Al observar este cuadro, vemos lo que llegan a ser los seres humanos cuando se aventuran a separarse de Dios. Un paso falso prepara el camino para otro, y cada nuevo paso resulta más fácil que el anterior. De este modo las almas se hallan siguiendo tras un dirigente que no es Cristo.
Todos los que ocupan alguna posición en nuestras instituciones serán probados. Si toman a Cristo como modelo, él les concederá sabiduría, conocimiento y discernimiento; crecerán en gracia y capacidad en la senda de Cristo; sus caracteres serán modelados a semejanza del suyo. Si fracasan en observar los métodos del Señor, otro espíritu controlará su mente y su criterio; harán planes sin tomar en cuenta al Señor, seguirán su propio curso de acción y abandonarán las posiciones que han ocupado. La luz les ha sido dada; si se apartan de ella, que nadie les ofrezca un soborno para inducirlos a permanecer. Se transformarán en un estorbo y una trampa. Llegará el tiempo cuando todo lo que puede ser zarandeado será zarandeado, de modo que permanezcan sólo las cosas que son inamovibles. Cada caso está llegando delante de Dios para ser revisado; él está ocupado en medir el templo y los adoradores que en él se encuentran.
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Sección 5—En el campo del sur
“Como reconoce su rebaño el pastor… así reconoceré mis ovejas, y las libraré de todos los lugares en que fueron esparcidas” Ezequiel 34:12.
Las necesidades del sur
El señor espera de nosotros mucho más de lo que le hemos dado, en un servicio generoso en favor de la gente de todas las clases sociales en los estados del Sur de los Estados Unidos. Este campo se encuentra en nuestras mismas puertas, y hay una gran tarea que realizar al servicio del Maestro. Ese trabajo debe hacerse ahora mientras los ángeles continúan reteniendo los cuatro vientos. No hay tiempo que perder.
El Señor ha esperado mucho tiempo por algunos instrumentos humanos mediante quienes pueda trabajar. ¿Cuánto tiempo más se verá obligado a esperar que algunos hombres y mujeres respondan al llamado: “Ve hoy a trabajar en mi viña”? Se necesitan mensajeros de misericordia, no solamente en unos pocos lugares del Sur, sino en todo el campo. Ricos y pobres claman por luz.
Hay hombres y mujeres que deberían estar ofreciéndose para llevar la verdad por los caminos y vallados de este campo. Hay miles que podrían ponerse al servicio de Dios. El los aceptaría y obraría por medio de ellos, trasformándolos en mensajeros de paz y esperanza.
Los obreros se encontrarán con muchos que endurecerán sus corazones contra la convicción del Espíritu de Dios; pero también hallarán a muchos que sienten hambre por el pan de vida, quienes después de recibir el mensaje, saldrán a esparcir la semilla de la verdad.
Cuando el Señor colocó sobre Moisés la responsabilidad de guiar a los hijos de Israel fuera de Egipto, le dio la siguiente seguridad: “Vé, porque yo estaré contigo”. “Mi presencia irá contigo, y te daré descanso”. Éxodo 3:12; 33:14. La misma seguridad se ofrece a quienes se adelantan para trabajar por el Señor en los campos del Sur.
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Mis hermanos y hermanas, tengan comunión con Dios para que sean imbuidos de su Espíritu, y entonces salgan a derramar sobre otros la gracia que ustedes han recibido. El ejemplo del Salvador debería inspirarnos a realizar esfuerzos fervientes y abnegados para el bien de los demás. El vino a este mundo como el servidor incansable de las necesidades del hombre. En todo lo que hacía y decía manifestaba amor por la raza perdida. Vistió su divinidad con la humanidad para poder identificarse con los seres humanos como uno de ellos, y compartir su pobreza y sus tristezas. ¡Cuán ocupada fue su vida! Se lo podía ver entrar día tras día en las moradas humildes donde había necesidad y dolor, impartiendo palabras de esperanza al desalentado y de paz al afligido. Esta es la tarea que espera que su pueblo realice hoy. Humilde, benigno, tierno y compasivo, anduvo haciendo bienes, animando al deprimido y reconfortando al acongojado. Al acudir a él nadie salió sin haber sido ayudado. A todos trajo esperanza y alegría. Llevaba una bendición por dondequiera que iba.
Necesitamos humillarnos delante de Dios porque tan pocos de los miembros de su iglesia realizan esfuerzos que pudieran compararse en lo más mínimo con los esfuerzos que el Señor desearía que hicieran. Las oportunidades que nos ha dado, las promesas que nos ha hecho, los privilegios que ha derramado sobre nosotros, deberían inspirarnos con un celo y una devoción mucho mayores. Cada persona que se agrega a la iglesia debería transformarse en una agencia más para llevar a cabo el plan de redención. Debería dedicarse cada facultad del pueblo de Dios para traerle muchos hijos e hijas al Señor. No debería existir nada de indiferencia ni egoísmo en nuestro servicio. El menor abandono de la abnegación, cualquier relajación del esfuerzo ferviente, significa poder entregado al enemigo.
