Testimonios para la Iglesia, Vol. 4, p. 421-431, día 241

Si los padres quisieran ponerse en la situación de los maestros y ver cuán difícil resulta dirigir y disciplinar una escuela de centenares de alumnos de todos los grados y diversas mentalidades, es posible que, al reflexionar, verían las cosas de forma diferente. Deberían considerar que algunos niños nunca han sido disciplinados en sus hogares. Puesto que siempre se les consintieron todos los gustos y no se les enseñó a obedecer, sería muy ventajoso para ellos que se los alejara de sus padres insensatos y fueran colocados bajo reglamentos y adiestramiento tan severos como los que rigen para los soldados en un ejército. A menos que se haga algo por estos hijos que han sido tan tristemente descuidados por unos padres infieles, nunca serán aceptados por Jesús; a menos que se llegue a ejercer cierto dominio sobre ellos, serán inútiles en esta vida y no tendrán parte en la venidera. 

En el cielo hay obediencia y paz, armonía y orden perfectos. Los que no respetan el orden o la disciplina en esta vida, no respetarían el orden que se observa en el cielo. Nunca podrán ser admitidos allí; porque todos los que sean dignos de entrar en el cielo amarán el orden y respetarán la disciplina. Los caracteres formados en esta vida determinarán el destino futuro. Cuando Cristo venga no cambiará el carácter de ninguna persona. El precioso tiempo de gracia nos es dado para que lo aprovechemos lavando las vestiduras del carácter y emblanqueciéndolas en la sangre del Cordero. La eliminación de las manchas del pecado requiere la obra de toda una vida. Cada día se necesita hacer esfuerzos renovados para refrenar al yo y negarlo. Cada día hay nuevas batallas que pelear y victorias que ganar. Cada día el alma debe ejercitarse en fervientes súplicas ante Dios por las grandes victorias de la cruz. Los padres no deben descuidar ningún deber de su parte para beneficiar a sus hijos. Deben educarlos de tal manera que sean una bendición para la sociedad aquí, y puedan cosechar la recompensa de la vida eterna.

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La causa en Iowa

Se me ha mostrado que en Iowa la causa se encuentra en un estado deplorable. Ha habido algunos jóvenes, relacionados con las distintas ramas de la obra, cuya condición espiritual no beneficiaba al pueblo. Un gran número de hombres inexpertos e ineficientes que necesitan que se haga una gran labor por ellos, están trabajando en la causa. 

Los alumnos del colegio

La influencia del hermano B no ha sido, en absoluto, la que debiera. Mientras estuvo en el colegio de Battle Creek, en muchos aspectos fue un hombre ejemplar; pero él, en compañía de otros jóvenes, muchachos y muchachas, en secreto, participó en una excursión a _____. Esto no fue noble, franco ni justo. Todos sabían que quebrantaban las normas pero se adentraron por la senda de la transgresión. Esos jóvenes, con este acto y su actitud posterior referida a su conducta errónea, han arrojado acusaciones sobre el colegio que son de la máxima injusticia. 

Cuando los hermanos en Iowa aceptaron que el hermano B trabajara con ellos en estas circunstancias cometieron un error. Si en otros casos actúan de manera similar, serán causa de un gran desagrado para Dios. El hecho de que el hermano B hubiese sido un joven de excelente conducta lo dotó de mayor influencia sobre los otros y su ejemplo al desafiar las normas y la autoridad que sostienen y controlan la escuela influyeron en otros para que hicieran del mismo modo. Las leyes y las reglas perderán su poder de gobierno en la escuela si nuestros hermanos permiten tales cosas. Introducir una influencia desmoralizadora en una escuela es fácil. Muchos estarán dispuestos a participar del espíritu de rebelión y desafío a menos que continuamente se hagan esfuerzos para vigilar y corregir con el fin de mantener el modelo de la escuela mediante normas estrictas que regulen la conducta de los alumnos. 

