Testimonios para la Iglesia, Vol. 6, p. 193-202, día 357

La obra misionera, la más elevada preparación

El Señor ciertamente bendecirá a todos los que procuran bendecir a otros. Debe administrarse el colegio de una manera tal que maestros y alumnos enriquezcan continuamente su capacitación mediante el uso fiel de los talentos recibidos. Al usar en forma práctica lo que han aprendido crecerán constantemente en sabiduría y conocimiento. Debemos aprender del Libro de los libros los principios que deben guiar en la vida y el trabajo. Al consagrar a Dios todas las habilidades otorgadas por él, quien está primero en el derecho a ellas, podremos lograr adelantos de gran valor en todo lo que sea digno de nuestra atención. 

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Cuando se adopta esta actitud, la labor misionera llega a ser elevadora y ennoblecedora tanto para el obrero como para la persona ayudada. Que cada uno que se considera hijo del Rey celestial, procure siempre manifestar los principios del reino de Dios. Que cada uno recuerde que debe ser leal y fiel a todos los preceptos y mandatos del Señor en espíritu, en palabra y en obras. Debemos ser mayordomos fieles y dignos de confianza del reino de Cristo para que las personas que tienden hacia la vida mundana, puedan tener una verdadera representación de las riquezas, la bondad, la misericordia, la ternura y la cortesía del reino de Dios. 

Los alumnos que obtendrán lo mejor de la vida, son los que pongan en práctica la Palabra de Dios en su relación y trato con sus semejantes. Quienes reciben para dar, obtendrán la más grande satisfacción en esta vida. Los miembros de la familia humana que viven únicamente para sí mismos, están siempre en necesidad, porque nunca estarán satisfechos. No es cristiano confinar nuestras simpatías a nuestros propios corazones egoístas. El Señor ha instituido conductos a través de los cuales permite que fluya su bondad, su misericordia y verdad; por eso debemos colaborar con Cristo mediante el recurso de comunicar a la gente conocimiento práctico y bondad. Debemos llevar a sus vidas luz y bendición, realizando así una obra buena y sagrada.

Si el colegio de Avondale llega a ser alguna vez lo que el Señor procura hacer de él, el esfuerzo misionero de maestros y alumnos producirá frutos. Tanto en el colegio como fuera de él, se inducirá a personas bien dispuestas a someterse a Dios. La rebelión que ocurrió en el cielo, provocada por el poder de una mentira, y el engaño que indujo a Adán y Eva a desobedecer la ley de Dios, abrieron las compuertas que inundaron el mundo de aflicción y sufrimiento; pero todos los que creen en Cristo pueden llegar a ser hijos e hijas de Dios. Es posible que sean restaurados por el poder de la verdad, y el hombre caído puede llegar a ser leal a su Hacedor. La verdad, única por su poder que induce a la acción, se adapta a las mentes y los sentimientos de los pecadores descarriados. Por su influencia, la oveja perdida puede ser devuelta al redil. 

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Cualesquiera que sean la posición, o las posesiones de una persona que conoce la verdad, la Palabra de Dios le enseña que todo lo que posee, lo disfruta como mayordomo. Lo ha recibido en calidad de préstamo para probar su carácter. Debe ser responsable por sus negocios seculares, sus talentos, sus ingresos y sus oportunidades ante Aquel a quien pertenece por creación y redención. Cuando emplea cada valioso talento para promover la gran obra de educación de Dios, cuando se esfuerza por adquirir el conocimiento más excelente acerca de la manera de ser útil, de trabajar por la salvación de la gente que está a punto de perecer, las bendiciones de Dios acompañarán sus esfuerzos. Dios nos regala sus dones para que podamos ministrar a otros, y así lleguen a ser como él. Los que reciben sus dádivas para que puedan impartirlas a los demás, llegan a ser semejantes a Cristo. Ayudando y levantando a otros es como llegamos a ser ennoblecidos y purificados. Esta es la obra que hace que refluya gloria hacia Dios. Debemos ser inteligentes respecto a estos puntos. Nuestras almas deben ser purificadas de todo egoísmo; porque Dios anhela usar su pueblo como su representante del reino celestial. 

Nuestros colegios deben administrarse bajo la supervisión de Dios. Los jóvenes de ambos sexos tienen que realizar una obra que está inconclusa. Hay numerosos jóvenes deseosos de aprovechar los beneficios ofrecidos por nuestros colegios. Necesitan capacitarse mediante las clases de trabajos manuales que les enseñarán a llevar una vida activa y enérgica. En nuestros colegios debiera realizarse toda clase de trabajos. Los alumnos deben ser instruidos bajo la dirección de profesores sabios, juiciosos y temerosos de Dios. Cada rama de la obra tiene que desarrollarse de la forma más completa y sistemática que la experiencia y la sabiduría puedan habilitarnos para planear y ejecutar. 

