Testimonios para la Iglesia, Vol. 4, p. 441-449, día 243

Nuestras casas publicadoras

Dios quiere que todos los que están relacionados con sus instituciones muestren aptitud, discernimiento y previsión. Desea que sean hombres y mujeres cultos que se destacan en todas las cualidades. Al mismo tiempo que cada uno de ellos sientan esta necesidad y trabajen para conseguirla, Jesús los ayudará en sus esfuerzos. En tanto que ellos trabajen para añadir las gracias del Espíritu, Dios obrará en su favor multiplicándolas. La unión con Dios dará expansión al alma, la elevará, la transformará y la hará sensible a sus propios poderes; al mismo tiempo dará un sentido aún más claro a la responsabilidad individual de hacer un sabio uso de las facultades que Dios ha otorgado. 

Cada uno debería estudiar la estricta economía en la inversión de medios y ejercitar una fidelidad en la administración de aquellos que pertenecen a otros, aún mayor que en la gestión de los propios asuntos. Sin embargo, raramente se hace. Nadie se beneficia personalmente con las ganancias de nuestras agencias o sufre las consecuencias de sus pérdidas; sin embargo, la propiedad es del Señor y su causa se ve afectada materialmente por el modo en que se lleva a cabo la tarea. Si la causa de Dios ve sus recursos limitados, se descuida una importante obra que podría y debería ser hecha. 

Si bien siempre es preciso practicar el ahorro, nunca deberá degenerar en mezquindad. Todos los que trabajan en nuestras agencias deberían sentir que administran las propiedades de Dios, que son responsables del aumento del capital invertido y que, en el día de Dios, serán considerados responsables si, por falta de diligencia y reflexión atenta, se reduce en sus manos. A todos se pide que eviten el despilfarro de tiempo y medios. La fidelidad o infidelidad de los obreros a su responsabilidad presente determinará su aptitud para que se les confíen riquezas eternas. Dios exige de cada uno que ejecute la tarea que se le ha asignado con meticulosidad y prontitud. El ejemplo de cada uno debería servir para incitar la diligencia y la sensatez en otros. Con fidelidad sincera y consciente en todo, es posible acercar la tierra al cielo y traer preciosos frutos para ambos mundos.

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Las manos empleadas en los distintos departamentos de nuestras agencias de publicación no cumplen con todo el trabajo que se les podría exigir en cualquier otra agencia del mismo tipo. Se malgasta mucho tiempo en conversaciones innecesarias, y se pierden horas en visitas mientras se pierde el ritmo de trabajo. En varios departamentos, se ocasionan pérdidas a la agencia porque las personas que se ocupan de la tarea no han ejercitado el cuidado y el ahorro. Si esas personas llevaran a cabo un trabajo para ellas mismas, algunas rendirían al día una tercera parte más de lo que están rindiendo. Otros no trabajarían más de lo que ya trabajan. 

Las horas de trabajo deben ser empleadas fielmente. El despilfarro de tiempo y material es deshonestidad ante Dios. Unos momentos escatimados aquí, otros allá, y al cabo de la semana se ha perdido casi un día e incluso más. “El tiempo es oro” y despilfarrar el tiempo es despilfarrar dinero de la causa de Dios. Si los que profesan la fe se demoran y son descuidados con el tiempo, mostrando que no están vivamente interesados en la prosperidad de la obra, los incrédulos que están empleados en ella seguirán su ejemplo. Si todos usaran su tiempo para obtener el mejor rendimiento de él, la causa de la verdad se ahorraría muchos gastos. Cuando se pone el corazón en la tarea, ésta se lleva a cabo con honestidad, energía y prontitud. Todos deben estar atentos para ver qué es preciso hacer y ejecutarlo con prontitud y destreza, trabajando como si se estuviera bajo la supervisión del gran Propietario, Jesucristo. 

