Testimonios para la Iglesia, Vol. 3, p. 68-79, día 147

La verdad, profundamente enraizada en los corazones de los creyentes, brotará y llevará fruto en justicia. Sus palabras y acciones son los canales mediante los cuales los principios puros de la verdad y la santidad son transmitidos al mundo. Hay bendiciones y privilegios especiales para aquellos que aman la verdad y caminan de acuerdo con la luz que han recibido. Si descuidan hacerlo, su luz se les volverá tinieblas. Cuando el pueblo de Dios se vuelve autosuficiente, el Señor los deja librados a su propia sabiduría. Se promete misericordia y verdad a los humildes de corazón, a los obedientes y fieles. 

El hermano K se ha interpuesto en el camino de sus hijos. Si hubiera estado consagrado a Dios, teniendo puesto su corazón en la obra, y viviendo la verdad que profesaba, habría sentido la importancia de mandar a su casa después de sí, como hizo el fiel Abraham. 

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La falta de armonía y amor entre los dos hermanos K es un descrédito para la causa de Dios. Ambos están equivocados. Ambos tienen una obra que hacer para someter el yo y cultivar las virtudes cristianas. Dios es deshonrado por las disensiones, y no exagero cuando digo, por el odio que existe entre estos dos hermanos naturales. El hermano A K es grandemente culpable. Ha acariciado sentimientos que no han estado de acuerdo con la voluntad de Dios. Él conoce las peculiaridades de su hermano B K, que tiene un temperamento irritable y desdichado. Frecuentemente no puede ver lo bueno cuando se encuentra directamente en su camino. Ve sólo lo malo y se desanima muy fácilmente. Satanás hace ante él una montaña de un grano de arena. Teniendo en cuenta todas las cosas, en muchos aspectos el hermano B K ha seguido un curso de acción menos censurable que su hermano, porque ha sido menos dañino para la causa de la verdad presente.

Estos hermanos consanguíneos deben reconciliarse plenamente antes que puedan suprimir de la causa de Dios la deshonra que su desunión ha causado. “En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios”. 1 Juan 3:10. “El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas”. 1 Juan 2:9. Aquellos que trabajan para Dios debieran ser vasos limpios, santificados para el uso del Maestro. “Limpiaos los que lleváis los vasos del Señor”. Isaías 52:11 (NRV). “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano”. 1 Juan 4:20, 21.

Los embajadores de Cristo tienen ante ellos una obra de responsabilidad sagrada. Son sabor de vida para vida, o de muerte para muerte. Su influencia decide el destino de almas por quienes Cristo murió. El hermano y la hermana K carecen de experiencia. No han vivido en santidad. No han tenido un conocimiento profundo y cabal de la voluntad divina. No han estado avanzando firmemente y ascendiendo en la vida divina, como para que su experiencia pudiera ser de valor para la iglesia. Su curso de acción ha sido una carga no pequeña para la iglesia. 

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La vida pasada de la hermana K no ha sido de tal naturaleza que su experiencia pudiera ser una bendición para otros. Ella no ha vivido de acuerdo con sus convicciones del deber. Ha violado demasiadas veces su conciencia. Ha buscado los placeres y ha entregado su vida a la vanidad, la frivolidad y las modas, a pesar de la luz de la verdad que ha brillado sobre su sendero. Conocía el camino, pero descuidó de caminar en él. El Señor le dio a la hermana K un Testimonio de advertencia y reprensión. Ella creyó en el Testimonio y se separó del grupo donde eran amantes de los placeres más que de Dios. Luego, cuando examinó su vida pasada, tan llena de descuidos y errores, se entregó a la incredulidad y a una melancolía insensible. La desesperación extendió sus oscuras alas sobre ella. Su casamiento con el hermano K cambió algo el orden de las cosas, pero desde entonces ha estado a veces muy deprimida y desalentada. 

La hermana K tiene un buen conocimiento de las profecías y puede escudriñarlas y hablar sobre ellas con gran facilidad. Algunos de los hermanos y hermanas han estado ansiosos de instar a los esposos K a salir como obreros activos. Pero hay peligro de que trabajen desde una perspectiva equivocada. Las ventajas educacionales de la hermana K han sido superiores a las de muchos que la rodean. Al actuar públicamente, ella ha dependido de su propia fuerza más que del Espíritu de Dios. Ella ha albergado un espíritu de independencia orgullosa y ha pensado que estaba calificada para enseñar antes que para ser enseñada. Con su falta de experiencia en las cosas espirituales, no está preparada para trabajar entre las iglesias. No posee el discernimiento ni la fuerza espiritual necesarios para edificarlas. Si ella y su esposo se ocuparan en algún aspecto de esta obra, por sencillo que fuera, tendrían que comenzar ejerciendo una buena influencia en la iglesia. Deberían realizar sus labores donde más se necesitan.

