Esta clase de personas no sabe realmente lo que cree, ni las razones de su creencia. Nunca aprenden y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad. Se levanta un hombre con opiniones extraviadas y erróneas, y asevera que Dios le ha enviado con una luz nueva y gloriosa, y que todos deben creer lo que predica. Algunos que no tienen fe establecida, que no están sujetos al cuerpo, sino que andan al garete sin ancla que los retenga, reciben ese viento de doctrina. La luz de aquel hombre resplandece de tal manera que induce al mundo a apartarse de él con disgusto y aborrecimiento. Entonces se coloca con espíritu blasfemo al lado de Cristo, y asevera que el mundo le aborrece por la misma razón que aborreció a Cristo.
Se levanta otro aseverando ser conducido por Dios, y presenta la doctrina de que los impíos no resucitarán, herejía que es una de las obras maestras del engaño satánico. Otro alberga opiniones erróneas acerca de la edad futura. Otro insiste celosamente en que se adopte el traje americano [moda extravagante que se procuraba implantar entonces en los Estados Unidos]. Todos quieren plena libertad religiosa y cada uno actúa independientemente de los demás, y sin embargo aseveran que Dios obra especialmente entre ellos.
Algunos se regocijan de que tienen los dones que otros no poseen. Dios quiere librar a su pueblo de tales dones. ¿Qué hacen estos dones por ellos? ¿Se unen en la fe por el ejercicio de estos dones? ¿Y convencen acaso al incrédulo de que Dios está en verdad con ellos? Cuando estos seres discordantes, que sostienen sus diferentes opiniones, se reúnen y manifiestan considerable excitación y se expresan en lengua desconocida, dejan brillar de tal manera su luz que los incrédulos dicen: “Esta gente no es cuerda; está arrebatada por una falsa excitación, y sabemos que no tiene la verdad”. Los tales estorban directamente el camino de los pecadores; su influencia tiende a impedir a otros que acepten el sábado. Los tales serán recompensados según sus obras. ¡Ojalá que se reformen o renuncien al sábado! En tal caso no estorbarían el camino de los incrédulos.
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Dios ha conducido a hombres que han trabajado durante años, que han estado dispuestos a hacer cualquier sacrificio, que han sufrido privaciones y soportado pruebas para presentar la verdad al mundo, y por su conducta consecuente han eliminado el oprobio que los fanáticos impusieron a la causa de Dios. Han hallado oposición de toda clase. Han luchado noche y día en busca de las evidencias de nuestra fe, para poder presentar la verdad con claridad, en forma bien eslabonada, a fin de que pudiesen resistir toda oposición. La labor incesante y las pruebas mentales relacionadas con esta gran obra han agobiado más de una constitución y encanecido prematuramente las cabezas. No se han gastado en vano. Dios ha notado sus oraciones fervientes acompañadas de lágrimas de agonía, en que se pedía luz y verdad y que ésta resplandeciese con claridad delante de los demás. Ha notado sus esfuerzos abnegados y los recompensará según sus obras.
Por otro lado, los que no han luchado para sacar a relucir estas verdades preciosas, han aparecido y han aceptado algunas doctrinas, como la verdad del sábado, que están dispuestas completas al alcance de su mano, y luego toda la gratitud que sienten por lo que no les ha costado nada a ellos, pero mucho a otros, la manifiestan levantándose como Coré, Datán y Abiram y arrojando oprobio sobre aquellos a quienes Dios impuso la carga de su obra. Y dirán: “¡Basta ya de vosotros! Porque toda la congregación, todos ellos son santos, y en medio de ellos está Jehová”. Números 16:3. Desconocen la gratitud. Poseen un espíritu terco, que no cede a la razón, y que los llevará a su propia destrucción.
Dios ha bendecido a sus hijos que han avanzado, siguiendo las oportunidades de su providencia. Ha sacado un pueblo de todas las clases para colocarlo sobre la gran plataforma de la verdad. Los incrédulos han quedado convencidos de que Dios estaba con su pueblo, y han humillado su corazón para obedecer a la verdad. La obra de Dios sigue constantemente hacia adelante. Sin embargo, a pesar de todas las evidencias de que Dios ha estado conduciendo al cuerpo, hay y continuará habiendo quienes, profesando creer en la verdad del sábado, actuarán en forma independiente del cuerpo, y creerán y obrarán como se les antoje. Sus opiniones están confusas. Su dispersión es un testimonio permanente de que Dios no está con ellos. El mundo coloca el sábado y los errores de los tales a un mismo nivel y los desecha juntamente.
