Testimonios para la Iglesia, Vol. 5, p. 646-654, día 332

En todas las épocas del mundo, el Señor ha dado reproches, reconvenciones y corrección a su iglesia. Estas amonestaciones fueron despreciadas y rechazadas en el tiempo de Cristo por los fariseos llenos de justicia propia, que aseveraban no necesitar tales reprensiones y que se los trataba injustamente. No quisieron recibir la Palabra que el Señor daba por medio de sus siervos, porque no agradaba a sus inclinaciones. Si el Señor diese, delante de esta clase de personas de nuestra época, una visión que señalase sus errores, reprendiese su propia justicia y condenase sus pecados, se levantarían en rebelión, como los habitantes de Nazaret cuando Cristo les mostró su verdadera condición. 

Si estas personas no humillan su corazón delante de Dios y si albergan las sugestiones de Satanás, la duda y la incredulidad se apoderarán del alma, y lo verán todo en una luz falsa. Una vez sembradas las semillas de duda en su corazón, tendrán que cosechar una abundante mies. Llegarán a desconfiar y dudar de las verdades que son tan claras y llenas de belleza para los que no se han educado en la incredulidad. 

Los que adiestran su mente para que dude de todo lo que pueda ponerse en duda y sugieren esos pensamientos a otras mentes, hallarán siempre ocasión de dudar. Pondrán en tela de juicio y criticarán todo lo que se presente en el desarrollo de la verdad; criticarán la obra y la actitud de los demás; censurarán todo ramo de la obra en el cual no tengan parte ellos mismos. Se alimentarán de los errores, equivocaciones y faltas ajenas, “hasta que” -dijo el ángel- “el Señor Jesús termine su obra de mediación en el santuario celestial, y se vista de las vestiduras de venganza y los sorprenda en su festín profano; y se encontrarán sin preparación para la cena de bodas del Cordero”. Su gusto se ha pervertido de tal manera que se sentirían inclinados a criticar aun la mesa del Señor en su reino. 

¿Reveló alguna vez el Señor a estas víctimas del engaño propio que ninguna reprensión ni corrección de él ha de tener peso para ellos a menos que la haya dado directamente en visión? Me extiendo en este punto, porque la actitud que muchos están asumiendo ahora es un engaño de Satanás para arruinar las almas. Cuando las ha entrampado y debilitado por sus sofismas de tal manera que al ser reprendidas persistan en anular la obra del Espíritu de Dios, su triunfo sobre ellas será completo. Algunos, que profesan ser justos, llegarán, como Judas, a entregar a su Señor en las manos de sus más acerbos enemigos. Estos seres llenos de confianza en sí mismos y resueltos a poner en práctica su propia voluntad y sus propias ideas, irán de mal en peor, hasta que lleguen a seguir cualquier conducta más bien que renunciar a su voluntad. Avanzarán ciegamente en el camino del mal; pero corno los fariseos seducidos, estarán tan engañados que pensarán prestar servicio a Dios. Cristo describió la conducta que seguirá cierta clase de personas cuando tenga oportunidad de desarrollar su verdadero carácter: “Mas seréis entregados aun de vuestros padres, y hermanos, y parientes, y amigos; y matarán a algunos de vosotros”. Lucas 21:16. 

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Dios me ha dado una notable y solemne experiencia en relación con su obra; podéis tener la seguridad de que mientras tenga vida, no cesaré de elevar una voz de amonestación según sea impresionada por el Espíritu de Dios, quieran o no los hombres oírla o tolerarla. No tengo sabiduría especial en mí misma; soy tan sólo un instrumento en las manos del Señor para hacer la obra que él me ha asignado. Las instrucciones que he dado por pluma o voz han sido una expresión de la luz que Dios me ha dado. He presentado los principios que el Espíritu de Dios ha estado grabando durante años en mi mente y escribiendo en mi corazón. 

Y ahora, hermanos, os suplico que no os interpongáis entre mí y el pueblo, para desviar la luz que Dios quiere que llegue a él. No quitéis por vuestras críticas toda la fuerza, toda la agudeza y poder de los Testimonios. No sintáis que podéis disecarlos para que se adapten a vuestras propias ideas, aseverando que Dios os ha dado capacidad para discernir lo que es luz del cielo, y lo que es expresión de simple sabiduría humana. Si los Testimonios no hablan según la Palabra de Dios, rechazadlos. No puede haber unión entre Cristo y Belial. Por amor de Cristo, no confundáis a la gente con sofismas humanos y escepticismo, y no anuléis la obra que el Señor quiere hacer. No hagáis de este agente de Dios, por vuestra falta de discernimiento espiritual, una piedra de escándalo que haga tropezar y caer a muchos para que sean “enlazados, y presos”. 

