Testimonios para la Iglesia, Vol. 2, p. 198-206, día 093

Cuando el Señor envió a sus siervos para que hicieran en favor de esos errantes la obra que vosotros deberíais haber hecho, e incluso cuando tuvisteis evidencias de que el Señor estaba dando un mensaje de misericordia para estos pobres extraviados, vosotros no estabais preparados para abandonar vuestras ideas. No estuvisteis dispuestos a abandonar a las noventa y nueve, para buscar a la oveja perdida hasta encontrarla, y no lo hicisteis. Y cuando encontraron a la oveja, y la trajeron al redil con regocijo, ¿os regocijásteis vosotros? Tratamos de entusiasmaros. Tratamos de llamaros, como el pastor que llamó a sus vecinos y amigos para que os regocijarais con nosotros; pero aparentemente no estabais dispuestos a hacerlo. Creíais que la oveja había cometido un gran error al abandonar el rebaño, y en lugar de regocijaros porque había regresado, anhelabais hacerle sentir que debería estar muy apenada por haberse ido, y que debería regresar de acuerdo con vuestras propias ideas. Y desde que regresó, os habéis sentido celosos del Hno. A. Lo habéis vigilado para ver si andaba bien. Algunos no se han sentido precisamente satisfechos; no se han sentido dispuestos a aceptar las cosas tales como son. 

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No os conocéis a vosotros mismos. Algunos de vosotros sois egoístas, lo que reduce vuestra influencia y vuestros esfuerzos. Hay más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentimiento. Si la iglesia hubiera estado preparada para apreciar la obra que el Señor estaba haciendo en su medio a partir de esa cosecha de almas, sus miembros se deberían haber ido fortaleciendo más y más. Pero en lugar de poner toda el alma en la obra, y manifestar un interés especial y sincero para hacer todo lo posible con el fin de proseguir la obra después que nosotros partimos, actuaron como si la obra no les importara mucho, y como si fueran meros expectadores, listos para manifestar desconfianza y descubrir faltas en cuanto se presentara la oportunidad propicia para hacerlo. 

Se me mostró el caso del Hno. B. Se siente infeliz. No está satisfecho con sus hermanos. Ha tenido la impresión por cierto tiempo de que era su deber llevar el mensaje. Posee habilidad para hacerlo y, en la medida de su conocimiento de la verdad, es capaz; pero le falta cultura. No ha aprendido a dominarse a sí mismo. Se requiere mucha sabiduría para tratar con las mentes, y él no está calificado para ese trabajo. Comprende la teoría, pero no se ha educado en la tolerancia, la paciencia, la gentileza, la bondad y la verdadera cortesía. Si surge algo que no concuerda con sus ideas, no se detiene a considerar si es sabio tomar nota de ello, o dejarlo pasar hasta que sea debidamente considerado. Se prepara inmediatamente para la batalla. Es áspero, severo, acusador y si las cosas no concuerdan con lo que él piensa, inmediatamente produce dificultades. 

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En su temperamento se encuentran los elementos de la guerra y no los de la dulce paz y la armonía. No tiene sabiduría para dar a cada cual su porción de alimento a su tiempo. “A otros salvad, arrebatándolos del fuego; y de otros tened misericordia con temor, aborreciendo aun la ropa contaminada por su carne”. Judas 23. El Hno. B sabe muy poco en cuanto a hacer esta diferencia. Sus modales son ásperos y es indiscreto en su trato con las almas. Esto lo descalifica para ser un pastor sabio y cuidadoso. El pastor debe poseer una combinación de noble generosidad, valor, fortaleza, amor y ternura. 

El Hno. B está en peligro de destruir más de lo que puede edificar. No ha sometido todas sus facultades a la voluntad de Dios. No ha sido transformado por la renovación de su entendimiento. Posee suficiencia propia, y no confía plenamente en la gracia de Dios; sus obras no son hechas en Dios. Ser pastor implica ocupar un puesto muy importante, de responsabilidad; alimentar la grey del Señor es una obra elevada y santa. Hno. B: el Señor no considera que usted esté en condiciones de guardar su rebaño. Si usted hubiera aprendido la lección de dominio propio en su experiencia religiosa, y si hubiera sentido la necesidad de elevar su mente y purificar su corazón mediante la santificación del Espíritu, y de someter todas sus facultades a la voluntad de Dios, buscando al mismo tiempo humildad y mansedumbre, estaría ahora en condiciones de hacer el bien, y de ejercer una influencia elevadora y para salvación. 

