No es el canto estrepitoso, la compañía alegre, o la bebida estimulante lo que lo hará hombre ante Dios o lo que alentará su corazón en la enfermedad y el dolor. La verdadera religión es lo único que le brindará solaz y consuelo en la tribulación. La disciplina que usted recibió en la oficina no ha sido más rigurosa y severa que la que le impone la Palabra de Dios. ¿Acaso llamaría usted injusto a Dios? ¿Le dirá usted cara a cara que él es arbitrario porque declara que el malhechor será apartado de su presencia?
¡Cuán claramente se dibuja en la Palabra de Dios el cuadro de su trato del hombre que aceptó su invitación a la boda, pero que no se puso el vestido de boda que le habían comprado, el ropaje de la justicia de Cristo! Pensaba que sus propios vestidos contaminados bastarían para entrar en la presencia de Cristo, pero fue echado fuera como uno que había insultado a su Señor y abusado de su grata benevolencia.
Mi hermano, su justicia no basta. Es menester que se ponga el ropaje de la justicia de Cristo. Es necesario que sea como Cristo. Piense en la prueba severa que Cristo soportó en el desierto de la tentación en relación con el apetito. Estaba demacrado después de aquella larga abstinencia hecha en su favor y el mío; luchó con Satanás y lo venció para ponemos en una situación ventajosa, proveyéndonos fuerza divina para vencer el apetito y toda pasión impía.
Le ruego que vea este asunto tal como es realmente. Cuando usted se una con aquellos que desprecian a Dios para beber cerveza, vino o bebidas más fuertes, imagine que Jesús está frente a usted padeciendo de hambre intensa para poder deshacer el poder de Satanás y hacer posible que el hombre venza mediante él. Cuando esté usted levantando en alto el vaso de cerveza espumante en compañía de los infieles que rechazan la verdad y rehusan la salvación, recuerde que Jesús está allí, el mismo Jesús que usted dice que es su salvador, en quien está centrada su esperanza de vida eterna. ¡Oh, cómo puede, cómo puede usted ser tan débil en su percepción moral que no ve la influencia que ejerce todo esto sobre usted y sobre los demás! ¡No cumple su cometido más solemne, y luego se queja de que lo persiguen!
Cuando aquellos que se sienten precisados a hacer algo para romper el poder que Satanás ejercita sobre nuestra juventud, le dicen con tristeza que si usted no cambia sus hábitos, no lo podrán retener dentro de la obra de Dios como traductor, ¿cómo es posible que usted mantenga una actitud desafiante ante ellos, sin dar ni una muestra de arrepentimiento por su proceder? ¿Qué pensará de su actitud ese Salvador que dio su vida por usted? Y aún así, usted cree que se lo está persiguiendo. “Porque todos nosotros debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno recoja según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo”. 2 Corintios 5:10. Cuando comparezca usted ante este grandioso e impresionante tribunal, cuyas decisiones serán inpecables y donde no habrá ninguna mala interpretación, ninguna equivocación, entonces usted guardará silencio. No tendrá ni una palabra que decir para justificar su proceder. Quedará culpable, condenado y sin esperanza, a menos que ahora abandone sus pecados, se esmere en arrepentirse y se cubra con el vestido de la justicia de Cristo.
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¿Qué otra decisión pudo haberse tomado en su caso que la que se tomó? Siento la más tierna compasión y amor por su alma, pero nunca pronunciaron en su favor palabras de falsa simpatía que lo sostengan en su rebelión y desafío contra quienes Dios ha colocado en puestos responsables dentro de su obra. Lo aprecio demasiado para decirle, como algunos sin duda lo harán, que le irá bien al comportarse así, deshonrando su hombría, dañando la imagen de Dios en su alma, engañando su propio corazón, y deshonrando al amoroso Salvador que lo redimió mediante el precio de su propia sangre.
Cristo dijo: “Al que venza, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono”. Apocalipsis 3:21. ¿Está usted venciendo, o está siendo vencido por su propia concupiscencia, apetitos y pasiones?