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Informes infundados

Varias veces durante el invierno pasado [1888-89] escuché un comentario según el cual durante el Congreso de Minneápolis, “a la hermana White le fue mostrado que el juicio, que desde 1844 se llevaba a cabo con los justos muertos, había ahora comenzado con los vivos”. Este informe no es cierto. Un rumor parecido, que ha estado circulando por unos dos años, se originó de la siguiente manera: En una carta que le escribí a un ministro de California, desde Basilea, Suiza, hice en esencia, la siguiente declaración: “El juicio de los casos de los muertos ha estado en progreso por más de cuarenta años, y no sabemos cuán pronto pasará a los casos de los vivos”. Esta carta fue leída por diferentes personas, y algunos oidores descuidados informaron lo que ellos pensaron haber oído. Así fue como comenzó este asunto. El informe desde Minneápolis surgió de la comprensión equivocada de alguna declaración parecida a la mencionada en la carta. Fuera de esto no hay otro fundamento para ninguno de los dos informes.

En segundo lugar, se informa que un ministro, que todavía está vivo, yo lo vi en una visión salvo en el reino de Dios; de esta manera se dio la impresión de que su salvación final está asegurada. No hay verdad alguna en este informe. La Palabra de Dios establece las condiciones para nuestra salvación y depende enteramente de nosotros cumplirlas o no.

Dice el Revelador: “Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas. El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles”. Apocalipsis 3:4, 5.

“Pero esperamos, según su promesa, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales habita la justicia. Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz”. “Así que vosotros, oh amados, sabiéndolo de antemano, guardaos, no sea que, arrastrados por el error de los inicuos, caigáis de vuestra firmeza”. 2 Pedro 3:13, 14, 17. “Y el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros y para con todos, como también lo hacemos nosotros para con vosotros, para afianzar vuestros corazones, irreprensibles en santidad delante de nuestro Dios y Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos”. 1 Tesalonicenses 3:12, 13. “Mas el justo vivirá por la fe, y si retrocede, mi alma no se complace en él. Pero nosotros no somos de los que retroceden para destrucción, sino de los que tienen fe para preservación del alma”. Hebreos 10:38, 39.

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Aquí está la elección bíblica claramente expuesta. Aquí se especifica quiénes serán coronados en la ciudad de Dios, y quiénes son los que no tendrán parte con los justos. “Bienaventurados los que guardan sus mandamientos, para poder tener acceso al árbol de la vida y para entrar por las puertas en la ciudad”. Apocalipsis 22:14. 

El tercer informe dice que, en el Congreso de Minneápolis, “la hermana White confesó que en algunas de sus declaraciones de esa sesión se había equivocado y había manifestado un espíritu indebido”. Este informe también carece de fundamento. Yo no podía abstenerme de dar al Congreso la luz que Dios me había dado a mí. Esto lo presenté en mensajes de amonestación y reprensión, como también en palabras de esperanza y fe. Sin embargo, nada de lo que dije en esa reunión ha sido retractado ni se ha confesado que estuviese equivocado. Todavía veo las cosas desde el mismo punto de vista, y pienso igual que cuando estuve en Minneápolis. Todos los peligros que vi entonces, y que pesaban tan gravemente sobre mi persona, se han desarrollado con más claridad desde que se llevó a cabo esa reunión. Mientras más me familiarizo con la condición de nuestras iglesias, más me doy cuenta de que toda amonestación dada en Minneápolis era necesaria. 

El alcance de este informe procedente de Minneápolis tendió a destruir la confianza en las reprensiones y amonestaciones que yo di al pueblo. Relataré aquí un ejemplo de esto. 

Una hermana vinculada con una de nuestras misiones había sido reprendida por la mala influencia que ejercía sobre los jóvenes con quienes se asociaba. Ella había dado lugar a un espíritu de liviandad, trivialidad y frivolidad que contristaba al Espíritu de Dios, lo cual era desmoralizador para los obreros. Cuando llegó a ese lugar el informe por correo desde Minneápolis respecto al proceder equivocado de la hermana White, que supuestamente había ocasionado una confesión de su parte, los parientes de la hermana T inmediatamente comentaron: “Bueno, si la hermana White estaba equivocada concerniente a ciertos asuntos en el Congreso de Minneápolis, y tuvo de hecho que confesarlo, quién sabe si se equivocó en cuanto al mensaje que le dio a mi hermana y que tenga que confesar eso también”. Así justificaron la conducta de la pecadora. Sin embargo, desde entonces la hermana T ha reconocido el error por el cual fue reprendida. Los que iniciaron y esparcieron el informe han ejercido una influencia que anima a los pecadores a rechazar la reprensión, poniendo así a las almas en peligro. Cuídense los que han tomado parte en esta obra de que la sangre de estas almas no recaiga sobre ustedes en el gran día del juicio final. 