Hno. B y Señora: ustedes tienen una obra que hacer que nadie puede realizar en su lugar. Tienen la tendencia de murmurar y quejarse. Deben hacer algo para subyugar sus sentimientos naturales. Vivan para Dios, conscientes de que no son responsables por los errores de los demás. Vi, Hno. B, que usted podría ciertamente ser vencido por Satanás, y además que su fe podría naufragar por completo, a menos que deje de buscar faltas en los demás y busque en cambio la religión pura y sin mácula delante de Dios. Necesita elevar el nivel de sus pensamientos y su conversación; necesita convertirse por completo. 

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La vida y la muerte están delante de usted. Debería considerar solemnemente que está tratando con el gran Dios, y debería recordar que él no es un niño de quien uno se puede burlar. No se puede dedicar a su servicio, y después apartarse de él cuando le da gusto y gana. En lo más íntimo de su alma necesita conversión. Todos los que como usted, mi hermano, han dejado de crecer en la gracia de Dios, y de perfeccionar la santidad en su nombre, sufrirán grandes pérdidas en estos días de peligros y pruebas. Se descubrirá que su fundamento es arena movediza y no la roca Cristo Jesús. 

Usted obra por impulso. Está enojado con sus hermanos porque no lo enviaron a predicar la verdad. No está en condiciones de recibir este cometido. Se necesitará que más de un predicador eficiente recorra su estela para vendar las heridas y contusiones que producirán sus modales ásperos. Dios no se siente complacido con usted, y temo que pierda la vida eterna. No tiene tiempo que perder. Haga esfuerzos ímprobos para liberarse de la trampa de Satanás. Tiene que aprender de Jesús, que es manso y humilde de corazón, y entonces hallará descanso. ¡Oh, qué obra tiene que hacer usted para perfeccionar la santificación en el temor de Dios, a fin de estar preparado para gozar de la compañía de los ángeles puros y santos! Necesita humillar su corazón delante de Dios, y procurar mansedumbre y justicia, para que sea guardado en el día de la ira del Señor. 

Hno. B: el Señor derramó su bendición sobre usted durante la primavera pasada; pero usted no percibió la relación que existe entre la vigilancia y la oración, y el progreso en la vida divina. Descuidó esos deberes, y el resultado ha sido que las tinieblas lo han envuelto. Se ha mantenido en un estado de incertidumbre y desconfianza, y con frecuencia ha elegido la compañía de los que usa Satanás para apartar de Cristo. Podría vivir entre los más corrompidos, y permanecer sin mancha y sin contaminación, si Dios en su providencia lo dirigiera de ese modo. Pero es peligroso para los que desean honrar a Dios encontrar placer y entretenimiento en la compañía de los que no lo temen. Satanás siempre envuelve a los tales en espesas tinieblas; y si los que profesan seguir a Cristo se introducen en ellas sin que se los llame, tientan al diablo a que los tiente. Si para hacer el bien y glorificar su nombre el Señor nos pide que vayamos entre espíritus infernales, donde se encuentran las tinieblas más oscuras, nos rodeará con sus ángeles y nos mantendrá incontaminados. Pero si buscamos la compañía de los pecadores, y nos complacemos en sus burdos chistes, y nos entretenemos y nos divertimos con sus historias, deportes y obscenidades, los ángeles puros y santos retiran su protección, y nos dejan sumidos en las tinieblas que hemos elegido. 

