Testimonios para la Iglesia, Vol. 2, p. 382-391, día 114

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También debiera tener una meta, un objetivo en la vida. Donde no hay un objetivo, hay una tendencia a la indolencia; pero donde hay una meta suficientemente importante en vista, todas las facultades mentales se ponen instantáneamente en actividad. Para obtener éxito en la vida, los pensamientos deben fijarse firmemente en el objetivo de la vida y no se los debe dejar vagar ni ocuparse de cosas sin importancia o complacerse en ociosas cavilaciones, que son el fruto de rehuir las responsabilidades. Construir castillos en el aire pervierte la mente. 

Asuma sus obligaciones presentes. Hágalo con voluntad, con todo el corazón. Debe tomar la decisión de hacer algo que requiera un esfuerzo tanto de sus facultades mentales como físicas. Debiera poner su corazón en su trabajo actual. La tarea que ahora tiene por delante es la obra a la que el Cielo desea que se dedique. Soñar con un trabajo lejano, y fantasear y hacer planes con respecto al futuro, no resultará provechoso, y la incapacitará para el trabajo que el cielo le pone por delante, aunque éste sea modesto. No debiera preocuparse por hacer una gran obra, sino por hacer con alegría y bien la tarea que hoy tiene en manos. Se le han confiado talentos para que los multiplique. Usted es responsable de usarlos correctamente o de darles un mal uso. No debe aspirar a hacer grandes cosas con el fin de prestar un gran servicio, sino que debe cumplir con su modesta tarea. Desarrolle sus talentos, aunque sean pocos, y sea consciente de su responsabilidad ante Dios de usarlos correctamente. 

No puede esperar evitar el dolor y la fatiga que acarrean los afanes y las pruebas de la vida. El Hijo de Dios participó de la naturaleza humana. Frecuentemente se sintió fatigado en cuerpo y espíritu. Dijo: “Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar”. Juan 9:4. Usted debiera dejar de soñar en cosas lejanas, y atraer su mente a sus deberes presentes, y cumplirlos con alegría.

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Este mundo no es el Cielo del cristiano. Es simplemente el lugar de preparación. Es el teatro de las batallas de nuestra vida, nuestros conflictos y tristezas; y es importante que todos tengamos una comprensión clara del mundo mejor, donde, cuando haya acabado esta lucha, encontraremos paz, gozo y bendición, que disfrutaremos para siempre. Vi que ambos estaríais más en peligro de naufragar en la fe si estuvierais unidos, porque tendríais una visión falsa de las cosas. Ambos tenéis una gran tarea que hacer en vuestro favor, pero corréis el peligro de pasar por alto vuestras mutuas faltas. 

La hermana P debiera guardarse de despertar la irritabilidad de su esposo al relatarle sus aflicciones para obtener su simpatía. El exagera las cosas y se preocupa por cosas que no son dignas de atención. Ella tendrá que darse cuenta de esto y comprender que es sabio permanecer callada. Ella necesita perseverancia. Es mucho más fácil permitir que algo penetre en nuestra mente que sacarlo una vez que está allí. Es más fácil detenerse en una supuesta injusticia que apaciguar y controlar los sentimientos una vez que han sido despertados. 

El hermano P tiene cualidades que serían excelentes si fueran refinadas por las elevadoras influencias de la religión pura. Puede ser útil. Solamente la piedad sincera puede capacitarlo para cumplir correctamente sus obligaciones en este mundo y prepararlo para el Cielo. En la tierra debe lograr un carácter celestial, hermano mío, o nunca llegará a poseerlo; por lo tanto debiera ocuparse inmediatamente de la obra que tiene que hacer. Debiera ocuparse con firmeza de llegar a estar preparado para el Cielo. Viva para el Cielo. Viva por fe. 

Hermano P, usted es una piedra rústica; pero está en las manos de un hábil artesano. ¿Permitirá que lo labre y lo talle y lo pula para ese edificio que se está construyendo sin que se oiga el ruido de un hacha o martillo? No se dará ni un golpe más después que se cierre el tiempo de gracia. Usted debe vencer ahora, mientras dure el tiempo de gracia, su temperamento impetuoso, si no quiere quedar al fin separado de Dios. 

