Cuando se sienta tentado a murmurar, a censurar, y a dar rienda suelta a la impaciencia, hiriendo así a los que lo rodean, y por extensión a su propia alma, ¡oh! deje que surja de su alma la profunda, ferviente y ansiosa pregunta: “¿Estaré sin defecto delante del trono de Dios? Sólo los perfectos estarán allí. Nadie será trasladado al cielo mientras su corazón esté lleno de la basura terrenal. Hay que remediar primero todo defecto del carácter moral, quitar toda mancha por la sangre purificadora de Cristo, y vencer todos los rasgos de carácter que no expresen amor ni sean dignos de ser amados.
¿Cuánto tiempo se propone usted dedicar a prepararse para ser introducido a la sociedad de los ángeles celestiales de gloria? En el estado en que se encuentran ahora usted y su familia, todo el cielo se echaría a perder si se les diera entrada allí. Aquí debe hacerse la obra en favor de ustedes. Este mundo es el lugar de ajuste. Usted no tiene un momento que perder. En el cielo todo es armonía, paz y amor. Allí no hay discordia ni conflictos, ni censuras; no hay palabras ásperas, ni ceños fruncidos, ni sacudidas; y no se dejará entrar a nadie que posea ninguno de estos elementos tan destructivos para la paz y la felicidad. Estudien para ser ricos en buenas obras, listos a repartir, dispuestos a comunicar, colocando para ustedes un buen fundamento para lo por venir, de modo que se puedan aferrar a la vida eterna.
Cesen para siempre sus murmuraciones con respecto a esta pobre vida, pero deje que la carga de su alma sea cómo asegurarnos la vida mejor que ésta, un título a las mansiones preparadas para los que sean verdaderos y fieles hasta el fin. Si se equivoca en esto, todo se perderá. Si dedica el tiempo de su vida a echar mano de tesoros terrenales, y pierde los celestiales, descubrirá que ha cometido un terrible error. No puede obtener ambos mundos. “¿Qué aprovecha al hombre si gana todo el mundo, y pierde su vida? O, ¿qué puede dar el hombre por su vida?” Marcos 8:36, 37. Dice el inspirado Pablo: “Porque esta leve y momentánea tribulación, produce una eterna gloria, que supera toda comparación. Así, fijamos nuestros ojos, no en lo que se ve, sino en lo que no se ve. Porque lo que se ve es temporal, pero lo que no se ve es eterno”. 2 Corintios 4:17, 18.
Las pruebas de esta vida son los obreros de Dios que quitan de nuestro carácter las impurezas, las debilidades y asperezas, y nos adaptan para asociarnos con los ángeles puros del cielo en gloria. Pero a medida que pasamos por estas pruebas, a medida que los fuegos de la aflicción se encienden en nosotros, no debemos fijar la vista en el fuego visible, sino en las cosas invisibles, la herencia eterna, la vida inmortal, el eterno peso de gloria; y mientras hacemos esto, el fuego no nos consumirá, sino que sólo quitará la paja, y saldremos purificados siete veces, llevando el sello de lo Divino.
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Greenville, Míchigan, 7 de marzo de 1868.
La situación del esposo
Queridos Hno. y Hna. D: Mientras hablaba en la reunión del domingo por la tarde, casi no podía contener el impulso a llamarlos a ustedes por nombre y relatar ciertas cosas que se me habían mostrado. Vi que el Hno. D no ocupaba en su familia la posición que Dios quiere asignarle. La que va a la cabeza es la Hna. D; tiene voluntad fuerte, que no ha sido subyugada como Dios requiere; y el Hno. D, con el fin de complacer a su esposa y evitarle el desánimo, ha cedido ante ella. El juicio de su esposa lo arrastra, y por años no ha sido un hombre libre.
Cuando el Hno. D comenzó a ocuparse en la obra de enseñar la verdad, se consideraba a sí mismo pequeño, y Dios lo usó como su instrumento. Pero vi que desde hace algún tiempo, él no se ha humillado bajo la mano de Dios. Ha confiado en su propia sabiduría y débil juicio, y Satanás ha obtenido una ventaja sobre él. En vez de confiar solamente en Dios y apoyarse en la fortaleza divina, ha dejado que la influencia de su esposa pervierta su juicio. Ella ha tratado de ocupar una posición que le permitiera ver, oír y comprender todo lo que sucediera a su alrededor. Si ella poseyera criterio santificado y sabiduría celestial, podría ver a través de ojos santificados y oír con oídos santificados. Usaría correctamente sus ojos y oídos. Pero no lo ha hecho. “¿Quién es ciego, sino mi siervo? ¿Quién es sordo, como mi mensajero?” Isaías 42:19. Dios no quiere que escuchemos todo lo que hay para oír, ni que veamos todo lo que se puede ver. Es una gran bendición cerrar los oídos de modo que no oigamos, y los ojos para no ver. Nuestra mayor preocupación debiera centrarse en tener visión clara para discernir nuestros propios errores, y oídos atentos para captar toda reprensión e instrucción necesaria, no sea que por nuestra falta de atención y descuido las dejemos pasar, transformándonos así en oidores olvidadizos y no hacedores de la obra.
