Testimonios para la Iglesia, Vol. 2, p. 434-442, día 120

Aceptando la cruz de la verdad

Estimada Hna. U,

En alguna medida conozco su temperamento peculiar, su cautela, sus temores y su falta de esperanza y confianza. Comparto sus sufrimientos mentales, ya que no puede comprender todo en cuanto a nuestra posición y fe tan claramente como lo desearía. Sabemos que usted es muy concienzuda, y no dudamos de que, si tuviera el privilegio de escuchar acerca de todos los puntos de nuestra verdad presente, y de juzgar las evidencias por usted misma, estaría segura, se sentiría fortalecida y firme, de modo que la oposición o la crítica no la moverían de su seguro fundamento. Como usted no ha tenido el privilegio que muchos otros tienen, de asistir a las reuniones y experimentar usted misma las evidencias que acompañan la presentación de la verdad que consideramos sagrada, nos sentimos más preocupados por usted. Le abrimos nuestros corazones y albergamos un sincero y ferviente amor por usted. Tememos que en medio de los peligros de estos días pueda naufragar. No se disguste conmigo por escribirle así. Usted no puede estar claramente consciente, como yo, de los ardides y sofismas de Satanás. Sus engaños son muchos; sus trampas están cuidadosa y arteramente preparadas para atrapar a los incautos e inocentes. Deseamos que escape de sus ardides; queremos que esté completamente del lado del Señor, amando, esperando y ansiando la aparición de nuestro Salvador en las nubes de los cielos. 

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Desde sus primeros esfuerzos por guardar el sábado, han surgido muchas cosas que la han desanimado; no obstante esperamos que estas cosas no alejen su mente de las importantes verdades para estos últimos días. Aunque no todos los defensores de la verdad se comporten como debieran, porque no están santificados por las verdades que profesan, la verdad es la misma; su lustre no se opaca. Aunque estos puedan colocarse entre la verdad y los que no la han abrazado completamente, y su negra sombra puede aparecer por un tiempo y oscurecer su brillante lustre, aun así en realidad no logra hacerlo; la verdad de origen celestial no se opaca. Su pureza y exaltado carácter son inmutables. Sigue viviendo, pues es inmortal. 

Mi querida hermana, aférrese a la verdad. Obtenga experiencia por sí misma. Usted es individual. Es responsable sólo por el modo como usted, independientemente de todos los demás, usa la luz que brilla a su paso. La falta de consagración en otros no será una excusa para usted. El hecho de que ellos pervierten la verdad por su proceder equivocado, porque no están santificados por ella, no la hará menos responsable. Usted tiene la solemne obligación de exaltar el estandarte de la verdad, de mantenerlo en alto. Aun cuando el portador de la bandera desmaye y caiga, no deje que la preciosa enseña se arrastre en el polvo. Tómela, manténgala en alto, aun a riesgo de su buen nombre, su honor mundano, y su vida, si fuera necesario. Mi muy respetada hermana, la insto a que mire hacia lo alto. Aférrese firmemente de la mano de su Padre celestial. Jesús, su Abogado, vive para interceder por nosotros, esto no transforma la verdad en una mentira. “Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos”. 2 Timoteo 2:19. “Velad y orad, para que no caigáis en tentación”. A veces temo que sus pies puedan resbalar, que se niegue a andar por la humilde y angosta senda que lleva a la vida eterna en el reino de gloria.

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Considere la vida de abnegación, humildad, y sacrificio de nuestro divino Señor. La Majestad del Cielo, el Rey de gloria, dejó sus riquezas, su esplendor, su honor y gloria y, con el fin de salvar al hombre pecador, se rebajó a una vida de humildad, pobreza y vergüenza; “el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio”. Hebreos 12:2. Oh, ¿por qué nos afectan tanto las pruebas y las críticas, la vergüenza y el sufrimiento, cuando nuestro Señor nos ha dado tal ejemplo? ¿Quién puede desear entrar en el gozo de su Señor y no está dispuesto a participar de sus sufrimientos? ¡Qué! ¡El siervo no está dispuesto a soportar la humildad y la vergüenza y las críticas que el Amo soportó generosamente por él! ¡El siervo rehuye la vida de humildad y sacrificio que es para su propia y eterna felicidad, por la cual puede finalmente obtener una muy grande recompensa eterna! De corazón digo: Dejadme tener parte en los sufrimientos de Cristo, de modo que pueda finalmente compartir su gloria. 

