Testimonios para la Iglesia, Vol. 7, p. 117-126, día 397

Es importante que se tracen planes sabios para el cuidado de los que trabajan en todas nuestras instituciones, y especialmente para los empleados de nuestros restaurantes. Se deberían emplear buenos ayudantes y se los debería rodear de todas las ventajas que les permitirán crecer en la gracia y en el conocimiento de Cristo. No se les permita quedar a merced de las circunstancias, sin que tengan un tiempo regular para la oración y sin ningún tiempo para el estudio de la Biblia. Cuando esto sucede, se vuelven desatentos y descuidados, indiferentes a las realidades eternas.

Con cada restaurante se debería emplear a un hombre y su esposa para que actúen como guardianes de los jóvenes que allí trabajan, un hombre y una mujer que amen al Salvador y a las almas por las cuales él murió, y que guarden el camino del Señor.

Las muchachas deberían ponerse al cuidado de una hermana sabia y juiciosa, que sea una mujer cabalmente convertida, que guarde cuidadosamente a las obreras, especialmente a las más jóvenes.

Los trabajadores deben sentir que tienen un hogar. Ellos son la mano ayudadora de Dios y se los debe tratar con tanto cuidado y ternura como Cristo dijo que se debía tratar al niñito a quien puso en medio de sus discípulos. “Cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí -dijo el Señor-, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar”. “Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos”. Mateo 18:6, 10. Ese cuidado que se debe tener con los empleados es precisamente una de las razones por las cuales aconsejamos que en una ciudad grande haya varios restaurantes pequeños en lugar de que se tenga sólo uno grande. Pero esta es sólo una de las razones por las cuales es más aconsejable que se establezcan varios restaurantes pequeños en los diferentes barrios de nuestras grandes ciudades. Los restaurantes pequeños darán a conocer los principios de la reforma de la salud tan eficazmente como lo haría un establecimiento mayor, con la ventaja de que se lo puede administrar más fácilmente. No fuimos comisionados para alimentar al mundo, sino que se nos ha ordenado que eduquemos al pueblo. En los restaurantes pequeños no habrá tanto trabajo que hacer, y los ayudantes podrán dedicar más tiempo al estudio de la Palabra, más tiempo a aprender cómo realizar bien su trabajo, y más tiempo para contestar las preguntas de los clientes que se muestren deseosos de aprender acerca de los principios de la reforma de la salud.

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Si cumplimos con el propósito de Dios al realizar esta obra, la justicia de Cristo irá delante de nosotros, y la gloria del Señor será nuestra retaguardia. Pero si no hay una cosecha de almas, si los mismos ayudantes no se benefician espiritualmente, si no glorifican a Dios en palabras y acciones, ¿por qué habríamos de abrir tales establecimientos y mantenerlos funcionando? Si no podemos dirigir nuestros restaurantes para la gloria de Dios, si somos incapaces de ejercer una fuerte influencia religiosa a través de ellos, sería más provechoso que los cerráramos y que utilizáramos los talentos de nuestros jóvenes en otras líneas de trabajo. Pero nuestros restaurantes pueden dirigirse de tal manera que constituyan un medio para salvar almas. Pidamos fervientemente al Señor que nos conceda humildad de corazón, de modo que nos enseñe a caminar en la luz de su consejo, a comprender su Palabra, y a aceptarla, y que nos muestre cómo ponerla en práctica.

Existe el peligro de que nuestros restaurantes sean dirigidos de tal manera que nuestros ayudantes trabajen muy duramente día tras día y semana tras semana, y que sin embargo no puedan identificar ningún resultado positivo. Este asunto demanda una consideración cuidadosa. No tenemos derecho de atar a nuestros jóvenes a un trabajo que no produce frutos para la gloria de Dios.

También se corre el riesgo de que la obra de los restaurantes, aunque se la considere como un medio maravilloso para hacer el bien, sea dirigida de tal manera que sólo promueva el bienestar físico de las personas a quienes sirve. Hay trabajos que aparentemente pueden ostentar los rasgos de suprema excelencia, pero no serán aceptables a la vista de Dios a menos que se lleven a cabo con el profundo deseo de hacer su voluntad y de cumplir su propósito. Si no reconocemos a Dios como el autor y el fin de nuestras acciones, al ser pesadas en las balanzas del santuario, se las encuentra inaceptables.

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La observancia del sábado en nuestros restaurantes

Se me ha preguntado: “¿Deben nuestros restaurantes abrirse en sábado?” Mi respuesta es: ¡No, no! La observancia del sábado es nuestro testimonio acerca de Dios: la marca o señal establecida entre él y nosotros de que somos su pueblo. Nunca se ha de obliterar esta marca.

