agresiva. Por la luz que Dios me ha dado, sé que las potestades de las tinieblas están obrando con intensa energía desde abajo, y con paso furtivo Satanás está avanzando para sorprender a los que duermen, como un lobo que se apodera de su presa. Tenemos amonestaciones que podemos presentar ahora y una obra que podemos hacer; pero será más difícil de realizarla antes de lo que imaginamos. Que Dios nos ayude a mantenernos donde brilla la luz, a trabajar con nuestros ojos fijos en Jesús nuestro caudillo, y a avanzar con paciencia y perseverancia hasta alcanzar la victoria. 

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Ampliación de la obra en el extranjero

Recibí este breve mensaje en horas de la noche para que lo comunique a las iglesias que conocen la verdad: “Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti”. Isaías 60:1. 

Las palabras del Señor registradas en (Isaías 54) son para nosotros: “Ensancha el sitio de tu tienda, y las cortinas de tus habitaciones sean extendidas; no seas escasa; alarga tus cuerdas, y refuerza tus estacas. Porque te extenderás a la mano derecha y a la mano izquierda; y tu descendencia heredará naciones, y habitará las ciudades asoladas. No temas, pues no serás confundida; y no te avergüences, porque no serás afrentada, sino que te olvidarás de la vergüenza de tu juventud, y de la afrenta de tu viudez no tendrás más memoria. Porque tu marido es tu Hacedor; Jehová de los ejércitos es su nombre; y tu Redentor, el Santo de Israel; Dios de toda la tierra será llamado” Isaías 54:2-5. 

Las palabras que Jesús dirigió a sus discípulos también son para nosotros: “¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega. Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce juntamente con el que siega”. Juan 4:35, 36. 

El pueblo de Dios tiene por delante una enorme obra que realizar, una obra que debe destacarse continuamente y alcanzar mayor prominencia. Debemos llevar a cabo una obra mucho más extensa en nuestro trabajo misionero. Es preciso que actuemos con mayor determinación que hasta ahora, antes de la venida de nuestro Señor Jesucristo. El pueblo de Dios no debe cesar en su trabajo hasta que haya abarcado el mundo entero. 

La viña es el mundo entero, y hay que trabajar en todas partes. Hay lugares que ahora son un desierto moral, y que tienen que convertirse en jardines del Señor. Es necesario cultivar los lugares desolados de la tierra para que puedan reverdecer y florecer como la rosa. Hombres inspirados por el Espíritu Santo deben trabajar en nuevos territorios. Hay que establecer nuevas iglesias y grupos. Es necesario que haya representantes de la verdad presente en todas las ciudades y hasta en los lugares más remotos del mundo. La gloria de la verdad de Dios debe resplandecer en toda la tierra. La luz debe iluminar a todo lugar y a toda persona. Quienes recibieron la luz deben hacerla brillar constantemente. Puesto que el sol ha salido en nuestras vidas debemos reflejar su luz sobre el sendero de los que están en oscuridad. 

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Una crisis se avecina. Imbuidos del poder del Espíritu Santo debemos ahora proclamar las grandes verdades para estos últimos días. No transcurrirá mucho tiempo antes que todos hayan escuchado la amonestación y efectuado su decisión. Entonces vendrá el fin. 

La esencia misma de toda fe genuina es hacer lo correcto en el tiempo oportuno. Dios es el Gran Artífice y en su providencia prepara el camino para que su obra concluya. Dios provee oportunidades, abre vías de influencia y canales para realizar la obra. Si su pueblo se mantiene alerta para detectar las indicaciones de su providencia, y está dispuesto a cooperar con él, verá terminada una gran obra. Sus esfuerzos bien dirigidos, producirán cien veces mejores resultados que los que se puede lograrían con idénticos medios y facilidades en otro sector en el que Dios no obra en forma tan manifiesta. Nuestra obra transforma, y Dios se propone que la excelencia en todos los frentes sea una lección práctica para la gente. Es importante, que en nuevas regiones la obra quede tan bien establecida que asegure una representación correcta de la verdad. Este principio debe mantenerse vigente en todos nuestros planes y proyectos misioneros. 

Algunos países tienen ventajas que los distinguen como centros de educación e influencia. En las naciones de habla inglesa y en los países protestantes de Europa, es relativamente fácil tener acceso a la gente y hay muchas ventajas para establecer instituciones y llevar a cabo nuestra obra. En otros lugares como la India y la China, los obreros deben pasar por un prolongado proceso de educación antes de ser capaces de entender a la gente o hacerse entender. A cada paso se encuentran grandes dificultades en la obra. Estos impedimentos no existen en Estados Unidos, Australia, Inglaterra y otros países europeos. En Estados Unidos hay muchas organizaciones que le dan carácter a la obra. A medida que la obra avanza es necesario que a Inglaterra, Australia, Alemania, Escandinavia y otros países dispongan de suficientes medios. El Señor tiene obreros de experiencia en esos países que pueden ser útiles en el establecimiento de instituciones, en la preparación de nuevos obreros y en llevar adelante la obra en sus distintos frentes. Es el propósito de Dios que a estos obreros se les proporcionen los medios necesarios. Las instituciones que se establezcan le darían un sólido carácter a la obra en esos países, y ofrecerían oportunidades para la preparación de obreros para los países menos desarrollados. De esta manera, la eficiencia de nuestros obreros de experiencia se vería centuplicada. 

