Testimonios para la Iglesia, Vol. 6, p. 292-301, día 367

El ministerio evangélico es necesario para dar permanencia y estabilidad a la obra médica misionera; y el ministerio necesita la obra médica misionera para mostrar la parte práctica del Evangelio. Ninguna parte de la obra es completa sin la otra.

El mensaje de la pronta venida del Salvador debe ser proclamado en todo el mundo, y debiera caracterizarlo una solemne dignidad en todos sus ramos. Debe cultivarse una viña muy extensa, y el labrador hábil la trabajará de tal manera que cada parte produzca fruto. Si en la obra médica misionera se mantienen puros los principios de la verdad, sin que los contamine nada que pudiera empañar su brillo, el Señor la dirigirá. Si los que llevan las cargas pesadas se mantienen firmes y leales a los principios de la verdad, el Señor los sostendrá. 

La unión que debe existir entre la obra médica misionera y el ministerio evangélico se presenta claramente en el capítulo 58 de Isaías. Hay sabiduría y bendición para los que quieran dedicarse a la obra allí representada. Este capítulo es explícito, y tiene lo suficiente para iluminar a cualquiera que desee hacer la voluntad de Dios. Ofrece amplia oportunidad de ministrar a la humanidad doliente y de ser al mismo tiempo instrumentos en la mano de Dios para comunicar la luz de la verdad a un mundo que perece. Si la obra del mensaje del tercer ángel se lleva a cabo debidamente, no se asignará al ministerio un lugar inferior, ni se descuidará a los pobres y enfermos. En su Palabra, Dios ha unido estas dos secciones de la obra, y nadie debe separarlas. 

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Existe el peligro de perder de vista los importantes principios de la verdad al efectuar la obra que debemos hacer para favorecer a los pobres; pero debemos recordar siempre que al ejecutarla hay que incluir las necesidades espirituales de la persona necesistada. En nuestros esfuerzos por aliviar las necesiddes temporales, corremos el peligro de separar del último mensaje evangélico sus cualidades más importantes. En la forma como se ha llevado a cabo en algunos lugares, la obra médica misionera ha usado talentos y recursos que pertenecen a otros ramos de la obra, y se ha descuidado el trabajo que debía hacerse entre los que son manifiestamente más espirituales. 

Debido a las siempre crecientes oportunidades para atender toda clase de necesidades temporales, existe el peligro de que la obra médica eclipse el mensaje que Dios nos ha dado para que lo proclamemos en toda ciudad, a saber, que Cristo vendrá pronto, y que es necesario obedecer los mandamientos de Dios y al testimonio de Jesús. Este mensaje es el que debe preocuparnos en nuestra obra. Debe ser proclamado con fuerte clamor a todo el mundo. Tanto en nuestra patria como en los campos extranjeros, debe acompañarlo la presentación de los principios del sano vivir, pero sin independizarse de él ni reemplazarlo. Esta fase de la obra, sin embargo, no debe absorber tanto nuestra atención que disminuya la importancia de los demás departamentos. El Señor nos ha ordenado que consideremos la obra en todos sus aspectos, para que tenga un desarrollo proporcionado, simétrico y bien equilibrado. 

La verdad para este tiempo abarca todo el Evangelio; por eso, debidamente presentada, realizará cambios en la persona que pondrán en evidencia el poder de la gracia de Dios sobre el corazón. Hará un trabajo completo en el ser humano, y lo desarrollará integralmente. Por lo tanto, no se trace ninguna línea de demarcación entre la verdadera obra médica misionera y el ministerio evangélico. Fusiónense ambos al dar esta invitación: “Venid… todo está preparado”. Manteneos vinculados por una unión inseparable, como el brazo está unido al cuerpo. 

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Los obreros médicos misioneros

El Señor necesita toda clase de obreros hábiles. “Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros; a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. Efesios 4:11-13.

Todo hijo de Dios debe tener un criterio santificado para considerar la causa en su conjunto y la relación de cada parte con las demás, para que ninguna se perjudique. El campo es vasto, y hay una gran obra de reforma que ejecutar, no en uno o dos ramos, sino en todos. El trabajo médico misionero es parte de esta obra de reforma, pero nunca debería convertirse en la causa de separación de su campo de labor a los obreros del ministerio. La educación de los estudiantes de medicina no es completa si no se preparan para trabajar en conexión con la iglesia y el ministerio, y la utilidad de los que se están preparando para el ministerio sería mucho mayor si recibieran instrucción acerca del extenso e importante tema de la salud. Se necesita la influencia del Espíritu Santo para que la obra esté debidamente equilibrada, y que pueda progresar sólidamente en todo ramo. 

