Cuanto más considere el hombre a su Salvador, y llegue a conocerle, tanto más se asemejará a su imagen y hará las obras de Cristo. La época en que vivimos requiere una acción reformadora. La luz de la verdad que resplandece sobre nosotros requiere hombres de acción resuelta y valor moral íntegro, para que trabajen diligente y perseverantemente en la salvación de todos aquellos que quieran oír la invitación del Espíritu de Dios.
El amor que debe existir entre los miembros de la iglesia es con frecuencia reemplazado por críticas y censuras; y éstas se manifiestan hasta en los servicios religiosos, en reproches y severas alusiones personales. Los ministros, los ancianos o los hermanos no deben apoyar estas cosas. Los servicios de la iglesia deben llevarse a cabo con un sincero deseo de glorificar a Dios. Cuando los hombres, con sus peculiaridades, se reúnen en la iglesia, a menos que la verdad de Dios suavice y subyugue los rasgos duros del carácter, aquélla quedará afectada y su paz y armonía serán sacrificadas a causa de estos rasgos egoístas no santificados. Muchos, al tratar de descubrir las faltas de sus hermanos, descuidan la investigación de su propio corazón y la purificación de su propia vida. Esto desagrada a Dios. Cada miembro de la iglesia debe ser celoso de su propia alma y debe vigilar atentamente sus propias acciones, no sea que obre por motivos egoístas y sea una causa de tropiezo para sus hermanos débiles.
Dios toma a los hombres tal como son, con el elemento humano de su carácter, y luego los educa para su servicio si quieren dejarse disciplinar y aprender de él. La raíz de amargura, de envidia, de desconfianza, de celos y aun de odio que existe en el corazón de algunos miembros de la iglesia, es obra de Satanás. Tales elementos tienen una influencia perniciosa sobre la iglesia. “Un poco de levadura leuda toda la masa”. Gálatas 5:9. El celo religioso que se manifiesta al acusar a los hermanos, es un celo que no es conforme al conocimiento. Cristo no tiene nada que ver con un testimonio tal.
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Deshonestidad en la iglesia
“Raíz de todos los males es el amor al dinero”. 1 Timoteo 6:10. Algunos que profesan la verdad no resisten la tentación en este punto. Entre los mundanos de esta generación, los mayores delitos se perpetran por amor al dinero. Si no pueden obtener riqueza con la actividad honesta, los hombres recurren al fraude, al engaño, y al delito. La copa de la iniquidad está casi llena y la justicia retributiva de Dios está a punto de descender sobre los culpables. Los jueces y los supuestamente interesados amigos roban el alimento a las viudas y los pobres son obligados a sufrir por lo que es necesario a causa de la deshonestidad que se práctica para agradar a la extravagancia. El terrible registro de delitos de nuestro mundo bastaría para helar la sangre y horrorizar el alma, pero el hecho de que incluso entre los que profesan creer la verdad se arrastran los mismos males y los mismos pecados se consienten en mayor o menor grado exige una profunda humillación del alma.
Un hombre que tema sinceramente a Dios se esforzará día y noche, sufrirá privaciones y comerá el pan de la pobreza antes que abandonarse a la pasión por la ganancia, que oprima a la viuda y al huérfano o conculque el derecho del extranjero. Los delitos cometidos por amor a la ostentación y al dinero constituyen en este mundo una ladronera y son causa del llanto de los ángeles. Pero los cristianos no son moradores profesos de la tierra, se encuentran en un país extraño, como si se detuvieran sólo por una noche. Nuestro hogar está en las mansiones que Jesús fue a preparar para nosotros. Esta vida no es más que un vapor que se desvanece.
Para algunos, la adquisición de propiedades se convierte en una obsesión. Cada vez que se viola la regla de oro, Cristo es insultado en la persona de sus santos. Cada vez que nos aprovechamos del prójimo, sea un santo o un pecador, se registra como un fraude en el Libro Mayor del Cielo. Dios quiere que nuestras vidas representen la vida de nuestro gran Modelo haciendo el bien a otros y desempeñando un papel santo en la elevación del hombre. Sobre esta obra se sostiene la verdadera dignidad y la gloria que nunca se verán en esta vida, sino que se apreciarán en la vida futura. El registro de los actos amables y las acciones generosas perdurará hasta la eternidad. En la misma medida en que el hombre obtenga beneficio a costa de sus semejantes su alma se endurecerá ante la influencia del Espíritu de Dios. Las ganancias así obtenidas son una terrible pérdida.
