La verdadera experiencia es una variedad de experimentos cuidadosos hechos con la mente libre de prejuicios y no dominada por opiniones y hábitos establecidos previamente. Los resultados se registran con diligencia cuidadosa y con un deseo ansioso de aprender, mejorar y efectuar una reforma en cada hábito que no esté en armonía con leyes físicas y morales. La idea de que otros nieguen lo que usted ha aprendido por experiencia le parece necia e incluso cruel. Pero hay más errores que se adoptan y retienen firmemente debido a ideas falsas acerca de lo que es experiencia, que por ninguna otra causa, porque lo que generalmente se califica como experiencia no lo es en absoluto; ya que nunca ha habido una prueba cabal mediante un experimento real y una investigación acabada, con un conocimiento del principio involucrado en la acción.
Se me mostró que su experiencia no es digna de confianza, porque es contraria a la ley natural. Está en conflicto con los principios inmutables de la naturaleza. La superstición, mi querida hermana, que surge de una imaginación enferma, la pone en conflicto con la ciencia y los principios. ¿Qué cederá? Sus fuertes prejuicios e ideas muy fijas respecto a qué curso de acción es mejor seguir referente a usted le han impedido por largo tiempo sentirse bien. He tenido conocimiento de su caso por años, pero me he sentido incompetente para presentar el asunto de un modo tan claro que usted pueda verlo y comprenderlo, y poner en práctica la luz que se le ha dado.
Hay muchos inválidos hoy que permanecerán siempre así porque no pueden convencerse de que su experiencia no es confiable. El cerebro es la capital del cuerpo, el asiento de todas las fuerzas nerviosas y de la acción mental. Los nervios procedentes del cerebro controlan el cuerpo. Mediante los nervios del cerebro, las impresiones mentales son transmitidas a todos los nervios del cuerpo como por cables telegráficos; y controlan la acción vital de cada parte del sistema. Todos los órganos de movimiento son gobernados por las comunicaciones que reciben del cerebro.
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Si su mente se impresiona y usted se convence de que un baño la perjudicará, la impresión mental se comunica a todos los nervios del cuerpo. Los nervios controlan la circulación de la sangre; por lo tanto la sangre, a través de la impresión de la mente, se restringe a los vasos sanguíneos, y los buenos efectos del baño se pierden. Todo esto es porque la mente y la voluntad impiden que la sangre fluya libremente e irrigue la superficie para estimular, despertar y promover la circulación normal. Por ejemplo, usted tiene la impresión de que si se baña se enfriará. El cerebro envía esta información a los nervios del cuerpo, y los vasos sanguíneos, sujetos en obediencia a su voluntad, no pueden cumplir su función y causar una reacción efectiva después del baño. No hay razón en la ciencia ni en la filosofía por la cual un baño ocasional, tomado con un cuidado deliberado, no debiera producirle sino un beneficio verdadero. Especialmente es así donde se práctica poco ejercicio para mantener los músculos activos y para facilitar la circulación de la sangre a través del sistema. Un baño libera la piel de la acumulación de impurezas que se están reuniendo constantemente, y mantiene la piel húmeda y elástica, aumentando y uniformando así la circulación.
Las personas sanas de ninguna manera debieran descuidar el baño. De todos modos debieran bañarse tan a menudo como dos veces por semana. Los que no están sanos tienen impurezas de la sangre, y la piel no está en una condición saludable. La multitud de poros, o pequeños orificios, a través de los cuales el cuerpo respira se tapan y llenan de desechos. La piel necesita ser limpiada en forma cuidadosa y cabal, para que los poros puedan hacer su trabajo de liberar el cuerpo de impurezas; por lo tanto, las personas débiles que están enfermas ciertamente necesitan las ventajas y bendiciones del baño por lo menos dos veces por semana, y frecuentemente aun más que esto es positivamente necesario. Ya sea que una persona esté enferma o sana, se respira con mayor libertad y facilidad si se práctica el baño. Mediante él los músculos se vuelven más flexibles, la mente y el cuerpo son igualmente vigorizados, el intelecto gana en inteligencia, y se vivifica cada facultad. El baño es un calmante de los nervios. Promueve la transpiración general, aviva la circulación, vence obstrucciones en el sistema, y actúa benéficamente sobre los riñones y los órganos urinarios. El baño ayuda a los intestinos, el estómago y el hígado, dando energía y nueva vida a cada uno. También promueve la digestión, y en vez de que el sistema se debilite, se fortalece. En lugar de aumentar la propensión a enfriarse, un baño, debidamente tomado, fortalece contra el frío porque la circulación mejora; también los órganos uterinos, que están más o menos congestionados, reciben alivio, porque la sangre es atraída a la superficie y se obtiene una circulación de la sangre más fácil y regular a través de todos los vasos sanguíneos.