Dios está airado con los que siguen una conducta que nos hace odiar por el mundo. Si a un creyente se le odia por sus buenas obras y por seguir a Cristo, tendrá recompensa. Pero si se le odia porque no se conduce en forma que inspire amor, o por sus modales incultos, porque hace de la verdad un motivo de disputa con sus vecinos y hace del sábado una molestia para ellos, es una piedra de tropiezo para los pecadores, un oprobio para la verdad sagrada, y a menos que se arrepienta, sería mejor que se atase una piedra de molino al cuello y se arrojase al mar.
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No debiera darse a los incrédulos ocasión para vituperar nuestra fe. Se nos considera raros y singulares, por lo que no debiéramos tener comportamientos que induzcan a los incrédulos a pensar que somos más raros de lo que nuestra fe requiere que seamos.
Algunos que creen la verdad pueden pensar que será más saludable para las hermanas adoptar el traje americano, pero si ese estilo de moda destruye nuestra influencia entre los incrédulos y no nos permite tener acceso fácil a ellos, por ningún motivo debiéramos adoptarlo, aunque ello nos acarree sufrimiento. Pero algunos están engañados al pensar que se puede recibir tanto beneficio de este traje. Aunque pueda beneficiar a algunos, es perjudicial para otros.*
Vi que los que adoptan el traje americano han revertido la orden de Dios y han desobedecido sus instrucciones especiales. Se me refirió a Deuteronomio 22:5: “No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es a Jehová tu Dios cualquiera que lo hace”. Dios no quiere que su pueblo adopte el así llamado traje de la reforma. Es una vestimenta inmodesta, totalmente inapropiada para los modestos y humildes seguidores de Cristo.
Existe una creciente tendencia de hacer que la vestimenta y la apariencia de las mujeres se parezcan lo más posible a las de los hombres; pero Dios considera esto una abominación. “Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia” 1 Timoteo 2:9.
Los que se sienten llamados a unirse al movimiento en favor de los derechos de las mujeres y la así llamada reforma del vestido, sería mejor que cortaran su conexión con el mensaje del tercer ángel. El espíritu que acompaña al uno no puede estar en armonía con el otro. Las Escrituras hablan con claridad acerca de las relaciones y los derechos de los hombres y mujeres. Los espiritistas, en una extensión considerable, han adoptado este estilo de vestir. Los adventistas que creen en la restauración de los dones, con frecuencia son confundidos con los espiritistas. Si adoptan esta vestimenta, su influencia estará muerta. La gente los catalogará en el mismo nivel que los espiritistas y rehusará escucharles.
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Con la así llamada reforma del vestido avanza un espíritu de liviandad y osadía que armoniza plenamente con el estilo del vestido. La modestia y la reserva desaparecen de muchos cuando adoptan ese estilo de vestido. Se me mostró que Dios desea que adoptemos un proceder consecuente y lógico. Si las hermanas adoptan el traje americano destruirán su influencia personal y también la de sus esposos. Se convertirán en el hazmerreír de la gente. Nuestro Salvador dice: “Vosotros sois la luz del mundo”. Mateo 5:14. “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”. vers. 16. Existe una gran obra que debemos hacer en el mundo, por lo que Dios no quiere que adoptemos un comportamiento que disminuya o destruya nuestra influencia.
La oración de David
Vi a David suplicando al Señor que no le abandonase cuando fuese viejo; vi qué causa le arrancaba esta ferviente oración. Veía él que la mayor parte de los ancianos que le rodeaban eran desdichados, y que las características desfavorables de su carácter se intensificaban especialmente con la edad. Si por naturaleza las personas eran avarientas y codiciosas, lo eran hasta un punto muy desagradable en su vejez. Si eran celosas, inquietas e impacientes, lo eran especialmente en la edad provecta.
David sentía gran angustia al ver que los reyes y los nobles que parecían haber temido a Dios mientras gozaban de la fuerza de su virilidad, se ponían celosos de sus mejores amigos y parientes cuando llegaban a viejos. Temían de continuo que fuesen motivos egoístas los que inducían a sus amigos a manifestar interés por ellos. Escuchaban las sugestiones y los consejos engañosos de los extraños respecto a aquellos en quienes debieran haber confiado. Sus celos irrefrenados ardían a veces como llamas, porque no todos concordaban con su juicio decrépito. Su avaricia era horrible. A menudo pensaban que sus propios hijos y familiares deseaban que murieran para ocupar su lugar y apoderarse de sus riquezas, y recibir los homenajes que se les concedían. Algunos estaban de tal manera dominados por sus sentimientos de celos y codicia, que llegaban hasta a matar a sus propios hijos.
