Testimonios para la Iglesia, Vol. 2, p. 162-170, día 089

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Aquí se enumeran los frutos que son evidencias palpables de que quien ha estado caminando en el vigor de la vida ha experimentado un cambio, tan notable ciertamente que se le compara con la muerte. ¡De la vida activa a la muerte! ¡Qué figura notable! Si no han experimentado esa transformación, no descansen. Busquen al Señor con todo el corazón. Hagan de esto el asunto más importante de sus vidas. 

Tienen que rendir cuenta por el bien que podrían haber hecho en el curso de sus vidas si hubieran ocupado el lugar que Dios les había asignado, para lo cual él había hecho amplia provisión. Pero ustedes no glorificaron a Dios sobre la tierra al salvar las almas que se encontraban en torno a ustedes, porque no se proveyeron de la gracia y la fortaleza, la sabiduría y el conocimiento que Cristo les había provisto. Sabían cual era su voluntad, pero no la hicieron. Debe producirse una reforma bien evidente en ustedes dos, o jamás escucharán de labios de Jesús estas palabras: “Bien, buen siervo y fiel”. Mateo 25:21.

En la noche del 12 de junio, después de leer ante la iglesia lo que antecede, se me mostró que mientras ustedes son descuidadas, orgullosas, egoístas e indiferentes a la salvación de las almas, la muerte está haciendo su obra. Uno tras otro las está abandonando para ir a la tumba. ¿Qué influencia han ejercido ustedes sobre los que participan de sus reuniones sociales? ¿Qué se ha dicho o hecho para conducir almas a Cristo? ¿Han sido ustedes diligentes a tiempo y fuera de tiempo para cumplir plenamente su deber? ¿Están listas para comparecer ante el tribunal de Dios en presencia de las personas que participaron de sus reuniones sociales? ¿Especialmente de aquellas que estuvieron bajo la influencia de ustedes y que murieron sin Cristo? ¿Están en condiciones de decir que sus vestiduras están libres de las manchas de su sangre? Mencionaré un solo caso, el de Q. ¿No recibirán ustedes ningún reproche en relación con ella? ¿Sobre ustedes, que recibieron tan buena influencia en el hogar? ¿Sobre ustedes, que tuvieron oportunidades tan favorables de desarrollar caracteres cristianos, pero que no se preocuparon para nada de las almas? El orgullo, la vanidad y el amor a los placeres recibieron el beneplácito de ustedes, y así desempeñaron su parte en deshonrar su profesión de fe y en inducir a esta pobre alma, que había sido sacudida y abofeteada por Satanás, a dudar la certeza de la verdad y la autenticidad del cristianismo.

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La frívola conversación de ustedes, compartida por otros jóvenes, resultaba desagradable. No había nada noble ni elevado en la actitud mental de ustedes. Todo era bla bla bla, chisme, risa insensata y vana, más bromas y chistes. Los ángeles han registrado las escenas que ustedes representaron vez tras vez. Por causa de los llamados tan solemnes que se les han hecho, de las censuras y advertencias que han recibido, ustedes son más pasibles de reprensión que otros jóvenes. Han tenido una experiencia más profunda y un mayor conocimiento de la verdad. Han vivido por más tiempo en _____. Se contaron entre los primeros que profesaron creer la verdad y ser seguidores de Cristo; pero la conducta llena de vanidad y orgullo de ustedes ha hecho más para dar forma a la experiencia de los jóvenes de ese lugar que la de cualquiera de los demás. A los que se habían convertido a la verdad los tomaron de la mano, por así decirlo, para llevarlos al mundo. 

