Testimonios para la Iglesia, Vol. 5, p. 28-36, día 266

En muchos casos la censura justamente debe recaer sobre los padres. Fueron ellos los que tuvieron la oportunidad más favorable para controlar a sus hijos, mientras el espíritu de ellos era dócil y su mente y corazón fáciles de impresionar. Pero, por causa de la desidia de los padres, a los hijos se les permite seguir su propia voluntad hasta que se cauterizan en un mal proceder.

Que los padres estudien menos del mundo y más de Cristo; que se esfuercen menos por imitar las costumbres y modas del mundo y dediquen más tiempo y esfuerzo a amoldar las mentes y el carácter de sus hijos conforme al Modelo divino. Entonces podrán enviar a sus hijos e hijas fortalecidos por una moral pura y nobles propósitos, a que reciban una educación que los prepare para ocupar puestos de utilidad y confianza. Los maestros que son controlados por el amor y el temor de Dios podrán conducir a tales jóvenes aún más adelante y hacia arriba, preparándolos para que sean una bendición para el mundo y un honor para su Creador.

Vinculado con Dios, cada instructor ejercerá una influencia que conduzca a sus alumnos a estudiar la Palabra de Dios y a obedecer su ley. Guiará sus mentes hacia la contemplación de intereses eternos, abriendo ante ellos vastos campos para el pensamiento, temas grandiosos y ennoblecedores para cuya comprensión el intelecto más vigoroso podrá ejercitar todas sus fuerzas y todavía sentir que más allá queda una infinitud.

Los males del orgullo personal y de la independencia no santificada, que son los que más perjudican nuestra utilidad y que ocasionarán nuestra ruina si no los vencemos, nacen del egoísmo. “Consultaos los unos a los otros” es el mensaje que vez tras vez el ángel del Señor me ha repetido. Al influir sobre el criterio de un solo hombre, Satanás intenta controlar los asuntos para su propia conveniencia. Pudiera tener éxito en desviar las mentes de dos personas, pero, cuando varios se consultan entre sí, hay más seguridad. Cada plan se someterá a un escrutinio más cuidadoso; cada movimiento de progreso será más cuidadosamente estudiado. Así habrá menos peligro de hacer decisiones precipitadas y desatinadas que pudieran causar confusión, perplejidad y derrota. En la unión está la fuerza. En la división hay flaqueza y derrota. Dios está guiando a su pueblo y preparándolo para ser trasladado. ¿Estamos nosotros, los que tomamos parte en este trabajo, emplazados como centinelas para Dios? ¿Procuramos trabajar unidos? ¿Estamos dispuestos a ser siervos de todos? ¿Estamos siguiendo a nuestro gran Ejemplo?

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Hermanos colaboradores, cada uno de nosotros está sembrando semillas en los campos de la vida. De tal semilla, tal cosecha. Si sembramos la desconfianza, la envidia, los celos, el amor propio, la amargura de pensamiento y de sentimiento, segaremos amargura para nuestras propias almas. Si manifestamos bondad, amor, una tierna apreciación por los sentimientos de los demás, recibiremos lo mismo de vuelta.

El profesor que es severo, criticador, dominante, que no hace caso de los sentimientos de los demás, debe esperar que el mismo espíritu se manifieste hacia él. Aquel que desea conservar su dignidad y respeto propios debe cuidarse de no herir indebidamente el respeto propio de los demás. Esta regla debe ser religiosamente observada en la relación con los alumnos más torpes, más jóvenes y más errantes. No sabéis lo que Dios va a hacer con estos jóvenes aparentemente apáticos. En el pasado él ha aceptado a personas poco prometedoras y sin atractivo para que hicieran una gran obra para él. Su Espíritu, obrando en sus corazones, ha despertado y puesto en vigorosa acción todas sus facultades. El Señor vio en esas toscas piedras sin labrar un precioso material que pasaría la prueba de la tormenta, el calor y la presión. Dios no ve como el hombre. No juzga por la apariencia, sino que escudriña los corazones y juzga rectamente.

