Testimonios para la Iglesia, Vol. 1, p. 506-513, día 058

En la reunión mi esposo confesó humildemente que se había equivocado en varios asuntos de esta naturaleza, que jamás debió haber hecho y nunca habría realizado sino por temor a sus hermanos y por el deseo de estar en comunión con la iglesia. Esto indujo a algunos que le habían herido a despreciarlo aparentemente. Fuimos humillados a lo sumo y acongojados más allá de lo que puede expresarse. Bajo estas circunstancias empezamos a cumplir un compromiso en Monterrey. En el camino fui presa de la más terrible angustia de espíritu. Traté de explicarme a mí misma por qué nuestros hermanos no comprendían nuestra obra. Me había sentido segura de que cuando nos reuniéramos con ellos sabrían de qué espíritu éramos, y que el Espíritu de Dios en ellos respondería a su presencia en nosotros, sus humildes servidores, y habría unión en pensar y en sentir. En vez de esto, se desconfió y sospechó de nosotros y fuimos vigilados, causándonos la más grande perplejidad que alguna vez sentí.

Al meditar de esa manera, una parte de la visión que se me había dado en Róchester el 25 de diciembre de 1865, llegó a mi mente como un relámpago e inmediatamente se la conté a mi esposo:

Se me mostró unos árboles que crecían juntos, formando un círculo. Una vid subía por ellos y los cubría en sus copas apoyándose en ellos y formando un parrón. Vi que los árboles se mecían de un lado al otro, como si fueran movidos por un poderoso viento. Una tras otra, las ramas de la vid fueron sacudidas de lo que constituía su apoyo en los árboles hasta quedar sueltas, excepto por unos pocos zarcillos que se aferraban a las ramas más bajas. Alguien vino entonces y cortó el resto de los zarcillos que sujetaban la vid, y ésta quedó tendida sobre la tierra.

La congoja y la angustia de mi mente eran indescriptibles cuando vi la vid echada por tierra. Muchos pasaban y la miraban con lástima. Yo esperaba ansiosamente que una mano amiga la levantara; pero nadie ofreció ayuda. Pregunté por qué ninguna mano levantó la vid. Entonces vi un ángel que se acercó a la vid aparentemente abandonada. Extendió sus brazos, los puso debajo de la vid y los levantó de modo que la planta se enderezó, y me dijo: “Párate mirando al cielo y que tus zarcillos se entrelacen alrededor de Dios. Has sido sacudida hasta quedar sin apoyo humano. Puedes mantenerte erguida con el poder de Dios y así florecer. Confía en Dios solamente y esto nunca será en vano, nunca serás desprendida de él”. Sentí gran alivio, verdadero gozo al ver que la vid que había sido abandonada ahora era socorrida. Me volví al ángel y le pregunté qué significaba todo eso. El dijo: “Tú eres esa vid. Sufrirás todo esto, y cuando ocurran estas cosas, entonces entenderás la representación de la vid. Dios será para ti ayuda oportuna en tiempo de necesidad”.

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Desde entonces quedé convencida de mi deber y me sentí libre como nunca antes para testificar ante el pueblo. Si alguna vez sentí que el brazo del Señor me sostenía, fue en esa reunión. La predicación de mi esposo también fue libre y clara, y el testimonio de todos era: “Hemos tenido una excelente reunión”. Después del regreso de Monterrey sentí que era mi deber llamar a otra reunión, ya que mis hermanos no hicieron ningún esfuerzo para aliviar mis sentimientos.

