Testimonios para la Iglesia, Vol. 5, p. 240-249, día 289

El Salvador del mundo ofrece un negocio ventajoso en el que pueden participar ricos y pobres, doctos e indoctos. Todos pueden con seguridad acumular para sí “tesoro en los cielos que no se agote”. Lucas 12:33. Esto es invertir de sus capacidades en lo que es correcto. Es llevar el dinero a los banqueros.

Jesús ilustró su enseñanza refiriéndose al caso de un agricultor de recursos, a quien el Señor había grandemente favorecido. El Señor había bendecido sus tierras, y hecho que éstas produjeran abundantemente, capacitándolo para practicar la liberalidad con otros que no habían sido tan grandemente bendecidos. Sin embargo, al enterarse de que sus tierras habían producido tan abundantemente, mucho más de lo que esperaba, en lugar de hacer planes para aliviar las necesidades de los pobres, empezó a idear medios para acapararlo todo para sí mismo. Al ver cómo las dádivas del cielo fluían hacia sus graneros, no derramó su alma en gratitud hacia el generoso Dador, ni tampoco consideró que aquella gran bendición le añadía una responsabilidad adicional. Con el egoísmo que caracterizaba su naturaleza inquirió: “¿Qué haré, porque no tengo dónde almacenar mis frutos?” Lucas 12:17. Consultando con su propio corazón codicioso, declaró: “Esto haré: derribaré mis graneros, y edificaré otros más grandes, allí almacenaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años; descansa, come, bebe, diviértete”. vers. 18-19. Los medios que conducen al verdadero gozo y al ennoblecimiento del alma son la actividad, el dominio de sí mismo, los propósitos santificados; pero, todo lo que este hombre se propuso hacer con las dádivas que Dios le había otorgado, fue degradar su alma. ¿Y cuál fue el resultado? “Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿para quién será? Así es el que atesora para sí mismo, y no es rico para con Dios”. vers. 20.

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El pobre hombre rico poseía un cuantioso tesoro terrenal, pero estaba desprovisto de la verdadera riqueza. Manantiales de salvación fluyen abundantemente hacia nosotros desde el trono de Dios. Se nos conceden bendiciones temporales, pero no las aprovechamos para bendecir a la humanidad o glorificar a Dios. Dios es nuestros bondadoso benefactor. El nos trajo luz e inmortalidad por medio de Jesucristo. Así, es por intermedio de Jesús que nos llega toda bendición. ¡Oh, si toda lengua confesase y reconociese al gran Dador! Que toda boca, en claros y alegres tonos, proclame las felices nuevas que por medio de Jesús tenemos acceso a la vida futura de inmortalidad; y se extiende a todos la invitación de aceptar este gran beneficio. Todos los tesoros del cielo han sido puestos a nuestro alcance, esperando que los demandemos. ¿Nos sorprende que a este pobre rico se le llamara “necio” por razón de que despreció las riquezas eternas, el inestimable don de la vida eterna, el eterno peso de gloria, y se conformó con los perecederos tesoros terrenales?

Dios prueba a los hombres, a unos de una manera y a algunos de otra. A unos los prueba otorgándoles sus ricas dádivas, y a otros retrayéndoles sus favores. Prueba a los ricos para ver si aman a Dios, al Dador, y a su prójimo como a sí mismos. Cuando el hombre emplea correctamente sus dádivas, Dios se complace; entonces puede él confiarle mayores responsabilidades. El Señor revela la valoración relativa que el hombre hace del tiempo y la eternidad, del cielo y la tierra. Nos amonesta: “Si se aumentan las riquezas, no pongáis el corazón en ellas”. Salmos 62:10. Asumen valor cuando se utilizan para el bien de los demás y para la gloria de Dios; pero ningún tesoro terrenal ha de ser vuestro legado, vuestro dios o vuestro salvador.