Si los que trabajan en nuestros restaurantes proveyesen el sábado como durante la semana alimentos para las muchedumbres que a ellos acudieran, ¿cuál sería su día de reposo? ¿Qué oportunidad tendrían de recobrar su fuerza física y espiritual?

No hace mucho, se me dieron instrucciones especiales acerca de este asunto. Me fue mostrado que se iban a hacer esfuerzos para quebrantar nuestra norma relativa a la observancia del sábado; que ciertos hombres insistirían en que se abriesen nuestros restaurantes el sábado; pero esto no debe hacerse.

Pasó una escena delante de mí. Estaba yo en nuestro restaurante de San Francisco. Era viernes. Varios de los empleados estaban atareados poniendo en paquetes alimentos que la gente podía llevar fácilmente a casa; y unos cuantos aguardaban para recibir estos paquetes. Pregunté el significado de esto y los obreros me dijeron que algunos de sus clientes se sentían molestos porque, debido a que el restaurante se cerraba, no podían obtener en sábado alimento de la misma clase que consumían durante la semana. Comprendiendo el valor de los alimentos sanos obtenidos en el restaurante, protestaban contra el hecho de que se les negaban el séptimo día. Rogaban a los encargados del restaurante que lo dejasen abierto cada día de la semana y argüían que si no lo hacían les ocasionaría perjuicio. “Lo que usted ve hoy -dijeron los obreros- es nuestra respuesta a esta demanda de alimentos sanos el sábado. Estas personas se llevan el viernes alimentos suficientes para el sábado, y de esta manera evitamos que nos censuren por negarnos a abrir el restaurante en sábado”.

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La línea de demarcación trazada entre nuestro pueblo y el mundo debe mantenerse inequívocamente clara. Nuestra plataforma es la ley de Dios, por la cual se nos ordena observar el sábado; porque según se declara distintamente en el capítulo 31 de Éxodo, la observancia del sábado es una señal entre Dios y su pueblo. “Guardaréis mis sábados -declara él-: porque es señal entre mí y vosotros por vuestras edades, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico. Así que guardaréis el sábado, porque santo es a vosotros… Señal es para siempre entre mí y los hijos de Israel; porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó y reposó”.

Debemos escuchar el “Así dice Jehová”, aun cuando por nuestra obediencia causemos graves inconvenientes a los que no respetan el sábado. Por un lado tenemos las supuestas necesidades del hombre; por el otro las órdenes de Dios. ¿Qué tendrá más peso para nosotros?

En nuestros sanatorios, la familia de los pacientes -médicos, enfermeros y auxiliares- debe ser alimentada el sábado como cualquier otra familia, con la menor cantidad de trabajo posible. Pero nuestros restaurantes no deben abrirse en sábado. Asegúrese a los obreros que pueden dedicar ese día para rendir culto a Dios. Al mantener las puertas cerradas el sábado se hace del restaurante un monumento recordativo de Dios, por el cual se declara que el séptimo día es el verdadero día de reposo y que en él no debe hacerse trabajo innecesario.

Se me ha indicado que una de las principales razones por las cuales deben establecerse restaurantes vegetarianos y salas de tratamiento en los grandes centros es que por este medio se atraerá la atención de hombres importantes al mensaje del tercer ángel. Al notar que estos restaurantes son dirigidos de una manera completamente diferente de como se manejan los restaurantes comunes, ciertos hombres de inteligencia empezarán a averiguar las razones de esta diferencia en los métodos comerciales, e investigarán los principios que nos inducen a servir alimentos superiores. Así serán llevados a conocer el mensaje para este tiempo.

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Cuando hombres reflexivos encuentren que nuestros restaurantes se cierran el sábado, harán preguntas acerca de los principios que nos inducen a cerrar así nuestras puertas el sábado. Al responder a sus preguntas, tendremos oportunidad de familiarizarlos con las razones de nuestra fe. Podemos darles ejemplares de nuestros periódicos y folletos para que puedan comprender la diferencia que hay entre “el que sirve a Dios y el que no le sirve”.

No todos nuestros hermanos son tan meticulosos como debieran acerca de la observancia del sábado. Dios les ayude a reformarse. Incumbe a cada cabeza de familia asentar firmemente sus pies en la plataforma de la obediencia.

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Productos alimentarios sanos

Cooranbong, Australia,

10 de marzo de 1900.