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Hay un trabajo que hacer en campos nuevos. Los pecadores que nunca han oído el mensaje de advertencia necesitan ser amonestados. Aquí el hermano y la hermana K tienen amplio lugar para trabajar y demostrar su vocación. Nadie debería ponerles trabas en sus esfuerzos en campos nuevos. Hay pecadores que salvar en todas direcciones. Pero algunos ministros se inclinan por ir vez tras vez al mismo territorio entre las iglesias, cuando sus labores no pueden ayudarlas y su tiempo se malgasta.

Deseamos que todos los siervos del Señor sean obreros. La obra de amonestar a las almas no debiera limitarse sólo a los ministros, pero hermanos que tienen la verdad en su corazón y que han ejercido una buena influencia en el hogar, debieran sentir que descansa sobre ellos la responsabilidad de dedicar una parte de su tiempo a salir entre sus vecinos y por los pueblos aledaños para ser misioneros de Dios. Debieran llevar nuestras publicaciones y conversar con la gente y, en el espíritu de Cristo, orar por aquellos a quienes visiten. Esta obra despertará el espíritu de investigación y reforma. 

Por años el Señor ha estado llamando la atención de su pueblo a la reforma pro salud. Ésta es una de las grandes ramas de la obra de preparación para la venida del Hijo del hombre. Juan el Bautista salió en el espíritu y el poder de Elías a fin de preparar el camino del Señor y convertir a la gente a la sabiduría de los justos. Fue un representante de aquellos que viven en los últimos días a quienes Dios ha confiado verdades sagradas para presentar ante el pueblo a fin de preparar el camino para la segunda venida de Cristo. Juan fue un reformador. El ángel Gabriel, directamente desde el cielo, les dio al padre y a la madre de Juan una plática sobre la reforma pro salud. Dijo que no debía beber vino o bebidas fuertes, y que debería ser lleno del Espíritu Santo desde su nacimiento. 

Juan se separó de amigos y de los lujos de la vida. La sencillez de su vestimenta, un manto tejido con pelo de camello, era un reproche constante a la extravagancia y la ostentación de los sacerdotes judíos y del pueblo en general. Su dieta, puramente vegetal, de langostas y miel silvestre, reprendía la indulgencia al apetito y la glotonería que prevalecían por todas partes. El profeta Malaquías declara: “He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres”. Malaquías 4:5, 6. Aquí el profeta describe el carácter de la tarea. Aquellos que tienen que preparar el camino para la segunda venida de Cristo están representados por el fiel Elías, así como Juan vino en el espíritu de Elías para preparar el camino para el primer advenimiento de Cristo. Debe debatirse el gran tema de la reforma y la mente del público tiene que ser despertada. La temperancia en todas las cosas ha de relacionarse con el mensaje, para apartar al pueblo de Dios de su idolatría, su glotonería, y su extravagancia en la vestimenta y en otras cosas. 

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Debe presentarse a la gente la abnegación, la humildad y la temperancia requeridas de los justos, a quienes Dios conduce y bendice en forma especial, en contraste con los hábitos extravagantes y destructores de la salud de aquellos que viven en esta era degenerada. Dios ha mostrado que la reforma pro salud está tan estrechamente relacionada con el mensaje del tercer ángel como la mano lo está con el cuerpo. En ninguna parte se encontrará una causa tan grande de degeneración física y moral como en el descuido de este importante tema. Las personas que complacen el apetito y la pasión, y cierran sus ojos a la luz por temor de ver complacencias pecaminosas que no están dispuestos a abandonar, son culpables ante Dios. Quienquiera que se aparta de la luz en una ocasión, endurece su corazón para hacer caso omiso de la luz en otros asuntos. Quienquiera que viola las obligaciones morales en la cuestión de la comida y la vestimenta, prepara el camino para violar las demandas de Dios respecto a intereses eternos. Nuestros cuerpos no son nuestros. Dios demanda que cuidemos la habitación que nos ha dado, para que podamos presentarle nuestros cuerpos en un sacrificio vivo, santo y aceptable. Nuestros cuerpos pertenecen a Aquel que los hizo, y tenemos la obligación de estar informados en cuanto a los mejores medios para preservarlos de su deterioro. Si debilitamos el cuerpo mediante la indulgencia propia, la complacencia del apetito y por vestirnos de acuerdo con modas que destruyen la salud, a fin de estar en armonía con el mundo, llegamos a ser enemigos de Dios.