Hno. D, desde hace ya algún tiempo, sus labores no han estado dirigidas en la forma sabia y exitosa de antes. Su manera de actuar no ha llevado el sello de Dios. Su esposa ha manejado sus asuntos temporales, y ha llevado cargas que son demasiado pesadas para ella, mientras que usted ha estado ausente. Esto ha excitado la simpatía de usted, y ha tendido a pervertir su juicio, de modo que ha llegado a tener un concepto demasiado elevado de sus calificaciones, por la capacidad que ha mostrado en el manejo de sus asuntos temporales. Satanás ha estado acechando en busca de su oportunidad de usar con tanta ventaja como le sea posible para sus propios intereses, la confianza que usted ha depositado en su esposa. Su propósito es enredarlos y destruirlos a ambos. En gran medida, usted ha puesto su propia mayordomía en manos de su esposa. Esto no es correcto; a duras penas podrá ella llevar su propia porción de la responsabilidad, sin además cargar con la que le corresponde a usted, y por la cual Dios le pedirá a usted cuentas.
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La Hna. D se ha dejado engañar en algunas cosas. Ha pensado que Dios la guiaba en un sentido especial, y ustedes dos han creído y actuado en armonía con esa noción. El discernimiento especial que ella creía poseer, es un engaño del enemigo. Ella tiene una rapidez natural para ver, para comprender, para anticipar, y su naturaleza es extremadamente sensitiva. Satanás se ha aprovechado de estos rasgos de carácter, y los ha guiado a ambos en la dirección equivocada. Hno. D, usted ha sido un siervo por bastante tiempo. Mucho de lo que la Hna. D pensaba que era discernimiento, no ha sido otra cosa que celos. Se ha mostrado dispuesta a ver todo con ojos celosos, a albergar sospechas, presumiendo el mal, desconfiando de casi todo. Esto causa infelicidad en la mente, desánimo y dudas, allí donde debieran existir la fe y la confianza. Estos lamentables rasgos de carácter hacen que sus pensamientos fluyan en un cauce sombrío, donde ella acaricia un presentimiento de mal. Al mismo tiempo, su temperamento supersensible la lleva a imaginarse víctima de desatención, desprecios e insultos, allí donde nada de eso existe.
Todas estas cosas les estorban a ustedes dos el camino del progreso espiritual, y afectan a otros en la medida en que ustedes se hallan conectados con la causa y la obra de Dios. Hay una obra que ustedes tienen que hacer: Humíllense bajo la poderosa mano de Dios, para que en el momento debido sean exaltados. Esos rasgos de carácter lamentables deben ser corregidos y reformados con voluntad firme e invariable; si no, con el tiempo harán que la fe de ustedes dos naufrague.
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Hno. D, usted tiene un deber que cumplir. Tome en sus manos la mayordomía que ha abdicado, y en el temor de Dios asuma el lugar que le corresponde como cabeza de su familia. Debe desprenderse de la influencia de su esposa, y confiar más plenamente en Dios, dejando que él lo dirija y lo guíe. Dios no ha instruido en forma especial a la Hna. D, ni le ha dado luz para que ella enseñe a otros su deber. Mientras las cosas sigan como están ahora, ni usted ni su esposa podrán ocupar la posición que Dios quiere que ocupen. Mientras usted no permita que su esposa ocupe la posición que debe tener una esposa, nunca se verá establecido, fortalecido y sólidamente fundado. Cuando ella ocupe el lugar que le corresponde, respete su juicio, consulte con ella en cuanto a sus planes, pero tenga mucho cuidado de no creer implícitamente que su juicio es el juicio de Dios. Consulte con sus hermanos, sobre los cuales Dios ha visto apropiado colocar la carga de la obra. Si usted hubiera consultado con aquellos cuyo consejo usted debía buscar, no habría cometido un error tan grande, una torpeza tan triste, como lo que hizo en el caso de E. En ese caso, la causa de Dios recibió heridas y reproches. Su esposa pensaba que tenía luz en este caso; pero sus impresiones no eran de Dios sino del enemigo, porque éste vio que podía influir en usted desde esa dirección. Su tendencia a confiar tan completamente en el juicio de su esposa es contraria a las disposiciones celestiales. Satanás se ha propuesto de este modo aislarlo en buena medida de la influencia de sus colaboradores y de sus hermanos en general.
