Reprensión del egoísmo
Estimado Hno. A,
Desde el Congreso de Illinois, su caso me ha preocupado mucho. Cuando recuerdo algunas cosas que se me mostraron acerca de los ministros, especialmente usted, me siento tremendamente angustiada. En la reunión de Illinois hablé especialmente acerca de las cualidades de un ministro. Cuando presenté ante la gente las cualidades de un ministro que lleva el solemne mensaje para estos últimos días, mucho de lo que dije se refería a usted, y esperé oír algún reconocimiento suyo. Antes que hablara, su esposa conversó con la hermana Hall acerca de su desaliento. Dijo que usted no sabía si era su deber predicar; dudaba acerca de cuál era su deber, y estaba desanimado, y no trabajaba como lo haría si se sintiera seguro. La hermana Hall me sugirió que, si pronunciaba una palabra de aliento para usted, agradaría a su esposa. Le dije a la hermana Hall que no tenía ninguna palabra de aliento que decir, y que si usted estaba indeciso sería mejor que esperara hasta que conociera su deber por sí mismo. Entonces hablé de las cualidades de un ministro de Cristo; y si hubiera cumplido cabalmente mi misión, le hubiera hablado claramente a usted mientras estábamos en la plataforma. La presencia de no creyentes fue la única razón que me detuvo. En Minnesota también me sentí preocupada por el proceder de nuestros ministros, al ver al hermano B y conversar con él acerca de sus defectos, que se interponían a su obra de salvar almas. Su manera de ocuparse de las cosas de esta vida nuevamente trajo su caso tan claramente ante mí, que si hubiera estado bien, le hubiera escrito antes de dejar el congreso. No tuvimos un período de descanso, sino que vinimos directamente a Wisconsin. Estuve enferma; sin embargo Dios me fortaleció para cumplir con mi deber ante la gente. Cuando estaba frente al público reconocí algunos rostros que no recuerdo haber visto antes. Nuevamente, su caso se me presentó claramente, en conexión con otros. Este era el lugar donde su influencia había sido una devastadora maldición más bien que una bendición. Era también el lugar donde hasta usted podría haber hecho mucho bien. Si hubiera estado consagrado a Dios y hubiera trabajado sin egoísmo por la salvación de las almas por las que Cristo murió, sus esfuerzos hubiesen sido un completo éxito. Usted comprendía los argumentos en favor de nuestra posición. Las razones de nuestra fe, presentadas a la mente de los que no han sido iluminados acerca de ella, dejan una decidida impresión, si las mentes no están llenas de prejuicio para no aceptar las evidencias. Vi a algunos que tenían las mejores características para llegar a ser excelentes cristianos observadores del sábado en las cercanías de _____ y _____. Pero mientras algunos estaban encantados con la bella cadena de verdades, y estaban a punto de decidirse por ellas, usted dejó el campo sin completar la obra que había emprendido. Eso fue peor que si nunca hubiera entrado en ese campo. Ese interés nunca podrá despertarse de nuevo.
-479-
Por años hemos recibido luz en cuanto a este punto, mostrando la necesidad de continuar fomentando el interés que se haya despertado, y de ningún modo dejar de trabajar hasta que todos los que se inclinan por la verdad se hayan decidido, hayan experimentado la conversión necesaria para el bautismo y se hayan unido a alguna iglesia o hayan formado ellos mismos una iglesia. No hay circunstancias suficientemente importantes para apartar a un ministro de su obra cuando la presentación de la verdad ha suscitado interés. Aun la enfermedad y la muerte son de menor importancia que la salvación de las almas por las que Cristo hizo tan inmenso sacrificio. Los que sienten la importancia de la verdad y el valor de las almas por las que Cristo murió, no abandonarán por ninguna razón el interés despertado en la gente. Dirán: Dejad que los muertos entierren a sus muertos. Los intereses del hogar, las tierras y propiedades, no debieran ejercer el más mínimo poder para apartarlos del campo de trabajo. Si los ministros permiten que estas cosas temporales los distraigan de la obra, el único camino que les queda es dejar todo, no poseer tierras o intereses temporales que puedan influir para apartarlos de la solemne obra de estos últimos días. Un alma es de mayor valor que el mundo. ¿Cómo pueden los hombres que profesan haberse entregado a la sagrada obra de salvar almas, permitir que sus pequeñas pasiones temporales absorban su mente y su corazón, y los aparten de la elevada vocación que profesan haber recibido de Dios?
