Testimonios para la Iglesia, Vol. 2, p. 207-215, día 094

Ahora puede mirar hacia adelante, prestar atención a la invitación de la misericordia, y vivir. Regocíjese porque su tiempo de prueba no ha terminado, porque puede ahora, mediante una paciente perseverancia en el bienhacer, buscar gloria, honor, inmortalidad y vida eterna. Regocíjese porque la que fue su fiel compañera por años se levantará de nuevo: porque la muerte será absorbida por la vida. Mire hacia delante, hacia la mañana de la resurrección, cuando la que compartió con usted sus alegrías y sus penas por más de veinte años, saldrá de su prisión. ¿Será posible que su cuidado y su compañía hayan sido en vano para usted? ¿Será posible que usted no esté allí cuando su voz se eleve en triunfo y victoria para decir: “Dónde está, oh muerte, tu aguijón; dónde, oh sepulcro, tu victoria”? 1 Corintios 15:55. ¡Oh, qué honra otorgará ese día a los santos! No habrá ni vergüenza, ni reproche, ni sufrimiento en ese momento; sino paz, alegría e inmortal alabanza que brotarán de los labios de todos los redimidos. ¡Oh, si Dios hablara a su corazón, y lo impresionara con el valor de la vida eterna. Y que sea usted conducido, mi querido hermano, para conservar siempre una actitud de noble generosidad, de manera que pueda desempeñar con fidelidad los deberes de su mayordomía, con la vista fija en la gloria de Dios, de manera que el Maestro le pueda decir: “Bien, buen siervo fiel;… entra en el gozo de tu Señor”. Mateo 25:23. 

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El peligro de las riquezas

Se me mostró que algunos están engañados con respecto a sí mismos. Se fijan en los que poseen muchas propiedades, y creen que son los únicos que aman al mundo, y que están en peligro especial de caer en la codicia. Pero esto no es así. Los que poseen bienes están en constante peligro, y son responsables de todos los talentos y medios que el Maestro ha confiado a su cuidado. Pero los que poseen pocos bienes de este mundo con frecuencia se preocupan sólo de sí mismos, y no hacen lo que podrían hacer y que Dios les pide que hagan. A menudo tienen oportunidades de hacer el bien, pero por tanto tiempo sólo se han preocupado de sí mismos, y han analizado sus propios intereses, que creen que no pueden hacer otra cosa. 

Se me mostró que el Hno. E y su esposa están en peligro de que sus pensamientos se concentren demasiado en sí mismos; especialmente la Hna. E falla en esto. Tiene un amor casi supremo por sí misma. Usted, mi hermana, está muy mal preparada para hacer frente a los peligros del día de Dios. No imita al verdadero Modelo: Jesús. No hubo un solo acto egoísta en toda su vida. Usted tiene una obra que hacer por sí misma que nadie puede hacer por usted. Despójese del egoísmo, y aprenda a conocer la mente y la voluntad de Dios. Aplíquese para que pueda ser aprobada por Dios. Usted es impulsiva, y naturalmente malhumorada e irritable. Trabaja más allá del límite de sus fuerzas. No hay virtud en esto, porque Dios no lo requiere. La base de todo esto es su actitud egoísta. Sus motivos no son dignos de alabanza. Evita las responsabilidades y cuidados, y tiene la impresión de que debería ser favorecida. Es lamentable que desde la niñez haya sido mimada y favorecida, y que su voluntad no haya sido subordinada. Ahora, ya mayor, tiene que hacer la obra que se debió hacer en su infancia. Su esposo se ha sometido a sus deseos, y ha complacido sus caprichos en perjuicio suyo. 

