Testimonios para la Iglesia, Vol. 5, p. 636-645, día 331

Desde el comienzo mismo de mi obra, cuando he sido llamada a presentar testimonios claros y profundos, a censurar el error en forma definida, ha habido quienes han presentado oposición a mi testimonio y luego han hablado en forma lisonjera y agradable, han enlucido con mortero suave, para destruir la influencia de mis labores. El Señor me insta a presentar reproches, y luego hay personas que se interponen entre mí y la gente para invalidar el efecto de mi testimonio.

“Casi en todo caso cuando es necesario presentar alguna reprensión, hay alguien que pasa por alto el hecho de que el Espíritu del Señor ha sido contristado y su causa desacreditada Estas personas se compadecerán de los que merecen reprensión, porque los sentimientos personales de éstos han sido heridos. Toda esta simpatía no santificada coloca a los simpatizantes en un lugar donde comparten la culpa de la persona reprendida. En nueve casos de cada diez, si la persona censurada hubiera tomado conciencia de su mal, habría sido ayudada a reconocerlo y se habría reformado. Pero personas simpatizantes impertinentes y no santificadas, hacen aparecer equivocadamente los motivos de quien representa el reproche, y la naturaleza de la reprensión dada; y al simpatizar con la persona reprendida la inducen a sentir que ha sido maltratada, con lo que sus sentimientos se rebelan contra quien tan sólo había cumplido con su deber. Los que cumplen fielmente sus deberes desagradables por sentirse responsables delante de Dios, recibirán su bendición”. 

“Hay algunas personas en estos últimos días que exclaman: ‘Decidnos cosas halagüeñas, profetizad mentiras’. Isaías 30:10. Pero esta no es mi obra. Dios me ha establecido como reprensora de su pueblo; y con la misma seguridad con que me ha impuesto esta pesada carga, hará responsables a quienes es dado este mensaje de la forma como lo tratan. No se puede tratar con ligereza a Dios, y los que desprecian su obra recibirán lo que corresponda a sus obras. No he elegido voluntariamente este trabajo desagradable. No es una obra que me acarreará el favor o la alabanza de la gente. Se trata de un trabajo que pocas personas apreciarán. Pero los que procuran hacer más duro mi trabajo mediante sus tergiversaciones, celosas sospechas e incredulidad, creando así prejuicio en las mentes de otras personas contra los Testimonios que Dios me ha dado, y limitando mi obra, tendrán que dar cuenta a Dios de su proceder; pero yo proseguiré delante a medida que la Providencia y mis hermanos despejen el camino delante de mí. Haré todo lo que pueda en el nombre y con la fortaleza de mi Redentor… Mi deber no es agradarme a mí misma, sino hacer la voluntad de mi Padre celestial, quien me ha encomendado la obra que hago”. 

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Si Dios me ha dado un mensaje para que lo presente a su pueblo, los que procuran estorbarme en la obra y disminuir la fe de nuestro pueblo en su verdad, no están luchando contra el instrumento, sino contra Dios. “No es el instrumento a quien despreciáis e insultáis, sino a Dios, quien os ha hablado mediante estas advertencias y reproches”. “Los seres humanos difícilmente pueden lanzar un insulto mayor contra Dios que despreciar y rechazar a los instrumentos que ha designado para conducirlos”.

El descuido de los testimonios

No sólo los que rechazan los Testimonios o albergan dudas con respecto a ellos están en terreno peligroso. Despreciar la luz es rechazarla. 

“Algunos de vosotros reconocéis de palabra la reprensión; pero no la aceptáis en el corazón. Seguís como antes, pero siendo menos susceptibles a la influencia del Espíritu de Dios, encegueciéndoos cada vez más, teniendo menos visión, menos dominio propio, menos fuerza moral y menos celo y placer por los ejercicios religiosos; y si no os convertís, perderéis finalmente toda vuestra confianza en Dios. No habéis hecho cambios decididos en vuestra vida cuando os llegó la reprensión, porque no habéis visto ni comprendido vuestros defectos de carácter, ni el gran contraste que hay entre vuestra vida y la de Cristo. ¿Qué representan vuestras oraciones mientras conserváis iniquidad en vuestro corazón? A menos que hagáis un cambio cabal, antes de mucho os cansaréis de la reprensión, como se cansaron los hijos de Israel; y como ellos, apostataréis de Dios”.