-480-
Hermana A, vi que su influencia en el vecindario de _____ y _____ ha causado gran perjuicio a la causa de Dios. Supe lo que fue esa influencia cuando usted estuvo en Battle Creek la última vez. Cuando escribía material importante para los ministros, se me presentó su caso, y tuve la intención de escribirle antes, pero me fue imposible. Durante tres noches he dormido poco. He tenido su caso en mente casi todo el tiempo. Le escribía mentalmente cuando estaba acostada y también despierta. Cuando reconocí en la congregación a las mismas personas que habían sido perjudicadas por su influencia, debiera haber hablado del asunto si usted hubiese estado presente. Nadie me hizo la más mínima insinuación acerca de su conducta. Me sentí obligada a hablar a uno o dos acerca de este caso, diciéndoles que recordaba su rostro en conexión con algunas de las cosas que me fueron mostradas acerca de usted. Entonces, con mucho desagrado, me contaron hechos que confirmaban todo lo que les había dicho a ellos. Dije sólo lo que debía decir en el temor de Dios, cumpliendo mi deber de su sierva.
Hace dos años vi que tanto usted como su esposa eran personas muy egoístas y mezquinas. Apreciaban más sus propios intereses egoístas que las almas por las que Cristo murió. Se me mostró que generalmente usted no tenía éxito en sus labores. Tiene la habilidad de presentar la verdad, tiene una mente inquisitiva, y si no fuera por los muchos defectos de su carácter cristiano, podría realizar una buena obra. Pero, por muchas razones, no ha tenido éxito de la predicación de la verdad. Una de las más grandes maldiciones de su vida, hermano A, ha sido su supremo egoísmo. Han estado haciendo cálculos para su propio beneficio. Ambos se han constituido en el centro de interés y atención. Cuando van a un lugar y visitan a una familia, son una carga para ellos, permiten que cocinen para ustedes y les sirvan; y ninguno intenta compensar la molestia que causa. La familia se puede estar esforzando duramente para llevar sus propias cargas y las suyas; y ustedes dos son tan egoístas que no pueden ver que ellos están extenuados y ustedes dos estan físicamente mejor capacitados que ellos para realizar el trabajo hermano A, usted es demasiado indolente para agradar a Dios. Cuando se necesita madera o agua, no se da por enterado, y deja que las traigan los que ya han trabajado en exceso, con frecuencia las mujeres, cuando estas pequeñas tareas, estas atenciones de la vida, son las que usted necesita para su propio bienestar. La indolencia que manifiesta, y la tendencia a aprovecharse de todo lo que pueda ser ventajoso para usted, ha sido un oprobio para la verdad y una piedra de tropiezo para los no creyentes.
-481-
Igual que usted, su esposa ama su comodidad. Han pasado el tiempo en cama, cuando podían estar levantados mostrando activamente un interés especial en la familia que estaban recargando. Pensaron que, por ser usted un ministro, ellos debieran considerar que su presencia es un favor, y debieran servirlo y rendirle favores, mientras que ustedes no tenían otra cosa que hacer que cuidar de sus propios intereses egoístas. Han dado muy mala impresión. Los consideraron a ambos representantes de los ministros y de sus esposas que están ocupados en presentar al mundo el sábado y el pronto regreso de nuestro Señor.