La labor del hermano B no será aceptable para Dios hasta que vea y reconozca en su plenitud su ofensa al violar las normas del colegio y se esfuerce por contrarrestar la influencia que ha ejercido para perjudicar su reputación. Muchos más alumnos habrían venido de Iowa si no se hubiera dado esta desdichada circunstancia. Hermano B, si usted pudiera ver las consecuencias de ese único paso erróneo y los sentimientos de pasión, celos y odio que se apoderaron de su corazón porque el profesor Brownsberger cuestionó su conducta, temblaría al verse a usted mismo y el triunfo de los que no soportan las restricciones y declaran la guerra a las reglas que les impiden seguir su propio camino. Puesto que es un discípulo profeso del manso y humilde Jesús, su influencia y su responsabilidad son aún mayores. 

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Hermano B, espero que ande con cuidado y considere su primera tentación de alejarse de las normas del colegio. Estudie con mentalidad crítica el carácter del gobierno de nuestra escuela. Ninguna de las normas era demasiado estricta. Sin embargo, acarició la ira y, llegado el momento, la razón cayó del trono y el corazón se convirtió en presa de pasiones ingobernables. Antes de que usted se diera cuenta, dio un paso que unas horas antes no habría dado en ninguna circunstancia. El impulso venció a la razón y no pudo evitar el daño que se hizo a sí mismo y a una institución de Dios. En cualquier circunstancia, nuestra única seguridad está en el dominio propio con la fuerza de Jesús, nuestro Redentor.

Nuestro colegio no goza de la influencia de la opinión pública que tienen otras instituciones para apoyar el ejercicio del gobierno y reforzar sus normas. En un aspecto se trata de una escuela denominacional; pero a menos que se salvaguarde, recibirá la influencia y el carácter mundanos. Los alumnos que observan el sábado deben poseer un coraje moral mayor del que hasta ahora han manifestado para conservar la influencia moral y religiosa de la escuela o lo único que la distinguirá de otros colegios de otras denominaciones será el nombre. Dios diseñó y fundó este colegio con el propósito de que fuera moldeado con altos intereses religiosos y que en cada curso los alumnos no conversos que llegan a Battle Creek regresaran a sus casas como soldados de la cruz de Cristo.

Los profesores y los maestros deben reflexionar sobre la mejor manera de mantener el especial carácter de nuestro colegio; todos deberían tener en alta estima el privilegio que disfrutamos por tener una escuela así y deberían sostenerla fielmente y guardarla de cualquier atisbo de reproche. La soberbia puede enfriar las energías de los alumnos y el elemento mundano puede ganar influencia sobre toda la escuela. Esto traería la desaprobación de Dios a la institución.

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Los alumnos que profesan amar a Dios y obedecer la verdad, deben poseer un grado de dominio propio y fuerza de principios religiosos que los habiliten para permanecer inconmovibles en medio de las tentaciones, y destacarse por Jesús en el colegio, en la casa de pensión, o dondequiera que estén. La religión no ha de ser llevada simplemente como un manto en la casa de Dios, sino que los principios religiosos deben caracterizar toda la vida. Los que están bebiendo de la fuente de la vida no manifestarán, como los mundanos, un anhelante deseo de variedad y placer. En su comportamiento y carácter se verá el descanso, la paz y la felicidad que han hallado en Cristo al deponer diariamente sus perplejidades y cargas a sus pies. Mostrarán que hay contentamiento y aun gozo en la senda del deber y la obediencia. Los tales ejercerán sobre sus condiscípulos una influencia que se hará sentir sobre toda la escuela. Los que componen ese fiel ejército refrigerarán y fortalecerán a los maestros y profesores en sus esfuerzos, procurando vencer toda especie de infidelidad, discordia y negligencia de los reglamentos. Su influencia será salvadora y sus obras no perecerán en el gran día de Dios, sino que los seguirán en el mundo futuro; y la influencia de su vida aquí se hará sentir a través de las incesantes edades de la eternidad. Un joven ferviente, concienzudo y fiel en la escuela es un tesoro inestimable. Los ángeles del cielo le consideran con amor. Su precioso Salvador le ama, y en el libro mayor del cielo quedará registrada toda obra de justicia, toda tentación resistida, todo mal vencido. Así estará echando un buen fundamento para el tiempo venidero, para asirse de la vida eterna. 

