Testimonios para la Iglesia, Vol. 3, p. 145-155, día 154

Si el hermano C hubiera estado caminando en la luz durante los pocos años últimos, habría sentido el valor de las almas. Si hubiera estado cultivando un amor por la verdad podría haberse capacitado para enseñar la verdad a otros. Podría haber ayudado al hermano D B en su trabajo con la carpa. Por lo menos podría haber asumido las cargas de la iglesia local. Si él hubiese tenido amor por sus hermanos y hubiera sido santificado mediante la verdad, podría haber sido un pacificador en vez de un agitador de conflictos, lo cual, unido a otras dificultades, requirió que el hermano A B no pudiera estar al lado de su hermano en un tiempo sumamente importante, lo que determinó que el hermano D B trabajara mucho más allá de sus fuerzas. Y sin embargo, después que el hermano D B hubo hecho todo lo que podía, no se completó la obra que podría haberse terminado si hubiera habido el interés que tendría que haber habido en _____ para proporcionar ayuda cuando era tan necesaria. Sobre esa iglesia descansa una tremenda responsabilidad por su descuido del deber. 

Se me mostró que el proceder del hermano X al dividir su propiedad entre sus hijos equivalía a transferirles la responsabilidad que él no debería haber abandonado. Ahora ve que el resultado de su conducta no ha aumentado el afecto de sus hijos hacia él. Ellos no han tenido un sentido de obligación y gratitud hacia sus padres por lo que han hecho por ellos. Estos hijos eran jóvenes y sin experiencia. No estaban capacitados para llevar la responsabilidad que fue depositada sobre ellos. Sus corazones no estaban consagrados, y consideraban a amigos leales como si fueran enemigos intrigantes, mientras que aquellos que apartarían a los verdaderos amigos eran aceptados. Estos agentes de Satanás estaban sugiriendo continuamente ideas falsas a las mentes de estos jóvenes, y los corazones de hermanos y hermanas, padre y madre, estaban en desacuerdo.

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El padre X cometió un error. Si hubiera confiado más en los esposos de sus hijas, que amaban la verdad sinceramente, y hubiera estado más dispuesto a ser ayudado por el consejo de estos hombres de experiencia, podrían haberse prevenido grandes errores. Pero ésta es la manera como el enemigo generalmente triunfa en asuntos de administración referentes a la asignación de recursos materiales. 

Fue el designio de Dios que estos casos mencionados fueran revelados para que todos pudieran ver el efecto que el engaño de las riquezas tiene sobre el corazón. El resultado en estos casos, que es evidente para todos, debiera constituir una advertencia a los padres y madres y a los hijos ambiciosos. La Palabra de Dios define la codicia como idolatría. Es imposible que los hombres y mujeres guarden la ley de Dios y amen el dinero. Los afectos del corazón debieran fijarse en las cosas celestiales. Nuestro tesoro debiera depositarse en el cielo, porque donde está nuestro tesoro, allí también estará nuestro corazón.

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Número 22—Testimonio para la iglesia

La educación debida

Tratar con las mentes juveniles es la obra más hermosa en que se hayan empeñado jamás hombres y mujeres. Debe ejercerse el mayor cuidado en la educación de los jóvenes, a fin de variar la manera de instruirlos, con el propósito de despertar las facultades más elevadas y nobles de la mente. Los padres y los maestros no están ciertamente preparados para educar debidamente a los niños si no han aprendido primero la lección del dominio propio, la paciencia, la tolerancia, la bondad y el amor. ¡Qué puesto importante es el de los padres, tutores y maestros! Son muy pocos los que comprenden las necesidades más esenciales de la mente, y cómo se ha de dirigir el intelecto que se desarrolla, los pensamientos y sentimientos en constante crecimiento de los jóvenes. 