La verdad de Dios nunca ha tenido éxito en el mundo. El corazón natural es siempre contrario a la verdad. Doy gracias a Dios por tener que renunciar al amor del mundo, al orgullo del corazón y a todo lo que lleva a la idolatría, con el fin de ser seguidores de Cristo. Los que obedecen la verdad nunca serán amados por el mundo. De los labios del divino Maestro, mientras andaba en humildad entre los hijos de los hombres, se escucharon las palabras: Quien quiera ser mi discípulo, tome su cruz, y sígame. Sí, sigamos a nuestro Ejemplo. ¿Buscaba él las alabanzas y el honor de los hombres? ¡Oh, no! ¿Entonces buscaremos nosotros el honor y la alabanza de los mundanos? 

Los que no aman a Dios no amarán a los hijos de Dios. Escuchad las palabras de instrucción celestial: “¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!” Lucas 6:26. “Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan y cuando os aparten de sí y os vituperen y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre. Gozaos en aquel día, y alegraos, porque he aquí vuestro galardón es grande en los cielos. “Mas ¡ay de vosotros, ricos! porque ya tenéis vuestro consuelo”. Lucas 6:22-24. En el Evangelio según Juan nuevamente encontramos las palabras de Cristo: “Esto os mando: Que os améis unos a otros. Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece. Acordaos de la palabra que yo os he dicho: el siervo no es mayor que su Señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra”. Juan 15:17-20. “Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo”. Juan 17:14-16. 

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En Primera de Juan leemos: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo”. 1 Juan 2:15. En la Epístola de Pablo a los Romanos les ruega, por las misericordias de Dios, que presenten sus cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es su culto racional. “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. Romanos 12:2. Y Santiago declara: “¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios”. Santiago 4:4. 

La insto a considerar cuidadosamente las instrucciones en la Epístola a los Gálatas: “Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo”. Gálatas 1:10. Temo que usted esté en gran peligro de naufragar en su fe. Considera que tiene que hacer sacrificios para obedecer la verdad. Creemos que ha hecho algunos sacrificios, pero si hubiera sido más radical en esta obra; sus pies no hubiesen tropezado, su fe no hubiese tambaleado. No me refiero ahora al sacrificio económico, sino a lo que se asemeja más a aquello que le causaría un conflicto más penoso que dar sus recursos, a aquello que concierne al yo especialmente. Usted no ha rendido su orgullo, su amor por la aprobación de un mundo incrédulo. Le gusta que los hombres hablen bien de usted. 

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No ha recibido ni practicado la verdad en su sencillez. Temo que, de algún modo, se ha sentido como si estuviera condescendiendo a recibir la verdad impopular según la defienden los adventistas observadores del sábado. Usted ha tratado, en buena medida, de retener el espíritu del mundo, y aun así adoptar la verdad. Esto no puede ser. Cristo no aceptará otra cosa que el corazón completo, todos los afectos. La amistad del mundo es enemistad con Dios. Cuando desea vivir de un modo tal que evite la crítica, trata de colocarse por encima de su sufriente Señor; y mientras lo hace, se separa de su Padre celestial, y cambia su amor por lo que no vale la pena obtener. 