La conducta que siguió el hermano C en el colegio, al buscar la compañía de las jovencitas, era incorrecta. Ese no era el fin con el cual había sido enviado a Battle Creek. Los alumnos no son enviados para formar parejas ni para abandonarse al flirteo o al cortejo, sino para obtener una educación. Si se les permitiera seguir sus tendencias al respecto, pronto el colegio perdería la moral. Algunos han usado su preciosos días de escuela para flirteos y cortejos furtivos a pesar de la vigilancia de los profesores y los maestros. Que un maestro de cualquiera de las materias se aproveche de su posición para ganarse el afecto de sus alumnas con la vista puesta en el matrimonio, es una conducta digna de la censura más severa.

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La influencia de los hijos del hermano D y algunos otros de Iowa, así como la del Sr. E de Illinois, ha sido perjudicial para nuestra escuela. Los parientes y amigos de esos alumnos los han apoyado al arrojar acusaciones sobre el colegio. Los hijos del hermano D son capaces e inteligentes, lo que para sus padres es una satisfacción; pero que esos jóvenes pongan en práctica sus capacidades para quebrantar las normas y reglas del colegio no es motivo de complacencia para el corazón de nadie. En el día en que todos los hombres deban pasar revista a sus obras ante Dios, la lectura del documento que contiene esa crítica aguda e hiriente respecto de alguien que enseña en el colegio no será tan gratificante. El hermano y la hermana D se enfrentarán entonces al registro de la labor que hicieron al dar a su hijo una justificación tan evidente en este asunto. Entonces deberán responder por la influencia que han ejercido contra la escuela, uno de los instrumentos de Dios, y por haber hecho las exageradas declaraciones que han impedido que los jóvenes acudan al colegio, donde podrían haber sido puestos bajo la influencia de la verdad. Algunas almas se perderán como consecuencia de esta influencia errónea, el gran día del juicio de Dios revelará la influencia de las palabras dichas y la actitud asumida. El hermano y la hermana D tienen deberes domésticos que han descuidado. Se han embriagado con las preocupaciones de esta vida. el trabajo, las prisas y la ambición están a la orden del día y su intensa mundanalidad ha ejercido su influencia moldeadora sobre sus hijos, sobre la iglesia y sobre el mundo. El ejemplo de los que abrazan la verdad con justicia condenará al mundo. 

De la juventud cristiana depende en gran medida la conservación y perpetuidad de las instituciones que Dios ha designado como medios para adelantar su obra. Esta grave responsabilidad descansa sobre la juventud que entra hoy en escena. Nunca ha habido una época en que resultados tan importantes dependiesen de una generación de hombres. ¡Cuán importante es, pues, que los jóvenes lleguen a estar capacitados para la gran obra, a fin de que Dios pueda usarlos como instrumentos suyos! Su Hacedor tiene sobre ellos derechos que superan a todos los demás. 

