El instituto de salud
En la visión que me fue dada el 25 de diciembre de 1865, vi que la reforma pro salud era una gran empresa, estrechamente relacionada con la verdad presente, y que los adventistas del séptimo día deberían establecer instituciones donde los enfermos pudieran recibir tratamiento para sus enfermedades y aprender también a cuidarse ellos mismos para prevenirlas. Vi que nuestro pueblo no debería permanecer indiferente sobre este tema, dejando que nuestros hermanos acomodados vayan a las instituciones populares del país que curan con agua, donde en vez de hallar simpatía hacia su fe religiosa, hallarían oposición. Las personas dominadas por la enfermedad sufren no solamente por falta de fuerza física sino también mental y moral; y los fieles adventistas que enferman, no pueden recibir suficiente beneficio allí donde sienten que deben mantenerse constantemente en guardia para no comprometer su fe y deshonrar su profesión, como lo recibirían en una institución cuyos médicos y dirigentes simpatizan con las verdades relacionadas con el mensaje del tercer ángel.
Cuando los enfermos que han sufrido mucho son aliviados por un sistema inteligente de tratamiento, consistente en baños, alimentación sana, períodos de reposo y ejercicio apropiados, y los efectos beneficiosos del aire puro, a menudo son inducidos a pensar que los que los han tratado exitosamente están bien en asuntos de fe religiosa, o por lo menos, no pueden estar tan lejos de la verdad. Entonces, si a nuestros miembros se les deja que vayan a las instituciones cuyos médicos están errados en la fe religiosa, corren peligro de ser entrampados. Vi entonces (en 1865) que la institución de _____, era la mejor en los Estados Unidos. En lo que respecta al tratamiento del enfermo, han estado haciendo una obra grande y buena; pero urgen a los pacientes a que bailen y jueguen a los naipes, y les recomiendan que asistan al teatro y otros lugares de diversión mundana que están en oposición directa a las enseñanzas de Cristo y los apóstoles.
Los individuos conectados con el Instituto de Salud, localizado ahora en Battle Creek, debieran sentir que están envueltos en una obra importante y solemne. De ninguna manera debieran ellos imitar a los médicos de _____ en asuntos de religión y diversión. Sí, vi que habría peligro de imitarlos en muchos aspectos y perder de vista el carácter exaltado de esta gran obra. Y si los que están conectados con esta obra cesaran de considerar su obra desde un elevado punto de vista religioso, y rebajaran los exaltados principios de la verdad presente para imitar en teoría y práctica a los que dirigen las instituciones donde el enfermo es tratado solamente para que restablezca la salud, la bendición especial de Dios no reposaría más sobre nuestra institución que lo que reposaría donde se enseñan y practican teorías viciadas.
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Vi que una obra de gran magnitud no podía ser realizada en un corto tiempo, porque no sería asunto fácil encontrar médicos que Dios aprobara y que trabajaran juntos armoniosa, desinteresada, y celosamente para el bien de la humanidad sufriente. Debería tenerse siempre en alto que el gran objeto a cumplir a través de este canal, no es solamente salud, sino perfección y un espíritu de santidad, que no puede lograrse con cuerpos y mentes enfermos. Este objeto no puede asegurarse solamente laborando desde el punto de vista mundanal. Dios levantará hombres y los calificará para que se desempeñen en la obra, no solamente como médicos del cuerpo, sino también del alma enferma por el pecado, como padres espirituales para los jóvenes e inexpertos.
Se me mostró que la posición del doctor E respecto a las diversiones era equivocada, y que sus ideas acerca del ejercicio físico no eran completamente correctas. Por cada uno que recibe ayuda al practicar las diversiones que él recomienda, hay varios casos en los cuales éstas impiden la recuperación de la salud. Se ha opuesto en gran medida a las actividades físicas de los enfermos, y sus enseñanzas en muchos casos han sido una afrenta para ellos. Ejercicios mentales como jugar a los naipes, el ajedrez y las damas excitan y agotan el cerebro y retrasan la recuperación, mientras que la luz y el trabajo físico agradable ocuparán el tiempo, mejorarán la circulación, aliviarán y restaurarán el cerebro y serán un beneficio decidido para la salud. Pero sustraed del inválido tal ocupación y se volverá impaciente y con imaginación enfermiza verá su caso peor de lo que realmente es, lo cual tiende a producir debilidad mental.
