Testimonios para la Iglesia, Vol. 3, p. 222-231, día 161

Se me mostró que si la juventud en Battle Creek fuera fiel a su profesión, podría ejercer una fuerte influencia para bien sobre sus compañeros jóvenes. Pero una gran porción de la juventud en Battle Creek necesita una experiencia cristiana. No conocen a Dios por experiencia. No poseen un conocimiento personal de la vida cristiana, y deben perecer con los incrédulos a menos que obtengan esta experiencia. La juventud de esta clase sigue la inclinación antes que el deber. Algunos no procuran ser gobernados por principios. No luchan desesperadamente para entrar por la puerta estrecha, temblando de temor por miedo de no poderlo hacer. Confían en ellos mismos, son jactanciosos, orgullosos, desobedientes, ingratos e impíos. Un grupo tal conduce a las almas por el camino ancho que va hacia la ruina. Si Cristo no mora en ellos, no pueden ejemplificarlo en sus vidas y caracteres. 

La iglesia en Battle Creek ha tenido gran luz. Como pueblo han sido favorecidos por Dios en forma peculiar. No se los ha dejado en la ignorancia acerca de la voluntad de Dios hacia ellos. Podrían estar mucho más adelantados de lo que están ahora, si hubieran caminado en la luz. No son ese pueblo separado, peculiar y santo que su fe demanda, y que Dios reconoce y acepta como hijos de la luz. No son tan obedientes y devotos como su exaltada posición y su obligación sagrada como hijos que caminan en la luz requiere que sean. Les ha sido confiado el mensaje de misericordia más solemne que alguna vez haya sido dado al mundo. El Señor ha hecho a esa iglesia la depositaria de sus Mandamientos en un sentido que no se asemeja a ninguna otra. Dios no les mostró su favor especial confiándoles su verdad sagrada para que ellos solos pudieran beneficiarse con la luz que se les dio, sino que la luz reflejada sobre ellos desde el cielo debía resplandecer sobre otros y ser nuevamente reflejada hacia Dios por aquellos que reciben la verdad glorificándolo. Muchos en Battle Creek tendrán una cuenta terrible que dar en el día de Dios por este pecaminoso descuido del deber.

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Muchos de los que profesan creer la verdad en Battle Creek contradicen su fe con sus obras. Son como incrédulos, y se hallan tan lejos de cumplir los requerimientos de Dios y de estar a la altura de su profesión de fe, como estaba la iglesia judía en el tiempo del primer advenimiento de Cristo. Si Cristo apareciera entre ellos, reprobando y reprendiendo el egoísmo, el orgullo y el amor de la amistad con el mundo, como lo hizo en su primer advenimiento, sólo pocos lo reconocerían como el Señor de gloria. No recibirían la descripción que él les presentaría de su descuido del deber, sino que le dirían en su rostro: “Tú estás enteramente equivocado; hemos hecho esto bueno y grande, y cumplido esta y aquella obra maravillosa, y tenemos derecho de ser altamente exaltados por nuestras buenas obras”.

Los judíos no se sumieron en las tinieblas de repente. Fue una obra gradual, hasta que no pudieron discernir el don de Dios al enviarles a su Hijo. La iglesia en Battle Creek ha tenido ventajas superiores, y serán juzgados por la luz y los privilegios que han tenido. Sus deficiencias, su incredulidad, su dureza de corazón, y su descuido en estimar y seguir la luz no son menos que los de los judíos favorecidos por Dios, que rechazaron las bendiciones que podrían haber aceptado y crucificaron al Hijo de Dios. Los judíos son ahora un motivo de asombro y oprobio para el mundo.

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La iglesia en Battle Creek es como Capernaum, a la que Cristo representa como siendo levantada hasta el cielo por la luz y los privilegios que se le habían dado. Si la luz y los privilegios con los que había sido bendecida hubieran sido dados a Sodoma y Gomorra, estas ciudades podrían haber subsistido hasta hoy. Si la luz y el conocimiento que ha recibido la iglesia de Battle Creek hubieran sido dados a las naciones que están en tinieblas, podrían haber estado mucho más adelantadas que esa iglesia. 