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Los casos que he mencionado servirán para demostrar cuán poca confianza se puede tener en informes sobre lo que yo he hecho o enseñado. En mis labores dentro de la obra del Señor no ha sido mi costumbre vindicar mi propia causa o contradecir los informes que han circulado acerca de mí. El hacerlo tomaría mi tiempo y descuidaría la obra que Dios me ha asignado. Estos asuntos los he dejado en manos de Aquel que protege a sus siervos y a su causa. 

Sin embargo, debo decir a mis hermanos: Cuidaos de creer en esos informes. El Salvador pidió a sus discípulos: “Mirad, pues, cómo escucháis”. Lucas 8:18. Y se refiere a la clase de personas que escuchan pero no entienden, a menos que se conviertan y sean sanadas. Otra vez dijo él: “Mirad, pues, cómo oís”. Lucas 8:18. “El que es de Dios, escucha las palabras de Dios”. Juan 8:47. 

Los que oían las palabras de Cristo escuchaban y transmitían su enseñanza conforme al espíritu que habitaba en ellos. Así ha sido siempre con los que oyen la Palabra de Dios. La manera en que la comprenden y la reciben depende del espíritu que habita en sus corazones. 

Hay muchos que añaden su propia interpretación a lo que oyen, haciendo que el pensamiento aparezca totalmente diferente de lo que el orador procuraba expresar. Algunos, que escuchan mediante sus propios prejuicios o preferencias, comprenden el asunto como a ellos les gustaría que fuera, como mejor conviene a sus propósitos, y así lo transmiten. Siguiendo las impresiones de un corazón no consagrado, interpretan como malo lo que debidamente entendido, pudiera ser medio para lograr un gran bien. 

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Repito, una declaración perfectamente verdadera y correcta en sí misma puede ser completamente distorsionada al transmitirse a través de una serie de mentes indiscretas, negligentes y capciosas. Personas de buenas intenciones a menudo se vuelven descuidadas y cometen graves errores, y por lo tanto no se puede esperar que otros rindan un informe más correcto. El que no ha captado bien el sentido de lo que dijo un orador, repite una declaración o aseveración, dándole su propia interpretación a lo que oyó. Crea una impresión en el oyente igual a sus prejuicios e imaginaciones. Lo informa a un tercero, quien a su vez le añade un poco más y lo pasa a otros; y antes de que ninguno de ellos se dé cuenta de lo que están haciendo, han cumplido el propósito de Satanás de implantar las semillas de la duda, el recelo y la sospecha en muchas otras mentes. 

Si escuchamos el mensaje de reprensión, amonestación o aliento que proviene de Dios, y nuestros corazones están llenos de prejuicio, no comprenderemos el verdadero significado de lo que nos fue enviado para que fuera un sabor de vida para vida. Satanás está listo para presentarnos todo bajo una luz falsa. Pero las almas que tienen hambre y sed del conocimiento divino oirán correctamente, y obtendrán las hermosas bendiciones que Dios se propone comunicarles. Sus mentes están bajo la influencia de su Santo Espíritu y perciben bien. Cuando los corazones se purifican del egoísmo, están en armonía con el mensaje que Dios les envía. Sus percepciones se avivan, sus sensibilidades se refinan. Aprecian aquello con lo cual se identifican. “El que es de Dios escucha las palabras de Dios; por esto no las escucháis vosotros, porque no sois de Dios”. Juan 8:47. 

Y ahora, a todos los que abrigan el deseo de recibir la verdad, os digo: No déis por ciertos los informes infundados respecto a lo que la hermana White ha hecho, dicho o escrito. Si deseáis saber lo que el Señor ha revelado por medio de ella, leed sus obras publicadas. Si hubiere algunos puntos de interés con relación a lo que ella no haya escrito, no os apresuréis a percibir e informar algo como si ella lo hubiese dicho. 

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Un milagro falsificado

Algunos han encontrado difícil la armonización de una declaración hecha en los Testimonios para la iglesia, tomo 1, 263, con otra que aparece en El conflicto de los siglos, 184.* Estos pasajes se refieren a la obra de los hechiceros que falsificaron el milagro realizado por Aarón, al convertir la vara en serpiente. El testimonio dice: “Los magos no pudieron hacer todos aquellos milagros que Dios obró por medio de Moisés. Pudieron hacer solamente unos cuantos. Las varas de los magos sí se convirtieron en serpientes, pero la vara de Aarón los devoró”. Esta última frase, que es la que se cuestiona, es sustancialmente la misma de la declaración bíblica: “Echó cada uno su vara, las cuales se volvieron culebras; mas la vara de Aarón devoró las varas de ellos”. Éxodo 7:12. La declaración en el tomo 1 de El conflicto dice así: “Los magos parecían obrar varias cosas con sus encantamientos, semejantes a las cosas que Dios obró por la mano de Moisés y de Aarón. Realmente no hicieron que sus varas se convirtieran en serpientes, pero por medio de la magia, auxiliados por el gran engañador, las hicieron aparecer como serpientes para falsificar la obra de Dios”. Esta declaración, en lugar de contradecir la anterior, sencillamente la explica. 