Por años se me ha mostrado con alguna frecuencia que al enfermo debe enseñársele que es erróneo suspender toda labor física a fin de recobrar la salud. Al actuar así, la voluntad se adormece, la sangre circula lentamente a través del sistema y llega a ser progresivamente más impura. Allí donde el paciente corre el peligro de imaginar su caso peor de lo que realmente es, la indolencia seguramente producirá los resultados más desastrosos. El trabajo bien regulado da al inválido la idea de que no es totalmente inútil en el mundo, ya que, por lo menos, sirve de algo. Esto le produce satisfacción, le da ánimo y le imparte vigor, lo cual la diversión mental vana jamás logrará.
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La idea de que aquellos que han abusado de sus fuerzas físicas y mentales o que se han arruinado, ya sea en sus mentes o en el cuerpo, deben suspender sus actividades a fin de recobrar su salud, es un error mayúsculo. En muy pocos casos, completo reposo por un corto período puede ser necesario, pero estos casos son muy raros. La mayoría de las veces, el cambio sería demasiado grande. Las personas que se han quebrantado por el intenso trabajo mental deberían tener reposo de pensamientos abrumadores; pero el enseñarles que es erróneo y aun peligroso ejercitar sus fuerzas mentales, los conduce a ver su condición como peor de lo que realmente es. Llegan a estar aún más nerviosos y son una gran molestia y fastidio para quienes los atienden. En este estado mental su recuperación es realmente dudosa.
Las personas que se han quebrantado por el trabajo físico deben disminuir sus esfuerzos, y hacer sólo el tipo de trabajo que les resulte liviano y agradable. Pero impedirles totalmente que trabajen y se ejerciten, en muchos casos resultará en su ruina. Tienen la voluntad vinculada con la obra de sus manos, y los que están acostumbrados a trabajar sentirían que son solamente máquinas en las manos de los médicos y asistentes, y su imaginación llegaría a enfermarse. La inactividad es la mayor maldición que podría venir sobre estas personas. Sus poderes se debilitan a tal punto que es imposible para ellos resistir la enfermedad y su languidez, como deben hacerlo para recobrar la salud.
El Dr. E ha cometido un grave error respecto al ejercicio y las diversiones, y uno aún mayor en su enseñanza sobre la experiencia y la excitación religiosas. La religión de la Biblia no es perjudicial a la salud del cuerpo y de la mente. La influencia elevadora del Espíritu de Dios es el mejor reconstituyente para el enfermo. El Cielo es todo salud, y mientras más plenamente se sientan las influencias celestiales, más seguro será el restablecimiento del creyente incapacitado. La influencia de ideas como las que ha promovido el Dr. E nos ha alcanzado como pueblo en cierto grado. Los observadores del sábado y reformadores de la salud deben estar libres de todo esto. Cada verdadera y genuina reforma nos acercará más a Dios y al cielo, nos allegará más a Jesús, aumentará nuestro conocimiento de las cosas espirituales y profundizará en nosotros la santidad de la experiencia cristiana.
