Testimonios para la Iglesia, Vol. 5, p. 386-395, día 304

El único camino seguro lo señaló Jesús en su amonestación: “Velad y orad”. Mateo 26:41. Hay necesidad de vigilancia. Nuestros propios corazones son engañosos; estamos rodeados de todas las debilidades y flaquezas humanas, y Satanás está decidido a destruir. Nosotros podremos no estar en guardia, pero nuestro adversario nunca está ocioso. Conociendo su infatigable vigilancia, no durmamos, como lo hacen otros, antes “sed, pues, sobrios, y velad en oración”. 1 Pedro 4:7, 5:8. Hay que hacer frente al espíritu y la influencia del mundo, pero no debiera permitirse que éstos se posesionen de nuestra mente y corazón. 

El hombre de negocios activo, al entrar en contacto con el mundo, tendrá pruebas, incertidumbres y preocupaciones que producen ansiedad. Encontrará que existe la tendencia a permitir que pensamientos y planes mundanales tomen la delantera, y que requerirá esfuerzo y disciplina de mente y alma mantener un espíritu de devoción. Pero la gracia divina aguarda que la solicite y su gran necesidad es el poderoso instrumento que prevalecerá ante Dios. Jesús ha hecho una provisión especial para estos hombres. El los invita: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y mi carga ligera”. Mateo 11:28-30. Aquellos que tienen comunión con Cristo tienen descanso y tranquilidad constante. Entonces, ¿por qué andar solos, despreciando su compañía? ¿Por qué no lo incluimos en nuestros propósitos? ¿Por qué no venimos a él con todas nuestras perplejidades y comprobamos la fuerza de sus promesas? 

El Espíritu Santo alumbra nuestra oscuridad, informa nuestra ignorancia, comprende nuestras diversas necesidades y nos ayuda. Pero la mente tiene que estar constantemente buscando a Dios. Si permitimos que entren la frialdad y la mundanalidad, no tendremos deseos de orar ni valor para mirar hacia Aquel que es la fuente de nuestra fuerza y sabiduría. Entonces, orad en todo momento, estimados hermanos y hermanas, “levantando manos santas, sin ira ni contienda”. 1 Timoteo 2:8. Presentad vuestros pedidos con urgencia ante el trono de la gracia, y depended de Dios hora tras hora y momento tras momento. El servicio de Cristo regulará todas vuestras relaciones con el prójimo y hará que vuestra vida produzca fruto de buenas obras.

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Nadie piense que el egoísmo, la estima o la complacencia de sí mismo son compatibles con el Espíritu de Cristo. Sobre todo hombre o mujer convertido descansa una responsabilidad celestial que no se aprecia debidamente. Los hijos e hijas del Rey celestial no han de adoptar los principios y costumbres del mundo. “Amados, ahora somos hijos de Dios, y todavía no se ha manifestado lo que hemos de ser: pero sabemos que cuando él apareciere, seremos semejantes a él porque lo veremos como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él se purifica, así como él es puro”. 1 Juan 3:3. Pero el mundo no nos conoce, porque no conocieron a Cristo, nuestro Maestro.

En la oficina de la Review se necesitan gerentes empresariales que representen correctamente a Jesús y el plan de salvación. Dios no se complace cuando ellos emplean todas sus facultades en empresas mundanales, o en negocios que tienen que ver con la misma obra de publicaciones, y no hacen nada para fortalecer a su iglesia y edificar su reino. Trabajar para Dios y la salvación de las almas es el llamado más elevado y noble que el hombre jamás haya recibido o pueda recibir. Las pérdidas y las ganancias en este aspecto son de gran importancia; porque los resultados no terminan con esta vida, sino que se extienden hacia la eternidad. 

Hermanos, no importa a qué clase de negocio estéis dedicados, o a qué departamento de la obra estéis asignados, llevad vuestra religión con vosotros. Dios y el cielo no deben faltar en la experiencia y obra de la vida. Los obreros en esta causa deben guardarse de no convertirse en hombres unilaterales, dejando que se vea solamente el aspecto mundanal de su carácter. En el pasado hubo fracasos decididos de parte de hombres conectados con la oficina. No han sido personas de mente espiritual y su influencia no ha tendido a conducir hacia la Canaán celestial, sino más bien de vuelta a Egipto.