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Hno. B: quiero alarmarlo; quiero inducirlo a actuar. Quiero ro- garle que busque a Dios mientras él lo invita a acudir a su lado para que tenga vida. Velar, orar y trabajar es el santo y seña de los cristianos. Satanás es vigilante en sus esfuerzos; su perseverancia es incansable, su celo ardiente y persistente. No espera que su presa venga a él; la busca. Su decidido propósito consiste en arrebatar las almas de las manos de Cristo; pero los profesos cristianos están dormidos en su ceguera, y son insensatos en sus propósitos. No tienen a Dios en sus pensamientos. Un enemigo vigilante les sigue las pisadas; no estarán en peligro sin embargo, mientras confíen en Dios. Pero a menos que lo hagan su fortaleza será debilidad, y serán vencidos por Satanás. 

Hno. B: es peligroso que usted se dedique a rumiar dudas. No se permita avanzar más en la dirección que ha estado tomando. Está en peligro constante. Satanás le está siguiendo las pisadas para sugerirle dudas e inducirlo a la incredulidad. Si usted hubiera permanecido definidamente en el consejo de Dios, habría ejercido una influencia para el bien sobre aquellos que gustan ahora de su compañía. 

El pobre Hno. C experimentó la influencia del Espíritu de Dios, pero su experiencia fue deficiente. No se apartó plenamente de sus malos hábitos. No hizo de Dios su fortaleza permanente, y sus pies resbalaron. No hay acuerdo entre Cristo y Belial. Usted podría haber sido de ayuda para él, si hubiera mantenido, como debería haberlo hecho, su conexión con el Cielo. Pero su inactividad, los temas de su conversación, su influencia, fortalecieron su apostasía, y acallaron la voz de la conciencia. Su conducta no ha sido una reprensión para él en su senda descendente. Usted podría hacer el bien si viviera para Dios. Su fortaleza es debilidad total; su sabiduría, insensatez; pero usted no se da cuenta. Se ha sentido demasiado satisfecho con la teoría, con un cuerpo doctrinal correcto, pero no ha sentido la necesidad del poder de Dios; ha descuidado la parte espiritual de la religión. Todo su ser debería clamar por el Espíritu de Dios: la vida y el poder de la religión en el alma, lo que lo conduciría a la crucifixión del yo, y a una firme confianza en su Redentor. 

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Se encuentra en medio de tinieblas terribles, y a menos que se levante en el nombre de Dios, y rompa las coyundas de Satanás, y se afirme en su libertad, su fe naufragará. Tan grande es la indisposición de Dios a abandonarlo, y su amor por usted, que aunque su vida no ha estado de acuerdo con su voluntad, y sus obras y hábitos le han sido ofensivos, la Majestad del cielo condesciende a solicitarle el privilegio de visitarlo para dejar con usted su bendición: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo”. Apocalipsis 3:20. Las mansiones de gloria son de Cristo, como asimismo los goces de esa morada celestial; no obstante, se humilla para tratar de trasponer la puerta de su corazón a fin de bendecirlo con su luz, y para que usted se regocije con su gloria. Su obra consiste en buscar y salvar lo que se ha perdido y está a punto de perecer. Desea redimir del pecado y de la muerte a tantos como sea posible, para elevarlos hasta su trono y darles vida eterna. 

Hno. B: le ruego que se levante y ponga a un lado sus dudas. ¿Qué influye para que usted se sienta inclinado a dudar? Es el hecho que se ha apartado de Dios, su vida no consagrada, sus chistes y sus bromas. Su falta de sobriedad está poniendo en peligro sus intereses eternos. Cristo lo invita a apartarse de esas insensateces para acudir a él. Usted no está creciendo en la gracia ni en el conocimiento de la verdad. No honra la causa. El platillo de su balanza no se está elevando, sino que está descendiendo cada vez más. No está formando un carácter para el cielo y para la vida eterna. 

