Testimonios para la Iglesia, Vol. 6, p. 183-192, día 356

El trabajar la tierra es una de las mejores ocupaciones, algo que pone en actividad a los músculos y da reposo a la mente. El estudio en materia de agricultura debe ser el ABC de la educación en nuestras escuelas. Esta es precisamente la primera tarea que debiera iniciarse. Nuestras escuelas no debieran depender de la adquisición de productos importados en lo que se refiere a cereales, verduras y frutas, que tan esenciales son para la salud. Nuestros jóvenes deber ser instruidos en el desmonte de terrenos y en la labranza de la tierra tanto como en los asuntos literarios. Varios maestros debieran ser elegidos para vigilar a determinado número de alumnos en su trabajo y trabajar con ellos. De este modo los mismos maestros aprenderán responsabilidades como supervisores. Los alumnos capaces debieran ser enseñados también a llevar responsabilidades y a ser colaboradores de los maestros. Todos debieran efectuar planes juntos para encontrar los mejores métodos de llevar adelante el trabajo. 

El tiempo es demasiado corto ahora para lograr lo que pudo haberse hecho en generaciones pasadas. Pero aún en estos últimos días podemos hacer mucho para corregir los males existentes en la educación de la juventud. Y porque el tiempo es corto, debemos ser diligentes y trabajar celosamente para dar a los jóvenes una educación consecuente con su fe. Somos reformadores. Deseamos que nuestros hijos estudien para ser la mejor prerrogativa. A fin de lograr esto, debiera empleárseles en aquello que les ayude a ejercitar los músculos. El trabajo sistemático diario debe constituir una parte de la educación de la juventud aun en esta hora avanzada. Mucho puede lograrse ahora de esta manera. Siguiendo este plan, los estudiantes obtendrán elasticidad de espíritu y fuerza de pensamiento, y en un momento dado pueden lograr más labor mental que la que obtendrían por solamente el estudio. Así pueden salir de la escuela con una constitución no debilitada, con fuerza y ánimo para perseverar en cualquier posición donde la providencia de Dios los coloque. 

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El ejercicio que enseña a la mano a ser útil, y disciplina al joven para llevar la parte que le toca de las cargas de la vida, proporciona fuerza física y desarrolla cada facultad. Todos debieran buscar algo que hacer que sea beneficioso para sí mismos y para otros. Dios ordenó el trabajo como una bendición y solamente el obrero diligente encontrará la verdadera gloria y gozo de la vida. 

El cerebro y los músculos la mente y el cuerpo deben utilizarse proporcionalmente en forma equilibrada si se quiere conservar la salud y el vigor. Los jóvenes pueden entonces aportar al estudio de la Palabra de Dios una percepción sana y nervios bien equilibrados. Tendrán pensamientos saludables y podrán retener las cosas preciosas que se encuentran en la Palabra. Se Asimilarán sus verdades y como resultado tendrán fuerza intelectual para discernir lo que es verdad. Luego, según la ocasión lo requiera, podrán dar, con mansedumbre y temor, a todo aquel que lo demande; razón de la esperanza que hay en ellos. 

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La finca de la escuela de Avondale

Existen algunas cosas referentes a la disposición y el empleo de las tierras próximas a nuestra escuela e iglesia, que me han sido presentadas y que, por la instrucción que he recibido, debo presentaros. Hasta hace poco no me sentí en libertad para hablar de ellas y aun ahora no me atrevo a revelarlo todo, debido a que nuestro pueblo no está preparado todavía para comprender todo lo que en la providencia de Dios se desarrollará en Avondale. 

En visiones de la noche algunas cosas me fueron presentadas claramente. Había personas que escogían parcelas de tierra cercanas a la escuela, en las que se proponían edificar casas y establecer hogares. Pero Uno se puso en medio de nosotros y dijo: “Estáis cometiendo una gran equivocación, la cual tendréis que lamentar. Este terreno no tiene que ser ocupado con edificios, excepto en lo tocante a proveer las comodidades necesarias para los maestros y alumnos de la escuela. El terreno que rodea la escuela debe reservarse para la granja de la escuela. Tiene que convertirse en una parábola viva para los alumnos, quienes no han de considerar el terreno de la escuela como cosa común, sino como un libro de texto abierto ante ellos y que el Señor quiere que estudien. Sus lecciones impartirán conocimiento con respecto a la cultura del alma.