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Mis hermanos, el mundo jamás creerá que tomáis en serio vuestra fe hasta que tengáis menos que decir acerca de las cosas temporales y más acerca de las realidades del mundo eterno. El Señor viene; pero muchos de los que profesan la fe no se dan cuenta que el evento está cerca. Son incapaces de fijar su fe en los propósitos revelados de Dios. En algunos la pasión por el lucro absorbe todo su interés, y las riquezas terrenales han eclipsado el tesoro celestial. Los asuntos eternos se han desvanecido de la mente como si fueran de menor importancia, mientras que la mundanalidad ha invadido cual aluvión. La gran pregunta es: ¿Cómo puedo hacerme de dinero? Los hombres están vivamente atentos a todo anhelo de ganancia personal. Experimentan con miles de planes y artefactos, entre ellos diversas invenciones y derechos de patente. Algunos excavan la tierra en busca de metales preciosos, otros invierten en acciones bancarias, y todavía hay quienes labran la tierra; pero todos tienen en mente el solo objetivo de ganar dinero. Se embelesan y hasta se enloquecen en su búsqueda de la riqueza; sin embargo, rehusan ver la ventaja de asegurarse una herencia inmortal.

Cuando Cristo anduvo en la tierra, se relacionó con algunos cuya imaginación estaba acalorada con el anhelo por la ganancia terrenal. Nunca descansaban, sino que siempre estaban probando algo nuevo, y sus expectativas eran suscitadas sólo para ser chasqueadas. Jesús conocía las necesidades del corazón humano, que son las mismas en todas las épocas; y les llamó la atención a las únicas riquezas verdaderas. “El reino de los cielos”, dijo él, “es semejante a un tesoro escondido en un campo, que, encontrándolo un hombre, lo esconde; y gozoso por ello, va, vende lo que tiene, y compra aquel campo”. Mateo 13:44. Habla a los hombres de un tesoro que es de valor inestimable y que está al alcance de todos. El vino a la tierra para encauzar sus mentes en la búsqueda de este tesoro. El camino está señalado; los más pobres que le sigan se harán más ricos que los más acaudalados de la tierra que no conocen a Jesús, y serán hechos cada vez más ricos al compartir su felicidad con los demás.

“No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde los ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde los ladrones no minan ni hurtan”. Mateo 6:19-21. Los que esto hagan no experimentarán pérdida alguna. El tesoro acumulado en el cielo está seguro; y se acredita a nuestra cuenta, por cuanto dijo Jesús: “Haceos tesoros en el cielo”. Los hombres siembran aquí, pero segarán durante la eternidad.

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Es el tesoro eterno lo que los ministros de Cristo deberán presentar dondequiera que vayan. Han de instar al pueblo a que se hagan sabios para salvación. No han de permitir que creyentes profesos, amadores del mundo y contemporizadores, ejerzan ninguna influencia sobre su proceder o que debiliten su fe (la fe del pueblo). No es su misión ayudar a individuos o iglesias a buscar la manera de ahorrar dinero por medio de planes estrechos y esfuerzos limitados en la causa de Dios. En lugar de esto, han de enseñarles a los hombres cómo trabajar de una manera desinteresada, haciéndose así ricos para con Dios. Deberán educar las mentes para que valoren correctamente los asuntos eternos y pongan el reino de Dios en primer lugar.

Hacen falta hombres como Caleb en estos dos campos. En estas asociaciones debe haber, no niños sino hombres que hagan movidas sabias, lleven las cargas y hagan oír sus voces por encima de la voz de los infieles que se oponen, dudan y critican. Los grandes intereses no han de ser manejados por niños. Un cristiano no desarrollado, que es enano en lo que a conocimiento religioso se refiere, falto de sabiduría de lo alto, no está preparado para hacer frente a los severos conflictos por los cuales a la iglesia le toca a veces pasar. “Sobre tus muros, oh Jerusalén, he puesto guardas; todo el día y toda la noche no callarán jamás”. Isaías 62:6. A menos que el ministro intrépidamente declare toda la verdad, a menos que mantenga su vista fija en la gloria de Dios y trabaje bajo la dirección del gran Capitán de su salvación, a menos que se coloque al frente, a pesar de la censura y sin dejarse contaminar por el aplauso, será tenido como un atalaya infiel.

Hay algunos en _____ que deberían ser hombres en vez de niños y tener mentes espirituales y no terrenales y sensuales; pero su visión espiritual se ha empañado, el gran amor del Salvador no ha cautivado sus almas. El tiene muchas cosas que deciros, pero no sois capaces de sobrellevarlas ahora. Sois niños en crecimiento y no podéis comprender los misterios de Dios. Cuando Dios levanta hombres para hacer su obra, no cumplen su cometido si permiten que su testimonio sea modificado para complacer las mentes de los que no son consagrados. El adiestrará hombres para estos tiempos. Serán humildes, temerosos de Dios, no conservadores, no hombres atenidos a las normas convencionales, sino hombres de moral independiente que marchan adelante en el temor de Dios. Serán bondadosos, nobles, corteses; sin embargo, no se dejarán desviar del camino correcto, sino que proclamarán la verdad en justicia, escuchen los hombres o no escuchen.