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El egoísmo, que se manifiesta en diversas maneras, de acuerdo con las circunstancias y la condición peculiar de los individuos, debe morir. Si ustedes tuvieran hijos, y tuvieran que despreocuparse de sí mismos para cuidarlos, sería beneficioso. En su hogar ha requerido para sí misma la atención y la tolerancia que se debe ejercer con los hijos. Requiere esa atención, y la tendrá. Pero no se le ha ocurrido que es su deber cuidar a los demás y procurar su beneficio. Es testaruda, y se muestra decidida a llevar adelante sus propios planes. Cuando todo anda bien en su camino, manifiesta los frutos que se espera ver en los cristianos; pero cuando surgen inconvenientes, los resultados son todo lo contrario. Como una niña malcriada que merece castigo, tiene manifestaciones de perversa testarudez. Cuando la familia está compuesta de sólo dos personas, como en el caso de ustedes, y no hay niños que exijan paciencia, tolerancia y verdadero amor, es necesario mantener una vigilancia constante, no sea que el egoísmo logre la supremacía, no sea que ustedes mismos se conviertan en el centro de todo, y reclamen la atención, el cuidado y el interés que no se sientan en la obligación de manifestar hacia los demás. El cuidado de los niños en la familia impone la necesidad de permanecer mucho tiempo en casa, para la educación de su mente y su corazón en relación con los cuidados ordinarios de la vida doméstica. 

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Ustedes no cuidan su corazón y no hacen el bien con los medios económicos que Dios les ha dado. Su influencia podría ser benéfica si creyeran que se requiere algo de ustedes en beneficio de los que necesitan ayuda, que necesitan ánimo y fortaleza. Pero por tanto tiempo se han dedicado a sus placeres, que están descalificados para beneficiar a los que los rodean. Necesitan disciplinarse para poner en sujeción sus afectos y pensamientos. Dediquen tiempo a examinarse a sí mismos, para que puedan poner todas sus facultades en sujeción a la mente y a la voluntad de Dios. Están encerrados en sí mismos. Es el privilegio de cada cristiano ejercer una influencia beneficiosa sobre todos los que se asocian con ellos. 

Usted, mi hermana, será recompensada de acuerdo a sus obras. Examine detenidamente sus motivos, y decida candorosamente si es rica en buenas obras o no. Se me señaló, la primavera pasada, cuando el Señor estaba haciendo una buena obra en _____ y en sus alrededores. Los ángeles de misericordia volaban sobre su pueblo, y algunos corazones, que no conocían a Dios ni la verdad, fueron profundamente conmovidos. El Señor habría llevado adelante la obra que comenzó con tantas manifestaciones de gracia, si los hermanos hubieran estado en condiciones de hacerla. Por tanto tiempo habían estado consultando sólo sus propios deseos y maniobrando para que todo se amoldara a sus conveniencias, que la posibilidad de ser incomodados los indujo a cerrar la puerta que podrían haber abierto para el progreso de la causa. 

Ustedes desempeñaron su parte, y algunos otros se retiraron por temor a los gastos, y calcularon que iban a perder tiempo asistiendo a las reuniones si la cruzada evangelizadora se llevaba a cabo. Faltaba celo cristiano. Delante de nosotros yacía un mundo sumido en la impiedad, expuesto a la ira de Dios, mientras las pobres almas permanecían en poder del príncipe de las tinieblas, y los que deberían haberse despertado para dedicarse a la más noble de las empresas, la salvación de las almas que perecen, no manifestaron interés suficiente para poner a contribución todos los medios que podían emplear, para poner una valla en la senda de la destrucción, y desviar los pasos de los vacilantes hacia el sendero de la vida. La vida eterna debería despertar el más profundo interés en cada cristiano. ¡Ser colaboradores de Cristo y de los ángeles del Cielo en el gran plan de salvación! ¡Qué obra puede compararse con ésta! De cada alma salvada llegan hasta Dios dividendos de gloria, que recaen sobre el salvado, y también sobre el que ha sido instrumento de Dios para su salvación. 

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El celo cristiano

Hay un celo ruidoso, sin objeto ni propósito, que no obra de acuerdo con el conocimiento, sino que actúa ciegamente y, como resultado, destruye. No es el celo cristiano, pues éste se rige por principios y no es esporádico. Es ferviente, profundo y fuerte, embarga toda el alma y pone en ejercicio la sensibilidad moral. Para él, la salvación de las almas y los intereses del reino de Dios son asuntos de la más alta importancia. ¿Qué objeto hay que exija mayor fervor que la salvación de las almas y la gloria de Dios? Hay en esto consideraciones que no se pueden pasar por alto livianamente. Son de tanto peso como la eternidad. Los destinos eternos están en juego. Hombres y mujeres se deciden para bien o para mal. El celo cristiano no se agotará en palabrerías, sino que será sensible y actuará con vigor y eficiencia. Sin embargo, el celo cristiano no obrará para ser visto. La humildad caracterizará todos sus esfuerzos y se verá en todas sus obras. El celo cristiano inducirá a orar fervientemente y con humildad, y a la fidelidad en los deberes del hogar. En el círculo del hogar se verá la amabilidad y el amor, la benevolencia y la compasión, que son siempre frutos del celo cristiano. 