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Jesús os ama a ambos y os salvará si deseáis ser salvos en la forma indicada por Dios. Podéis llegar a experimentar la religión si realmente tenéis hambre y sed de ella. Acercaos a Dios en fe y humildad, y pedid, y recibiréis; pero recordad que el discípulo no está por encima de su Maestro ni el siervo es mayor que su Señor. Es necesario que alberguéis esa humildad y modestia que Cristo poseía.

Battle Creek, Míchigan,

9 de febrero de 1869.

Laboriosidad y ahorro

Estimados Hno. y Hna. R,

He tratado de encontrar una oportunidad de escribiros, pero he estado enferma, imposibilitada de escribir a nadie. Pero trataré de escribir unas pocas líneas esta mañana. 

Cuando se me mostraron los deberes del pueblo de Dios con respecto a los pobres, especialmente las viudas y los huérfanos, se me mostró que mi esposo y yo corríamos el riesgo de tomar sobre nosotros cargas que Dios no nos había asignado, y de ese modo disminuir nuestro vigor y fuerza al aumentar nuestras preocupaciones y afanes. Vi que mi esposo iba más allá en vuestro caso que lo que era su obligación. El interés que puso en vosotros lo llevó a tomar respcnsabilidades que estaban más allá de sus obligaciones, lo que no ha sido beneficioso para vosotros, sino que ha fomentado una tendencia a depender de vuestros hermanos. Esperáis que os ayuden y brinden favores, mientras que no trabajáis tanto como ellos, ni ahorráis en todo momento como ellos consideran que es su obligación. 

Se me mostró que vosotros, hermano y hermana, tenéis mucho que aprender. No habéis vivido de acuerdo con vuestros recursos. No habéis aprendido a ahorrar. Si ganáis un salario alto, no sabéis cómo hacerlo durar lo más posible. Os dejáis llevar por el gusto o el apetito en lugar de la prudencia. A veces gastáis dinero en alimentos de tal calidad que vuestros hermanos no pueden darse el gusto de pagar. Los dólares se escapan de vuestros bolsillos muy fácilmente. 

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La hermana R tiene una salud delicada. Complace su apetito y recarga demasiado su estómago. Le exige demasiado al comer en exceso e ingerir alimentos de una calidad que no es la más apropiada para nutrir su organismo. Come sin moderación y hace poco ejercicio; de este modo le exige demasiado a su organismo. De acuerdo con la luz que Dios nos ha dado, los alimentos sencillos son los mejores para asegurar una buena salud y vigor. El ejercicio es necesario para su salud. 

Todavía debéis ambos aprender lo que significa la abnegación. Controle el apetito, hermano R. Dios lo ha dotado de vigor: un capital que vale más que el dinero y que debiera apreciarse mucho más. El vigor no puede comprarse con oro ni plata, propiedades ni tierras. La suya es una gran posesión. Dios requiere que utilice con criterio el capital de vigor con que lo ha bendecido. Usted es tan mayordomo de Dios como el hombre que tiene un capital en dinero. Es tan incorrecto que no aproveche su vigor del mejor modo como que un hombre rico retenga codiciosamente sus riquezas porque así le complace hacerlo. Usted no hace el esfuerzo necesario para mantener a su familia. Puede trabajar y así lo hace si se le presenta un trabajo conveniente a mano, pero no se esfuerza en ponerse a trabajar considerando que es su deber utilizar su tiempo y vigor del modo más provechoso y en el temor de Dios.

Sus negocios a veces le brindaron grandes ganancias a corto plazo. Después de reunir un considerable capital, no se preocupó por ahorrar para cuando no fuera tan fácil ganar dinero, sino que invirtió mucho en necesidades imaginarias. Si usted y su esposa hubieran comprendido que Dios les imponía la obligación de negarse los gustos y deseos, y hacer provisión para el futuro en vez de vivir solamente para el presente, podrían ahora haber estado en una buena condición económica y vuestra familia podría haber gozado de las comodidades de la vida. Tenéis que aprender una lección en la que debéis poner todo vuestro empeño: ser ahorrativos.