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Que los maestros despierten a la importancia de enseñar agricultura y otras industrias, lo que es esencial que los alumnos conozcan. Procurad obtener los mejores resultados en cada departamento de trabajo. Que la ciencia de la Palabra de Dios se introduzca en el trabajo, para que los alumnos entiendan los principios correctos y alcancen las normas más elevadas posibles. Ejerced las habilidades otorgadas por Dios, y emplead todas vuestras energías para el desarrollo de la granja del Señor. Estudiad y trabajad, para que los mejores resultados y las más cuantiosas utilidades puedan obtenerse de la siembra, de manera que pueda haber una abundante afluencia de alimentos, tanto materiales como espirituales, para el creciente número de alumnos que se congregarán para educarse como obreros cristianos. 

Hemos visto árboles gigantescos desarraigados y caídos; hemos visto la reja del arado roturar el terreno, haciendo profundos surcos para plantar árboles y sembrar granos. Los alumnos están aprendiendo lo que significa arar y que el azadón, la pala, el rastrillo y la grada, todos son instrumentos de industria honorable y lucrativa. Con frecuencia se cometerán errores, pero cada error no estará lejos de la verdad. Los desaciertos acarrearán sabiduría, y la energía generada producirá esperanza y finalmente éxito. La indecisión frenará el progreso, y la precipitación tendrá el mismo efecto; pero todo será aleccionador si el instrumento humano colabora. 

La suposición de que el trabajo es degradante ha llevado a miles a la tumba. Los que realizan solamente trabajos manuales suelen laborar excesivamente, mientras que los que efectúan labores intelectuales y utilizan sólo el cerebro, sufren por falta del saludable vigor proporcionado por el trabajo físico. Si el intelectual participara en las labores de la clase obrera para fortalecer sus músculos, los obreros podrían dedicar una porción de su tiempo a la cultura mental y moral. Las personas de hábitos sedentarios e intelectuales debieran practicar ejercicios físicos. El beneficio que esto acarrearía a la salud debiera constituir un aliciente para inducirlos a complementar el trabajo físico con el mental. 

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Los colegios y las escuelas de iglesia

La obra de las escuelas de iglesiaLa iglesia tiene una obra especial que hacer en lo que concierne a la educación y la disciplina de los alumnos, de modo que en las clases o en grupos de compañeros no sientan la influencia de los alumnos que están dominados por hábitos corrompidos. El mundo está lleno de iniquidad y desprecio hacia los requerimientos de Dios. Las ciudades se han vuelto como Sodoma, y nuestros hijos se ven diariamente expuestos a muchos males. A menudo, los que asisten a las escuelas públicas se relacionan con otros que están en peor condición que ellos, a los cuales, aparte del tiempo pasado en la clase, se les permite adquirir una educación callejera. Los jóvenes se impresionan fácilmente, y a menos que el ambiente que los rodea sea el más apropiado, Satanás usará a estos niños de carácter torcido para que ejerzan su influencia sobre los que fueron más cuidadosamente enseñados. Así, antes que los padres observadores del sábado se percaten de los estragos que está haciendo el mal, las lecciones de depravación se habrán aprendido y las vidas de sus hijos se habrán contaminado con la corrupción.

Las iglesias protestantes han aceptado el falso día de reposo, herencia del papado, y lo han puesto por encima del día santificado por Dios. La tarea que nos corresponde es explicar con claridad a nuestros niños que el primer día de la semana no es el verdadero día de reposo, y que observarlo después de habernos llegado la luz sobre el sábado, es una franca violación de la ley de Dios. ¿Obtienen nuestros niños, de parte de los maestros de las escuelas públicas, ideas que armonizan con la Palabra de Dios? ¿Se les es presenta el pecado como una ofensa contra Dios? ¿Se les enseña que la obediencia a los mandamientos de Dios es el principio de toda sabiduría? Enviamos nuestros niños a la escuela sabática para que se los eduque acerca de la verdad, y luego, cuando van a la escuela pública, les hacen aprender lecciones que encierran mentiras. Estas cosas confunden la mente y no debieran suceder, pues si los hijos acogen ideas que pervierten la verdad, ¿cómo podrá contrarrestarse la influencia de dicha educación? 