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David notaba que aunque había sido recta la vida de algunos mientras disfrutaban de la fuerza de la virilidad, al sobrevenirles la vejez parecían perder el dominio propio. Satanás intervenía y guiaba su mente, volviéndolos inquietos y descontentos. Veía que muchos de los ancianos parecían abandonados de Dios y se exponían al ridículo y al oprobio de los enemigos de él. David quedó profundamente conmovido y se angustiaba al pensar en su propia vejez. Temía que Dios le abandonase y que, al ser tan desdichado como otras personas ancianas cuyo proceder había notado, quedara expuesto al oprobio de los enemigos del Señor. Sintiendo esta preocupación, rogó fervientemente: “No me deseches en el tiempo de la vejez; cuando mi fuerza se acabare, no me desampares… Oh Dios, me enseñaste desde mi juventud, y hasta ahora he manifestado tus maravillas. Aun en la vejez y las canas, oh Dios, no me desampares, hasta que anuncie tu poder a la posteridad y tu potencia a todos los que han de venir”. Salmos 71:9, 17-18. David sentía la necesidad de precaverse contra los males que acompañan a la senectud.
Sucede con frecuencia que las personas ancianas no están dispuestas a comprender ni reconocer que su fuerza mental está decayendo. Acortan sus días asumiendo preocupaciones que corresponden a sus hijos. Satanás obra a menudo sobre su imaginación y las induce a sentir una ansiedad continua respecto de su dinero. Llega a ser su ídolo y lo guardan con cuidado avariento. Hasta se privarán a veces de muchas de las comodidades de la vida y trabajarán más de lo que les permiten sus fuerzas, antes de usar los recursos que tienen. De esta manera sufren constante necesidad por temor a que en algún tiempo futuro han de pasar miseria. Todos estos temores tienen su origen en Satanás. El excita los órganos que los inducen a sentir temores y celos serviles que corrompen la nobleza del alma y destruyen los pensamientos y sentimientos elevados. Las tales personas tienen una actitud insana con respecto al dinero. Si ellas asumiesen la actitud que Dios quiere que asuman, sus postreros días podrían ser los mejores y más felices. Los que tienen hijos en cuya honradez y juicioso manejo tienen motivos para confiar, deben dejar que ellos los hagan felices. A menos que obren así, Satanás se aprovechará de su falta de fuerza mental, y lo manejará todo en su lugar. Deben deponer la ansiedad y las cargas, ocupar su tiempo tan felizmente como puedan, y prepararse así para el cielo.
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Extremos en la manera de vestir
No consideramos que armonice con nuestra fe vestirnos con el traje americano, usar vestidos con armadura de alambre o ir hasta el extremo de llevar vestidos excesivamente largos que barren las veredas y las calles. Si las mujeres usaran vestidos que llegaran a unos tres a cinco centímetros sobre el sucio suelo de la calle, éstos serían modestos, podrían mantenerse limpios con mayor facilidad y durarían más. Un vestido con estas características armonizaría con nuestra fe. He recibido varias cartas de hermanas que consultaban mi opinión con respecto al uso de faldas acordonadas. Envié la respuesta por carta a esta hermana del Estado de Wisconsin. A continuación transcribo la carta para beneficio de otros:
“Como pueblo, no consideramos que es nuestro deber retirarnos del mundo para estar fuera de moda. Si tenemos un estilo de vestir pulcro, sencillo, modesto y cómodo, y si los mundanos eligen vestirse como nosotros, ¿tenemos por eso que cambiar nuestro estilo para diferenciarnos del mundo? No, es innecesario ser raros o excéntricos en nuestra manera de vestir para diferir del mundo, a fin de que no nos desprecien por hacerlo. Los cristianos son la luz del mundo y la sal de la tierra; por lo tanto su ropa debe ser pulcra y modesta, su conversación debe ser casta y celestial y su comportamiento irreprochable.
“¿Como debemos vestirnos? Si algunas damas usaban vestidos de tela gruesa y acolchada antes de la introducción de la moda de los vestidos con armazón de alambre, sólo por ostentación y no por comodidad, pecaron contra sí mismas al perjudicar su salud, puesto que tienen el deber de preservarla. Si los usan ahora para causar la impresión de que su ropa tiene armazón de alambre, están pecando porque procuran imitar una moda que es vergonzosa. Antes de la introducción de la moda de los vestidos con armazón de alambre se usaban las faldas acordonadas. Yo misma he usado una falda ligeramente acordonada desde la edad de catorce años, no por ostentación sino por comodidad y decencia. No abandoné su uso cuando aparecieron los vestidos con armazón de alambre. ¿Debiera desechar ahora mi estilo de vestir porque surgió la moda de la ropa con armazón de alambre? No, porque eso sería llevar las cosas a un extremo.
