Testimonios para la Iglesia, Vol. 3, p. 547-556, día 191

Su lentitud para tomar decisiones en relación con la causa y la obra de Dios es a veces dolorosa. No es en absoluto necesaria. La acción pronta y decidida puede lograr grandes resultados. Usted generalmente está dispuesto a trabajar cuando se siente con predisposición para ello, listo para actuar cuando puede ver claramente qué es lo que debe hacerse; pero falla en prestarle a la causa ese beneficio que podría darle si fuera expeditivo y decidido en el momento crítico, y si venciera el hábito de la vacilación y la demora que ha marcado su carácter y retardado grandemente la obra de Dios. En casos de grandes crisis, a menos que sea vencido, este defecto resultará desastroso para la causa y fatal para su propia alma. Deben adquirirse la puntualidad y la acción decidida, porque usted no tiene esas cualidades. En la guerra y las batallas de las naciones a menudo se gana más con un buen liderazgo en la acción rápida que con un encuentro intenso y mortal con el enemigo. 

La capacidad de hacer negocios con prontitud, y sin embargo hacerlos en forma cabal, es una gran adquisición. Mi hermano, usted realmente sintió que su conducta cautelosa y vacilante era recomendable, que era más bien una virtud que un error. Pero por lo que el Señor me ha revelado en este asunto, estos movimientos lentos de su parte han obstruido grandemente la obra de Dios y han hecho que muchas cosas fueran dejadas sin hacer, las que en justicia deberían haber sido hechas con prontitud. Ahora le será difícil hacer en su carácter los cambios que Dios le requiere que haga, porque en su juventud le resultó difícil ser puntual y actuar rápidamente. Cuando el carácter está formado y se han fijado los hábitos, y las facultades mentales y morales se han vuelto firmes, es más difícil desaprender hábitos erróneos y actuar con presteza. Usted debiera comprender el valor del tiempo. No tiene excusas por dejar el trabajo más importante, aunque desagradable, esperando verse enteramente libre de hacerlo, o esperando que llegará a ser menos desagradable, mientras que ocupa su tiempo en asuntos agradables que no son realmente importantes. Usted primero debiera hacer el trabajo que debe hacerse y que implica los intereses vitales de la causa, y sólo emprender los asuntos menos importantes después que los más esenciales han sido hechos. La puntualidad y la decisión en la obra de Dios son altamente esenciales. Las demoras son virtualmente derrotas. Los minutos son oro y debieran aprovecharse al máximo. Las relaciones terrenales y los intereses personales siempre debieran ser secundarios. Nunca debería permitirse que la causa de Dios sufra, en un solo detalle, a causa de nuestros amigos terrenales o familiares más queridos. 

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“Y dijo a otro: Sígueme. Él le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre. Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios. Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa. Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios”. Lucas 9:59-62. 

Ningún lazo ni consideración terrenal debiera pesar ni siquiera por un momento en la balanza contra el deber a la causa y la obra de Dios. Jesús cortó su conexión con todas las cosas para salvar a un mundo perdido, y requiere de nosotros una consagración plena y completa. Hay sacrificios que deben hacerse para favorecer los intereses de la causa de Dios. El sacrificio de los sentimientos es el más agudo que se requiere de nosotros; sin embargo después de todo es un sacrificio pequeño. Usted tiene abundancia de amigos, y si los sentimientos están al menos santificados, no necesita sentir que está haciendo un sacrificio muy grande. No deja a su esposa entre los paganos. No se lo llama a hollar el ardiente desierto africano o a enfrentar prisiones y pruebas a cada paso. Ni intente que lo compadezcan ni permite que los sentimientos humanos y las consideraciones personales se mezclen con sus esfuerzos y labores por la causa de Dios. Él demanda un servicio desinteresado y voluntario. Usted lo puede rendir, y sin embargo cumplir con todos sus deberes para con su familia; pero mantenga esto como un asunto secundario. 