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Dios es quien ha dado la vida y toda cualidad física y mental que los jóvenes poseen. Les ha conferido capacidad para que la aprovechen sabiamente, a fin de confiarles una obra que será tan duradera como la eternidad. En recompensa de sus grandes dones, él pide que cultiven y ejerzan debidamente sus facultades intelectuales y morales. No les dio esas facultades para su diversión o para que abusasen de ellas obrando contra su voluntad y su providencia, sino para que las empleasen en fomentar el conocimiento de la verdad y santidad en el mundo. Exige su gratitud, su veneración y amor, por su continua bondad e infinita misericordia. Requiere con justicia que se obedezcan sus leyes y todos los sabios reglamentos que restringirán y guardarán a los jóvenes de los designios de Satanás y los conducirán por sendas de paz. Si los jóvenes vieran que al cumplir con las leyes y reglamentos de nuestras instituciones están haciendo algo que mejorará su posición en la sociedad, elevará su carácter, ennoblecerá su mente y aumentará su fidelidad, no se rebelarían contra las reglas justas y los requerimientos sanos, ni se dedicarían a crear sospechas y prejuicios contra estas instituciones. Nuestros jóvenes deben tener un espíritu de energía y fidelidad para hacer frente a las demandas que se les hacen, y les será una garantía de éxito. El carácter malo y temerario de muchos de los jóvenes de esta época del mundo es descorazonador. Mucha de la culpa incumbe a los padres en el hogar. Sin el temor de Dios nadie puede ser verdaderamente feliz. 

Para poder recibir la aprobación de Dios, los alumnos a los cuales ha irritado la autoridad y han regresado a sus casas para arrojar reproches sobre el colegio deberán ver su pecado y contrarrestar la influencia que han ejercido. Los creyentes de Iowa han desagradado a Dios con su credulidad al aceptar los informes que recibieron. Siempre deberían haber tomar partido por el orden y la disciplina en lugar de alentar un gobierno débil. 

Un joven es enviado a Battle Creek desde un estado lejano para que comparta los privilegios del colegio. Sale de su casa con la bendición de sus padres. Día tras día ha escuchado las sinceras oraciones que se ofrecían en el altar familiar y, en apariencia, acaba de empezar una vida de noble resolución y pureza. Sus convicciones y objetivos al dejar el hogar son correctos. En Battle Creek se encontrará con personas de todas las clases. Entablará amistad con algunos cuyo ejemplo es una bendición para todos los que entran en su esfera de influencia. Así mismo, se topa con los que aparentemente son amables e interesantes y queda prendado de su inteligencia. Sin embargo, el rasero moral de estos jóvenes es bajo y su fe religiosa, nula. Durante un tiempo, resiste todas las persuasiones para ceder a la tentación; pero cuando ve que los que profesan ser cristianos disfrutan en compañía de estos elementos irreligiosos, sus objetivos y alta resolución empiezan a tambalear. Le gustan las salidas vivaces y el espíritu jovial de estos jóvenes y, de manera casi imperceptible, es atraído, más y más a su compañía. Parece que su fortaleza está abriendo una vía; su, hasta entonces, valiente corazón se debilita. Lo invitan a acompañarlos en un paseo y lo llevan a una taberna. Se piden ostras u otros refrigerios y se siente avergonzado de rechazar las atenciones. Piensa que una jarra de cerveza no es motivo de objeción y la acepta; pero, con todo, todavía siente las agudas punzadas de la conciencia. No se manifiesta abiertamente del lado de Dios, la justicia y la verdad; le agrada la compañía de esa clase de personas, engañosas y sagaces y va un paso más allá. Sus tentadores le sugieren que no es perjudicial, en absoluto, jugar una partida de cartas y observar a los jugadores de billar; una y otra vez cede a la tentación.

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A nuestro colegio asisten jóvenes que, sin sospecharlo sus padres, frecuentan las tabernas, beben cerveza y juegan a las cartas y otros juegos en los salones de billar. Los alumnos intentan mantener estas cosas en secreto entre ellos, a la vez que los profesores y los maestros permanecen en la ignorancia de la obra satánica que se desarrolla ante sus ojos. Cuando este joven es tentado a seguir una conducta malvada que debe ser mantenida en secreto, entabla una batalla con su conciencia; pero el triunfo es para la inclinación. Estaba destinado a ser un cristiano cuando llegó a Battle Creek, pero es llevado con constancia y firmeza por la vía descendente. Las malas compañías y los seductores que se encuentran entre los jóvenes de padres observadores del sábado, algunos de ellos habitantes de Battle Creek, descubren que puede ser tentado y, secretamente, exultan a causa de su poder y el hecho de que sea débil y se rinda tan fácilmente a sus seductoras influencias. Descubren que quienes han tenido la luz y han endurecido sus corazones en el pecado son capaces de avergonzarlo y confundirlo. Influencias como esas se darán allí donde se reúnen los jóvenes. 

