Testimonios para la Iglesia, Vol. 9, p. 57-64, día 454

Cristo fue la Majestad del cielo, el Príncipe de vida; sin embargo se humilló como hombre y se sometió a todas las leyes de Dios. Recorrió el terreno que cada cristiano debe recorrer, y salió de su prueba puro y sin mancha de pecado. Fue nuestro ejemplo en todas las cosas.

La primera venida de Cristo y su vida de ministerio no se estudian como debieran. El vivió con abnegación, y en su vida manifestó todas sus nobles cualidades. Vivió para bendecir a la humanidad por medio de sus palabras y obras de bien.

Excelencia de la obra de publicaciones

La obra de publicaciones es una obra importante y buena; pero no siempre ha ocupado la santa posición que Dios le ha reservado; eso se debe a que el yo ha sido entretejido con la obra de algunos que se han dedicado a ella. La obra de producir libros debiera ser el medio de presentar rápidamente la verdad presente al mundo. Las publicaciones que salen de nuestras prensas en la actualidad debieran ser de tal naturaleza que fortalezcan cada clavija y cada columna de nuestra fe, que fue establecida por la palabra de Dios y la revelación de su Espíritu.

La verdad que Dios ha dado a su pueblo en estos últimos días debiera mantenerlo firme cuando llegan a la iglesia personas que presentan falsas teorías. La verdad que ha permanecido firme contra los ataques del enemigo durante más de medio siglo, todavía debe ser la confianza y consuelo del pueblo de Dios.

La evidencia que presentemos ante los incrédulos de que poseemos la verdad de la Palabra de Dios, debe consistir en una vida de estricta abnegación. No hagamos de nuestra fe un objeto de burla; mantengamos siempre ante nosotros el ejemplo de Aquel que, aunque era el Príncipe del cielo, se humilló para vivir una vida de abnegación y sacrificio a fin de vindicar la justicia de la palabra de su Padre. Que cada uno resuelva hacer todo lo posible para que la luz de sus buenas obras brille en el mundo.

Unidad en el progreso

Debe existir perfecto acuerdo en los planes trazados para la publicación de nuestros libros y periódicos, para que la luz que contienen se difunda rápidamente por todas partes a las iglesias nominales y al mundo. Debiera haberse logrado mucho más en la venta de nuestros libros de lo que hemos conseguido hasta ahora.

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Nuestros ministros debieran invitar a los miembros de la iglesia a hacer resonar la trompeta de la verdad. “Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti. Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria. Y andarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento”. Isaías 60:1-3. La unidad y el amor llevarán a cabo cosas maravillosas en favor de los creyentes. ¿No se levantarán nuestras iglesias para dar el último mensaje de amonestación al mundo?

Nuestros libros para reunir fondos

Palabras de vida del gran Maestro es un libro que habla por sí mismo y que ha realizado una buena obra. Su venta ha producido dinero que ha aliviado la deuda de nuestros colegios. Pero lo más importante es que mucha gente ha recibido beneficio de las lecciones de verdad que contiene, y muchos más serán bendecidos cuando lo lean.

El libro El ministerio de curación puede realizar la misma obra en beneficio de nuestros sanatorios e instituciones de salud que la que Palabras de vida del gran Maestro ha efectuado por nuestros colegios. Este libro contiene la sabiduría del Gran Médico. Para mí ha sido un gran privilegio donar mi trabajo con estos libros a la causa de Dios. En el futuro debieran tomarse las medidas necesarias para aumentar su venta.

Hay que pagar las deudas

Dios desea que aprendamos lecciones de las experiencias pasadas. A él no le agrada que sus instituciones se endeuden. Ha llegado el tiempo cuando tenemos que dar un carácter distintivo a la obra al rehusar construir edificios grandes y costosos. No tenemos que repetir los errores cometidos en el pasado y hundirnos cada vez más en el pozo de las deudas. Debemos, en cambio, procurar definidamente pagar las deudas que todavía pesan sobre nuestras instituciones. Las iglesias pueden ayudar en esto si así lo desean. Los miembros a* quienes Dios ha concedido recursos pueden invertir su dinero en la causa, sin cobrar intereses, o bien aplicando intereses bajos; y mediante sus ofrendas voluntarias pueden contribuir a sostener la obra. El Señor nos pide que devolvamos con gozo una parte de los bienes que nos ha prestado y que así nos convirtamos en sus benefactores.

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Otro aspecto de la obra de publicaciones

Después de eso nos encontrábamos en reuniones campestres y con grandes congregaciones en nuestras iglesias, donde los ministros presentaban claramente los peligros de los tiempos en que vivimos, y la gran importancia de apresurar la circulación de nuestras publicaciones. En respuesta a estas exhortaciones, los miembros se adelantaron y compraron numerosos libros. Algunos tomaron unos pocos y otros adquirieron muchos. La mayor parte pagó por los libros adquiridos. Unos pocos hicieron arreglos para pagar más tarde.