Se me mostró que usted debe avanzar. Su tesoro en el cielo, Hna. E, no es muy grande. No es rica en Dios. Quiera Dios abrir sus ojos para que vea, y su corazón para que sienta, de manera que pueda manifestar celo cristiano. ¡Oh, cuán pocos aprecian el valor de las almas! ¡Cuán pocos están dispuestos a sacrificarse para llevar almas al conocimiento de Cristo! Se habla mucho, se profesa gran amor por las almas que perecen; pero el hablar cuesta poco. Lo que se necesita es ferviente celo cristiano, un celo que se manifieste en obras. Todos deben trabajar ahora para sí mismos, y cuando tengan a Jesús en su corazón, lo confesarán a otros. Más fácil es impedir que las aguas del Niágara se despeñen por las cataratas, que impedir a un alma poseedora de Cristo que lo confiese. 

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Se me mostró que el Hno. F está sepultado bajo la basura del mundo. No tiene tiempo para servir a Dios, ni siquiera para estudiar y orar fervientemente para saber qué quiere el Señor que él haga. Su talento está sepultado en la tierra. Los cuidados de esta vida han carcomido su interés en las cosas eternas. El reino de Dios y la justicia de Cristo son cosas secundarias para él. Le gustan los negocios; pero vi que a menos que modifique su conducta, la mano de Dios estará contra él. Podrá juntar; pero Dios derramará. Podría hacer el bien. Pero muchos tienen la idea de que si dedican la vida al trabajo y a los negocios, no pueden hacer nada para la salvación de las almas, ni para el progreso de la causa del Redentor. Dicen que no pueden hacer las cosas a medias, y por lo tanto se apartan de los deberes y ejercicios religiosos, y se sepultan en el mundo. Le dan prioridad a sus negocios, se olvidan de Dios, y él se disgusta con ellos. Si alguien se dedica a negocios que le impiden progresar en la vida divina y perfeccionar la santidad en el temor de Dios, cambie de negocio para que pueda tener a Jesús junto a sí cada hora del día. 

Hno. F: usted no honra su profesión de fe. Su celo es un celo mundano; su interés es un interés mundano. Está muriendo espiritualmente. No se da cuenta del peligro de su condición. El amor al mundo está carcomiendo su religiosidad. Debe despertar; debe buscar a Dios y arrepentirse de sus apostasías. Confiésese contrito y vuelva al Señor. Sus deberes religiosos se han convertido en meras formalidades. No disfruta de la religión; porque tal goce depende de la obediencia voluntaria. Los dispuestos y obedientes comerán del bien de la tierra. No tiene una evidencia muy notable de que morará con Dios en el reino. Ocasionalmente se dedica a la práctica exterior de deberes religiosos, pero su corazón no está en ellos. De vez en cuando da una palabra de advertencia a los pecadores, u otra palabra en favor de la verdad; pero es un servicio dado de mala gana, como si se lo hiciera a un capataz, en lugar del gozoso servicio nacido del afecto filial. Si su corazón rebosara de celo cristiano, las tareas más arduas serían agradables y fáciles. 

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La razón por la cual la vida cristiana es tan difícil para algunos consiste en que tienen un corazón dividido. Son de doblado ánimo, lo que los hace inestables en todos sus procederes. Si estuvieran abundantemente imbuidos de celo cristiano, que es siempre el resultado de la consagración a Dios, en lugar del clamor doliente: “¡Mi debilidad! ¡Mi debilidad!” la expresión del alma sería: “Escuchad lo que el Señor ha hecho por mí”. Aun si usted se salvara, lo que es muy dudoso dada la conducta que está siguiendo, ¡cuán limitado sería el bien llevado a cabo por usted! Ni una sola alma será salvada por su intermedio. ¿Le dirá el Maestro: “Bien, buen siervo fiel”? Mateo 25:23. ¿Qué ha hecho usted con fidelidad? Trabajó arduo en los negocios y cuidados de esta vida. ¿Arrancará esto de los labios de Cristo las palabras llenas de gracia que dicen: “Bien, buen siervo fiel”? 

