Hace algunas semanas, viéndome cara a cara con la muerte, contemplé de cerca la eternidad. Si el Señor tiene a bien levantarme de mi estado actual de debilidad, espero, mediante la gracia y fuerza que viene de arriba, poder comunicar fielmente las palabras que él me dé. Durante toda mi vida, al tener que comunicar los testimonios que Dios me ha dado, se me ha hecho terriblemente difícil herirle los sentimientos a nadie, o perturbar su autoengaño. Es algo contrario a mi naturaleza. Me ocasiona gran dolor y me cuesta muchas noches de desvelo. Vuelvo a decir a los que han asumido la responsabilidad de reprenderme y, en su juicio finito, proponer un camino que a ellos les parece más sabio: No acepto vuestros esfuerzos. Dejadme con Dios, y permitid que él me enseñe. Tomaré las palabras del Señor y las hablaré al pueblo. No espero que todos acepten la reprensión y reformen sus vidas, pero debo cumplir mi deber de todas maneras. Caminaré en humildad ante Dios, llevando a cabo mi obra para este tiempo y la eternidad.
Dios no ha dado a mis hermanos la obra que me ha encomendado a mí. Se ha insistido en que mi manera de reprender en público ha hecho que otros se vuelvan cortantes, criticadores y severos. Si es así, tendrán que arreglar el asunto con el Señor. Si otros asumen una responsabilidad que Dios no les ha impuesto; si hacen caso omiso de las instrucciones que él les ha dado vez tras vez a través del humilde instrumento que él ha escogido, para que sean bondadosos, pacientes y longánimes, ellos solos tendrán que responder por los resultados. Con corazón abrumado por la tristeza, he cumplido mi desagradable deber para con mis amigos más queridos, no atreviéndome a complacerme a mí misma retrayendo la reprensión, ni aun de mi propio esposo; y no seré menos fiel en amonestar a otros, oigan o no oigan. Cuando hablo al pueblo, digo muchas cosas que no he premeditado. A menudo el Espíritu del Señor desciende sobre mí. Parece ser que soy transportada fuera y lejos de mí misma; la vida y el carácter de diferentes personas son presentados con claridad ante mi mente. Veo sus errores y peligros, y me siento compelida a hablar acerca de lo que de esa manera se me ha presentado. No me atrevo a resistir al Espíritu de Dios.
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Sé que algunos están desconformes con mi testimonio. No se acomoda a sus corazones orgullosos y no consagrados. Siento cada vez más profundamente la pérdida que nuestro pueblo ha sufrido por no haber aceptado y obedecido la luz que Dios me ha dado. Mis hermanos más jóvenes en el ministerio, os ruego que reflexionéis más acerca de vuestra solemne responsabilidad. Consagrados al Señor, podréis ejercer una poderosa influencia en favor del bien en la iglesia y en el mundo; pero carecéis de una piedra sincera y de devoción. Dios os ha enviado para que seáis una luz en el mundo por medio de vuestras buenas obras tanto como por vuestras palabras y teorías. Pero muchos de vosotros podéis ser representados por las vírgenes insensatas que no tenían aceite en sus lámparas.
Mis hermanos, haced caso al testimonio y consejo del Testigo fiel y Dios obrará por vosotros y en vosotros. Vuestros enemigos podrán ser fuertes y determinados, pero Uno más fuerte que ellos será vuestro ayudador. Permitid que la luz brille y ella hará su obra. El Señor de los ejércitos está con nosotros; nuestro refugio es el Dios de Jacob.
Nuestro colegio
Existe el peligro de que nuestro colegio se desvíe de su propósito original. El propósito de Dios se ha dado a conocer, que nuestro pueblo tenga la oportunidad de estudiar las ciencias y al mismo tiempo aprender los requerimientos de su palabra. Se deben dar disertaciones bíblicas; el estudio de las Escrituras debe ocupar el primer lugar en nuestro sistema de educación.
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Los estudiantes son enviados desde bien lejos para asistir a nuestro colegio de Battle Creek, precisamente para recibir instrucción por medio de las disertaciones sobre temas bíblicos. Pero desde hace uno o dos años, se han hecho esfuerzos por amoldar nuestro colegio a la semejanza de otros colegios. Cuando se hace esto, no podemos animar a los padres a que envíen a sus hijos al colegio de Battle Creek. Las influencias morales y religiosas no deben quedar relegadas a un segundo plano. En tiempos pasados, Dios ha obrado por medio de los esfuerzos de los profesores, y muchas almas, como resultado de su conexión con el colegio, se han dado cuenta de la verdad y la han aceptado regresando luego a sus hogares para vivir de ahí en adelante para Dios. Al ver que el estudio de la Biblia formaba parte de su educación, se vieron precisados a considerarlo como un asunto del mayor interés e importancia.