Para que se le pueda confiar con seguridad la traducción de nuestras obras más importantes, para manejar las cosas sagradas, ¿no debiera usted estar plenamente vinculado con Dios y completamente consagrado a su servicio? ¿No debiera estar donde los santos ángeles puedan servirle, dándole sabiduría y conocimiento, así como le fue dado por Dios a Daniel, para inspirarle las ideas correctas de manera que pueda hacer su obra de traducción en forma adecuada? Si escoge abrir su corazón a las sugestiones de Satanás, si prefiere la compañía de los que son enemigos de Cristo, ¿va a esperar usted que Dios obre un milagro para evitar que ceda al poder de Satanás? Los ángeles malignos rodean su alma, pero son huéspedes invitados. Ellos le hacen sus proposiciones, y usted las acepta. Hasta que no resuelva usted obedecer la voluntad de Dios, no podrá disfrutar de la dirección divina.
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Jesús espera que todos los que se dicen ser soldados suyos, le sirvan. El espera que usted reconozca al enemigo y que lo resista, no que le brinde su confianza y viole así un cometido sagrado. El Señor lo ha colocado en un puesto donde puede usted elevarse y ennoblecerse, preparándose constantemente para su obra. Si no obtiene estas cualidades, la culpa la tiene usted y nadie más.
El Señor nos revela su voluntad de tres maneras, para conducirnos y capacitarnos para conducir a otros. ¿Cómo es posible distinguir su voz de la de un extraño? ¿Cómo es posible distinguirla de la voz de un falso pastor? Dios nos revela su voluntad en su Palabra, las Sagradas Escrituras. Su voz se revela también en sus actos providenciales; y la reconoceremos si no separamos nuestras almas de él siguiendo nuestros propios caminos, actuando conforme a nuestra propia voluntad, y siguiendo los dictados de un corazón no santificado, hasta el punto en que nuestros sentidos se han confundido de tal manera que las cosas eternas no se disciernen, y la voz de Satanás está tan disimulada que se acepta como la voz de Dios.
Otra de las maneras en que se escucha la voz de Dios es mediante las apelaciones de su santo Espíritu que impresionan el corazón y que luego se manifiestan en el carácter. Si tiene usted alguna duda acerca de cualquier tema, debe en primer lugar consultar las Escrituras. Si verdaderamente ha comenzado la vida de fe, usted se ha entregado al Señor para ser enteramente suyo, y él lo ha tomado para amoldarlo y labrarlo conforme a sus propósitos con el fin de que sea un utensilio para honra. Debe usted tener un ferviente deseo de ser moldeado en las manos de Dios y de seguirlo dondequiera que él lo guíe. Entonces usted estará confiando que él cumplirá sus propósitos, mientras que al mismo tiempo usted está cooperando con él y obrando su propia salvación con temor y temblor. Hermano mío, usted encontrará esto difícil, porque todavía no ha aprendido por experiencia a reconocer la voz del buen Pastor, y esto lo hace dudar y lo pone en peligro. Usted debiera saber distinguir bien su voz.
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El ejercicio de la voluntad
La religión pura tiene que ver con la voluntad. La voluntad es la fuerza gobernante de la naturaleza humana que mantiene a todas las demás facultades bajo su dominio. La voluntad no es el gusto o la inclinación, sino la facultad decisiva que obra en los hijos de los hombres, bien sea para obediencia o desobediencia a Dios.
Usted es un hombre joven e inteligente; desea encaminar su vida de tal manera que al fin y al cabo esté capacitado para entrar en el cielo. Se desanima con frecuencia al verse falto de fuerza moral, esclavo de la duda y dominado por los hábitos y costumbres de su antigua vida de pecado. Encuentra que sus emociones lo engañan, contradicen sus mejores determinaciones y más solemnes promesas. Nada le parece real. Su propia inestabilidad lo lleva a dudar de la sinceridad de los que anhelan hacerle el bien. Mientras más lucha en su estado de duda, más irreal le parece todo, hasta que se figura que no hay terreno firme para usted en ningún lado. Sus promesas son como cuerdas de arena y juzga a la misma luz irreal las palabras y actos de aquellos en quienes debiera tener confianza.