Mi hermano: Jesús lo ama, y lo invita a mirar hacia adelante, a apartar sus ojos de la tierra para fijarlos en la meta del premio de la elevada vocación que es en Cristo Jesús. Deje a un lado la liviandad y la frivolidad. Tenga en cuenta la solemne importancia del tiempo en que estamos viviendo hasta que termine la guerra. Vaya a trabajar; si se consagra a Dios, su influencia pondrá de manifiesto este hecho. 

La mayor parte de los miembros de la familia del Hno. G se encuentran en la senda descendente. H vive una vida sin sentido. Está llena de vanidad, insensatez y orgullo. Su influencia no tiende a ennoblecer, no conduce a la bondad y la santidad. No le gustan las restricciones que impone la religión; por lo tanto, no quiere someter su corazón a su sagrada influencia. Ama el yo, ama el placer, y busca su propia satisfacción. Los resultados serán realmente tristes a menos que ahora mismo dé un giro de ciento ochenta grados y procure alcanzar la piedad genuina. Podría ejercer una influencia suavizadora, ennoblecedora y elevadora sobre sus hermanos. Dios ama a esos niños; pero no son cristianos. Si vivieran humildes vidas cristianas, podrían llegar a ser hijos de la luz y obreros de Dios; podrían ser misioneros en el seno de sus propias familias y entre sus relaciones. 

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Responsabilidades de los jóvenes

Si los jóvenes pudiesen ver cuánto bien podrían hacer si quisieran hacer de Dios su fortaleza y sabiduría, no seguirían ya una conducta de negligente indiferencia para con él; no serían seducidos ya por la influencia de los no consagrados. En vez de sentir que tienen la responsabilidad individual de esforzarse para beneficiar a otros y conducirlos a la senda de la justicia, se dedican a buscar su propia diversión. Son miembros inútiles de la sociedad y su vida carece tanto de propósito como la de las mariposas. Los jóvenes pueden tener un conocimiento de la verdad y creerla, pero sin vivirla. Los tales poseen una fe muerta. Su corazón no se ha conmovido de manera que afecte su conducta y carácter a la vista de Dios, y no están más cerca de cumplir su voluntad que los incrédulos. Su corazón no se conforma con la voluntad de Dios, y están enemistados con él. Los que se dedican a las diversiones y aman la sociedad de los buscadores de placeres, sienten aversión por los servicios religiosos. ¿Dirá el Maestro a estos jóvenes que profesan su nombre: Bien hecho, buenos y fieles siervos, a menos que sean en verdad buenos y fieles? 

Los jóvenes están en gran peligro. Sus lecturas livianas causan mucho mal. Pierden el tiempo que debieran emplear en una forma útil. Algunos llegan hasta a privarse de sueño para terminar algún ridículo cuento de amor. El mundo está inundado de novelas de todas clases. Algunas no son de carácter tan peligroso como otras. Unas son inmorales y obscenas; otras están barnizadas con más refinamiento; pero la influencia de todas es perniciosa. ¡Ojalá los jóvenes reflexionaran acerca de la influencia que tienen sobre la mente las historias excitantes! ¿Podéis abrir la Palabra de Dios después de una lectura tal, y leer con interés las palabras de vida? ¿No encontráis insípido el Libro de Dios? El encanto de aquella historia de amor pesa sobre la mente, la excita e impide que concentréis vuestro espíritu en las verdades importantes y solemnes que conciernen a vuestro interés eterno. Pecáis contra vuestros padres al dedicar a un propósito tan malo el tiempo que les pertenece, y pecáis contra Dios al emplear así el tiempo que debierais dedicar a la devoción a él. 

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Es deber de los jóvenes estimular la sobriedad. La liviandad y las bromas causarán aridez al alma y harán perder el favor de Dios. Muchos de vosotros pensáis que no ejercéis mala influencia sobre los demás, y así os sentís satisfechos en cierta medida; pero ¿ejercéis influencia para el bien? ¿Procuráis por medio de vuestra conversación y vuestros actos conducir a otros al Salvador, o, si profesan creer en Cristo, los conducís a caminar cerca de él? 