Usted ha sufrido pruebas que no habría tenido necesidad de experimentar si no se hubiera imaginado que su esposa ocupaba una posición en la cual Dios nunca la puso. Usted ha puesto una confianza demasiado implícita en su juicio y sabiduría. Ella no se ha consagrado a Dios, y por lo tanto, su juicio tampoco ha sido consagrado. No es una mujer feliz, y la orientación infeliz que ha adquirido su mente le ha causado graves daños a su salud física y mental. Satanás se ha propuesto desequilibrarlo a usted, y hacer que sus hermanos pierdan la confianza en su criterio. El diablo está buscando la forma de derribarlo.
Si Dios le extiende a su esposa un llamado especial a la obra de enseñar la verdad, entonces usted podrá inclinarse a su consejo, y confiar en sus instrucciones. Dios puede darles a ambos, por cuanto sienten el mismo interés y devoción por la obra, calificaciones equivalentes para desempeñar una parte prominente en la tan solemne obra de salvar almas. La gran tarea que ella debe afrontar es ser diligente en asegurar su llamado y elección, cesar de espiar a los demás y comenzar ahora la obra de ser muy celosa de sí misma. Debiera esforzarse por bendecir a otros con su ejemplo piadoso, su alegría, su ánimo, valor, fe, esperanza y gozo, en esa confianza perfecta en Dios que será el resultado de la santificación por medio de la verdad. Debe desarrollar un grado absoluto de conformidad con la voluntad de Dios. Cristo le dice a ella: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primero y el mayor Mandamiento. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos Mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas”.
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Lo que antecede fue escrito en Mount Pleasant, Iowa, el 4 de octubre de 1867. No tuve tiempo de terminar el testimonio y copiarlo, de modo que lo puse de lado, y sólo pude terminarlo cuando volví del este a Greenville, Míchigan. Entonces me dediqué a él, el 30 de enero de 1868.
Queridos Hermano y Hermana D: Ustedes debieran haber recibido esto hace mucho tiempo, pero nuestras labores han sido tan duras que no pude hallar tiempo para escribir. Cada lugar que visitábamos me traía a la memoria muchas cosas que se me habían mostrado de casos individuales, y he escrito en las reuniones, aun mientras mi esposo predicaba.
Esta visión me fue dada hace unos dos años. El enemigo me ha estorbado en toda forma posible para impedir que las almas reciban la luz que Dios me ha dado para ellas. En primer lugar, el caso de mi esposo nos causó tanta perplejidad y aflicción, que yo no podía escribir. Luego, el desánimo que me causaron mis hermanos me mantuvo en una condición de tristeza y zozobra que me impidió hacer ninguna clase de trabajo. Cuando reanudamos nuestros viajes, el verano pasado, empecé a escribir, pero hemos viajado de lugar a lugar con tanta rapidez que apenas nos alcanzaba el tiempo para asistir a las reuniones. Había mucho trabajo que hacer. Practico el hábito de levantarme a las cuatro de la mañana para dedicarme a escribir. Sin embargo, la labor constante bajo presión de las reuniones desgasta el cerebro de tal manera que me deja incapacitada para escribir, pues mi cabeza queda demasiado cansada.
Lamento que ustedes no hayan podido recibir esto antes, pero aún ahora ruego a Dios que les haga llegar una bendición por medio de lo que lean. Esta es mi sincera oración. Quizás usted, mi querido hermano, puede haberse dado cuenta de estas cosas antes de ahora, y haberlas solucionado. Por lo menos, así lo espero. Tanto usted como su esposa pueden contar con nuestra simpatía y nuestras oraciones. Nos interesamos por ella tanto como por usted. El alma de su esposa es preciosa. Rogamos que ella busque un espíritu manso y apacible, que es de gran estima delante de Dios. Un ángel me hizo mirar a la Hna. D, y pronunció estas palabras: “Todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, EN ESTO PENSAD”. Filipenses 4:8. Este es el tren saludable de pensamiento que debe seguir la mente. Cuando se quiera desviar a otro canal distinto, hágala volver. Edúquela para pensar sólo en las cosas que traen paz y amor.
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Entrego esto en manos de ustedes, esperando y orando que Dios lo transforme en una bendición para ustedes, y que ambos puedan obtener una preparación que los haga ser considerados dignos de la vida eterna.
Fechas de primera publicación
Todos los Testimonios para la iglesia de este tomo fueron publicados primeramente en Battle Creek, y aparecieron en los años siguientes: no 1, 1855; no 2, 1856; no 3, 1857; no 4, 1857; no 5, 1859; no 6, 1861; no 7, 1862; no 8, 1862; no 9, 1863; no 10, 1864; no 11, 1867; no 12, 1867; no 13, 1867; no 14, 1868.