Los que conocen su condición dirán que su profesión, sus enseñanzas, y su vida no están de acuerdo. Ven que sus frutos no son buenos, y llegan a la decisión de que usted no cree en las cosas que enseña a los demás. Llegan a la conclusión de que todos los ministros son como usted, y que las verdades sagradas y eternas son, después de todo, una mentira. ¿Quién será responsable de dar esa impresión y de esos deplorables resultados? Ojalá pueda usted ver el gran peso que cae sobre usted como consecuencia de su egoísmo, que es una maldición para usted y para los que lo rodean.
Además, hermano A, a usted lo preocupan sentimientos e impresiones que son el fruto natural del egoísmo. Se imagina que los demás no aprecian sus labores. Piensa que usted es capaz de realizar una gran obra, pero se excusa de que su fracaso se debe a que los demás no le dan el lugar y el valor que merece. Usted siente celos de los demás y ha estorbado el avance de la causa en Illinois y en Wisconsin, haciendo poco y poniendo obstáculos ante los que harían el trabajo si usted no se interpusiera en su camino. Su sensibilidad y celo han debilitado las manos de los que podrían poner las cosas en orden y levantar estas asociaciones. Si se ve algún progreso en esos estados, usted se inclina a pensar que es atribuible en gran medida a usted, cuando es un hecho que si se dejaran las cosas a su dictado, rápidamente se vendrían abajo. En sus predicaciones es generalmente demasiado seco y formal. No entreteje lo práctico con lo doctrinal. Habla demasiado y cansa a la gente. En lugar de espaciarse sólo en la porción del tema que puede aclarar plenamente para que todos lo comprendan, usted diverge y se detiene en pequeños detalles que no ayudan a comprender el tema y muy bien podrían pasarse por alto. Cuando se incluye tanto material que no es realmente necesario, el oyente pierde el hilo del tema y no puede retener el asunto en la memoria. Cuando un ministro consigue la atención de la gente, debiera avanzar de un punto a otro, en lo posible dejando esos puntos sin recargar con una masa de palabras e insignificantes detalles. Debieran dejar sus ideas tan claras ante la gente como las señales de tránsito. Cubrir los puntos importantes y vitales con un atavío de palabras, deteniéndose en todo lo que tenga alguna distante relación con el tema, destruye su fuerza y oscurece la hermosa y coherente cadena de la verdad. Usted es lento y tedioso en su predicación, así como en todo lo que emprende. Si alguna vez hubo un hombre que necesitaba la energía del Espíritu de verdad, es usted. Necesita que Cristo se forme en usted, como la esperanza de gloria. Necesita la religión, la religión genuina.
-482-
Me fueron señaladas las siguientes palabras inspiradas: “¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre”. “Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz” Santiago 3:13, 17-18. Los hombres llamados por Dios para la obra de salvar almas sentirán la responsabilidad por la gente. Los intereses egoístas serán absorbidos por su profunda preocupación por la salvación de las almas por las cuales Cristo murió. Sentirán la fuerza de la exhortación de Pedro: “Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada: Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo Señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey. Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria”. 1 Pedro 5:1-4.
-483-
Por naturaleza usted es terco. Los celos y la obstinación son los frutos naturales del egoísmo. Ha mejorado algo, pero vi que todavía le falta mucho. Vi tan claramente la desgraciada influencia de su vida egoísta y falta de consagración, que temo que nunca verá cuán odiosos son estos razgos de carácter ante Dios. Temo que usted no se dará suficiente cuenta de esto para desecharlos y llegar a ser como su abnegado Redentor, puro y sin egoísmos, con una vida caracterizada por una benevolencia desinteresada. Su influencia y ejemplo son tales que inducen a algunos que aman la verdad y la obra de Dios, y que valoran nuestra fe, a perder su espíritu de abnegación y su interés en la causa de la verdad presente. Su comportamiento egoísta y codicioso engendra el mismo espíritu en ellos; y su tendencia a acaparar y buscar su propia ventaja, mientras que profesa ser un ministro de justicia, ha cerrado el corazón de muchos, para que se nieguen a dar sus recursos para el avance de la causa de la verdad. Si los ministros dan a la gente un ejemplo de egoísmo, ese ejemplo afectará la causa de Dios con un poder diez veces mayor que todo lo que puedan predicar.