Durante la noche pasada me fueron reveladas muchas cosas. La fabricación y venta de productos alimenticios sanos debe ser objeto de consideración cuidadosa y mucha oración.

Hay en muchos lugares personas a quienes el Señor comunicará ciertamente conocimientos acerca de cómo preparar alimentos sanos y apetitosos, si ve que están dispuestas a usar con justicia este conocimiento. Los animales están enfermando cada vez más, y no transcurrirá mucho tiempo antes que los alimentos de origen animal sean descartados por muchos además de los adventistas del séptimo día. Se han de preparar alimentos sanos, capaces de sostener la vida, a fin de que la gente no necesite comer carne.

El Señor enseñará a muchos en todas partes del mundo a combinar las frutas, los cereales y las verduras en alimentos que sostengan la vida y no comuniquen enfermedad. Personas que nunca han visto las recetas para preparar alimentos sanos que ya están en venta, trabajarán con inteligencia, experimentarán con los productos alimenticios de la tierra, y recibirán información acerca del uso de estos productos. El Señor les mostrará lo que deben hacer. El que da habilidad y comprensión a su pueblo en una parte del mundo, se la comunicará también en otras partes. Es su designio que los tesoros alimentarios de cada país sean preparados de tal manera que puedan usarse en los países para los cuales son apropiados. Como Dios dio maná del cielo para sostener a los hijos de Israel, dará a su pueblo en diferentes lugares habilidad y sabiduría para usar los productos de esos países en la preparación de alimentos que reemplacen la carne.

Estos alimentos deben fabricarse en los diferentes países; porque el transportarlos de un país al otro los hace tan costosos que los pobres no pueden comprarlos. Nunca convendrá depender de los Estados Unidos para proporcionar alimentos saludables a otros países. Se experimentarán muchas dificultades para vender sin pérdidas financieras las mercaderías importadas.

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Todos los que manejan los alimentos de salud han de trabajar sin egoísmo en beneficio de sus semejantes. A menos que los hombres permitan que el Señor dirija sus mentes se suscitarán incontables dificultades a medida que diferentes personas se emplean en esta obra. Cuando el Señor le concede destreza y entendimiento a alguien, recuerde esta persona que dicha sabiduría no le ha sido dada para beneficio propio solamente, sino para que pueda ayudar a otros por medio de ella.

Que nadie piense que ya lo sabe todo con respecto a la preparación de alimentos sanos, o que es el único que tiene derecho a utilizar los tesoros de la tierra y de los árboles, que pertenecen al Señor, en esta clase de obra. Ninguna persona debe sentirse libre para emplear de acuerdo a su propio criterio el conocimiento que Dios le ha dado sobre este tema. “De gracia recibisteis, dad de gracia”. Mateo 10:8.

Es prudente que preparemos alimentos sencillos, baratos y sanos. Muchos de nuestros hermanos son pobres, y los alimentos sanos deben proveerse a precios que los hagan accesibles. El Señor quiere que los pobres de cualquier país puedan obtener alimentos sanos y baratos. En muchos lugares se han de establecer industrias para fabricarlos. Lo que es una bendición para la obra en un lugar lo será en otros donde es mucho más difícil obtener dinero.

Dios está obrando en favor de su pueblo. No desea que esté sin recursos. Lo está haciendo volver al régimen alimenticio originalmente dado al hombre. Este régimen debe consistir en alimentos hechos con las materias primas que él proveyó, que son principalmente las frutas, los cereales y las oleaginosas, aunque también se usarán diversos tubérculos.

Las ganancias obtenidas con estos alimentos deben provenir mayormente del mundo, más bien que de los hijos de Dios, quienes tienen que sostener su obra, entrar en nuevos campos y establecer iglesias. Sobre ellos descansa el peso de muchas empresas misioneras. No deben imponérseles cargas innecesarias. Para su pueblo, Dios es un pronto auxilio en todo momento de necesidad.

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Deben ejercer mucho cuidado los que preparan recetas para nuestras revistas de salud. Algunos de los alimentos especialmente preparados que se fabrican ahora pueden ser mejorados, y nuestros planes acerca de su uso tendrán que modificarse. Algunos han abusado de las preparaciones a base de nueces. Muchos me han escrito: “No puedo usar los alimentos oleaginosos; ¿qué usaré en lugar de carne?” Una noche me pareció estar delante de un grupo de personas a quienes explicaba que en la preparación de ciertos alimentos se incluyen cantidades demasiado copiosas de oleaginosas, que el organismo no puede asimilar cuando se usan como en algunas de las recetas dadas; y que, si se usaran en menor cantidad, los resultados serían más satisfactorios.