Se ha hecho muy poco caso de la educación de hombres jóvenes para el ministerio. Este fue el primer objetivo que se intentó lograr al establecerse el colegio. Bajo ninguna circunstancia debería esto pasarse por alto ni considerarse como un asunto de menor importancia. Sin embargo, desde hace varios años, sólo unos pocos han egresado de esa institución preparados para enseñar la verdad a otros. Algunos de los que ingresaron a gran costo, con miras al ministerio, han sido alentados por los maestros a seguir cursos que demorarían años en completar y, para poder llevar a cabo sus planes, han entrado en el campo del colportaje y abandonado toda idea de predicar. Esto es enteramente incorrecto. No nos quedan muchos años más para trabajar, por lo que profesores y rectores debieran estar llenos del Espíritu de Dios y trabajar en armonía con su voluntad en vez de realizar sus propios planes. Cada año perdemos mucho porque no acatamos lo que Dios ha dicho acerca de estas cosas.
Nuestro colegio ha sido establecido por Dios para suplir las necesidades cada vez mayores de estos tiempos de peligro y desmoralización. El estudio libresco solo no puede proporcionar la disciplina necesaria para los estudiantes. Ha de echarse un cimiento más sólido. El colegio no fue fundado para que lleve la estampa de la mente de un solo hombre. Los maestros y el rector deben trabajar juntos como hermanos. Deben consultarse entre sí, y también pedir el consejo de ministros y hombres responsables y, sobre todo, pedir sabiduría de lo alto, de manera que todas sus decisiones con respecto a la institución sean las que Dios apruebe.
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No es el propósito de la institución impartir a los alumnos un mero conocimiento libresco. Dicha educación puede obtenerse en cualquier colegio del país. Se me ha mostrado que es el propósito de Satanás evitar que se logre el verdadero objetivo para el cual se fundó el colegio. Entorpecidos por sus artimañas, sus dirigentes razonan a la manera del mundo, copian sus planes e imitan sus costumbres. Pero al hacer esto, no están en armonía con el pensar del Espíritu de Dios.
Se necesita una educación más amplia, una que exija de los maestros y del rector un pensamiento y un esfuerzo de una calidad que la simple instrucción en las ciencias no puede requerir. El carácter ha de recibir la disciplina necesaria para que alcance su más elevado y noble desarrollo. En el colegio, los estudiantes deben recibir una preparación que los capacite para mantener una reputación virtuosa ante la sociedad, contraria a las influencias desmoralizadoras que corrompen a la juventud.
Sería recomendable que hubiera junto al colegio terreno para el cultivo y también talleres a cargo de hombres competentes para instruir a los alumnos en los diversos aspectos de la labor física. Se pierde mucho cuando se olvida unir el esfuerzo físico con el mental. Las horas de ocio de los estudiantes a menudo se emplean en placeres frívolos que minan las fuerzas físicas y mentales. Bajo el poder degradante de la complacencia sensual, o del entusiasmo prematuro o provocado por el noviazgo y el matrimonio, muchos estudiantes no alcanzan el nivel de desarrollo mental que de otra manera hubieran podido obtener.
A los jóvenes se les debiera inculcar a diario un sentido de obligación hacia Dios. Su ley es violada continuamente, aun por los hijos de padres religiosos. Algunos de estos jóvenes frecuentan lugares de disipación y como consecuencia, las facultades de la mente y el cuerpo quedan afectadas. Esta clase induce a otros a seguir su comportamiento perjudicial. De esta manera, mientras el rector y los maestros imparten instrucción en las ciencias, Satanás, con astucia infernal, trabaja con gran tesón para obtener el control de las mentes de los alumnos y conducirlos hacia la ruina.
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Hablando en términos generales, la juventud tiene poca fuerza moral. Esto es el resultado de una educación descuidada durante la niñez. El conocimiento del carácter de Dios y de nuestros deberes hacia él no deben ser considerados como un asunto de poca importancia. La religión de la Biblia es la única salvaguardia para los jóvenes. La moralidad y la religión deben recibir atención especial en nuestras instituciones educativas.
La Biblia como libro de texto
Ningún otro estudio podrá ennoblecer los pensamientos, sentimientos y aspiraciones como el estudio de las Escrituras. Esta Sagrada Palabra es la voluntad de Dios revelada a los hombres. En ella podemos aprender lo que Dios espera de seres creados a su imagen. En ella aprendemos cómo mejorar la vida presente y cómo asegurarnos la vida futura. Ningún otro libro puede satisfacer los interrogantes de la mente y los anhelos del corazón. Al obtener conocimiento de la Palabra de Dios y al obedecerla, la gente podrá elevarse de las más abyectas profundidades de la ignorancia y degradación y convertirse en hijos de Dios, compañeros de ángeles sin pecado.