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En Inglaterra hay una gran obra que realizar. La luz que irradia de Londres debería iluminar a regiones lejanas con rayos inequívocos y bien definidos. Dios ha sentido preocupación por Inglaterra, pero esta nación ha sido sumamente descuidada. Inglaterra necesita muchos más obreros y recursos. Londres apenas ha sido tocada. Al presentárseme la situación que impera en esa gran ciudad, mi corazón se conmueve profundamente. Me duele pensar que no se han provisto mayores medios para la obra a través de Europa. Me duele el corazón al pensar acerca de la obra en Suiza, Alemania, Noruega y Suecia. Donde hay uno o dos hombres luchando para llevar adelante los diferentes frentes de la causa, debiera haber cientos trabajando. No menos de cien hombres deberían estar trabajando en Londres solamente. El Señor toma nota del descuido de su obra, y pronto pedirá estricta cuenta. 

Si los obreros de Estados Unidos compartieran sus bendiciones con otros, se vería prosperidad en la obra en Inglaterra. Se solidarizarían con los obreros que luchan con dificultades en esa ciudad, y tendrían el corazón para decir, no solamente en palabras sino en acción: “Vosotros sois hermanos”. Mateo 23:8. Verían una obra grande hecha en Londres, en todas las ciudades de Inglaterra y en toda Europa. 

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Dios nos exhorta a proseguir con empeño los trabajos de la cruz en Australia. Se están abriendo nuevos campos. La obra se ha estancado por falta de obreros y recursos financieros, pero no debe detenerse por más tiempo. De todos los países, Australia es el que más se parece a Estados Unidos. Se encuentra allí toda clase de gentes. Y el mensaje de amonestación no se ha presentado ni ha sido rechazado. Hay miles de personas honestas que imploran para que se les envíe luz. Los centinelas del Señor deberán hacer guardia sobre las murallas de Sión y dar la advertencia: “La mañana viene y también la noche”, la noche cuando nadie puede obrar. Mientras los ángeles sostienen los cuatro vientos, el mensaje debe entrar en cada lugar en Australia, tan pronto como sea posible. 

El fortalecimiento de la obra en los países de habla inglesa, pondrá al alcance de nuestros obreros una influencia cien veces mayor que la que han logrado para plantar el estandarte de la verdad en muchos otros países. 

Mientras procuramos trabajar en estos campos desatendidos, desde países lejanos llega el clamor: “Ven y ayúdanos”. Estos países no son fáciles de alcanzar y no están tan preparados para la cosecha como lo están los campos más cercanos a nosotros; pero no hay que descuidarlos. 

Me ha sido revelada recientemente la pobreza de las naciones de África. Los misioneros enviados desde Estados Unidos a las naciones africanas han sufrido y están sufriendo por carencia de lo necesario para vivir. Los misioneros de Dios que llevan el mensaje de misericordia a las tierras paganas, no están siendo sostenidos en sus trabajos en forma apropiada. 

Nuestros hermanos no han discernido que al ayudar al progreso de la obra en el extranjero, están ayudando a la obra en su propio país. Aquello que se da para iniciar la obra en un lugar, resulta en el fortalecimiento de esta en otros. Cuando los obreros son liberados de los impedimentos causados por la escasez, sus esfuerzos pueden expandirse; a medida que la gente sea llevada a la verdad y se establezcan iglesias, las finanzas aumentarán. Muy pronto estas iglesias podrán llevar a cabo no solamente la obra dentro de sus propias fronteras, sino que también impartirán a otros campos. De esa manera se compartirá la carga que pesa sobre las iglesias locales. 

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El trabajo misionero avanzará aún más en todo aspecto cuando un espíritu más liberal de desprendimiento y altruismo se manifieste hacia la prosperidad de las misiones en el extranjero; porque la prosperidad del trabajo local depende en gran medida, bajo la dirección de Dios, de la influencia que se refleja a través la obra evangélica realizada en países lejanos. Ponemos nuestras almas en contacto con la fuente de todo poder al trabajar activamente para suplir las necesidades de la causa de Dios. 

Aunque la obra en el extranjero no ha avanzado como tanto como era necesario; lo que se ha hecho, sin embargo, es suficiente como para estar agradecidos y una base para cobrar ánimo. En estos campos se han usado muchos menos recursos que en el campo local, y la obra se ha realizado bajo las más duras presiones y sin los medios adecuados. Sin embargo, considerando la ayuda que se ha enviado a dichos campos, el resultado es en verdad sorprendente. Nuestro éxito misionero ha sido proporcional a nuestro esfuerzo de desprendimiento y altruismo. Únicamente el Señor puede valorar el trabajo realizado. A medida que el mensaje del Evangelio se ha proclamado en forma clara y precisa. Nuevos territorios se han alcanzado y se ha realizado un trabajo agresivo. La semilla de la verdad se ha sembrado y la luz ha iluminado muchas mentes y producido una mayor revelación de Dios, y un entendimiento más exacto del carácter que se debe desarrollar. Miles han sido traídos al conocimiento según está revelado en Jesús. Han sido inspirados por la fe que obra por el amor y purifica el alma. 

El valor de estas ventajas sobrepasa nuestra comprensión. ¿Con qué podría medirse la profundidad de la palabra predicada? ¿Qué balanza podría pesar con exactitud la influencia de quienes se convierten a la verdad? Ellos mismos llegan a ser misioneros y trabajan por otros. En numerosos lugares se han construído capillas. La Biblia, la preciosa Biblia, es estudiada con atención. El tabernáculo de Dios está con los hombres y él habita entre ellos. 

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Regocijémonos porque en estos campos se ha realizado una obra que Dios puede aprobar. En el nombre del Señor, ofrezcamos expresiones de alabanza y agradecimiento por los resultados de la obra en otros países. 

Nuestro General, quien no se equivoca, continúa diciendo: “Avanzad. Entrad en nuevos territorios. Levantad bandera en cada lugar. ‘Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti’. 

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