Testimonios para la Iglesia, Vol. 9, p. 168-175, día 468

El que se encuentra relacionado estrechamente con Cristo es elevado por encima del prejuicio del color de la piel o las castas. Su fe se aferra de las realidades eternas. El Autor divino de la verdad debe ser ensalzado. Nuestros corazones deben estar llenos con la fe que obra por amor y purifica el alma. La obra del buen samaritano es el ejemplo que debemos imitar.

No debemos agitar la cuestión racial, para no despertar el prejuicio y producir una situación crítica. La luz del mensaje del tercer ángel debe presentarse a los que necesitan luz. Debemos trabajar con calma, calladamente y con fidelidad, confiando en nuestro Hermano mayor. No debemos apresurarnos a definir el derrotero exacto que deberá seguirse en el futuro con respecto a la relación que deberá mantenerse entre los blancos y los negros. La verdad para este tiempo debe proclamarse a las multitudes que viven en los estados del sur. Hay que despejar el camino de todo obstáculo, hasta donde sea posible. Que el mensaje evangélico sea presentado a la gente. Que se trabaje por los de raza blanca y raza negra en forma separada con características propias, y dejemos que el Señor se ocupe del resto. Hay que presentar la verdad a los hombres y mujeres blancos de los estados sureños. Entonces se hará una obra entre sus familias que conducirá a la salvación de muchas almas.

“En toda sabiduría e inteligencia”

Mientras los hombres tratan de resolver el problema racial, el tiempo sigue transcurriendo, y las gentes van a la tumba sin amonestar y sin salvación. Que este estado de cosas no continue por más tiempo. Que los hombres y las mujeres vayan a trabajar, y que trabajen en la forma como el Espíritu de Dios impresione su mente. Necesitamos la totalidad del talento de los creyentes negros en esta obra. Que los obreros afroamericanos trabajen por su propio pueblo, ayudados por los obreros blancos cuando la ocasión lo exija. Necesitarán con frecuencia consejo y asesoramiento. Que los creyentes negros tengan su lugar de culto y que los creyentes blancos también lo tengan. Que cada grupo trabaje con celo y dedicación en la obra misionera genuina por los de su propia raza, donde puedan y cuando puedan hacerlo.

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Cuando se haya presentado la verdad en cierto lugar, y haya gente de raza blanca que haya oído, creído y aceptado la verdad, a veces surgirán oportunidades para que obreros blancos realicen esfuerzos en forma tranquila y discreta en favor de la gente de raza negra. No hay que pasar por alto esas oportunidades.

Pero no debemos despertar innecesariamente el prejuicio que cerrará el camino a la proclamación del mensaje del tercer ángel a los blancos. Necesitan este mensaje, porque hay un tiempo de dificultades ante nosotros, como no lo ha habido desde que hubo una nación.

Debe ejercerse gran cuidado para no decir ni hacer nada que pudiera inflamar los sentimientos de la población negra contra los blancos. No agravemos las dificultades que ya existen. Por muy prudentemente que trabajen los obreros, tendrán que hacer frente a la oposición, aunque no creen agitación sobre la cuestión racial. Limpiemos de obstáculos el camino del Rey. Demos a Dios la oportunidad de trabajar, y que los hombres se aparten de su camino. El hará planes y dirigirá mejor de lo que pueden hacerlo los seres humanos. Recordemos que nuestra obra más importante es predicar la palabra de Dios y presentar las advertencias de la Biblia.

Dios invita a todos a dedicarse a la obra con humildad de espíritu. No todos los ministros han sido santificados por la verdad. El Señor llama a todos a que abandonen sus controversias. Que los hombres tengan cuidado de no hacer lo que eliminaría nuestra última esperanza de entrar en campos difíciles donde existen prejuicio racial y antagonismo.

Como un recurso para vencer el prejuicio y tener acceso a las mentes, la obra médica misionera debe llevarse a cabo, no en uno o dos lugares solamente, sino en muchos lugares donde la verdad todavía no ha sido proclamada. Debemos trabajar como médicos evangélicos misioneros, para sanar a la gente enferma por el pecado al darles el mensaje de salvación. Esta obra destruirá el prejuicio mejor que ninguna otra cosa.

