Testimonios para la Iglesia, Vol. 3, p. 580-590, día 194

Ambos, J y K, carecen de comprensión y amor hacia los que están fuera de sus propias familias. Están en peligro de ver los defectos de otros mientras que en ellos existen males mayores no percibidos. Si estas queridas almas alguna vez han de entrar al cielo, deben morir al yo y obtener una experiencia en el bien hacer. Tienen lecciones que aprender en la escuela de Cristo a fin de perfeccionar caracteres cristianos y mantenerse unidos a Cristo. Dijo Jesús a sus discípulos: “De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”. Mateo 18:3. Él les explicó lo que quería decirles. No quería que se volvieran como niños en el entendimiento, sino en la malicia. Los niños no manifiestan sentimientos de superioridad y aristocracia. Son sencillos y naturales en su apariencia. Cristo quisiera que sus seguidores cultivasen modales no afectados, que todo su porte pudiera ser humilde y semejante a Cristo. Nos ha asignado el deber de vivir para el bien de otros. Vino de las cortes reales del cielo a este mundo para mostrar cuán gran interés tenía en el hombre, y el precio infinito pagado por la redención del ser humano muestra que las personas son de un valor tan grande que Cristo sacrificó sus riquezas y honor en las cortes reales para levantarlo de la degradación del pecado.

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Si la Majestad del cielo pudo hacer tanto para mostrar su amor por el hombre, ¡qué no debieran estar dispuestos a hacer los hombres para ayudarse mutuamente a salir del abismo de oscuridad y sufrimiento! Dijo Cristo: “Como yo os he amado, que también os améis unos a otros” (Juan 13:34); no con un amor mayor, porque “nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga sus vida por sus amigos” Juan 15:13. Nuestro amor es frecuentemente egoísta, porque lo confinamos a límites prescritos. Cuando nos coloquemos en estrecha unión y compañerismo con Cristo, nuestro amor y comprensión, así como nuestras obras de benevolencia se profundizarán y ensancharán y fortalecerán con el ejercicio. El amor y el interés de los seguidores de Cristo debe ser tan amplio como el mundo. Aquellos que viven meramente para “mí y lo mío” no alcanzarán el cielo. Dios los llama a ustedes como familia a cultivar el amor, a ser menos sensibles acerca de ustedes mismos y más sensibles a las tristezas y pruebas de otros. El espíritu egoísta que han acariciado toda su vida está representado correctamente por el sacerdote y el levita que pasaron de largo junto al infortunado. Vieron que necesitaba ayuda, pero lo evitaron deliberadamente.

Cada uno de ustedes necesita despertar y enfrentar honestamente la necesidad de abandonar el tren del egoísmo. Mejoren el breve tiempo de prueba que Dios les da, trabajando con todas sus fuerzas para redimir los fracasos de su vida pasada. Dios los ha colocado en un mundo de sufrimiento para probarlos, para ver si serán hallados dignos del don de la vida eterna. Alrededor de ustedes hay quienes tienen aflicciones, que necesitan palabras de comprensión, amor y ternura, y nuestras oraciones humildes y solidarias. Algunos están sufriendo bajo la mano de hierro de la pobreza, algunos con enfermedad, y otros con angustias, desaliento y tristeza. Como Job, ustedes debieran ser ojos para el ciego y pies para el cojo, e inquirir en la causa que no conocen y estudiarla con el propósito de aliviar sus necesidades y ayudar precisamente donde más ayuda necesitan. 

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Necesita cultivar amor por su esposa, esa clase de amor que se expresa en palabras y hechos. Debiera cultivar un afecto tierno. Su esposa tiene una naturaleza sensible, dependiente, y necesita recibir afecto. Cada palabra de ternura, cada expresión de aprecio y de aliento afectuoso, serán recordadas por ella, y redundarán en bendiciones sobre su esposo. Su naturaleza indiferente necesita ser puesta en estrecho contacto con Cristo, para que esa rigidez y reserva fría puedan ser subyugadas y suavizadas por el amor divino. No será un acto de debilidad o un sacrificio de la virilidad y dignidad darle a su esposa expresiones de ternura y comprensión mediante palabras y actos; y que esto no termine dentro del círculo familiar, sino que se extienda a aquellos que están fuera de la familia. L tiene una obra que hacer por sí mismo que nadie puede hacer por él. Puede llegar a ser fuerte en el Señor llevando cargas en su causa. Sus afectos y amor debieran centrarse en Cristo y en las cosas celestiales, y debiera estar formando un carácter para la vida eterna.