La hermana R ha dependido demasiado de su esposo. Toda su vida ha necesitado la simpatía de los demás, preocupándose por sí misma y colocándose en el centro de atracción. Ha sido mimada demasiado, y no ha aprendido a depender de sí misma. No ha brindado a su esposo la ayuda que podría haberle brindado en las cosas temporales o espirituales. Debe aprender a soportar las enfermedades y no darles la importancia que les da. Debe librar las batallas de la vida por sí misma; tiene una responsabilidad individual.

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Hermana R, su vida ha sido un error. Ha sentido placer en leer cualquier cosa. Su mente no se ha beneficiado con tanta lectura. Al seguir ávida y apresuradamente el argumento de los relatos excita sus nervios. Si sus hijos interrumpen estas lecturas, les habla irritada e impacientemente. No ejerce el control propio, y por lo tanto no logra sujetar a sus hijos con una mano firme y serena. Se guía por sus impulsos. Los mima y es indulgente con ellos, y luego se irrita y los reprende y se comporta severamente con ellos. Este comportamiento variable es perjudicial para ellos. Necesitan una mano firme y serena porque son díscolos. Necesitan una disciplina constante, sabia y juiciosa. 

Usted podría ahorrarse muchas perplejidades si asumiera su rol de mujer y obrara por principio, no por impulso. Supone que su esposo debe estar con usted, que no puede quedarse sola. Debiera comprender que su deber es trabajar para mantener a su familia. Debiera poner voluntad en controlar sus deseos y no hacer que su esposo sienta que debe acomodarse a sus necesidades. Usted tiene que compartir las cargas de la vida. Debe tener valor y ser fuerte. Sea una mujer, no una niña caprichosa. Usted ha sido mimada y otros le han llevado sus cargas demasiado tiempo. Es ahora su deber negarse a complacer sus deseos y actuar por principio, por el bien presente y futuro de su familia. No está bien; pero si cultivara un espíritu contento y alegre, esto la ayudaría a tener un mejor dominio de esta vida y de la vida futura. 

Hermano R, es su deber utilizar el vigor que Dios le ha dado cuidadosa y juiciosamente. Hermana R, su cerebro está extenuado y sobrecargado por la lectura. No debiera permitirse abarrotar su mente con todo lo que pueda leer. No ha aprovechado su vida del mejor modo. No se ha beneficiado a sí misma, ni a los que la rodean. Ha dependido de su madre más de lo que podría haber sido beneficioso para usted. Si hubiese dependido más de sus propias fuerzas, hubiera sido más feliz. Ahora debiera llevar sus propias cargas del mejor modo posible, y alentar a su esposo para que también lleve las suyas dedicándose animosamente a su trabajo. 

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Si se hubiera rehusado a satisfacer su gusto por la lectura y su necesidad de complacencia propia, hubiera dedicado más tiempo a un prudente ejercicio físico, y se hubiera alimentado cuidadosamente con comida apropiada y sana, se hubiese evitado mucho sufrimiento. Parte de este sufrimiento ha sido imaginario. Si hubiera esforzado la mente para resistir la tendencia a dejarse vencer por sus dolencias, no hubiera tenido ataques de nervios. Debiera olvidarse de usted misma y ocupar la mente en las tareas del hogar, en mantener la casa en orden, con prolijidad y buen gusto. La demasiada lectura y el permitir que su mente se distraiga con cosas pequeñas, la ha llevado a descuidar a sus hijos y sus deberes domésticos. Estas son precisamente las obligaciones que Dios le ha impuesto. 

Usted se ha compadecido mucho de sí misma. Se ha ocupado de sí misma y ha persistido mucho en sus sentimientos negativos. Hermana mía, coma menos. Haga trabajo físico, y dedique su mente a las cosas espirituales. Evite que su mente se espacie en sus problemas. Cultive un espíritu contento y alegre. Usted habla demasiado de cosas intrascendentes. Con esto no obtiene fuerza espiritual. Si la energía gastada en conversación la dedicara a la oración, recibiría fuerza espiritual y alabaría a Dios en su corazón.