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“Muchos contrarían directamente la luz que Dios ha dado a su pueblo, porque no leen los libros que contienen la luz y el conocimiento, en reconvenciones, reprensiones y amonestaciones. Los cuidados del mundo, el amor a la moda y la falta de religión han desviado la atención de la luz que Dios nos ha concedido tan misericordiosamente, mientras que libros y periódicos que contienen errores inundan todo el país. Por doquiera están aumentando el escepticismo y la incredulidad. La preciosa luz que proviene del trono de Dios se oculta bajo un almud. Dios hará a su pueblo responsable de esta negligencia. Habrá que darle cuenta de todo rayo de luz que él ha dejado brillar sobre nuestra senda, sea que la hayamos aprovechado para progresar en las cosas divinas, o rechazado porque nos resultaba más agradable seguir nuestras inclinaciones”. 

“Los tomos del Espíritu de profecía [El conflicto de los siglos] y también los Testimonios, deben ser introducidos en toda familia observadora del sábado, y los hermanos deben conocer su valor y ser instados a leerlos. No fue el plan más sabio colocar estos libros a precios bajos, y que haya un solo juego en una iglesia. Debieran estar en la biblioteca de cada familia, y ser leídos a menudo. Colóquense donde muchos puedan leerlos”. 

“Recuerden los ministros y los hermanos que la verdad del Evangelio endurece cuando no salva. El rechazar la luz deja a los hombres cautivos, atados por cadenas de tinieblas e incredulidad. El alma que se niega día tras día a escuchar las invitaciones de misericordia, se queda pronto en tal condición que se niega a escuchar si no la conmueve una emoción. Como colaboradores de Dios, necesitamos más piedad ferviente y menos exaltación propia. Cuanto más se exalte el yo, tanto más se reducirá la fe en los Testimonios del Espíritu de Dios …Los que confían plenamente en sí mismos, verán menos y menos de Dios en los Testimonios de su Espíritu”. 

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Cómo recibir la reprensión

“Los que son reprendidos por el Espíritu de Dios no deben levantarse contra el humilde instrumento. Es Dios y no un ser mortal falible quien ha hablado para salvarlos de la ruina”. No agrada a la naturaleza humana recibir reprensiones, ni puede el corazón del hombre que no está iluminado por el Espíritu de Dios comprender la necesidad de reprensión o la bendición que ella está destinada a reportarle. En la medida en que el hombre cede a la tentación y participa del pecado, su mente se entenebrece. Se pervierte el sentido moral. Se desprecian las amonestaciones de la conciencia, y su voz se oye cada vez con menos claridad. Pierde gradualmente el poder de distinguir entre lo correcto y lo erróneo, hasta llegar a no tener verdadero sentido de su posición delante de Dios. Tal vez observe la forma de la religión, y defienda celosamente sus doctrinas, mientras está destituido de su espíritu. Esta condición está descrita por el Testigo Fiel: “Tú dices: Yo soy rico, y estoy enriquecido, y no tengo necesidad de ninguna cosa; y no conoces que tú eres un cuitado y miserable y pobre y ciego y desnudo”. Apocalipsis 3:17. Cuando el Espíritu de Dios, por sus mensajes de reprensión, declara que tal es la condición de la persona, ella no puede ver que el mensaje sea la verdad. ¿Debe por lo tanto rechazar la amonestación? No. 

Dios nos ha dado suficiente evidencia para que todos los que lo desean puedan convencerse del carácter de los Testimonios; y habiéndolos reconocido como de Dios, es su deber aceptar la reprensión, aunque no vean ellos mismos la pecaminosidad de su conducta. Si comprendiesen plenamente su condición, ¿qué necesidad tendrían de reprensión? Por el hecho de que no la conocen, Dios se la presenta para que puedan arrepentirse y reformarse antes que sea demasiado tarde. “Los que desprecian las amonestaciones serán dejados a ciegas y se engañarán a sí mismos, pero los que las escuchen, y cumplan celosamente la obra de separarse de sus pecados a fin de tener las gracias necesarias, abrirán la puerta de su corazón a fin de que el amado Salvador pueda entrar en él y morar con ellos”. “Los que están más estrechamente vinculados con Dios son aquellos que conocen su voz cuando les habla. Los que son espirituales disciernen las cosas espirituales. Los tales sentirán agradecimiento porque el Señor les ha señalado sus errores”. 