Sobre ustedes descansa una gran culpabilidad, como asimismo sobre sus padres, que halagaron su orgullo e insensatez. Simpatizaron con ustedes cuando se las reprendía, y les dieron a entender que esas reprensiones eran inmerecidas. Usted, Hna. O, se ha creído bonita. Sus padres le han adulado. Procuró relacionarse con los incrédulos. Aparte de su profesión de fe, sus acciones no han concordado con lo que se esperaba de una niña prudente y modesta. Pero cuando este asunto se analiza considerando que usted profesa ser seguidora de Jesús, el manso y humilde, ha deshonrado su profesión de fe. Mi hermana: ¿acaso cree usted que esos vendedores no eran capaces de ver más allá del lustre que usted estaba ostentando a su alrededor? ¿Cree usted que se sentían tan cautivados con su bello rostro como para no ver debajo de la superficie y darse cuenta de cuál era su verdadero carácter superficial? Cuando usted se puso los adornos en la cabeza que pidió prestados en la tienda de la Hna. R, a continuación de lo cual se paseó en exhibición delante de esos vendedores, ¿cree usted que ellos no se dieron cuenta de la realidad? ¿Se olvidó usted que los ángeles de Dios estaban presentes, y que sus ojos puros estaban leyendo sus pensamientos, y las intenciones y propósitos de su corazón, tomando nota de cada acto para describir su verdadero carácter frívolo? Mientras usted se hallaba absorta por su charla con el vendedor que la estaba fascinando, porque adulaba su vanidad, si en ese momento hubiera mirado al espejo habría visto los gestos, y oído los cuchicheos de los que la observaban, y sus risas sordas a causa del espectáculo insensato que estaba dando. Estaba arrojando una mancha sobre la causa de la verdad. Si usted hubiera entrado en esa tienda sin que nadie la viera poco después de salir, y hubiera escuchado la conversación por tanto tiempo como la decencia lo hubiera permitido, habría escuchado algunas cosas acerca de las cuales nunca pensó antes. Se habría sentido herida y humillada al enterarse de la opinión que tenían de usted incluso esos frívolos vendedores. El mismo que la aduló descaradamente, se unió a las risas y burlas de sus compañeros por causa de la liviandad de su conducta. 

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Usted podría ejercer una buena influencia en _____, y podría honrar a su Redentor. Pero en lugar de eso se convirtió en el hazmerreír de vendedores adulones y de jóvenes imberbes. Muchos se han dado cuenta de esta conducta inconveniente, y los que han notado sus inconsecuencias, aunque sean incrédulos y pretendan respetarla, en sus corazones la desprecian. Usted está siguiendo las pisadas de S, y a menos que sus padres se despierten y abran los ojos y vean su insensatez, compartirán su culpa. El pecado reposa sobre ellos y sobre sus hermanas por la conducta que han seguido al promover su orgullo y adular su vanidad. Si usted y sus hermanas fueran salvas, se darían cuenta de la condición peligrosa en que se encuentran los que no gozan de salvación. Llegará el día -a menos que se produzca un gran cambio en ustedes- cuando escucharán estas palabras de muchos labios: “Yo me relacioné con estos cristianos, pero nunca me hablaron del peligro en que me encontraba. Nunca me advirtieron de nada. Yo pensé que si me hallaba en peligro de perderme, no descansarían ni de día ni de noche hasta despertarme para que viera mi condición perdida. Ahora estoy perdido. Si yo hubiera estado en su lugar y hubiera visto a alguien en una situación similar, no habría descansado hasta que se diera cuenta de su condición, y hasta señalarles al Unico que podía salvarlos. Habéis sido buenos y complacientes servidores de Satanás mientras profesábais ser siervos de Cristo”. 

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Hna. O: usted se ha sentido tan exaltada por la estima que tenía de sí misma, que no ha logrado tener una idea exacta de la opinión que los que la observan tenían en realidad de su carácter superficial. La consideran coqueta, y usted ciertamente se ha ganado esa reputación. Habría sido mucho más provechoso si hubiera prestado atención a la exhortación del apóstol: “Vuestro atavío no sea el externo…, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios”. 1 Pedro 3:3-4. 