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El hermano P ha sido bendecido con habilidades, las cuales, si las consagrase al Señor, lo capacitarían para hacer mucho bien. Tiene una mente despierta. Comprende la teoría de la verdad y los requerimientos de la ley de Dios; pero no ha aprendido en la escuela de Cristo la mansedumbre y humildad que lo convertirían en un hombre del cual se pudiera depender en un puesto de confianza. Ha sido pesado en las balanzas del santuario y hallado falto. Ha recibido gran luz mediante amonestaciones y reprensiones; pero no les ha hecho caso; ni siquiera ha visto la necesidad de cambiar su proceder. Su ejemplo ante el personal de la oficina no ha sido consecuente con su profesión; ha sido un hombre con características de niño, y su influencia ha hecho que otros se alejen de Cristo y contemporicen con el mundo.

La cruz de Cristo le ha sido presentada al hermano P; pero él se ha apartado de ella, porque significa vergüenza y deshonra, en lugar de honor y halago para el mundo. Vez tras vez Jesús ha llamado: Toma tu cruz y sígueme para que seas mi discípulo. Pero otras voces han estado llamando en la dirección del orgullo y la ambición mundanal; y él ha escuchado esas voces porque el espíritu de las mismas es más agradable al corazón natural. Se ha apartado de Jesús, se ha divorciado de Dios y abrazado al mundo. Fue llamado para que representara a Jesús y fuese una luz brillante en el mundo; pero ha traicionado su cometido sagrado. El mundo se interpone entre su alma y Jesús, y ha tenido una experiencia mundana cuando debió haber recibido otra de un carácter totalmente opuesto. Ha sido resueltamente mundano en sus gustos y opiniones y por consiguiente no ha sido capaz de comprender las cosas espirituales. 

El éxito del hermano P en el ministerio, y también en su puesto de confianza en la oficina, dependía del carácter que mantuviese. Era menester un esfuerzo esmerado y perseverante para que en su salida y en su entrada delante de sus compañeros de trabajo no diera ningún mal ejemplo. El plan que debió haberse trazado, el derrotero que debió haberse seguido, están claramente delineados en la Palabra de Dios. Si él hubiera hecho caso a la Palabra, ella hubiese sido una luz a su camino, guiando sus pies inexpertos por una senda segura. Vez tras vez se han enviado testimonios del Espíritu de Dios, indicándole de qué manera se estaba desviando del camino trazado para la marcha de los redimidos del Señor. Fue amonestado y se le rogó que cambiara de rumbo. Pero a él le pareció bien seguir sus propios caminos; y ha seguido su inclinación, haciendo caso omiso a la luz que se le ha dado. No era un consejero digno de confianza. No era un hombre de confianza en la oficina; ni tampoco era un pastor de confianza, porque hacía descarriar a las ovejas. Ha predicado excelentes discursos; pero fuera del púlpito no ha observado los principios que predicaba. Esta clase de obra es una ofensa contra Dios.

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La unión del hermano P con el mundo ha demostrado ser una trampa tanto para él mismo como para los demás. Oh, ¡cuántos son los que tropiezan por causa de vidas como la suya! Tienen la idea equivocada de que después de dar los primeros pasos de la conversión, el arrepentimiento, la fe, el bautismo, eso es todo lo que se requiere de ellos. Pero éste es un error fatal. La lucha ardua por la conquista del yo, por la santidad y por el cielo, es una lucha de toda la vida. Esta es una guerra sin cuartel; hay que hacer un esfuerzo continuo y perseverante. La integridad cristiana deberá buscarse con indomable energía y mantenerse con propósito firme y decidido.

Una experiencia religiosa que es genuina, se desarrolla y se intensifica. El avance continuo, el conocimiento creciente de la Palabra de Dios y su aplicación con poder, son los resultados naturales de una conexión viva con Dios. La luz del amor santo va en aumento hasta llegar al pleno día. El hermano P tuvo el privilegio de tener una experiencia como ésta; pero no tenía el aceite de la gracia en su lámpara, y su luz se ha estado apagando. Si no cambia decididamente pronto, se encontrará en un lugar donde ni las amonestaciones ni los ruegos podrán alcanzarlo. Su luz se extinguirá en las tinieblas, y quedará abandonado a la desesperación. 

La importancia de la economía

El hermano P es bueno para los negocios en algunos ramos de la obra, lo cual lo capacitará para servir en la oficina de manera aceptable; pero él no se ha educado ni disciplinado para ser gerente de empresa eficiente. Bajo su cargo ha habido graves olvidos; ha existido mucho desorden y falta de organización que deben corregirse pronto. Hay muchos pequeños detalles relacionados con la obra que no han sido atendidos, y por consiguiente han causado desperdicio. Se permiten pérdidas y derroches que pudieran evitarse. 