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Se dice que la experiencia es la madre de la ciencia. La experiencia genuina es ciertamente superior al conocimiento libresco. Pero los hábitos y costumbres oprimen a los hombres y mujeres como si fueran grilletes, y generalmente echan la culpa a las experiencias sufridas, según lo que se suele entender como experiencia. Muchos han abusado de la preciosa experiencia. Se han aferrado a sus hábitos dañinos, los que decididamente están debilitando la salud física, mental y moral; y cuando usted procura instruirlos, explican su conducta refiriéndose a su experiencia. Pero la verdadera experiencia está en armonía con la ley natural y la ciencia.
Aquí es donde hemos enfrentado las mayores dificultades en asuntos religiosos. Pueden presentarse los hechos más simples y colocarse ante la mente las verdades más claras, respaldadas por la Palabra de Dios; pero el oído y el corazón están cerrados, y el argumento supremamente convincente es: “Mi experiencia”. Algunos dirán: “El Señor me ha bendecido al creer y hacer como lo he hecho; por lo tanto no puedo estar equivocado”. Se aferran a “mi experiencia”, y rechazan las verdades más elevadoras y santificadoras de la Biblia a causa de lo que a ellos les agrada llamar experiencia. Se acarician muchos de los hábitos más crasos bajo el pretexto de la experiencia. Muchos no alcanzan ese mejoramiento físico, intelectual y moral que es su privilegio y deber alcanzar, por defender la confiabilidad y seguridad de su experiencia, aunque esa experiencia errada se oponga a los hechos revelados más claros. Se verá que los hombres y mujeres cuyos hábitos erróneos han destruido su constitución física y su salud recomendarán su experiencia como una guía segura para que otros la sigan, cuando es precisamente esta experiencia lo que los ha despojado de su vitalidad y salud. Podrían darse muchos ejemplos para mostrar cómo ha habido hombres y mujeres que se han engañado al depender de su experiencia.
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El Señor hizo al hombre recto en el comienzo. Éste fue creado con una mente perfectamente equilibrada; el tamaño y la fuerza de todos sus órganos estaban desarrollados en forma perfecta. Adán era un tipo de hombre perfecto. Cada facultad de la mente estaba bien proporcionada, cada una tenía una función peculiar, y sin embargo todas dependían unas de otras para un uso pleno y adecuado de cualquiera de ellas. Se les permitió a Adán y Eva comer de todos los árboles del huerto, excepto de uno. El Señor le dijo a la santa pareja: El día que comiereis del árbol del conocimiento del bien y del mal, ciertamente moriréis. Eva fue seducida por la serpiente para creer que Dios no haría como dijo que haría. “Ciertamente no moriréis”, dijo la serpiente. Eva comió y se imaginó que experimentaba las sensaciones de una vida nueva y más exaltada. Llevó el fruto a su esposo, y lo que tuvo una influencia irresistible sobre él fue la experiencia de ella. La serpiente había dicho que no moriría, y ella no sintió ningún efecto perjudicial del fruto, nada que pudiera interpretarse como significando la muerte; antes bien, tal como había dicho la serpiente, experimentó una sensación placentera que ella imaginó que era como la que sentían los ángeles. Su experiencia estaba en contra de la orden positiva de Jehová, y Adán se dejó seducir por la experiencia de su esposa. Así ocurre con el mundo religioso en general. Se transgreden las órdenes expresas de Dios, y “por cuanto no se ejecuta luego sentencia sobre la mala obra, el corazón de los hijos de los hombres está en ellos dispuesto para hacer el mal”. Eclesiastés 8:11.
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A pesar de las órdenes más positivas de Dios, los hombres y las mujeres seguirán sus propias inclinaciones y luego se atreverán a orar sobre el asunto, para convencer a Dios de que consienta permitirles ir en contra de su expresa voluntad. El Señor no se agrada con tales oraciones. Satanás viene junto a esas personas, como lo hizo con Eva en el Edén, y causa una impresión en ellas, mediante un ejercicio mental al que describen como la experiencia más maravillosa que el Señor les ha dado. Una experiencia verdadera estaría en perfecta armonía con la ley natural y la ley divina. Una experiencia falsa se colocará en contra de la ciencia y de los principios de Jehová. El mundo religioso está cubierto con un triste manto de oscuridad moral. La superstición y el fanatismo controlan las mentes de los hombres y las mujeres, y enceguecen su juicio de modo que no disciernan su deber hacia sus semejantes ni su deber de rendir una obediencia incuestionable a la voluntad de Dios.