Usted se ha regido por los sentimientos, no por deberes y principios. Se ha dejado llevar por un sentimiento de nostalgia por su hogar paterno, y ha perjudicado su salud con un espíritu de desasosiego. Sus hábitos de vida no son sanos. Necesita reformarse. Ninguno de los dos está dispuesto a trabajar como los demás, ni a comer como sus hermanos. Si tienen recursos que gastar, los gastan sin miramientos. Es su deber ahorrar. 

En contraste con su caso se me mostró el de la hermana S. Ella es débil de salud y tiene dos hijos que mantener con su trabajo de costura, que es muy mal pagado. Por años no recibió prácticamente ninguna ayuda. Sufrió de mala salud, sin embargo llevó sus propias cargas. Ella era realmente digna de ayuda. Ahora fíjese en su caso: Un hombre con una familia pequeña y con un buen capital de fuerza, no obstante constantemente endeudado y dependiendo de otros. Esto está mal. Usted tiene lecciones que aprender. En el caso de la hermana S, el ahorro es su lucha por la vida. Aquí está usted con la vigorosa energía de un hombre, y sin embargo no se mantiene por sí mismo. Hay una tarea que tiene que realizar. Debiera tener una dieta uniforme. Viva siempre tan sencillamente como viven sus hermanos. Viva la reforma pro salud. 

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Jesús hizo un milagro y alimentó a cinco mil, y luego enseñó una importante lección en cuanto al ahorro: “Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada”. Juan 6:12. Usted tiene importantes obligaciones. “No debáis a nadie nada”. Romanos 13:8. Si usted fuera débil, y estuviera incapacitado para trabajar, entonces sus hermanos tendrían la obligación de ayudarlo. En las actuales circunstancias, todo lo que necesitaba de sus hermanos cuando se mudó, fue que lo ayudaran en sus comienzos. Si fuese tan ambicioso como debiera, y usted y su esposa aceptaran vivir de acuerdo con sus recursos, no se sentirían incómodos. Usted tendrá que trabajar tanto por un salario bajo como por uno alto. La laboriosidad y el ahorro hubieran ubicado a su familia, ya con anterioridad, en una situación mucho más favorable. Dios quiere que usted sea un fiel mayordomo de su vigor. Quiere que lo use para colocar a su familia en una posición independiente y libre de necesidades. 

Battle Creek, Míchigan,

22 de marzo de 1869.

Provocando oposición

Estimada Hna. T,

Se me ha mostrado que hay un defecto en su vida religiosa. Usted tiene carácter muy agresivo. Aunque es su privilegio pensar y actuar independientemente, ha llevado las cosas demasiado lejos. Ha sido más independiente que humilde. Ha influido más para irritar que para pacificar. Le ha sido necesario actuar con firmeza para salir en defensa de la verdad; sin embargo su error ha sido no poseer el espíritu manso y tranquilo que Dios considera de gran valor. En su familia se ha encontrado con oposición y un manifiesto disgusto por la Palabra de Dios, pero no ha sabido soportar estas pruebas del mejor modo. Ha hablado demasiado y ha sido demasiado terminante. Ha puesto demasiado poco amor y ternura en sus esfuerzos por su familia, especialmente por su esposo. Está en peligro de llevar las cosas a los extremos, exagerando, y de herir en vez de sanar. Siempre que pueda ceder sin sacrificar los principios de la verdad, es mejor para usted que así lo haga, aun cuando piense que tiene razón. Usted tiene su responsabilidad, su identidad, que debe mantener independiente de su esposo. No obstante hay un lazo que los hace uno, y en muchos casos, si usted cediera más, sería mucho mejor para su esposo, sus hijos, y usted misma. Es demasiado exigente. No trata de convencer a los que tienen diferentes opiniones que usted. Rápidamente se da cuenta cuándo está en ventaja y se aprovecha de esto. Si tuviera más paciencia y dulce amor, y si por Cristo pasara por alto muchas cosas en vez de resaltarlas y ponerlas en evidencia, haciendo que la gente se sienta incómoda, su influencia sería mejor, más salvadora. Necesita amor, tierna piedad y afecto.