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El sábado

La verdad del sábado requerirá gran cuidado y sabiduría en su presentación. Se necesitará una gran medida de la gracia y el poder de Dios para derribar el ídolo que se ha erigido con la forma de un falso día de reposo. Elevad el estandarte, elevadlo cada vez más alto. Llamad la atención de la gente al capítulo veinte de Éxodo, que contiene la ley de Dios. Los primeros cuatro de los Diez Mandamientos delinean nuestro deber hacia nuestro Creador. El que obra con falsedad en su relación con Dios, no puede obrar con verdad en su relación con su prójimo. El que ama a Dios supremamente, amará a su prójimo como a sí mismo. El orgullo se transforma en vanidad y conduce al agente humano a hacer un dios de sí mismo. El Evangelio de Cristo santifica el alma y expele el amor a sí mismo.

“Acuérdate del día de reposo para santificarlo”. Éxodo 20:8. El sábado fue instituido en el Edén, después que Dios creó el mundo. “Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo el ejército de ellos. Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación”. Génesis 2:1-3.

“Habló además Jehová a Moisés, diciendo: Tú hablarás a los hijos de Israel diciendo: En verdad vosotros guardaréis mis días de reposo; porque es señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico. Así que guardaréis el día de reposo, porque santo es a vosotros; el que lo profanare, de cierto morirá; porque cualquiera que hiciere obra alguna en él, aquella persona será cortada de en medio de su pueblo. Seis días se trabajará, mas el día séptimo es día de reposo consagrado a Jehová; cualquiera que trabaje en el día de reposo, ciertamente morirá. Guardarán, pues, el día de reposo los hijos de Israel, celebrándolo por sus generaciones por pacto perpetuo. Señal es para siempre entre mí y los hijos de Israel; porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra y en el séptimo día cesó y reposó”. Éxodo 31:12-16.

19 de octubre de 1908.

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La cuestión racial

Tengo algunas cosas que decir acerca de la gente de raza negra que vive en los estados sureños de los Estados Unidos, y de la relación que debiéramos mantener con ellos. Estuvieron tanto tiempo bajo la maldición de la esclavitud que resulta difícil saber cómo debiera tratárselos.

Cuando los obreros de Dios permitan que su Espíritu obre sobre sus mentes, se logrará notable progreso en lo referente a la salvación de las almas. El Señor es nuestro ayudador y nos guiará en todo lo que emprendamos, si se lo permitimos. Una cosa es cierta: debemos tener fe en Dios, fe en que él arreglará las cosas en una forma que nos permitirá trabajar con éxito. Nadie ha confiado en Dios en vano. Jamás frustrará a los que colocan su confianza en él.

Debemos evitar entrar en contenciones acerca de la cuestión racial. Si se agita demasiado este asunto, surgirán dificultades cuya solución consumirá una cantidad excesiva de nuestro valioso tiempo. No podemos trazar una dirección definida que podamos seguir en lo que concierne al asunto que nos ocupa. En diferentes lugares y circunstancias será necesario tratar el asunto como convenga a cada caso. En el sur, donde existe un fuerte prejuicio racial, no podríamos hacer nada para presentar la verdad, si tuviéramos que tratar con la cuestión racial en la forma como la tratamos en otros lugares en el norte del país. Los obreros blancos del sur tendrán que actuar en su trato con los negros, en una forma que también les permita obtener acceso a la gente de raza blanca.

Es el plan de Satanás inducir a las mentes a preocuparse del problema racial. Si se toman en cuenta sus sugerencias, habrá diversidad de opiniones y gran confusión. Nadie es capaz de definir claramente cuál es la posición debida de la gente de color. Algunos podrán proponer teorías, pero os aseguro que no servirá de nada que vayamos en pos de teorías humanas. Hay que dejar en paz la cuestión racial, hasta donde sea posible.

Las ciudades del sur del país deben trabajarse, y hay que conseguir sin demora a las personas más talentosas para que lleven a cabo dicha obra. Que los obreros blancos trabajen por la gente de raza blanca y proclamen el mensaje de la verdad presente en toda su sencillez. Encontrarán oportunidades para llegar hasta las clases más elevadas. Hay que aprovechar toda ocasión que se presente para llegar hasta estas clases.

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Que los obreros de raza negra hagan todo lo que puedan para continuar trabajando activamente por su pueblo. Agradezco a Dios porque entre los creyentes afroamericanos hay personas de talento que pueden trabajar eficazmente por sus congéneres y presentar la verdad con toda claridad. Muchas personas de raza negra con talentos valiosos se convertirán a la verdad, si nuestros ministros negros actúan sabiamente para encontrar el modo de preparar maestros para las escuelas, y a otros obreros para que trabajen en el sur del país.