“Si consentís en que el terreno próximo a la escuela sea ocupado por domicilios privados y luego os veis obligados a escoger para el cultivo otro terreno distante de la escuela, será una gran equivocación, que siempre lamentaréis. Todo el terreno próximo a los edificios ha de considerarse destinado a la labranza, donde los alumnos podrán aprender bajo instructores bien preparados. Los jóvenes que asistan a nuestras escuelas necesitarán todo el terreno cercano. Han de sembrar en él plantas de adorno y árboles frutales y cultivar la huerta. 

“La finca de la escuela ha de considerarse como un libro de texto de la naturaleza, del cual los maestros saquen lecciones prácticas. Se ha de enseñar a nuestros alumnos que Cristo quien creó el mundo y todas las cosas que hay en él, es la vida y la luz de cada cosa viviente. La vida de cada niño y joven dispuesto a aprovechar las oportunidades de recibir una educación apropiada, será grata y feliz, mientras estén en la escuela, por las cosas sobre las cuales se posen sus ojos”. 

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La obra que nos espera

Necesitamos más maestros y más talento para educar a los alumnos en diversas maneras, a fin de que muchos salgan dispuestos y preparados a comunicar a otros el conocimiento que han obtenido. Los jóvenes y niñas huérfanos han de encontrar aquí un hogar. Se han de levantar edificios para un hospital y debieran habilitarse bancas para la comodidad de la escuela. Debiera emplearse a un competente administrador para la finca, y también a hombres entendidos y enérgicos para actuar de directores en los diversos ramos industriales. Personas que hagan uso de sus talentos individuales para enseñar a los alumnos a trabajar. 

Vendrán al colegio muchos jóvenes que desearán obtener una preparación en ramos industriales. La enseñanza industrial debe incluir contabilidad, carpintería y todo lo relativo a la agricultura. Se debieran establecer los recursos necesarios para enseñar a trabajar en herrería, pintura, zapatería, cocina, panadería, lavandería, reparaciones en general, mecanografía e imprenta. Toda facultad que poseamos deberá ponerse a disposición en esta obra de preparación, a fin de que los alumnos salgan de la escuela bien preparados para los deberes de la vida práctica. 

Las viviendas y otras dependencias esenciales para la obra del colegio deben ser construidas por los mismos alumnos, y sin aglomerarlas ni colocarlas cerca de los edificios propios del colegio. Las personas que dirigen la obra de construcción deben formar grupos pequeños, a los cuales los directores competentes enseñarán a tener pleno sentido de su responsabilidad. Todas estas cosas no pueden llevarse a cabo simultáneamente, pero debemos empezar a trabajar por fe. 

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Debe reservarse terreno

El Señor quiere que los terrenos que rodean al colegio se le dediquen a él como su aula personal. Estamos situados donde hay abundancia de tierra, por lo que los terrenos adyacentes al colegio y la iglesia no deben ocuparse para domicilios privados. No todos los que creen la verdad para este tiempo han experimentado una transformación en su carácter. No todos dan un buen ejemplo porque no representan el carácter de Cristo. Muchas personas que desearían relacionarse con la iglesia y la escuela, no prestarían ayuda, sino que serían estorbos. Creen que ellos deben ser ayudados y favorecidos. No aprecian el carácter ni la situación de la obra en que estamos empeñados. No comprenden que todo lo hecho en Avondale se ha llevado a cabo con penoso trabajo y mediante el empleo de dinero dado con sacrificio, o que se se recibió en préstamo. 

Entre las personas que desearán establecerse cerca de nuestras escuelas, habrá algunos que tienen un elevado concepto de sí mismos y se preocupan mucho de su propia reputación. Son quisquillosos y revoltosos. Necesitan convertirse, por cuanto están lejos de hallarse en condición de recibir la bendición del Señor. Satanás los tienta a que pidan favores que si se conceden, sólo los perjudicarán, y acarrearán ansiedad a sus hermanos. Los principios vivificantes de la Palabra de Dios tienen que introducirse en la vida de muchos que ahora no encuentran lugar para ellos. Los que están aprendiendo en la escuela de Cristo, considerarán cada favor proveniente de Dios como demasiado bueno para ellos. Reconocerán que no merecen todo lo bueno que reciben y se tendrán por dichosos. Sus rostros manifestarán paz y descanso en el Señor, por cuanto tienen la promesa de que Dios cuida de ellos. 