Decidí seguir adelante fortalecida en el Señor y expresar una vez más mis sentimientos, para librarme de las sospechas e informes que hicieron circular para hacernos daño. Dí mi testimonio y relaté asuntos que me habían sido mostrados y la historia pasada de algunos que estaban presentes, advirtiéndoles del peligro y reprobando sus formas equivocadas de actuar. Dije que se me había colocado en posiciones de las más desagradables. Cuando se me presentaban en visión familias e individuos, con frecuencia lo que se me mostraba era de naturaleza individual, pues censuraba pecados secretos. He trabajado con algunos durante meses respecto a males de los cuales otras personas no sabían nada. Cuando mis hermanos observan a estas personas tristes, y los escuchan expresar dudas respecto a su aceptación con Dios, acompañadas de sentimientos desalentadores, me han hecho blanco de sus censuras, como si yo fuera culpable de que esos individuos estén siendo probados. Los que me censuraban de esa manera eran totalmente ignorantes en lo que decían. Protesté contra los que se convertían en inquisidores de mi manera de actuar. Se me ha asignado el desagradable trabajo de reprender los pecados privados. Si a fin de aclarar sospechas y celos, me pusieran a ofrecer una explicación completa de mis actuaciones, y llevara al conocimiento público lo que debía permanecer en privado, estaría pecando contra Dios y perjudicando a las personas. Los reproches privados por errores privados debo guardarlos para mí, encerrados en mi propio corazón. Que otros juzguen como les parezca; yo nunca traicionaré la confianza que han tenido en mí los errabundos y arrepentidos, ni revelaré a otros aquello que debería tratarse solamente ante los culpables. Dije a los que estaban reunidos que deberían retirar sus manos y dejarme libre para actuar en el temor de Dios. Abandoné la reunión, aliviada de una pesada carga.

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Los obreros de la casa editora

Aquí daré dos testimonios, uno de ellos escrito en marzo de 1867, dirigido a todos los que trabajan en la oficina de la Review and Herald, el otro dirigido a los jóvenes que laboran allí mismo. Siento decir que todos aquellos a quienes se les ha advertido, han más o menos desatendido estos testimonios y ahora tengo que confesar que siguieron un camino contrario al que señalaban los testimonios. El primero es el siguiente:

Mientras me encontraba en Róchester, Nueva York, el 25 de diciembre de 1865, se me mostraron ciertos asuntos relacionados con los obreros de la Review and Herald, y también respecto a ministros a quienes Dios ha llamado para ocuparse de la palabra y de la doctrina. Ninguno de estos obreros debiera ocuparse en negocios o venta de mercancía. Son llamados a una obra más sagrada y elevada y sería imposible para ellos hacer justicia a la obra y llevar al mismo tiempo su negocio. Los obreros de las oficinas de la Review and Herald no debieran tener otros intereses. Cuando le han dado a la obra la atención y cuidado que ésta demanda, han hecho todo lo que son capaces de hacer, y no debiera exigírseles más. Si la mente y el tiempo se ocupan en negocios que no tienen relación con la obra de Dios, el trabajo no será hecho cabalmente ni bien. A decir verdad, los obreros no tienen energía física ni mental para utilizar en otros asuntos. En grado mayor o menor todos están debilitados. Tal causa, tan sagrada obra como la que los ocupa, debería utilizar los poderes de la mente; no deberían trabajar en forma mecánica, sino ser santificados para el trabajo y actuar como si la causa fuera parte de ellos, como si hubieran invertido algo en esta grande y solemne obra. A menos que con interés se ocupen de este asunto, su esfuerzo no será del agrado de Dios.

Satanás es muy diestro, está muy ocupado y activo. Su poder especial se manifiesta sobre los que están ocupados en la obra de predicar o publicar la verdad presente. Todos los que están asociados con esta labor deben mantener ceñida la armadura completa, pues son el blanco especial de los ataques de Satanás. Vi que hay peligro en no estar protegidos, pues Satanás obtendrá una entrada e imperceptiblemente desviará la mente de la gran tarea. Los individuos que ocupan puestos de responsabilidad en la oficina están en peligro de elevarse a sí mismos por encima de la obra y de perder la humildad de mente y sencillez que hasta ahora la ha caracterizado.

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Satanás tenía un objetivo especial al quebrantar a uno que dirigía la obra, que tenía una experiencia completa en el surgimiento y progreso de la verdad presente. Se propuso ponerlo fuera de acción, para que él mismo pudiera entrar e imperceptiblemente afectar las mentes que no tenían experiencia y no estaban totalmente consagradas al trabajo. Fue el designio de Dios darle salud a mi esposo después que otros se hubieran familiarizado con las preocupaciones que él había llevado y hubieran sentido algo del cansancio que era parte de esas preocupaciones. Pero ellos nunca invertirán su alma completa -todas las energías de la mente y el cuerpo- en la obra, ni arriesgarán lo que él tuvo que arriesgar. Jamás será su deber llevar a cabo lo que él ha hecho, porque no podrían sostenerse en sus puestos aunque no tuvieran que pasar más que la vigésima parte de lo que él ha soportado.