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“David aprendió sabiduría de la manera en que Dios le trató, y se postró humildemente bajo el castigo del Altísimo. El cuadro fiel que de su estado presentó el profeta Natán, hizo conocer a David sus propios pecados y le ayudó a abandonarlos. Aceptó mansamente el consejo y se humilló delante de Dios. ‘La ley de Jehová’ -exclama él- ‘es perfecta, que vuelve el alma’. Salmos 19:7.” 

“Si estáis fuera del castigo, del cual todos han sido hechos participantes, luego sois bastardos, y no hijos”. Hebreos 12:8. Nuestro Señor ha dicho: “Yo reprendo y castigo a todos los que amo”. “Es verdad que ningún castigo al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; mas después da fruto apacible de justicia a los que en él son ejercitados” Apocalipsis 3:19; Hebreos 12:11. Aunque la disciplina sea amarga, la administra el tierno amor del Padre, para que por ella seamos “hechos participantes de la naturaleza divina”. 2 Pedro 1:4. 

Una distinción injustificada

Algunos han asumido la actitud de que las amonestaciones, advertencias y reproches dados por el Señor mediante su sierva, a menos que vengan por medio de una visión especial para algún caso individual, no deben tener más peso que los consejos y amonestaciones de otras fuentes. En algunos casos se ha dicho que al dar un testimonio para las iglesias o las: personas, yo había escrito inducida por cartas recibidas de miembros de la iglesia. Ha habido quienes sostenían que los testimonios que pretendían ser dados por el Espíritu de Dios eran simplemente la expresión de mi propio juicio, basado en información obtenida de fuentes humanas. Esta declaración es completamente falsa. 

No obstante, si en respuesta a alguna pregunta, declaración o pedido de las iglesias o personas, se escribe un testimonio presentando la luz que Dios ha dado concerniente a ellas, el hecho de que haya surgido de esta manera no le resta en forma alguna validez ni importancia. Transcribo del Testimonio no 31 algunos párrafos que tratan directamente este punto: 

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“¿Qué sucedía con el apóstol Pablo? Las noticias que recibió de la casa de Cloé acerca de la condición de la iglesia de Corinto fueron las que le indujeron a escribir su primera epístola a aquella iglesia. Le habían llegado cartas particulares que le presentaban los hechos tales como existían, y en respuesta expuso él los principios generales que, si se seguían, corregirían los males existentes. Con gran ternura y sabiduría, exhortó a todos a hablar las mismas cosas a fin de que no hubiese divisiones entre ellos. 

“Pablo era un apóstol inspirado; sin embargo el Señor no le reveló en todas las ocasiones la condición de su pueblo. Los que se interesaban en la prosperidad de la iglesia y veían penetrar ciertos males en ella le presentaron el asunto, y gracias a la luz que había recibido previamente él estaba preparado para juzgar el verdadero carácter de esos sucesos. Los que estaban buscando realmente la luz no rechazaron su mensaje como si fuese una carta común, porque el Señor no le había dado una nueva revelación para aquel tiempo especial. De ningún modo. El Señor le había mostrado las dificultades y peligros que se levantarían en las iglesias, para que cuando surgiesen, supiese tratarlos. 

“Había sido designado para defender la iglesia; debía velar por las almas como quien debía dar cuenta a Dios; ¿no debía acaso prestar atención a los informes concernientes a su estado de anarquía y división? Por cierto que sí; y el reproche que él les mandó fue escrito bajo la inspiración del Espíritu de Dios tanto como cualquiera de sus epístolas. Pero cuando estos reproches llegaron, algunos no quisieron ser corregidos. Asumieron la actitud de que Dios no les había hablado por medio de Pablo, que él les había dado simplemente su opinión como hombre, y consideraron su propio juicio tan bueno como el de Pablo. Así también sucede con muchos de nuestros hermanos que se han apartado de los antiguos hitos y han seguido su propio entendimiento”. 

Cuando nuestro pueblo asume esa actitud, las amonestaciones y consejos especiales de Dios por medio del espíritu de profecía no pueden influir en ellos para obrar una reforma en su vida y carácter. El Señor no da una visión para hacer frente a cada emergencia que se levante en las diferentes actitudes de su pueblo en el desarrollo de su obra. Pero él me ha mostrado que su manera de tratar con la iglesia en edades pasadas consistió en dar a sus siervos escogidos impresiones referentes a las necesidades y los peligros a que estaban expuestas su causa y las personas y en hacer sentir a esos siervos la responsabilidad de dar consejos y amonestaciones. 