El maestro debería en todo momento comportarse como un caballero cristiano. Siempre ha de mantener la actitud de amigo y consejero hacia sus alumnos. Si nuestro pueblo entero -maestros, ministros y miembros laicos-, cultivara el espíritu de la cortesía cristiana, tendría acceso mucho más fácil a los corazones de la gente; muchas personas más se verían inducidas a examinar y a recibir la verdad. Cuando los profesores se olviden de sí mismos y sientan un profundo interés por el éxito y la prosperidad de sus alumnos, dándose cuenta de que son propiedad de Dios y que ellos tienen que rendir cuenta por su influencia sobre sus mentes y carácter, entonces tendremos un colegio en el que los ángeles permanecerán con placer. Jesús mirará con aprobación la labor de los maestros y colmará de su gracia el corazón de los alumnos.

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Nuestro Colegio de Battle Creek es un lugar donde los miembros más jóvenes de la familia del Señor han de ser preparados conforme al plan de crecimiento y desarrollo de Dios. Que se les inculque la idea de que han sido creados a la imagen del Hacedor y que Cristo es el modelo que han de seguir. Nuestros hermanos permiten que sus mentes se encaminen hacia un blanco demasiado bajo y estrecho. No mantienen siempre a la vista el plan divino, sino que fijan sus ojos sobre modelos mundanos. Mirad hacia arriba adonde Cristo está sentado a la diestra de Dios, y luego trabajad para que vuestros alumnos se conformen a ese carácter perfecto.

Si rebajáis las normas para aseguraros de la popularidad y el aumento en número, y luego os regocijáis por este incremento, manifestáis una gran ceguera. Si los Números fueran evidencia del éxito, Satanás podría reclamar la preeminencia, porque en este mundo sus seguidores constituyen la mayoría. Es el grado de fuerza moral que infiltra el colegio lo que constituye una prueba de su prosperidad. Es la virtud, la inteligencia y la devoción de la gente que integra nuestras iglesias, y no sus Números, lo que debiera ser causa de gozo y de gratitud.

Sin la influencia de la gracia divina, la educación no resultará ventajosa; el aprendiz se hace orgulloso, vano e intolerante. Pero aquella educación que se recibe bajo la influencia ennoblecedora y refinadora del Gran Maestro, le dará al hombre un valor moral más elevado ante la vista de Dios. Lo capacitará para subyugar el orgullo y la pasión y para andar humildemente ante Dios, como si dependiera de él para cada aptitud, cada oportunidad y cada privilegio.

Me dirijo a los obreros de nuestro colegio: Debéis no solamente profesar que sois cristianos, sino que habéis de ejemplificar el carácter de Cristo. Que la sabiduría de lo alto colme toda vuestra instrucción. En un mundo de tinieblas y de corrupción, que se vea que el espíritu que os mueve a la acción es de lo alto, y no de abajo. Al depender enteramente de vuestra propia fuerza y sabiduría, vuestros mejores esfuerzos lograrán poco. Si os impulsa el amor de Dios y su ley es vuestro fundamento, vuestra labor perdurará. Al ser consumida la paja, la leña y el rastrojo, vuestra labor pasará la prueba. Los jóvenes que han sido puestos bajo vuestro cuidado los veréis otra vez en torno al gran trono blanco. Si permitís que vuestros modales y temperamentos descontrolados os dominen y dejáis de ejercer sobre estos jóvenes una influencia que sea para su bien eterno, tendréis que hacer frente a las graves consecuencias en aquel día. Por medio del conocimiento de la ley divina, y la obediencia a sus preceptos, los hombres pueden convertirse en hijos de Dios. Si violan esa ley, se convierten en servidores de Satanás. Por un lado pueden ascender a cualquier altura de excelencia moral, o por otro descender a cualquier profundidad de iniquidad y degradación. Los obreros de nuestro colegio deben manifestar un celo y un empeño proporcionales al valor del premio que está en juego -las almas de los alumnos, la aprobación de Dios, la vida eterna, y los deleites de los redimidos.

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Como colaboradores de Cristo, con tantas oportunidades favorables para impartir el conocimiento de Dios, nuestros profesores deben obrar como quienes han sido inspirados de lo alto. Los corazones de la juventud no están endurecidos, ni sus ideas y opiniones estereotipadas, como lo están los adultos. Pueden ser ganados para Cristo por vuestro comportamiento piadoso, vuestra devoción y vuestra imitación de Cristo. Sería mucho mejor no sobrecargarlos tanto con el estudio de las ciencias y darles más tiempo para sus deberes religiosos. En esto se ha cometido un grave error.

