Se me mostró que numerosos hermanos no aprecian correctamente los talentos que hay entre ellos. Algunos no comprenden qué talento de predicación sería el mejor para el adelanto de la causa de la verdad, sino que piensan sólo en la gratificación momentánea de sus sentimientos. Sin reflexionar, demuestran preferencia por un orador que manifiesta celo considerable en su prédica y refiere anécdotas que complacen el oído y estimulan la mente por un momento, pero sin dejar una impresión duradera. Al mismo tiempo desestiman a un predicador que ha estudiado con oración para poder presentar ante la gente los argumentos que explican nuestra posición con calma y en forma coherente. Su trabajo no es apreciado y suele ser tratado con indiferencia.
Una persona puede predicar con entusiasmo y complacer el oído, pero sin presentar nuevas ideas ni información para la mente. Las impresiones causadas por esta clase de predicación desaparecen cuando el orador deja de hablar. Cuando se buscan los frutos de un trabajo realizado de esta manera, se encuentra muy poco. Estos dones de oropel no son muy benéficos ni tienen mucho valor para hacer progresar la causa de la verdad, como un don en el que se puede confiar cuando actúa en lugares duros y difíciles. En la obra de enseñar la verdad es necesario que los puntos importantes de nuestra posición estén bien respaldados por evidencias bíblicas. Las aseveraciones pueden silenciar al incrédulo, pero no lo convencerán. Los creyentes no son los únicos para cuyo beneficio los obreros son enviados al campo. La salvación de las almas constituye el objetivo principal.
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Algunos hermanos han errado en esto. Pensaron que el Hno. C era la persona adecuada para que trabajara en Vermont y que podía llevar a cabo más que cualquier otro ministro de ese Estado. Esas personas no ven las cosas desde un punto de vista correcto. El Hno. C puede hablar en una forma que interesa a la congregación, y si eso fuera todo lo que es necesario para ser predicador de éxito, entonces cierto grupo de hermanos y hermanas estaría en lo correcto en su estimación de él. Pero él no es un obrero cabal y no es digno de confianza. Carece de valor cuando se trata de hacer frente a las pruebas de la iglesia. No tiene experiencia, juicio ni discernimiento para ser de beneficio a la iglesia en momentos de prueba. No ha sido un hombre cabal y minucioso en los asuntos temporales, y aunque tiene una familia reducida ha necesitado que se le preste ayuda financiera de vez en cuando. La misma carencia de que adolece en las cosas materiales también se manifiesta en los asuntos espirituales. Si se lo hubiera tratado en forma adecuada desde el comienzo de su predicación, ahora podría tener cierto grado de utilidad para la causa. Sus hermanos lo perjudicaron al tratarlo con excesiva consideración y al permitir que soportara una escasa parte de las preocupaciones y responsabilidades de la vida, lo cual le indujo a pensar que su trabajo era de gran importancia. Ha estado dispuesto a que algunos hermanos de Vermont llevaran sus responsabilidades financieras mientras él vivía aliviado de preocupaciones. No ha hecho ejercicio suficiente para tonificar y fortalecer sus músculos, y para el bien de su salud.
Es incapaz de constituir iglesias. Cuando sienta pesar si no predica el Evangelio, como lo han sentido los predicadores abnegados en el pasado, entonces, lo mismo que ellos, estará dispuesto a trabajar con sus manos una parte del tiempo a fin de obtener recursos para sostener a su familia para que ella no sea una carga para la iglesia; y luego saldrá no sólo a predicar, sino también a ganar almas. Los esfuerzos realizados con este espíritu tendrán éxito. El ha sido exaltado en su propia estima, se ha considerado tan competente como cualquiera de los obreros de Vermont, y ha pensado que deben ubicarlo en la misma categoría que ellos y consultarlo con respecto a asuntos de la iglesia; y sin embargo, no ha ganado una reputación ni ha demostrado ser digno. ¿Qué sacrificio personal o devoción ha manifestado por la iglesia? ¿Qué peligros o privaciones ha tenido que soportar, para que los hermanos puedan confiar en él como un obrero digno de confianza, y cuya influencia sea buena, no importa adónde vaya? Hasta que manifieste un espíritu enteramente diferente y obre impulsado por principios carentes de egoísmo, es mejor que abandone la idea de predicar.