Balaam le preguntó a Dios si podría maldecir a Israel, porque al hacerlo tenía la promesa de recibir una gran recompensa. Y Dios dijo: “No irás”; pero los mensajeros lo urgieron y le presentaron mayores incentivos. Se le había mostrado a Balaam la voluntad de Dios sobre este asunto, pero él estaba tan ansioso de conseguir la recompensa que se aventuró a preguntarle a Dios por segunda vez. El Señor le permitió a Balaam que fuera. Luego tuvo una maravillosa experiencia, ¿pero quién querría ser guiado por una experiencia tal? Hay quienes entenderían claramente su deber si estuviera en armonía con sus inclinaciones naturales. Las circunstancias y la razón pueden indicar claramente su deber; pero cuando van en contra de su inclinación natural, estas evidencias son frecuentemente desechadas. Luego estas personas se atreverán a acudir a Dios para saber cuál es su deber. Pero con Dios no se juega. Él permitirá que esas personas sigan los deseos de su propio corazón. “Mi pueblo no oyó mi voz… Los dejé, por tanto, a la dureza de su corazón; caminaron en sus propios consejos”. Salmos 81:11, 12.
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Aquellos que desean seguir un curso de conducta que complazca sus gustos están en peligro de que se les deje seguir sus propias inclinaciones, mientras suponen que son las impresiones del Espíritu de Dios. Mediante las circunstancias y los hechos se les indica a algunos en forma suficientemente clara cuál es su deber; pero debido a las instancias de amigos, en armonía con sus propias inclinaciones, se desvían de la senda del deber y no toman en cuenta las claras evidencias en el caso; luego, con aparente rectitud, oran extensa y fervientemente en busca de luz. Poseen un sentimiento ferviente sobre el asunto e interpretan que esto es el Espíritu de Dios. Pero están engañados. Esta conducta entristece al Espíritu de Dios. Tenían luz, y al comienzo de todo tendrían que haber comprendido su deber; pero unos pocos atractivos agradables encaminan sus mentes en la dirección errónea, y ellos se los presentan al Señor e insisten en su caso, y el Señor les permite que se salgan con la suya. Se inclinan tan fuertemente a seguir su propio curso de acción que Dios les permite que lo hagan y que sufran las consecuencias. Se imaginan que tienen una experiencia maravillosa.
Mi querida hermana, la firmeza es una influencia fuerte y dominante en su mente. Usted ha adquirido fuerza para resistir y luchar contra la oposición, y llevar adelante empresas difíciles e intrincadas. Usted no ama las disputas. Es sumamente sensible y tiene sentimientos profundos. Es estrictamente concienzuda y se la debe convencer [rigurosamente] antes que ceda a las opiniones de otros. Si su salud física no hubiera tenido fallas, usted habría llegado a ser una mujer eminentemente útil. Usted ha estado enferma por largo tiempo, y esto ha afectado su imaginación de modo que sus pensamientos se han concentrado en usted misma, y la imaginación ha afectado al cuerpo. Sus hábitos no han sido buenos en muchos respectos. Su alimentación no ha sido de la cantidad o calidad correctas. Usted ha comido demasiado y de una calidad pobre de alimento, el cual no podía convertirse en una buena sangre. Ha educado al estómago para seguir este tipo de dieta. Su juicio le ha hecho creer que esto era lo mejor, porque era lo que menos la alteraba. Pero ésta no era una experiencia correcta. Su estómago no estaba recibiendo de su alimento el vigor que debería. Ingerido en un estado líquido, su alimento no le daría un vigor o tono saludable al sistema. Pero cuando cambie este hábito y coma más sólidos y menos líquidos, su estómago se sentirá alterado. No obstante, usted no debiera ceder en este punto; debería educar su estómago para llevar una dieta más sólida. Usted ha usado demasiada ropa y al hacerlo ha debilitado la piel. No le ha dado a su cuerpo una oportunidad para respirar. Los poros de la piel, o pequeñas aberturas a través de las cuales el cuerpo respira, se han cerrado, y el sistema se ha llenado de impurezas.