La gente de raza negra no debiera exigir que se la coloque en igualdad de condiciones con la gente de raza blanca. La relación entre ambas razas ha sido un asunto difícil de tratar, y me temo que continúe siendo un problema intrincado. Hasta donde sea posible hay que evitar todo lo que pudiera agitar el prejuicio racial de los blancos. Existe el peligro de cerrar la puerta que permite trabajar a nuestros obreros blancos en algunos lugares del sur del país, donde predomina la población negra.

Sé que si intentamos satisfacer las ideas y preferencias de algunas personas de raza negra, encontraremos totalmente bloqueado nuestro camino. La obra de proclamar la verdad para este tiempo no debe ser estorbada por un esfuerzo por ajustar la posición de la raza negra. Si intentamos hacerlo, encontraremos que se erigirán barreras como montañas para estorbar la obra que Dios desea que se haga. Si avanzamos sosegada y juiciosamente y trabajamos en la forma establecida por Dios, tanto los blancos como los negros se beneficiarán con nuestro trabajo.

No ha llegado aún el tiempo de trabajar como si no existiera prejuicio. Cristo dijo; “Sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas”. Mateo 10:16. Si veis que al hacer ciertas cosas que tenéis perfecto derecho de hacer, estorbáis el progreso de la obra de Dios, absteneos de hacerlas. No hagáis nada que cierre la mente de otros a la verdad. Hay un mundo que salvar, y no ganaremos nada con apartarnos de la gente a quien tratamos de ayudar. Todas las cosas pueden ser lícitas, pero no todas convienen.

El proceder sabio es el mejor. Como obreros juntamente con Dios, debemos trabajar en la forma que nos permita realizar lo más posible por él. Que nadie incurra en extremismos. Necesitamos sabiduría de arriba, porque tenemos que resolver un problema difícil. Si ahora se efectúan movimientos apresurados, se causará mucho mal. Hay que presentar el asunto en tal forma que la gente de raza negra verdaderamente convertida se aferre a la verdad por amor de Cristo, y rehúse desechar un solo principio de sólida doctrina bíblica por pensar que no se está siguiendo el procedimiento más adecuado en relación con la raza negra.

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Debemos sentarnos a los pies de Cristo para aprender, para que él nos enseñe la voluntad de Dios y que sepamos cómo trabajar por blancos y negros en el campo del sur. Debemos seguir los dictados del Espíritu del Señor, y agitar lo menos posible el problema racial. Debemos utilizar toda la energía necesaria para presentar el mensaje evangélico final a todas las clases sociales del sur. Al ser dirigidos y controlados por el Espíritu de Dios, encontraremos que este asunto se ajustará en forma adecuada en las mentes de nuestro pueblo.

Busquemos al Señor individualmente. Que aquellos cuya experiencia religiosa pasada ha sido sólo superficial, se acerquen a Dios. Arrepentíos y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados.

Cuando estemos preparados para llevar a cabo la obra con todo fervor, estaremos en mejores condiciones que ahora para tratar con los asuntos comprendidos en esta obra. Que cada creyente haga lo mejor posible con el fin de preparar el camino para la obra misionera evangélica que debe llevarse a cabo. Pero que nadie se envuelva en controversias. Es el propósito de Satanás mantener a los cristianos ocupados en disensiones entre ellos. Sabe que si no están velando, el día del Señor vendrá sobre ellos como ladrón en la noche. No tenemos tiempo para ceder al espíritu del enemigo y acariciar prejuicios que confunden la razón y nos apartan de Cristo.

Para cumplir la obra necesaria entre la gente de raza negra, necesitamos dinero y esfuerzo sincero y perseverante. Cada uno necesita ahora levantarse donde está para confesar sus pecados y abandonarlos, y trabajar en armonía con sus hermanos. Los obreros de Dios deben mantener unidad de pensamiento y propósito, orar por el impartimiento del Espíritu y creer que Dios cumplirá lo que ha prometido.

Una lección derivada de la obra de Cristo

En cierta ocasión, cuando Cristo estaba ocupado en su obra de enseñar y sanar, alguien que se encontraba entre la multitud dijo: “Di a mi hermano que parta conmigo la herencia”. Lucas 12:13.

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Este hombre había presenciado la obra maravillosa de Cristo. La claridad de su comprensión, la excelencia de su juicio y la justicia con que consideraba los casos que la gente le llevaba, le habían causado asombro. Oyó sus conmovedoras exhortaciones y sus solemnes denuncias contra los escribas y los fariseos. Pensó que si fuera posible que Jesús hablara a su hermano palabras tan cargadas de autoridad, éste no rehusaría darle la parte que le correspondía. “Di a mi hermano -le dijo- que parta conmigo la herencia”.