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He pasado por la oficina y se me ha mostrado cómo los ángeles de Dios ven la obra que se hace en los diversos departamentos. En algunos las cosas andan mejor, pero en todos hay algo que podría mejorarse. Pérdidas y más pérdidas es lo que se ve en muchos departamentos. La manera descuidada en que algunos trabajan resulta en pérdidas para la oficina y es una ofensa para Dios. Es triste que tenga que ser así. Jesús nos ha dado lecciones de economía. “Recoged los pedazos”, dice él, “para que no se pierda nada”. Juan 6:12. Hubiera sido mejor no iniciar tantas grandes empresas si se iban a pasar por alto tantos detalles pequeños, porque las cosas pequeñas son como tornillos que evitan que la maquinaria se desarme. La Palabra de Dios explica el deber; traza la regla del servicio fiel. “El que es fiel en lo muy poco, también es fiel en lo mucho; y el que es injusto en lo muy poco, también es injusto en lo mucho”. Lucas 16:10. 

Se me ha mostrado que además de la mano de obra que ahora hay en la oficina, se deben emplear hombres competentes para colaborar en la administración de los diferentes departamentos de la obra. Deben emplearse hombres que tengan experiencia en los negocios y sean administradores sabios. Hubiera sido mejor en el pasado haber empleado a hombres que fuesen gerentes concienzudos, hombres que hubieran enseñado el cumplimiento, la prontitud y la economía a los demás aunque hubiera sido necesario pagarles un salario doble de lo que se ha estado pagando a los supervisores. El hermano R es deficiente en este sentido; no corrige los defectos de una manera apropiada. Intenta hacerlo, pero deja muchas cosas sin realizar que debieran reformarse de inmediato. En la oficina ha hecho falta un economista cuidadoso, un hombre de negocios cabal. Se está perdiendo tres veces más de lo que se necesitaría para pagar por el mejor talento y experiencia en esta obra.

Se pierde mucho por falta de una persona competente, alguien que sea eficiente, apto y práctico para supervisar los diferentes departamentos de la obra. Hace falta una persona que sea impresor práctico y que esté familiarizado con todos los aspectos de la obra. Hay algunos que conocen bien el trabajo de las prensas, pero que son totalmente ineficientes en asuntos de administración. Otros hacen lo mejor que pueden, pero carecen de experiencia y no comprenden la obra de publicaciones. A menudo sus ideas son estrechas. No saben cómo atender las demandas de la causa; y por consiguiente, son incapaces de calcular las ventajas y desventajas implicadas en la ampliación de su obra. Están propensos a errar en su juicio, a hacer cálculos erróneos, y evaluaciones incorrectas. Ha habido pérdidas debido a que dejaron de hacerse evaluaciones apropiadas y a que no se aprovecharon debidamente las oportunidades de darle empuje a la obra de publicaciones. En una institución como ésta, pueden perderse miles de dólares por causa de cálculos indebidos hechos por personas incompetentes. En cierto sentido, el hermano P tenía la capacidad de comprender y tomar en cuenta debidamente los intereses de la obra de publicaciones, pero su influencia causó daño a la oficina.

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Debiera haber alguien que se ocupe de que los jóvenes que ingresen a la oficina para aprender oficios reciban atención esmerada y apropiada. Para este trabajo debiera emplearse a un hombre que tenga capacidad para enseñar, que sea paciente, bondadoso y perceptivo. Si es que no basta un solo hombre para hacer esta obra, se podrían emplear otros más. Si se hace esto con fidelidad, le ahorrará a la oficina los salarios de tres personas. Estos jóvenes están formando hábitos que afectarán su experiencia total. Están por así decirlo, en una escuela; y si se los deja solos para que capten conocimientos como mejor puedan, se verán marcados defectos en toda su obra futura. En ellos deben colocarse los fundamentos de la prontitud, la honradez y la integridad. La formación de hábitos correctos cuando se es joven es de importancia capital. Si en lugar de ser preparados en la obediencia de normas y reglas y en hábitos de puntualidad, cumplimiento, aseo, orden y economía, se les permite formar hábitos impropios y laxos, se verán propensos a retener estos malos rasgos durante toda su vida. Puede ser que tengan el talento necesario para tener éxito en los negocios, de modo que debe enseñárseles la importancia de hacer uso correcto de sus facultades. También se les debiera enseñar a ser económicos y a “recoger los pedazos” para que nada se desperdicie.

