Testimonios para la Iglesia, Vol. 3, p. 361-370, día 174

Las reprensiones siempre lastiman la naturaleza humana. Sin embargo muchas son las almas que han sido destruidas por la simpatía imprudente de sus hermanos; porque, debido a que los hermanos simpatizaron con ellos, pensaron que ciertamente se había abusado de ellos, y que el reprensor estaba completamente equivocado y demostraba mal espíritu. La única esperanza para los pecadores en Sion es ver completamente sus errores y confesarlos, y apartarse de ellos. Los que se interponen para destruir el filo del reproche cortante que Dios envía, diciendo que el reprensor estaba parcialmente equivocado y que el reprobado no estaba justamente en lo correcto, agradan al enemigo. Cualquier medio que Satanás pueda idear para hacer que los reproches pierdan completamente su efecto, logrará su propósito. Algunos culparán al que Dios ha enviado con un mensaje de advertencia, diciendo: Es demasiado severo; y al hacerlo, llegan a ser responsables por el alma del pecador a quien Dios deseaba salvar, y a quien, porque lo amaba, envió una corrección para que pudiera humillar su alma ante Dios y desechar sus pecados. Estos falsos simpatizantes tendrán una cuenta que arreglar con el Maestro en una ocasión futura por su obra de muerte. 

Hay muchos que profesan creer la verdad, que están ciegos hacia sus propios peligros. Acarician la iniquidad en sus corazones y la practican en sus vidas. Sus amigos no pueden leer sus corazones, y frecuentemente piensan que los tales están en lo correcto.

Black Hawk, Colorado, 12 de agosto de 1873.

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Soñar despierto

Querida hermana E: Se me ha mostrado que usted necesita una conversión completa. Usted ha aceptado la verdad, pero no ha recibido las bendiciones que trae la verdad, porque no ha experimentado su poder transformador. Usted está en peligro de perder ambos mundos a menos que experimente una obra de gracia más cabal en su corazón y a menos que su voluntad sea puesta en conformidad con la mente y la voluntad de Cristo.

Usted no está ahora en la huella correcta para obtener esa paz y felicidad que el creyente genuino, humilde y portador de la cruz, está seguro de recibir. Usted tiene el molde del carácter de su padre. Tiene una disposición egoísta; no comprende esto, pero es así. Sus principales pensamientos son para usted, para agradarse a sí misma, para hacer las cosas que más le complacen, sin interesarle la felicidad de los que la rodean. Usted está cometiendo un error en la búsqueda de la felicidad. Si la encuentra, será en el cumplimiento del deber y el olvido del yo. Mientras sus pensamientos se concentren tanto en usted, no puede ser feliz.

Usted descuida de ocuparse alegremente en la obra que Dios le ha dejado para hacer. Pasa por alto los deberes comunes y sencillos que están directamente en su camino, y su mente desvaría pensando en algún trabajo más grande, que se imagina que será más compatible con su gusto, y que suplirá el vacío que hay en su vida, la aridez de su alma. Seguramente usted se chasqueará aquí. La obra que Dios le ha dejado para hacer es asumir los deberes comunes y cotidianos que están a su alrededor, y realizar los deberes sencillos y domésticos de la vida con alegría, no mecánicamente, sino poniendo su corazón en lo que hace, realizando con su corazón, como también con sus manos, los deberes sencillos que están delante suyo.

Usted no procura hacer felices a otros; sus ojos no están abiertos, tratando de discernir qué cosas pequeñas puede hacer, qué pequeñas atenciones en las cortesías diarias de la vida puede mostrar a sus padres y a los miembros de la familia. Usted ha sentido demasiado que era una virtud aislarse de la familia y rumiar sus pensamientos infelices y su experiencia desdichada, recogiendo espinas, y solazándose en herirse con ellas. Usted cede al hábito de soñar despierta, que debe romperse. Deja deberes sin hacer. Descuida el trabajo que debe hacer para socorrer a otros por el placer de complacerse en sus meditaciones desdichadas. Usted no se conoce. ¡Acometa el deber! Despierte y emprenda su deber descuidado. Redima el pasado mediante la fidelidad futura. Haga el trabajo que tiene por delante y, al cumplir fielmente el deber, se olvidará de usted misma y no tendrá tiempo para meditar y volverse melancólica, y sentirse displicente e infeliz.