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Algunos hombres de posición importante no han sido guardianes de los intereses de otros. Sus propios intereses los han absorbido completamente y han sido negligentes en la conservación de la reputación de la iglesia, han sido egoístas y avariciosos, no tenían puesta la mirada en la gloria de Dios. En cierto grado, toda la iglesia es responsable de las ofensas de esos miembros porque consiente el mal al no levantar la voz contra ellos. No se disfruta del perfume de Dios por variadas razones. Su Espíritu se entristece por el orgullo, la extravagancia, la deshonestidad y la explotación que se permiten algunos que profesan ser piadosos. Todo esto atrae el descontento de Dios sobre su pueblo.
Se me presentaron la incredulidad y los pecados del antiguo Israel y vi que en el moderno Israel se cometen delitos similares. La pluma inspirada recogió sus crímenes para que los que viven en los últimos tiempos pudieran aprender de ellos, para que podamos evitar su mal ejemplo. Acán codiciaba un lingote de oro y un manto babilonio que habían sido tomados como botín y los guardó en secreto para sí. Pero el Señor había maldecido la ciudad de Jericó y ordenó al pueblo que no tomara botín del enemigo para su uso personal. “Pero vosotros guardaos del anatema; ni toquéis, ni toméis alguna cosa del anatema, no sea que hagáis anatema al campamento de Israel, y lo turbéis. Mas toda la plata y el oro, y los utensilios de bronce y de hierro, sean consagrados a Jehová, y entren en el tesoro de Jehová”. Josué 6:18-19.
Pero Acán, de la tribu de Judá, tomó una parte del botín maldito y atrajo la ira del Señor sobre los hijos de Israel. Cuando el ejército de Israel salió para luchar contra el enemigo fue derrotado y algunos murieron. El pueblo cayó presa del desaliento. Josué, su dirigente, estaba perplejo y confundido. Con gran humillación se postró sobre su rostro y oró: “¡Ah, Señor Jehová! ¿Por qué hiciste pasar a este pueblo el Jordán, para entregarnos en las manos de los amorreos, para que nos destruyan? ¡Ojalá nos hubiéramos quedado al otro lado del Jordán! ¡Ay, Señor! ¿qué diré, ya que Israel ha vuelto la espalda delante de sus enemigos? Porque los cananeos y todos los moradores de la tierra oirán, y nos rodearán, y borrarán nuestro nombre de sobre la tierra; y entonces, ¿qué harás tú a tu grande nombre?” Josué 7:7-9.
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La respuesta del Señor a Josué fue: “Levántate; ¿por qué te postras así sobre tu rostro? Israel ha pecado, y aun han quebrantado mi pacto que yo les mandé; y también han tomado del anatema, y hasta han hurtado, han mentido, y aun lo han guardado entre sus enseres”. Josué 7:10-11. Acán había robado algo que estaba reservado para Dios y lo había guardado con su tesoro. Cuando vio que el campamento de Israel estaba atribulado disimuló y no confesó su culpa porque sabía que Josué había repetido al pueblo las palabras del Señor según las cuales, si se apropiaban de lo que Dios había reservado, el campamento de Israel sería atribulado.
Mientras gozaba de su ganancia ilícita, su seguridad se vio destruida. Oyó que se llevaría a cabo una investigación. Eso lo incomodó. Una y otra vez se repitió: “¿Qué les importa? Soy responsable de mis actos”. Endureció su rostro y, con maneras muy exageradas condenó al único culpable. Si hubiese confesado se habría podido salvar, pero el pecado le endureció el corazón y continuó declarándose inocente. Pensaba que, en medio de una multitud tan grande, no lo encontrarían. Se echaron suertes para buscar al transgresor. Y la suerte cayó sobre la tribu de Judá. Entonces el corazón de Acán empezó a latir lleno de temor porque él pertenecía a esa tribu; pero siguió engañándose pensando que escaparía. De nuevo se echaron suertes que señalaron a la su familia. Josué leyó la culpa en su pálida cara. Se echaron suertes por tercera vez y señalaron al infeliz. Ahí estaba, señalado por el dedo de Dios como el culpable que había causado el desastre.