Hay una época para desarrollar a los niños, y otra para educar a los jóvenes; es esencial que en la escuela se combinen ambas en extenso grado. Se puede preparar a los niños para que sirvan al pecado, o para que sirvan a la justicia. La primera educación de los jóvenes amolda su carácter, tanto en su vida secular como en la religiosa. Salomón dice: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”. Proverbios 22:6. Este lenguaje es positivo. La preparación que Salomón recomienda consiste en dirigir, educar y desarrollar. Para hacer esta obra, los padres y los maestros deben comprender ellos mismos el “camino” por el cual debe andar el niño. Esto abarca más que tener simplemente un conocimiento de los libros. Abarca todo lo que es bueno, virtuoso, justo y santo. Abarca la práctica de la ternplanza, la piedad, la bondad fraternal y el amor mutuo y hacia Dios. A fin de alcanzar este objetivo, debe recibir atención la educación física, mental, moral y religiosa de los niños.

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La educación de los niños, en el hogar y en la escuela, no debe ser como el adiestramiento de los animales; porque los niños tienen una voluntad inteligente, que debe ser dirigida para que controle todas sus facultades. Los animales necesitan ser adiestrados, porque no tienen razón ni intelecto. Pero a la mente humana se le debe enseñar el dominio propio. Debe educársela para que rija al ser humano, mientras que los animales son controlados por un amo, y se les enseña a someterse a él. El amo es mente, juicio y voluntad para la bestia. Un niño puede educarse de tal manera que no tenga voluntad propia, como el animal. Aun su individualidad puede fundirse con la de aquel que dirige su adiestramiento; para todos los fines y propósitos, su voluntad está sometida a la voluntad del maestro.

Los niños así educados serán siempre deficientes en energía moral y responsabilidad individual. No se les ha enseñado a obrar por la razón y los buenos principios; sus voluntades han sido controladas por otros y su mente no ha sido despertada para que se expanda y fortalezca por el ejercicio. Sus temperamentos peculiares y capacidades mentales, no han sido dirigidos ni disciplinados para ejercer facultades más poderosas cuando lo necesiten. Los maestros no deben detenerse allí, sino que deben dar atención especial al cultivo de las facultades más débiles, a fin de que se cumplan todos los deberes, y se las desarrolle de un grado de fuerza a otro a fin de que la mente alcance las debidas proporciones.

En muchas familias, los niños parecen bien educados, mientras están bajo la disciplina y el adiestramiento; pero cuando el sistema que los sujetó a reglas fijas se quebranta, parecen incapaces de pensar, actuar y decidir por su cuenta. Estos niños han estado durante tanto tiempo bajo una regla férrea sin que se les permitiera pensar o actuar por su cuenta en lo que les correspondía, que no tienen confianza en ellos mismos para obrar de acuerdo con su propio juicio u opinión. Y cuando se apartan de sus padres para actuar por su cuenta, el juicio ajeno los conduce en dirección equivocada. No tienen estabilidad de carácter. No se les ha hecho depender de su propio juicio mientras era posible, y por lo tanto su mente no se ha desarrollado ni fortalecido debidamente. Han estado durante tanto tiempo absolutamente controlados por sus padres, que fían completamente en ellos; sus padres son para ellos mente y juicio. 

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Por otro lado, no se debe dejar a los jóvenes que piensen y actúen independientemente del juicio de sus padres y maestros. Debe enseñárseles a los niños a respetar el juicio experimentado y a ser guiados por sus padres y maestros. Se los debe educar de tal manera que sus mentes estén unidas con las de sus padres y maestros, y se los ha de instruir para que comprendan lo conveniente que es escuchar sus consejos. Entonces, cuando se aparten de la mano guiadora de sus padres y maestros, su carácter no será como el junco que tiembla bajo el viento.