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Tiene que aprender casi todo en la experiencia cristiana. No está mejorando tan rápido como podría, y como debería, si alguna vez va a obtener la vida eterna. Ahora está formando un carácter para el cielo o uno que la excluirá del Cielo. Ha tenido su mente y sus pensamientos tan concentrados en su propia persona, que no ha comprendido qué debe hacer a fin de llegar a ser una verdadera seguidora del manso y humilde Jesús. Usted ha descuidado sus deberes domésticos. Ha sido una nube y una sombra en la familia, cuando era su privilegio esparcir luz y ser una bendición para los seres queridos que están a su alrededor. Usted ha sido quisquillosa, irritable y desdichada cuando en realidad no había ninguna razón para que fuera así. No ha estado alerta para ver qué podría hacer para levantar las cargas que lleva su madre y para bendecir a sus padres en toda forma posible. Usted ha acudido a sus padres y hermanas para que le ayuden a ser feliz y para que la atiendan, para que trabajen para usted, mientras sus pensamientos han estado centrados en usted misma. No ha tenido la gracia de Dios en su corazón, mientras que se ha engañado pensando que realmente estaba adelantada en el conocimiento de la voluntad divina.

Usted ha estado lista para conversar con aquellos que no son de nuestra fe, cuando es imposible para usted presentar una razón inteligente de nuestra fe ante ellos. En esto no representa correctamente la verdad y hace mucho más daño a la causa de la verdad que bien. Si usted hablara menos en vindicación de nuestra fe y estudiara más su Biblia y permitiera que su conducta fuera de tal carácter que testificara que la influencia de la verdad era buena en su corazón y en su vida, haría mucho más bien que meramente hablando, mientras carece de fidelidad en tantas cosas.

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Si usted es cuidadosa en seguir el ejemplo de nuestro abnegado y sacrificado Redentor, que siempre estaba tratando de hacer bien y bendecir a otros, pero sin buscar la comodidad y el placer y los deleites para sí mismo, entonces bendecirá a otros con su influencia. En nuestro trato con la sociedad, en la familia, o en cualesquiera relaciones que trabemos en la vida, sean ellas limitadas o extensas, hay muchas maneras por las cuales podemos reconocer a nuestro Señor, y muchas maneras por las cuales le podemos negar. Podemos negarle en nuestras palabras, por hablar mal de otros, por conversaciones insensatas, bromas y burlas, por palabras ociosas o desprovistas de bondad, o prevaricando al hablar contrariamente a la verdad. Con nuestras palabras podemos confesar que Cristo no está en nosotros. Con nuestro carácter podemos negarle, amando nuestra comodidad, rehuyendo los deberes y las cargas de la vida que alguien debe llevar si nosotros no lo hacemos, y amando los placeres pecaminosos. También podemos negar a Cristo por el orgullo de los vestidos y la conformidad al mundo, o por una conducta descortés. Podemos negarle amando nuestras propias opiniones, y tratando de ensalzar y justificar el yo. Podemos también negarle permitiendo que la mente se espacie en un sentimiento de amor enfermizo y meditando en nuestra supuesta mala suerte y pruebas. 

Nadie puede confesar verdaderamente a Cristo delante del mundo, a menos que vivan en él la mente y el espíritu de Cristo. Es imposible comunicar lo que no poseemos. La conversación y la conducta deben ser una expresión verdadera y visible de la gracia y verdad interiores. Si el corazón está santificado, será sumiso y humilde, los frutos se verán exteriormente, y ello será una muy eficaz confesión de Cristo. Las palabras y la profesión de fe no bastan. Usted, hermana mía, debe tener algo más que esto. Está engañándose a sí misma. Su espíritu, su carácter y sus acciones no manifiestan un espíritu de mansedumbre, abnegación y caridad. Las palabras y la profesión de fe pueden expresar mucha humildad y amor, pero si la conducta no está regida por la gracia de Dios, no se participa del don celestial, no se ha abandonado todo para Cristo, la voluntad no se ha rendido para seguirle a él. 