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Los hermanos de Vermont han pasado por alto el valor moral de hombres como los Hnos. Bourdeau, Pierre y Stone, quienes poseen una profunda experiencia y cuya influencia ha sido de tal naturaleza que ha ganado la confianza de la comunidad. Sus vidas industriosas y consecuentes los han convertido en predicadores estables y profesionales, y su trabajo ha eliminado una cantidad considerable de prejuicios; han cosechado y edificado. Pero los hermanos no han apreciado el trabajo de estos obreros. En cambio, han quedado complacidos con el de algunos que no soportan ser probados y cuya obra sólo ha producido escaso fruto.
La esposa del ministro
El 5 de junio de 1863 se me mostró que Satanás trabaja constantemente para desanimar y descarriar a los ministros a quienes Dios ha elegido para que prediquen la verdad. El medio más eficaz que el diablo utiliza en su obra es la influencia en el hogar ejercida por cónyuges no convertidos. Si consigue controlar sus mentes, obtiene acceso fácil y rápido a los esposos que trabajan mediante palabra y doctrina en la salvación de la gente. Se hizo referencia a las advertencias que Dios ha dado repetidamente y a los deberes que corresponden a la esposa del ministro; sin embargo dichas advertencias no han ejercido una influencia duradera. Los testimonios dados han tenido sólo un efecto limitado por corto tiempo. Se ha seguido la luz en forma parcial. La obediencia y la devoción a Dios han sido olvidadas, muchos han descuidado la sagrada obligación de aprovechar la luz y los privilegios concedidos, y vivir como hijos de luz. Si pudiera descorrerse el velo y verse la forma como el Cielo considera sus casos, se produciría un despertar, y cada uno preguntaría atemorizado: ¿Qué debo hacer para ser salvo?
Si la esposa de un ministro no manifiesta dedicación a Dios, no es de ayuda para su esposo. Mientras él trata de satisfacer la necesidad de llevar la cruz e insiste en la importancia de la abnegación personal, el ejemplo diario de su esposa con frecuencia contradice su predicación y destruye su fuerza. En esta forma ella se convierte en un gran estorbo y a menudo aparta a su esposo de sus deberes y de Dios. Ella no se da cuenta del pecado que está cometiendo. En vez de procurar ser útil y de buscar con amor genuino a personas necesitadas de ayuda, se retrae de la tarea y prefiere llevar una vida inútil. No se siente constreñida por el poder del amor de Cristo y por principios de abnegación y santidad. No elige hacer la voluntad de Dios ni ser colaboradora de su esposo, de los ángeles y de Dios. Cuando la esposa del ministro acompaña a su esposo en su misión de salvar almas, comete un grave pecado al estorbarle en su obra sintiéndose infeliz y descontenta. En lugar de participar con entusiasmo en sus trabajos y de buscar toda oportunidad para unir su interés y trabajo con los suyos, se dedica a encontrar la forma de hacer las cosas más fáciles o agradables para ella misma. Si lo que sucede a su alrededor no es tan agradable como ella quisiera (como no siempre lo será), no debiera inquietar a su esposo manifestando sentimientos de melancolía, falta de alegría y quejas, ni hacer más difícil su trabajo y tal vez por su descontento alejarlo del lugar donde podría trabajar con eficiencia y provecho. No debiera apartar el interés de su esposo de su tarea de trabajar por la salvación de la gente para que simpatice con sus dolencias y complazca sus caprichosos sentimientos de descontento. No tendría tiempo para sentir melancolía si se olvidara de sí misma y trabajara para ayudar a otros, si hablara y orara con la gente necesitada y si obrara con la certeza de que la salvación de las almas es más importante que otras consideraciones. Cada día experimentaría una dulce satisfacción como recompensa por su trabajo abnegado; no puedo llamarlo sacrificio, porque algunas esposas de ministros no saben lo que es el sacrificio ni el sufrimiento por amor a la verdad.
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En años anteriores, las esposas de los ministros experimentaban necesidades y persecución. Cuando sus esposos eran encarcelados o a veces muertos, esas nobles y abnegadas mujeres sufrían con ellos, y su recompensa será igual a la que recibirán sus esposos. La señora Boardman y la señora Judson sufrieron por la verdad, padecieron juntamente con sus cónyuges. Sacrificaron el hogar y los amigos en todo el sentido de la palabra para ayudar a sus esposos en la obra de iluminar a los que se encontraban en medio de las tinieblas, para revelarles los misterios ocultos de la palabra de Dios. Sus vidas corrían peligro constantemente. Su objetivo más importante era salvar almas y estaban dispuestas a sufrir gozosamente para conseguirlo.