Es cierto que existen mentes desequilibradas que imponen sobre sí mismas ayunos que las Escrituras no enseñan, y oraciones y privación de reposo y sueño que Dios jamás ha requerido. Los tales no son prosperados ni sostenidos en sus actos voluntarios de justicia. Tienen una religión farisaica que no pertenece a Cristo sino a ellos. Confían en sus buenas obras para la salvación, en vano esperando ganar el cielo por sus obras meritorias en vez de confiar, como cualquier pecador debiera hacerlo, en los méritos de un Salvador crucificado, resucitado y exaltado. Es casi seguro que la gente así se vuelve enfermiza. Pero Cristo y la verdadera piedad son salud para el cuerpo y fuerza para el alma. Que los inválidos hagan algo en vez de ocupar sus mentes con simples juegos, que les disminuyen su estima propia y los inducen a pensar que sus vidas no tienen utilidad. Manténgase despierto el poder de la voluntad, porque la voluntad despierta y bien dirigida es un poderoso calmante de los nervios. Los débiles e incapacitados son mucho más felices si se mantienen ocupados, y su recuperación es más fácil. Vi que la mayor maldición que jamás recayó sobre mi esposo y la hermana F fueron las instrucciones que recibieron en _____, en relación a permanecer inactivos a fin de recuperarse. La imaginación de ambos se enfermó, y su inactividad los hizo pensar y sentir que sería peligroso para su salud y su vida hacer ejercicio, especialmente si al hacerlo se fatigaban. La maquinaria del sistema, tan pocas veces puesta en acción, perdió su elasticidad y fuerza, así que cuando se ejercitaron, sus coyunturas estaban tiesas y sus músculos débiles; cada movimiento requería mayor esfuerzo y, por supuesto, producía dolor. Sin embargo, este mismo cansancio habría resultado una bendición para ellos, si hubieran perseverado en resistir sus inclinaciones hacia la inactividad, independiente de sentimientos o síntomas desagradables. Vi que sería mucho mejor para la hermana F estar con su familia por sí misma y sentir sobre ella las responsabilidades. Esto despertaría en su vida sus energías adormecidas. Se me mostró que la condición fragmentada de esta querida familia cuando estaban en _____ era desfavorable para la educación y preparación de sus hijos. Para su propio beneficio, estos niños deberían estar aprendiendo a llevar responsabilidades en las tareas del hogar, y deberían sentir que sobre ellos reposan algunas de las preocupaciones de la vida. La madre que se ocupa en la educación y enseñanza de sus hijos, está empleada en la obra misma que Dios le ha asignado, y por cuya causa él, en su misericordia, escuchó las oraciones ofrecidas por su recuperación. Si bien ella debería evitar el trabajo agotador, lo que más debe temer es una vida de inactividad.
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Cuando la visión me fue dada en Róchester, Nueva York, vi que sería mucho mejor para estos padres e hijos formar una familia propia. Cada uno de los hijos debería realizar una parte de las faenas de la familia y de esa manera obtener una educación de valor que no podría obtenerse de ninguna otra forma. La vida en _____ o en cualquier otro lugar, rodeada por criados y sirvientas, es la injuria más grande posible para las madres e hijos. Jesús invita a la hermana F a encontrar reposo en él y permitir a su mente recibir un tono saludable confiando en las cosas celestiales y fervorosamente procurando educar su pequeña grey en la crianza y admonición del Señor. De esta manera puede ella ayudar a su esposo al aliviarlo del sentimiento de que ella tiene que ser el objeto de mucha de su atención, cuidado y simpatía. Respecto al grado de capacidad del Instituto de Salud en Battle Creek, se me mostró, como lo he expresado anteriormente, que debemos tener una institución tal, pequeña en sus comienzos y aumentar cautelosamente, a medida que se buscan médicos y ayudantes y se levantan fondos, y a medida que las necesidades de los incapacitados lo requieran; y todo debería ser conducido en estricto acuerdo con los principios y el espíritu humilde del mensaje del tercer ángel. Y al haber visto los cuantiosos cálculos precipitadamente propuestos por aquellos que han llevado una parte importante en la obra, me he sentido alarmada y en muchas conversaciones privadas y en cartas he advertido a estos hermanos que necesitan actuar con precaución. Mis razones para ello son que sin las bendiciones especiales de Dios hay varias formas en las cuales esta empresa puede ser detenida por lo menos por un tiempo. Cualquiera de ellas puede ir en detrimento de la institución y ser un agravio para la causa. Si los médicos, por enfermedad, muerte o cualquier otra causa, dejan de ocupar su puesto, la obra se verá perjudicada mientras se busca a otros; o si no llegaran los medios cuando la construcción estuviera progresando extensamente, y como resultado la obra se detuviera y el capital disminuyera, el desánimo general vendría sobre todos los interesados; también pudiera haber falta de pacientes para ocupar las instalaciones actuales, consecuentemente una falta de recursos para pagar los gastos corrientes. Con todos los esfuerzos de cada departamento empleados de una manera juiciosa y correcta y con la bendición de Dios, la institución resultará un éxito glorioso, mientras que un solo error en cualquier dirección puede tarde o temprano resultar en gran perjuicio. No debiera olvidarse que de todas las instituciones de salud comenzadas en Estados Unidos en los últimos veinticinco años, son pocas las que mantienen aún una existencia visible.
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He apelado públicamente a nuestros hermanos a establecer una institución entre nosotros, y he hablado en los términos más elevados del Dr. F como el hombre que en la providencia de Dios ha obtenido experiencia para desempeñar su parte como médico. He dicho esto basada en la autoridad de lo que Dios me ha mostrado. Si es necesario repetiría sin vacilación todo lo que he dicho. No tengo ningún deseo de quitar una sola frase de lo que he escrito o hablado. La obra es de Dios y debe ser continuada con mano firme pero cautelosa.