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Así también, en muchos casos Dios me ha dado luz acerca de los defectos peculiares de carácter de ciertos miembros de la iglesia y de los riesgos que corren las personas y la causa si estos defectos no se suprimen. En determinadas circunstancias hay peligro de que las malas tendencias se desarrollen mucho y se confirmen, perjudicando la causa de Dios y minando a la persona afectada. A veces cuando peligros especiales amenazan la causa de Dios o a individuos en particular, me llega una comunicación del Señor, en sueño o visión nocturna, y estos casos me son presentados vívidamente. Oigo una voz que me dice: “Levántate y escribe; estas almas están en peligro”. Obedezco al impulso del Espíritu de Dios y mi pluma describe su verdadera condición. Durante mis viajes, al encontrarme delante de los hermanos en diferentes lugares, el Espíritu del Señor me recuerda claramente los casos que se me mostraron y revive el asunto que vi anteriormente. 

Durante los últimos cuarenta y cinco años el Señor me ha estado revelando las necesidades de su causa y los casos de diferentes personas en todos los aspectos de la vida, mostrándome dónde y cómo habían descuidado el perfeccionamiento de un carácter cristiano. Se me ha presentado la historia de centenares de casos y se me ha indicado claramente lo que Dios aprueba y lo que él condena. El Señor me ha mostrado que si se sigue cierta conducta, o se conservan ciertos rasgos de carácter, se producirán determinados resultados. Así me ha estado preparando y disciplinando para que pueda discernir los peligros que amenazan a las almas, e instruir y amonestar a sus hijos, renglón tras renglón, precepto tras precepto, a fin de que no ignoren los designios de Satanás y puedan escapar a sus trampas. 

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La obra que el Señor me ha impuesto especialmente consiste en instar a jóvenes y ancianos, sabios e ignorantes, a escudriñar las Escrituras por sí mismos; inculcar en todos el hecho de que el estudio de la Palabra de Dios expandirá la mente y fortalecerá toda la facultad, haciendo el intelecto idóneo para luchar con profundos y abarcantes problemas de la verdad; asegurar a todos que el claro conocimiento de la Biblia supera a todo otro conocimiento en cuanto a hacer del hombre lo que Dios quería que fuese. “El principio de tus palabras alumbra; hace entender a los simples”. Salmos 119:130. 

Con la luz comunicada por el estudio de su Palabra, con el conocimiento especial que se me ha dado de los casos individuales entre su pueblo en todas las circunstancias y fases de la vida ¿puedo yo hallarme ahora en la misma ignorancia, la misma incertidumbre mental y ceguera espiritual que al principio de mi ministerio? ¿Dirán mis hermanos que la hermana White ha sido una alumna tan torpe que su juicio en esa dirección no es mejor que antes de que entrase en la escuela de Cristo, para ser preparada y disciplinada para una obra especial? ¿No soy más inteligente acerca de los deberes y peligros del pueblo de Dios que aquellos a quienes nunca han sido presentadas estas cosas? No quisiera deshonrar a mi Hacedor admitiendo que toda esta luz, toda la manifestación de su gran poder en mi obra y experiencia ha sido inútil, que no ha educado mi juicio ni me ha preparado para su obra. 

Cuando veo a hombres y mujeres que adoptan la conducta, o albergan los mismos rasgos que han puesto en peligro a otras almas y herido la causa de Dios, y que el Señor ha reprendido vez tras vez, ¿cómo puedo sino sentir alarma? Cuando veo almas tímidas cargadas con el sentimiento de sus imperfecciones, y sin embargo luchando concienzudamente para hacer lo que Dios ha dicho que es correcto, y sé que el Señor aprueba sus fieles esfuerzos, ¿no hablaré una palabra de aliento a esos pobres corazones temblorosos? ¿Callaré porque cada caso individual no me ha sido señalado en visión directa? 

“Pero si el atalaya viere venir la espada, y no tocare la corneta, y el pueblo no se apercibiere, y viniendo la espada, tomare de él alguno; él por causa de su pecado fue tomado, mas demandaré su sangre de mano del atalaya. Tú pues, hijo del hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel, y oirás la palabra de mi boca, y los apercibirás de mi parte. Diciendo yo al impío: Impío, de cierto morirás; si tú no hablares para que se guarde el impío de su camino, el impío morirá por su pecado, mas su sangre yo la demandaré de tu mano. Y si tú avisares al impío de su camino para que de él se aparte, y él no se apartare de su camino, por su pecado morirá él, y tú libraste tu vida”. Ezequiel 33:6-9. 