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Usted peca y niega a su Salvador al espaciarse en pensamientos lúgubres, al acumular pesares y tomar prestadas aflicciones. Introduce en el día de hoy las aflicciones de mañana, amarga su corazón, impone cargas y nubes a los que la rodean y se fabrica pruebas. El precioso tiempo de gracia que Dios le ha dado para que haga bien y se enriquezca con buenas obras, usted lo emplea imprudentemente en pensamientos de pesar y en edificar castillos en el aire. Deja que su imaginación se espacie en temas que no le traerán alivio ni felicidad. Sus sueños se oponen directamente a que obtenga una experiencia sana e inteligente en las cosas de Dios y una idoneidad moral para una vida mejor.

Recibida en el corazón, la verdad de Dios puede hacernos sabios para salvación. Al creerla y obedecerla, recibiremos gracia suficiente para los deberes y las pruebas de hoy No necesitamos la gracia para mañana. Debemos comprender que hemos de tratar tan sólo con el día de hoy. Venzamos hoy; neguémonos a nosotros mismos; velemos y oremos ahora. Obtengamos victorias en Dios hoy. Las circunstancias y el ambiente que nos rodean, los cambios que se realizan diariamente alrededor nuestro y la Palabra escrita de Dios que discierne y prueba todas las cosas bastan para enseñarnos nuestro deber y lo que debemos hacer día tras día: En vez de permitir que nuestra mente se espacie en pensamientos de los cuales no obtenemos beneficio alguno, debemos escudriñar las Escrituras diariamente y cumplir en la vida cotidiana los deberes que tal vez ahora nos resulten penosos, pero que alguien debe cumplir.

Las bellezas de la naturaleza tienen una lengua que habla incesantemente a nuestros sentidos. El corazón abierto puede ser impresionado por el amor y la gloria de Dios, que se notan en las obras de sus manos. El oído atento puede oír y comprender las comunicaciones de Dios mediante las obras de la naturaleza. Hay una lección en el rayo de sol, y en los diversos objetos de la naturaleza que Dios presenta a nuestra vista. Los campos verdes, los altos árboles, los pimpollos y las flores, la nube pasajera, la lluvia que cae, el arroyo que murmura, el sol, la luna y las estrellas del firmamento, todas estas cosas atraen nuestra atención y meditación y nos invitan a conocer al Dios que lo hizo todo. Las lecciones que se pueden aprender de los diversos objetos del mundo natural son las siguientes: Ellos son obedientes a la voluntad de su Creador, nunca niegan a Dios ni rehúsan obedecer cualquier indicación de su voluntad. Los seres caídos son los únicos que se niegan a rendir plena obediencia a su Hacedor. Sus palabras y obras están en discrepancia con Dios y se oponen a los principios de su gobierno. 

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Sus pensamientos no son elevados. Hay suficiente [belleza] en el mundo natural como para inducirla a amar y adorar a su Creador. Hay materia de reflexión sin necesidad de encerrarse para alimentarse de esperanzas chasqueadas e imaginaciones pervertidas. No se prepare para hablar con incrédulos y para entrar en discusión con aquellos que se oponen a la verdad, porque usted no está equipada con conocimiento de la Escritura para hacer esto. Usted ha descuidado el estudio de su Biblia. Puede recomendar mejor la verdad mediante la mansedumbre de su vida y el fiel cumplimiento de sus deberes diarios. Si es concienzudamente estricta para hacer su parte, y es fiel y empeñosa para ver qué puede y qué debería hacer en favor de aquellos por quienes trabaja, entonces representará mejor la verdad. La mejor manera como puede recomendar la verdad no es por discusión ni hablando, sino viviéndola diariamente, llevando una vida consecuente, modesta, humilde como un discípulo de Cristo.