La iglesia de Laodicea realmente creyó y disfrutó las bendiciones del evangelio y pensaron que eran ricos en el favor de Dios, cuando el Testigo Verdadero los llamó pobres, desnudos, ciegos y miserables. Éste es el caso con la iglesia de Battle Creek y con una gran parte de los que profesan ser el pueblo que observa los mandamientos de Dios. El Señor mira no como el hombre mira. Sus pensamientos y caminos no son como nuestros caminos.

Las palabras y la Ley de Dios, escritas en el alma y exhibidas en una vida consagrada y santa, ejercen una influencia poderosa para convencer al mundo. La codicia, que es idolatría, y la envidia y el amor al mundo, serán extirpados de los hábitos de los que son obedientes a Cristo, cuyo placer será hacer justicia, amar la misericordia y humillarse ante su Dios. ¡Oh, cuánto abarca este, caminar humildemente ante Dios! La Ley de Dios, si está escrita en el corazón, pondrá la mente y la voluntad en sujeción a la obediencia de Cristo. 

Nuestra fe es peculiar. Muchos que profesan estar viviendo bajo el sonido del último mensaje de misericordia no están separados del mundo en sus afectos. Se inclinan ante la amistad del mundo y sacrifican la luz y los principios para asegurarse su favor. El apóstol describe en estas palabras al pueblo favorecido de Dios: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”. 1 Pedro 2:9. 

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Obra misionera

El 10 de diciembre de 1871 se me mostró que Dios cumpliría una gran obra mediante la verdad si hombres devotos y abnegados se entregaran sin reservas a la obra de presentarla a los que están en tinieblas. Aquellos que tienen un conocimiento de la preciosa verdad y que están consagrados a Dios debieran valerse de toda oportunidad que se les presente para exponer con fuerza la verdad. Los ángeles de Dios están obrando en los corazones y conciencias de la gente de otras naciones, y almas honestas se sienten preocupadas al presenciar las señales de los tiempos en la condición inestable de las naciones. Se levanta la pregunta en sus corazones: ¿Cuál será el fin de todas estas cosas? Mientras Dios y los ángeles están en acción para impresionar los corazones, los siervos de Cristo parecen dormidos. Sólo pocos trabajan en armonía con los mensajeros celestiales. Todos los hombres y mujeres que son cristianos en el pleno sentido de la palabra debieran ser obreros en la viña del Señor. Debieran estar completamente alertas, trabajando celosamente por la salvación de sus semejantes, y tendrían que imitar el ejemplo que el Salvador del mundo les ha dado en su vida de abnegación, sacrificio, y trabajo fiel e intenso.

Ha habido poco espíritu misionero entre los adventistas observadores del sábado. Si los ministros y el pueblo estuvieran suficientemente despiertos, no descansarían en forma indiferente mientras Dios los ha honrado haciéndolos depositarios de su Ley al imprimirla en sus mentes y escribirla en sus corazones. Estas verdades de importancia vital han de probar al mundo; y sin embargo en nuestro propio país hay ciudades, villas y pueblos que nunca han oído el mensaje de amonestación. Jóvenes que se sienten impresionados por las apelaciones que se han hecho pidiendo ayuda en esta gran obra de hacer avanzar la causa de Dios, dan algunos pasos de progreso, pero no asumen la carga de la obra lo suficiente como para lograr lo que podrían. Están dispuestos a hacer una obra pequeña que no requiere esfuerzo especial. Por lo tanto no aprenden a depender enteramente de Dios y mediante una fe viva extraer luz y fuerza de la gran Fuente y Causa para que sus esfuerzos puedan resultar enteramente exitosos. 

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Aquellos que piensan que tienen una obra que hacer para el Maestro no debieran iniciar sus esfuerzos entre las iglesias; debieran ir a territorios nuevos y demostrar sus dones. De esta manera pueden probarse ellos mismos y definir el asunto a su satisfacción, si Dios ciertamente los ha elegido para esta obra. Sentirán la necesidad de estudiar la Palabra de Dios y orar fervientemente en busca de sabiduría celestial y ayuda divina. Al encontrarse con opositores que plantean objeciones a los puntos importantes de nuestra fe, se verán colocados en circunstancias en las que obtendrán una experiencia sumamente valiosa. Sentirán su debilidad y serán inducidos a acudir a la Palabra de Dios y a la oración. En este ejercicio de sus dones estarán aprendiendo y mejorando y obteniendo confianza, valor y fe, y con el tiempo tendrán una experiencia valiosa. 