El Señor desea que los que viven en los países donde se pueden obtener frutas frescas durante gran parte del año, reconozcan la bendición que tienen era ellas. Cuanto más dependamos de las frutas frescas tal como se las saca del árbol, tanto mayor será la bendición.

Algunos, después de adoptar un régimen vegetariano, vuelven al consumo de carne. Esto es de veras insensato y revela falta de conocimiento acerca de cómo proveer los debidos alimentos en lugar de la carne.

En los Estados Unidos y en otros países deben dictarse cursos culinarios, dirigidos por instructores prudentes. Debemos hacer todo lo que podamos para mostrar a la gente el valor de la reforma en la alimentación.

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La fabricación de productos alimentarios

Santa Helena, California,

16 de febrero de 1901.

Anoche me parecía estar hablando a nuestro pueblo, diciéndoles que, como adventistas del séptimo día, debemos cultivar el amor, la paciencia y la verdadera cortesía. Jesús fortalecerá a los dirigentes de su pueblo si quieren aprender de él. El pueblo de Dios debe esforzarse por alcanzar la más elevada norma de excelencia. Especialmente los que son médicos misioneros debieran manifestar, en espíritu, palabra y carácter, que van en pos de Jesucristo, el Modelo divino de todo esfuerzo médico misionero.

Tengo el ferviente deseo de que en todas partes la obra se lleve a cabo de acuerdo con las órdenes del Señor. Veo que en el futuro nuestro pueblo experimentará dificultades enormes como montañas a causa de la forma como algunas cosas se llevan actualmente, y en particular con relación al negocio de los productos alimentarios. A medida que avanzamos tendremos que vérnoslas con problemas de invención humana difíciles, que acarrearán mucha perplejidad. Las componendas conducen hacia la deshonestidad.

Con mucha destreza y tremendos esfuerzos, el Dr. Kellogg y sus asociados han logrado preparar un tipo especial de productos alimentarios sanos. Su mayor preocupación ha sido beneficiar a la humanidad, y sus esfuerzos se han visto bendecidos por Dios. Si se mantienen en el consejo de Dios, y si caminan tras el ejemplo de Cristo, avanzarán continuamente, porque Dios concederá destreza y conocimiento a los que lo busquen sin egoísmo. Los productos alimentarios que salen de nuestras fábricas pueden mejorar en muchos sentidos. El Señor enseñará a sus siervos a preparar alimentos más sencillos y menos costosos. Hay muchos a quienes enseñará esta línea de trabajo si tan sólo están dispuestos a andar en su consejo, y en armonía con los hermanos.

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A nuestros hermanos de todas partes

El Señor me ha encomendado decir que él no ha confiado a unas pocas personas toda la luz que puede recibirse con relación a la mejor manera de preparar los productos alimentarios. En diferentes partes él concederá tacto y habilidad a muchas personas, capacitándolas para manufacturar alimentos saludables y apropiados para los países donde viven.

Dios es el autor de toda sabiduría, de toda inteligencia y todo talento. El ha de magnificar su nombre al conceder a muchas mentes sabiduría en la preparación de productos alimentarios. Y cuando lo haga, la fabricación de estos productos no ha de considerarse como un atropello de los derechos de quienes ya elaboran esta clase de alimentos, aunque en algunos respectos los productos preparados por las diferentes personas sean similares. Dios tomará a hombres ordinarios y los dotará de habilidades y conocimientos en la utilización del fruto de la tierra. El trata a sus obreros imparcialmente. No olvida a ninguno. El impresionará a hombres de negocios guardadores del sábado, para que establezcan industrias que provean empleo para su pueblo. El enseñará a sus siervos a elaborar productos alimentarios sanos más baratos y que puedan ser comprados por los pobres.

En todos nuestros planes debemos recordar que el trabajo de fabricar alimentos sanos es propiedad de Dios, y que no debe prestarse a la especulación financiera para obtener ganancias personales. Es el don de Dios a su pueblo y las ganancias han de emplearse en todas partes para el bien de la humanidad doliente.

Se deben diseñar muchos medios y proveer diversas empresas, especialmente en los estados del Sur de los Estados Unidos, para que los pobres y necesitados puedan sostenerse mediante el trabajo relacionado con las industrias de productos alimentarios. Bajo la dirección de maestros que trabajen por la salvación de sus almas, aprenderán a cultivar la clase de productos que mejor crezcan en sus localidades y a prepararlos para la industria alimentaria.

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