Debido a que los libros se vendían a bajo precio, algunos puestos a precio especial para la ocasión, eran adquiridos en grandes cantidades; algunos por personas que no eran de nuestra fe. Dijeron: “Estos libros deben contener mensajes para nosotros. Estas personas están dispuestas a realizar sacrificios a fin de que podamos tenerlos, de modo que los adquiriremos para nosotros y nuestros amigos”.

Pero algunos de nuestros miembros se mostraron descontentos. Uno de ellos dijo: “Hay que detener esto; si no, nuestro negocio se echará a perder”. Mientras un miembro se alejaba con una cantidad de libros en sus brazos, un colportor le puso una mano en el hombro y le dijo: “Hermano, ¿qué hace usted con tantos libros?” Luego escuché la voz de nuestro Consejero que decía: “No se lo prohibáis. Esta es una obra que debe realizarse. El fin está cerca. Ya se ha perdido mucho tiempo, cuando estos libros debieran haber estado circulando. Vendedlos en lugares cercanos y lejanos. Distribuidlos como las hojas en el otoño. Esta obra debe continuar sin la interferencia de nadie. Las almas perecen sin Cristo. Dejad que sean advertidas de su próxima venida en las nubes de los cielos”.

Vi que algunos obreros estaban deprimidos. Uno lloraba mientras decía: “Estos están cometiendo una injusticia con la obra de publicaciones al comprar los libros a un precio tan bajo; además, esto nos está privando de una parte de los ingresos que debieran sostener nuestra obra”. La Voz replicó: “No estáis experimentando ninguna pérdida. Estos obreros que adquieren los libros a precio reducido no hubieran podido obtenerlos si no hubiera sido por este así llamado sacrificio. Muchos compran ahora para sus amigos y para ellos mismos, que de otro modo no hubieran pensado en comprar”.

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Una advertencia

A continuación se dio instrucción al pastor Haskell, y se le dijo que en su ansiedad por proporcionar a la gente la verdad preciosa contenida en sus libros, en su deseo de que todos sintieran que los libros tenían un valor mayor que su costo, y que se animara a todos a hacerlos circular ampliamente, estaba vendiéndolos a un precio excesivamente bajo, con lo que hacía demasiado pesada su propia carga.

Nuestro Consejero dijo: “Los libros debieran venderse de tal modo que el autor no quede desprovisto de recursos y que la casa editora obtenga un margen de ganancia apropiado a fin de contar con recursos para llevar a cabo su obra”.

Una parábola digna de considerarse

“El reino de los cielos es semejante a un hombre, padre de familia -declaró Cristo-, que salió por la mañana a contratar obreros para su viña. Y habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Saliendo cerca de la hora tercera del día, vio a otros que estaban en la plaza desocupados; y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo. Y ellos fueron.

“Salió otra vez cerca de las horas sexta y novena, e hizo lo mismo. Y saliendo cerca de la hora undécima, halló a otros que estaban desocupados; y les dijo: ¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados? Le dijeron: Porque nadie nos ha contratado. El les dijo: Id también vosotros a la viña, y recibiréis lo que sea justo. Cuando llegó la noche, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros. Y al venir los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario.

“Al venir también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario. Y al recibirlo, murmuraban contra el padre de familia, diciendo: Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día. El, respondiendo, dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno? Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos”. Mateo 20:1-16.

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Bendita será la recompensa de la gracia para quienes han trabajado para Dios con sencillez de fe y amor. El valor del servicio a Dios se mide por el espíritu con el que se presta, antes que por la duración del tiempo pasado haciendo el trabajo.

Luz para todos

Estoy muy deseosa de que la luz contenida en mis libros llegue hasta todas las personas posibles; porque Dios ha enviado el mensaje para todos. Estos libros contienen lecciones preciosas para la experiencia cristiana. No me atrevería a prohibir que estos libros se vendan en ocasiones especiales a bajo precio, por temor a estorbar la lectura de los libros, y así retener la luz de algunas almas que podrían convertirse a la verdad. No tengo ninguna limitación para imponer sobre la circulación de nuestros libros. Que la luz se coloque sobre el candelero, para que alumbre a todos en la casa.

Una lección en los negocios

“Y entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas; y les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones. Y vinieron a él en el templo ciegos y cojos, y los sanó. Pero los principales sacerdotes y los escribas, viendo las maravillas que hacía, y a los muchachos aclamando en el templo y diciendo: ¡Hosanna, Hijo de David! se indignaron, y le dijeron: ¿Oyes lo que éstos dicen? Y Jesús les dijo: Sí; ¿nunca leísteis: De la boca de los niños y de los que maman perfeccionaste la alabanza?’ Mateo 21:12-16.

Sanatorio, California,

4 de mayo de 1908.

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Algo que nuestros obreros nunca debieran olvidar es que el Señor Jesucristo es el director principal. El ha trazado un plan por el cual los colegios pueden deshacerse de sus deudas, por lo que no aprobará el proceder de los que descartan este plan por falta de confianza en el éxito. Cuando su pueblo se presente unido para ayudar a su causa en el mundo, nada de lo bueno que Dios ha prometido les será retenido.