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El hermano y la hermana K no han apreciado la luz sobre la reforma pro salud. No le han visto un lugar en conexión con el mensaje del tercer ángel. La Providencia ha estado guiando al pueblo de Dios para que se aparte de los hábitos extravagantes del mundo, lejos de la indulgencia del apetito y la pasión, para abrazar los principios de la abnegación y la temperancia en todas las cosas. El pueblo a quien Dios está dirigiendo será un pueblo peculiar. No serán como el mundo. Pero si siguen las instrucciones de Dios cumplirán sus propósitos, y cederán su voluntad a la voluntad divina. Cristo morará en el corazón. El templo de Dios será santo. Su cuerpo, dice el apóstol, es el templo del Espíritu Santo. Dios no requiere de sus hijos que se nieguen ellos mismos hasta el punto de perjudicar el vigor físico. Les pide que obedezcan la ley natural, para preservar la salud física. El camino de la naturaleza es la senda que Dios marca, y es suficientemente amplio para todo cristiano. Dios, con una mano generosa, nos ha provisto de dádivas ricas y variadas para nuestro sustento y nuestro gozo. Pero a fin de que disfrutemos del apetito natural, que preservará la salud y prolongará la vida, él lo restringe. Él dice: Cuidado; reprime, niega el apetito antinatural. Si creamos un apetito pervertido, violamos las leyes de nuestro ser y asumimos la responsabilidad de abusar de nuestros cuerpos y de acarrearnos enfermedades.

El espíritu y poder de Elías han estado conmoviendo corazones para reformarlos y dirigirlos hacia la sabiduría de los justos. El hermano y la hermana K no se han convertido a la reforma pro salud, a pesar del cúmulo de evidencias que Dios ha dado sobre el tema. La abnegación es esencial para una religión genuina. Los que no han aprendido a negarse ellos mismos están desprovistos de una piedad vital y práctica. No podemos esperar otra cosa sino que los reclamos de la religión entrarán en contacto con los afectos naturales y los intereses mundanales. Hay lugar para todos en la viña del Señor. Nadie debiera estar ocioso. Los ángeles de Dios están todos activos, ascendiendo al cielo y descendiendo nuevamente a la tierra con mensajes de misericordia y advertencia. Estos mensajeros celestiales están laborando en mentes y corazones. Por todas partes hay hombres y mujeres cuyos corazones son susceptibles de ser inspirados con la verdad. Si aquellos que tienen un conocimiento de la verdad trabajaran ahora al unísono con el Espíritu de Dios, veríamos que se cumple una gran obra. 

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Están abiertos campos nuevos en los cuales todos pueden comprobar su vocación mediante el esfuerzo fundado en la experiencia de sacar almas de las tinieblas y el error, y establecerlas sobre los principios de la verdad eterna. Si el hermano y la hermana K sienten que Dios los ha llamado a ocuparse en su obra, tienen suficiente que hacer para llamar pecadores al arrepentimiento; pero a fin de que Dios trabaje en ellos y a través de ellos, necesitan una conversión cabal. La obra de preparar a un pueblo en estos últimos días para la venida de Cristo, es una obra sumamente sagrada, solemne, y requiere obreros consagrados y abnegados. Los que sean humildes, y tengan fe, energía, perseverancia y decisión, encontrarán mucho que hacer en la viña de su Maestro. Hay responsabilidades que cumplir que requieren perseverancia y el ejercicio de todas sus energías. Lo que Dios acepta es el servicio voluntario. Si la verdad que profesamos es de importancia tan infinita como para decidir el destino de las almas, cuán cuidadosos debiéramos ser en su presentación. 