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Mi esposo y yo hemos cometido errores al consentir en asumir responsabilidades que otros deberían llevar. Al comienzo de esta obra se necesitaba un hombre para proponer, ejecutar con determinación y dirigir, batallando contra el error y obstáculos elevados. Mi esposo llevó la carga más pesada y enfrentó la más decidida oposición. Pero cuando llegamos a ser un cuerpo plenamente organizado, y varios hombres fueron escogidos para actuar en puestos de responsabilidad, entonces era el momento apropiado para que mi esposo dejara de llevar por más tiempo las responsabilidades y las cargas pesadas. Esta labor le correspondía a más de uno. Aquí es donde sus hermanos cometieron el error de urgirlo, y él el de consentir a continuar bajo las cargas y responsabilidades que había llevado solo por años. Debería haber depuesto esas cargas hace años, las que tendrían que haberse dividido con otros hombres elegidos para actuar en favor del pueblo. Satanás se sentiría complacido en tener la mente de un hombre y el juicio de un hombre controlando las mentes y el juicio de aquellos que creen la verdad presente. 

Frecuentemente mi esposo ha sido dejado casi solo para ver y sentir las necesidades de la causa de Dios y para actuar prestamente. Sus hermanos en el liderazgo no tenían un intelecto deficiente, pero carecían de una mente dispuesta a permanecer en el cargo que mi esposo ha ocupado. Inconsistentemente permitieron que un paralítico llevara las cargas y responsabilidades de esta obra, las que ninguno de ellos podía soportar con sus nervios fuertes y sus músculos firmes. A veces él ha usado evidente severidad y ha hablado de tal manera que ha ofendido. Cuando él ha visto a otros que podrían haber compartido sus cargas, evitando responsabilidades, ha sentido tristeza en su corazón y ha hablado impulsivamente. No fue colocado en esta posición irrazonable por el Señor, sino por sus hermanos. Su vida ha sido apenas un poco mejor que una especie de esclavitud. Las pruebas constantes, las preocupaciones que lo acosaban, el trabajo mental agotador, no han sido valorados por sus hermanos. Él ha llevado una vida sin goces, y sus desdichas han aumentado con las quejas de sus hermanos ministros que se negaban a hacer lo que podrían haber hecho. La naturaleza ha sido maltratada vez tras vez. Mientras sus hermanos han encontrado faltas en él por hacer tanto, no se adelantaron para asumir su parte de responsabilidad, sino que han estado demasiado dispuestos a hacerlo responsable por todo. Usted vino noblemente a llevar responsabilidades cuando no había otros que las levantaran. Si sus hermanos en el ministerio hubieran cultivado una disposición a levantar las cargas que tendrían que haber llevado, mi esposo no habría visto y hecho tanto trabajo que necesitaba hacerse y que él pensó que no se debía descuidar. 

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Dios no ha permitido que la vida de mi esposo termine ignominiosamente. Él lo ha sostenido. Pero el hombre que cumple doble trabajo, que acumula el trabajo de dos años en uno, está quemando su vela por las dos puntas. Todavía hay un trabajo para que mi esposo realice que él debería haber hecho hace años. Ahora necesitaría tener menos luchas, perplejidades y responsabilidades de la vida, y estar madurando, suavizándose y elevándose para su último cambio. Ahora él debería economizar su fuerza. No debiera permitir que las responsabilidades de la causa descansen sobre él tan pesadamente, sino que debiera permanecer libre de esas cargas, donde los prejuicios y la suspicacia de sus hermanos no perturben su paz.

Dios ha permitido que la preciosa luz de la verdad brille sobre su Palabra e ilumine la mente de mi esposo. Mediante su predicación y sus escritos, él puede reflejar sobre otros los rayos de luz que proceden de la presencia de Jesús. Pero al servir a las mesas, haciendo negocios en conexión con la causa, se ha visto privado, en gran medida, del privilegio de usar su pluma y de predicar a la gente. 

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Él ha sentido que fue llamado por Dios para salir en defensa de la verdad, y para reprobar, a veces severamente, a aquellos que no estaban obrando con rectitud en la obra. La presión de las preocupaciones y la aflicción de la enfermedad a menudo lo han hundido en el desánimo, a veces ha visto las cosas en una luz exagerada. Sus hermanos han tomado ventaja de sus palabras y de su manera expeditiva de ser, lo que ha estado en marcado contraste con el trabajo lento de ellos y sus estrechos planes de operación. Le han atribuido a mi esposo motivos y sentimientos que él no merecía. El amplio contraste entre ellos y él parecía como un golfo; pero este vacío podría haberse salvado fácilmente si estos hombres de intelecto hubieran puesto sus intereses en forma indivisa y todo su corazón en la obra de edificar y hacer avanzar la preciosa causa de Dios. 