Los padres de ustedes han fallado muchísimo en la educación de sus hijos. Han permitido que quedaran exentos de responsabilidades que era de suma importancia que asumieran. Puesto que decidieron agradarse a sí mismos, se les permitió quedarse en la cama para dormitar durante las horas más dulces y encantadoras de la mañana, mientras sus padres complacientes estaban de pie haciendo frente a las responsabilidades de la vida. Estos hijos no han aprendido a resistir sus inclinaciones, a luchar contra sus propios deseos; no han aprendido a hacer frente a las dificultades. Se les han evitado en gran medida las responsabilidades del hogar, y esto les ha hecho daño. Nunca han aprendido lo que es la abnegación y el sacrificio. No están dispuestos a someterse a tareas que no les gustan. Su educación es sumamente deficiente. El orgullo y la vanagloria llenan sus corazones. La Hna. O se ha creído superior a sus amistades, y consideró que no merecían mucha atención y cortesía de su parte. Además tiene una voluntad obstinada que la induce a hacer lo que le da la gana sin tomar en consideración los deseos, las conveniencias ni las necesidades de los demás. Su actitud es desgraciada, y a menos que logre una victoria completa muchas sombras oscurecerán su senda y amargarán la vida de sus mejores amigos. 

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La mundanalidad en la iglesia

Queridos hermanos y hermanas de _____,El 12 de junio de 1868 se me mostró que el amor al mundo está usurpando en gran medida el lugar del amor a Dios. Estáis ubicados en una zona agradable, adecuada para lograr prosperidad mundanal. Esto os coloca donde estáis en constante peligro de que el mundo absorba vuestro interés, y depositéis vuestros tesoros en la tierra. Vuestros corazones estarán donde esté vuestro tesoro. Os encontráis donde existe la tentación de sumergiros cada vez más en el mundo, de acumular constantemente; y mientras os encontráis dedicados a eso, vuestra mente estará ocupada con los cuidados de este mundo a tal punto que eliminará la verdadera piedad. Pero pocos os dais cuenta del engaño de las riquezas. Los que anhelan conseguir dinero están tan dedicados a esta tarea que hacen de la religión de Cristo algo secundario. No se valoran ni se buscan las cosas espirituales, porque el amor a las ganancias ha eclipsado el tesoro celestial. Si el precio de la vida eterna se valorara por el celo, la perseverancia y el fervor que exhiben los que profesan ser cristianos, no valdría ni la mitad de lo que cuestan las posesiones terrenales. Comparad los fervientes esfuerzos que se hacen para obtener las cosas de la tierra, con los esfuerzos lánguidos, débiles e ineficaces que se hacen para obtener espiritualidad y un tesoro celestial. No es raro entonces que recibamos tan poco de la influencia iluminadora del santuario celestial. Nuestros deseos no se orientan en esa dirección; están mayormente confinados a procurar y lograr cosas terrenales y a descuidar las de valor eterno. La prosperidad está causando ceguera y engañando el alma. Dios puede hablar, pero la escoria de esta tierra impide que su voz se oiga. 

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Nuestro anciano padre T ha puesto sus afectos en las cosas de esta tierra, en circunstancias que debería abandonarlas con el fin de cosechar para el cielo. La vida que ahora vive, debería vivirla por fe en el Hijo de Dios; sus afectos deberían estar puestos en la tierra mejor. Debería tener cada vez menos interés en los tesoros perecederos de la tierra, mientras las cosas eternas, que son de la mayor importancia, deberían ocupar todo su interés. Sus días de oportunidad casi han terminado. ¡ Oh, cuán poco tiempo le queda para dedicarlo a Dios! Sus energías están gastadas, su mente está quebrantada, y en el mejor de los casos su servicio tiene que ser débil; pero si lo dedica de corazón y plenamente, será aceptado en su totalidad. Con la edad, Hno. T, ha aumentado su egoísmo, y se ha manifestado un amor más firme y ferviente por los tesoros de este pobre mundo en detrimento de su interés por las riquezas espirituales. 

La Hna. T ama este mundo. Es egoísta por naturaleza. Ha sufrido muchas enfermedades. Dios permitió que la aflicción le llegara, pero no permitió que Satanás se apoderara de su vida. El propósito de Dios era que gracias al horno de la aflicción ella dejara de aferrarse a los tesoros terrenales. Esto sólo se podía lograr mediante el sufrimiento. Es una de esas personas cuyo organismo está envenenado por las drogas. Al tomarlas inconscientemente se ha convertido en lo que es; pero Dios no permitió que perdiera, la vida; por el contrario, prolongó sus años de prueba y sufrimiento, para que pudiera ser santificada, purificada, emblanquecida, y probada por la verdad, y para que por medio del horno de la aflicción perdiera su escoria y llegara a ser más preciosa que el oro fino, incluso que un lingote de oro de Ofir. El amor al mundo se ha arraigado tan profundamente en los corazones de estos hermanos, que va a ser necesaria una prueba muy fuerte para extirparlo. Queridos hermanos: a ustedes les falta devoción a Dios. Las cosas del mundo los enloquecen. Este tiene poder para conformar la mente de ustedes a sus costumbres, mientras lo espiritual y lo celestial no tienen suficiente peso para transformar esas mismas mentes. 