Satanás intenta obtener una posición en esa oficina, y a menos que haya un esfuerzo unido y completa vigilancia, logrará su objetivo. Algunos se colocarán por encima de la sencillez de la obra y sentirán que son suficientes cuando su fuerza es perfecta flaqueza. Dios será glorificado en esta gran obra. Y a menos que cultiven profunda y constante humildad y una confianza firme en Dios, confiarán en el yo, pecarán de suficiencia propia, y uno o más beberán la amarga copa de aflicción. A medida que la obra crece, mayor necesidad hay de plena confianza en Dios y dependencia en él, y de completo interés y devoción a la obra. Deberían ponerse a un lado los intereses egoístas. Debería haber mucha oración, mucha meditación, porque esto es muy necesario para el éxito y la prosperidad de la obra. No debería permitirse un espíritu comercial a nadie que esté asociado con la oficina de la Review and Herald. Si se permite, el trabajo será descuidado y manchado. Las cosas ordinarias serán colocadas demasiado al nivel de las sagradas.

Hay gran peligro de que algunos asociados con la obra trabajen sólo por el salario. No manifiestan interés especial por la obra; su corazón no está en ella, y no tienen un sentido especial de su carácter sagrado y exaltado. Hay también mucho peligro de que se eleve y exalte a aquellos que 510 dirigen, y que la obra de Dios sea así manchada, llevando el sello de lo humano en vez de lo divino. Satanás está muy despierto y es perseverante, pero Jesús aún vive, y todos los que hacen de él su justicia, su escudo, serán sostenidos en forma especial. dirigen lleguen a ser elevados y exaltados, y que la obra de Dios sea así manchada, llevando el sello de lo humano en vez de lo divino. Satanás está muy despierto y es perseverante, pero Jesús aún vive, y todos los que hacen de él su justicia, su escudo, serán sostenidos en forma especial.

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Se me mostró que los hermanos A, B, y C estaban en peligro de malograr su salud al permanecer una parte considerable de su tiempo en cubículos calientes sin suficiente ventilación. Necesitan más ejercicio físico. Su trabajo es sedentario e inhalan aire caliente e impuro por demasiado tiempo. La falta de ejercicio les causa lenta circulación, y corren el peligro de dañar su salud en forma permanente al ser negligentes en obedecer las leyes del ser. Si violan estas leyes, en el futuro seguramente sufrirán el castigo en alguna forma, de la manera como mi esposo lo ha sufrido. No serán sostenidos más de lo que él fue. Ninguno de ellos es capaz de soportar siquiera una pequeña parte del agotamiento físico y mental que él soportó.

Estos hermanos afrontan la obra cuando ya han pasado las luchas más recias, las pruebas más dolorosas que se necesitaron para colocar la causa en su nivel actual. Sin embargo, una obra gigantesca está delante de nosotros, y demanda devoción de parte de ellos y también del hermano D, quien se encuentra en peligro de exaltación. Dios lo examinará, lo pondrá a prueba y él debe ser ceñido con la verdad y vestir la armadura de justicia, o caerá por la mano del enemigo. Todos estos hermanos necesitan adherirse muy estricta y perseverantemente a una alimentación saludable y sobria porque todos están en peligro de congestión cerebral y la parálisis puede derribar a uno o más, o a todos ellos, si continúan viviendo descuidada o desordenadamente.

Vi que el Señor había elegido especialmente al hermano B para que se ocupe en una obra de mayor altura. Tendrá preocupaciones y cargas; no obstante, todas éstas podrán ser tanto más fácilmente atendidas con verdadera adoración y consagración a la obra. Hermano B, usted necesita sacar aguas más profundas de la fuente de salvación, beber con mayor abundancia de la fuente de santificación. Su voluntad aún no ha sido sometida completamente a la voluntad de Dios. Usted sigue adelante porque piensa que no puede hacer de otra manera; pero no ha logrado caminar en la gozosa luz viendo que Jesucristo va adelante mostrándole el camino. En la posición de responsabilidad que ocupa, ha hecho daño a su propia alma y ha influido sobre otros. Si camina en sentido opuesto al de Dios, él caminará en contra suya. Dios desea usarlo, pero usted debe dar muerte al yo y sacrificar su orgullo. El Señor planea usarlo en su causa si usted sigue su clara providencia y de corazón se santifica y se limpia a sí mismo de toda impureza de la carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.