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Llegará el día en que ese joven que salió puro y fiel, y con nobles propósitos, de casa de sus padres se arruinará. Habrá aprendido a amar el mal y rechazar el bien. No se apercibió del peligro porque no estaba armado con la vigilancia y la oración. No se puso inmediatamente bajo el cuidado guardián de la iglesia. Se le hizo creer que ser independiente y no permitir que se pusiera límites a su libertad, era signo de hombría. Se le enseñó que no tener en cuenta las normas y desafiar las leyes era disfrutar de verdadera libertad y que temer y temblar constantemente por temor a cometer un error era de esclavos. Cedió a la influencia de personas impías que, a la vez que mostraban un exterior grato a la vista, practicaban el engaño, la vileza y la iniquidad. Además, lo menospreciaron por la facilidad con que había sido engañado. Fue donde no podía encontrar lo puro y lo bueno. Aprendió estilos de vida y hábitos de habla que no elevaban ni ennoblecían. Muchos corren el peligro de ser atraídos de manera tan imperceptible hasta que su autoestima se degrada. Para obtener el aplauso de los despiadados e impíos, corren el peligro de ceder la pureza y la nobleza de la humanidad y convertirse en esclavos de Satanás. 

Los jóvenes ministros

Se me ha mostrado que Iowa está muy por detrás de otros estados en cuanto a la piedad pura se refiere si se permite que los jóvenes tengan influencia sobre su asociación, cuando es evidente que no están unidos a Dios. Siento que tengo el más solemne deber de decir que Iowa se encontraría hoy en una situación mejor si los hermanos F y G hubiesen permanecido en silencio. Puesto que no tienen piedad práctica, ¿cómo pueden dirigir al pueblo a una Fuente con la que ni ellos mismos están familiarizados? 

El escepticismo con respecto a los Testimonios del Espíritu de Dios aumenta constantemente. Esos jóvenes alientan las dudas y las preguntas en lugar de disiparlas porque ignoran el espíritu, el poder y la fuerza de los Testimonios. Mientras estos hombres de corazón no santificado permanezcan en la obra no harán ningún bien al pueblo. Aparentemente podrán convencer a las almas de que tenemos la verdad, pero, ¿dónde están el Espíritu y el poder de Dios para despertar y grabar en el corazón esta convicción de pecado? ¿Dónde está el poder que llevará a los convictos a un conocimiento real de la piedad vital? Si ni tan sólo se conocen a sí mismos, ¿cómo pueden presentar la religión de Cristo? Si los jóvenes desean entrar en la obra, no se los desaliente, pero antes deberán aprender el oficio.

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El hermano G pudo haber unido sus esfuerzos con los de los médicos del sanatorio pero no le fue posible estar en armonía con ellos. Era demasiado autosuficiente para ser un aprendiz. Era vanidoso y egoísta. Sus perspectivas eran similares a las de otros jóvenes. Sin embargo, a diferencia de ellos, que estaban dispuestos a recibir instrucción y a ocupar una posición en la que pudieran ser de máxima utilidad, no se adaptó a la situación. Pensó que sabía demasiado para ocupar un puesto de segunda línea. No se entregó a los pacientes. Sus maneras eran tan dominantes y dictatoriales que su influencia en el sanatorio no era admisible. No le faltaban capacidades y, de haber estado dispuesto a que le enseñaran, podría haber obtenido un conocimiento práctico del trabajo médico. Si hubiera conservado un espíritu manso y humilde habría tenido éxito. Pero no vio los defectos de carácter naturales y no los venció. Tenía inclinación al engaño y a la prevaricación. Eso destruye la utilidad de la vida de cualquiera y, con toda seguridad, le cerrará las puertas del ministerio. Es preciso cultivar la veracidad más estricta y evitar el engaño como quien evita una leprosería. Su corta estatura lo acomplejaba. Para eso no hay remedio; pero, si lo desea, en su mano está remediar su carácter defectuoso. La mente y el carácter, con cuidado, se pueden moldear según el Modelo divino. 