La apreciada K tiene ideas muy limitadas de lo que significa ser cristiano. Se ha liberado de las cargas que Cristo llevó por ella. No está dispuesta a llevar la cruz de Jesús y no ha ejercitado de la mejor manera la capacidad, los talentos, que Dios le ha dado. No ha llegado a ser fuerte en fortaleza moral y en valor, ni ha sentido el peso de la responsabilidad individual. No ha querido sufrir oprobio por causa de Cristo, considerando la promesa: “Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros”. 1 Pedro 4:14. “Si sufrimos, también reinaremos con él”. 2 Timoteo 2:12. El Maestro tiene un trabajo para que cada uno haga. Ninguno puede estar ocioso, ninguno puede ser negligente y egoísta, y sin embargo perfeccionar un carácter cristiano. Quiere que todos los miembros de su familia abran sus corazones a la influencia benigna del amor y la gracia de Dios, para que su compasión por otros pueda desbordar las fronteras del yo y los cercos de los muros familiares, como hizo el samaritano en favor del extranjero pobre y sufriente a quien el sacerdote y el levita descuidaron y lo dejaron muriéndose. Se me mostró que hay muchos que necesitan nuestra comprensión y consejo; y cuando consideramos que podemos pasar por este mundo sólo una vez, que nunca podemos regresar para reparar los errores que hemos cometido, ¡cuán importante es que pasemos por él como debemos! 

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Hace un tiempo se me mostró el caso de J. Le fueron presentados fielmente sus errores y faltas; pero en el último cuadro que se me reveló vi que todavía existían las faltas, que ella era fría y carente de ternura para con los hijos de su esposo. Ella no corrige y reprende meramente por ofensas graves, sino por asuntos triviales que debieran pasarse por alto. La crítica constante es mala, y el Espíritu de Cristo no puede morar en el corazón donde ella existe. J se siente inclinada a pasar por alto lo bueno que hay en sus hijos sin una palabra de aprobación, pero está siempre lista para atacar con censuras si ve alguna falta. Esto siempre desanima a los niños y los induce a formar hábitos de descuido. Despierta lo malo en el corazón y hace que éste arroje lodo y suciedad. En los niños que son censurados habitualmente habrá un espíritu de “No me importa”, y frecuentemente se manifestarán malas pasiones sin considerar las consecuencias.

Toda vez que la madre pueda hablar una palabra de alabanza por la buena conducta de sus hijos, debiera hacerlo. Debiera animarlos mediante palabras de aprobación y miradas de amor. Esto será como rayos de sol para el corazón de un niño y lo llevará a cultivar el respeto propio y la dignidad de carácter. La hermana J debiera cultivar la ternura y la comprensión. Debiera manifestar tierno afecto por los hijos sin madre que están bajo su cuidado. Esto sería una bendición para esos niños, conferida por el amor de Dios, y recaería sobre ella nuevamente en afecto y amor.

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Los niños tienen una naturaleza sensible y amante. Fácilmente se los complace y fácilmente se los hace desdichados. Mediante la disciplina bondadosa con palabras y actos amantes, las madres pueden atar a sus hijos a su corazón. Manifestar severidad y ser exigente con los hijos son grandes errores. La firmeza uniforme y un control sereno son necesarios para la disciplina de cada familia. Diga con calma lo que quiere decir, proceda en forma considerada, y cumpla con lo que dice sin desviarse.

Usted se verá recompensada al manifestar afecto en su trato con sus hijos. No cause en ellos aversión al no simpatizar con sus juegos infantiles, sus goces y alegrías. Nunca tenga el ceño fruncido ni permita que se escape de sus labios una palabra dura. Dios escribe todas estas palabras en su libro de registros. Las palabras duras agrian el temperamento y hieren los corazones de los niños, y en algunos casos estas heridas son difíciles de sanar. Los niños son sensibles hacia la menor injusticia, y algunos se desaniman por ello y no prestarán atención a las órdenes dichas en voz alta y airadamente ni se inquietarán por las amenazas de castigo. Demasiado frecuentemente se afirma la rebelión en los corazones de los hijos a través de la disciplina equivocada de los padres, cuando si se hubiera seguido una conducta apropiada, los niños habrían formado caracteres buenos y armoniosos. Una madre que no tiene perfecto control de sí misma no es idónea para tener la conducción de los hijos. 