El Espíritu Santo instaba a este hombre a que se convirtiera en heredero de la herencia que es incorruptible, incontaminada, e imperecedera. Había visto evidencias del poder de Cristo. Ahora tenía la oportunidad de hablar al Gran Maestro, de expresarle los anhelos más profundos de su corazón. Pero lo mismo que el hombre con el rastrillo en la alegoría de Bunyan, tenía los ojos fijos en la tierra. No veía la corona sobre su cabeza. Como Simón el Mago, valoraba el don de Dios como medio de obtener ganancias mundanas.

La misión del Salvador en el mundo se aproximaba rápidamente a su final. Sólo faltaban pocos meses para que completara lo que había venido a hacer para establecer el reino de su gracia. Sin embargo, la codicia humana quería apartarlo de su obra para que se ocupara de la disputa por un pedazo de terreno. Pero Jesús no se dejó apartar de su misión. Su respuesta fue: “Hombre, ¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor?” Lucas 12:14.

Cristo le dijo claramente que ése no era su trabajo. Estaba empeñado en salvar almas. No debía ser distraído de su tarea sagrada para ocuparse de los deberes de un magistrado civil.

¡Con cuánta frecuencia en la actualidad se imponen sobre la iglesia tareas que nunca debieran formar parte de la obra del ministerio evangélico!

En numerosas ocasiones se había pedido a Cristo que interviniera en cuestiones legales y políticas. Pero él siempre rehusó inmiscuirse en los asuntos temporales. Sabía que en el mundo político existían procedimientos inicuos y gran tiranía. Pero lo único que hacía para exponerlos era la proclamación de la verdad bíblica. A las grandes multitudes que se agolpaban a su alrededor, les presentaba los principios puros y santos de la ley de Dios, y les hablaba de las bendiciones que se encuentran al obedecer estos principios. Con autoridad de lo alto insistía en la importancia de la justicia y la misericordia. Pero él rehusó inmiscuirse en disputas personales.

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Cristo permaneció en nuestro mundo como Cabeza del gran reino espiritual que había venido a establecer, el reino de la justicia. Su enseñanza destacaba los principios ennoblecedores y santificadores que gobiernan este reino. Mostraba que la justicia, la misericordia y el amor son las potencias controladoras en el reino de Jehová.

Un tiempo de preparación

Estamos viviendo en el gran día de la expiación, cuyo prototipo es el día de la expiación de Levítico 23. Debemos buscar a Dios en forma individual. Esta es una obra personal. Acerquémonos a Dios, y no permitamos que ninguna cosa interfiera con nuestros esfuerzos y distorsione la verdad para este tiempo. Que cada cual confiese sus propios pecados y no los de su prójimo. Que humille su corazón delante de Dios y que sea tan lleno con el Espíritu Santo que su vida demuestre que ha nacido de nuevo. Leemos: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”. Juan 1:12.

Hay que vivir y practicar el evangelio de Cristo en la vida diaria. Los siervos de Dios tienen que limpiarse de toda frialdad y egoísmo. La sencillez, la humildad y la mansedumbre son los grandes valores que deben ponerse en evidencia en la obra de Dios. Procurad unir a los obreros con vínculos de confianza y amor. Si no podéis conseguir esto, sed rectos vosotros mismos y dejad el resto a cargo de Dios. Trabajad con fe y oración. Elegid a jóvenes cristianos y preparadlos para que no sean obreros con corazón de hierro, sino obreros dispuestos a actuar en armonía con los demás. Oro para que el Señor cambie los corazones de aquellos que, a menos que reciban más gracia, caerán en la tentación. Oro para que él suavice y subyugue todo corazón. Necesitamos vivir en estrecha comunión con Dios, para amarnos unos a otros así como Cristo nos amó. Por este medio el mundo ha de conocer que somos sus discípulos. Que no haya exaltación de sí mismo. Si los obreros humillan sus corazones delante de Dios, vendrá la bendición. Mientras tanto recibirán nuevas ideas y se producirá un admirable reavivamiento de la obra médica evangélica y misionera.

La gran obra que tenemos por delante, como cristianos, consiste en extender el reino de Cristo tan rápidamente como sea posible, de acuerdo con la comisión divina. El Evangelio debe avanzar de conquista en conquista, y de victoria en victoria. La grandeza del reino bajo todo el cielo se dará a los santos del Altísimo y ellos recibirán el reino y lo poseerán eternamente.

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