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¿Podremos, acaso, maravillarnos de que en tales circunstancias algunos jóvenes de entre los nuestros no aprecien los beneficios religiosos? ¿Podremos maravillarnos de que se dejen arrastrar hacia la tentación? ¿Podremos asombrarnos de que, habiendo vivido en el abandono que les ha tocado, consagren sus energías a diversiones que ningún bien les reportan, que estén empobrecidas sus aspiraciones religiosas y obscurecida su vida espiritual? La mente será de igual carácter que aquello de que se alimenta; la cosecha, de igual naturaleza que la semilla sembrada. ¿No bastan estos hechos para hacernos ver cuan necesario es amparar desde los primeros años la educación de los menores? ¿No sería mejor para los menores crecer hasta cierto punto en ignorancia de lo que comúnmente se acepta por educación, más bien que llegar a ser indiferentes a la verdad de Dios? 

Separación del mundo

Cuando los hijos de Israel fueron separados de entre los egipcios, el Señor dijo: “Pues yo pasaré aquella noche por la tierra de Egipto… así de los hombres como de las bestias: y ejecutare mis juicios en todos los dioses de Egipto. Yo Jehová… Y tomad un manojo de hisopo, y mojadlo en la sangre que estará en un lebrillo, y untad el dintel y los dos postes con la sangre que estará en el lebrillo; y ninguno de vosotros salga de las puertas de su casa hasta la mañana. Porque Jehová pasará hiriendo a los egipcios; y cuando vea la sangre en el dintel y en los dos postes, pasará Jehová aquella puerta, y no dejará entrar al heridor en vuestras casas para herir. Guardaréis esto por estatuto para vosotros y para vuestros hijos para siempre”. Éxodo 12:12, 22, 24. La sangre puesta sobre el dintel de la puerta simbolizaba la sangre de Cristo, el único que salvó a los primogénitos hebreos de la calamidad. Todo hijo de hebreos hallado en una vivienda egipcia fue destruido. 

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Este incidente de la historia de los israelitas se registró para la enseñanza de los que vivan en los últimos días. Antes que el azote llegue como avenida de aguas sobre los habitantes de la tierra, el Señor exhorta a todos los que son israelitas espirituales de verdad a prepararse para aquel suceso. A los padres les hace llegar este grito de alarma: Juntad a vuestros hijos en vuestros hogares; separadlos de aquellos que desprecian los mandamientos de Dios, que enseñan y practican lo malo. Salid de las grandes ciudades tan pronto como os sea posible. Estableced escuelas de iglesia. Dad a vuestros hijos la Palabra de Dios por fundamento de toda su educación. Ella está llena de hermosas lecciones y si los alumnos la convierten en tema de estudio en el curso primario de esta vida, estarán preparados para el curso superior en la por venir. 

La Palabra de Dios nos habla así: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿y qué concordia Cristo con Belial? ¿o qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios con los ídolos? porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré en ellos; y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso”. 2 Corintios 6:14-18. ¿Dónde están vuestros hijos? ¿Los estáis educando para que disciernan y eviten las corrupciones que imperan en el mundo por la concupiscencia? ¿Estáis tratando de salvar sus almas, o por vuestra negligencia estáis colaborando con su destrucción? 

Los niños descuidados

En general, no se ha prestado suficiente atención a nuestros menores y adolescentes. Los miembros de mayor edad de la iglesia no los han mirado con ternura y simpatía, con deseos de que progresen en la vida santificada, y, por lo tanto, los menores han dejado de desarrollarse en la vida cristiana como debieran haberlo hecho. Algunos miembros de la iglesia que en el pasado amaron y temieron a Dios permiten ahora que sus negocios lo absorban todo y esconden su luz debajo de un almud. Se han olvidado de servir a Dios y están haciendo de sus negocios la tumba de su religión. 

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¿Ha de permitirse que los adolescentes sean llevados de aquí para allá, que se desanimen y que caigan en las tentaciones que por doquier los acechan para enredar sus incautos pies? La obra que se halla más a mano de los miembros de nuestras iglesias es la de interesarse en nuestros jóvenes y con bondad, paciencia y ternura enseñarles renglón tras renglón y precepto tras precepto. ¡Oh! ¿Dónde están los padres y las madres de Israel? Debieran ser muchos los que, como dispensadores de la gracia de Cristo, manifiesten por los jóvenes un interés especial, y no meramente casual. Muchos debieran sentirse conmovidos por la situación lastimosa en que se encuentran nuestros jóvenes, y darse cuenta de que Satanás se vale de toda artimaña imaginable para atraparlos en sus redes. Dios pide definidamente que la iglesia se despierte de su letargo y discierna el servicio que se le exige en este tiempo de peligro.