Los hermanos H comenzaron bien en este trabajo. En su labor no fueron entre las iglesias, sino que salieron a campos nuevos. Comenzaron humildemente. Eran pequeños en su propia opinión y sentían la necesidad de depender completamente de Dios. Estos hermanos, especialmente A H, están ahora frente al gran peligro de volverse autosuficientes. Cuando ha discutido con opositores, la verdad ha obtenido la victoria, y él ha comenzado a sentirse fuerte en sí mismo. Tan pronto como se coloque por encima de la sencillez del trabajo, sus labores dejarán de beneficiar la preciosa causa de Dios. No debiera fomentar un amor por las discusiones, sino tendría que evitarlas cada vez que pueda. Estas luchas con los poderes de las tinieblas mediante debates raramente resultan lo mejor para el avance de la verdad presente. 

Si los jóvenes que comienzan a trabajar en esta causa tuvieran el espíritu misionero, darían evidencia de que Dios ciertamente los ha llamado a servir. Pero cuando no salen a lugares nuevos, sino que se conforman con ir de iglesia en iglesia, dan evidencia de que no llevan sobre ellos la carga del trabajo. Las ideas de nuestros predicadores jóvenes no son suficientemente amplias. Su celo es demasiado débil. Si los jóvenes despertaran y se dedicaran al Señor, serían diligentes cada momento de su tiempo y tratarían de capacitarse para llegar a ser obreros en el campo misionero en vez de volverse combatientes.

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Los jóvenes necesitan capacitarse volviéndose versados en otros idiomas, para que Dios pueda usarlos como instrumentos para comunicar su verdad salvadora a la gente de otros países. Estos jóvenes pueden obtener un conocimiento de otros idiomas aun mientras están ocupados en trabajar para los pecadores. Si ahorran cuidadosamente su tiempo pueden estar cultivando sus mentes y capacitándose para prestar una utilidad más amplia. Si las jóvenes que han llevado sólo poca responsabilidad se dedicaran a Dios, podrían capacitarse para ser útiles estudiando y familiarizándose con otros idiomas. Podrían consagrarse al trabajo de traducir.

Nuestras publicaciones deberían imprimirse en otros idiomas, para que se pueda alcanzar a países extranjeros. Puede hacerse mucho a través de la prensa, pero todavía puede lograrse más si la influencia de las labores del predicador viviente fuera junto con nuestras publicaciones. Se necesitan misioneros para ir a otras naciones con el objeto de predicar la verdad en una manera precavida, cuidadosa. La causa de la verdad presente puede extenderse grandemente mediante el esfuerzo personal. El contacto de la mente individual con otras mentes hará más para quitar el prejuicio que lo que pueden hacer nuestras publicaciones solas, si el trabajo se hace en forma discreta. Aquellos que se ocupan en esta obra no debieran tener en cuenta su comodidad o inclinación, ni debieran amar la popularidad ni la ostentación. 

Cuando las iglesias ven a jóvenes que poseen celo para capacitarse a fin de extender sus labores a ciudades, villas y pueblos que nunca han sido animados a aceptar la verdad, y a misioneros que se ofrecen para ir a otras naciones a fin de llevarles la verdad, las iglesias se animarán y fortalecerán mucho más que si reciben el trabajo de jóvenes sin experiencia. Cuando vean el corazón de sus ministros ardiendo de amor y celo por la verdad, y con un deseo de salvar almas, las iglesias se despertarán. Generalmente éstas tienen los dones y el poder para bendecir y para fortalecerse ellas mismas, y para reunir a las ovejas y los corderos en el redil. Necesitan verse obligadas a depender de sus propios recursos, para que todos los dones que yacen dormidos puedan de esa manera ser llamados a un servicio activo.