Un concepto claro de lo que Dios es, y lo que requiere que seamos, nos dará una opinión humilde de nosotros mismos. El que estudia correctamente la Sagrada Palabra aprenderá que el intelecto humano no es omnipotente; que sin el auxilio que nadie fuera de Dios puede darnos, la sabiduría y el poder humanos no son más que flaqueza e ignorancia.
La influencia educativa de la Biblia no tiene rival. Nada impartirá tanto vigor a todas las facultades como requerir que los estudiantes capten las estupendas verdades de la revelación. La mente gradualmente se adapta a los temas en los que se le permite concentrarse. Si se ocupa sólo de asuntos comunes, excluyendo los temas importantes y elevados, se empequeñece y debilita. Si nunca se le exige luchar con problemas difíciles o dilatarse para comprender verdades importantes, perderá, después de un tiempo, su capacidad de desarrollo.
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La Biblia es la historia más abarcante e instructiva que los seres humanos poseen. Vino fresca de la fuente de verdad eterna, y una mano divina ha conservado su pureza a través de todas las edades. Sus resplandecientes rayos alcanzan a iluminar el pasado más remoto, donde la investigación humana procura en vano penetrar. Solamente en la Palabra de Dios encontramos una auténtica narrativa de la creación. En ella contemplamos el poder que asentó el cimiento de la tierra y desplegó los cielos. Sólo aquí podemos encontrar una historia de nuestra raza, libre de la mancha del prejuicio y orgullo humano.
En la Palabra de Dios la mente encuentra material para el pensamiento más profundo, las aspiraciones más elevadas. En ella nos podemos relacionar con patriarcas y profetas, y escuchar la voz del Eterno que habla con los hombres. En ella contemplamos cómo la Majestad celestial se humilló y se convirtió en nuestro sustituto y garantía para vérselas a solas con las potencias de las tinieblas y ganar la victoria en nuestro favor. Una meditación reverente sobre temas como éstos no podrá menos que ablandar, purificar y ennoblecer el corazón y, a la vez, impartir a la mente nuevo poder y vigor.
Si la moralidad y la religión han de morar en un colegio, ha de ser por medio del conocimiento de la palabra de Dios. Algunos aseveran que si se da un lugar prominente a la instrucción religiosa, nuestro colegio perderá su popularidad; que los que no son de nuestra fe no patrocinarán nuestro colegio. Bien, pues, dejad que se vayan a otros colegios donde encuentren un sistema de educación que les acomode. Nuestro colegio fue establecido, no sólo para enseñar las ciencias, sino con el fin de impartir instrucción acerca de los grandes principios de la palabra de Dios y de los deberes prácticos de la vida cotidiana.
Esta es la educación que tanto se necesita en el tiempo presente. Si la influencia mundana ha de reinar en nuestro colegio, entonces vendédselo a los mundanos y permitid que ellos asuman el control total; los que han invertido sus recursos en esa institución, establecerán otro colegio que se rija, no según el plan de las escuelas populares ni de acuerdo con los deseos del rector y los maestros, sino conforme al plan que Dios ha especificado.
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En el nombre de mi Maestro, ruego a todos los que están en puestos de responsabilidad en ese colegio que sean hombres de Dios. ¿Cómo podemos apetecer la popularidad o procurar imitar las costumbres y prácticas del mundo, cuando Dios requiere que seamos distintos y peculiares? Es el propósito declarado de Dios tener un colegio en el país donde se le dé a la Biblia su debido lugar en la educación de la juventud. ¿No haremos nuestra parte para llevar a cabo ese propósito?
Tal vez nos parezca que la enseñanza de la Palabra de Dios tiene poco efecto sobre las mentes y los corazones de muchos estudiantes; pero, si el trabajo de los profesores ha sido hecho en el Señor, algunas lecciones de la verdad divina quedarán grabadas en la memoria de los más descuidados. El Espíritu Santo regará la semilla que se sembró, y a menudo brotará después de muchos días y llevará fruto para la gloria de Dios.
Constantemente, Satanás procura apartar de la Biblia la atención del pueblo. Las palabras de Dios a los hombres, que debieran recibir nuestra atención prioritaria, son despreciadas por las declaraciones de la sabiduría humana. ¡Cómo podrá Aquel que es infinito en poder y sabiduría soportar así la presunción e insolencia de los hombres!
Por intermedio de la prensa, se ponen al alcance de todo el mundo conocimientos de todas clases; y, sin embargo, cuántos hay en toda comunidad que son depravados en su moral y superficiales en sus logros mentales. Si la gente tan sólo se convirtiera a la lectura y el estudio de la Biblia, veríamos un estado de cosas diferente.