Una apelación en favor de la raza de color
La proclamación emancipadora de los esclavos de los estados del Sur abrió algunas puertas por las cuales deberían haber entrado los obreros cristianos para relatar la historia del amor de Dios. En este campo había preciosas joyas que los obreros del Señor deberían haber buscado como a tesoro escondido. Pero aunque la gente de color ha sido libertada de la esclavitud política, hay muchos de ellos que todavía son esclavos de la ignorancia y el pecado. Muchos se encuentran terriblemente degradados. ¿No ha de llegar a ellos ningún mensaje de amonestación? Si aquellos a quienes Dios ha concedido gran luz y muchas oportunidades hubieran realizado el trabajo como él desea, hoy habría monumentos establecidos por todo el campo del sur: iglesias, sanatorios, escuelas. Hombres y mujeres de todas las clases sociales habrían sido llamados a la fiesta del Evangelio.
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El Señor se aflige ante el infortunio de los campos del Sur. Cristo ha llorado ante el espectáculo de esta desgracia. Los ángeles han callado la música de sus arpas al observar a un pueblo que, a causa de su esclavitud pasada, es incapaz de hacer algo por sí mismo. Sin embargo, aquellos en cuyas manos Dios ha colocado la antorcha de la verdad, encendida en el altar divino, no han comprendido que sobre ellos descansa la responsabilidad de llevar la luz a este campo oscurecido por el pecado. Hay algunos que han dado la espalda a la tarea de rescatar a los oprimidos y degradados, y han rehusado ayudar a los desvalidos. Que los siervos de Cristo comiencen inmediatamente a redimir su negligencia, para que se pueda borrar de su registro esta mancha oscura.
La condición actual de los campos del Sur es una deshonra para el Redentor. Pero, ¿nos inducirá por ventura a pensar que es imposible cumplir con la comisión dada por Cristo a sus discípulos cuando les dijo que predicaran el Evangelio a todas las naciones? ¡No, no! Cristo tiene poder para que su comisión sea cumplida. Es enteramente capaz de realizar la obra que se le ha encomendado. En el desierto se enfrentó con las más poderosas tentaciones que el enemigo le pudo presentar y las venció, armado solamente con un “escrito está”. Con ello demostró el poder de su palabra. Es el pueblo de Dios quien ha fallado. Una prueba de que su Palabra no ha ejercido el poder que debería haber tenido sobre los corazones es la condición en que se encuentra el mundo actual. Pero este estado de cosas se ha producido porque los hombres han decidido desobedecer, y no porque la Palabra tenga menos poder.
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Un llamamiento de la raza de color
El Señor ha contemplado con tristeza el cuadro más digno de compasión: la esclavitud de la raza de color. En la obra que realicemos en favor de ellos, él desea que recordemos su liberación providencial de la esclavitud, el parentesco que tenemos con ellos por creación y redención, y su derecho de gozar de las bendiciones de la libertad.
En una visión nocturna de hace algún tiempo me parecía estar en una reunión donde se discutía el trabajo en los estados del Sur. Un grupo de personas de color inteligentes preguntaba: “¿No tiene Dios un mensaje para la gente de color del Sur? ¿Acaso no tienen ellos un alma que salvar? ¿No los abarca a ellos también el nuevo pacto? Si el Señor regresa pronto, ¿no es tiempo de que hagamos algo por los campos del Sur?
“No cuestionamos la necesidad de las misiones en las tierras extranjeras -se dijo-. Pero sí ponemos en tela de juicio el derecho que tengan los que pretenden poseer la verdad presente de pasar por alto a millones de seres humanos en su propio país, muchos de los cuales son tan ignorantes como los paganos. ¿Por qué se hace tan poco en favor de la raza de color en el Sur, donde hay tanta ignorancia y destitución, y una necesidad tan grande de que se les enseñe que Cristo es el Creador y Redentor? ¿Cómo creerán en Aquel de quien no han oído? ¿Cómo podrán oír sin un predicador? ¿Y cómo podrá nadie predicar a menos que sea enviado?