Hombres y mujeres de _____ que profesáis ser seguidores de Cristo, ¿por qué no lo seguís? ¿Por qué manifestáis tal locura por adquirir tesoros terrenales, que la desgracia puede eliminar con tanta facilidad, y descuidáis las riquezas del cielo, el tesoro inmortal e inmarcesible? 

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Se me mostró el caso de la esposa del Hno. U. Desea hacer lo recto, pero tiene fallas que le causan muchas dificultades a ella y a sus amigos. Habla demasiado. Le falta experiencia en las cosas de Dios, y a menos que se convierta y sea transformada por la renovación de la mente, no será capaz de estar en pie en medio de los peligros de los últimos días. Se necesita una obra que afecte al corazón. Entonces la lengua se santificará. Hay mucha conversación pecaminosa que debería ser evitada. Debería poner un guardia vigilante frente a la puerta de sus labios, y ponerle algo así como un freno a la lengua, para que sus palabras no obren iniquidad. Debería dejar de hablar de las faltas de los demás, de ocuparse de las peculiaridades ajenas, y de descubrir las debilidades del prójimo. Tal conversación es censurable en cualquier persona. Es inútil y positivamente pecaminosa. Sólo tiende al mal. El enemigo sabe que si los profesos seguidores de Cristo siguen esta clase de conducta, están abriendo una puerta que le permitirá obrar. 

Vi que cuando se reúnen las hermanas a quienes les gusta hablar, Satanás está presente; porque encuentra qué hacer. Está allí para excitar la mente y sacar el mayor provecho posible de la ventaja que ha logrado. Sabe que toda esa chismografía, esos cuentos, ese revelar secretos y esa disección del carácter ajeno, separa el alma de Dios. Es la muerte de la espiritualidad y de una influencia religiosa tranquila. La Hna. U peca muchísimo con su lengua. Sus palabras deberían tener una influencia benéfica, pero a menudo habla sin ton ni son. A veces sus palabras le dan a las cosas un significado diferente del que deberían tener. A veces exagera. A veces sus citas no son muy exactas. No tiene la intención de citar mal a nadie, pero el hábito de hablar y hablar de cosas sin provecho ha sido albergado por tanto tiempo en su corazón, que se ha vuelto descuidada y temeraria en sus palabras, y con frecuencia ni ella misma sabe lo que está diciendo. Esto destruye toda la influencia para el bien que podría ejercer. Es tiempo de que se produzca una reforma cabal en este sentido. Su amistad no ha sido tan apreciada como debería haberlo sido, si ella no se hubiera entregado a esta clase de conversación pecaminosa. 

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Los cristianos deberían ser cuidadosos con respecto a sus palabras. Nunca deberían llevar informes desfavorables de un amigo a otro, especialmente si están al tanto de que hay falta de unión entre ellos. Es cruel sugerir o insinuar algo, como si se supiera mucho con respecto a un amigo u otra persona a quien los demás no conocen. Esas sugerencias van más allá, y crean una impresión más desfavorable, que si se expusieran francamente los hechos sin exageración ninguna. ¡Cuánto perjuicio ha sufrido la iglesia de Cristo por causa de estas cosas! La inconsecuencia, la conducta descuidada de sus miembros, la han debilitado en extremo. Algunos miembros de la misma iglesia han traicionado a sus hermanos, y sin embargo el culpable no tenía la intención de causar daño. La falta de sabiduría en la elección de temas de conversación ha causado mucho perjuicio. La conversación debería referirse a las cosas espirituales y divinas; pero ha ocurrido todo lo contrario. Si la relación entre amigos cristianos se dedicara mayormente al progreso de la mente y el corazón, no habría remordimientos después, y esas entrevistas se podrían recordar con agrado y satisfacción. Pero si se gastan las horas en liviandades y en una vana conversación, y el tiempo precioso se emplea en disecar las vidas y el carácter de los demás, esa relación amigable será una fuente de males, y vuestra influencia tendrá sabor de muerte para muerte. 

