Testimonios para la Iglesia, Vol. 1, p. 402-409, día 045

Número 11—Testimonio para la iglesia

La reforma en la manera de vestir*

Queridos hermanos y hermanas: La razón por la que vuelvo a presentar el tema sobre la manera de vestir, es que algunos no han comprendido lo que escribí anteriormente. Se procura —tal vez por parte de quienes no desean creer lo que he escrito— introducir confusión en nuestras iglesias con referencia a este importante tema. He recibido numerosas cartas en las que se habla de dificultades, y que no he tenido tiempo de contestar. Ahora, para responderlas presento las siguientes declaraciones, las cuales espero que aclaren definitivamente el tema, por lo menos en lo que concierne a mis testimonios.

Algunos sostienen que lo que escribí en el “Testimonio para la iglesia n.º 10” no concuerda con mi testimonio publicado en la revista How to Live (Cómo vivir). Ambos fueron escritos desde el mismo punto de vista, de manera que no se trata de dos modos de ver diferentes y contradictorios, como algunos pueden imaginar; si existe alguna diferencia es simplemente en la forma de expresión. En el “Testimonio para la iglesia n.º 10”, hice la siguiente declaración:

“No debiera darse a los no creyentes ocasión para vituperar nuestra fe. Se nos considera raros y singulares, por lo que no debiéramos tener comportamientos que induzcan a los no creyentes a pensar que somos más raros de lo que nuestra fe requiere que seamos. Algunos que creen la verdad pueden pensar que será más saludable para las hermanas adoptar el traje norteamericano, pero si ese estilo de moda destruye nuestra influencia entre los no creyentes y no nos permite tener acceso fácil a ellos, por ningún motivo debiéramos adoptarlo, aunque eso nos acarree sufrimiento. Pero algunos están engañados al pensar que se puede recibir tanto beneficio de este traje. Aunque pueda hacer bien a algunos, es perjudicial para otros.

“Vi que los que adoptan el traje norteamericano han revertido la orden de Dios y han desobedecido sus instrucciones especiales. Se me refirió a Deuteronomio 22:5: ‘No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es a Jehová tu Dios cualquiera que lo hace’. Dios no quiere que su pueblo adopte el así llamado traje de la reforma. Es una vestimenta inmodesta, totalmente inapropiada para los modestos y humildes seguidores de Cristo.

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“Existe una creciente tendencia de hacer que la vestimenta y la apariencia de las mujeres se parezcan lo más posible a las de los hombres; pero Dios considera esto una abominación. ‘Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia’ 1 Timoteo 2:9.

“Los que se sienten llamados a unirse al movimiento en favor de los derechos de las mujeres y la así llamada reforma del vestido, sería mejor que cortaran su conexión con el mensaje del tercer ángel. El espíritu que acompaña al uno no puede estar en armonía con el otro. Las Escrituras hablan con claridad acerca de las relaciones y los derechos de los hombres y mujeres. Los espiritistas, en una extensión considerable, han adoptado este estilo de vestir. Los adventistas que creen en la restauración de los dones, con frecuencia son confundidos con los espiritistas. Si adoptan esta vestimenta, su influencia estará muerta. La gente los catalogará en el mismo nivel que los espiritistas y rehusará escucharles.

“Con la así llamada reforma del vestido avanza un espíritu de liviandad y osadía que armoniza plenamente con el estilo del vestido. La modestia y la reserva desaparecen de muchos cuando adoptan ese estilo de vestido. Se me mostró que Dios desea que adoptemos un proceder consecuente y lógico. Si las hermanas adoptan el traje norteamericano, destruirán su influencia personal y también la de sus esposos. Se convertirán en el hazmerreír de la gente. Nuestro Salvador dice: ‘Vosotros sois la luz del mundo’. Mateo 5:14. ‘Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos’. vers. 16. Existe una gran obra que debemos hacer en el mundo, por lo que Dios no quiere que adoptemos un comportamiento que disminuya o destruya nuestra influencia”.

Lo que antecede me fue dado como reproche para quienes se sienten inclinadas a adoptar un estilo de vestido semejante al de los hombres; pero al mismo tiempo se me mostró cuáles era los males del estilo común de vestido de las mujeres, y para corregirlo también se me dio lo que sigue, registrado en el “Testimonio para la iglesia no 10”:

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“No creemos que está de acuerdo con nuestra fe vestirnos con el traje norteamericano, usar vestidos con armadura de aros de alambre o ir al extremo de usar vestidos tan largos que barran la vereda y la calle. Si las mujeres usaran sus vestidos de un largo que quedara de tres a cinco centímetros por encima del sucio suelo de la calle, éstos serían modestos, podrían mantenerse limpios con más facilidad y durarían más. Tal vestido estaría en conformidad con nuestra fe”.