“Ponemos estos asuntos delante de los que profesan creer la verdad para este tiempo. ¿Qué están haciendo ustedes en favor de la raza de color falta de instrucción? ¿Por qué no tienen un sentido más profundo de las necesidades de los campos del Sur? ¿Acaso no descansa sobre los ministros del Evangelio la responsabilidad de poner en operación un programa educativo para este pueblo? ¿No nos lo enseña, acaso, la comisión del Salvador? ¿Es correcto que los cristianos profesos se mantengan apartados de esta obra, permitiendo que sólo algunos lleven la carga? Entre todos sus planes de trabajo médico misionero y de obra misionera extranjera, ¿no les ha dado Dios un mensaje para nosotros?”
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Entonces se puso de pie Uno que tiene autoridad, y requirió de todos que prestasen atención a las instrucciones que el Señor ha dado con referencia a la obra en el Sur. Les dijo: “Se debería realizar mucha obra evangelística en el Sur. Debería haber cien obreros donde actualmente hay sólo uno.
“Que el pueblo de Dios despierte. ¿Piensan ustedes que el Señor ha de bendecir a quienes no sienten ninguna responsabilidad por esta tarea, y que permiten que se bloquee el camino de su progreso?”
Una profunda emoción se manifestó cuando se escucharon estas palabras. Algunos se ofrecieron como misioneros, mientras que otros permanecieron sentados en silencio, aparentemente sin interesarse en el tema.
Entonces se hablaron estas palabras: “El Sur es un campo muy poco promisorio; ¡pero cuán diferente sería si después que la raza de color fue emancipada, hubiera habido hombres y mujeres que trabajaran en favor de ellos como los cristianos deben trabajar, enseñándoles a valerse por sí solos!”
El estado en que se encuentra la gente de color actualmente en el Sur no es más descorazonador que la condición en que se hallaba el mundo cuando Cristo abandonó el cielo para venir en su ayuda. Él vio a la humanidad hundida en la miseria y el pecado. Vio a los hombres y mujeres depravados y degradados y que acariciaban los vicios más detestables. Los ángeles se maravillaban de que Cristo emprendiera lo que para ellos era la tarea más desesperada. Se maravillaban de que Dios tolerara a una raza tan pecadora. No podían ver cabida para el amor. Pero “de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Juan 3:16.
Cristo vino a esta tierra trayendo un mensaje de misericordia y perdón. Colocó los fundamentos para una religión en la cual judíos y gentiles, negros y blancos, libres y siervos, estuvieran unidos por una hermandad común, reconocidos como iguales a la vista de Dios. El Salvador ama a cada ser humano con un amor ilimitado. Ve capacidad de mejoramiento en cada uno. Con energía y esperanza divina les da la bienvenida a aquellos por quienes ha dado su vida. Con la fuerza de él pueden vivir una vida rica en buenos frutos, llena del poder del Espíritu.
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Un evangelio para los pobres
La pobreza de la gente a quienes somos enviados no debe impedirnos que trabajemos en favor de ellos. Cristo vino a esta tierra para andar y obrar entre los pobres y sufrientes. Ellos recibieron su atención en mayor medida. Y hoy, en la persona de sus hijos, él visita a los pobres y menesterosos, disipando la desgracia y aliviando el sufrimiento.
Suprímase el sufrimiento y la necesidad, y no tendríamos modo de comprender la misericordia y el amor de Dios, ni una forma de conocer al Padre celestial, lleno de compasión y simpatía. Nunca ostenta el Evangelio un aspecto más hermoso que cuando se lo predica en las regiones más necesitadas y destituidas. Es entonces cuando su luz brilla con el resplandor más claro y la mayor intensidad. La verdad de la Palabra de Dios penetra en la choza del campesino; los rayos del sol de justicia alumbran la cabaña tosca de los pobres, trayendo alegría a los enfermos y sufrientes. Los ángeles de Dios están presentes, y la sencilla fe que se demuestra transforma el pedazo de pan y el vaso de agua en un banquete. El Salvador que perdona los pecados les da la bienvenida a los pobres e ignorantes, y les da a comer del pan que desciende del cielo. Beben el agua de la vida. Por medio de la fe y el perdón, los despreciados y abandonados son elevados a la dignidad de, hijos e hijas de Dios. Habiendo sido levantados por encima de este mundo, se sientan en los lugares celestiales en Cristo. Pueden no poseer tesoros terrenales, pero han hallado la Perla de gran precio.
¿Qué se puede hacer?
El problema que nos confronta es cómo llevar a cabo en mejor forma la tarea en este campo difícil. Los largos años de abandono la hacen mucho más difícil de lo que podría haber sido. Los obstáculos se han estado acumulando.
Se podrían haber efectuado grandes progresos en la obra misionera médica. Algunos sanatorios podrían haberse establecido. Se podrían haber proclamado los principios de la reforma pro salud. Esta obra se debe realizar ahora. Y ni un solo vestigio de egoísmo se debe mezclar con ella. Se la debe llevar a cabo con tanto ahínco, perseverancia y devoción, que abra las puertas a la entrada de la verdad, y en forma permanente.