En el caso de que no se les enseñe a los jóvenes a pensar debidamente y actuar por su cuenta, en la medida en que lo permitan su capacidad e inclinación mental, a fin de que por este medio pueda desarrollarse su pensamiento, su sentido de respeto propio, y su confianza en su propia capacidad de obrar, el adiestramiento severo producirá siempre una clase de seres débiles en fuerza mental y moral. Y cuando se hallen en el mundo para actuar por su cuenta, revelarán el hecho de que fueron adiestrados como los animales, y no educados. Su voluntad, en vez de ser guiada, fue forzada a someterse por la dura disciplina de padres y maestros. 

Aquellos padres y maestros que se jactan de ejercer el dominio completo de la mente y la voluntad de los niños que están bajo su cuidado, dejarían de jactarse si pudieran ver la vida futura de los niños así dominados por la fuerza o el temor. Carecen casi completamente de preparación para compartir las severas responsabilidades de la vida. Cuando estos jóvenes ya no estén bajo el cuidado de sus padres y maestros, y estén obligados a pensar y actuar por su cuenta, es casi seguro que seguirán una conducta errónea y cederán al poder de la tentación. No tienen éxito en esta vida; y se advierten las mismas deficiencias en su vida religiosa. Si los instructores de los niños y los jóvenes pudieran ver desplegados delante de ellos el resultado futuro de su disciplina errónea, cambiarían su plan de educación. Esa clase de maestros que se congratulan de dominar casi por completo la voluntad de sus alumnos, no son los que tienen más éxito, aunque momentáneamente las apariencias sean halagadoras.

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Dios no quiso nunca que una mente humana estuviera bajo el dominio completo de otra. Los que se esfuerzan por que la individualidad de sus alumnos se funda en la suya, para ser mente, voluntad y conciencia de ellos, asumen terribles responsabilidades. Estos alumnos pueden, en ciertas ocasiones, parecerse a soldados bien adiestrados. Pero, cuando se elimine la restricción, no actuarán en forma independiente, basados en principios firmes que existan en ellos. Los que tienen por objeto educar a sus alumnos para que vean y sientan que tienen dentro de ellos el poder de ser hombres y mujeres de principios firmes, preparados para afrontar cualquier situación de la vida, son los maestros de mayor utilidad y éxito permanente. Puede ser que su obra no sea vista bajo los aspectos más ventajosos por los observadores descuidados, y que sus labores no sean apreciadas tan altamente como las del maestro que domina la mente y la voluntad de sus alumnos por la autoridad absoluta; pero la vida futura de los alumnos demostrará los mejores resultados de ese mejor plan de educación. 

Existe el peligro de que tanto los padres como los maestros ordenen y dicten demasiado, mientras que no mantienen suficientes relaciones sociales con sus hijos o alumnos. Con frecuencia se muestran demasiado reservados y ejercen su autoridad en una forma fría y carente de ternura, que no puede conquistar el corazón de sus hijos y alumnos. Si se acercaran a los niños y les demostraran que los aman, y manifestasen interés en todos sus esfuerzos, y aun en sus juegos, siendo a veces niños entre los niños, podrían hacer muy felices a éstos y conquistarían su amor y su confianza. Y los niños respetarían y amarían más temprano la autoridad de sus padres y maestros.

Los hábitos y principios de un maestro deben considerarse como de mayor importancia que su preparación literaria. Si es un cristiano sincero, sentirá la necesidad de interesarse por igual en la educación física, mental, moral y espiritual de sus alumnos. A fin de ejercer la debida influencia, debe tener perfecto dominio de sí mismo y su propio corazón debe estar henchido de amor por sus alumnos, cosa que se revelará en su mirada, sus palabras y actos. Debe ser de carácter firme, para poder amoldar la mente de sus alumnos, como también instruirlos en las ciencias. La primera educación de los jóvenes modela generalmente su carácter para toda la vida. Los que tratan con los jóvenes deben ser cuidadosos para despertar sus cualidades mentales, a fin de que sepan dirigir sus facultades de manera que puedan ejercitarlas con el mayor provecho.