En una época como la nuestra en que abunda la iniquidad, y el carácter de Dios y su ley son considerados con desprecio, se debiera tener cuidado especial para enseñar a la juventud a estudiar, reverenciar y obedecer la voluntad divina como ha sido revelada al hombre. El temor de Dios se está desvaneciendo de la mente de nuestra juventud por causa del descuido del estudio de la Biblia.
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El rector y el personal docente debieran tener una conexión vital con Dios y mantenerse con firmeza y valentía en pie como testigos suyos. Jamás permitáis que la cobardía o las costumbres del mundo os lleven a colocar la Palabra de Dios en un plano inferior. Al estudiarla, los alumnos se beneficiarán intelectualmente, como también moral y espiritualmente.
El propósito del colegio
Nuestro colegio ocupa hoy una posición que Dios no aprueba. Se me han mostrado los peligros que amenazan a esta importante institución. Si sus dirigentes procuran alcanzar la norma del mundo, si copian los planes y métodos de otros planteles, el reproche de Dios recaerá sobre él.
Ha llegado el momento cuando debo hablar resueltamente. El propósito de Dios para el establecimiento de nuestro colegio ha sido expresado claramente. Existe una demanda urgente de obreros en el campo evangélico. Hombres jóvenes que se proponen ingresar en el ministerio no pueden pasar muchos años adquiriendo una educación. Los profesores debieran haber comprendido la situación y adaptado su enseñanza a las necesidades de este grupo. A estos alumnos debió habérseles otorgado ventajas especiales para un estudio breve pero amplio de los ramos más necesarios que los capaciten para su trabajo. Pero se me ha mostrado que esto no se ha logrado.
El Hno. _____ pudo haber hecho un trabajo mejor que el que ha hecho en favor de los alumnos que se preparaban para el ministerio. Dios no está complacido con su proceder respecto a este asunto. No se ha adaptado a la situación. Hombres que con grandes sacrificios han dejado sus campos de labor para aprender en poco tiempo todo lo posible, no siempre han recibido la ayuda y el ánimo que debieron haber recibido. Hombres que han llegado a una edad madura, al mismo apogeo de su vida, y que tienen familia propia, han sido sometidos a pasar una vergüenza innecesaria. El mismo Hno. _____ es extremadamente sensible, pero no se da cuenta que también hay otros que pueden sentir el aguijón del ridículo, el sarcasmo o la censura tan agudamente como él. En esto él ha lastimado a sus hermanos y no ha agradado a Dios.
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Los profesores dentro del colegio
Hay una labor que hacer en favor de cada profesor en nuestro colegio. Nadie está exento del egoísmo. Si el carácter moral y religioso de los maestros fuera lo que debe ser, se ejercería una mejor influencia sobre los alumnos. Los profesores no procuran individualmente hacer su trabajo con el único propósito de glorificar a Dios. En lugar de contemplar a Jesús e imitar su vida y carácter, se miran a sí mismos y apuntan demasiado hacia el logro de una norma humana. Ojalá que me fuera posible impresionar a cada profesor para que apreciara plenamente su responsabilidad por la influencia que ejerce sobre los jóvenes. Satanás es infatigable en sus esfuerzos para asegurarse el servicio de nuestra juventud. Con gran cautela tiende la red para los pies inexpertos. El pueblo de Dios debiera protegerse celosamente contra sus artimañas.
Dios es la personificación de la benevolencia, la misericordia y el amor. Los que verdaderamente están conectados con él no pueden estar en desavenencia unos con otros. La presencia del Espíritu engendra la armonía, el amor y la unidad en el corazón. Se ve lo contrario entre los hijos de Satanás. Su obra consiste en incitar la envidia, la contienda, y los celos. En el nombre de mi Maestro, pido a los que profesan ser seguidores de Cristo: ¿Qué fruto lleváis?
En el sistema de instrucción empleado en las “escuelas comunes” se descuida la parte más esencial de la educación, a saber, la religión de la Biblia. La educación no sólo afecta en gran medida la vida del estudiante en este mundo, sino que su influencia se extiende hasta la eternidad. ¡Cuán importante es, pues, que los profesores sean personas capaces de ejercer una influencia correcta! Deben ser hombres y mujeres de experiencia religiosa, que reciben a diario luz divina para impartirla a sus alumnos. Pero no se debe esperar que el profesor haga el trabajo de los padres. Entre muchos padres ha habido un temible descuido del deber. Al igual que Elí, dejan de ejercer la disciplina debida; y luego mandan a sus hijos indisciplinados al colegio para recibir la enseñanza que los padres debieron haberles dado en el hogar. A los profesores les toca una tarea que sólo unos pocos saben apreciar. Si logran reformar a los jóvenes descarriados, no reciben el crédito merecido. Si los jóvenes escogen la compañía de los que se inclinan al mal y proceden de mal en peor, entonces se censura a los profesores y se condena al colegio.