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Se me mostró la vida de Cristo. Cuando su abnegación y sacrificio se comparan con las pruebas y los sufrimientos de las esposas de algunos ministros, hace que lo que ellas llaman sacrificio desaparezca en la insignificancia. Cuando la esposa del ministro pronuncia palabras de descontento y desánimo, ejerce una influencia desalentadora sobre su esposo y tiende a inhabilitarlo para su trabajo, especialmente si su éxito depende de las influencias circundantes. ¿Debe el ministro de Dios en esos casos quedar incapacitado o ser separado de su campo de labor para complacer los sentimientos de la esposa, que surgen de la renuencia a someter los sentimientos al deber? La esposa debiera ajustar sus deseos y agrados al deber, y renunciar a sus sentimientos egoístas por amor a Cristo y a la verdad. Satanás ha tenido mucho que ver con el control del trabajo de los ministros por medio de la influencia de esposas egoístas y amantes de la comodidad.
Cuando la esposa del ministro lo acompaña en sus viajes, no debiera hacerlo para satisfacerse personalmente, sino con el fin de trabajar con él. Debiera unir sus intereses con los suyos para hacer el bien. Debiera estar dispuesta a acompañar a su esposo, cuando sus deberes hogareños se lo permitan, y ayudarle en sus esfuerzos por salvar a la gente. Con mansedumbre y humildad, pero dotada de una noble confianza en sí misma, debiera ejercer una influencia rectora sobre las mentes de las personas con quienes se relaciona; además, debiera desempeñar la parte que le corresponde y llevar su cruz y su carga en las reuniones, en el altar de la familia y en las conversaciones sostenidas en los hogares. La gente lo espera y tiene el derecho de esperarlo. Si ella no satisface esas expectativas, la influencia de su esposo queda destruida en gran parte. La esposa de un pastor puede realizar mucho si así se lo propone. Si posee espíritu de sacrificio personal y ama a la gente, puede hacer con él casi la misma cantidad de bien.
Una hermana que trabaje en la causa de la verdad puede comprender y llegar a algunas personas, especialmente entre las hermanas, que el ministro no puede alcanzar. La esposa del pastor tiene una responsabilidad que no debiera, y no puede, descartar livianamente. Dios le pedirá cuenta, con intereses, por el talento que le ha encomendado. Debiera trabajar activamente, con fidelidad y unida con su esposo para salvar a la gente. Nunca debiera hacer predominar sus deseos y preferencias, expresar falta de interés en el trabajo de su esposo o manifestar sentimientos de melancolía y descontento. Debe vencer todos estos sentimientos naturales. Debiera tener un propósito en la vida y llevarlo a cabo con resolución. ¿Y si esto interfiere con los sentimientos, placeres y gustos naturales? Estos debieran sacrificarse pronta y gozosamente a fin de hacer bien y salvar almas.
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Las esposas de los pastores debieran vivir vidas dedicadas y de oración. Pero algunas disfrutan de una religión sin cruces que no exige abnegación ni esfuerzo de su parte. En lugar de mantenerse noblemente por sí mismas apoyándose en Dios para obtener fuerzas y cumplir sus responsabilidades individuales, la mayor parte del tiempo han dependido de otros y obtenido su vida espiritual de ellos. Si tan sólo se apoyaran confiadamente en Dios, con esa confianza infantil, y si fijaran sus afectos en Jesús y obtuvieran su vida de Cristo, la Vid viviente, ¡cuánto bien podrían hacer, de cuánta ayuda podrían ser para los demás, qué apoyo serían para sus esposos y qué recompensa recibirían al final! Las palabras: “Bien, sierva buena y fiel” sonarán como suave música en sus oídos. Y la expresión de reconocimiento: “Entra en el gozo de tu Señor”, las recompensará mil veces por todos los sufrimientos y pruebas soportados en su empeño por salvar preciosas almas.
Los que se nieguen a hacer producir el talento que Dios les ha dado, no obtendrán vida eterna. Los que han sido escasamente útiles en el mundo recibirán una recompensa proporcional a sus obras. Cuando todo sale bien se dejan llevar por la ola de las actividades; pero cuando tienen que remar con vigor y constancia contra el viento y la marejada, carecen de energía en su carácter cristiano. No se toman la molestia de trabajar, sino que sueltan sus remos y dejan que la corriente los arrastre. Continúan así hasta que alguien toma la carga y trabaja incansablemente y con energía para arrastrarlos corriente arriba. Cada vez que ceden a esa indolencia, pierden fuerzas y sienten menos inclinación a trabajar en la causa de Dios. Sólo el fiel conquistador gana la gloria eterna.