“La senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto”. Proverbios 4:18. Hermano y hermana K, si ustedes hubieran caminado en la luz que brillaba en su camino, si se hubiesen acercado más a Dios, creyendo constantemente en la verdad y caminando con humildad ante Dios en la luz que él ha dado, tendrían ahora una experiencia que sería de inestimable valor. Si hubiesen mejorado los talentos que Dios les prestó, habrían brillado como luces en el mundo. Pero la luz se vuelve tinieblas para aquellos que no caminen en ella. A fin de ser aceptados y bendecidos por Dios como lo fueron nuestros padres, debemos ser fieles, al igual que ellos. Debemos mejorar nuestra luz como los fieles y antiguos profetas mejoraron la suya. Dios requiere de nosotros resultados en armonía con la gracia que nos ha concedido, y no aceptará menos de lo que demanda. Todas sus justas demandas deben ser satisfechas plenamente. A fin de cumplir con nuestras responsabilidades, debemos colocarnos en ese elevado terreno que el orden y el progreso de la verdad bendita y sagrada nos ha preparado.

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El hermano L no comprende la influencia santificadora de la verdad de Dios sobre el corazón. Él no es tan paciente, humilde y tolerante como debiera ser. Se irrita fácilmente; surge el yo, y dice y hace muchas cosas sin la debida reflexión. No ejerce en todo momento una influencia salvadora. Si estuviera imbuido con el Espíritu de Cristo, con una mano podría tomarse del Poderoso, mientras que con la mano de la fe y del amor podría alcanzar al pobre pecador. El hermano L necesita la influencia poderosa del amor divino, porque él renovará y refinará el corazón, santificará la vida, y elevará y ennoblecerá todo el ser. Entonces sus palabras y obras tendrán sabor de cielo antes que de su propio espíritu. 

Si se siembran palabras de vida eterna en el corazón, se producirán frutos de justicia y paz. Mi querido hermano, usted debe vencer el espíritu de autosuficiencia y de importancia propia. Debería cultivar un espíritu dispuesto a ser instruido y aconsejado. No importa lo que otros puedan decir o hacer, usted debiera decir: ¿Qué tiene que ver eso conmigo? Cristo me ha ordenado seguirlo. Usted debiera cultivar un espíritu de mansedumbre. Necesita adquirir experiencia en la piedad genuina, y a menos que la obtenga, no puede ocuparse juiciosamente en la obra de Dios. Su espíritu debe ser suavizado y subyugado siendo obediente a la voluntad de Cristo. En todo momento usted debiera mantener la humilde dignidad de un seguidor de Jesús. Nuestro porte, nuestras palabras y acciones, predican a otros. Somos epístolas vivientes, conocidas y leídas por todos los hombres. 

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Usted debería tener cuidado de no predicar la verdad por rivalidad o contienda, porque si lo hace con toda seguridad tornará la batalla contra usted mismo y promoverá la causa del enemigo antes que la verdad de Dios. Cada vez que se envuelve en un debate, debería hacerlo por un sentido del deber. Si usted hace de Dios su fuerza y se somete a él, y permite que la verdad se lleve la victoria, las estratagemas de Satanás y sus dardos ardientes caerán sobre él, y usted será fortalecido, librado del error y de todo camino falso. Usted necesita ser cauteloso y no avanzar precipitadamente valiéndose de su propia fuerza. La obra es importante y sagrada, y usted necesita mucha sabiduría. Debiera pedir el consejo de sus hermanos que han tenido experiencia en la obra. Pero, sobre toda otra cosa, debiera obtener un conocimiento cabal de sus propias debilidades y peligros, y fortalecer los puntos débiles de su carácter, para que su fe no naufrague.

Estamos viviendo en medio de los peligros de los últimos días, y si tenemos un espíritu de autosuficiencia e independencia estaremos expuestos a los ardides de Satanás y seremos vencidos. Usted debe desechar la importancia propia y ocultarse en Dios, dependiendo sólo de él para su fuerza. Las iglesias no necesitan sus esfuerzos. Si usted está consagrado a Dios, puede trabajar en campos nuevos y Dios trabajará con usted. Dios aceptará la pureza del corazón y la vida. Él no estimará cualquier cosa que no sea esto. Debemos sufrir con Cristo si hemos de reinar con él. 