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En un sueño que tuve hace poco, me vi frente a una asamblea de gente entre la cual algunos hacían esfuerzos para eliminar la impresión de un muy solemne testimonio de amonestación que les había dado. Decían: “Creemos los testimonios de la hermana White; pero cuando nos dice cosas que no ha visto directamente en visión del caso particular que se considera, sus palabras no tienen más valor para nosotros que las de cualquiera otra persona”. El Espíritu del Señor vino sobre mí, y me levanté y los reprendí en el nombre de Jehová. Repetí en substancia lo que he presentado ya acerca del centinela. Esto, dije, se aplica a vuestro caso y al mío.

Ahora bien, si aquellos a quienes se dirigen estas solemnes amonestaciones dicen: “Es tan sólo la opinión individual de la hermana White, seguiré mi propio juicio”, y si continúan haciendo las cosas que se les ha advertido que no hagan, demuestran que desprecian el consejo de Dios y el resultado es exactamente lo que el Espíritu de Dios me ha mostrado que sería: perjuicio para la causa de Dios y ruina para sí mismos. Algunos que quieren fortalecer su propia posición presentarán declaraciones de los Testimonios en las cuales ven apoyadas sus opiniones, y les darán el sentido más enérgico que puedan; pero aquello que pone en duda su conducta, o que no coincide con sus opiniones, lo declaran opinión de la hermana White, niegan su origen celestial y lo colocan al nivel de su propio juicio.

Si vosotros, hermanos míos, que me habéis conocido a mí y a mi obra durante muchos años, asumís la actitud de que mi consejo no tiene más valor que el de aquellos que no han sido especialmente educados para esta obra, entonces no me pidáis que me una con vosotros en el trabajo; porque mientras asumís esta actitud, contrarrestáis inevitablemente la influencia de mi obra. Si os sentís tan seguros al seguir vuestros propios impulsos como al seguir la luz dada por la sierva delegada de Dios, el peligro es vuestro; seréis condenados porque rechazáis la luz que el cielo os ha enviado. 

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Mientras estaba en _____ el Señor vino a mí durante la noche y me dirigió preciosas palabras de aliento acerca de mi obra, repitiendo el mismo mensaje que me había dado varias veces antes. Respecto a los que se habían apartado de la luz a ellos enviada, dijo: “Al despreciar y rechazar el testimonio que te he dado para que se lo comuniques, no es a ti, sino a mí, tu Señor, a quien han despreciado”.

Si los temerarios y llenos de estima propia siguen su conducta sin que se los refrene, ¿qué condición reinará en la iglesia? ¿Cómo se habrán de corregir los males que existen en estas personas voluntariosas y ambiciosas? ¿Por qué medios las alcanzará Dios? ¿Cómo pondrá en orden su iglesia? Se presentan constantemente diferencias de opinión, y a menudo hay apostasías que afligen a la iglesia. Cuando penetran controversias o divisiones, todas las partes aseveran tener razón y una conciencia libre de culpa; y no quieren ser instruidas por aquellos que han llevado durante mucho tiempo la carga de la obra, y acerca de quienes hay motivos para saber que han sido guiados por el Señor. Les ha sido enviada la luz para despejar sus tinieblas, pero tienen corazón demasiado orgulloso para aceptarla y prefieren las tinieblas. Desprecian el consejo de Dios porque no coincide con sus opiniones y planes, y fomentan sus malas características. La obra del Espíritu de Dios que los pondría en la debida actitud, si la aceptasen, no ha llegado en una manera que les agrade ni que lisonjee su propia justicia. La luz que Dios les ha dado no es luz para ellos, y se extravían en las tinieblas. Sostienen que no se ha de conceder más confianza al juicio de quien ha tenido tan larga experiencia y a quien el Señor ha enseñado y empleado para hacer una obra especial, que en el de cualquier otra persona. ¿Es plan de Dios que obren así? ¿O es obra especial del enemigo de toda justicia mantener las almas en el error, atarlas con fuertes engaños que no pueden romper, porque se han colocado fuera del alcance de los medios que Dios ha ordenado para tratar con su iglesia? 

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