Dios ha sido deshonrado por su pequeñez. Su desempeño tiene visos de deshonestidad. Usted no ha dejado una trayectoria limpia detrás suyo, y hasta que no haya una completa transformación en su vida, será una maldición viviente para cualquier iglesia donde resida. Usted trabaja por la paga, y no atizaría el fuego en el altar de Dios, ni cerraría las puertas por nada. Cuando dé a la gente un ejemplo de renunciamiento y dedicación a la causa de Dios, poniendo la verdad y la salvación del alma en primer lugar, entonces su influencia atraerá a otros a una vida semejante de renunciamiento y dedicación, para poner el reino de Dios y la justicia de Cristo en primer lugar. Se siente con derecho a beneficiarse de la causa. Sus hermanos, con almas liberales, lo favorecen y ayudan de muchos modos, y usted lo acepta como cosa común, como si tuviera derecho a ello. Y si considera que algunos no son completamente liberales y no lo favorecen, siente celos, y no tiene escrúpulos en hacerles entender que no lo aprecian, que son egoístas. Con frecuencia se refiere a otros que han hecho esto o aquello por usted, como ejemplos que debieran imitar. Los que lo han favorecido en forma especial han ido más allá de su deber. Usted no ha ganado su confianza ni su liberalidad. No ha tenido que llevar pesadas cargas en esta causa, y ha puesto sobre los demás muchas más cargas que las que ha llevado; no obstante, ha aumentado sus posesiones y ha obtenido las buenas cosas de esta vida, y considera que tiene derecho a todo esto. Aunque ha recibido su paga semanal, no siempre ha estado satisfecho. A pesar de la paga que recibía, continuamente ha estado manejando las cosas para su beneficio. La causa de Dios le ha pagado sea que tuviera mucho o poco que mostrar como fruto de su trabajo. Usted no ha ganado el dinero que ha recibido.
-484-
Su esposa ha sido mimada por sus padres y por su esposo hasta que ha llegado a ser de muy poca utilidad. Ambos han visto a los demás abrumados de cuidados y no han aliviado sus cargas. Su esposa ha sido una carga inútil para algunas familias, para su propio perjuicio y el de ellas; cuando su salud la colocaba en mejor condición de trabajar que algunos de los que estaban llevando sus cargas de ella y las propias. Sin embargo ella no pensó en eso. Ninguno de los dos podía ver la realidad en estos casos ni comprender el sentir de los demás. Algunos que les han prestado ayuda y atención a ustedes y a su hijo, no tenían medios económicos para hacer lo que hicieron; pero pensaban que estaban ayudando a siervos abnegados de Cristo; por lo tanto, se privaron de muchas cosas y sufrieron incomodidad y problemas, para llevar cargas que ustedes estaban en mejor condición de soportar.