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El crecimiento cristiano

Se me ha mostrado que las personas que tienen un conocimiento de la verdad, y, sin embargo, dejan que todas sus facultades sean absorbidas por intereses mundanales, son infieles. No permiten que, por sus buenas obras, la luz de la verdad resplandezca para otros. Casi toda su capacidad está dedicada a hacerse astutos y hábiles hombres del mundo. Se olvidan de que Dios les dio talentos para que los usasen para el adelanto de su causa. Si fuesen fieles a su deber, el resultado sería una gran ganancia de almas para el Maestro; mientras que muchas se pierden por su negligencia.

Dios invita a aquellos que conocen su voluntad a ser hacedores de su palabra. La debilidad, la tibieza y la indecisión provocan los asaltos de Satanás; y los que permiten el desarrollo de estos defectos serán arrastrados, impotentes, por las violentas olas de la tentación. De cada uno de los que profesan el nombre de Cristo se requiere que crezca hasta la plena estatura de Cristo, cabeza viviente del cristiano.

Todos necesitamos un guía a través de las muchas estrecheces de la vida, tanto como el marino necesita un piloto entre los bajíos o las rocas del río. ¿Dónde puede encontrarse ese guía? Os indicamos la Biblia, amados hermanos. Inspirada por Dios, escrita por hombres santos, señala con gran claridad y precisión los deberes tanto de los jóvenes como de los mayores. Eleva la mente, enternece el corazón, e imparte alegría y santo gozo al espíritu. La Biblia presenta una perfecta norma de carácter; es un guía infalible en todas las circunstancias, aun hasta el fin del viaje de la vida. Tomadla por vuestra consejera, como la regla de vuestra vida diaria.

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Debemos aprovechar diligentemente todo medio de gracia para que el amor de Dios abunde más y más en el alma, “para que discernáis lo mejor; que seáis sinceros y sin ofensa para el día de Cristo; llenos de frutos de justicia”. Filipenses 1:10, 11. Vuestra vida cristiana debe asumir formas vigorosas y robustas. Podéis alcanzar la alta norma que se os presenta en las Escrituras, y debéis hacerlo si queréis ser hijos de Dios. No podéis permanecer quietos; debéis avanzar o retroceder. Debéis tener conocimiento espiritual, a fin de poder comprender “con todos los santos cuál sea la anchura y la longura y la profundidad y la altura, y conocer el amor de Cristo”, para “que seáis llenos de toda la plenitud de Dios”. Efesios 3:18, 19.

Muchos son los que, teniendo un conocimiento inteligente de la verdad, y pudiendo defenderla con argumentos, nada hacen para la edificación del reino de Cristo. Los encontramos de vez en cuando; pero no exhiben nuevos testimonios de la experiencia personal en la vida cristiana; no relatan nuevas victorias ganadas en la guerra santa. En vez de eso, se nota en ellos la misma vieja rutina, las mismas expresiones en su oración y exhortación. Sus oraciones no tienen nota nueva; no expresan mayor inteligencia en las cosas de Dios, ni fe más ferviente y viva. Las tales personas no son plantas vivas en el jardín del Señor, que se recubran de nuevo follaje, y de la grata fragancia de una vida santa. No son cristianos que crezcan. Tienen visiones y planes limitados y en ellos no hay expansión de la mente, ni valiosas adiciones a los tesoros del conocimiento cristiano. Sus facultades no han sido ejercitadas en esa dirección. No han aprendido a considerar a los hombres y las cosas como Dios los considera, y en muchos casos una simpatía no santificada ha perjudicado a las almas, y estorbado grandemente la causa de Dios. El estancamiento espiritual que prevalece es terrible. Muchos llevan una vida cristiana formal, y aseveran que sus pecados han sido perdonados, cuando están tan destituidos del verdadero conocimiento de Cristo como el pecador.

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Hermanos, ¿queréis tener un crecimiento cristiano raquítico, o queréis hacer sanos progresos en la vida divina? Donde hay salud espiritual hay crecimiento. El hijo de Dios crece hasta la plena estatura de un hombre o una mujer en Cristo. No hay límite para su mejoramiento. Cuando el amor de Dios es un principio vivo en el alma, no hay opiniones estrechas y limitadas; hay amor y fidelidad en las amonestaciones y reproches; hay obra ferviente y una disposición a llevar cargas y responsabilidades.