“Jehová dijo así: El cielo es mi trono, y la tierra estrado de mis pies: ¿dónde está la casa que me habréis de edificar, y dónde el lugar de mi reposo? Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron, dice Jehová; pero mirare a aquél que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra” Isaías 66:1, 2. Durante los últimos días del año 1898 ocurrieron muchos incidentes que nos enseñaron lo que estas palabras significan. Mi corazón estaba sumamente abrumado cuando se me me revelaron asuntos relativos a los males que ocurrirían si se entregara el terreno adyacente al colegio para la construcción de viviendas. Tuve la impresión de que estábamos en una reunión de consulta y entre nosotros había Uno de quien se esperaba que nos ayudase a salir de nuestras dificultades. Las palabras que pronunció fueron sencillas y terminantes. Dijo: 

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“Por designio de Dios, este terreno es para beneficio de la escuela. Habéis tenido pruebas de cómo obra la naturaleza humana y de lo que ella revelará al ser tentada. Cuanto mayor sea el número de familias que se establezcan alrededor del colegio, tanto más numerosas serán las dificultades que aquejarán a maestros y alumnos. El egoísmo natural de los hijos de los hombres está siempre listo para manifestarse si alguna cosa no conviene. El terreno circundante debe convertirse en una granja, y el terreno cultivado debe ser mucho más que lo que habéis proyectado. En ese terreno debe realizarse trabajo relacionado con el estudio. En esta institución se ha de trabajar y estudiar conjuntamente, de acuerdo con los consejos recibidos. Avondale debe convertirse en un centro filantrópico. El pueblo de Dios residente en Australia ha de ser motivado por el Espíritu del Señor a ofrecer simpatía y recursos para el sostén y fomento de muchas iniciativas de caridad y benevolencia que proveerán medios adecuados para enseñar a los pobres, a los desamparados y a los ignorantes a valerse por sí mismos”.

Visión panorámica

En varias ocasiones se me ha indicado que el terreno que rodea nuestro colegio debe usarse como campo de cultivo del Señor. En un sentido especial, ciertas porciones debieran cultivarse intensivamente. Vi delante de mí terrenos en que se había plantado toda clase de árboles frutales que pueden prosperar en la localidad; había también huertas de verduras donde la semilla se sembraba y cultivaba. Si los dirigentes de esta finca y los maestros del colegio quieren recibir la colaboración del Espíritu Santo, tendrán sabiduría en su administración y Dios bendecirá sus labores. El cuidado de los árboles, la siembra y la recolección de la cosecha, serán lecciones maravillosas para todos los alumnos. Los eslabones invisibles que conectan la siembra y la siega han deben estudiarse, y las bondades de Dios es necesario que se destaquen y aprecien. El Señor es el que imparte virtud y poder al terreno y la semilla. Si no fuera por la mediación divina combinada con el conocimiento y la habilidad de los encargados del trabajo, la semilla sembrada sería inútil. Existe un poder invisible que obra constantemente a favor de los seres humanos para alimentarlos y vestirlos. La parábola de la simiente, si se la estudia en la experiencia diaria del maestro y del alumno, revelará que Dios obra en la naturaleza y aclarará muchas cosas relativas al reino de los cielos.

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Dios y la naturaleza

La naturaleza, juntamente con la Biblia, debe ser nuestro gran libro de texto. Pero no tiene sentido endiosar la naturaleza, porque eso sería exaltar la creación por encima del amante Creador, quien diseñó la obra y cuida de ella de acuerdo con su plan. Cuando se siembra la semilla y se cultiva las plantas, debemos recordar que Dios creó la semilla y la da a la tierra. Mediante su poder divino se preocupa de esa semilla. Es por su mandato que la semilla al morir, da su vida al tallo y a la espiga con sus propias semillas, las cuales se guardan para sembrarlas y obtener una nueva cosecha. Debemos estudiar, además, nuestra participación en este proceso. El agente humano tiene su parte que realizar, su obra que hacer. Esta es una de las lecciones que la naturaleza enseña y percibiremos en ella una obra solemne y hermosa. 

Se habla mucho acerca de Dios en la naturaleza, como si el Señor estuviera obligado por sus leyes a ser su siervo. Muchas teorías conducirían las mentes a suponer que la naturaleza es una entidad dotada de vida propia, separada de la Deidad, con poder inmanente para funcionar. La gente no sabe de qué habla cuando supone que la naturaleza tiene poder inherente que la hace funcionar sin el control permanente del Creador. El Señor no obra por medio de sus leyes para invalidar las leyes de la naturaleza. Él hace su obra mediante las leyes y los atributos de sus instrumentos, y la naturaleza obedece a un “así dice Jehová”. 

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El Dios de la naturaleza está constantemente en acción. Su poder infinito obra en forma imperceptible, pero sus manifestaciones se observan en los efectos producidos por su obra. El mismo Dios que dirige los planetas obra en el vergel y en el huerto; pero jamás hizo una espina, un cardo ni cizaña, los cuales son obra de Satanás, el resultado de la degeneración introducida por él dentro de las cosas preciosas. Sin embargo, cada capullo florece por medio del poder directo de Dios. Cuando Cristo estuvo en la tierra como ser humano, dijo: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”. Juan 5:17. Entonces, cuando los alumnos dedican su tiempo y sus fuerzas a labores agrícolas, se dice de ellos en el cielo: “Somos colaboradores de Dios”. 1 Corintios 3:9. 