“Avanzad juntos”

La obra del Señor es una, y su pueblo ha de ser uno. El no ha indicado que alguna parte del mensaje se lleve adelante independientemente o llegue a absorberlo todo. En todas sus labores, unió la obra médica misionera con el ministerio de la Palabra. Envió a los doce apóstoles, y más tarde a los setenta, a predicar el Evangelio. Les dio también poder para sanar a los enfermos y echar fuera demonios en su nombre. Así también los obreros del Señor deben hacer su obra. El mensaje que nos llega hoy, es: “Como me envió el Padre, así también yo os envío. Y habiendo dicho esto, sopló y les dijo: Recibid el Espíritu Santo”. Juan 20:21, 22. 

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Satanás inventará cuantos planes pueda para separar a los que Dios procura unir. Pero no debemos permitir que sus ardides nos desvíen, Si la obra médica misionera se lleva a cabo como parte del Evangelio, los del mundo verán el bien que se está realizando; quedarán convencidos de su pureza y contribuirán para sostenerla. 

Nos estamos acercando al fin de la historia de este mundo, y Dios invita a todos a enarbolar el estandarte que lleva la inscripción: Aquí están “los que guardan los mandamientos de Dios, y la fe de Jesús”. Apocalipsis 14:12. Llama a su pueblo a trabajar en perfecta armonía. Pide a los que están empeñados en nuestra obra médica a unirse con el ministerio y a éste a cooperar con los obreros médicos misioneros; también invita a la iglesia a asumir el deber que le ha señalado mantener en alto: el estandarte de la verdadera reforma en su propio territorio, dejando libres a los obreros preparados y experimentados para que avancen hacia nuevos campos. Nadie debe pronunciar ninguna palabra desalentadora, porque eso agravia el corazón de Cristo y llena de alegría al adversario. Todos necesitan ser bautizados por el Espíritu Santo; todos deben evitar censurar y hacer observaciones despectivas; en cambio deben acercarse más a Cristo, para apreciar las pesadas responsabilidades que están llevando los que colaboran con él. “Avanzad juntos; avanzad juntos”, son las palabras de nuestro instructor divino. La unión hace la fuerza; en la división hay debilidad y derrota.

En nuestra obra en favor de los pobres e infortunados, necesitaremos ser precavidos, para evitar acumular responsabilidades que no podamos desempeñar. Antes de adoptar planes y métodos que requieran un gran uso de recursos, debemos considerar si tendrán la aprobación divina. Dios no aprueba que se fomente un ramo de trabajo en desmedro de los demás. Él desea que la obra médica misionera prepare el camino para la presentación de la verdad salvadora para este tiempo: la proclamación del mensaje del tercer ángel. Si esto se cumple, el mensaje no será eclipsado ni estorbado su progreso. 

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Lo que Dios requiere no son numerosas instituciones, grandes edificios, ni mucha ostentación; sino la acción armoniosa de un pueblo peculiar, un pueblo precioso, escogido por él. Cada uno debe ocupar su lugar, pensando, hablando y actuando en armonía con el Espíritu de Dios. Entonces, pero no antes, será la obra un todo completo y simétrico.

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Descuidados por la iglesia y el ministerio

En la invitación a la cena evangélica, el Señor Jesús ha especificado la obra que debe realizarse; la obra que debe ocupar a cada iglesia en todas partes, hacia los cuatro puntos cardinales. 

Las iglesias necesitan que sus ojos sean ungidos con el colirio celestial, para que puedan ver las múltiples oportunidades que tienen a su alrededor de ministrar en el servicio de Dios. El Señor ha llamado a su pueblo repetidamente para salir a los caminos y veredas, y urgir a la gente a entrar para que su casa se llene; sin embargo, aun a la sombra de nuestras propias puertas se encuentran familias por las que no hemos mostrado interés suficiente para hacerles pensar que nos preocupamos por ellas. Esta obra que tenemos delante de nosotros es la que el Señor ahora le suplica a su iglesia que emprenda. No debemos pararnos y decir: “¿Quién es mi prójimo?” Debemos recordar que nuestro prójimo es el que necesita más de nuestra ayuda y simpatía. Nuestro prójimo es cada alma que está herida y maltratada por el adversario. Nuestro prójimo es todo aquel que pertenece a Dios. En Cristo, las diferencias marcadas por los judíos respecto a quién era su prójimo, desaparecen. No hay límites territoriales, distintivos artificiales, castas ni aristocracia. 