No hay en el Testimonio una expresión amplia del pensamiento que quise haber comunicado. En la pág. 264 hay una frase que aclara el significado: “Los magos no obraron sólo por intermedio de su ciencia, sino por el poder de su dios, el diablo, quien ingeniosamente llevó a cabo su obra engañadora falsificando la obra de Dios”. Moisés, por el poder de Dios, había convertido su vara en una serpiente viva. Satanás, por intermedio de los magos, falsificó este milagro. No podía producir culebras vivas por cuanto no posee el poder para crear o dar vida. Este poder pertenece solamente a Dios. Pero todo lo que Satanás era capaz de hacer, lo hizo y produjo una falsificación. Por medio de su poder, obrando a través de los magos, hizo que las varas adoptaran la apariencia de culebras. 

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La declaración de que ellas se convirtieron en culebras quiere decir sencillamente que eran tales en apariencia; y así le parecieron a Faraón y a su corte. No había nada en su apariencia que las distinguiera de la serpiente producida por Moisés y Aarón; pero, mientras que una era real, las otras eran espurias. Y el Señor hizo que la serpiente viva se tragara a las que lo eran en apariencia.

Faraón quería justificar su testarudez de resistir el mandato divino; procuraba alguna excusa para ignorar el milagro que Dios había obrado por medio de Moisés. Satanás le dio exactamente lo que él quería. A través de la obra que llevó a cabo con los magos dio la impresión a los egipcios de que Moisés y Aarón eran meramente magos y hechiceros y, por consiguiente, que el mensaje que ellos trajeron no sería respetado como algo proveniente de un ser superior. 

Hasta el hecho de ver cómo las falsas serpientes eran devoradas, no fue tenido por Faraón como una obra especial del poder de Dios, sino más bien como algo logrado por un tipo de magia superior a la de sus siervos. De manera que esta obra de falsificación fomentó su rebelión, e hizo que se endureciera contra la convicción. 

Fue por medio de este despliegue de poder sobrenatural, al convertir la serpiente en médium, que Satanás causó la caída de Adán y Eva en el Edén. Antes del fin del tiempo obrará mayores maravillas. Hasta donde se lo permita su poder, obrará verdaderos milagros. Dice la Escritura: “Y engaña a los moradores de la tierra a causa de las señales que se le ha permitido hacer” (Apocalipsis 13:14), no meramente las que aparenta hacer. Algo más que meras imposturas se traen a luz en este pasaje. Pero hay un límite más allá del cual Satanás no puede cruzar, y aquí se vale del engaño para falsificar la obra que realmente no tiene poder para hacer. En los últimos días se manifestará de tal manera que la gente creerá que él es el Cristo que ha venido por segunda vez al mundo. En verdad se transformará en un ángel de luz. Pero aunque tendrá la apariencia de Cristo en todo respecto, en lo que se refiere a la apariencia, ésta no engañará sino a los que al igual que Faraón, procuran resistir la verdad. 

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Los misterios de la Biblia son pruebas de su inspiración

“¿Alcanzarás tú el rastro de Dios? ¿Llegarás tú a la perfección del Todopoderoso?” “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”. “Yo soy Dios, y no hay más Dios, y nada hay a mí semejante; que anunció lo por venir desde el principio, y desde antiguo lo que aun no era hecho” Job 11:7; Isaías 55:8, 9; 46:9, 10. Es imposible para las mentes finitas de los hombres comprender plenamente el carácter o las obras del Infinito. Aun para el intelecto más aguzado, para la mente más poderosa y altamente educada, este Ser santo debe permanecer siempre vestido de misterio.

El apóstol Pablo exclama: “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán incomprensibles son sus juicios, e inescrutables sus caminos!” Pero aunque “nubes y tinieblas están alrededor de él”; “justicia y juicio son el asiento de su trono” Romanos 11:33; Salmos 97:2; 89:14 (VM). Podemos comprender su trato con nosotros, y los motivos que le impulsan, hasta el punto de discernir el amor ilimitado y la misericordia unidos al poder infinito. Podemos comprender sus propósitos en la medida en que nos resulta benéfico conocerlos; y fuera de esto debemos seguir confiando en el poder del Omnipotente, el amor y la sabiduría del Padre y Soberano de todos. 

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