A continuación presentaré un extracto de lo que he dicho en otros lugares acerca del tema:

“Los cristianos no debieran convertirse en objetos de exposición al vestirse en forma diferente que el mundo. Pero si cuando siguen sus convicciones de lo que es su deber con respecto a vestirse con modestia y en forma saludable, se encuentran fuera de moda, no debieran cambiar su manera de vestirse a fin de armonizar con el mundo. Deben manifestar una noble independencia y valor moral al hacer lo que es correcto, aunque el mundo difiera de ellos. Si el mundo introduce un estilo de vestir modesto, conveniente y saludable, que está de acuerdo con los principios bíblicos, eso no cambiará nuestra relación con Dios o con el mundo. Los cristianos debieran seguir a Cristo y hacer que su manera de vestir se conforme con la palabra de Dios. Debieran descartar los extremos. Debieran adoptar humildemente un proceder recto, independientemente del aplauso o la censura, y aferrarse a lo que es correcto por sus propios méritos.

“Las mujeres debieran abrigarse las piernas por motivos de salud y comodidad. Los pies y las piernas deben estar vestidos en forma tan abrigada como los de los hombres. El largo de los vestidos de moda [que arrastraban por el suelo] es objetable por varias razones:

“1. Es extravagante e innecesario llevar vestidos tan largos que arrastren en el sucio suelo de la vereda y la calle.

“2. Un vestido excesivamente largo recoge la humedad del césped y el barro de las calles, y por lo tanto no es limpio.

“3. En el movimiento que se produce al arrastrarse por el suelo se pone en contacto con los delicados tobillos y los enfría con rapidez, porque no están debidamente protegidos, lo cual perjudica la salud y la vida. Esta es una de las causas importantes de catarros e hinchazones escrofulosas.

“4. El largo innecesario causa un peso adicional sobre las caderas y los órganos abdominales.

“5. Estorba la acción de caminar y con frecuencia molesta a los demás.

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“Existe otro estilo de vestir que ha sido adoptado por un grupo de damas que se denominan reformadoras de la vestimenta. Imitan la forma de vestir de los hombres lo más cerca que pueden. Usan el sombrero, los pantalones, el chaleco, el vestón y las botas, y esta última prenda es la parte más sensata del traje. Quienes adoptan y promueven este estilo de vestir llevan la así llamada reforma de la vestimenta a extremos muy objetables. El resultado será confusión. Algunas damas que adoptan esta manera de vestir pueden estar correctas en su enfoque general del asunto de la salud, pero podrían producir un beneficio mucho mayor si no llevaran el asunto de la manera de vestir a tales extremos.

“En este estilo de vestir se ha cambiado la orden de Dios y sus instrucciones especiales no se han tomado en cuenta. ‘No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es a Jehová tu Dios cualquiera que esto hace’. Deuteronomio 22:5. Dios no quiere que su pueblo adopte este estilo de vestir. No es ropa modesta y no es adecuada para mujeres modestas y humildes que profesan ser seguidoras de Cristo. Las prohibiciones de Dios son consideradas livianamente por los que abogan por la eliminación de las diferencias en el estilo de vestir entre hombres y mujeres. La posición extrema adoptada por algunos reformadores de la manera de vestir perjudica su influencia.

“Dios estableció que debía haber una clara distinción entre la ropa de los hombres y la de las mujeres, y ha considerado este asunto de suficiente importancia para dar instrucciones específicas concernientes a ella; porque si hombres y mujeres llevaran la misma ropa, eso causaría confusión y un gran aumento de la conducta delictuosa. Si el apóstol Pablo estuviera vivo y si viera a mujeres que profesan santidad ataviadas con este estilo de ropa, las reprocharía. ‘Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad’. 1 Timoteo 2:8-10. La mayor parte de los cristianos profesos se desentiende completamente de las enseñanzas de los apóstoles, y usan oro, perlas y adornos costosos.

“El pueblo leal de Dios es la luz del mundo y la sal de la tierra, por lo que siempre debiera recordar que su influencia es valiosa. Si adoptaran el vestido exageradamente largo en vez del vestido más corto, destruirían en gran medida su influencia. Los incrédulos, que ellos tienen el deber de beneficiar y procurar llevar al Cordero de Dios, sentirían aversión hacia ellos. Es posible realizar numerosas mejoras en la ropa femenina para proteger la salud sin realizar cambios tan grandes que les inspiren repugnancia.