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Confinamiento estrecho en la escuela

El sistema de educación llevado a cabo por generaciones ha sido destructivo para la salud y aun para la vida misma. Muchos niños han pasado cinco horas diarias en aulas indebidamente ventiladas, que no son suficientemente grandes como para acomodar en forma saludable a los estudiantes. El aire de esas aulas se convierte pronto en veneno para los pulmones que lo inhalan. A niños pequeños, cuyos miembros y músculos no son fuertes, y cuyos cerebros no están bien desarrollados, se los mantiene encerrados puertas adentro para su perjuicio. Para comenzar, muchos apenas se aferran a la vida. El encierro en la escuela día tras día los vuelve nerviosos y enfermizos. Sus cuerpos han quedado pequeños a causa de su sistema nervioso agotado. Y si la lámpara de la vida se apaga, los padres y maestros no consideran que ellos tuvieron una influencia directa en la extinción de la chispa vital. Cuando están junto a la tumba de los hijos, los afligidos padres consideran su pérdida como un designio especial de la Providencia, cuando, por una ignorancia inexcusable, su propio mal proceder ha destruido la vida de ellos. Atribuir entonces su muerte a la Providencia es una blasfemia. Dios quería que los pequeños viviesen y fuesen disciplinados, para que pudieran tener caracteres hermosos que lo glorificaran en este mundo y lo alabaran en el mundo mejor. 

Los padres y maestros, al asumir la responsabilidad de educar a estos niños, no comprenden el compromiso que asumen ante Dios de familiarizarse con el organismo físico, para que puedan tratar los cuerpos de sus niños y alumnos de tal manera que preserve la vida y la salud. Miles de niños mueren debido a la ignorancia de padres y maestros. Las madres pasarán horas de trabajo innecesario con sus propios vestidos y los de sus hijos arreglándolos a fin de exhibirlos, y luego asegurarán que no pueden encontrar tiempo para leer y obtener la información necesaria a fin de cuidar de la salud de su familia. Piensan que es menos problemático confiar los cuerpos de ellos a los médicos. A fin de estar en conformidad con la moda y las costumbres, muchos padres han sacrificado la salud y las vidas de sus hijos.

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Familiarizarse con el maravilloso organismo humano, los huesos, músculos, estómago, hígado, intestinos, corazón y los poros de la piel, y entender la relación de un órgano con otro para la acción saludable de todos, es un estudio en el cual la mayoría de las madres no se interesan. No saben nada de la influencia del cuerpo sobre la mente y de la mente sobre el cuerpo. Parecen no entender la mente, que vincula lo finito con lo infinito. Cada órgano del cuerpo fue hecho para servir a la mente. La mente es la capital del cuerpo. Por lo general a los niños se les permite comer carnes, especias, manteca, queso, puerco, pasteles grasosos y condimentos. También se les permite comer alimentos insalubres en forma irregular y entre las comidas. Estas cosas hacen su obra de trastornar el estómago, excitando los nervios para una acción antinatural, y debilitando el intelecto. Los padres no comprenden que están sembrando la semilla que producirá enfermedad y muerte.

Muchos niños se han arruinado para toda la vida exigiendo demasiado al intelecto, sin fortalecer las facultades físicas. Muchos han muerto en la infancia debido al proceder de padres y maestros poco juiciosos, que forzaron sus jóvenes intelectos mediante la adulación o el temor, cuando eran demasiado tiernos para ver el interior de un aula. Sus mentes fueron abrumadas con lecciones cuando ni siquiera se las tendría que haber expuesto a la actividad intelectual sino esperar hasta que la constitución física fuera suficientemente fuerte como para soportar el esfuerzo mental. A los niñitos se los tendría que dejar tan sueltos como corderitos para que corran afuera y sean libres y felices; se les deberían conceder las oportunidades más favorables para colocar en ellos el fundamento de una constitución sana. 

