Testimonios para la Iglesia, Vol. 2, p. 108-116, día 083

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Miremos a Jesús

En la visión que se me dio el 12 de junio de 1868, se me mostró el peligro que encara el pueblo de Dios cuando mira a los Hnos. White y cree que deben acudir adonde ellos están para llevarles sus cargas y pedirles consejo. Esto no debe ser así. El compasivo y amante Salvador los invita a acudir a él cuando están trabajados y cansados, y los hará descansar. En él hallarán reposo. Al llevar sus perplejidades y problemas a Jesús, verificarán el cumplimiento de las promesas con respecto a ellos. Cuando en su angustia experimentan el alivio que se encuentra sólo en Jesús, obtienen una experiencia del más alto valor. Los Hnos. White están luchando para lograr pureza de vida, para dar fruto de santidad; no obstante, son sólo mortales sujetos a error. Muchos nos preguntan: “¿Puedo hacer esto?” “¿Debo hacer o no este negocio?” O, con respecto a la ropa: “¿Puedo usar este vestido o el otro?” Les respondo: “Ustedes pretenden ser discípulos de Cristo. Estudien la Biblia. Lean cuidadosamente y con oración la vida de nuestro querido Salvador cuando moró entre los hombres sobre la tierra. Imiten su vida y así no se apartarán de la senda estrecha. Rehusamos enfáticamente ser conciencia para ustedes. Si les dijéramos exactamente lo que tienen que hacer, nos mirarían para que los condujéramos, en lugar de acudir directamente a Jesús por sí mismos. La experiencia de ustedes se basaría en la nuestra. Ustedes deben tener una experiencia propia, basada en Dios. Entonces podrán permanecer en pie en medio de los peligros de los últimos días, y ser purificados, y no consumidos por el fuego de la aflicción por el cual tienen que pasar todos los santos para que sus caracteres queden libres de impurezas como preparación para recibir el toque final de la inmortalidad.

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Muchos de nuestros queridos hermanos y hermanas creen que no pueden celebrar una reunión importante a menos que asistan los Hnos. White. En algunos lugares se dan cuenta de que hay que hacer algo para mover a la gente a una acción más ferviente y decidida en la causa de la verdad. Han tenido pastores que han trabajado entre ellos, pero se dan cuenta de que hay que hacer una obra mayor y esperan que los Hnos. White la hagan. Esto, según lo vi, no es lo que Dios quiere que se haga. En primer lugar, hay cierta deficiencia en algunos de nuestros ministros. No llevan a cabo una tarea completa. No asumen la responsabilidad de la obra, ni salen para tratar de llegar exactamente al punto donde la gente necesita ayuda. Carecen de discernimiento para ver y apreciar exactamente dónde la gente necesita ser corregida, reprendida, edificada y fortalecida. Algunos trabajan semanas y meses en un lugar, y en realidad hay más que hacer cuando se van que cuando comenzaron. La benevolencia sistemática avanza a tropezones. Es parte de la labor del ministro atender este ramo de la obra, pero como no es agradable, algunos descuidan este deber. Presentan la verdad de la Palabra de Dios, pero no convencen a la gente con la necesidad de obedecerla. Por lo tanto, muchos son oyentes, pero no hacedores. La gente se da cuenta de esta deficiencia. Las cosas no están en orden entre ellos, y buscan a los Hnos. White para que suplan la deficiencia.

Algunos de nuestros pastores se han deslizado por la superficie sin meterse en las honduras de la obra, ni conquistar el corazón de la gente. Se han excusado con el pensamiento de que los Hnos. White van a proveer lo que a ellos les falta, porque están especialmente adaptados para la obra. Estos hombres han trabajado, pero no en la forma correcta. No han llevado la carga. No han ayudado donde era necesario hacerlo. No han corregido las deficiencias que había que corregir. No han encarado con todo el corazón, el alma y las energías las necesidades de la gente. El tiempo ha transcurrido y ellos no han tenido nada que mostrar. La carga de sus deficiencias recae sobre nosotros. Y animan a la gente a que nos busque, presentándoles la idea de que nada hará la obra fuera de nuestro testimonio especial. A Dios no le gusta esto. Los ministros deberían asumir mayores responsabilidades y no albergar la idea de que no pueden llevar este mensaje que ayudará a la gente donde lo necesite. Si no lo pueden hacer, deberían quedarse en Jerusalén hasta que sean investidos del poder de lo alto. No deberían dedicarse a una tarea que no pueden llevar a cabo. Deberían salir llorando, para llevar la preciosa simiente, y regresar de sus esfuerzos con regocijo, trayendo sus gavillas.