El hermano M está moldeado por el temperamento enérgico de su esposa. En cierta medida se ha vuelto egoísta como ella. Su mente está ocupada casi completamente por “mí y lo mío”, con exclusión de otras cosas infinitamente más importantes. No ocupa su lugar en la familia como padre de su rebaño ni lleva una conducta uniforme con sus hijos, libre de prejuicios y de influencias. Su esposa no es una verdadera madre para sus hijos sin madre, y jamás podrá serlo sin una transformación. El hermano M, como padre de sus hijos, no ha permanecido en el puesto que Dios quisiera. Estos niños sin madre son pequeñitos de Dios, preciosos a su vista. El hermano M tiene por naturaleza un carácter tierno, refinado, afectuoso, generoso y sensible, mientras que su esposa es exactamente lo opuesto. En vez de que él moldeé y suavice el carácter de su esposa, ella lo está transformando a él.

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Él piensa que a fin de tener paz debe ignorar lo que le preocupa. Ha descubierto que no debe esperar que su esposa se someta y ceda su opinión. Ella dominará; llevará a la práctica sus ideas a cualquier costo. A menos que ambos se empeñen seriamente en sus esfuerzos por reformarse, no obtendrán la vida eterna. Han tenido luz, pero se han descuidado en seguirla. El amor egoísta al mundo ha cegado sus percepciones y endurecido sus corazones. J necesita ver que a menos que ponga a un lado su egoísmo, y venza su voluntad y su mal genio, no puede tener el cielo. Ella echaría a perder todo el cielo con estos elementos de su carácter. Amonesto a la Hermana J que se arrepienta. Le ruego en el nombre de mi Maestro que se despierte rápidamente de su indiferencia estúpida, que preste atención al consejo del Testigo Fiel y Verdadero, y que se arrepienta celosamente, porque está poniendo su alma en peligro.

Dios es misericordioso. Aceptará ahora la ofrenda de un corazón quebrantado y un espíritu contrito. ¿Se excusará la hermana J como lo hicieron el levita y el sacerdote, de no ver y sentir las aflicciones de otros, y seguirá de largo? Dios la considera responsable de descuidar el deber al no manifestar compasión y amor hacia los desafortunados. Ella no guarda los mandamientos de Dios que le muestran claramente su deber hacia su prójimo. Cristo le dijo al intérprete de la ley: “Haz esto, y vivirás”. Lucas 10:28. Así que un descuido del deber hacia nuestro prójimo resultará en nuestra pérdida de la vida eterna.

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Exclusividad de la familia

K, pobre criatura, como muchos otros tiene por delante un trabajo que nunca había soñado. Se ha apartado de Dios. Sus pensamientos se concentran demasiado en ella misma, y busca agradar al mundo, no mediante el amor desinteresado por las almas, tratando de guiarlas a Cristo, sino por su falta de espiritualidad y su conformidad con el mundo en espíritu y en obras. Ella debiera morir al yo y obtener una experiencia en el bien hacer. Es fría y carente de ternura. Necesita que todo este espíritu glacial e inaccesible sea subyugado, que sea derretido con el sol del amor de Cristo. Se encierra mucho en sí misma. Dios vio que era una pobre planta raquítica, que no llevaba fruto, nada sino hojas. Los pensamientos de ella estaban ocupados casi exclusivamente con “mí y mío”. Misericordiosamente él ha estado podando esta planta de su amor, cortando las ramas, para que las raíces puedan entrar más profundamente. Ha estado tratando de atraer a esta hija a sí mismo. Su vida religiosa ha sido casi enteramente estéril. Ella es responsable por el talento que Dios le ha dado. Puede ser útil, puede ser una colaboradora de Cristo si derriba el muro de egoísmo que la ha aislado de la luz y el amor de Dios.