Es triste estar descontento con lo que nos rodea o con las circunstancias que nos han colocado donde nuestros deberes parecen humildes e intrascendentes. Los deberes personales y humildes son desagradables para usted; y está inquieta, ansiosa e insatisfecha. Todo esto brota del egoísmo. Piensa en usted misma más de lo que otros piensan en su persona. Usted se ama más de lo que ama a sus padres, hermanas y hermano, y más de lo que ama a Dios. Desea un trabajo más agradable para el cual piensa que estará mejor equipada. No está dispuesta a trabajar y esperar en la humilde esfera de acción donde Dios la ha colocado, hasta que él la pruebe y usted demuestre su capacidad e idoneidad para una posición más elevada. “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad”. Mateo 5:5. El espíritu de mansedumbre no es un espíritu de descontento; sino que es directamente lo opuesto.

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Los profesos cristianos que están siempre quejándose y lamentándose, y que parecen creer que la felicidad y un rostro alegre son un pecado, no profesan la verdadera religión. Los que consideran el escenario hermoso de la naturaleza como si fuera un cuadro muerto, que prefieren contemplar las hojas muertas más bien que recoger las hermosas flores frescas, que se deleitan con morbidez en el lado melancólico del lenguaje que les habla el mundo natural, que no aprecian la belleza de los valles vestidos de verde y de las altas cimas de las montañas, que cierran sus oídos a la voz gozosa de la naturaleza, que es dulce música para el oído que la escucha, los tales no están en Cristo. No andan en la luz, sino que juntan para ellos mismos tinieblas y lobreguez, cuando podrían tener alegría y ver nacer en su corazón la bendición del Sol de Justicia con sanidad en sus rayos. 

Mi joven hermana, usted está viviendo una vida imaginaria. No puede detectar o darse cuenta de una bendición en nada. Se imagina problemas y pruebas que no existen; exagera pequeñas molestias convirtiéndolas en pruebas dolorosas. Ésta no es la mansedumbre que Cristo bendijo. Es un descontento no santificado, rebelde, impropio de una hija. La mansedumbre es una gracia preciosa, dispuesta a sufrir silenciosamente, dispuesta a soportar pruebas. La mansedumbre es paciente y se esfuerza por ser feliz bajo toda circunstancia. La mansedumbre está siempre agradecida y compone sus propios cantos de felicidad, haciendo una melodía en el corazón de Dios. La mansedumbre sufrirá chascos e injusticias, y no se vengará. La mansedumbre no ha de ser taciturna ni malhumorada. Un temperamento adusto es lo opuesto a la mansedumbre, porque esto sólo hiere y da dolor a otros, y no encuentra satisfacciones para sí. 

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Usted acaba de entrar en la escuela de Cristo. Todavía tiene casi todo por aprender. No se viste ahora extravagantemente, pero se enorgullece de la apariencia. Desea vestirse con menos sencillez. Piensa considerablemente más en el vestido que lo que debiera. Cristo la invita: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”. Mateo 11:28-30. Someta su cuello al yugo que Cristo impone y encontrará en esta sumisión la misma felicidad que ha tratado de obtener para sí en su propia manera siguiendo su propio curso de conducta. 

Usted puede estar contenta si somete incluso sus pensamientos a la voluntad de Cristo. No debiera demorarse sino escudriñar cuidadosamente su propio corazón y morir al yo diariamente. Quizás usted pregunte: ¿Cómo puedo dominar mis propias acciones y controlar mis emociones interiores? Muchos que no profesan el amor de Dios controlan su espíritu en una medida considerable sin la ayuda de la gracia especial de Dios. Cultivan el dominio propio. Éste es ciertamente un reproche para los que saben que de Dios pueden obtener fuerza y gracia, y sin embargo no exhiben las gracias del Espíritu. Cristo es nuestro modelo. Fue manso y humilde. Aprenda de él e imite su ejemplo. El Hijo de Dios era sin tacha. Debemos apuntar a esta perfección y vencer como él venció, si queremos sentarnos a su mano derecha. 