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Una visión más amplia

Al proseguir la obra del Señor aquí y en el extranjero, los hombres que ocupan puestos de responsabilidad deben hacer planes juiciosos a fin de sacar el mejor partido de los hombres y recursos de que disponen. Las asociaciones de nuestro país son las que deben soportar una parte importante de la carga de sostener la obra en los campos extranjeros. Esas asociaciones deberían tener recursos con que contribuir a la apertura de nuevos campos, en los que las impopulares verdades del mensaje del tercer ángel todavía no han penetrado. En el transcurso de estos últimos años se han abierto puertas de par en par como por ensalmo; y se necesitan hombres y mujeres que puedan aprovechar esas puertas abiertas e iniciar con celo una obra de salvación en favor de la gente.

Nuestros colegios pueden suplir, en gran medida, los obreros que necesitan tales campos misioneros. Deben hacerse planes juiciosos para dar mayor solidez a la obra que se hace en nuestros centros de educación. Deben estudiarse los mejores métodos para preparar a jóvenes consagrados, de ambos sexos, para llevar responsabilidades y ganar almas para Cristo. Hay que enseñarles a presentarse ante el mundo y a exponer el mensaje del tercer ángel de una manera atrayente. En lo que toca al manejo de los negocios, hay que darles lecciones que puedan serles de utilidad cuando sean enviados a campos aislados, donde deberán pasar muchas privaciones y practicar la más estricta economía.

El Señor ha instituído un plan por medio del cual un buen número de alumnos de nuestras escuelas pueden aprender lecciones prácticas, que les asegurarán el éxito en su carrera. Les da ocasión de vender libros preciosos, consagrados al adelantamiento de nuestra obra de educación y de salud. El mismo hecho de vender esos libros presentará a los jóvenes muchas incidencias que los prepararán para resolver los problemas que los esperan en las regiones lejanas. Al vender estos libros durante su vida escolar, muchos pueden aprender a acercarse a la gente de una manera cortés y a discurrir con tacto sobre los diferentes puntos de la verdad presente. Y al tener cierto éxito financiero, algunos aprenderán a ser económicos, lo que será para ellos de la mayor importancia, cuando sean enviados a algún lugar como misioneros.

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Los alumnos que emprendan la venta de libros como Palabras de vida del gran Maestro y El ministerio de curación, deberían estudiar el contenido de los mismos. Al familiarizarse con los temas tratados y al esforzarse por poner en práctica sus enseñanzas, se desarrollarán intelectual y espiritualmente. Los mensajes contenidos en esos libros son la luz que Dios me ha encomendado que comunique al mundo. Los profesores de nuestros colegios debieran animar a los alumnos a estudiar atentamente cada capítulo. Deberían enseñar esas verdades a sus alumnos y esforzarse para que la juventud aprecie y se asimile los preciosos pensamientos que Dios nos ha confiado para el mundo.

La preparación necesaria para presentar esos libros y la práctica diaria del colportaje, serán un excelente aprendizaje que, con la bendición de Dios, hará a los jóvenes aptos para servir en la viña del Maestro. Bajo la bendición de Dios, los jóvenes se harán idóneos para servir en la viña del Señor.

Los hombres que llevan responsabilidades en las iglesias de nuestras asociaciones tienen una obra especial que cumplir en favor de nuestra juventud. Cuando los miembros dirigentes de las iglesias descubran jóvenes promisorios, deseosos de prepararse para servir útilmente al Señor, pero cuyos padres no tienen los recursos necesarios para enviarlos a la escuela, es su deber buscar la manera de ayudarles y animarlos. Deben consultar con los padres y con esos jóvenes, y juntos proceder con sabiduría. Puede ser que algunos jóvenes tengan más idoneidad para la obra misionera de casa en casa. Hay un gran campo de labor en la tarea de llevar el mensaje del tercer ángel a nuestros vecinos y amigos y en la distribución de impresos. Otros jóvenes debieran ser animados a consagrarse al colportaje y a vender nuestros libros más grandes. Algunos pueden tener cualidades que los hagan útiles en nuestras instituciones. En muchos casos, los jóvenes promisorios, debidamente animados y dirigidos, pueden ganar sus becas con la venta de Palabras de vida del gran Maestro y El ministerio de curación.

La venta de esos libros haría misioneros de esos jóvenes, porque así harían conocer al mundo una luz preciosa. Al mismo tiempo, podrían ganar el dinero necesario para ir al colegio, donde podrían continuar preparándose para ser de mayor utilidad en la causa del Señor. En el colegio serán animados por sus maestros y condiscípulos a seguir con la venta de libros; al final de sus estudios, habrán recibido la preparación práctica que los habilite para el trabajo difícil y penoso que los espera en muchos campos extranjeros, donde la obra del mensaje del tercer ángel exige mucha abnegación.

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