Cuando Acán cedió a la tentación, si le hubieran preguntado si deseaba traer la desgracia y la muerte al campamento de Israel, él habría respondido: “¡No, no! ¿Acaso tu siervo es un perro capaz de cometer tal maldad?” Pero se recreó en la tentación de satisfacer su codicia y, cuando se presentó la ocasión, fue más allá de lo que se había propuesto. Exactamente de esa misma manera los miembros de la iglesia afligen el Espíritu de Dios, estafan a sus vecinos y atraen la ira de Dios sobre la iglesia. Nadie vive para sí. La vergüenza, la derrota y la muerte cayeron sobre Israel por el pecado de un hombre. La protección que cubría sus cabezas en la batalla se retiró. Varios pecados acariciados y practicados por cristianos profesos atraen la ira de Dios sobre la iglesia. En el día en que el Libro Mayor del Cielo sea abierto el Juez no expresará con palabras la culpa de los hombres, sino que echará una penetrante y acusadora mirada, y todas las acciones, todas las transacciones de la vida quedarán vivamente impresas en la memoria del transgresor. No será preciso que, como en tiempos de Josué, se busque a la persona entre la tribu y la familia; sus propios labios confesarán su vergüenza, su egoísmo, su codicia, su deshonestidad, su disimulo y su fraude. Sus pecados, ocultos al conocimiento de los hombres serán proclamados como si estuviesen en medio de la plaza pública.
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La influencia que más debe temer la iglesia no es la de los oponentes, infieles y blasfemos declarados, sino la de los que profesan a Cristo de manera inconsistente. Son los que obstaculizan las bendiciones del Dios de Israel y traen debilidad sobre la iglesia, un reproche difícil de borrar. Mientras Josué estaba postrado sobre su rostro, vertiendo su alma ante Dios, con lágrimas y agonía, la orden de Dios fue una reprensión: “Levántate; ¿por qué te postras así sobre tu rostro?” Josué 7:10.
Las iglesias populares están llenas de hombres que, pretendiendo servir a Dios, son ladrones, asesinos, adúlteros y fornicadores; pero quienes profesan nuestra humilde fe deben seguir un modelo más elevado. Deben ser cristianos bíblicos y deben ser diligentes en el estudio del Mapa de la vida. En oración, deben examinar cuidadosamente los motivos que los empujan a actuar. Los que desean poner su confianza en Cristo deben empezar a estudiar ahora la belleza de la cruz. Si quieren ser cristianos vivos deben empezar a temer y obedecer a Dios ahora. Si lo desean, pueden salvar sus almas de la ruina y ganar la vida eterna.
La costumbre de explotar en el comercio, tan habitual en el mundo, no es ejemplo para los cristianos. No se deben apartar de la perfecta integridad, ni aun en los asuntos más pequeños. Vender un artículo por más de lo que vale, aprovechando la ignorancia del comprador, es un fraude. Los beneficios desleales, las pequeñas argucias en el comercio, la exageración, la competencia, el menosprecio a un hermano que intenta llevar a cabo un negocio honrado son causa de corrupción de la pureza de la iglesia y arruinan su espiritualidad.
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El mundo de los negocios no escapa al gobierno de Dios. El cristianismo no debe ser exhibido únicamente en sábado y en el santuario. Es asunto de todos los días de la semana y todos los lugares. Sus exigencias deben ser reconocidas y obedecidas en el taller, en el hogar y en los negocios con los hermanos y con el mundo. En muchos, una mundanalidad absorbente eclipsa el verdadero sentido de la obligación cristiana. La religión de Cristo tendrá tal influencia sobre el corazón que llegará a controlar la vida. Los hombres que poseen la genuina religión verdadera, mostrarán en todos sus negocios la misma clara percepción de la justicia que cuando ofrecen sus súplicas ante el trono de gracia. La vida, con todas sus capacidades, pertenece a Dios y debe ser usada para promover su gloria en lugar de pervertirla para el servicio de Satanás defraudando a los semejantes.