Usted tiene peculiaridades de carácter que necesitan ser severamente disciplinadas y controladas en forma resuelta antes que pueda con alguna seguridad entrar en la relación matrimonial. Por lo tanto debiera desterrar de su mente el matrimonio hasta que venza los defectos de su carácter, porque no sería una esposa feliz. Ha descuidado la tarea de educarse a sí misma para un trabajo doméstico sistemático. No ha visto la necesidad de adquirir hábitos de laboriosidad. El hábito de disfrutar del trabajo útil, una vez formado, nunca se perderá. Entonces estará preparada para que se la coloque en cualquier circunstancia en la vida, y será idónea para el cargo. Aprenderá a amar la actividad. Si disfruta del trabajo útil, su mente estará ocupada con su empleo, y no encontrará tiempo para ceder a fantasías ilusorias. 

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El conocimiento del trabajo útil le impartirá a su mente inquieta e insatisfecha, energía, eficiencia y una dignidad apropiada, modesta, que infundirá respeto. Usted se conoce muy poco; desconoce los engaños de su propio corazón. El corazón es engañoso más que todas las cosas y desesperadamente perverso. Escudriñe su corazón cuidadosamente, y tome tiempo para la meditación y la oración. A menos que perciba los defectos de su carácter y con sinceridad genuina corrija sus errores, no puede ser una discípula de Cristo. 

A usted le encanta pensar y hablar acerca de hombres jóvenes. Interpreta sus cortesías como una consideración especial hacia usted. Se ilusiona de que se la estima mucho más de lo que realmente sucede. Su conversación debiera tratar de temas provechosos, que refinen y eleven. Mi querida niña, usted no está cultivando hábitos de franqueza y sinceridad. Su corazón no es recto. Su influencia no es buena sobre los jóvenes, porque no tiene la mente de Cristo; sin embargo, se jacta de que ha progresado mucho en la vida cristiana.

Debe comenzar una reforma en la familia de su padre. Usted lleva la estampa del carácter de su padre. Debiera esforzarse por evitar sus errores y sus extremos. Si verdaderamente es una discípula de Cristo, verá un trabajo importante que hacer en su hogar. Cada familia puede ser una escuela perpetua. Las hermanas mayores pueden ejercer una fuerte influencia sobre los miembros más jóvenes de la familia. Los más jóvenes, al presenciar el ejemplo de los mayores, serán guiados más por el principio de la imitación que por los preceptos repetidos a menudo. La hija mayor debiera siempre sentir que le corresponde el deber cristiano de ayudar a la madre a atender sus muchas cargas fatigosas. Las horas que se pasan en la cama, durmiendo, o en meditaciones sombrías, son peores que perdidas, mientras que los hombros de algunos en la familia se doblegan para llevar la carga pesada y penosa.

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Las hijas mayores pueden ayudar en la educación de los miembros más jóvenes de la familia. Aquí hay una oportunidad excelente para usted, la de enseñar con bondad a los menos adelantados, diligentemente y teniendo ante usted el temor del Señor. Puede ganar los afectos de aquellos a quienes trata de ayudar. Puede tener aquí una de las mejores escuelas para ejercitar las gracias cristianas. Usted no ama a los niños. En realidad, no ama nada que requiera un esfuerzo resuelto, serio, perseverante. Usted no ama la aplicación constante. Ama el cambio y la variedad, y constantemente está buscando algo que le agrade y le dé felicidad. Necesita autoeducación, y puede obtenerla ahora mejor que en cualquier tiempo futuro. Tiene que cambiar casi en todo aspecto de su vida, y quiera Dios ayudarle a emprender el trabajo sin demora. Sólo los puros, los buenos y los santos morarán con Cristo cuando él venga en su reino.

Usted no puede obtener el Cielo sin esfuerzo ferviente, perseverante. Como se la ve a la luz del Cielo, su vida hasta aquí ha sido sin propósito y casi sin utilidad. Ahora tiene la oportunidad de redimir el tiempo y de lavar el manto de su carácter en la sangre del Cordero. Dios le ayudará si usted siente su necesidad de la ayuda divina. Su justicia no es de valor ante Dios. Será victoriosa al fin sólo a través de los méritos de Cristo. Y si puede estar entre aquellos que serán salvados con salvación eterna, el Cielo habrá valido la pena.

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