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Cuando se establecen iglesias, debiera indicárseles que incluso entre sus propios miembros deben tomarse hombres para llevar la verdad a otros y levantar nuevas iglesias; por lo tanto todos deben trabajar, y cultivar al máximo los talentos que Dios les ha dado, y estar educando sus mentes para ocuparse en el servicio de su Maestro. Si estos mensajeros son puros de corazón y en su vida, si su ejemplo es lo que debiera ser, sus labores serán altamente exitosas; porque ellos tienen una verdad sumamente poderosa, que es clara y coherente, y que tiene en su favor argumentos convincentes. Tienen a Dios de su lado y a los ángeles de Dios para trabajar con sus esfuerzos. 

La razón por la que muchos que predican la verdad han logrado tan poco no es enteramente porque la verdad que llevan sea impopular, sino porque los hombres que llevan el mensaje no están santificados por las verdades que predican. El Salvador retrae sus sonrisas, y la inspiración del Espíritu no está sobre ellos. No es manifiesta la presencia y el poder de Dios para convencer al pecador y limpiarlo de toda injusticia. Es inminente una destrucción repentina sobre la gente, y sin embargo no se sienten alarmados ni temerosos. Ministros no consagrados hacen muy difícil el trabajo para aquellos que los siguen y que tienen sobre sí la carga y el espíritu del trabajo.

El Señor ha influido en personas que hablan otras lenguas y las ha colocado bajo el poder de la verdad, con el fin de capacitarlos para que trabajen en su causa. Los ha puesto al alcance de la oficina de publicaciones, para que sus administradores pudieran valerse de sus servicios si fueran conscientes de las necesidades de la causa. Se necesitan publicaciones en otros idiomas para suscitar interés y un espíritu de investigación en otros países.

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El Señor obró de una manera notable en el corazón de Marcus Lichtenstein y dirigió el camino de este joven hacia Battle Creek para que allí pudiera ser colocado bajo la influencia de la verdad y convertirse, a fin de que pudiera obtener una experiencia [valiosa] y unirse a la oficina de publicaciones. Su educación en la religión judía lo habría calificado para preparar publicaciones. Su conocimiento de hebreo habría sido una ayuda en la oficina en la preparación de publicaciones mediante las cuales se pudiera tener acceso a una clase [de público] que de otro modo no podría alcanzarse. No fue un talento inferior el que Dios dio a la oficina en la persona de Marcus. Su conducta y rectitud estaban en armonía con los principios de las maravillosas verdades que él estaba comenzando a ver y apreciar. 

Pero la influencia de algunos en la oficina apenó y desanimó a Marcus. Estos jóvenes que no lo estimaron como él merecía, y cuya vida cristiana contradecía su profesión de fe, fueron los medios que Satanás usó para separar de la oficina el don que Dios le había dado. Él se fue perplejo, apenado, desanimado. Aquellos que habían tenido años de experiencia y que deberían haber tenido el amor de Cristo en sus corazones, estaban tan separados de Dios por el egoísmo y el orgullo, y por su propia insensatez que no pudieron discernir la obra especial de Dios al relacionar a Marcus con la oficina.

Si aquellos que están vinculados con la oficina hubieran estado alertas y no espiritualmente paralizados, hace mucho que el hermano I se habría conectado con la oficina y ahora podría estar preparado para hacer una buena obra que necesita hacerse en gran manera. Tendría que haber estado ocupado en enseñar a jóvenes y señoritas para que se capacitaran a fin de llegar a ser obreros en campos misioneros.

Muchos que trabajan en la obra han estado medio muertos por ceder a influencias incorrectas. Han estado donde Dios no podía impresionarlos mediante su Espíritu Santo. Y, ¡oh, cómo sufre mi corazón cuando veo cuánto tiempo ha pasado, y que la gran obra que podría haberse hecho queda sin cumplirse porque los que están en posiciones de importancia no han caminado en la luz! Satanás ha estado listo para simpatizar con los hombres que ocupan oficios sagrados y para decirles que Dios no les pide tanto celo e interés abnegado y consagrado como el hermano White espera; y ellos se colocan descuidadamente en la silla cómoda de Satanás, y el enemigo siempre vigilante, perseverante, los ata con cadenas de oscuridad mientras ellos piensan que están bien. Satanás trabaja a su mano derecha y a su izquierda, y a su alrededor; y ellos no lo saben. Llaman a las tinieblas luz, y a la luz tinieblas.