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Hay mucho que los miembros laicos pueden hacer en el Sur, aunque sean personas de poca educación. Hay hombres, mujeres y niños allí que deben aprender a leer. Estas pobres almas desfallecen por falta del conocimiento de Dios,
Nuestro pueblo en el Sur no debe esperar la llegada de predicadores elocuentes y hombres de talento; ellos mismos deben llevar adelante la obra que el Señor ha colocado delante de ellos, y hacer lo mejor que puedan. El aceptará a hombres y mujeres humildes y obrará a través de ellos, aunque no se trate de personas elocuentes ni altamente educadas. Hermanos y hermanas míos, elaboren planes sabios de trabajo y avancen confiados en el Señor. No abriguen el sentimiento de su propia capacidad y previsión. Comiencen y continúen con humildad. Sean una demostración viviente de la verdad. Hagan de la Palabra de Dios su consejera. Entonces la verdad avanzará con poder y las almas se convertirán.
Que algunas familias de observadores del sábado se establezcan en el Sur y vivan la verdad delante de los que no la conocen. Estas familias pueden ayudarse unas a otras, pero cuiden de no hacer nada que estorbe su misión. Presten un servicio cristiano desinteresado, alimentando al hambriento y vistiendo al desnudo. Esto ejercerá una influencia mucho mayor para el bien que la predicación de sermones. Se necesitan acciones de solidaridad, además de palabras. Cristo precedió sus mensajes con actos de amor y benevolencia. Que estos obreros vayan de casa en casa para ayudar donde se necesita ayuda, y a medida que se ofrezca la oportunidad, para relatar la historia de la cruz. Cristo debe ser su libro de texto. No necesitan hablar de temas doctrinales; presenten más bien la obra y el sacrificio de Cristo. Que sus vidas pongan en alto su justicia y revelen su pureza.
El verdadero misionero debe estar armado con la mente de Cristo. Su corazón debe estar henchido de un amor como el suyo; y debe mantenerse verdadero y leal a los principios.
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Se deberían establecer escuelas en muchos lugares y los que tengan el corazón lleno de ternura y simpatía y que, como el Salvador, sientan compasión por la miseria y el sufrimiento, deberían dedicarse a la enseñanza de viejos y jóvenes. Enséñese la Palabra de Dios de tal manera que pueda ser comprendida. Anímese a los alumnos a estudiar las lecciones de Cristo. Esto contribuirá más que ningún otro estudio a expandir la mente y fortalecer el intelecto. Nada concede más vigor a los poderes mentales que el contacto con la Palabra de Dios.
Los campos de algodón no constituyen el único medio por el cual la gente de color puede ganarse la vida. Se les debe enseñar cómo preparar el terreno, cómo cultivar diversos productos agrícolas, cómo plantar y cuidar una chacra. Se deben realizar esmerados esfuerzos con el fin de desarrollar sus capacidades. De este modo se despertará en ellos el pensamiento de que son valiosos a la vista de Dios, porque constituyen su propiedad.
Entre la gente de color se encontrarán algunos individuos cuyo intelecto ha permanecido demasiado tiempo en las sombras como para que se puedan adaptar con rapidez a una vida de utilidad. Pero se les puede enseñar a conocer a Dios. Los brillantes rayos del sol de justicia pueden alumbrar las cámaras entenebrecidas de sus mentes. Tienen el privilegio de llevar una vida afin con la vida de Dios. Plántense en sus mentes pensamientos elevados y ennoblecedores. Vívanse delante de ellos vidas que ilustren con claridad la diferencia entre el vicio y la pureza, la oscuridad y la luz. Que puedan leer en sus vidas lo que significa ser cristiano. La cadena que se ha hecho descender del trono de Dios es suficientemente larga como para alcanzar a las mayores profundidades. Cristo puede sacar a los pecadores más empedernidos del abismo de la degradación, y colocarlos donde se los reconocerá como hijos de Dios, y herederos con Cristo de la herencia inmortal.
Muchos se encuentran totalmente desalentados. Se han vuelto indolentes porque se los ha despreciado y desamparado. Se los considera incapaces de comprender o recibir el Evangelio de Cristo. Sin embargo, el milagro de la gracia divina los puede transformar. Mediante el ministerio del Espíritu Santo se disipará la torpeza que hace parecer tan sin esperanza su edificación. La mente entorpecida y anublada se despertará. Se emancipará el esclavo del pecado. La vida espiritual se reavivará y será fortalecida. Desaparecerá el vicio y la ignorancia será vencida. El corazón será purificado y se iluminará la mente mediante la fe que obra por el amor.