Usted estará en peligro constante hasta que comprenda la fuerza real de la voluntad. Podrá creer y prometer todas las cosas, pero sus promesas o su fe no tendrán valor hasta que ponga su voluntad del lado de la fe y la acción. Si pelea la batalla de la fe con toda su fuerza, vencerá. No puede confiar en sus sentimientos, sus impresiones, y sus emociones, porque no se puede depender de ellos, especialmente porque sus ideas son pervertidas; y el conocimiento de sus promesas quebrantadas y sus votos olvidados debilita su confianza en sí mismo y la confianza de otros en usted.
Pero no tiene que desesperar. Debe estar determinado a creer, aunque nada le parezca verdadero o real. No es necesario que le diga que ha sido usted mismo el que se ha colocado en esta posición nada envidiable. Debe recobrar su confianza en Dios y en sus hermanos. Queda de su parte ceder su voluntad a la voluntad de Jesucristo; y mientras lo haga, Dios tomará posesión inmediatamente de usted y obrará en su vida el querer y el hacer por su santa voluntad. Su naturaleza entera será puesta bajo el dominio del Espíritu de Cristo, y hasta sus pensamientos estarán sujetos a él. Usted no puede controlar sus impulsos, sus emociones, como quisiera; pero puede ejercer dominio sobre la voluntad, y puede lograr cambiar enteramente su vida. Al entregar su voluntad a Cristo, su vida estará escondida juntamente con Cristo en Dios y vinculada al poder que está sobre todos los principados y potestades. Recibirá fuerza de Dios que lo mantendrá firme en su poder; y una nueva luz, la luz misma de una fe viviente, estará a su alcance. Pero su voluntad debe cooperar con la voluntad de Dios, no con la voluntad de compañeros a través de los cuales Satanás obra constantemente para engañarlo y destruirlo.
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¿Por qué no se coloca sin demora en una relación correcta con Dios? ¿Por qué no dice: “Entregaré mi voluntad a Jesús ahora mismo”, y desde este momento se pone completamente del lado del Señor? Pase por alto las costumbres y el fuerte clamor del apetito y la pasión. No dé lugar a que Satanás diga: “Eres un hipócrita miserable”. Cierre la puerta para que Satanás no lo acuse y descorazone de esa manera. Diga: “Creeré, creo de veras, que Dios es mi ayudador”, y verá que, Dios mediante, se convertirá en triunfador. Si mantiene su voluntad con perseverancia del lado del Señor, todas sus emociones serán puestas en conformidad con la voluntad de Jesús. Entonces encontrará que sus pies están plantados sobre la roca firme. A veces se requerirá que ponga en uso hasta la última gota de voluntad que posea; pero es Dios quien obra en su favor, y saldrá del proceso moldeador convertido en un vaso para honra.
Hable con fe. Manténgase del lado de Dios. No pose su pie en el lado del enemigo, y el Señor será su ayudador. Él hará por usted lo que no es posible que usted haga por sí mismo. El resultado será que se volverá “como un cedro del Líbano”. Su vida será noble y sus obras serán las de Dios. Habrá en usted un poder, un fervor, una sencillez, que lo harán ser un instrumento perfecto en las manos de Dios.
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Es preciso que beba a diario de la fuente de la verdad para que pueda usted comprender el secreto del placer y el gozo que hay en el Señor. Empero, usted debe recordar que su voluntad es la fuente de todos sus actos. Esta voluntad, que es un factor tan importante en el carácter del ser humano, fue en ocasión de la caída del hombre entregada al dominio de Satanás; y él desde entonces ha estado obrando en el hombre el querer y el hacer de su propia voluntad, para la ruina y la miseria del ser humano. Sin embargo, el sacrificio infinito de Dios al entregar a Jesús, su Hijo amado, como holocausto por el pecado, le capacita para decir, sin violar ni un solo principio de su gobierno: “Entrégate a mí; dame tu voluntad; apártala del control de Satanás, y yo me apoderaré de ella; entonces yo podré obrar en ti tanto el querer como el poda de mi santa voluntad”. Cuando Dios le da el pensamiento de Cristo, la voluntad de usted se hace su voluntad, y su carácter se transforma a la semejanza del carácter de Cristo. ¿Se propone usted hacer la voluntad de Dios? ¿Desea usted obedecer las Sagradas Escrituras? “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”. Mateo 16:24.