La elevación de la mente hace al hombre, no la afectación de superioridad. El cultivo adecuado de las facultades mentales hace del hombre lo que es. Esas facultades que lo ennoblecen son una ayuda para la formación del carácter para la vida futura e inmortal. Dios creó al hombre para un estado de felicidad más elevado y santo de lo que este mundo puede dar. Lo creó a su imagen con fines tan nobles y elevados como atraer la atención de los ángeles. 

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Los jóvenes de hoy en día, por lo general, no tienen pensamientos profundos ni actúan de manera sensata. Si se dieran cuenta de los peligros que acechan a cada paso, se moverían cautelosamente y escaparían a muchas de las trampas que Satanás ha puesto ante sus pies. Hermano, tenga cuidado de no aparentar lo que no es. Una imitación dorada pronto se distinguirá del metal puro. Ponga el máximo cuidado en examinarse a usted mismo y a la posición que cada miembro de su familia ocupa. Trace la historia de cada uno de ellos y medite en el resultado del comportamiento seguido. Considere por qué algunas personas gozan de la estimación de los que realmente son buenos y otras se ven menospreciadas y evitadas. Contemple esas cosas a la luz de la eternidad y allí donde descubra que otros han fracasado, evite con sumo cuidado el comportamiento que ellos siguieron. Será bueno que recuerde qué tendencias de carácter transmiten los padres a los hijo. Medite profundamente sobre estas cosas y, con temor de Dios, revístase de la armadura pronto a enfrentarse a una vida de conflictos con las tendencias hereditarias e imite únicamente al Modelo divino. Deberá trabajar con perseverancia, constancia y celo si desea tener éxito. La batalla más dura será la conquista de usted mismo. La oposición determinada a sus propios designios y sus malos hábitos le garantizará preciosas victorias eternas. Pero mientras acaricie sus rasgos de carácter duros, mientras desee dirigir en lugar de estar dispuesto a seguir, no tendrá éxito alguno. Sus sentimientos se encienden con rapidez y, a menos que se lo sujete, no controla el temperamento. Los jóvenes deberán soportar importantes deberes y asumir responsabilidades. ¿Se prepara para desempeñar su parte en el temor de Dios? 

El hermano F no es adecuado para su trabajo. Apenas sabe nada. Tiene un carácter defectuoso. Desde la infancia no recibió una educación que lo capacitara para aceptar responsabilidades, trabajar o soportar cargas. No se ha apercibido del trabajo que es preciso hacer por él mismo y, por lo tanto, no está preparado para apreciar la labor que es preciso hacer por los demás. Es autosuficiente. Cree saber más de lo que realmente sabe. Cuando el Espíritu de Dios lo consagre y se dé perfecta cuenta de la solemnidad y responsabilidad de un ministro de Cristo, él mismo se sentirá insuficiente para la tarea. En muchos aspectos tiene defectos; defectos que se podrán reproducir en otros, dando al mundo una impresión desfavorable del carácter de nuestra obra y de los ministros que de ella se ocupan. Antes de poder ocuparse de la obra de mayor responsabilidad jamás dada a un mortal, debe aprender a sobrellevar cargas y deberes. Todos los jóvenes ministros deben ser aprendices antes de ser maestros. Además de alentar a los jóvenes para que entren en el ministerio, me gustaría decir que tengo la autorización de Dios para recomendarles y urgirles que adopten unas formas que los hagan adecuados para el trabajo en el cual están a punto de ingresar. 

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