Me he sentido preocupada por usted, hermana, y también por su esposo. Cuando tomé la pluma para escribir, se me presentaron claramente sus casos. Estoy completamente consciente de sus peligros, de su estado de perplejidad y duda. Todo ha sido desfavorable para usted, hermana U, desde que trató de obedecer la ley de Dios. Pero nada ha sido un obstáculo tan grande para ambos como el orgullo de los dos. A ambos les gusta la ostentación; y ésta no tiene parte en la buena y humilde religión. Vi que ambos tenían que pasar una prueba de fuego, que serían examinados y probados. En este conflicto, Satanás se esforzaría en gran manera para encegueceros de modo que no seáis capaces de discernir vuestro interés eterno, y presentaría las ventajas del tiempo presente, esta pequeña y corta vida que es tan insegura. Veríais los encantos de esta vida, y a menos que os liberarais de vuestro amor a la ostentación y al favor del mundo no podríais retener el amor de Dios. Se me mostró a Jesús señalando los encantos del Cielo, tratando de apartar vuestra mirada del mundo y diciendo: “¿A quién elegiréis, a mi o al mundo? No podéis tenerme a mí y amar al mundo también. ¿Sacrificaréis al que murió por vosotros por el orgullo de la vida, por los tesoros del mundo? Elegid entre mí y el mundo; el mundo no tiene parte conmigo”. 

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Vi que vuestro andar era inseguro, y vuestra fe fluctuaba. La duda y el descreimiento os circundaban, y la luz de Jesús se apartaba. La vanidad es uno de los más fuertes principios de nuestras naturalezas depravadas, y Satanás constantemente la utilizará con éxito. No han faltado personas que estuvieran listas para ayudar a Satanás en su obra para adularos, para mostraros vuestra habilidad y la influencia que podríais tener en la sociedad, para insistir en que sería una gran lástima que unierais vuestros intereses con un pueblo con una fe humilde y os mezclarais con una clase social que, según ellos, es inferior a vosotros. Os ha parecido que estabais haciendo un gran sacrificio por la verdad. Es cierto que las masas que poseen influencia no eligen sacrificar sus ambiciones mundanales, separar sus afectos del mundo, y volver sus pasos hacia la senda angosta y humilde que transitó quien sufriera el Calvario. Consideran que sus talentos e influencias son demasiado preciosos para ser dedicados a la causa de Dios, demasiado preciosos para ser devueltos para glorificar al Dador que se los prestó para mejorarlos y entregarlos a él, tanto el capital como el interés. Sacrifican lo eterno por las ventajas temporales que esperan lograr. Por la adulación de los hombres se apartan de la aprobación del Señor, el Hacedor de los cielos y la Tierra, y pierden el derecho al honor que viene de lo alto. ¡Cuán pocos saben lo que es mejor para ellos! Vosotros no apreciáis esto. Jesús, a través de una vida de sufrimiento sin igual y una muerte ingnominiosa, ha abierto un camino por el que el hombre puede seguir sus pisadas, y finalmente ser exaltado a su trono, y recibir la recompensa de inmortalidad y vida eterna. Por una vida de obediencia recibirá una herencia inmortal, un tesoro inmaculado que no se desvanece. 

En la Primera Epístola de Pablo a los Corintios leemos: “Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios. Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé el entendimiento de los entendidos”. “Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a los fuertes; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia”. 1 Corintios 1:18-19, 26-29. Tenéis el ejemplo de Cristo, su vida sin pretenciones, sin despliegue ni grandiosidad. ¿Está el siervo por encima de su Señor? 

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Querida hermana, usted tiene una buena disposición y puede hacer el bien. Puede ser un ancla para su esposo y fortaleza para muchos otros. Pero si permanece indecisa, y no se reconcilia con la humilde obra de Dios, influirá en su esposo de un modo negativo. ¿Qué leemos en la Palabra de Dios? Apartaos de las opiniones de los hombres y volveos a la ley y al testimonio. Excluid toda consideración mundanal. Decidíos en favor de la eternidad. Considerad las evidencias en este tiempo importante. Por cierto no podemos esperar escapar a las pruebas y a la persecución al seguir a nuestro Salvador; pues ésta es la paga de los que lo siguen. El Señor declara con claridad que sufriremos persecución. Nuestros intereses mundanales deben subordinarse a los eternos. Escuchad las palabras de Cristo: “Entonces Pedro comenzó a decirle: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido. Respondió Jesús y dijo: De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna”. Marcos 10:28-30. Aquí están comprometidos los intereses eternos.