Una vez más, las pérdidas se dan por la falta de atención en el uso de los materiales y la maquinaria. No se presta atención a los asuntos mayores y menores para que nada se malgaste o se dañe a causa de la negligencia. Un poco de despilfarro aquí y allí al cabo de un año alcanza sumas importantes. Algunos nunca aprendieron a ejercitar sus facultades para aprovechar los restos, a pesar de la orden dada por Cristo: “Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada”. Juan 6:12. Los materiales no deberían ser reducidos a pedazos de pequeño tamaño. Un poco de cuidado permitiría reunir y usar los pedazos que ahora se desechan y se malgastan. Es preciso prestar atención y aprovechar incluso algo tan insignificante como un papel desechado porque puede ser transformado en dinero. 

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Por falta de interés personal, muchas cosas que van al desecho, con un poco de atención en el momento justo, se podrían aprovechar. El “Me olvidé” es causa de muchas pérdidas en nuestras oficinas. Algunos no sienten interés por ninguna tarea o nada que no esté relacionado con su área específica de trabajo. Es un error. La soberbia sugerirá el pensamiento: “no es asunto mío ocuparme de eso”; pero la fidelidad y el deber empujarán a cada uno a ocuparse de todo cuando cae bajo su vista. El ejemplo de los oficiales de la encuadernadora es seguido por las manos empleadas; todos son descuidados y despreocupados. Se malgasta una suma igual a sus sueldos. En ese único departamento, con una persona cuidadosa a la cabeza del taller, la agencia ahorraría centenares de dólares al año.

En toda la agencia debería imperar el principio de la economía. Para ahorrar un dólar es preciso contar centavos. Los hombres que han tenido éxito en los negocios siempre han sido ahorradores, perseverantes y enérgicos. Que todos los que están relacionados con la obra de Dios empiecen ahora mismo a educarse como administradores. Aun cuando su trabajo no sea apreciado en la tierra, nunca deben degradarse a sus propios ojos con la infidelidad en nada de lo que se ocupen. Para que una persona se habitúe a una conducta de vida determinada, así como alcanzar la felicidad siguiéndola, es preciso que transcurra un tiempo. Cada uno de nosotros será, aquí y por toda la eternidad, lo que nuestros hábitos hagan que seamos. Las vidas de los que cultivan hábitos correctos y son fieles en todos sus deberes serán como luces brillantes que cubren la senda de otros. Pero si se toleran los hábitos de la infidelidad, si se permite que se refuercen los hábitos laxos, indolentes y negligentes, una nube más densa que las tinieblas de medianoche cubrirá las perspectivas de esta vida y cerrará el paso de la persona a la vida futura. 

Un pensamiento egoísta tolerado, un deber desatendido, prepara el camino para otro. Lo que hagamos una vez, estaremos dispuestos a hacerlo otra. Los hábitos de la sobriedad, el dominio propio, el ahorro, la aflicción atenta, la conversación sensata, la paciencia y la verdadera cortesía no se obtienen sin la estrecha y diligente vigilancia de la propia persona. Es mucho más fácil perder la moral y ser depravado que vencer los defectos manteniendo al yo bajo control y favoreciendo las verdaderas virtudes. Si deseamos perfeccionar las gracias cristianas en la vida se precisarán esfuerzos perseverantes. 

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En nuestras agencias se necesitan importantes cambios. Posponer un trabajo que necesita una atención inmediata para ocuparnos de él cuando nos resulte más cómodo es un error que causa pérdidas. A veces reparar las demoras cuesta el doble de lo que habría costado si se hubiese actuado en el momento adecuado. Muchas pérdidas y espantosos accidentes se han debido al hecho de posponer asuntos que debieran haber sido objeto de atención inmediata. El momento de actuar se malgasta entre dudas, pensando que mañana será otro día; pero con frecuencia mañana es demasiado tarde. Nuestras agencias padecen dificultades financieras a diario por causa de la indecisión, la lentitud, el descuido, la indolencia y, en algunos casos, la deshonestidad manifiesta. Algunos empleados de esas agencias actúan con tanta indiferencia que parece como si Dios no les hubiera dado facultades mentales para que las ejercieran en la administración. Tales son inadecuados para una función de responsabilidad. Nunca se deberá depender de ellos. Los hombres y las mujeres que evitan los deberes en los que puedan surgir dificultades serán siempre débiles e ineficientes.