Algunos tienen a Satanás como consejero. Les dice que si quieren prosperar deberán escuchar sus consejos: “No seas tan estricto con el honor y la honradez, mira por tu propio interés y no permitas que la piedad, la generosidad y la amabilidad te retengan. No te preocupes por la viuda los huérfanos. Que no dependan de ti; sino que se ocupen de ellos mismos. No te preguntes si tienen o no alimentos o si puedes bendecirlos con una atención. Cuida de ti mismo. Acumula cuanto puedas. Roba a las viudas y a los huérfanos, estafa al extranjero y tendrás recursos suficientes para suplir tus muchas necesidades”. Algunos han escuchado este consejo y menospreciado a Aquel que dijo: “La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es ésta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo”. Santiago 1:27.
Satanás ofrece a los hombres los reinos del mundo a cambio de que ellos le entreguen la supremacía. Muchos sacrifican así el cielo. Mejor es morir que pecar, mejor es necesitar que defraudar, mejor es pasar hambre que mentir. Que todos los que son tentados se enfrenten a Satanás con estas palabras: “Bienaventurado todo aquel que teme a Jehová, que anda en sus caminos. Cuando comieres el trabajo de tus manos, bienaventurado serás, y te irá bien”. Salmos 128:1-2. Esta es la condición y la promesa que se cumplirá inequívocamente. La felicidad y la prosperidad serán el resultado de servir al Señor.
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Importancia del dominio propio
Hermana H: Sé muy poco de su vida antes de que profesara a Cristo; pero desde ese momento usted no ha sido una mujer verdaderamente convertida, no ha representado correctamente a Cristo, su Maestro. Aceptó la teoría de la verdad, pero no se santificó con ella. No ha practicado el dominio propio y ha satisfecho sus deseos a expensas de la salud y la religión. Se irrita fácilmente y, en lugar de vigilar estrictamente sus palabras y sus acciones, ha dado rienda suelta a sus pasiones. La mente sólo puede estar controlada por Satanás o por Jesús. Cuando usted no práctica el dominio propio, Satanás señorea y gobierna sobre usted de manera que hace cosas totalmente satánicas. Esto se ha repetido tan a menudo que ya es habitual.
En la relación con su actual esposo usted ha permitido que los asuntos más triviales la exasperaran. En tales ocasiones parece ser víctima de una pasión desenfrenada y Satanás de pie, a su lado, se ríe de la miseria que atrae sobre sí y sobre los que tiene el deber de hacer felices. Sus hijos han recibido sus rasgos de carácter y además, día a día copian su ejemplo de pasión, impaciencia y agitación ciegas e irracionales.
En el corazón humano el egoísmo y la corrupción son naturales y sólo se pueden vencer con la más estricta disciplina y las restricciones más severas. Aun así, serán necesarios años de paciente esfuerzo y sincera resistencia. Dios nos permite que suframos las enfermedades de la pobreza y nos pone en situaciones difíciles para que los defectos de nuestro carácter se revelen y sus asperezas se pulan. Pero después de que Dios haya dado privilegios y oportunidades, después de que la luz y la verdad hayan entrado en el hogar del que entiende, si las personas persisten en excusarse por su deformidad de carácter y continúan siendo celosas y egoístas, sus corazones se vuelven como el granito, haciendo imposible que se reformen sin tener que recurrir al cincel, el martillo y al pulido del Espíritu de Dios.
Se me recordó su vida y su experiencia cuando llegó por primera vez a _____. Su conducta no era adecuada y sus relaciones no eran correctas. Su costumbre de visitar las cervecerías con sus hijos no era una influencia favorable para otros al respecto de su situación moral. Esos son capítulos tristes de su experiencia. Tenía luz y conocimientos, pero su inclinación e insensatez la separaban de Dios.