Hay muchos que necesitan nuestra comprensión y consejo, pero no aquel consejo que implica superioridad en el dador e inferioridad en el recipiente. K necesita el amor suavizador y enternecedor de Dios en su corazón. Las miradas y tonos de la voz debieran modularse con cuidadosa consideración y con un amor tierno y deferente. Cada mirada y cada tono de voz que implica la idea de “Soy superior”, enfrían la atmósfera de su presencia y se asemeja más a un carámbano que a un rayo de luz que da calor. Mi hermana, su influencia es categórica. Usted moldea a aquellos con quienes se asocia, o de lo contrario no puede estar de acuerdo con ellos. No tiene la menor intención de ser moldeada por la mejor influencia de otros ni de ceder su juicio y sus opiniones ante ellos. Usted razonará buscando su conveniencia y justificará sus ideas y su conducta. Si no convence a otros, recurrirá vez tras vez al mismo punto. Este rasgo de su carácter sería valioso si estuviera santificado para Dios y controlado por su Espíritu Santo; pero si no, resultará en una maldición para usted y una maldición para otros. Afirmaciones y consejos que tienen el sabor de un espíritu dictatorial no son un buen fruto. Usted necesita el amor enternecedor de Cristo en su corazón, el cual se reflejará en todos sus actos hacia su familia y hacia todos los que son colocados bajo su influencia. 

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Temo, temo grandemente, que J no llegará al cielo. Ama tanto al mundo y las cosas del mundo que no le sobra amor para Jesús. Está tan cubierta de egoísmo que la luz iluminadora del cielo no puede penetrar las paredes frías, oscuras, del amor propio y la autoestima que ella ha estado construyendo por toda una vida. El amor es la llave para abrir los corazones, pero la preciosa planta del amor no ha sido cultivada. J ha cegado por tanto tiempo sus ojos a su egoísmo que ahora no puede discernirlo. Ha tenido tan poca religión experimental que en el corazón ella es del mundo, y me temo que este mundo es todo el cielo que ella alguna vez tendrá. Su influencia sobre su esposo no es buena. Ha sido desviado por ella y no ve la necesidad de ser fortalecido por la gracia de Dios para mantenerse de parte de lo recto con verdadero valor moral. Ella no sólo falla en comprender y hacer la obra que Dios le requiere, sino que ejerce una influencia irresistible para retener a su esposo y atarle las manos. Y en gran medida ha tenido éxito. Él está cegado.

El hermano M debiera considerar que Dios tiene derechos sobre él que están por encima de toda relación terrenal. Necesita el colirio, las vestiduras blancas y el oro, para que pueda tener un carácter simétrico y una abundante entrada en el reino de Dios. Nada sino una conversión completa puede alguna vez abrir el alma de su esposa para ver sus errores y confesar sus faltas. Ella tiene que hacer grandes cambios, que no ha hecho porque no ha comprendido su verdadera condición y no ha podido ver la necesidad de una reforma. Lejos de estar dispuesta a aprender del Maestro celestial, que era manso y humilde de corazón, ella considera que la mansedumbre es servilismo; y estima como degradante y humillante un espíritu digno, y la humildad de corazón para considerar a otros mejores que ella.

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J tiene un espíritu terminante, autoritario, orgulloso y voluntarioso. No ve nada particularmente deseable en un espíritu manso y calmado para que ella lo ambicione. Para ella este valioso ornamento posee tan poco valor que no puede consentir en usarlo. Demasiado frecuentemente tiene un espíritu de resentimiento que está tan opuesto al Espíritu de Dios como el este está del oeste. La verdadera bondad es una joya de gran valor a la vista de Dios. Un espíritu manso y sereno no estará siempre buscando la felicidad para sí, sino que procurará olvidarse de sí mismo y encontrará dulce contentamiento y verdadera satisfacción en hacer felices a otros.

En la providencia de Dios, la hermana N ha sido separada de la familia de su padre. Aunque comparte con otros las características de la relación familiar, el hecho de llevar grandes responsabilidades la ha inducido a olvidarse de ella misma y la ha interesado en las aflicciones ajenas. En cierta medida, ha abierto su corazón en solidaridad y amor por la familia de Dios, interesándose en los demás. La obra y la causa de Dios han ocupado su atención. En cierto grado, ha sentido que los pobres mortales caídos son una gran hermandad. Ha tenido que educarse para pensar por otros, actuar por otros, y olvidarse del yo; y sin embargo no ha cultivado por otros, tan cabalmente como debiera, el interés, la comprensión y el afecto que los seguidores de Cristo necesitan. Necesita tener más compasión y ser menos justicieros y rígidos. Cuando daba su interés y tiempo al gran tema de la reforma pro salud procuró alcanzar a otros aparte de sí misma. Al hacerlo fue bendecida. Cuanto más hace por el bien de otros, más cosas encuentra para hacer y más se siente inclinada a realizar.