Los que se educan a sí mismos para hacer su labor con prontitud, con espíritu ahorrativo, dirigirán sus negocios en lugar de permitir que sus negocios los dirijan a ellos. No estarán constantemente apremiados y desconcertados porque su trabajo es una confusión. La diligencia y la sincera fidelidad son indispensables para alcanzar el éxito. Dios revisa cada hora de trabajo y la registra para fidelidad o infidelidad. Cuando el juez se siente y los libros sean abiertos, todos serán juzgados según lo escrito en los libros y deberán enfrentarse al registro de los momentos despilfarrados y las ocasiones desaprovechadas. La soberbia, la envidia, el orgullo, los celos, la ociosidad o cualquier otro pecado que es acariciado en el corazón será causa de exclusión de la bendición del cielo. “Si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquél a quien obedecéis”. Romanos 6:16.

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Nuestras agencias sufren por falta de hombres firmes y estables. A medida que se me fueron mostrando las distintas salas, vi que el trabajo se hacía con indiferencia. En cada cargo de confianza hay pérdidas sostenidas. La falta de meticulosidad es evidente. Mientras unos soportan cargas de responsabilidad, otros, en lugar de compartir esas cargas, siguen una conducta que aumenta la ansiedad y la preocupación. Quienes en su infancia y su juventud no han aprendido la lección de economía ni han adquirido el hábito de aprovechar al máximo su tiempo no serán prudentes ni ahorradores en ningún negocio en que participen. Descuidar la mejora de nuestras facultades para que puedan ser usadas para la gloria de Dios es un pecado. Todos deben cargar con responsabilidades, nadie está excusado. 

Las mentes son muy distintas unas de otras y todas necesitarán más o menos formación o entrenamiento. Cada momento relacionado con la causa de Dios debería caracterizarse por la prudencia y la decisión. Sin decisión, la persona que es voluble e inestable como el agua, jamás obtendrá un verdadero éxito. Todos los que profesan a Cristo deben ser trabajadores. En la casa de la fe no hay lugar para vagos. Cada miembro de la familia tiene asignada una tarea, una porción del viñedo del Señor en la que trabajar. El único modo de cumplir la demanda de Dios es perseverar constantemente en nuestros esfuerzos por conseguir una utilidad más elevada. Aunque lo que podamos conseguir en el mejor de los casos sea muy poco, el esfuerzo de cada día aumentará nuestra capacidad para trabajar de manera efectiva y llevar fruto para gloria de Dios. 

Algunos no ejercen control sobre sus apetencias, sino que sacrifican la salud por satisfacer el gusto. Como resultado, el cerebro se nubla, sus pensamientos son superficiales y no cumplen con lo que deberían cumplir si fueran abnegados y abstemios. Esas personas roban a Dios la fuerza física y mental que debería ser dedicada a su servicio si observaran la temperancia en todas las cosas. Pablo, quien era un reformador pro salud, dijo: “Golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”. 1 Corintios 9:27. Sintió que sobre él reposaba la responsabilidad de conservar todas sus facultades de modo que pudiera usarlas para gloria de Dios. Si Pablo corría el peligro de ser intemperante, nosotros lo corremos aún más porque no sentimos ni vemos como él, la necesidad de glorificar a Dios en cuerpo y espíritu, los cuales le pertenecen. Comer en exceso es el pecado de nuestro tiempo. 

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La palabra de Dios pone el pecado de la glotonería al mismo nivel que la embriaguez. Este pecado era tan ofensivo a los ojos de Dios que dio instrucciones a Moisés para que los padres cuyos hijos, en lugar de reprimir el apetito, se atiborrasen con cualquier cosa que se pudiesen llevar a la boca, los trajeran ante los gobernantes de Israel y fueran apedreados hasta matarlos. La condición de glotón era considerada sin esperanza. No podía ser responsable de nada. Su influencia contaminaría siempre a otros. El mundo sería mejor sin un carácter así porque sus terribles defectos se perpetuarían. Nadie que sea consciente de su responsabilidad ante Dios permitirá que las tendencias animales controlen la razón. Quienes así hacen no son cristianos; no importa quienes sean ni lo elevado de su profesión. La orden de Cristo es: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. Mateo 5:48. Aquí nos muestra que en nuestro ámbito podemos ser tan perfectos como Dios es perfecto en el suyo. 