Los jóvenes deben cultivar un espíritu de devoción y piedad. No pueden glorificar a Dios a menos que procuren constantemente alcanzar la plenitud de la estatura de Cristo: la perfección en Cristo Jesús. Medren y abunden en vosotros las gracias cristianas. Dad a vuestro Salvador vuestros mejores y más santos afectos. Prestad entera obediencia a su voluntad. El no aceptará menor devoción que ésta. No permitáis que las burlas y los escarnios de aquellos cuya mente se dedica a la vanidad os hagan perder la firmeza. Seguid a vuestro Salvador, ora gocéis de buena o mala reputación; tened por gozo y sagrado honor el llevar la cruz de Cristo. Jesús os ama y murió por vosotros. A menos que procuréis servirle con vuestros afectos indivisos, no alcanzaréis la perfecta santidad en su temor, y os veréis obligados a oír al fin la palabra terrible: Apartaos

Siervos de Mammón

El caso del Hno. I es terrible. Este mundo es su dios; adora el dinero. No prestó atención a la amonestación que se le dio hace años para vencer su amor al mundo mientras todavía estaba en pleno uso de sus facultades. El dinero que ha acumulado desde entonces es semejante a otras tantas cuerdas que han enredado su alma y la han atado a este mundo. A medida que sus propiedades han ido en aumento, se ha vuelto más ansioso de obtener ganancias. Todas las facultades de su ser están dedicadas a este único objetivo: ganar dinero. Este ha sido el motivo de sus pensamientos, la preocupación de su vida. Ha orientado todas las facultades de su ser en esta única dirección hasta que para todos los efectos prácticos se ha convertido en un adorador de Mammón. En este aspecto está fuera de sí. El ejemplo que le ha dado a la familia está induciendo a sus miembros a creer que las propiedades tienen más valor que el Cielo y la inmortalidad. Por años ha estado educando su mente para adquirir propiedades. Está sacrificando sus intereses eternos por los tesoros de la tierra. Ama la verdad, ama los principios de la verdad, y le gusta que otros prosperen en la verdad; pero se ha convertido en un esclavo tan sometido a Mammón, que se siente obligado a servir a ese amo mientras viva. Pero mientras más viva, más dedicado estará a su amor al dinero, a menos que se aparte radicalmente de su terrible dios: el dinero. Será como si le sacaran los órganos vitales, pero tendrá que hacerlo si valora el Cielo. 

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No necesita la censura de nadie, sino la lástima de todos. Su vida ha sido un terrible error. Ha sufrido enfermedades pecuniarias imaginarias, mientras vivía rodeado de abundancia. Satanás ha tomado posesión de su mente, y al excitar su tendencia a la avaricia, lo ha enloquecido en este aspecto. Las facultades más elevadas y nobles de su ser han sido sometidas en gran medida a inclinaciones mezquinas y egoístas. Su única esperanza es quebrantar las ataduras de Satanás y vencer ese mal rasgo de carácter. Ha tratado de hacerlo en cierto sentido después que su conciencia ha sido inducida a examinar este asunto; pero sus esfuerzos no han sido suficientes. Reducirse a hacer un poderoso esfuerzo para apartarse un poquito de Mammón, y creer todo el tiempo que se está separando de su alma, no es el fruto de la religión verdadera. Tiene que educar su mente para hacer buenas obras. Tiene que luchar contra esa tendencia a adquirir medios económicos. Tiene que entretejer las buenas obras en toda su vida. Tiene que cultivar el amor a hacer el bien, y elevarse por encima de esa actitud mezquina que ha asumido. 

Al hacer negocios con los comerciantes de _____, el Hno. I y su Señora no siguen una conducta agradable a Dios. Regatean hasta conseguir las cosas al precio más bajo posible, y discuten por una diferencia de pocos centavos, y hablan de ello como si el dinero fuera su todo: su dios. Si se los pudiera llevar de regreso a ese negocio, para escuchar sin ser observados los comentarios que se hacen después que ellos se van, tendrían una idea más clara de la influencia de la tacañería. Nuestra fe resulta desacreditada, y Dios es blasfemado por algunos, como consecuencia de esta conducta mezquina. Los ángeles se apartan disgustados. El Cielo es noble y elevado. Todos allí procuran el interés y la felicidad de los demás. Nadie se dedica a preocuparse sólo de sí mismo. El mayor gozo de todos los seres santos consiste en contemplar el gozo y la felicidad de los que los rodean. 

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