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Los ministros deberían convencer a la gente de la necesidad del esfuerzo individual. Ninguna iglesia puede florecer a menos que sus miembros sean obreros. El pueblo debe llegar a la altura donde se encuentran los ministros. Vi que nada permanente se puede llevar a cabo en las iglesias de los diferentes lugares, a menos que se las induzca a sentir que una responsabilidad descansa sobre ellas. Cada miembro del cuerpo debería comprender que la salvación de su propia alma depende de sus propios esfuerzos individuales. No es posible salvar almas sin esfuerzo intenso. El pastor no puede salvar a la gente. Puede ser un canal por medio del cual Dios imparte luz a su pueblo; pero una vez que la luz ha sido dada, depende de la gente de apropiarse de esa luz y, a su vez proyectarla sobre los demás. Los hermanos deberían convencerse de que sobre ellos descansa una responsabilidad individual, no sólo concerniente a la salvación de sus propias almas, sino asimismo para trabajar fervientemente por la salvación de los que permanecen en las tinieblas. En lugar de buscar a los Hnos. White para que les ayuden a salir de sus tinieblas, deberían estar sinceramente ocupados en ayudarse a sí mismos. Si comenzaran a buscar a los que se encuentran en peores condiciones que ellos, y trataran de ayudarles, se ayudarían a sí mismos más rápidamente que de cualquier otra manera. Si la gente se apoya en los Hnos. White, y confía en ellos, Dios los va a humillar a la vista de ustedes, o los va a quitar de en medio de ustedes. Deben mirar a Dios y confiar en él. Miremos a Jesús Apóyense en él y no los abandonará. No los va a dejar para que perezcan. Preciosa es la Palabra de Dios: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna”. Juan 5:39. Estas son palabras de Cristo. Las palabras de la inspiración, estudiadas con cuidado y oración, y obedecidas en la práctica, os capacitarán para toda buena obra. Los ministros y los hermanos deben mirar a Dios.

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Estamos viviendo en una época malvada. Los peligros de los últimos días se vuelven más densos alrededor de nosotros. Por haber aumentado la iniquidad, el amor de muchos se enfriará. Enoc caminó trescientos años con Dios. Lo corto del tiempo que nos queda debería ser un motivo para procurar justicia. ¿Será necesario que los terrores del día de Dios desciendan sobre, nosotros para impulsarnos a obrar correctamente? El caso de Enoc está delante de nosotros. Por siglos caminó con Dios. Vivió en una época corrompida, cuando la contaminación moral bullía a su alrededor; pero educó su mente para la devoción, para amar la pureza. Su conversación se refería a las cosas celestiales. Entrenó su mente para que se deslizara por esos canales, y llevó el sello de lo divino. Su rostro resplandecía con la luz que emana de la faz de Jesús. Enoc enfrentaba tentaciones como nosotros. Estaba rodeado por una sociedad que no era más amiga de la justicia que la que nos rodea a nosotros. La atmósfera que respiraba estaba saturada de pecado y corrupción como la nuestra; no obstante, vivió santamente. Se mantuvo incontaminado por los pecados que prevalecían en la época cuando vivió. Del mismo modo nosotros podemos conservarnos puros y sin mancha. Representaba a los santos que viven en medio de los peligros y corrupciones de los últimos días. Como consecuencia de su fiel obediencia a Dios, fue trasladado. Del mismo modo los fieles que permanezcan vivos serán trasladados. Se los apartará de un mundo pecaminoso y corrompido para llevarlos a las puras alegrías del Cielo.