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“El cuerpo no debe ser comprimido en lo mínimo con corsés y barbas de ballenas. El vestido debe ser liviano para que los pulmones y el corazón puedan funcionar saludablemente. El vestido debiera llegar un poco más abajo de la parte superior de la bota femenina [o botín], pero sin que toque el sucio suelo de la vereda y la calle sin levantarlo con la mano. Un vestido aún más corto que esto sería adecuado, conveniente y saludable para las mujeres cuando realizan los trabajos domésticos, y especialmente para las que tienen la obligación de hacer trabajos al aire libre. Con esta clase de ropa, una o dos faldas es todo lo que se necesita, y éstas debieran abotonarse en la cintura o bien suspenderse mediante tirantes. Las caderas no se hicieron para soportar peso considerable. Las pesadas faldas que algunas mujeres usan permitiendo que su peso cuelgue de las caderas, han sido la causa de diversas enfermedades que no se curan con facilidad. Las enfermas desconocen la causa de sus sufrimientos, por lo que continúan violando las leyes de la salud comprimiendo su cintura y soportando pesadas faldas, hasta convertirse en inválidas. Cuando se les habla de su error, muchas exclamarán sin vacilación: ‘¡Pero un vestido como el que propone no estaría a la moda!’ ¿Y qué si no lo está?

“Quisiera que fuéramos pasados de moda en diversos aspectos. Si pudiéramos tener la fortaleza pasada de moda que caracterizó a las mujeres pasadas de moda de otras generaciones, sería muy deseable. No hablo imprudentemente cuando digo que el estilo de vestir de las mujeres, juntamente con su complacencia del apetito, es la mayor causa de su condición débil y enfermiza. Hay sólo una mujer en mil que se protege adecuadamente las piernas. No importa cuál sea el largo del vestido, debieran tener las piernas tan bien protegidas como las tienen los hombres. Esto lo pueden conseguir usando pantalones forrados que terminen recogidos con una cinta para ser atados alrededor de los tobillos, o bien que tengan un ancho parejo hasta abajo disminuyendo de ancho al final hasta ajustarse debajo de los tobillos, a la altura de los zapatos. Las piernas y tobillos así quedan protegidos contra las corrientes de aire. Si los pies y las piernas se mantienen protegidos con ropa abrigadora, la circulación se igualará y la sangre permanecerá pura y saludable porque no se enfría ni se entorpece la circulación por el cuerpo”.

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La dificultad principal para muchas mujeres es el largo del vestido. Algunas insisten en que “la parte de arriba de la bota” se refiere a la parte de arriba de las botas como las que usan los hombres, que casi llegan hasta las rodillas. Si las mujeres tuvieran la costumbre de usar esa clase de botas, entonces no habría que culparlas por entender las cosas como las entienden; pero como las mujeres en general no usan esa clase de botas, no tienen derecho de entenderlo en la forma como lo han pretendido.

Con el fin de demostrar cuál ha sido mi intención, y que existe armonía entre mis testimonios acerca de este tema, a continuación presentaré un extracto tomado de manuscritos que escribí hace unos dos años:

“Desde que el artículo sobre la manera de vestir se publicó en la revista How to Live (Cómo vivir), algunas personas han comprendido mal la idea que yo deseaba presentar. Han puesto énfasis en el significado extremo de lo que escribí concerniente al largo de los vestidos, y es evidente que este asunto les ha causado una gran preocupación. Su comprensión distorsionada de este asunto las ha llevado a debatir el tema del acortamiento de los vestidos hasta que su visión espiritual ha quedado tan confundida que sólo pueden ver a ‘los hombres como árboles’ que andan. Pensaron que habían detectado una contradicción en mi artículo sobre la vestimenta publicado recientemente en How to Live y otro artículo sobre el mismo tema contenido en el “Testimonio para la iglesia no 10”. Debo sostener que soy el mejor juez de las cosas que se me han presentado en visión; y nadie debe temer que con mi vida vaya a contradecir mi propio testimonio, o que deje de notar cualquier contradicción real que hubiere en los asuntos que se me han dado.

“En mi artículo sobre la vestimenta publicado en How to Live procuré presentar un estilo de vestir saludable, conveniente, económico pero decoroso y que sienta bien a las mujeres cristianas, si es que lo eligen. Traté, tal vez en forma imperfecta, de describir esa clase de vestido. ‘El vestido debiera llegar hasta poco más abajo de la parte de arriba de la bota, pero debiera ser suficientemente corto para evitar el sucio suelo de la vereda y la calle, sin que sea necesario levantarlo con la mano’. Algunos han sostenido que cuando digo ‘la parte de arriba de la bota’ quiero decir la parte de arriba de las botas como las que usan los hombres. Pero al hablar de ‘la parte de arriba de la bota’ me refería a la parte superior de la bota de mujer o botín. Si hubiera pensado que se me interpretaría mal habría escrito con más detalle. Si las mujeres tuvieran la costumbre de usar botas altas como las de los hombres, podría ver excusa suficiente para esta equivocación. Creo que la redacción del texto es muy clara, de modo que nadie necesita confundirse. Tenga la bondad de volver a leer: ‘El vestido debiera llegar hasta poco más abajo de la parte superior de la bota’. Y ahora considere la frase que completa lo anterior: ‘Pero debiera ser suficientemente corto para evitar el sucio suelo de la vereda y la calle, sin que sea necesario levantarlo con la mano. Un vestido aún más corto que esto sería decoroso, conveniente y saludable para las mujeres cuando realizan los trabajos hogareños, y especialmente para las que tienen que hacer trabajos al aire libre’.