Los que están empleados en nuestras casas publicadoras no mejoran como Dios desearía. Falta interés sincero y generoso por la obra en la que participan. Dios requiere que esos obreros de su causa avancen diariamente en conocimiento. Deben mejorar con sabiduría las facultades que Dios les dio para poder ser obreros eficientes y meticulosos y desempeñar su tarea sin pérdidas para la agencia.

Los hombres más sabios aprenden lecciones útiles de los modos y hábitos de las pequeñas criaturas de la tierra. La industriosa abeja da a los hombres inteligentes un ejemplo que harían bien en imitar. Esos insectos observan un perfecto orden y en el enjambre no se tolera la ociosidad. Ejecutan la tarea asignada con una inteligencia y una actividad que sobrepasan nuestro entendimiento. Las hormigas, a las cuales consideramos como una plaga que debe ser aplastada con el pie, en muchos aspectos son superiores a los hombres porque éstos son inteligentes y no mejoran los dones de Dios. El hombre sabio atrae nuestra atención hacia las pequeñas cosas de la tierra: “Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos, y sé sabio; la cual no teniendo capitán, ni gobernador, ni señor, prepara en el verano su comida, y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento”. “Las hormigas, pueblo no fuerte, y en el verano preparan su comida”. Proverbios 6:6; 30:25. De esos pequeños maestros podemos aprender una lección de fidelidad. Si con la misma diligencia, nos aplicásemos a mejorar las facultades que el Creador omnisciente nos ha otorgado, ¡cuánto aumentarían nuestras capacidades para ser útiles! Dios tiene puesto sus ojos en la menor de sus criaturas; ¿acaso no contemplará al hombre creado a su imagen y le exigirá que corresponda a todos los favores que le ha concedido? 

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Es preciso poner en orden las agencias publicadoras. Quienes trabajan en esas instituciones deberían tener objetivos elevados y una profunda y rica experiencia en el conocimiento de la voluntad de Dios. Siempre deberían estar de parte de lo que es justo y ejercer una influencia salvífica. Cada alma que pronuncia el nombre de Cristo debería sacar el mayor provecho de los privilegios que disfruta y desempeñar fielmente los deberes que se le asignen sin murmullos ni quejas. Las conversaciones deberían ser de carácter elevado, calculadas para llevar a otras mentes en la dirección correcta. La poca mención que se hace de la bondad divina y del amor de Dios demuestra una notable ingratitud y que Cristo no mora en el corazón.

Las agencias nunca prosperarán a menos que haya más obreros desinteresados y altruistas, que sean verdaderos hombres y mujeres abnegados y conscientemente independientes por Dios y la justicia. El editor local de la Review and Herald tendrá ocasión de hablar con sinceridad y firmeza. Debería salir en defensa de lo correcto, ejerciendo toda la influencia que su posición le otorga. El hermano Waggoner ha sido puesto en una posición envidiable, pero no está solo. Dios lo ha ayudado y, dadas las circunstancias, ha actuado con nobleza. El Señor no lo ha apartado de su posición; todavía debe trabajar en Oakland y San Francisco.

A quienes Dios ha confiado mucho, les exige mucho; mientras que quienes tienen poco deben responder con poco. Sin embargo, todos pueden entregarse y con sus acciones pueden mostrar su fidelidad a la preciosa causa de Cristo. Muchos pueden reducir sus gastos y así aumentar su generosidad por Cristo. La abnegación por causa de Cristo es la batalla que debemos librar. 