“Debo recordar siempre que debo ser un ejemplo para otros, de modo que no debo cambiar constantemente de moda de vestir, sino tener siempre un proceder parejo e independiente sin incurrir en extremos en la manera de vestir. Descartar mi vestido acordonado, que siempre fue modesto y cómodo, y usar en su lugar una delgada falda de algodón y así parecer ridícula, sería incorrecto, porque entonces no daría un ejemplo apropiado, sino que pondría un argumento en boca de las que se visten con trajes con armazón de alambre. Para justificarse por usar vestidos con armazón, me señalarían como alguien que no los usa, y dirían que no se humillarían en esa forma. Al incurrir en esos extremos destruiríamos toda la influencia que de otro modo podríamos ejercer e induciríamos a las que usan ropa con armazón a justificar su proceder. Debemos vestirnos modestamente, sin siquiera preocuparnos de la moda de los vestidos con armazón de alambre.
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“Existe una posición intermedia en todo esto. Ojalá que todas encontráramos esa posición y nos mantuviéramos en ella. En este tiempo solemne escudriñemos nuestros corazones, arrepintámonos de nuestros pecados y humillémonos ante Dios. La obra que debemos realizar es entre Dios y nuestras almas. Se trata de una obra individual, y todas tendrán bastante que hacer sin criticar el vestido, las acciones y los motivos de sus hermanos y hermanas. ‘Buscad a Jehová todos los humildes de la tierra, los que pusisteis por obra su juicio; buscad justicia, buscad mansedumbre; quizás seréis guardados en el día del enojo de Jehová’. Sofonías 2:3. Esta es nuestra obra. Aquí no se está hablando a pecadores, sino a los humildes de la tierra, a los que han llevado a cabo sus juicios u obedecido sus mandamientos. Hay una obra para cada uno, y si todos obedecen, veremos una placentera unión en las filas de los observadores del sábado”.
Comunicaciones para el pastor Hull*
El 5 de noviembre de 1862 se me mostró la condición en la que el pastor Hull se encontraba. Se hallaba en un estado alarmante. Su falta de consagración y de piedad vital lo dejó vulnerable a las sugerencias satánicas. Ha confiado en su propio poder en lugar de aferrarse al poderoso brazo del Señor, y ese brazo fuerte se ha alejado parcialmente de él.
Se me mostró que la característica más alarmante en el caso del pastor Hull, es que no se percata del peligro que corre. No detecta ningún motivo de alarma y se siente totalmente seguro, mientras Satanás y sus ángeles se regocijan por su triunfo. Mientras el pastor Hull mantenía algún conflicto con alguien, su mente estaba sometida a una influencia maligna, lo que generó una colisión de espíritus. Ahora ha dejado de estar en conflicto y eso ha puesto fin a la colisión. Su mente está en reposo y Satanás le permite estar en paz. ¡Oh, cuán peligrosa era la posición en la que se me presentó! Su caso casi no tiene esperanza porque no realiza ningún esfuerzo por resistir a Satanás y escapar de la trampa mortal.
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Se ha procedido con firmeza en el caso del pastor Hull. El considera que se lo ha restringido excesivamente, hasta el punto, dice él, en que no ha podido actuar con espontaneidad. Mientras él experimentaba el poder de la verdad en toda su fuerza, se encontraba comparativamente a salvo; pero cuando se interrumpe la fuerza y el poder que la verdad ejerce sobre la mente y ésta queda sin restricción, las tendencias naturales toman la delantera sin que sea posible detenerlas.
El pastor Hull se siente cansado por el conflicto. Y desde hace un tiempo ha estado deseando poder actuar con más espontaneidad, y se ha ofendido por los reproches de sus hermanos. Me fue presentado parado al borde de un temible abismo, listo para saltar. Si salta, será un acto definitivo; su destino eterno quedará sellado. Está realizando obras y adoptando decisiones para la eternidad. La obra de Dios no depende del pastor Hull. Si abandona las filas de los portadores del estandarte ensangrentado del Príncipe Emanuel para unirse al grupo que despliega la bandera negra, sellará su propia pérdida y su destrucción eterna.
Vi que los que así desean, pueden tener amplia oportunidad de dudar de la inspiración y la verdad de la palabra de Dios. Él no obliga a nadie a creer. Pueden decidir confiar en las evidencias que a él le ha complacido presentar, o bien dudar y perecer. En su caso, pastor Hull, se trata de la vida o la muerte. Vi que usted estaba rodeado por una nube de ángeles malos y que usted se encontraba muy a gusto entre ellos. Satanás le ha estado contando una historia agradable acerca de una modalidad de vida más fácil que mantenerse en constante lucha con espíritus antagónicos; pero si elige ese proceder encontrará al final que tendrá un pesado y terrible tributo que pagar.