Los ojos de nuestros hermanos y hermanas deben ser ungidos con el colirio celestial a fin de que vean las necesidades del momento. Los corderos del rebaño necesitan ser apacentados, y el Señor del cielo observa para ver quién hace la obra que él quiere que se haga en favor de los niños y los jóvenes. La Iglesia duerme y no se percata de la magnitud de este asunto. Alguien dirá: “¿Qué necesidad hay de ser tan escrupuloso en educar a nuestros jóvenes de manera cabal? Me parece que si unos cuantos de los que hayan decidido seguir alguna vocación literaria o alguna otra carrera que exige cierta disciplina, reciben atención especial, es todo lo que se necesita. No es necesario que todos nuestros jóvenes sean tan bien enseñados. ¿No bastará, acaso, la completa educación de unos cuantos para todo requerimiento esencial?”

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No, respondo, y lo recalco enérgicamente. ¿Qué selección podríamos hacer entre nuestros jóvenes? ¿Cómo podríamos decir nosotros quién habría de ser el más promisorio, quién habría de rendir a Dios el mejor servicio? Con nuestro juicio humano, haríamos lo que hizo Samuel, quien, al ser enviado en busca del ungido del Señor, miró a la apariencia exterior. Pero el Señor le dijo: “No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón”. 1 Samuel 16:7. A ninguno de los hijos de Isaí, de parecer noble, aceptaba el Señor; mas cuando David, el hijo menor, un simple pastor de ovejas, fue traído del campo y pasó ante Samuel, el Señor dijo: “Levántate y úngelo, que este es”. ¿Quién podría determinar cuál joven miembro de una familia, resultaría un eficiente servidor en la obra de Dios? Se debe permitir a todos los jóvenes gozar de los beneficios y privilegios de la educación en nuestras escuelas, a fin de que reciban estímulo para ser colaboradores de Dios.

Se necesitan escuelas de iglesia

Muchas familias que con el objeto de educar a sus hijos se trasladan a los lugares donde están establecidas nuestras escuelas principales prestarían mejor servicio al Maestro si se quedaran donde se encuentran. Debieran animar a la iglesia de la cual son miembros a establecer una escuela de iglesia donde los niños que habiten dentro de sus confines puedan recibir una educación cristiana perfecta y práctica. Sería muchísimo mejor para sus hijos, para ellos mismos y para la causa de Dios, si se quedaran en las iglesias más pequeñas, donde más se necesita su ayuda; en lugar de ir a las más grandes, donde, a causa de que no se les necesita, existe la constante tentación a caer en la inercia espiritual.

Dondequiera que haya unos cuantos observadores del sábado, los padres deben unirse para habilitar un lugar destinado a una escuela de iglesia donde sus menores y los adolescentes puedan ser enseñados. Deben emplear a un maestro cristiano que, como consagrado misionero, eduque a los niños de manera que los encamine hacia la vocación misionera. Se deben contratar maestros que impartan una educación apropiada en los ramos comunes, haciendo de la Biblia el fundamento y el centro de todo estudio. Los padres deben ceñirse la armadura, y mediante su propio ejemplo enseñar a sus hijos a ser misioneros. Deben trabajar mientras dure el día; porque “la noche viene, cuando nadie puede trabajar”. Juan 9:4. Si quieren hacer esfuerzos abnegados, enseñando con perseverancia a sus hijos a llevar responsabilidades, el Señor obrará con ellos. 

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Algunas familias de observadores del sábado viven aisladas o muy separadas de otras de la misma fe. Ocasionalmente han enviado a sus hijos a nuestras escuelas de internos, donde recibieron marcado beneficio, regresando después para ser una bendición en su propio hogar. Pero algunas no pueden enviar a sus hijos lejos del hogar para que se eduquen. En tales casos, los padres deben hacer lo posible por emplear a un maestro de vida religiosa ejemplar, para quien sea agradable trabajar por el Maestro en cualquier actividad y que esté dispuesto a cultivar cualquier porción de la viña del Señor. Los padres y las madres deben cooperar con el maestro, trabajando fervorosamente por la conversión de sus hijos. Procuren ellos mantener vivo y lozano el interés espiritual en el hogar y criar a sus hijos en la disciplina y amonestación del Señor. Consagren una parte de cada día al estudio, haciéndose estudiantes con sus hijos. De esta manera pueden convertir la hora destinada a la educación en momentos de quietud y provecho, y aumentará su confianza en este método para obtener la salvación de sus hijos. Los padres hallarán que su crecimiento personal será más rápido a medida que aprendan a trabajar en favor de sus hijos. Al trabajar con humildad, desaparecerá la incredulidad. La fe y la actividad impartirán una confianza y satisfacción que aumentarán de día en día, a medida que continúen tratando de conocer al Señor y haciendo que otros lo conozcan. Sus oraciones se volverán fervientes, porque tendrán algún objeto definido por el cual orar. 

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