Usted no puede decir que sigue a Cristo, a menos que rehuse satisfacer las inclinaciones y decida obedecer a Dios. No son sus afectos, sus emociones, lo que lo hacen un hijo de Dios, sino el hacer la voluntad de él. Le espera una vida útil si su voluntad se convierte en la voluntad de Dios. Entonces podrá mantenerse erguido como hombre de Dios, un ejemplo de buenas obras. Entonces ayudará a mantener en alto las reglas de disciplina en lugar de contribuir a su violación. Ayudará a mantener el orden en lugar de despreciarlo e incitar a otros a una vida irregular por medio de su propio comportamiento. Le digo en el temor de Dios: Yo sé lo que usted puede llegar a ser si coloca su voluntad en manos del Señor. “Somos colaboradores de Dios”. 1 Corintios 3:19. Puede hacer su obra para hoy y la eternidad, de tal manera que soporte la prueba del juicio. ¿No desea intentarlo? ¿Realizará un cambio completo? Usted es objeto del amor y la intercesión de Cristo. ¿No quiere ahora rendirse a Dios y ayudar a los que han sido puestos como centinelas para proteger los intereses de su obra, en lugar de causarles dolor y desánimo?
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Lectura apropiada para los niños
Estimado hermano E,Acabo de leer la revista Review and Herald y he visto su artículo en el que ofrece una lista de libros aceptables para la juventud. Me sorprendí al leer su recomendación de leer el libro La cabaña del tío Tom, Robinson Crusoe y otros. Está usted en peligro de volverse un poco descuidado en su forma de escribir. Convendría pensar bien y dar cuidadoso estudio a lo que se va a perpetuar mediante la imprenta. Me alarma grandemente ver que su percepción espiritual no sea más clara en lo que se refiere a la selección y recomendación de lecturas para nuestros jóvenes. Yo sé que si nuestros periódicos recomiendan libros embelesadores, como La cabaña del tío Tom, harán que en muchas mentes se justifique la lectura de otros libros que no son más que ficción… Esta recomendación hará pesado el trabajo de los que luchan por persuadir a la juventud a que descarten la lectura ficticia. Repetidas veces he visto el peligro de leer libros similares a los que usted recomienda y tengo un artículo listo para publicarlo, donde amonesto a la juventud con respecto a este mismo asunto.
Tenga cuidado, hermano mío, de no desviar a otros del escudriñamiento de las Escrituras. Me ha sido revelado que la compra y venta de parte de nuestros hermanos de libros de historietas para niños como los que comúnmente circulan en las escuelas dominicales, es un engaño para nuestro pueblo, especialmente para nuestros niños. Los lleva a gastar dinero en esa clase de lectura que excita la imaginación y los descalifica para llevar a cabo los deberes reales de la vida práctica. Puede estar seguro de que esta recomendación suya se seguirá. La juventud no necesita semejante autorización o libertad, porque sus gustos e inclinaciones van por el mismo camino. Pero espero que no aparezcan más recomendaciones como ésta. Tal vez usted se está apartando de Jesús y de sus enseñanzas y no se da cuenta de ello.