Oportunidades limitadas

En nuestras iglesias no se ha manifestado ampliamente la actitud del Buen Samaritano. Muchos necesitados de ayuda han sido descuidados, así como el sacerdote y el levita despreciaron al extranjero herido y magullado que fue dejado a la vera del camino para que muriera. Los mismos que necesitaban el poder del Sanador divino para que curara sus heridas, lo dejaron sin ofrecerle ayuda y como si no existiera. Muchos han obrado como si fuera suficiente saber que Satanás tenía su trampa lista para un alma, y que podían irse a la casa sin importarles la oveja perdida. Es evidente que los que manifiestan tal actitud, no han sido participantes de la naturaleza divina, sino de los atributos del enemigo de Dios. 

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Alguien debe cumplir la misión que Cristo dio; alguien debe continuar la obra que él comenzó en el mundo, y se ha dado este privilegio a la iglesia. Ha sido organizada para esto. ¿Por qué, entonces, los miembros de la iglesia no han aceptado la responsabilidad? Hay algunos que han observado este descuido; han visto la necesidad de muchos que sufren y pasan penurias; han reconocido en estas pobres almas a aquellos por quienes Cristo dio su vida, y sus corazones han sido estremecidos con piedad, poniendo sus energías en acción. Han iniciado la obra de organizar a los que colaboran con ellos llevando la verdad del Evangelio a los que en el presente se encuentran en el vicio y la iniquidad, para que sean redimidos de una vida de disipación y pecado. Los que han estado haciendo esta obra de ayuda cristiana, cumplen con lo que el Señor desea que hagan, y él acepta lo que hacen. Lo que se ha hecho en este aspecto es la obra con la cual todo adventista del séptimo día debe simpatizar de todo corazón, respaldarla y asirse del Señor para lograrlo. Al descuidar la misión que está dentro de sus propias fronteras, al rehusar llevar estas responsabilidades, la iglesia sufre una gran pérdida. Si la Iglesia hubiera hecho esta obra como debía, habría sido el medio de salvación para mucha gente.

El Señor no ha mirado con simpatía a su iglesia por causa de su descuido. Se ha hecho evidente en muchos el amor por la despreocupación y la complacencia egoísta. Algunos que han gozado del privilegio de conocer la verdad bíblica no la han entronizado en el santuario de su alma. Dios los responsabiliza por los talentos que no han usado en servicio fiel y honesto, realizando todo esfuerzo posible para buscar y salvar los que estaban perdidos. Se representa a estos siervos negligentes viniendo a la cena de bodas sin el vestido apropiado, el vestido de la justicia de Cristo. Han aceptado la verdad nominalmente, pero no la practican. Profesamente circuncidados, en realidad están entre los incircuncisos. ¿Por qué no nos entusiasmamos con el Espíritu de Cristo? ¿Por qué somos tan poco sensibles a los lamentos lastimeros de un mundo lleno de sufrimientos? ¿Consideramos nuestro exaltado privilegio, agregar una estrella a la corona de Cristo, un alma librada de las cadenas con las cuales Satanás la había atado, un alma rescatada para el reino de Dios? La iglesia debe reconocer su obligación de llevar el Evangelio de la verdad presente a cada criatura. Os ruego que leáis los capítulos tres y cuatro de Zacarías. Si se entienden y aceptan estos capítulos, una obra será hecha por aquellos que están hambrientos y sedientos de justicia, una obra que significa para la iglesia: “Adelante y hacia arriba”.

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Resultados de la negligencia

Todos los miembros de la iglesia deben participar activamente en la obra misionera dondequiera que se establezca una iglesia. Deben visitar cada familia en el vecindario y conocer su condición espiritual. Si los profesos cristianos hubieran participado en esta obra desde que sus nombres fueron escritos en los libros de la iglesia, no habría ahora una incredulidad tan grande, tales abismos de iniquidad, la maldad sin paralelos que se ve en el mundo actualmente. Si cada miembro de iglesia hubiera procurado iluminar a otros, miles y miles estarían hoy con el pueblo de Dios que observa sus mandamientos. 

Y no solamente en el mundo vemos el resultado de la negligencia de la iglesia para trabajar en las filas de Cristo. Esta negligencia ha permitido que se introduzcan en la iglesia actitudes que han eclipsado la importancia de la obra de Dios. Se ha introducido un espíritu de crítica y resentimiento, y en muchos se ha opacado el espíritu de discernimiento. Por este motivo, la causa de Cristo ha sufrido una enorme pérdida. Inteligencias celestiales han estado esperando para colaborar con los agentes humanos, pero su presencia no ha sido notada. 