Su trabajo por otros frecuentemente la lleva donde se necesita ejercer fe para poder superar situaciones penosas. Pero son contestadas oraciones fervientes, y la fe, el amor y la confianza en Dios se fortalecen. Se gana experiencia mediante reiteradas perplejidades y pruebas. Dios está moldeando el corazón en algo más semejante a él mismo. Y sin embargo el yo clama constantemente por obtener la victoria. La hermana N necesita cultivar más ternura y solícito interés en su trato diario con los demás. Necesita esforzarse para subyugar el yo. Si es ciertamente una cristiana sentirá que debe dedicar la mejor parte de su vida, y si es necesario toda la vida, al trabajo altruista y paciente y así mostrar su amor por el Maestro. Sin esta experiencia no alcanzará la perfección del carácter cristiano.

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La hermana N ha dado algunos pasos de progreso, y la farnilia considera que ella los ha abandonado, lo cual es una prueba muy dolorosa para ellos. No sienten que tenga ahora los mismos intereses y afectos y objetivos en la vida como ellos. Creen que ya no pueden gozar más, como antes, el compañerismo de su hermana. Consideran que es culpable, que ha cambiado, y que sus simpatías ya no se identifican más con las de ellos. La razón de esta falta de integración de sentimientos es que la hermana N ha ido avanzando en la experiencia de ser sensible a las aflicciones de los demás, mientras que ellos han sido siervos perezosos, que no están realizando la obra que Dios les ha dado que hagan en la tierra. Consecuentemente han estado retrocediendo. La familia ha limitado egoístamente sus intereses y afectos a ellos mismos y al amor al mundo.

N ha sido una obrera en una causa buena. La reforma pro salud ha sido para ella un tema de gran importancia, porque su experiencia le ha mostrado su necesidad. La familia de su padre no ha visto la necesidad de la reforma pro salud. No han percibido la parte que desempeña en la obra final de estos últimos días, porque no han estado dispuestos a ver. Se han colocado en la rodada del carruaje de la costumbre, y es una tarea difícil hacer el esfuerzo que se necesita para salir de ella. Preferirían que se los dejara solos. Es algo terrible oxidarse debido a la inacción. Pero esta familia seguramente será pesada en las balanzas del cielo y hallada en falta a menos que comiencen inmediatamente a hacer algo. “Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” Romanos 8:9. Éste es un lenguaje definido. ¿Quién puede resistir la prueba? La Palabra de Dios es para nosotros una reproducción de la mente de Dios y de Cristo; también del hombre caído y del hombre renovado a la imagen de Cristo, poseyendo la mente divina. Podemos comparar nuestros pensamientos, sentimientos e intenciones con el retrato de Cristo. No tenemos relación con él a menos que estemos dispuestos a realizar las obras de Cristo.

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Cristo vino para hacer la voluntad de su Padre. ¿Estamos siguiendo en sus pasos? Todos los que llevan el nombre de Cristo debieran estar buscando constantemente una relación más íntima con él, para que puedan caminar incluso como él caminó, y hacer las obras de Cristo. Debiéramos apropiarnos de las lecciones de su vida para nuestras vidas. Cristo “se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras”. Tito 2:14. “En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos”. 1 Juan 3:16. He aquí la obra de abnegación que debemos abrazar con alegría, en imitación del ejemplo de nuestro Redentor. La vida del cristiano debe ser una vida de conflicto y de sacrificio. Debiera seguirse la senda del deber, no la senda de la inclinación y la preferencia.

Cuando la familia del hermano I vea el trabajo que tienen por delante y realicen la obra que Dios les ha dejado para hacer, no estarán tan ampliamente separados del hermano y la hermana O, de la hermana N ni de aquellos que trabajan en unión con el Maestro. Puede requerir tiempo alcanzar la perfecta sumisión a la voluntad de Dios, pero jamás podemos conformarnos con menos que eso y ser idóneos para el cielo. La verdadera religión conducirá a su poseedor a la perfección. Sus pensamientos, palabras y acciones, como también sus apetitos y pasiones, deben ser puestos en sujeción a la voluntad de Dios. Usted debe llevar fruto en santidad. Entonces será guiado para defender a los pobres, a los huérfanos y a los afligidos. Hará justicia a la viuda y aliviará al necesitado. Usted hará justicia, amará la misericordia, y caminará humildemente delante de Dios.

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