Usted se complace a sí mismo, pasa el tiempo en frivolidades cuando debería estar ocupado con su familia enseñando a sus hijos los caminos y las obras de Dios. Las horas que pasa en compañía de los que sólo le hacen daño, debería dedicarlas a la oración y al estudio de la Palabra de Dios. Debería comprender que sobre usted, como jefe de la familia, reposa la responsabilidad de educar a sus hijos en la disciplina y la amonestación del Señor. ¿Qué cuenta le va a rendir al Señor por el tiempo malgastado? ¿Qué influencia está ejerciendo sobre los que no temen a Dios? “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”. Mateo 5:16. Quiera Dios ungir sus ojos con colirio para que vea el peligro en que se encuentra. Estoy profundamente preocupada por usted. Mi corazón se conduele. Anhelo verlo alcanzar la alta norma que tiene el privilegio de lograr. Usted puede hacer el bien. Su influencia, si la ejerce de la manera correcta, será buena. Hno. B: sus pisadas se encaminan por la senda descendente. “Volveos, volveos”, “¿por qué moriréis?” Ezequiel 33:11; 18:31.

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Si usted avanza mucho más por el camino que está siguiendo ahora, se convertirá en infiel con respecto a la verdad y a la Palabra de Dios. Vele y ore siempre. Dedíquese sin reservas al Señor, y entonces no le será difícil servirlo. Ahora su corazón está dividido. Esa es la razón por la cual las tinieblas lo rodean, en lugar de la luz. El último mensaje de misericordia está siendo proclamado ahora. Es una muestra de la paciencia y la compasión de Dios. “Venid”, es la invitación que se extiende ahora. Venid, porque todas las cosas ya están listas. Esta es la última invitación de la misericordia. Después vendrá la venganza de un Dios ofendido. 

Hno. B: cultive la sencillez, el amor, la paciencia y una dulce unión con sus hermanos. Pero, por favor, no venda tan barata la vida eterna. Si se aparta de la verdad, nunca conocerá la felicidad verdadera; ciertamente será miserable. Vale la pena hacer cualquier sacrificio para alcanzar el cielo. Quebrante las cadenas de Satanás. Jesús le invita ahora; ¿escuchará su voz? Debe alcanzar una norma más alta que la que ha logrado hasta ahora. Déle prioridad a la obtención del reino de los cielos y a la justicia de Cristo. Viva para Dios y el cielo, y la recompensa eterna será suya al final de la carrera. 

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Matrimonio en perspectiva

Se me señaló hacia el mes de mayo último, cuando el Señor visitó la localidad de _____, y se me mostró el caso del Hno. D. El no estaba preparado para participar de esa obra. Su mente y corazón estaban en otra parte. Estaba considerando la posibilidad de casarse, y no podía escuchar la invitación de Jesús: “Venid, porque todas las cosas están listas”. Ese matrimonio en perspectiva ocupaba toda su atención. No tenía tiempo ni disposición para abrir la puerta de su corazón a ese Visitante tan lleno de gracia. Si lo hubiera hecho, Cristo le habría dado un buen consejo que, si lo hubiera seguido, habría sido de un valor inapreciable para él. Le habría presentado en su verdadero carácter el peligro de ceder a los dictados de una inclinación desviada, y el poner a un lado la gloria de Dios y las recomendaciones que aconsejaba una razón equilibrada. Le habría recomendado que se cuidara de seguir las pisadas de los que habían caído y se habían arruinado. Pero este hermano no tomó en cuenta que Dios tenía derechos sobre él. Se nos ha instruido en el sentido de que todo lo que hagamos debemos hacerlo para la gloria de Dios. 

Usted Hno. D, como discípulo de Cristo, ¿acudió a él mediante una oración humilde y sincera para encomendarle sus caminos? No lo hizo. No investigó todos sus motivos, ni avanzó cuidadosamente, para no arrojar reproche sobre la causa de Cristo, su Redentor. No averiguó si esta decisión contribuiría a aumentar su sensibilidad espiritual, avivar su celo y fortalecer sus esfuerzos para someter el yo, y su perseverancia en la verdad. Usted no conocía su propio corazón. La obra de Dios se manifestó en la iglesia, pero usted no anhelaba la presencia del Espíritu divino. Las cosas del Cielo le resultaban insípidas. Estaba infatuado con esta nueva esperanza de unir sus intereses con los de otra persona. No tomó en cuenta que la alianza matrimonial afectaría en forma fundamental sus intereses vitales, por corta que fuera esa vida. 