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Necesidad de arrepentimiento

Ahora es el momento propicio para arrepentirnos. Todo miembro del pueblo de Dios debe interesarse individualmente en la obra de hacer el bien. Deben unirse en anhelantes esfuerzos por elevar e iluminar a sus conciudadanos. Deben llevar el vestido de bodas que Cristo ha provisto para que estén en condición de trabajar en sus filas. No debieran recibir la gracia de Dios en vano. Con humilde y devota reverencia debieran trabajar a diestra y siniestra, consagrando a Dios todo su servicio y todas sus capacidades.

Debe producirse un despertar entre el pueblo de Dios. La iglesia en su totalidad será probada. El que se inclina hacia el mundo, el que medita y hace planes, el que tiene la mente constantemente ocupada en su negocio, debiera buscar la sabiduría en asuntos de interés eterno. Si ddedicara tanta energía en asegurar los tesoros celestiales y la vida que se mide por la vida de Dios, como lo hace para lograr ganancias mundanales, ¿qué no lograría? 

El mayordomo infiel no se enriqueció con los recursos de su amo; simplemente no los puso a trabajar. Permitió que el ocio reemplazara el esfuerzo sincero y generoso. Fue infiel al apropiarse de los bienes de su señor. Siervo infiel, ¿no ves que perderás tu alma si no cooperas con Dios y maximizas tus talentos para el Maestro? Se te dio la mente para que entendieras cómo trabajar. Se te dieron ojos para que pudieras ser sabio para discernir las oportunidades que Dios te da. Tus oídos son para escuchar los mandamientos de Dios. Tus rodillas son para inclinarte tres veces al día en sincera oración. Tus pies son para correr por la senda de los mandamientos de Dios. El pensamiento, esfuerzo y talento debieran ser puestos en actividad para que podáis estar preparados para graduaros en la escuela de lo alto y oír de los labios de Uno que ha vencido toda tentación por nosotros: “Al que venciere yo le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono”. “Así dice Jehová de los ejércitos: si anduvieres por mis caminos, y guardares mi ordenanza, también tú gobernarás mi casa, también guardarás mis atrios, y entre estos que aquí están te daré lugar” Apocalipsis 3:21; Zacarías 3:7. Si no colaboras con Dios entregándote a él y le sirves, serás juzgado como no apto para ser ciudadano de su inmaculado reino celestial.

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Descuidados por el ministerio

En tanto que se me ha encomendado señalar el peligro de influir exageradamente en favor de asuntos que atañen a las actividades médicas misioneras, hasta el punto de descuidar otros ramos de servicio, esto no deja sin responsabilidad a los que se han mantenido alejados de la obra médica misionera. Los que no han simpatizado con esta obra, debieran cuidar ahora la forma como se expresan, pues, no tienen conocimiento respecto a este asunto. Cualquiera sea la posición que ocupen en la Asociación, debieran tener cuidado al expresar sentimientos que no ayudarán a nadie. La indiferencia y la oposición que algunos han manifestado referente a este asunto, son inconsecuentes con sus palabras que deberían ejercer una influencia edificante. No tienen una apreciación clara. 

Algunos están preocupados y confundidos porque la obra médica se está saliendo de cauce, pues, al recibir tantos talentos y recursos, supera sobradamente el trabajo que se realiza en otros frentes. ¿Qué sucede? ¿Es que los dirigentes de la obra médica misionera están haciendo demasiado o es que los dirigentes de otros ramos están haciendo muy poco? Se me ha mostrado que en muchas actividades de la obra estamos haciendo solamente una pequeña parte de lo que debe hacerse. No se está manifestando como debiera fe, celo ni energía en la obra del ministerio. Los esfuerzos de muchos son débiles y sin espiritualidad. Es evidente que no hemos actuado de acuerdo con la luz que el Señor nos ha dado referente a nuestro deber y privilegios. Los hombres han superpuesto los planes de Dios con los propios. Se me ha comisionado para que diga que la prosperidad de la obra médica misionera tiene el beneplácito de Dios. Esta obra debe llevarse a término; la verdad debe ser llevada por los caminos y los vallados. Los pastores y los miembros de iglesia debieran despertar y ver la necesidad de cooperar en esta obra. 

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