Se ha perdido de vista el propósito de Dios al traer a la existencia nuestro colegio. Hasta ahora, los ministros del Evangelio han mostrado su falta de sabiduría de lo alto al vincular un elemento mundano con el colegio; se han unido a los enemigos de Dios y de la verdad al proveer diversiones para los estudiantes. Al descarriar de esta manera a la juventud, han hecho una obra en favor de Satanás. Esa obra, con todos sus resultados, la tendrán que enfrentar otra vez ante el tribunal de Dios. Los que siguen ese camino muestran que no se puede confiar en ellos. Después de hecha la mala obra, podrán confesar su error; ¿pero acaso podrán con la misma facilidad retraer la influencia que han ejercido? ¿Se pronunciará el “bien hecho” sobre aquellos que han faltado a su cometido? Estos hombres infieles no han edificado sobre la Roca eterna. Su fundamento resultará ser arena movediza. “¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye en enemigo de Dios”. Santiago 4:4.

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No se puede poner límite a nuestra influencia. Un solo acto de descuido puede ocasionar la ruina de muchas almas. El comportamiento de cada obrero en nuestro colegio está causando impresiones en las mentes de los jóvenes, las cuales son llevadas y reproducidas en otros. Que sea el objetivo de cada maestro preparar a todo joven bajo su cuidado para que sea una bendición para el mundo. Este propósito no se debiera perder de vista jamás. Hay algunos que profesan estar trabajando por Cristo, pero de vez en cuando se pasan al lado de Satanás para hacer su obra. ¿Puede el Salvador declarar que son siervos buenos y fieles? ¿Son ellos como atalayas que dan a la trompeta un sonido claro?

En el juicio se pagará a todo hombre conforme a las obras hechas en la carne, sean buenas o malas. Nuestro Salvador nos implora: “Velad y orad, para que no entréis en tentación”. Mateo 26:41. Si encaramos dificultades y con el poder de Cristo las vencemos; si encaramos enemigos y con el poder de Cristo los hacemos huir; si aceptamos responsabilidades y con el poder de Cristo las cumplimos fielmente, estamos adquiriendo una preciosa experiencia. Aprendemos, como no lo hubiéramos podido aprender de ninguna otra manera, que nuestro Salvador es un pronto auxilio en las tribulaciones.

Hay una gran obra que hacer en nuestro colegio, una obra que requiere la cooperación de todo maestro; y no agrada a Dios que uno desanime al otro. Pero casi todos parecen olvidar que Satanás es el acusador de los hermanos, y se unen con el enemigo en su obra. Mientras los cristianos profesos riñen, Satanás tiende sus redes para los pies inexpertos de niños y jóvenes. Aquellos que han tenido una experiencia religiosa deben procurar proteger a los jóvenes contra sus artificios. No deben jamás olvidar que en un tiempo ellos mismos estaban embelesados por los placeres pecaminosos. Necesitamos la misericordia y paciencia de Dios a cada hora, y cuán indecoroso es que nosotros nos mostremos impacientes por los errores de la juventud inexperta. Mientras Dios los soporte, ¿nos atrevemos nosotros, pecadores como ellos, a desecharlos?

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Debemos siempre considerar que la juventud fue comprada por la sangre de Jesús. Como tales, merecen nuestro amor, paciencia y simpatía. Si hemos de seguir a Jesús, no podemos limitar nuestro interés y afecto a nosotros mismos y a nuestras familias; no podemos dar nuestro tiempo y atención a los asuntos temporales y olvidar los intereses eternos de aquellos que nos rodean. Se me ha mostrado que es resultado de nuestro propio egoísmo que no haya cien hombres jóvenes donde ahora hay sólo uno empeñado con abnegación en la obra de salvar al prójimo. “Que os améis los unos a los otros; como yo os he amado” (Juan 13:34), es el mandato de Jesús. Contemplad su abnegación; mirad cuál amor nos ha dado; y luego procurad imitar al Modelo.