Los padres deberían ser los únicos maestros de sus hijos hasta que éstos hayan llegado a los ocho o diez años de edad. Tan pronto como sus mentes puedan comprenderlo, los padres deberían abrir ante ellos el gran libro de la naturaleza de Dios. La madre tendría que tener menos interés por lo artificial en su casa y por la preparación de su vestido para exhibirlo, y encontrar tiempo con el fin de cultivar—en ella y en sus hijos—, un amor por los capullos hermosos y las flores que se abren. Al atraer la atención de sus hijos a los diferentes colores y la variedad de formas de las flores, ella puede hacer que conozcan a Dios, quien hizo todas las cosas hermosas que los atraen y deleitan. Ella puede conducir sus mentes a su Creador y despertar en sus tiernos corazones el amor por su Padre celestial, quien ha manifestado tan grande amor hacia ellos. Los padres pueden asociar a Dios con todas sus obras creadas. La única aula para niños de ocho a diez años debería ser al aire libre, en medio de las flores que se abren y de las hermosas escenas de la naturaleza. Y su único libro de texto debería ser el de los tesoros de la naturaleza. Estas lecciones, grabadas en las mentes de los niños en medio de las escenas agradables y atractivas del ambiente natural, no se olvidarán pronto. 

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A fin de que los niños y jóvenes tengan salud, alegría, vivacidad, y músculos y cerebros bien desarrollados, deberían estar mucho al aire libre y tener ocupación y entretenimiento bien regulados. Los niños y jóvenes a quienes se confina en la escuela con sus libros, no pueden tener una constitución física sana. El ejercicio del cerebro aplicado al estudio, sin el ejercicio físico correspondiente, tiene la tendencia de atraer la sangre al cerebro, y la circulación de la sangre a través del sistema se altera y funciona en forma desequilibrada. El cerebro tiene demasiada sangre y las extremidades muy poca. Debería haber normas que limiten sus estudios a ciertas horas, y luego se debiera dedicar una porción de su tiempo al trabajo físico. Y si sus hábitos de alimentación, vestimenta y sueño armonizan con las leyes físicas, obtendrán una educación que no sacrifique la salud física y mental.

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Deterioro físico de la humanidad

El libro de Génesis contiene un relato bien definido de la vida social e individual, y sin embargo no registro alguno de que un niño naciera ciego, sordo, lisiado, deformado o imbécil. No muestra un solo caso de una muerte natural en la infancia, niñez o temprana adultez. No se informa acerca de hombres y mujeres que murieran de enfermedad. Las notas necrológicas en el libro de Génesis rezan así: “Y fueron todos los días que vivió Adán novecientos treinta años; y murió”. Génesis 5:5. “Y fueron todos los días de Set novecientos doce años; y murió”. Génesis 5:8. Concerniente a otros, el registro declara: Y vivió hasta tener una edad avanzada, y murió. Era tan raro que un hijo muriese antes que el padre que un caso tal se consideró digno de registrarse: “Y murió Harán antes que su padre Taré”. Génesis 11:28. Harán tuvo hijos antes de morir. 

Dios dotó al hombre con una fuerza vital tan grande que éste ha resistido la acumulación de la enfermedad que recayó sobre la raza humana como consecuencia de hábitos pervertidos y ha continuado viviendo por seis mil años. Este hecho en sí es suficiente para evidenciarnos la fuerza y energía eléctrica que Dios le dio al hombre en su creación. Se necesitaron más de dos mil años de delitos y complacencia de las pasiones bajas para acarrearle enfermedad corporal a la humanidad en un grado apreciable. Si Adán, en su creación, no hubiera sido dotado con una fuerza vital veinte veces mayor que la que tienen los hombres actualmente, la raza humana, con sus hábitos actuales de vida en violación de la ley natural, se habría extinguido. En el tiempo del primer advenimiento de Cristo la humanidad se había degenerado tan rápidamente que pesaba sobre esa generación una acumulación de enfermedades, que acarreaba una marea de dolor y un peso de miseria inexpresables. 

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