Podríamos ejercer una influencia constante en este lugar, en la cabeza de la obra, lo que promovería la prosperidad de nuestras instituciones. Pero la conducta de otros que no hacen lo que podrían, que están sujetos a tentación y que, si su camino se entrecruza, desprestigiarían nuestros esfuerzos más fervientes por la prosperidad de la causa de Dios, nos obliga a buscar un asilo en otra parte donde podamos trabajar en forma más ventajosa y con menos peligro de ser aplastados bajo la carga. Dios nos ha dado gran libertad y poder con su pueblo en Battle Creek. Cuando vinimos a este lugar el verano pasado, nuestro trabajo comenzó seriamente, y desde entonces ha continuado siempre. Ha sobrevenido una perplejidad y dificultad tras otra, demandando un trabajo exigente para corregir las cosas. 

Cuando el Señor mostró que el hermano D podría ser el hombre para el lugar, si permanecía humilde y dependía de la fuerza divina, no cometió un error craso ni escogió al hombre equivocado. Por un tiempo el hermano D tuvo un verdadero interés en el trabajo y actuó como un padre en el Instituto de Salud. Pero se volvió jactancioso y autosuficiente. Persiguió un rumbo equivocado. Cedió a la tentación. Las excusas que los directores dieron por su descuido del deber son todas erróneas. El haber volcado las responsabilidades sobre el hermano y la hermana White es algo que se registra contra ellos. Simplemente descuidaron su deber porque era desagradable. 

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Vi que se necesitaba ayuda en la costa del Pacífico. Pero Dios no quería que asumiéramos las responsabilidades o lleváramos las perplejidades que pertenecen a otros. Podemos permanecer como consejeros y ayudarles con nuestra influencia y nuestro juicio. Podemos hacer mucho si no somos inducidos a ponernos bajo la carga y llevar el peso que otros debieran llevar, y que es importante para ellos que lleven a fin de obtener una experiencia necesaria. Tenemos asuntos importantes que poner por escrito que la gente necesita grandemente. Tenemos luz preciosa sobre la verdad bíblica que debiéramos decir a la gente. 

Se me mostró que Dios no se propuso que mi esposo llevara las cargas que ha llevado durante los últimos cinco meses. Se ha dejado que caiga sobre él la carga del trabajo en conexión con la causa. Esto ha ocasionado perplejidad, cansancio y debilidad nerviosa, lo que ha traído como resultado desaliento y depresión. Desde el comienzo de la causa ha habido una falta de acción armoniosa de parte de sus hermanos. Sus hermanos en el ministerio han amado la libertad. No han llevado las responsabilidades que podrían haber cumplido, y han fallado en ganar la experiencia que podrían haber tenido para capacitarlos a fin de permanecer en los puestos de mayor responsabilidad relativos a los intereses vitales de la causa de Dios en el tiempo presente. Justificaron su negligencia en llevar responsabilidades con el argumento de que temían desprestigiarse más adelante. 

La religión que profesamos está teñida por nuestra disposición y nuestros temperamentos, por lo tanto es de máxima importancia que mediante el ejercicio fortalezcamos los puntos débiles de nuestro carácter y que se debiliten los puntos duros, desfavorables, trabajando en la dirección opuesta y fortaleciendo las cualidades inversas. Pero algunos hermanos no han hecho lo que podrían y deberían haber hecho, y lo que le habría dado a mi esposo suficiente ánimo y ayuda como para continuar llevando algunas responsabilidades a la cabeza de la iglesia. Sus compañeros de trabajo no avanzaron independientemente, acudiendo a Dios en busca de luz a fin de saber cuál era su deber; no siguieron en las providencias que Dios había abierto ni consultaron juntos en cuanto a planes de operación ni se unieron en sus planes y maneras de trabajar. 