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La obra de Satanás es presentar a nuestra juventud cuentos de periódicos y libros de cuento que fascinan los sentidos y así destruyen el gusto por la Palabra de Dios. Mi querido hermano, no incorpore todo lo que se le venga a la mente en las páginas de la Review and Herald, antes sea circunspecto al escribir. Si el Espíritu de Cristo lo impulsa a escribir, entonces use su pluma, preocupándose por las almas, llorando entre la entrada y el altar, clamando: “Perdona, oh Jehová, a tu pueblo, y no entregues al oprobio tu heredad”. Joel 2:17. Sin embargo, si son sus propios sentimientos y mente activa lo que lo impulsa a escribir, entonces no escriba hasta que el Espíritu de Dios lo toque y lo conmueva. No piense que porque siga usted cierto curso y haga ciertas cosas sea ello evidencia de que está en lo correcto y que debe presentarlas a otros como norma y regla. No es bueno que usted se sienta libre de expresar su opinión sobre asuntos que tienen que ver con el bienestar de nuestra juventud, recomendando libros que no contribuyen a la espiritualidad o la consagración. Si usted se imagina que este tipo de lectura ha de desarrollar sanos y sólidos principios, se equivoca. Que el Señor lo ayude a actuar con cautela y humildad, y a no expresar declaraciones engañosas en las revistas, porque serán recibidas como si hubieran tenido el visto bueno de nuestro pueblo. Está usted poniendo una carga sobre los hombros de otros a quienes les tocará contrarrestar la influencia de estas declaraciones.
Hermano mío, su seguridad estriba en caminar humildemente con Dios. Me estremezco cuando leo sus muchos artículos en los que da usted consejos y normas para otros ministros. Considero impropio que usted tenga tanto que decir en este sentido. Si se vuelve autosuficiente y confía en sí mismo, el Señor permitirá que cometa algún error. Usted necesita cuidar bien su propia alma y obtener una experiencia diaria y viva en las cosas de Dios. Debe pasar por alto el yo y dejar que Jesús se manifieste en su vida. Cristo es su fortaleza, su escudo; usted es débil, sujeto al error y necesita ser cauteloso para no tropezar. Le ruego que se mantenga en guardia para que ni en palabra ni hechos dañe la sagrada obra de Dios.
Me he sentido muy agradecida porque usted puede desempeñar una parte en esta gran obra. Jesús lo ama y obrará por medio de sus esfuerzos si mantiene una viva conexión con Dios. Pero es necesario que viva en vigilancia y oración. No se descuide. No se separe de Jesús, antes inclúyalo en su vida cotidiana. No se haga la carga pesada, ni la de otros, por medio de admisiones y consejos descuidados; sino sepa que a menos que Cristo sea recibido en su corazón, que mantenga su vista fija en la gloria de Dios, el orgullo entrará en su corazón, prevalecerá la estima propia y, salvo que esté usted alerta, descuidará sus pasos. “Haced sendas derechas para vuestros pies para que lo cojo no se desvíe”. Hebreos 12:13.
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Dios ha dotado a muchos de nuestros jóvenes de capacidades superiores. Les ha dado lo mejor en talentos; pero sus facultades se han debilitado, sus mentes se han confundido y enflaquecido, y por años no han experimentado ningún crecimiento en gracia, ni en el conocimiento de las razones de su fe, debido a que han satisfecho el gusto por la lectura de cuentos. Les es tan difícil controlar el apetito por semejante lectura superficial, como al borracho el dominio de su apetito por las bebidas intoxicantes. Posiblemente ahora podrían estar vinculados con nuestras casas publicadoras y como obreros eficientes en la contabilidad, la preparación de copias para la imprenta o la corrección de pruebas; pero sus talentos se han pervertido de tal manera que han llegado a ser dispépticos mentales y como consecuencia, no están capacitados para ocupar un puesto de responsabilidad en ningún lado. Su imaginación está enferma. Viven una vida que no es real. No están capacitados para asumir los deberes prácticos de la vida; y lo que es más triste y desalentador, es que ellos han perdido el gusto por la lectura sólida. Se han infatuado y dejado encantar precisamente por el alimento para la mente que consiste en historias intensamente estimulantes como las contenidas en el libro La cabaña del tío Tom. Ese libro surtió buen efecto en sus días sobre aquellos que necesitaban despertar con respecto a sus falsas ideas sobre la esclavitud; pero estamos frente al borde mismo del mundo eterno, donde tales historias no se necesitan para prepararnos para la vida eterna.
Nuestra única seguridad radica en estar de tal modo convertidos y conocer tan bien la verdad como está revelada en la Palabra de Dios, que podamos ofrecer a toda persona que nos pregunte, una razón de nuestra esperanza, con temor y mansedumbre.