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Su hábito de salir a caballo al aire libre y al sol ha sido muy benéfico. Su vida al aire libre la ha sostenido como para tener la medida de fuerza física que ahora disfruta. Pero usted ha descuidado otro ejercicio que es aun más esencial que éste. Ha dependido de su carruaje para recorrer aun una corta distancia. Ha pensado que si caminaba incluso un corto trecho esto la perjudicaría, y se ha sentido cansada al hacerlo. Pero en esto su experiencia no es digna de confianza.
La misma energía que usted usa al entrar y salir de un carruaje, y al subir y bajar las escaleras, podría igualmente emplearla en caminar y llevar a cabo los deberes corrientes y necesarios de la vida. Usted ha sido muy incompetente en cuanto a los deberes domésticos. No ha sentido que podría cuidar las ropas o la alimentación de su esposo. Ahora bien, mi hermana, esta ineptitud existe más en su imaginación que en su incapacidad para realizar estas tareas. Usted piensa que será cansador y desgastador hacer esto y aquello; y lo es. Pero usted tiene fuerza que si la usa en forma práctica y económica realizaría mucho bien y la haría mucho más útil y feliz. Usted tiene tanto temor de llegar a ser una inútil que no ejercita la fuerza con la que el Señor la ha bendecido. En muchas cosas usted ha ayudado a su esposo. Al mismo tiempo ha puesto a prueba su paciencia y fuerza. Cuando él pensaba que usted podría cambiar algunos de sus hábitos y mejorar, usted ha sentido que él no comprendía su caso. Sus amigos han sentido que usted podría ser más útil en su casa y no tan incompetente. Esto la ha apenado. Usted pensó que ellos no la comprendían. Algunos han insistido neciamente con su opinión sobre su caso, y esto también la ha afligido. Usted ha sentido que Dios, en respuesta a la oración, la ayudaría, y de esta manera ha recibido ayuda muchas veces. Pero usted no ha obtenido esa fuerza física que era su privilegio disfrutar, porque no ha hecho su parte. No ha trabajado en unión plena con el Espíritu de Dios.
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El Señor le ha dado un trabajo para hacer, y él no se propone hacerlo por usted. Usted debiera obrar en base a principios, en armonía con la ley natural, sin tener en cuenta los sentimientos. Debiera empezar a actuar en base a la luz que Dios le ha dado. Quizás no sea capaz de hacer esto de golpe, pero puede hacer mucho avanzando gradualmente por fe, creyendo que Dios será su ayudador, que él la fortalecerá. Usted podría hacer ejercicio caminando y cumpliendo deberes que requieren un trabajo liviano en su familia, y no depender tanto de otros. El saber que puede hacer algo aumentará su fuerza. Si sus manos se emplearan más y su cerebro se ejercitara menos en planear para otros, su fuerza física y mental aumentaría. Su cerebro no está ocioso, pero los otros órganos del cuerpo no realizan el trabajo correspondiente. El ejercicio, para que sea una ventaja definida para usted, debiera ser sistemático y recaer sobre los órganos debilitados para que puedan fortalecerse por el uso. La cura del movimiento es de gran beneficio para una clase de pacientes que están demasiado débiles para hacer ejercicio. Pero todos los que están enfermos y confían en este tratamiento, dependiendo de él, mientras que descuidan ejercitar sus músculos, cometen un gran error.
Hay millares de enfermos y moribundos a nuestro alrededor que podrían sanarse y vivir si lo quisieran; pero su imaginación se lo impide. Temen que empeorarán si trabajan o hacen ejercicio, cuando éste es justamente el cambio que necesitan para sanarse. Sin esto nunca mejorarán. Debieran ejercitar el poder de la voluntad, elevarse por encima de sus dolores y debilidad, ocuparse en un empleo útil y olvidar que tienen espaldas, costados, pulmones y cabezas doloridos. Descuidar el ejercicio de todo el cuerpo, o de una porción de él, acarreará condiciones mórbidas. La inacción de cualquiera de los órganos del cuerpo tendrá como consecuencia una reducción en el tamaño y la fuerza de los músculos, y hará que la sangre circule lentamente a través de los vasos sanguíneos.