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“El amor de Cristo”, dijo Pablo, “nos constriñe”. 2 Corintios 5:14. Fue el principio activo de su conducta; fue su fuerza motriz. Si alguna vez flaqueaba su ardor en la senda del deber, una mirada a la cruz y al maravilloso amor de Cristo revelado en su sacrificio inigualable bastaba para ceñirse de nuevo los lomos de la mente y avanzar en la senda de la abnegación. En su trabajo por sus hermanos depositaba mucha confianza en la exhibición de infinito amor de la maravillosa condescendencia de Cristo, con todo su poder subyugador y dominador. 

¡Cuán sincero y emotivo es su llamamiento! “Ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos”. 2 Corintios 8:9. Sabéis de qué altura descendió, conocéis la profundidad de la humillación a la que se rebajó. Sus pies entraron en la senda de abnegación y sacrificio y no se desviaron hasta que hubo dado su vida. no hubo reposo para él entre el trono del cielo y la cruz. Su amor por el hombre lo llevó a aceptar todas las indignidades y a sufrir todos los abusos. “Por ellos yo me santifico a mí mismo”. Juan 17:19. Pongo toda mi gloria, todo lo que soy, a trabajar por la redención del hombre. ¡Cuán poco son movidos los hombres de hoy a santificarse para la obra de Dios de manera que las almas puedan salvarse por ellos!

Pablo nos advierte: “No mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros”. Filipenses 2:4. Nos encarece para que imitemos la vida del gran Ejemplo y nos exhorta para que poseamos el sentir “que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. Filipenses 2:5-8. El apóstol se detiene en todos y cada uno de los puntos para que nuestras mentes puedan captar y entender por completo la maravillosa condescendencia que el Salvador mostró por los pecadores. Presenta a Cristo como igual a Dios, recibiendo la adoración de los ángeles y traza su descenso hasta que alcanza las más bajas profundidades de la humillación para, con su brazo humano, poder alcanzar al hombre caído y levantarlo de su degradación hasta la esperanza, el gozo y el cielo.

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Pablo ansiaba profundamente que se viera la humillación de Cristo. Estaba convencido de que, si las mentes humanas pudieran llegar a comprender el maravilloso sacrificio hecho por la Majestad del cielo, desaparecería toda soberbia del corazón. Primero dirige la mente hacia la posición que Cristo ocupaba en el cielo, en el seno de su Padre, después lo revela abandonando su gloria, sujetándose voluntariamente a todas las condiciones humillantes de la naturaleza humana, asumiendo las responsabilidades de un siervo y haciéndose obediente hasta la muerte, la muerte más ignominiosa y desagradable, la más vergonzante, la más angustiosa: la muerte en la cruz. ¿Es posible que los cristianos contemplen esta maravillosa muestra del amo r de dios por el hombre sin sentirse conmovidos ni ver el sentido del hecho de que no nos pertenecemos? Un Maestro así no debería ser servido por resentimiento, codicia o egoísmo.

“Fuisteis rescatados”, dice Pedro, “no con cosas corruptibles, como oro o plata”. 1 Pedro 1:18. Si hubiesen sido suficientes para comprar la salvación del hombre, cuán fácil habría sido para Aquel que dice: “Tu plata y tu oro son míos”. 1 Reyes 20:3. Pero el transgresor de la santa ley de Dios sólo podía ser redimido con la preciosa sangre del Hijo de Dios. Los que, no apreciando el maravilloso sacrificio que hizo por ellos, escatiman sus medios y sus facultades físicas, mentales y morales al servicio de Cristo perecerán víctima de su orgullo. 

“Al que no tiene [puestos en buen uso sus capacidades y sus medios], aun lo que tiene le será quitado”. Mateo 13:12. Los que son demasiado indolentes para ver sus responsabilidades y ejercitar sus facultades no recibirán la bendición de Dios y las capacidades que posean les serán retiradas y serán dadas a los obreros activos y celosos que aumentan sus talentos con el uso constante. “¿Has visto hombre solícito en su trabajo? Delante de los reyes estará; no estará delante de los de baja condición”. Proverbios 22:29. Una persona que trabaja diligentemente bajo la dirección del Espíritu de Dios poseerá poder e influencia porque en él todos pueden ver un espíritu de devoción infatigable por la causa de Dios en cualquier departamento que lo llame el deber.

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