Su esposa ha sido reacia a llevar las cargas de su vida. Ella aspira a una vocación más elevada, y descuida los deberes de hoy. Ninguno de los dos obedece el mandamiento de Dios: Ama a tu prójimo como a ti mismo. El yo y el egoísmo los ha cerrado a las necesidades de sus prójimos. Su espíritu pequeño y mercenario es contagioso. Su ejemplo ha hecho más para fomentar el amor al mundo, y un espíritu mezquino y tacaño que cualquier otra cosa que haya sucedido en Wisconsin e Illinois. Si usted no hubiera hecho otra cosa que atender sus intereses temporales, la causa de Dios en esos dos estados estaría mucho mejor de lo que está hoy. El éxito que ha tenido no llega a la altura del daño que ha hecho. La causa de Dios ha sido humillada. Su sensibilidad y sus celos han sido un ejemplo para otros. Hemos encontrado ese espíritu en Illinois y Wisconsin. El estado de las iglesias en _____ y en las cercanías es deplorable. La falta de amor y de unión, las presunciones, los celos y la obstinación que aparecen en esas iglesias han sido determinados en mucho por sus rasgos de carácter. La actitud que usted adoptó después del fanatismo en _____, defendiendo su dignidad, considerando detalles sin importancia, y creando división entre los fanáticos y en los que Dios había enviado con un mensaje especial, se interpuso directamente en el camino de los que veían y querían enmendar sus errores. Su conducta en ese momento, al no encargarse de la situación y trabajar del lado correcto para enmendar ese devastador fanatismo, dio origen al desalentador estado de cosas que surgió de ese oscuro reino del fanatismo. Los hermanos C y D, toda la iglesia de _____, y la gente de _____, no fueron guiados a tomar posiciones correctas, como podría haber sucedido si usted hubiera sido humilde y enseñable, y hubiera trabajado en unión con los siervos de Dios.
-485-
Cuando un hombre que profesa ser un maestro, un guía, se aventura a comportarse como usted por causa de su obstinación, tendrá que soportar un gran peso de responsabilidad por las almas que tropezaron por su culpa y se perdieron. Un ministro no puede ser demasiado cuidadoso de su influencia. La obstinación, los celos y el egoísmo no debieran tener parte en su ser; porque si se los fomenta, arruinará más almas de las que pueda salvar. Si no puede vencer estos elementos peligrosos de su carácter, sería mejor que no tuviera nada que ver con la causa de Dios. Al alentar estos rasgos de carácter, que pueden no parecerle muy malos a él, colocará a las almas más allá de su alcance y del alcance de otros. Si tales ministros no intervinieran, las almas no susceptibles a la influencia del Espíritu de Dios, podrían ser alcanzadas por los que pueden darles un ejemplo digno de imitar, de acuerdo con la verdad que enseñan. Por medio de una vida consecuente el ministro podrá retener la confianza de los que buscan la verdad, hasta que pueda ayudarlos a afianzarse firmemente en la Roca de los siglos; y después, si son tentados, esa influencia lo capacitará para advertirlos, exhortarlos, reprenderlos y aconsejarlos con éxito.
-486-
Por sobre todos los hombres, los ministros de Cristo, que anuncian la solemne verdad para estos últimos días, debieran estar libres de egoísmo. La benevolencia debiera morar naturalmente en ellos. Debieran avergonzarse de actuar con sus hermanos de tal modo que deje ver rasgos de egoísmo. Debieran ser modelos de piedad, epístolas vivas, conocidas y leídas por todos los hombres. Debieran llevar frutos santos. Debieran poseer un espíritu opuesto al de los mundanos. Al aceptar la verdad divina se transforman en siervos de Dios, y no son más hijos de las tinieblas y siervos del mundo. Cristo los ha elegido de entre el mundo. El mundano no comprende el misterio de la piedad, por lo tanto no conoce los motivos que los impulsan. Sin embargo, el espíritu y la vida que poseen, que se manifiestan en su conversación celestial, su negación propia, su sacrificio, su vida intachable tienen un poder convincente que llevará a los incrédulos a toda verdad, a la obediencia a Cristo. Son ejemplos vivos porque son como Cristo. Son la luz del mundo, la sal de la tierra, y su influencia en los demás es salvadora. Son los representantes de Cristo en la tierra. Sus objetivos y deseos no están inspirados por las cosas terrenales, tampoco pueden trabajar por la paga, ni sienten un amor egoísta por ella. Los intereses eternos son suficientes para contrabalancear cada atracción mundana. Un cristiano genuino trabajará sólo para agradar a Dios, poniendo la mira sólo en su gloria y disfrutando la recompensa de hacer su voluntad.