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El segundo testimonio escrito en mayo de 1867, es el siguiente y está dirigido a la juventud que trabaja en las oficinas de la Review and Herald:

Queridos jóvenes empleados en la oficina de publicaciones en Battle Creek: Siento una carga respecto a vosotros. Repetidamente he mostrado que todos los que están asociados con la divina obra de publicar la verdad presente que habrá de esparcirse por todos los rincones del campo, debieran ser cristianos, no solamente de nombre, sino en obras y verdad. Sus objetivos no deben ser solamente trabajar por salarios; en cambio, todos los que están comprometidos en esta grande y solemne obra debieran sentir que su interés está en el trabajo, y que éste es parte de ellos. Sus motivos e influencia al asociarse a sí mismos con esta obra grande y solemne deben pasar la prueba del juicio. A nadie que manifieste egoísmo y orgullo se le debe permitir asociarse con la oficina de publicaciones.

Se me mostró que los obreros de la casa publicadora no deben participar de liviandades e insensateces, bromas y risotadas. Los que se ocupan en la solemne obra de preparar verdades que han de ir a todo el campo debieran comprender que su comportamiento tiene influencia. Si son descuidados, chanceros, burlones, bromeando y riéndose mientras leen y preparan verdades solemnes que han de publicarse, muestran que sus corazones no están en el trabajo ni están santificados por la verdad. No disciernen las cosas sagradas. En cambio, manejan la verdad que habrá de probar el carácter, verdad que es de origen celestial, como un cuento común, como una historia, que sólo se asoma a la mente y luego es fácilmente borrada.

Mientras estaba en Róchester vi que desde el punto de vista de la salud, teníamos toda razón para temer respecto a la oficina; que nadie relacionado con ella veía la necesidad de proporcionarle ventilación adecuada. Sus oficinas estaban demasiado calientes, y la atmósfera estaba envenenada por las impurezas que procedían de las exhalaciones de los pulmones, y por otras causas. Es imposible que sus mentes estén en saludable condición como para ser correctamente impresionados por las verdades puras y santas con las cuales tienen tanto que ver, si no reconocen el valor apropiado del aire puro y vigorizador del cielo.

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Se me mostró que si los individuos que se hallan tan estrechamente relacionados con la verdad revelada no dan evidencia especial en sus vidas de que son hechos mejores por esa verdad que es mantenida tan constantemente delante de ellos, si sus vidas no testifican de que aman la verdad y sus requerimientos sagrados más y más fervientemente, se irán endureciendo cada vez más y serán afectados cada vez menos por la verdad y la obra de Dios, hasta que se vean a sí mismos destituidos de las emociones del Espíritu de Dios, muertos a la impresión celestial de la verdad. No discernirán las verdades eternas, sino que las pondrán en un nivel bajo, con las cosas comunes. Vi que este había sido el caso de algunos asociados con la oficina, y todos habían sido remisos a este respecto en un grado mayor o menor.

Vi que la obra de la verdad presente debía cautivar el interés de todos. La publicación de la verdad es el plan ordenado por Dios como medio de advertencia, consuelo, reproche, exhortación o convicción a toda persona a cuyo alcance se puedan poner estos mensajeros silenciosos. Los ángeles de Dios tienen una parte que hacer en preparar corazones para que sean santificados por las verdades publicadas, a fin de que puedan estar preparados para las escenas solemnes que surgirán delante de ellos. En esa oficina no hay ninguno que sea suficiente por sí mismo para la importante obra de manejar con prudencia los asuntos relacionados con la publicación de la verdad. Cerca de ellos deben estar los ángeles para guiar, aconsejar y refrenar, o la escasa sabiduría y gran insensatez de las agencias humanas se harán presentes.