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Si hay tareas por hacer en su vida doméstica, usted no piensa que podría hacerlas, sino que depende de otros. A veces le resulta sumamente inconveniente obtener la ayuda que necesita. Frecuentemente usted gasta el doble de la fuerza requerida para efectuar la tarea, en planear y buscar a alguien que le haga el trabajo. Si usted solamente se propusiera hacer esas pequeñas tareas y deberes familiares, recibiría bendiciones y se fortalecería, y su influencia en la causa de Dios sería mucho mayor. Dios hizo a Adán y Eva en el Paraíso, y los rodeó con todo lo que era útil y hermoso. Les plantó un hermoso jardín. No faltó ninguna hierba ni flor ni árbol que podría servir para uso u ornamento. El Creador del hombre sabía que Adán y Eva no podrían ser felices si no estuvieran ocupados. El Paraíso deleitaba sus almas, pero esto no era suficiente; debían tener un trabajo que pusiera en ejercicio los órganos maravillosos del cuerpo. El Señor había hecho los órganos para que se usaran. Si la felicidad hubiera consistido en no hacer nada, se hubiera dejado al hombre, en su estado de santa inocencia, sin ocupación. Pero el que formó al hombre sabía lo que sería para su máxima felicidad, y apenas lo hizo, le asignó una tarea. A fin de ser feliz debía trabajar.
Dios nos ha dado a todos algo que hacer. Al ejecutar los diversos deberes que tenemos que cumplir, que están en nuestro camino, nuestras vidas serán útiles y seremos bendecidos. No sólo los órganos del cuerpo se fortalecerán por el ejercicio, sino que la mente también adquirirá fuerza y conocimiento mediante la actividad de esos órganos. El ejercicio de un músculo, mientras que a otros son dejados sin hacer nada, no fortalecerá los inactivos más que el ejercicio continuo de uno de los órganos de la mente desarrollará y fortalecerá los órganos que no son puestos en uso. Cada facultad de la mente y cada músculo tiene su función característica, y es necesario que todos se ejerciten a fin de desarrollarse debidamente y retener un vigor saludable. Cada órgano y músculo cumplen una función en el organismo viviente. Cada rueda en la maquinaria debe ser una rueda viva, activa, útil. Las obras magníficas y maravillosas de la naturaleza necesitan mantenerse en movimiento activo a fin de cumplir el objetivo para el cual fueron ideadas. Cada facultad tiene una influencia sobre las otras, y todas necesitan ejercitarse a fin de desarrollarse armoniosamente. Si se ejercita un músculo del cuerpo más que otro, el que se usa llegará a ser mucho más grande y destruirá la armonía y belleza del desarrollo del sistema. Una variedad de ejercicios requerirá el uso de todos los músculos del cuerpo.
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Aquellos que son débiles e indolentes no debieran ceder a su inclinación a ser inactivos, privándose así del aire y la luz del sol, sino que debieran practicar ejercicio al aire libre caminando o trabajando en el jardín. Se fatigarán mucho más, pero esto no los perjudicará. Usted, mi hermana, se cansará, pero esto no la dañará; después de ello su descanso será más dulce. La inacción debilita los órganos que no son ejercitados. Y cuando estos órganos se usan, se experimenta dolor y cansancio porque los músculos se han debilitado. No es un buen plan renunciar al uso de ciertos músculos porque se siente dolor cuando se ejercitan. Frecuentemente el dolor se debe al esfuerzo de la naturaleza por dar vida y vigor a aquellas partes que han quedado parcialmente sin vida a causa de la inacción. El movimiento de estos músculos largamente en desuso causará dolor, porque la naturaleza los está despertando a la vida.
Caminar, en todos los casos donde es posible, es el mejor remedio para los cuerpos enfermos, porque en este ejercicio todos los órganos del cuerpo son puestos en uso. Muchos que dependen de la cura del movimiento podrían lograr más a través del ejercicio muscular que lo que los movimientos pueden hacer por ellos. En algunos casos la falta de ejercicio hace que los intestinos y los músculos se debiliten y encojan, y estos órganos que se han debilitado por falta de uso se fortalecerán mediante el ejercicio. No hay ejercicio que pueda sustituir a la caminata. Mediante ella la circulación de la sangre mejora grandemente.
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El uso activo de los miembros será de la mayor ventaja para usted, hermana N. Usted ha tenido muchas ideas propias y ha sido muy sanguínea, lo que la ha perjudicado. Mientras tenga temor de ponerse confiadamente en las manos de los médicos y piense que entiende su caso mejor que ellos, no puede beneficiarse, sino sólo perjudicarse con el tratamiento que ellos le den a su caso. A menos que los médicos puedan obtener la confianza de sus pacientes, jamás podrán ayudarlos. Si usted se prescribe a sí misma y piensa que sabe mejor que los médicos qué tratamiento debiera tener, no puede recibir beneficio. Debe ceder su voluntad y sus ideas, y no querer controlar las cosas para resistir el juicio y consejo de ellos en su caso.
Que el Señor le ayude, mi hermana, para tener no sólo la fe, sino las obras correspondientes.