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Los que ocupan puestos de responsabilidad no deben intentar hacer más de lo que pueden llevar a cabo en forma concienzuda, presta y buena; porque si esperan que los que están bajo su cuidado formen hábitos correctos, tienen que dar un buen ejemplo. Una gran responsabilidad descansa sobre estos dirigentes con respecto al carácter que están impartiendo a los jóvenes mediante sus principios y su forma de trabajar. Debieran considerar que por medio de la instrucción que imparten, tanto la que se relaciona con su trabajo como la educación religiosa, están ayudando a los jóvenes a formar el carácter. El progreso es la consigna. A los jóvenes se les debe enseñar a apuntar hacia la perfección en cualquiera de los ramos de la obra a que estén dedicados. Si hay encargados de departamentos que no son cumplidores, ahorrativos, sabios en el uso del tiempo, ni cuidadosos en su influencia, amoldan a otros de la misma manera. Si éstos no cambian después de haber sido amonestados, deben ser despedidos y deben conseguirse personas más competentes, aunque sea necesario hacerlo repetidamente. Los obreros deberían ser más eficientes y fieles de lo que son ahora.

Las primeras impresiones, la primera disciplina de estos jóvenes obreros, deben ser del orden más elevado porque sus caracteres se están formando para el presente y para la eternidad. Los supervisores de estos jóvenes deben recordar que tienen una responsabilidad grande y solemne. Que amolden la arcilla plástica antes que se endurezca y se haga insensible a las impresiones; que enderecen el arbolito antes de que se convierta en roble torcido y enredado; que encaucen el riachuelo antes que se convierta en un río caudaloso. Si a los jóvenes se les permite escoger su propio alojamiento y sus propios compañeros, algunos escogerán los que son buenos y otros escogerán malas compañías. Si no se mezcla el elemento religioso en su educación, se convertirán en fáciles presas de la tentación y sus caracteres estarán propensos a deformarse y desequilibrarse. Los jóvenes que manifiestan respeto por las cosas sagradas y santas aprenden dichas lecciones bajo el techo de su hogar, antes de que el mundo haya puesto su marca sobre el alma, la imagen del pecado, el ensaño y la deshonestidad. El amor para con Dios se aprende en el altar de la familia, del padre y de la madre en la primera infancia. 

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Tristemente, se siente la falta de influencia religiosa en la oficina; debiera haber una devoción mayor, más espiritualidad, más religión práctica. La obra misionera hecha aquí por hombres y mujeres que temen a Dios sería acompañada de los mejores resultados. El proceder del hermano R no agrada a Dios. Un hombre que ocupa un puesto como el suyo debiera ser fervoroso y piadoso; debiera figurar entre los primeros en asuntos religiosos. Su única seguridad está en mantener una conexión viva con Dios y sentir su dependencia de él. Sin esto, no hará justicia a su puesto, ni tampoco ejercerá una influencia correcta en la oficina ni en las personas con quienes se relaciona en sus negocios. 

También he visto que se debiera hacer una investigación cuidadosa de la forma como se trata en la oficina, tanto a los hermanos como a los no creyentes. La benevolencia, la pureza, la verdad y la paz son frutos que se debieran ver allí. Examínense minuciosamente las motivaciones y acciones y compárense con la ley de Dios; porque esta ley es la única regla infalible para regir la conducta, el único código de honor de confianza entre los hombres. 

La unidad de la obra

El Señor espera que haya unión entre los que dirigen su obra en las diferentes partes del campo. Los que dirigen su obra en la costa del Pacífico, y los que lo hacen al este de las Montañas Rocosas, deben estar unidos en pensamiento y criterio, en sentimientos, planes y acción. El no quiere que nadie en ninguna de las dos oficinas piense que es una virtud estar en desacuerdo con los hermanos de la otra casa publicadora. Debiera haber intercambio de opiniones, de planes e ideas; y si se sugieren cambios en cualquiera de las dos oficinas, que los gerentes consideren las propuestas y adopten los mejores planes y métodos. En ambas casas publicadoras hay que hacer grandes mejoras, y los gerentes tienen mucho que aprender. Y la lección que dejará una impresión más resuelta y feliz para el progreso de la obra, es que dependan menos de su propio entendimiento y aprendan más de la mansedumbre y humildad de Cristo. Que los que están en las dos oficinas no sean tan egoístas, tan desemejantes a Cristo, que se aferran a sus planes sólo por darse el gusto de hacer su propia voluntad, sin importarles las consecuencias. 