El camino de los hijos de Dios debería ser ascendente para avanzar rumbo a la victoria. Alguien mayor que Josué está dirigiendo los ejércitos de Israel. Hay Alguien en nuestro medio, el Capitán de nuestra salvación, que ha dicho para que tengamos ánimo: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Mateo 28:20. “Confiad, yo he vencido al mundo”. Juan 16:33. Nos conducirá seguramente a la victoria. Lo que Dios promete, lo puede cumplir en cualquier momento. Y la obra confiada a su pueblo la puede terminar por medio de ellos. Si vivimos una vida de perfecta obediencia, sus promesas se cumplirán en nosotros.

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Dios requiere que su pueblo resplandezca como luminarias en el mundo. No se pide esto sólo a los pastores, sino a todo discípulo de Cristo. Su conversación debería referirse a los Cielos. Y mientras gozan de comunión con Dios, desearán relacionarse con sus semejantes a fin de manifestar mediante palabras y hechos el amor de Dios que anima sus corazones. De esta manera serán luces en el mundo, y la luz transmitida por medio de ellos no se extinguirá ni les será quitada. Ciertamente se convertirá en tinieblas para los que no quieran andar en ella; pero resplandecerá con un brillo cada vez mayor sobre la senda de los que quieran obedecer y caminar en la luz.

El Espíritu, la sabiduría y la bondad de Dios, revelados en su Palabra, deben ser ejemplificados por los discípulos de Cristo, y así condenarán al mundo. Lo que Dios requiere de su pueblo está de acuerdo con la gracia y la verdad que les ha concedido. Todos sus justos requerimientos deben ser cumplidos plenamente. Los seres responsables deben caminar de acuerdo con la luz que resplandece sobre ellos. Si no lo hacen, su luz se vuelve tinieblas, y sus tinieblas serán mayores en la misma medida en que su luz haya sido abundante. Una luz acumulada ha resplandecido sobre el pueblo de Dios, pero muchos, por negligencia, no la han seguido, y por este motivo se encuentran en un estado de gran debilidad espiritual.

El pueblo de Dios no perece actualmente por falta de conocimiento. No serán condenados por no conocer el camino, la verdad y la vida. La verdad que no ha llegado a su comprensión, la luz que no ha brillado en el alma, sino que ha sido descuidada y rechazada, los condenará. Los que jamás han tenido la luz que rechazar, no se hallan bajo condenación. ¿Qué más se podía hacer por la viña del Señor que no haya sido hecho? La luz, una preciosa luz, ilumina al pueblo de Dios; pero no los salvará, a menos que permitan que ésta los salve, vivan plenamente de acuerdo con ella y la transmitan a otros que se encuentran en tinieblas. Dios pide que su pueblo obre. Lo que se necesita es una obra individual de confesión y abandono del pecado, y de regreso a Dios. Nadie puede hacer esta obra por los demás. El conocimiento de la religión ha aumentado, y proporcionalmente han aumentado las obligaciones. Una gran luz ha estado resplandeciendo sobre la iglesia, y los condena porque no quieren andar de acuerdo con ella. Si fueran ciegos, no tendrían pecado. Pero han visto la luz y han oído mucho de la verdad, y sin embargo no son sabios ni santos. Muchos, por años no han progresado nada en conocimiento y verdadera santidad. Son enanos espirituales. En lugar de avanzar hacia la perfección, están retrocediendohacia las tinieblas y la esclavitud de Egipto. Sus mentes no están entrenadas para practicar la piedad y la verdadera santidad.

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¿Se despertará el Israel de Dios? ¿Pondrán a un lado todo error los que profesan piedad, para confesar a Dios todo pecado secreto y afligir su alma delante de él? ¿Investigarán con gran humildad los motivos de cada acto, y serán conscientes de que el ojo de Dios lo lee todo y escudriña toda cosa oculta? La obra debe ser completa; la consagración a Dios, cabal. Pide una entrega absoluta de todo lo que tenemos y somos. Los pastores y los hermanos necesitan una nueva conversión, una transformación de la mente, sin la cual no somos sabor de vida para vida, sino de muerte para muerte. Grandes privilegios le corresponden al pueblo de Dios. Se les ha dado gran luz, para que alcancen la meta de su elevada vocación en Cristo Jesús; no obstante, no son lo que Dios quisiera que fueran, ni lo que ha resuelto que sean.