La reforma pro salud está estrechamente relacionada con la obra del mensaje del tercer ángel. Nuestros predicadores deberían enseñar la reforma pro salud; sin embargo, no deberían hacer de ésta el tema principal en lugar del mensaje. Su lugar está entre los temas que adelantan la obra preparatoria para hacerles frente a los acontecimientos presentados por el mensaje; es prominente entre ellos. Debemos emprender cada reforma con celo, sin embargo deberíamos evitar dar la impresión de que somos vacilantes y esclavos del fanatismo. Nuestro pueblo debería proveer medios para hacer frente a las necesidades de un creciente Instituto de Salud entre nosotros, según sea su capacidad sin dar menos para otras necesidades de la causa. Permitamos que la reforma pro salud y el Instituto de Salud crezcan entre nosotros como han crecido otras empresas dignas, teniendo en cuenta nuestra débil fuerza en el pasado y nuestra gran habilidad para lograr mucho en un corto tiempo ahora. Permitid que el Instituto de Salud se desarrolle como se han desarrollado otros intereses, tan pronto como sea seguro para no estorbar otras ramas de la gran obra que son de igual o mayor importancia en este tiempo.
Sería erróneo para un hermano colocar una suma considerable de su propiedad en el Instituto, sea que tenga mucho o poco, hasta el punto de ser incapaz de dar una suma igual para otras necesidades como debería hacerlo. Por otra parte, el no hacer nada también sería un error de gran magnitud. Con cada llamado alentando a nuestro pueblo a dar recursos para invertir en el instituto, debería darse una advertencia a fin de no perjudicar otras ramas de la obra; el pobre de corazón dadivoso debió ser aconsejado en forma especial. Algunos hombres débiles y pobres con familias, sin una vivienda propia y demasiado escasos de recursos para visitar el instituto para recibir tratamiento, han puesto en él de un quinto a un tercio de todo lo que poseen. Esto es incorrecto. Algunos hermanos y hermanas tienen varias acciones cuando no debieran tener una, y por un corto tiempo deberían asistir al instituto, con sus gastos pagados, totalmente o en parte, por el fondo de beneficencia. No veo la sabiduría de hacer cuantiosos cálculos para el futuro y dejar sufrir a los que necesitan ayuda ahora. Hermanos, no actúen antes que la providencia claramente discernible de Dios les abra el camino.
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La reforma pro salud es una rama de la obra especial de Dios para el beneficio de su pueblo. Vi que en una institución establecida entre nosotros, su mayor peligro sería que sus administradores se desviaran del espíritu de la verdad presente y de aquella sencillez que siempre debería caracterizar a los discípulos de Cristo. Se me amonestó en contra de rebajar la norma de la verdad de cualquier forma en una institución tal a fin de respetar los sentimientos de los inconversos y asegurar de esa manera su participación. El gran objeto de admitir a los no creyentes en la institución es para conducirlos a abrazar la verdad. Si se rebaja la norma, tendrán la impresión de que la verdad es de poca importancia, y se alejarán en un estado mental más difícil de penetrar que antes.
Pero el mayor mal resultante de tal decisión sería su influencia sobre los pacientes pobres, afligidos, que son creyentes, lo cual afectará generalmente la causa. Se les ha enseñado a confiar en la oración de fe, y muchos de ellos sienten decaer su espíritu porque no reciben una respuesta más plena. Vi que la razón por la cual Dios no escucha más plenamente las oraciones de sus siervos por los enfermos entre nosotros es porque él no puede ser glorificado mientras éstos sigan violando las leyes de la salud; y vi que él les asignó a la reforma pro salud y el Instituto de Salud la tarea de preparar el camino de modo que la oración de fe sea plenamente contestada. La fe y las buenas obras deben ir de la mano al aliviar a los afligidos entre nosotros, y capacitarlos para glorificar a Dios aquí y para ser salvos en la venida de Cristo. Que Dios no permita que estos afligidos sean alguna vez desanimados y agraviados al descubrir que los gerentes del Instituto trabajan solamente desde un punto de vista mundanal en vez de sumar a la práctica higiénica las bendiciones y virtudes de los padres y madres en Israel dedicados al cuidado de los enfermos.