No puedo recordar definidamente a todas las personas, miembros de su iglesia, que me fueron mostradas en esa ocasión; pero vi que muchos tenían una gran obra que hacer. Casi todos se dedican demasiado a hablar y muy poco a la meditación y la oración. En muchos hay demasiado egoísmo. La mente está concentrada en el yo y no en el bien de los demás. El poder de Satanás reposa sobre vosotros en gran medida. Pero hay preciosas luces entre vosotros, y hay quienes están tratando de caminar de acuerdo con la voluntad de Dios. El orgullo y el amor al mundo son a la vez trampas y grandes impedimentos para el desarrollo de la espiritualidad y el crecimiento en la gracia. 

Este mundo no es el cielo del cristiano, sino sólo el taller de Dios, donde se nos pone en condiciones de unirnos con los ángeles sin pecado en un cielo santo. Constantemente deberíamos educar la mente para que se dedique a pensamientos nobles y abnegados. Esta educación es necesaria para que ejercitemos las facultades que Dios nos ha dado a fin de que su nombre sea más glorificado en la tierra todavía. Somos responsables de las nobles cualidades que el Señor nos ha concedido, y usarlas para algo que él nunca tuvo en vista constituye una vil ingratitud. El servicio de Dios requiere todas las facultades de nuestro ser, y dejaremos de cumplir la voluntad de Dios a menos que llevemos esas facultades a un alto nivel de educación, y entrenemos la mente para que ame las cosas celestiales y las contemple, y fortalezca y ennoblezca las energías del alma para que se dedique a la acción correcta, y obre para la gloria de Dios. 

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Las mujeres que profesan piedad generalmente no educan la mente. La dejan sin control, para que divague por donde quiera. Este es un gran error. Algunas parece que no tuvieran capacidad mental. No han educado la mente para que piense; y porque no lo han hecho, suponen que no pueden. La meditación y la oración son necesarias para crecer en la gracia. No hay más estabilidad entre las mujeres porque hay muy poca cultura mental, muy poca reflexión. Al dejar que la mente permanezca en un estado de inacción, permiten que los demás realicen el trabajo mental, tracen planes y piensen y recuerden las cosas en lugar de ellas, y de ese modo cada vez son más ineficientes. Algunas necesitan disciplinar la mente por medio del ejercicio. Deberían obligarse a pensar. Mientras dependan de alguien que piense por ellas, para que resuelva sus dificultades, y no quieran esforzar la mente para pensar, la incapacidad de recordar, de mirar hacia adelante y discriminar, proseguirá sin duda. Cada persona debería hacer esfuerzos individuales para educar la mente.

Se me mostró que el Hno. V debería procurar más espiritualidad. Usted no posee esa tranquila confianza en Dios que él requiere. No educa su mente para que discurra por los canales de la espiritualidad. Usted se dedica demasiado a la charla vana e innecesaria, que perjudica su propia alma y malogra su influencia. Debería procurar la calma y la fortaleza mental. Se enoja fácilmente; sus emociones son violentas y manifiesta en términos cortantes lo que le gusta y lo que no le gusta. Necesita más de la buena religión para que ejerza una influencia suavizadora sobre usted. Se lo ha invitado a aprender de Cristo, que es manso y humilde de corazón. ¡Qué lección más preciosa! Si se la aprende bien, transforma toda la vida. La liviandad y la charla barata son perjudiciales para su progreso espiritual. Debería buscar la perfección de carácter y permitir que su influencia revele a Dios mediante sus palabras y actos. Necesita buscar fervientemente al Señor, y beber más profundamente de la fuente de la verdad, para que su influencia santifique su vida. Su mente está demasiado dedicada al mundo. Debería concentrar su interés en una vida mejor que ésta. No tiene tiempo que perder; apresúrese, y aproveche las pocas horas de prueba que le quedan.

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