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Usted ve la verdad, y luego señala cómo tal o cuál debiera practicarla; y si no alcanzan la meta que les impuso, tiende a separarse de ellos. No puede ser su amiga, su amor por ellos desaparece, cuando en realidad ellos están tan cerca de la verdad como usted. Se hace de enemigos cuando podría ganar amigos. Su temperamento es ardiente y seguro de sí mismo, y cuando ve que está en lo cierto, lleva las cosas a extremos. De este modo aleja a las personas en lugar de ganarlas y acercarlas a su corazón. Observa las características objetables en el carácter de aquellos con quienes se relaciona, y se detiene en sus aparentes contradicciones y errores, pasando por alto sus rasgos positivos. Se me señaló este pasaje de las Escrituras: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad”. Filipenses 4:8. En esto, estimada hermana, puede meditar y especular con provecho. Espáciese en las buenas cualidades de aquellos con quienes se relacione, y observe la menor cantidad de sus errores y fracasos que pueda. Usted posee un carácter muy agresivo, y confunde las cosas y despierta rivalidad. Debe cambiar su vida y carácter si desea ser incluida entre los que escuchen las palabras: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios”. Mateo 5:9. Deje que salgan de sus labios sólo palabras bondadosas y amantes con respecto a los miembros de su familia o de la iglesia. 

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Necesita abrir su corazón al amor, al amor que moraba en el corazón de Jesús. Si el Salvador la tratara a usted del mismo modo que usted trata a los que tienen una opinión distinta de la suya, por cierto estaría en una situación angustiosa. Su caso estaría casi perdido. Pero agradezco al Señor que tengamos un misericordioso Sumo Sacerdote que puede compadecerse de nuestras debilidades. Usted ha sido probada en su relación con los demás y ha seguido un comportamiento que el Cielo no aprueba. Tiene por delante la tarea de permitir que la suavizante influencia de la gracia de Dios penetre en su corazón; busque la mansedumbre y la justicia.

Usted es celosa de la verdad. La ama y desea invertir algo en ella. Esto está bien, pero tenga cuidado de que los preceptos que predica a otros estén sustentados por el ejemplo. Debe buscar la paz. Puede hacerlo sin sacrificar ni un principio de la verdad. Se ha manifestado tempestuosamente y ha luchado para imponer su voluntad y ahora debe suavizar su influencia para mitigar y calmar en lugar de despertar oposición. Usted siempre ha tenido una gran proporción de confianza en sí misma y amor propio, y ha exaltado su yo. Ahora necesita exaltar a Jesús e imitar la vida inofensiva de Aquel a quien la paz seguía en todo lugar. 

Usted hermana, será una prueba para el pueblo de Dios a menos que esté dispuesta a aprender, a recibir consejo. No debe seguir creyendo que lo sabe todo. Todavía tiene mucho que aprender antes de poder ser perfecta delante de Dios. La más dulce y mejor lección a aprender será la de la humildad. “Aprended de mí -dice el humilde Nazareno-, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”. Mateo 11:29. Esta lección de mansedumbre, longanimidad, paciencia y amor todavía tiene que aprenderla y practicarla. Usted puede ser una bendición. Puede ayudar a los que necesitan ayuda; pero tiene que dejar de lado su medida, porque no es usted quien debe usarla. Uno que es infalible en sus juicios, que comprende las debilidades de nuestras naturalezas caídas y corruptas, es el que tiene el patrón. El pesa en la balanza del santuario, y todos aceptaremos su justa medida. 

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Usted se está comportando mal para con su esposo. Necesita cultivar más delicadeza y deferencia hacia él. Usted es exigente. Lleva las cosas a los extremos y perjudica a su propia alma y a la verdad. Hace que la verdad sea repulsiva y que las almas le teman. Haga que el amor suavice sus palabras y les dé su tono a sus acciones, y verá un cambio en aquellos con los que se relaciona. Habrá paz, unión y armonía en vez de lucha, celos y discordia. Practique el amor y la ternura, especialmente en su familia, y recibirá una bendición. 

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