Algunos no están dispuestos a hacer obra abnegada. Manifiestan verdadera impaciencia cuando se les insta a llevar alguna responsabilidad. “¿Qué necesidad hay -dicen- de un aumento de conocimiento y experiencia?” Esto lo explica todo. Se sienten ricos y enriquecidos, sin necesidad de ninguna cosa, mientras que el Cielo los declara pobres, miserables, cuitados y desnudos. El Testigo fiel les dice: “Yo te amonesto que de mí compres oro afinado en fuego, para que seas hecho rico, y seas vestido de vestiduras blancas, para que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio para que veas”. Apocalipsis 3:18. Vuestra misma complacencia propia demuestra que lo necesitáis todo. Estáis espiritualmente enfermos, y necesitáis a Jesús como vuestro médico.

En las Escrituras hay miles de gemas de la verdad que yacen escondidas para el que busca en la superficie. La mina de la verdad no se agota nunca. Cuanto más escudriñéis las Escrituras con corazón humilde, tanto mayor será vuestro interés, y tanto más os sentiréis con deseo de exclamar con Pablo: “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán incomprensibles son sus juicios, e inescrutables sus caminos!” Romanos 11:33.

Cada día debéis aprender algo nuevo de las Escrituras. Escudriñadlas como si buscarais tesoros ocultos, porque contienen las palabras de vida eterna. Orad por sabiduría y entendimiento para comprender estos escritos sagrados. Si lo hacéis, hallaréis nuevas glorias en la Palabra de Dios; sentiréis que habréis recibido luz nueva y preciosa sobre asuntos relacionados con la verdad, y las Escrituras recibirán constantemente nuevo valor en vuestra estima.

“Cercano está el día grande de Jehová, cercano y muy presuroso”. Sofonías 1:14. Jesús dice: “He aquí, yo vengo presto” Apocalipsis 22:12. Debemos tener siempre presentes estas palabras, y obrar como quienes creen de veras que la venida del Señor se acerca, y que somos peregrinos y advenedizos en la tierra. Las energías vitales de la iglesia de Dios deben ser puestas en activo ejercicio para el gran objeto de la renovación propia; cada miembro debe ser agente activo de Dios. “Por él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre. Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino juntamente ciudadanos con los santos, y domésticos de Dios; edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo; en el cual, compaginado todo el edificio, va creciendo para ser un templo santo en el Señor: en el cual vosotros también sois juntamente edificados, para morada de Dios en Espíritu”. Efesios 2:18-22. Esta es una obra particular, que debe ser llevada a cabo con toda armonía, unidad de espíritu, y vínculos de paz. No debe darse cabida a las críticas, las dudas y la incredulidad.

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Las asociaciones de la Columbia Superior y Norte del Pacífico tienen un atraso de años. Algunas personas que debieran ser fuertes y estar establecidas en Cristo, son como criaturas en su comprensión y el conocimiento práctico de la forma como obra el Espíritu de Dios. Después de años de experiencia pueden comprender únicamente los principios elementales del grandioso sistema de fe y doctrina que constituye la religión cristiana. No comprenden cuál es la perfección de carácter que recibirá este reconocimiento de Dios: “Bien hecho”.

Hermanos, vuestro deber y felicidad, vuestra utilidad futura y salvación final exigen que separéis vuestros afectos de todo lo terrenal y corruptible. Hay una simpatía no santificada que participa de la naturaleza de un sentimentalismo enfermizo, y es terrena y sensual. El vencer esto requerirá esfuerzos arduos de parte de algunos de vosotros, a fin de cambiar el curso de vuestra vida; porque no os pusisteis en relación con la Fortaleza de Israel, y se han debilitado todas vuestras facultades. Ahora se os llama en alta voz a ser diligentes en el empleo de todos los medios de la gracia, a fin de que seáis transformados en carácter, y podáis crecer a la plena estatura de hombres y mujeres en Cristo Jesús.