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Se me mostraron muchas situaciones que se dieron mientras usted vivía en _____. Su fuerte y perversa voluntad la llevó a menospreciar la verdad que profesaba. Su conducta ante el mundo era injustificable. El castigo que su hija recibió en la escuela a causa de su obstinada desobediencia le pareció tan exagerado que se convirtió en una ofensa tan terrible que buscó la protección de los tribunales. El engaño que allí practicó, su exageración de la verdad, fue una de las más peligrosas lecciones de moral. Esas cosas están registradas contra usted en los libros del cielo. Su disposición es obstinada y no humillará su corazón para confesar una ofensa, sino que justificará su conducta ante los hombres sin referirse a cómo aparece a los ojos de Dios. Pregúntese si esa formación tan engañosa no hizo que su hija sea como es. ¿Qué otra influencia podría tener un formación así sobre una mente joven si no hacerle sentir que nadie tiene derecho a controlar su perversa voluntad? La semilla que usted misma plantó ha dado un fruto aún más amargo.
Mi amor hacia su alma me induce a escribirle en este momento. Me siento oprimida por la responsabilidad que asumo al escribirle estas cosas. Por su propia conducta está cerrando las puertas del cielo para usted y sus hijos; porque ninguno de ustedes entrará allí con sus actuales caracteres deficientes. Hermana, está perdiendo tristemente en el juego de la vida. Los ángeles santos la observan con tristeza, y los malos espíritus miran con expresión de triunfo al ver cómo pierde rápidamente las gracias que adornan el carácter cristiano, mientras que en su lugar Satanás implanta sus propios malos rasgos.
Se ha dedicado tanto a la lectura de novelas y cuentos que vive en un mundo imaginario. La influencia de una lectura tal perjudica tanto la mente como el cuerpo; debilita el intelecto e impone una terrible carga sobre la fuerza física. A veces apenas podría considerarse que su mente está sana, porque la imaginación se ha sobreexcitado y ha enfermado por causa de la lectura de historias ficticias. La mente debe disciplinarse de tal manera que todas sus facultades se desarrollen simétricamente. Cierto curso de preparación puede vigorizar las facultades especiales, y al mismo tiempo dejar rezagadas otras, de manera que se estorba su utilidad. La memoria sufre grave perjuicio debido a la lectura mal escogida, que tiende a desequilibrar las facultades del raciocinio, y a crear nerviosismo, cansancio del cerebro y postración de todo el organismo. Si constantemente se alimenta con exceso la imaginación, y se la estimula mediante las ficciones, no tarda en volverse tiránica, en dominar todas las otras facultades de la mente y en tornar caprichoso el gusto y pervertir las tendencias.
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Usted es una dispéptica mental. Su mente rebosa de conocimientos de toda clase: política, historia, teología y anécdotas, de lo cual solamente una parte puede ser retenida por una memoria recargada. Sería de mucho más valor tener menos información en un cerebro bien disciplinado. También ha descuidado la tarea de adiestrar su mente para la acción vigorosa; por lo tanto, su voluntad y su inclinación la han dominado en vez de servirla. El resultado es la pérdida de poder físico y mental.
Durante años su mente ha sido como un arroyo susurrante casi lleno de rocas y malezas, cuya agua se desperdicia. Si sus facultades estuviesen controladas por propósitos elevados no sería inválida como es ahora. Se le antoja que sus caprichosos apetitos deben ser complacidos, así como su deseo de leer excesivamente. Vi arder la lámpara a la medianoche en su pieza mientras usted leía alguna historia fascinante, aguijando así su ya sobreexcitado cerebro. Esta conducta ha estado disminuyendo su vitalidad, y debilitándola física, mental y moralmente. La irregularidad ha causado desorden en su casa y, si esto continúa, hundirá su espíritu en la imbecilidad. Ha abusado del tiempo de gracia que Dios le concedió y lo ha despilfarrado.
Dios nos concede talentos para que los aprovechemos sabiamente, no para que abusemos de ellos. La educación es tan sólo una preparación de las facultades físicas, intelectuales y morales para el mejor cumplimiento de todos los deberes de la vida. La lectura impropia imparte una educación falsa. El poder de resistencia, así como la fuerza y actividad del cerebro pueden ser reducidos o aumentados de acuerdo con la manera en que se emplean. Usted tiene mucho que hacer para deshacerse de sus lecturas livianas. Elimínelas de su casa. No conserve delante de sí la tentación de pervertir su imaginación, desequilibrar su sistema nervioso y arruinar a sus hijos. Por la mucha lectura se está incapacitando para los deberes de esposa y madre, y de hecho se está descalificando para hacer el bien en cualquier lugar.