Que nadie conciba la idea de que el Instituto es el lugar adonde ir para ser sanados por la oración de fe. Es en cambio un lugar donde encontrar alivio de la enfermedad por medio del tratamiento y hábitos correctos en el vivir, y donde aprender cómo evitar las enfermedades. Pero si hay un lugar bajo los cielos más que otro donde la oración dulcificante y compasiva debería ser ofrecida por los hombres y mujeres fieles y devotos, ese lugar es el Instituto.
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Los encargados de tratar a los enfermos deberían avanzar en su importante obra confiando firmemente en que Dios bendecirá los medios que él generosamente ha provisto, y a los cuales en su misericordia ha llamado nuestra atención como pueblo, tales como el aire puro, la limpieza, la alimentación sana, períodos de trabajo y reposo apropiados, y el uso del agua. No deberían tener ningún interés egoísta, ajeno a esta obra importante y solemne. Preocuparse debidamente por el interés físico y espiritual del afligido pueblo de Dios, cuyos integrantes les han concedido confianza casi ilimitada y se han colocado a sí mismos, a gran costo, bajo sus cuidados, requerirá su atención concentrada. Nadie tiene una mente tan privilegiada, o es tan experto, que su obra no pueda ser mejorada, aunque haya hecho lo mejor que podía.
Que aquellos a quienes se les han encargado los intereses físicos, y hasta cierto grado espirituales, del pueblo afligido de Dios, se cuiden de cómo ellos, por medio de reglas mundanales o interés personal o deseo de ocuparse en una obra grande y popular, atraigan sobre sí mismos y su rama de la causa, el enojo de Dios. No deben depender solamente de su pericia; si sobre la institución recae la bendición de Dios y no su desagrado, ángeles atenderán a los pacientes, ayudantes y médicos para asistir en la obra de restauración, para que al final la gloria sea otorgada a Dios y no al hombre débil y corto de vista. Si estos hombres trabajaran basados en los principios del mundo, y si sus corazones se exaltaran hasta decir: “Mi fuerza y el poder de mi mano ha logrado esto”, Dios los abandonaría para que trabajaran bajo las grandes desventajas de su inferioridad ante otras instituciones en conocimiento, experiencia y equipo. Entonces no podrían lograr ni la mitad de lo que logran otras instituciones.
Vi cuán benéfico es el trabajo al aire libre para la gente de vitalidad débil y circulación deficiente, especialmente sobre las mujeres que han inducido estas condiciones por pasar demasiado tiempo encerradas de puertas adentro. Su sangre ha llegado a ser impura por falta de aire fresco y ejercicio. En vez de inventar diversiones para mantener a estas personas encerradas, debería tenerse cuidado en proveerles atracciones al aire libre. Vi que debería haber amplios terrenos embellecidos con flores y plantados con verduras y frutales. El débil podría encontrar trabajo aquí, adecuado para su sexo y condición, a horas convenientes. Estos terrenos deberían estar bajo el cuidado de un jardinero de experiencia, que dirija todo con orden y buen gusto.La relación que mantengo con esta obra demanda de mí la libre expresión de mis puntos de vista. Me expreso libremente y selecciono este medio para hablar a todos los interesados. Lo que se incluyó en el Testimonio número 11 concerniente al Instituto no debería haber circulado hasta que yo pudiera escribir un relato completo de todo lo que había visto respecto a esto. Fue mi intención no decir nada sobre el tema en el número 11, y envié todo el manuscrito que destinaba a este Testimonio desde el Condado de Ottawa, donde trabajaba entonces, a la oficina de Battle Creek, diciendo que deseaba que aceleraran la publicación de aquella obrita, pues era muy necesitada, y tan pronto como fuera posible escribiría el número 12, en el cual había determinado hablar con libertad y en forma abarcante respecto al Instituto. Los hermanos de Battle Creek, que estaban interesados especialmente en el Instituto, sabían que yo había visto que nuestros miembros deberían contribuir con sus recursos para establecer una institución de esa naturaleza. Entonces me escribieron que la influencia de mi testimonio respecto al Instituto, era de inmediato necesaria a fin de hacer una recomendación a los hermanos sobre el tema, y que la publicación número 11 sería demorada hasta que yo pudiera escribirlo.