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Los administradores que están vinculados con nuestra oficina de publicaciones de Battle Creek no son ni la sombra de lo que debieran ser. Piensan que sus preferencias, hábitos y opiniones son correctos. Están constantemente en peligro de estrechar sus mentes y envidiar a la Pacific Press; de mantener una actitud de crítica y de albergar sentimientos de superioridad. Se permite que este sentimiento crezca y dañe y estorbe sus propios intereses y también la obra en la costa del Pacífico, todo porque los sentimientos egoístas ejercen el control e impiden que haya un claro discernimiento de lo que les conviene, lo cual es para su propio bien y para el adelanto de la causa de Dios. Este sentimiento regionalista es contrario al Espíritu de Cristo. A Dios no le agrada, él quiere que sea vencido completamente. La causa es una; la viña es un gran campo, con los siervos de Dios empleados en diversas secciones de su obra. No debiera haber otro propósito que el de trabajar desinteresadamente para amonestar a los incautos y salvar a los perdidos. 

Los que están vinculados con la obra de Dios en la oficina, el sanatorio y el colegio, han de considerarse dignos de confianza hasta donde hayan asimilado el carácter de Cristo. Pero muchos han heredado rasgos de carácter que de ninguna manera representan al divino Modelo. Hay muchos que tienen un defecto de carácter que recibieron de nacimiento y que nunca han vencido; sin embargo, lo han acariciado como si fuera el más fino oro y lo han incorporado dentro de su experiencia cristiana. En muchos casos estos rasgos son retenidos durante toda la vida. Por algún tiempo pareciera que no ocasionan ningún mal; sin embargo, la levadura está obrando y cuando se presenta una oportunidad favorable, el mal se manifiesta. 

Algunos de estos hombres que tienen marcadas deformidades de carácter, poseen opiniones fuertes y determinadas y son intransigentes, cuando serían como Cristo si cedieran ante los demás, cuyo amor por la causa de la verdad es tan profundo como el de ellos mismos. Cuando se vinculan a una empresa importante, cuando grandes planes se han de trazar, deben tener cuidado de que sus propias ideas peculiares y rasgos de carácter particulares no ejerzan influencia desfavorable en el desarrollo de los mismos. El Señor vio el peligro que resulta cuando la mente y el criterio de un solo hombre controlan las decisiones y trazan los planes, y en su Palabra inspirada se nos ordena que nos sometamos los unos a los otros y que estimemos a otros más que a nosotros mismos. Cuando se vayan a trazar planes que afecten la causa de Dios, deberán presentarse ante un concilio compuesto de hombres de experiencia escogidos, porque el esfuerzo hecho en armonía es esencial para la buena marcha de todas estas empresas. 

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Hombres de diversos temperamentos y caracteres defectuosos pueden ver las faltas de los demás, pero parecen no tener conocimiento de sus propios errores; y si se les permite llevar a cabo sus planes personales, sin consultar con los demás, cometerán graves errores. Sus ideas tienen que ensancharse. En la naturaleza humana común y corriente hay egoísmo y ambición que dañan la obra de Dios. El interés personal debe perderse de vista. No debiera procurarse ocupar el primer lugar, ni mantenerse apartado de los obreros de Dios, hablando y escribiendo de manera arrogante acerca de asuntos que no se han investigado juiciosamente y con oración, ni presentado con humildad ante el concilio. 

El mundo del futuro, con sus acontecimientos solemnes inalterables, está muy cercano, y hay una obra muy grande que realizar, muchas decisiones importantes que hacer; sin embargo, en vuestros concilios, las ideas y planes egoístas, los rasgos viles de carácter heredados, son introducidos y se les permite ejercer su influencia. Deberíais siempre sentir que es pecado actuar en base a impulsos. No debierais abusar de vuestro poder, empleándolo para llevar a cabo vuestros propósitos personales, sin importaros las consecuencias que acarrearían sobre los demás, sólo porque ocupáis un puesto que os permite hacerlo así; pero debierais tomar la autoridad que os ha sido dada como un cometido sagrado y solemne, recordando que sois siervos del Altísimo y que en el día del juicio tendréis que dar cuenta de cada decisión que hagáis. Si vuestros hechos son desinteresados y para la gloria de Dios, soportarán aguda prueba. La ambición es la muerte para el progreso espiritual, el ingenio yerra, la indolencia insensible es criminal, pero una vida que respeta todo justo principio será de mucho éxito. 

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