La separación del mundo

Queridos hermanos y hermanas,

El propósito de Dios es que la luz de la iglesia aumente, y que su resplandor crezca cada vez más hasta el día perfecto. Al pueblo de Dios se le han hecho preciosas promesas con la condición de que obedezca. Si, como Caleb y Josué, hubierais seguido plenamente al Señor, él habría magnificado su poder en medio de vosotros. Los pecadores se habrían convertido y los apóstatas habrían sido rescatados gracias a vuestra influencia; e incluso los enemigos de nuestra fe, aunque podrían oponerse a la verdad y hablar en contra de ella, no tendrían más remedio que admitir que Dios estaba con vosotros.

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Muchos miembros del profeso pueblo especial de Dios se han conformado de tal manera al mundo, que su carácter peculiar ya no se distingue más, y es difícil establecer la diferencia “entre el que sirve a Dios y el que no le sirve”. Malaquías 3:18. Dios haría grandes cosas por los miembros de su pueblo si salieran del mundo y se mantuvieran separados. Si se sometieran y se dejaran conducir por él, haría de ellos motivo de alabanza en toda la tierra. Dice el Testigo fiel: “Conozco tus obras”. Apocalipsis 3:15. Los ángeles de Dios que sirven a los que han de ser herederos de la salvación, están al tanto de la condición de todos, y saben cuál es la medida de fe que posee cada individuo. La incredulidad, el orgullo, la codicia y el amor al mundo que se han manifestado en los corazones del profeso pueblo de Dios, han contristado a los ángeles sin pecado. Cuando han visto que pecados atroces y presuntuosos existen en los corazones de muchos profesos seguidores de Cristo, y que Dios ha sido deshonrado por su conducta inconsistente y torcida, se han puesto a llorar. Y sin embargo, los más culpables, los que provocan la mayor debilidad en la iglesia y manchan su santa profesión de fe, aparentemente no están ni alarmados ni convencidos; por lo contrario, pareciera que creen que están floreciendo en el Señor.

Muchos creen que están basados en el fundamento correcto, que tienen la verdad; se regocijan por su claridad y se jactan de los poderosos argumentos que prueban lo correcto de nuestra posición. Los tales se cuentan entre el pueblo escogido y peculiar de Dios, sin experimentar su presencia ni su poder para salvar del sometimiento a la tentación y a la insensatez. Profesan conocer a Dios, pero sus obras lo niegan. ¡Cuán grandes son sus tinieblas! El amor del mundo en muchos, el engaño de las riquezas en otros, han ahogado la Palabra y la han vuelto infructuosa.

Se me mostró que la Iglesia de _____ había participado del espíritu del mundo y se había vuelto tibia en grado alarmante. Cuando se hagan esfuerzos para poner las cosas en orden en la iglesia, y traer a la gente al lugar que Dios desea que ocupe, algunos experimentarán los efectos de esa tarea, y harán esfuerzos sinceros para salir de las tinieblas y llegar a la luz. Pero muchos no perseveran en sus esfuerzos suficientemente como para darse cuenta de la influencia santificadora de la verdad sobre sus corazones y vidas. Los cuidados del mundo embotan la mente a tal punto que se descuidan el escudriñamiento del corazón y la oración. Deponen la armadura, y Satanás tiene libre acceso a ellos, anubla su sensibilidad y les impide darse cuenta de sus tretas.

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Algunos no desean saber cuál es su verdadera condición para escapar de las trampas de Satanás. Están enfermos y moribundos. De vez en cuando reciben el calor del fuego de los demás, pero están tan helados por la formalidad, el orgullo y la influencia del mundo, que no tienen noción de su necesidad de ayuda.