La esposa del ministro debiera ejercer constantemente una influencia rectora sobre las mentes de las personas con quienes se relaciona, y será una ayuda o un gran estorbo. Reúne con Cristo o esparce a su alrededor. Muchas cónyuges de nuestros ministros carecen de un espíritu misionero abnegado. Dan el primer lugar a su yo y el segundo a Cristo, y a veces, lo ponen hasta en tercer lugar. Un ministro nunca debiera pedir a su esposa que lo acompañe a menos que sepa que ella puede ser una ayuda espiritual, que puede soportar, sufrir, hacer el bien y beneficiar a la gente por amor a Cristo. Las que acompañan a sus esposos debieran trabajar unidas con ellos. No debieran esperar vivir sin dificultades y frustraciones. No debieran dar demasiada importancia a los sentimientos agradables. ¿Qué tienen que ver los sentimientos con el deber?
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Se me llamó la atención al caso de Abraham. Dios le dijo: “Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré”. Génesis 22:2.
Abraham obedeció a Dios. No consultó sus sentimientos personales, sino que con noble fe y confianza en Dios se preparó para su viaje. Con el corazón destrozado por la angustia contempló a la orgullosa y amante madre que miraba con tierno afecto al hijo de la promesa. Pero se llevó consigo a ese hijo amado. Abraham sufrió, pero no permitió que su voluntad se alzara en rebelión contra la voluntad de Dios. El deber, un firme deber, lo controlaba. No se atrevió a consultar sus sentimientos ni a ceder a ellos ni por un momento. Su único hijo caminaba junto a su austero, amante y sufriente padre, y conversaba animadamente pronunciando con frecuencia la palabra “padre”, tras lo cual preguntaba: “¿Dónde está el cordero para el holocausto?” ¡Oh, qué prueba para el fiel padre! Los ángeles contemplaban la escena con agradable admiración. El fiel siervo de Dios aun ató a su amado hijo y lo colocó sobre la leña. Cuando alzó el brazo que empuñaba el cuchillo, un ángel le habló: “Abraham, Abraham… No extiendas tu mano sobre el muchacho”. Génesis 22:12.
Vi que no es cosa liviana ser cristiano. Profesar ser cristiano no cuesta mucho; pero vivir la vida cristiana es algo importante y sagrado. Hay tan sólo poco tiempo ahora para asegurar la corona inmortal y tener nuestro registro celestial repleto de buenas acciones y deberes cumplidos. Todo árbol es juzgado por sus frutos. Cada uno será juzgado de acuerdo con sus obras y no por su profesión ni por su fe. Nunca se preguntará: ¿Cuanto profesó? En cambio se preguntará: ¿Qué frutos ha producido? Si el árbol está corrompido, el fruto es malo. Pero cuando el árbol es bueno, no puede producir frutos de maldad.
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Derechos de patentes de invención
Numerosos hermanos se comprometen financieramente al participar en nuevas empresas que parecen prometedoras; pero al poco tiempo se encuentran frustrados y sin los recursos que debieran haber usado para sostener a sus familias y promover la causa de la verdad presente. Después sienten remordimiento, compunción y se recriminan a sí mismos. Y algunos hermanos concienzudos hasta pierden su confianza y su gozo espiritual, y su salud se deteriora debido a la presión mental.
Los que creen en la verdad deben practicar la economía, consumir alimentos sencillos y sanos, y seguir siempre el principio de vivir dentro de sus recursos económicos. Los hermanos nunca debieran participar en nuevas empresas sin consultar a personas de experiencia que sean administradores eficientes en asuntos temporales y espirituales. Al hacerlo así se ahorrarán muchas dificultades.
Los hermanos harían mejor en conformarse con una entrada económica reducida y manejarla con prudencia, antes que correr riesgos en su intento por mejorar su condición y sufrir pérdidas continuas. Algunos observadores del sábado se han dedicado a vender derechos de patentes de invención. En sus viajes se han quedado en casa de sus hermanos para ahorrar dinero y los han inducido a invertir sus recursos en los derechos de patentes. Tales personas no habrán arreglado sus cuentas con Dios hasta que hayan indemnizado a esos hermanos por las pérdidas sufridas.