Retened las tierras aledañas a los colegios e iglesias. Los que vengan a establecerse en Cooranbong pueden, si lo desean, encontrar casas para ellos en las cercanías, o en los terrenos del colegio de Avondale. Pero según la luz que se me ha dado, todo el terreno, desde el huerto hasta la carretera de Maitland, y a ambos lados del camino; desde el edificio de reuniones hasta el colegio, debiera convertirse en un área destinada a la agricultura y en un parque, embellecido con fragantes flores y árboles ornamentales. Debe haber huertas y cultivarse toda clase de hortalizas y otros productos compatibles con el terreno, para que este lugar llegue a ser una lección práctica para quienes viven cerca y lejos.

Mantened a distancia todo lo que no sea esencial para las actividades del colegio, porque así no se alterará la santidad del lugar por la proximidad de familias y edificios. Que el colegio permanezca separado. Es preferible que las familias, independientemente de su dedicación al servicio del Señor, se ubiquen a cierta distancia de los edificios del colegio. La escuela es propiedad del Señor y los terrenos circundantes son su finca, donde el gran Sembrador puede convertir su huerto en un libro de texto. Los resultados del trabajo se verán, “primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga”. Marcos 4:28. El terreno dará sus tesoros y la alegría de una abundante cosecha; y el producto cosechado por medio de la bendición de Dios se usará como libro de texto de la naturaleza, del cual podrán extraerse lecciones espirituales sencillas y aplicarse a las necesidades del alma.

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Una lección práctica

Hay importantes cosas a nuestro alcance, las cuales debemos realizar tan pronto como dispongamos de los recursos necesarios. Debe efectuarse un esfuerzo paciente y cuidadoso para animar y levantar las comunidades colindantes, y para su educación en el aspecto industrial y de salud. El colegio y sus alrededores deben ser lecciones prácticas, y enseñar métodos de mejoramiento. Además, hay que instar a la gente a que realice reformas, para que la facultad estética, la diligencia y el refinamiento puedan reemplazar la tosquedad, la impureza, el desorden, la ignorancia y el pecado. Aun los más pobres pueden mejorar sus entorno si se levantan temprano y trabajan diligentemente. Podemos ayudar a otros con nuestras vidas y nuestro ejemplo a discernir lo que es repulsivo en su carácter, o en sus alrededores; y mediante la cortesía cristiana podemos estimular el mejoramiento. 

A menudo surgirá la pregunta: ¿qué puede hacerse donde prevalece la pobreza y hay que efectuar duros esfuerzos a cada paso? Bajo estas circunstancias, ¿cómo podemos impresionar las mentes con ideas correctas de mejoramiento? Ciertamente, la obra es difícil; y a menos que los maestros, los pensadores y los que tienen recursos ejerzan sus talentos y acudan presurosos a prestar su ayuda, de la manera como Cristo lo habría hecho si estuviera en su lugar, una obra importante quedará sin realizar. La reforma necesaria jamás se producirá a menos que hombres y mujeres sean ayudados por un poder ajeno a ellos. Los que tienen talentos y capacidades deben usarlos para bendecir a sus semejantes, trabajando para llevarlos a un nivel donde puedan ayudarse a sí mismos. Es así como a la educación obtenida en nuestros colegios puede dársele un uso óptimo. 

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Los talentos confiados por el Señor no deben esconderse debajo de un almud, o debajo de una cama. “Vosotros sois la luz del mundo”, dijo Cristo. Mateo 5:14. Cuando veás familias que viven en chozas, con escasos muebles y ropa de vestir; sin herramientas, sin libros u otras señales de refinamiento en sus habitaciones, ¿os interesaríais en ellos y procuraríais enseñarles a emplear sus energías al máximo para lograr una mejoría y que su trabajo pueda avanzar? Mediante el trabajo diligente, utilizando toda habilidad al máximo, aprendiendo a no malgastar el tiempo, es como ellos llegarán a tener éxito en mejorar sus moradas y cultivar sus tierras.

Es necesario aunar esfuerzos físicos y poder moral en nuestro empeño para regenerar y reformar. Debemos procurar vivir el evangelio en todos sus valores, para que sus bendiciones temporales y espirituales puedan sentirse a nuestro alrededor. 

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