No os hagáis ilusiones de que si dejarais la verdad desaparecerían todos los obstáculos para adquirir propiedades. Satanás os dice esto; es su aseveración. Si la bendición de Dios recae sobre vosotros porque os rendís completamente a él, prosperaréis. Si os apartáis de Dios, él se apartará de vosotros. Su mano puede desparramar más rápido que lo que podéis recoger. 

“Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” Mateo 16:26. 

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Usted, mi querida hermana, necesita una conversión completa a la verdad, que mate al yo. ¿No puede confiar en Dios? Por favor lea Mateo 10:25-40. Por favor lea también, con el corazón en oración, Mateo 6:24-34. Que estas palabras impresionen su corazón: “No os afanéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por el cuerpo, qué vestiréis. La vida es más que la comida, y el cuerpo que el vestido”. Lucas 12:22-23. Hay aquí una referencia a la vida mejor. El cuerpo significa aquí el adorno interior, que hace que los pecadores mortales, que poseen la mansedumbre y la justicia de Cristo, sean valiosos a su vista, como lo era Enoc, y los capacita para recibir el toque final de la inmortalidad. Nuestro Salvador nos señala los cuervos que no siembran, ni siegan, ni tienen graneros, y sin embargo su Padre celestial los alimenta. Luego dice: “¿No valéis vosotros mucho más que las aves?… ¿por qué os afanáis por lo demás? Considerad los lirios, cómo crecen; no trabajan, ni hilan; mas os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos”. Estos lirios, en su sencillez e inocencia, están más de acuerdo con el propósito de Dios que Salomón con sus costosos adornos, pero desprovisto del adorno celestial. “Y si así viste Dios la hierba que hoy está en el campo, y mañana es echada al horno, ¿cuánto más a vosotros, hombres de poca fe?” ¿No puede confiar usted en su Padre celestial? ¿No puede esperar en su graciosa promesa? “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. ¡Preciosa promesa! ¿No podemos confiar en ella? ¿No podemos tener una confianza implícita, sabiendo que el que ha prometido es fiel? La insto a que deje que su temblorosa fe pueda asir firmemente las promesas de Dios nuevamente. Deposite todo su peso sobre ellas con una fe firme; puesto que no fallarán, ni pueden hacerlo. 

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Número 19—Testimonio para la iglesia

Mensaje a los ministros

Estimados hermanos,

El 25 de octubre de 1868 se me mostró que no todos los que profesan ser llamados para enseñar la verdad están capacitados para esta obra sagrada. Algunos están en abierto desacuerdo con el propósito y la voluntad de Dios. Algunos son perezosos en las cosas temporales, y su vida religiosa está marcada por una pereza espiritual. Donde falta una energía perseverante y una esmerada dedicación en los asuntos temporales y las transacciones comerciales, la misma deficiencia se notará en las cosas espirituales. 

Algunos de vosotros sois jefes de familia, y vuestro ejemplo e influencia moldean los caracteres de vuestros hijos. Ellos seguirán vuestro ejemplo en mayor o menor grado, y vuestra falta de entereza está dando un mal ejemplo a los demás. Pero vuestras deficiencias se sienten más sensiblemente, con mayor resultado, en la causa y la obra de Dios. Vuestras familias han sentido esta deficiencia y han sufrido por causa de ella; les han faltado muchas cosas que un trabajo diligente y la perseverancia podrían haberle provisto. Pero esta deficiencia se ha visto y sentido en la causa y la obra de Dios en tanto mayor grado cuanto su causa y obra son de mayor importancia que las cosas relativas a esta vida. 

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