Vi que los ángeles visitaban la oficina con frecuencia, en el cuarto de encuadernar o en el de tipografía. Se me hizo escuchar las risas, las bromas y las habladurías necias y ociosas. Volví a ver la exhibición de la vanidad, el orgullo y el egoísmo. Los ángeles se miraban entristecidos y se retiraban apesadumbrados. Las palabras que yo había escuchado, el orgullo y el egoísmo manifestados me ocasionaron gemidos con angustia de espíritu al ver que los ángeles abandonaban el cuarto de tipografía disgustados. Dijo el ángel: “Los mensajeros celestiales vinieron para bendecir, para que la verdad llevada por los predicadores silenciosos pudiera tener poder santificador para lograr su misión, pero los que hacían esta obra estaban tan distantes de Dios, poseían tan poco de lo divino, y estaban tan conformados al espíritu del mundo, que los poderes de las tinieblas los controlaban y no podían ser hechos susceptibles a las impresiones divinas”. Al mismo tiempo, estos jóvenes estaban equivocados y pensaban que eran ricos y abundaban en lo bueno y no tenían necesidad de nada; pero no sabían que eran pobres y miserables, ciegos y desnudos. Aquellos que manejan verdades preciosas como si fueran arena, no saben cuántas veces su fría indiferencia para con las cosas celestiales, su vanidad, amor propio y orgullo, sus risas y charlatanerías sin sentido, han ahuyentado de la oficina a los mensajeros celestiales.

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Todos en esa oficina deberían ser reservados, modestos, humildes y desinteresados, tanto en sus actitudes como en sus palabras y hechos, como fue su Modelo, Jesús, el amado Salvador. Deben buscar a Dios y obtener justicia. La oficina no es el lugar para diversiones, para visitar, para los ociosos, para risas o palabras inútiles. Todos deben sentir que están haciendo una obra para su Maestro. Estas verdades que ellos leen, participando en la tarea de prepararlas y enviarlas a la gente, son invitaciones de misericordia, reproches, amenazas, advertencias o palabras de ánimo. Realizan su obra como un sabor de vida para vida o de muerte para muerte. Si se las rechaza, el juicio debe decidir el asunto. La oración de todos en la oficina debe ser: “¡Oh Dios, haz que estas verdades tan vitales aclaren la comprensión de las mentes más humildes! ¡Que los ángeles acompañen a estos predicadores silenciosos, y bendigan su influencia para que las almas puedan ser salvadas por este humilde medio!”

El corazón debe ser elevado en ferviente oración mientras se ocupan las manos; así Satanás no hallará la entrada tan libre, y el alma, en vez de ser elevada a la vanidad, será constantemente refrescada, un huerto de riego. Los ángeles se deleitarán en estar cerca de tales obreros, pues su actitud los invita a hacerles constante compañía. El poder divino acompañará las verdades publicadas. Rayos de luz divina procedentes del santuario celestial acompañarán las preciosas verdades enviadas, para que los que leen sean refrigerados y fortalecidos, y muchas almas que se oponen a la verdad sean convertidas y compelidas a decir: Estas cosas son así; no se pueden contradecir.

Todos deben sentir que la oficina es un lugar sagrado, tan sagrado como la casa de Dios. Pero Dios ha sido deshonrado por la frivolidad y liviandad de algunos que están relacionados con la obra. Vi que los visitantes del extranjero a menudo se iban de la oficina desanimados. La habían asociado con todo lo sagrado; pero cuando observaron a los jóvenes u 514 otros que están relacionados con la oficina, actuar con poca seriedad y ser descuidados en sus palabras y acciones, esto les hizo dudar de si, después de todo, ésta es en verdad la obra de Dios para preparar a un pueblo para su traslación al cielo. Que Dios bendiga este testimonio para todos a quienes es dirigido. otros asociados con la oficina, actuar con poca seriedad y ser descuidados en sus palabras y acciones, les hizo dudar de si, después de todo, ésta será en verdad la obra de Dios para preparar a un pueblo para su traslación al cielo. Que Dios bendiga este testimonio para todos a quienes es dirigido.

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Tatiana Patrasco