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“No puedo ver excusa alguna para que personas razonables entiendan mal y perviertan el significado de mis palabras. Al hablar del largo del vestido, si me hubiera referido a las botas de caña alta que casi llegan hasta las rodillas, ¿qué necesidad tenía de añadir ‘pero [el vestido] debiera ser suficientemente corto para evitar el sucio suelo de la vereda y la calle, sin que sea necesario levantarlo con la mano’? Si hubiera querido decir botas de caña alta, el vestido ciertamente ya sería suficientemente corto para evitar la suciedad de la calle sin que fuera necesario levantarlo, y sería suficientemente corto para usarlo en cualquier clase de trabajo. Se ha hecho circular el rumor de que ‘la Hna. White usa el vestido norteamericano’, y que este estilo de vestido ha sido ampliamente adoptado y usado por las hermanas de Battle Creek. Esto me recuerda un dicho según el cual ‘mientras la verdad se pone las botas, la mentira le da la vuelta al mundo’. Una hermana me dijo con mucha seriedad que suponía que el traje norteamericano sería adoptado por las hermanas observadoras del sábado, y que si ese estilo de vestir se ponía en vigencia ella no lo adoptaría, porque nunca podría obligarse a llevar un traje semejante.

“Con respecto a si yo uso un vestido más corto, debo decir que poseo un solo vestido corto, el cual no es más que el largo de un dedo más corto que los otros vestidos que uso. He usado ocasionalmente este vestido corto. En los días del invierno me levanto temprano, me pongo ese vestido corto que no requiere que lo levante con la mano para impedir que arrastre en la nieve, y camino rápidamente dos o tres kilómetros antes del desayuno. Lo he llevado varias veces a la oficina cuando me he visto obligada a caminar por la nieve o cuando estaba muy mojado o lodoso. Cuatro o cinco hermanas de la iglesia de Battle Creek se han confeccionado un vestido corto para usarlo mientras realizan el lavado de la ropa o el aseo de la casa. Pero ninguna hermana lo ha usado en las calles de Battle Creek y nunca lo han llevado en reuniones de la iglesia. Mis conceptos tenían el objeto de corregir la moda actual, el vestido extremadamente largo que arrastra por el suelo, y también corregir el uso de vestido exageradamente corto que llega hasta las rodillas, que es usado por cierta clase de mujeres. Se me mostró que debemos evitar ambos extremos. Al usar un vestido que llegue hasta la parte superior del botín de mujer eludiremos los males del vestido extremadamente largo, y también los males y la notoriedad del vestido exageradamente corto.

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“Quiero aconsejar a las hermanas que se confeccionan un vestido corto para usarlo en el trabajo, que manifiesten buen gusto y pulcritud. Deben cortar la tela siguiendo un modelo para que siente bien al cuerpo. Cuando las hermanas hacen su trabajo no debieran usar ropa que las haga verse como espantapájaros. Es más agradable presentarse ante sus esposos y sus hijos con un vestido bien confeccionado que les sienta bien, que hacerlo sólo para los visitantes o desconocidos. Algunas esposas y madres causan la impresión de pensar que no importa cómo se ven cuando hacen su trabajo y cuando son vistas sólo por sus esposos e hijos, pero tienen cuidado de vestirse con gusto y esmero para los ojos de quienes no tienen ninguna relación especial con ellas. ¿No son la estima y el amor del esposo y los hijos de más valor que los sentimientos de los desconocidos o amigos comunes? Las esposas y madres debieran considerar más sagrada la felicidad del esposo y los hijos que la de los demás. Las hermanas cristianas en ningún momento debieran vestirse con extravagancia, sino con pulcritud, decoro y saludablemente, según lo permita el trabajo que realizan”.

El vestido que acabamos de describir pensamos que es digno del nombre de vestido corto de la reforma. Está siendo adoptado por el Instituto de la Reforma Pro Salud del Oeste y por algunas hermanas de Battle Creek y otros lugares donde este asunto ha sido debidamente presentado ante los hermanos. En amplio contraste con este vestido decoroso está el así llamado traje norteamericano que se parece mucho a la ropa usada por los hombres. Consiste en un chaleco, pantalones y un vestón largo que llega a media altura entre la cadera y la rodilla. Me he opuesto a este traje debido a lo que se me ha mostrado en armonía con la Palabra de Dios; mientras que el otro vestido que he recomendado es decoroso, cómodo, conveniente y saludable.

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Tatiana Patrasco