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Desde que vinimos a Míchigan el verano pasado, el Señor ha bendecido las labores de mi esposo en una manera especial. Ha sido sostenido de un modo muy notable para hacer el trabajo que era tan necesario que se hiciera. Si los asociados con él hubieran estado alertas para ver y entender las necesidades de la causa de Dios en nuestro último campestre de Míchigan, se podrían haber realizado las muchas cosas que no estaban hechas. Se fracasó al no enfrentar las necesidades de la ocasión. Si el hermano A se hubiera mantenido con buen ánimo en Dios, caminando en la luz, listo para ver qué había que hacer, y ejecutando el trabajo con presteza, estaríamos ahora meses adelantados en nuestro trabajo, y hace mucho tiempo podríamos haber estado trabajando para establecer la imprenta en la costa del Pacífico. Dios no puede ser glorificado cuando caemos en un estado singular de lobreguez y luego permanecemos bajo esa nube. La luz brilla, aunque no comprendamos su bendición; pero si con toda diligencia nos esforzamos para acercarnos a la luz, y si avanzamos tal como si brillara, pronto saldremos de la oscuridad y encontraremos que nos rodea la luz. 

En nuestro último campestre los ángeles de Dios vinieron en una forma especial con su poder para iluminar, sanar y bendecir tanto a mi esposo como al hermano Waggoner. Se ganó allí una victoria preciosa que nunca debería perder su influencia. Se me mostró que Dios, en una manera especial, había dado a mi esposo muestras de su amor y cuidado, y también de su gracia sustentadora. Él tuvo en cuenta su celo y devoción a su causa y al trabajo. Esto siempre tendría que haber inducido a mi esposo a ser humilde y agradecido. 

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Dios necesita soldados en su ejército. Tendrá hombres que, cuando deban tomarse decisiones importantes, serán tan leales al deber como la brújula al polo; hombres cuyos intereses especiales y personales sean absorbidos, como ocurrió con nuestro Salvador, en el gran interés general de la salvación de las almas. Satanás juega con las debilidades de la mente humana cada vez que se le permite hacerlo; y se aprovecha del tiempo y el lugar exacto donde puede beneficiarse más y realizar el mayor daño a la causa de Dios. Un descuido en hacer lo que podríamos hacer, y que Dios requiere que hagamos en su causa, es un pecado que no puede ser mitigado con excusas de circunstancias o condiciones, porque Jesús ha hecho provisión para todo en cada emergencia. 

Mi hermano, al llevar a cabo la obra de Dios usted será colocado en una variedad de circunstancias que requerirán serenidad y dominio propio, pero que lo capacitarán para adaptarse a las circunstancias y peculiaridades de la situación. Entonces puede actuar sin sentirse avergonzado. Usted no debiera subestimarse en cuanto a su capacidad para hacer su parte en las diversas demandas de la vida práctica. Cuando sea consciente de deficiencias, póngase a trabajar de inmediato para remediar esos defectos. No confíe en otros para que suplan sus deficiencias, mientras usted sigue indiferente, como si fuera natural que su manera peculiar de ser deba siempre permanecer así. Aplíquese seriamente a remediar estos defectos, para que pueda ser perfecto en Cristo Jesús, sin faltar nada. 

Si usted se forma una opinión demasiado elevada de sí mismo, pensará que sus labores son de mayor importancia de lo que realmente son, y abogará por una independencia individual que bordea en la arrogancia. Si usted va al otro extremo y se forma una opinión personal demasiado baja, se sentirá menoscabado y dejará una impresión de inferioridad que limitará grandemente la influencia que podría tener para el bien. Debiera evitar ambos extremos. Los sentimientos no deben controlarlo; las circunstancias no necesitan afectarlo. Usted puede formar una apreciación correcta de su persona, que resultará una salvaguardia contra ambos extremos. Puede actuar en forma digna sin una vana confianza propia; puede ser condescendiente y ceder sin sacrificar el respeto propio o la independencia personal, y su vida será de gran influencia sobre aquellos que pertenecen a las clases altas como a las bajas. 