Ha habido muchas cosas que han desagradado a Dios en los hombres y mujeres jóvenes que han actuado como profesores de nuestro colegio. Habéis estado tan ensimismados y tan desprovistos de espiritualidad, que no podéis conducir a la juventud hacia la santidad y hacia el cielo. Muchos han regresado a sus hogares más empecinados en su impenitencia debido a vuestra falta de amor por Dios y por Cristo. Al andar sin el espíritu de Cristo, habéis fomentado la irreligiosidad, la liviandad, y la falta de bondad en el sentido que vosotros mismos habéis albergado estos males. No os dais cuenta del resultado de este comportamiento: se pierden las almas que pudieron haber sido salvas.

Muchos manifiestan fuertes sentimientos contra el Hno _____ Lo acusan de falta de bondad, de dureza y severidad. Pero algunos de entre los mismos que lo quieren condenar, no son menos culpables. “El que de vosotros esté sin pecado, sea el primero en arrojar la piedra” Juan 8:7. El Hno _____ no siempre ha procedido con sabiduría, y ha sido difícil convencerlo del punto donde no ha seguido el camino apropiado. No ha estado muy dispuesto a recibir consejo ni a modificar sus métodos de enseñanza y su manera de tratar a sus alumnos, como pudo haberlo estado. Pero aquellos que le condenarían por causa de sus defectos, podrían a su vez también ser ellos mismos condenados. Todo hombre tiene sus defectos de carácter particulares. Uno puede estar libre de la debilidad que ve en su hermano, pero a la vez puede tener faltas que son más gravosas ante la vista de Dios.

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Esta crítica mutua insensata es totalmente satánica. Se me mostró que el Hno. _____ merece respeto por el bien que ha hecho. Trátesele con ternura. El ha hecho el trabajo que debió haber sido repartido entre tres hombres. Calculen los que con tanta insistencia le buscan faltas cuánto han hecho ellos en comparación con él. El se afanó cuando otros buscaban el reposo y el placer. Está gastado; Dios quisiera que por un tiempo se aliviase de algunas de las cargas que tiene de más. Tiene tantas cosas a que dedicar su tiempo y atención, que no puede hacerle justicia a ninguna de ellas.

El Hno._____ no debe permitir que su espíritu combativo se subleve y lo lleve a la justificación propia. Ha dado lugar al descontento. Esto el Señor lo ha presentado ante él por medio de un testimonio.

No se estimule la crítica entre los alumnos. Este espíritu de queja se acrecentará si se alienta, y los alumnos se sentirán libres para criticar a los profesores que no son de su agrado, y el espíritu de descontento y de contienda aumentará rápidamente. Esto se debe desaprobar hasta que se extinga. ¿No ha de corregirse este mal? ¿No pondrán a un lado los maestros su anhelo de supremacía? ¿No trabajarán con humildad, amor y armonía? El tiempo lo dirá.

Los padres y la disciplina

Se me ha mostrado que muchos de los padres que profesan creer el solemne mensaje para este tiempo no han educado a sus hijos para Dios. No han ejercido control sobre sí mismos y se han irritado contra cualquiera que procurase refrenar a sus hijos. No han sujetado a sus hijos sobre el altar del Señor diariamente por medio de una fe viva. A muchos de estos jóvenes se les ha permitido transgredir el cuarto mandamiento buscando sus propios deleites en el día santo de Dios. No han experimentado ninguna compunción de conciencia al rondar por las calles el día sábado en busca de diversión. Muchos van a donde les place y hacen lo que les viene en gana y sus padres temen tanto disgustarlos que imitando la conducta de Elí, no les imponen exigencias de ninguna clase.