Debería haber considerado que con su propio corazón por subyugar, usted no podía ponerse en relación con una influencia que le haría más difícil la victoria sobre el yo, y que contribuiría a que la senda que conduce al Cielo le resultara más áspera todavía. Su progreso en el terreno religioso es ahora diez veces más difícil que cuando estaba solo. Es verdad que estaba solo; porque había perdido una joya preciosa. Pero si usted hubiera pedido consejo a sus hermanos, y hubiera encomendado sus caminos al Señor, él habría abierto la puerta para que se relacionara con alguien que le habría sido de ayuda en vez de un estorbo. 

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Si usted se vuelve ahora humildemente a Dios con todo el corazón, él tendrá piedad de usted y le ayudará. Pero en este momento usted está privado de su fortaleza, y está listo para comprometer su fe y su fidelidad a Dios con el fin de complacer a su nueva esposa. Dios tenga piedad de usted; porque la ruina está delante de usted a menos que se levante como un verdadero soldado de Cristo, y entable de nuevo la lucha por la vida eterna. Su única seguridad consiste en permanecer junto a sus hermanos, y obtener de ellos toda la fortaleza posible para mantenerse en la verdad. Está a punto de sacrificar la verdad para obtener paz y felicidad aquí. Está vendiendo su alma a un precio muy bajo. Su deber en este momento consiste en hacer todo lo posible para que su esposa sea feliz, sin sacrificar los principios de la verdad. Debería practicar la tolerancia, la paciencia y la verdadera cortesía. Al hacerlo, pondrá en evidencia el poder de la gracia y la influencia de la verdad.

Se me mostró que el amor al dinero es una trampa para usted. El dinero, al margen de la oportunidad que nos brinda de hacer el bien, de bendecir al necesitado, e impulsar la causa de Dios, es realmente de poco valor. Lo poco que posee es una trampa para usted, y a menos que lo use como sabio y fiel mayordomo en el servicio de su Maestro, le rendirá no mucho más que miseria. Usted es tacaño y mezquino. Necesita cultivar una actitud noble y generosa, y apartar sus afectos de este mundo, o de lo contrario será vencido. El engaño de las riquezas corromperá de tal manera su alma que el bien será vencido por el mal. El egoísmo y el amor al dinero triunfarán. 

Si usted, mi querido hermano, finalmente se salva, será un milagro de la misericordia. El amor al mundo crece en usted. Considere cuidadosamente las palabras de Cristo: “Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas”. Mateo 22:37-40. Mi hermano: usted no ha obedecido ni el primero ni el segundo de estos mandamientos. No vaciló en aprovecharse y beneficiarse, aunque sabía que de ese modo perjudicaría en gran medida a su prójimo. Tomó en cuenta sólo sus propios intereses egoístas y se dijo: “¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?” Génesis 4:9. 

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No está depositando sus tesoros en el Cielo para volverse rico en Dios. El yo y los intereses egoístas están carcomiendo la verdadera piedad que existe en su alma. Se está arrodillando ante el dios de este mundo. Su corazón está alejado de Dios. Un autor inspirado dice: “La senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto”. Proverbios 4:18. Los pasos del cristiano a veces pueden parecer débiles y vacilantes, pero consciente de su debilidad se apoyará en el Poderoso para obtener ayuda. Entonces es sostenido y progresa decididamente hacia adelante y hacia arriba rumbo a la perfección. Cada día logra nuevas victorias, y se acerca más y más a la norma de la perfecta santidad. Su mirada no se dirige hacia la tierra, sino hacia arriba, para mantener siempre en vista el Modelo celestial. 

Hno. D: el resplandor y el brillo de las cosas corruptibles de la tierra han eclipsado para usted los encantos del Cielo, y han contribuido a que la vida eterna tenga poco valor para usted. Como sierva de Cristo, le ruego que despierte para que se pueda ver tal como es. Las ganancias que va a obtener como resultado de la conducta que sigue actualmente serán su pérdida eterna. Descubrirá finalmente que ha cometido un error tremendo, que nunca podrá reparar.

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