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Tenemos grandes victorias que ganar, o el cielo que perder. El corazón carnal debe ser crucificado; porque tiende hacia la corrupción moral, y el fin de ella es la muerte. Nada que no sea la influencia vivificadora del Evangelio puede ayudar al alma. Orad para que las poderosas energías del Espíritu Santo, con todo su poder vivificador, recuperador y transformador, caigan como un choque eléctrico sobre el alma paralizada, haciendo pulsar cada nervio con nueva vida, restaurando todo el ser, de su condición muerta, terrenal y sensual a la sanidad espiritual. Así llegaréis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo escapado a la corrupción que reina en el mundo por la concupiscencia; y en vuestras almas se reflejará la imagen de Aquel por cuyas heridas somos sanados.

Diezmos y ofrendas

El Señor requiere que le devolvamos a él en diezmos y ofrendas una porción de los bienes que nos ha prestado. Acepta estas ofrendas como un acto de humilde obediencia de nuestra parte y como un reconocimiento agradecido de nuestra deuda para con él por todas las bendiciones que disfrutamos. Brindemos, pues, nuestras ofrendas voluntariamente y digamos con David: “Todas las cosas de ti proceden, y de lo tuyo te hemos dado”. La retención de más de lo que sea conveniente conduce a la pobreza. Dios será condescendiente con algunos y examinará y probará a todos; pero su maldición seguirá al que profesa la verdad y es egoísta y amante del mundo. Dios conoce el corazón; cada pensamiento y cada intención está abierta ante sus ojos. El dice: “Yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco”. 1 Samuel 2:30. El sabe a quién bendecir y quiénes merecen su maldición. El no se equivoca, porque los ángeles guardan registro de todas nuestras acciones y palabras.

Cuando el pueblo de Dios estaba a punto de construir el santuario en el desierto, era necesario hacer extensas preparaciones. Se reunieron materiales costosos, y entre ellos había oro y plata. Como dueño legítimo de todos sus tesoros, el Señor pidió estas ofrendas al pueblo; pero aceptó solamente las que fueron dadas voluntariamente. El pueblo trajo sus ofrendas voluntarias hasta que se le dijo a Moisés: “El pueblo trae mucho más de lo que se necesita para la obra que Jehová ha mandado que se haga”. Éxodo 36:6, 7.

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Si hubieran estado presentes ciertos hombres de ideas limitadas, se hubieran asombrado con horror. Cual Judas hubiesen preguntado: “¿Para qué este despilfarro?” Pero el santuario no fue ideado para honrar a los hombres, sino al Dios del cielo. El había dado instrucciones específicas de cómo debía hacerse todo. Había que enseñarle al pueblo que él es un ser grandioso y majestuoso y que debía ser adorado con reverencia y temor.

La casa donde se adora a Dios debe concordar con su carácter y majestad. Hay iglesias pequeñas que toda la vida serán pequeñas, porque ponen sus intereses propios por encima de los intereses de la causa de Dios. Poseen viviendas amplias y cómodas para sí mismos y están constantemente mejorando sus entornos; sin embargo, se conforman con tener un lugar inadecuado para el culto de Dios donde ha de morar su presencia. Se sorprenden de que José y María se hayan visto forzados a buscar albergue en un establo, y que en él nació el Salvador; pero están dispuestos a emplear gran parte de sus recursos en lo personal, mientras que vergonzosamente se descuida el lugar de adoración. Cuán a menudo dicen: “No ha llegado aún el tiempo de que la casa de Jehová sea reedificada”. Hageo 1:2. No obstante, la palabra del Señor para ellos es: “¿Es para vosotros tiempo de habitar en vuestras casas artesonadas mientras esta casa está en ruinas?” Hageo 1:4.

La casa en la cual Jesús se encuentra con su pueblo debe ser limpia y atractiva. Si hay sólo unos pocos creyentes en algún lugar, que se edifique una casa pulcra pero humilde y, dedicándola a Dios, invitad a Jesús a que venga como vuestro huésped. ¿Qué pensará él de su pueblo cuando tienen todas las comodidades que pueda desear el corazón, pero que se conforman con reunirse para adorarle en un granero, en un edificio miserable y apartado, o en alguna casa barata y desechada? Os esforzáis en favor de vuestras amistades, empleáis vuestros recursos para hacer que todo lo que los rodea sea lo más atractivo posible; pero a Jesús, el que lo dio todo por vosotros, hasta su propia vida preciosa, él que es la Majestad del cielo, el Rey de reyes y Señor de señores, se le otorga un lugar sobre la tierra que no es sino un poco mejor que el establo que fue su primer hogar. ¿No veremos estas cosas como Dios las ve? ¿No examinaremos nuestros motivos para ver qué clase de fe poseemos?

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