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Estos jóvenes finalmente pierden todo respeto por el sábado, como también su gusto por las reuniones religiosas o por las cosas de carácter sagrado y eterno. Si sus padres los reprenden, aunque sea ligeramente, ellos se protegen relatando las faltas de algunos miembros de iglesia. En lugar de acallar la primera tentativa de esta índole, los padres más bien piensan tal como sus hijos; si éste o aquél fueran perfectos, sus hijos serían buenos. En lugar de esto, deberían enseñarles que los pecados de otros no son excusa para ellos. Cristo es el único modelo. Las faltas de muchos no excusarán ni una de sus faltas ni aminorarán su culpabilidad. Dios les ha dado una norma que es perfecta, noble y elevada. Esta la tienen que alcanzar, sin importarles el comportamiento de los demás. Pero muchos padres parecen perder su juicio y criterio por causa de su apego a sus hijos y, a través de esta juventud engreída, egoísta y mal gobernada, Satanás obra eficazmente para arruinar a los padres. Se me llamó la atención a la ira de Dios que descendió sobre los incrédulos y desobedientes del Israel antiguo. Claramente se les había encomendado el deber de instruir a sus hijos. Este encargo es igualmente obligatorio para los padres en esta generación. “Escucha, pueblo mío, mi enseñanza; inclinad vuestro oído a las palabras de mi boca. Abriré mi boca en parábolas; evocaré los arcanos del pasado, las cosas que hemos oído y entendido; que nuestros padres nos las contaron. No las ocultaremos a nuestros hijos, contando a la generación venidera las alabanzas de Jehová, y su potencia y las maravillas que hizo”. Salmos 78:1-4.

Los hijos son lo que los padres hacen de ellos por medio de su instrucción, disciplina y ejemplo. De ahí la tremenda importancia de que los padres sean fieles en preparar a los jóvenes para el servicio de Dios. A temprana edad se debería señalar a los hijos la santidad de las obligaciones religiosas. Esta es una parte muy importante de su educación. Nuestro deber para con Dios debe cumplirse antes que cualquier otro. La estricta observancia de la ley de Dios, como cosa de principio, debe ser enseñada y exigida. “El estableció un testimonio en Jacob, y puso una ley en Israel, la cual mandó a nuestros padres que la comunicasen a sus hijos; para que lo sepa la generación venidera, y los hijos que nacerán; y los que se levantarán lo cuenten a sus hijos, a fin de que pongan en Dios su confianza, y no se olviden de las obras de Dios; que guarden sus mandamientos, y no sean como sus padres, generación contumaz y rebelde; generación que no dispuso su corazón, ni fue fiel para con Dios su espíritu”. Salmos 78:5-8.

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Aquí se ve la gran responsabilidad que recae sobre los padres. Aquellos hijos a quienes se les permite llegar a ser hombres y mujeres de voluntad indisciplinada y pasiones descontroladas, generalmente en el futuro seguirán un comportamiento que Dios condena. Estos están ansiosos por los placeres frívolos y los compañeros irreligiosos. Se les ha permitido descuidar los deberes religiosos y acariciar las inclinaciones de un corazón carnal y, como consecuencia, Satanás controla la mente y los principios. En _____ los padres han dado amplio lugar para obrar de esta manera. La mayor parte del descarrío que ha ocurrido en ese lugar ha venido como resultado del descuido de los padres en instruir a sus hijos a vivir una vida recta y religiosa. La condición de estos hijos es lamentable. Profesan ser cristianos; pero sus padres no han asumido el peso de la responsabilidad de enseñarles cómo ser cristianos; cómo narrar las misericordias de Dios; cómo rendirle culto; cómo reflejar en sus propias vidas la vida de Cristo.

Cuando estos niños ingresan en la escuela y se asocian con otros estudiantes, los que realmente han estado procurando ser cristianos se avergüenzan de vivir su fe en presencia de aquellos que han recibido tanta luz. Se avergüenzan de dar la impresión de que son únicos y que no ceden a sus inclinaciones, descartando así su armadura precisamente en el tiempo cuando más la necesitan, cuando los poderes de las tinieblas obran por medio de estos compañeros profanos para apartarlos lejos de Cristo. Entran por un sendero lleno de peligro sin la protección y el apoyo de los principios religiosos, porque piensan que sería difícil o desagradable llevar su religión consigo al aula de clase, al patio de recreo, y en todas sus asociaciones. Desnudan su alma haciéndola susceptible a los dardos de Satanás. ¿Dónde están los guardianes de estos jóvenes? ¿Quiénes se han asido firmemente del trono de Dios con una mano mientras abrazan a estos jóvenes con la otra para atraerlos a Cristo? Es precisamente ahí que estos jovencitos necesitan conocer el poder de la religión y ser restringidos con mano firme.

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