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Hermano A, su peligro ahora es el de verse afectado por los informes. Sus labores son decididamente prácticas, minuciosas y penetrantes. Usted somete a la gente a pruebas y requerimientos muy rigurosos. Esto es necesario a veces; pero sus labores están teniendo demasiado este carácter, y perderán su fuerza a menos que estén mezcladas con más de la gracia enternecedora y animadora del Espíritu de Dios. Usted permite que las palabras de sus familiares y amigos especiales influyan sobre sus asuntos y afecten sus decisiones. Les da crédito demasiado rápidamente e incorpora sus puntos de vista dentro de sus propias ideas y demasiado a menudo lo que ellos dicen lo desvía. Usted necesita estar en guardia. Las familias en _____, con las que usted está tan estrechamente relacionado, han ejercido su influencia. Su juicio, sus sentimientos, sus opiniones, influyen sobre ellos y, a su vez, ellos influyen sobre usted; y una fuerte corriente estará fluyendo en dirección equivocada a menos que usted sea enteramente humilde y esté cabalmente consagrado a Dios. Todos los elementos de estos vínculos familiares son naturalmente independientes y conscientes, y, a menos que estén especialmente equilibrados y controlados por el Espíritu de Dios, se inclinan por ir a los extremos.

Nunca, nunca, se deje influenciar por rumores. Nunca permita que su conducta sea influenciada por sus parientes más queridos. Ha llegado el tiempo cuando se necesita ejercer la mayor sabiduría respecto a la causa y la obra de Dios. Se necesita criterio para saber cuándo hablar y cuándo guardar silencio. El deseo de ser compadecido conduce a la imprudencia de un carácter grave al expresar los sentimientos a otros. Su aspecto frecuentemente incita a la compasión cuando sería mejor para usted que no la recibiera. Es un deber importante para todos familiarizarse con el tenor de su conducta de día en día y los motivos que impulsan sus acciones. Necesitan familiarizarse con los motivos particulares que impulsan los actos particulares. Cada acción de sus vidas es juzgada, no por la apariencia externa, sino por el motivo que la impulsó. 

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Todos debieran cuidar los sentidos, no sea que Satanás obtenga la victoria sobre ellos; porque son las avenidas que conducen al alma. Podemos ser tan severos como queramos al disciplinarnos a nosotros mismos, pero debemos ser muy cautelosos de no empujar las almas a la desesperación. Algunos sienten que el hermano White es demasiado severo al hablar de manera enfática a los individuos, al reprobar lo que piensa que está mal en ellos. Puede correr el riesgo de no ser tan cuidadoso en su manera de reprender, de no dar oportunidad para la reflexión; pero algunos de los que se quejan de su manera de reprobar usan el lenguaje más cortante, reprobatorio, condenatorio, sin criterio, para dirigirse a una congregación, y sienten que han desahogado sus almas y hecho una obra buena. Pero los ángeles de Dios no siempre aprueban dicha labor. Si el hermano White le hace sentir a un individuo que no está haciendo bien, si es demasiado severo hacia esa persona y necesita que se le enseñe a modificar sus modales, a suavizar su espíritu, cuánto más necesario es que sus hermanos de ministerio sientan la falta de lógica de hacer sufrir a una gran congregación con reprensiones cortantes y denuncias fuertes, cuando los verdaderamente inocentes deben sufrir con los culpables. 

Es peor, mucho peor, dar expresión a los sentimientos en una gran congregación, disparando a cualquiera y a todos, que ir a los individuos que pueden haber hecho mal y reprobarlos personalmente. El carácter ofensivo de este discurso severo, arrogante, denunciatorio en una reunión grande es de una índole mucho más grave a la vista de Dios que el hecho de reprender en forma personal, individual, considerando que el número es mayor y la censura más general. Siempre es más fácil dar expresión a los sentimientos ante una congregación, porque hay muchas personas presentes, que ir a los que han errado y, cara a cara con ellos, declararles abierta, franca, llanamente, su conducta equivocada. Pero traer a la casa de Dios sentimientos fuertes contra individuos y hacer sufrir a todos los inocentes como también a los culpables, es una manera de trabajar que Dios no aprueba y que hace daño antes que bien. Demasiado a menudo ha sido el caso que se han dado a una congregación discursos llenos de críticas y denuncias. No fomentan un espíritu de amor en los hermanos. No tienden a estimular en ellos una manera espiritual de pensar para guiarlos a la santidad y al cielo, sino que en sus corazones se despierta un espíritu de amargura. Estos sermones muy fuertes que cortan a una persona en pedazos son a veces positivamente necesarios para despertar, alarmar y convencer. Pero a menos que lleven las características especiales de estar dictados por el Espíritu de Dios, hacen mucho más daño que el bien que pueden hacer. 

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