Muchos son deficientes en espiritualidad y en las gracias cristianas. El peso de una solemne responsabilidad debería reposar cada día sobre ellos al darse cuenta de los tiempos peligrosos en que estamos viviendo, y de las influencias corruptoras que están bullendo en torno de nosotros. Su única esperanza de ser participantes de la naturaleza divina consiste en huir de la corrupción que hay en el mundo. Estos hermanos necesitan una profunda y completa experiencia en las cosas de Dios, y podrán obtenerla mediante un esfuerzo de su parte. Su condición requiere de ellos que apliquen una sincera y persistente diligencia, para que no se los encuentre durmiendo en su puesto. Satanás y sus ángeles no duermen.

Los seguidores de Cristo deberían ser instrumentos de justicia, diligentes piedras vivas, difusores de luz, para que puedan favorecer la presencia de los ángeles celestiales. Se les pide que sean canales, por así decirlo, para que por medio de ellos fluya el espíritu de verdad y justicia. Muchos han participado por tanto tiempo del espíritu y la influencia del mundo, que obran como el mundo. Hay cosas que les gustan y otras que no les gustan, y no pueden distinguir la excelencia de carácter. Su conducta no está gobernada por los puros principios del cristianismo; por lo tanto piensan sólo en sí mismos, sus placeres y sus satisfacciones, y no se preocupan de los demás. No han sido santificados por la verdad; por eso no comprenden la unidad que existe entre los seguidores de Cristo en todo el mundo. Aquellos a quienes Dios ama más, son los que poseen menos confianza propia, y están adornados con un espíritu manso y humilde; cuyas vidas son puras y carentes de egoísmo, y cuyos corazones están inclinados, gracias a una abundante medida del Espíritu de Cristo, a la obediencia, la justicia, la pureza y la verdadera santidad.

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Si todos fueran dedicados a Dios, una preciosa luz emanaría de ellos, que ejercería una influencia directa sobre todos los que se pusieran en contacto con ellos. Pero todos necesitan que se haga una obra por ellos. Algunos están lejos de Dios, variables e inestables como el agua; no tienen idea de lo que es sacrificio. Cuando desean cualquier placer o satisfacción especiales, o alguna prenda de vestir, no consideran si pueden vivir sin esa prenda, o negarse algún placer, y presentar una ofrenda voluntaria a Dios. ¿Cuántos han pensado que se esperaba de ellos algún sacrificio? Aunque sea de mucho menos valor que la ofrenda del rico con su dinero, lo que realmente implica abnegación será un precioso sacrificio, una ofrenda a Dios. Difundirá un suave olor, y ascenderá desde el altar como fragante incienso.

Los jóvenes no están autorizados a hacer como les plazca con su dinero, sin importarles los requerimientos de Dios. Con David deberían decir: “Porque no ofreceré a Jehová mi Dios holocaustos que no me cuesten nada”. 2 Samuel 24:24. Una buena cantidad de dinero se ha gastado para sacar numerosas copias de sus retratos. Si alguien contara el dinero dado al artista con este propósito, ascendería a una suma bastante grande. Y ésta es sólo una manera de dilapidar dinero, que se invierte para la complacencia propia, sin provecho alguno. Con ese gasto, ni se visten ni se alimentan; la viuda y el huérfano no reciben auxilio, los hambrientos no reciben comida, ni los desnudos vestido.

Mientras se gasta el dinero a manos llenas para la satisfacción propia, se presentan a Dios ofrendas mezquinas y de mala gana. ¿Cuánto del dinero ganado por los jóvenes se encamina hacia la tesorería de Dios para colaborar en el progreso de la obra de ganar almas? Dan una miseria cada semana y todavía creen que están dando mucho. No se dan cuenta de que son tan mayordomos de Dios sobre lo poco que poseen como el rico sobre sus abundantes posesiones. Le han robado a Dios y se han satisfecho a sí mismos, consultando sólo su placer, para complacer su gusto, sin pensar que él investigaría detenidamente para ver de qué manera habían usado sus bienes. Mientras los tales satisfacen sin vacilar sus supuestas necesidades, y privan a Dios de la ofrenda que debieran hacerle, él no aceptará la miseria que traen a la tesorería, más de lo que aceptó la ofrenda de Ananías y Safira, que querían robarle en el asunto de las ofrendas.

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Tatiana Patrasco