El hermano M podría haber logrado mucho si años atrás lo hubiera dado todo para Cristo. Él no ha sido santificado mediante la verdad; su corazón no ha sido recto con Dios. Ha ocultado su talento en la tierra. ¿Qué dirá el que usó mal sus talentos cuando el Maestro le pida que dé cuenta de su mayordomía? El hermano M no ha honrado la causa de Dios. Es peligroso contender con la providencia de Dios y estar insatisfecho con casi todo, como si hubiera habido un arreglo especial de las circunstancias para tentar y destruir. La tarea de podar y purificar con el fin de prepararnos para el cielo es una obra grande y nos costará mucho sufrimiento y pruebas, porque nuestras voluntades no están sujetas a la voluntad de Cristo. Debemos pasar por el horno hasta que el fuego haya consumido la escoria y estemos purificados y reflejemos la imagen divina. Aquellos que siguen sus inclinaciones y están gobernados por las apariencias no son buenos jueces de lo que Dios está haciendo. Están llenos de descontento. Ven fracaso donde ciertamente hay triunfo, una gran pérdida donde hay ganancia; y, como Jacob, están listos para exclamar: “Contra mí son todas estas cosas” (Génesis 42:36), cuando las mismas cosas de las que se quejan están todas obrando conjuntamente para su bien. 

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Si no hay cruz, no hay corona. ¿Cómo puede uno ser fuerte en el Señor sin pruebas? Para tener fuerza debemos hacer ejercicio. Para tener una fe fuerte, debemos ser colocados en circunstancias donde nuestra fe sea ejercitada. El apóstol Pablo, justo antes de su martirio, exhortó a Timoteo: “Participa de los sufrimientos del evangelio por el poder de Dios” 2 Timoteo 1:8 (NRV). Se necesita pasar por mucha tribulación para entrar al reino de Dios. Nuestro Salvador fue probado de todas las maneras posibles, y sin embargo triunfó en Dios continuamente. Es nuestro privilegio ser fuertes con la fuerza de Dios bajo todas las circunstancias y gloriarnos en la cruz de Cristo. 

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Experiencia no digna de confianza

Querida hermana N: En la visión que se me dio el 10 de diciembre de 1871, vi que algunas cosas habían sido un gran obstáculo para su recuperación de la salud. Sus rasgos peculiares de carácter le han impedido recibir el beneficio que podría haber recibido, y mejorar su salud como podría haber mejorado. Usted sigue una rutina especial y no se deja apartar de ella. Tiene sus ideas, y las lleva a cabo aunque frecuentemente no están en armonía con las leyes físicas, sino simplemente con su juicio. 

Usted tiene una mente fuerte y una voluntad decidida, y piensa que entiende su propio caso mejor que otros, porque sigue sus sentimientos. Está guiada por sus sentimientos y gobernada por su experiencia. Usted ha probado este plan y aquel otro a su entera satisfacción, y ha llegado a la conclusión de que su juicio era el mejor a seguir en su propio caso. ¿Pero cuál ha sido su norma? Respuesta: Sus sentimientos. Ahora, mi hermana, ¿qué relación tienen sus sentimientos con los hechos reales en el caso? Muy poca. Los sentimientos son un criterio pobre, especialmente cuando están bajo el control de una imaginación fuerte y una voluntad firme. Usted posee una mente muy resuelta y tiene ante usted un curso de acción bien delineado; pero no ve su caso desde un punto de vista correcto. Su juicio no es seguro para confiar en él cuando se relaciona con su propio caso. 

Se me mostró que usted ha experimentado cierta mejoría, pero no tanto, ni tan rápido, o tan cabalmente, como podría haber sido, porque ha tomado su caso en sus propias manos. Por esta razón, y para que usted pudiera considerar que es su deber ser guiada por el juicio de los que tienen más experiencia, deseé que usted viniese al Instituto de Salud. Los médicos del Instituto de Salud entienden la enfermedad, sus causas y el debido tratamiento, mejor de lo que usted puede hacerlo; y si usted abandona voluntariamente sus ideas fijas y acepta el juicio de ellos, hay esperanza de que se recupere. Pero si se niega a hacerlo, no veo esperanza de que llegue a ser lo que podría ser con el debido tratamiento.

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Como lo he dicho antes, usted, mi hermana, confía en la experiencia. Su experiencia determina que usted siga cierto curso de acción. Pero lo que muchos denominan experiencia no es experiencia en absoluto; es simplemente hábito, o mera indulgencia seguida ciega y frecuentemente en forma ignorante, con una determinación firme, fija, y sin una reflexión o indagación inteligente relativa a las leyes vigentes en el logro del resultado. 

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