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Si los que trabajan en la oficina de publicaciones estuvieran ciertamente ocupados en la obra sagrada de dar el último y solemne mensaje de amonestación al mundo, cuán cuidadosos deberían ser de llevar a la práctica en sus vidas los principios de la verdad que están manejando. Deberían tener corazones puros y manos limpias. 

Nuestra gente vinculada con la oficina no ha estado alerta para mejorar los privilegios que están a su alcance ni para asegurarse todo el talento y la influencia que Dios les ha provisto. Casi todos los relacionados con la oficina fracasan grandemente en comprender la importancia y el carácter sagrado de la obra. El orgullo y el egoísmo existen en muy alto grado, y los ángeles de Dios no se sienten atraídos a la oficina como lo estarían si los corazones fueran puros y estuviesen en comunión con Dios. Los que trabajan en la oficina no han tenido un sentido vivido de que las verdades que estaban manejando eran de origen celestial, ideadas para cumplir una obra verdadera y especial, como lo hizo la predicación de Noé antes del Diluvio. Así como la predicación de Noé amonestó y probó a los habitantes del mundo antes que las aguas del Diluvio los destruyeran y barrieran de la faz de la tierra, de la misma manera la verdad de Dios para estos últimos días está haciendo una obra similar de amonestar y probar al mundo. Las publicaciones que salen de la oficina llevan el sello del Eterno. Están siendo esparcidas por toda la tierra y están decidiendo el destino de las almas. Ahora se necesitan grandemente hombres que puedan traducir y preparar nuestras publicaciones en otros idiomas de modo que el mensaje de amonestación pueda ir a todas las naciones y probarlas mediante la luz de la verdad, para que los hombres y las mujeres, al ver la luz, puedan apartarse de la transgresión y volverse a la obediencia de la Ley de Dios.

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Debiera aprovecharse cada oportunidad para extender la verdad a otras naciones. Esto se verá acompañado de gastos considerables, pero los gastos de ninguna manera debieran obstruir el rendimiento de esta obra. Los recursos son de valor sólo cuando se usan para promover los intereses del reino de Dios. El Señor les ha prestado medios a los hombres precisamente con este propósito, para usarlos en enviar la verdad a sus semejantes. Hay una gran cantidad de recursos sobrantes en las filas de los adventistas del séptimo día. Y el hecho de rehusarlos egoístamente a la causa de Dios está cegando sus ojos a la importancia de la obra de Dios, haciendo que les sea imposible discernir la solemnidad de los tiempos en que vivimos, o el valor de las riquezas eternas. No ven el Calvario en su debida luz, y por lo tanto no pueden apreciar el valor del alma por la cual Cristo pagó un precio tan infinito.

Los hombres invertirán recursos en lo que más valoran y en lo que piensan que les reportará mayores ganancias. Cuando los hombres corren grandes riesgos e invierten mucho en empresas mundanales, pero no están dispuestos a arriesgar o invertir mucho en la causa de Dios para enviar la verdad a sus semejantes, evidencian que valoran sus tesoros terrenales de la misma manera [o] mucho más que los celestiales, como lo muestran sus obras.

Si los hombres depositaran sus tesoros terrenales sobre el altar de Dios, y trabajaran tan celosamente para asegurarse el tesoro celestial como lo hicieron para ganar el terrenal, invertirían recursos alegre y gozosamente doquiera pudieran ver una oportunidad para hacer bien y ayudar en la causa de su Maestro. Cristo les ha dado evidencias inequívocas de su amor y fidelidad hacia ellos, y les ha confiado medios para examinar y probar su fidelidad hacia él. Él dejó el cielo, sus riquezas y gloria, y por causa de ellos se hizo pobre, para que ellos, a través de su pobreza, pudieran ser enriquecidos. Después de mostrar así su condescendencia para salvar al hombre, Cristo le pide no menos que eso para que él se niegue a sí mismo y use los medios que Jesús le ha prestado para salvar a sus semejantes, y de ese modo dar evidencia de su amor por su Redentor y mostrar que valora la salvación que le ha sido traída mediante tal sacrificio infinito.

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